11. Así me ayudó aceptar ser supervisada

Por Samantha, Japón

Era responsable del trabajo evangélico de dos equipos. No hace mucho, destituyeron a unos hermanos y hermanas por no hacer un trabajo práctico y salir siempre del paso en el deber. Me sentí un poco nerviosa. Estuve pensando que tenía que asegurarme de hacer un trabajo práctico y de resolver asuntos prácticos; si no, también sería destituida. Una vez, en una reunión, la líder me preguntó: “¿Has enseñado los principios a los hermanos y hermanas trasladados recientemente desde otras iglesias?”. Eso me tomó por sorpresa. Era un problema: les acababa de hablar de nuestra forma de trabajo, no de los principios. ¿Qué debía decirle a la líder? Si le comentaba que no se los había enseñado, ¿creería que no hacía un trabajo práctico? Sin embargo, si le decía que se los había enseñado, no sería cierto. Me sentí un poco culpable, y tartamudeé: “Solo les he enseñado un poco, en base a lo que les falta”. La líder me respondió inmediatamente: “Si no compartes con ellos los principios, no tendrán un rumbo que seguir en el deber. ¿Pueden lograr buenos resultados de esa forma? Debemos centrarnos en cultivar a esos hermanos”. Cuando la líder me señaló mi problema, noté que me ruborizaba. Me preguntaba qué opinaría de mí después: si pensaría que, como ni siquiera realicé una tarea tan básica, eso quería decir que no hacía un trabajo práctico.

Pronto empezó a perder productividad un equipo del que yo era responsable, y por entonces estaban surgiendo bastantes problemas en mi trabajo. La líder pensó que, si eso continuaba, podría afectar a nuestra eficacia en el trabajo, por lo que redujo los equipos de los que yo era responsable: de dos a uno. Me alteré mucho al enterarme. Tenía que preguntarme si la líder me consideraba una persona que no hacía un trabajo práctico. De lo contrario, no reduciría mi ámbito de responsabilidad. Últimamente hacía mucho seguimiento de mi trabajo. ¿Creía que no era diligente en el deber, que era poco confiable? ¿Me destituiría si descubría más errores míos? En esa época, siempre que me enteraba de que la líder iba a unirse a nuestra reunión, me ponía a pensar en el tipo de preguntas que haría y el trabajo del que haría seguimiento. Como imaginaba que la líder preguntaría prácticamente siempre qué tal les iba a los hermanos y hermanas en el deber, me apresuraba a averiguarlo antes de la reunión. A veces había otras cuestiones que era preciso resolver, pero, al pensar que quizá no sabría responder las preguntas de la líder al día siguiente, temía ser expuesta por no hacer un trabajo práctico. Por eso dejaba los asuntos más urgentes para después, e iba a hablar uno por uno con los demás. Con el tiempo, trabajaba sin cesar en las tareas en las que más se centraba la líder y, pese a estar ocupada todos los días, no conseguía mejores resultados en el deber; de hecho, me iba peor. Una vez, la líder me preguntó en una reunión: “Joanna hacía bien su trabajo evangélico antes; ¿por qué ha bajado recientemente? ¿Conoces el motivo?”. Estaba asombrada. ¡Oh, no! Había estado totalmente centrada en otras cuestiones. No sabía por qué no lo estaba haciendo bien Joanna en su trabajo evangélico. La líder continuó preguntándome: “¿Has investigado qué verdades enseña Joanna al predicar el evangelio y si corrige las nociones de la gente?”. Con esa pregunta entré todavía más en pánico. Yo no le había preguntado eso; ¿qué debía hacer? Si no lo sabía, la líder podría pensar que no hacía seguimiento del trabajo de Joanna, que yo no averiguaba y resolvía sus problemas a tiempo y que por eso estaba cayendo su productividad. Envié inmediatamente un mensaje a Joanna, pero no lo vio. Estaba tan nerviosa que me sudaban las palmas de las manos. De pronto pensé que Joanna me había comentado lo que estaba enseñando, por lo que se lo conté inmediatamente a la líder. Ella no añadió nada más, y por fin se calmó mi ansiedad. Durante un tiempo me asustaba recibir mensajes de la líder, y a veces ni siquiera dormía bien la noche previa a una reunión. No podía parar de pensar: ¿Qué me va a preguntar la líder? ¿Cómo debería responder? Estaba todavía más nerviosa a la hora de la reunión, preocupada porque, si surgían más problemas en mi trabajo, sería destituida. Dando tumbos, lograba terminar cada reunión, pero me sentía triste por dentro y me resultaba agotador. No tenía energía en el deber, y cuando surgían problemas en el trabajo de los demás y caía su productividad, no me apetecía resolverlo. Comprendí entonces que no me hallaba en un buen estado. Enseguida me presenté ante Dios en oración y búsqueda: “Dios mío, últimamente me asusta mucho que la líder supervise mi trabajo. Me preocupa acabar destituida si surgen problemas. Sé que no es la perspectiva adecuada. Quiero reflexionar y conocerme. Te pido que me guíes”.

Luego leí un pasaje en mis devociones. “Algunas personas no creen que la casa de Dios pueda tratar con justicia a la gente. No creen que Dios reine en Su casa y que la verdad reine en ella. Creen que, no importa cuál sea el deber que desempeñe una persona, si surge un inconveniente, la casa de Dios se encargará de esa persona inmediatamente, privándola de su derecho a cumplir con ese deber, enviándola lejos, o incluso echándola de la iglesia. ¿Realmente es así como funcionan las cosas? Desde luego que no. La casa de Dios trata a cada persona según los principios-verdad. Dios es justo en Su tratamiento hacia cada persona. Él no se fija solo en cómo se comporta una persona en un solo caso; mira la esencia-naturaleza de una persona, sus intenciones, su actitud, y se fija en concreto en si una persona puede reflexionar sobre sí misma cuando comete un error, si tiene remordimientos, y si puede penetrar en la esencia del problema basándose en Sus palabras, llegar a comprender la verdad, odiarse a sí misma y arrepentirse de veras. […] Dime, si una persona ha cometido un error pero es capaz de comprender de verdad y está dispuesta a arrepentirse, ¿no le daría una oportunidad la casa de Dios? A medida que el plan de gestión de seis mil años de Dios se acerca a su fin, hay muchos deberes que deben cumplirse. Pero si careces de conciencia o de razón y no atiendes al que es tu trabajo, si has obtenido la oportunidad de cumplir con un deber, pero no sabes atesorarla, no persigues la verdad en lo más mínimo, con lo que permites que se te escape tu mejor momento para ello, entonces serás expuesto. Si eres sistemáticamente superficial en el cumplimiento de tu deber, y no te sometes en absoluto cuando te enfrentas a la poda, ¿te utilizará aún la casa de Dios para cumplir con un deber? En la casa de Dios, lo que reina es la verdad, no Satanás. Dios tiene la última palabra sobre todo. Es Él quien está haciendo la obra de salvar al hombre, es Él quien es soberano sobre todas las cosas. No hay necesidad de que analices lo que está bien y lo que está mal; lo único que tienes que hacer es escuchar y someterte. Cuando te enfrentes a la poda, debes aceptar la verdad y ser capaz de corregir tus errores. Si lo haces, la casa de Dios no te despojará de tu derecho a cumplir con un deber. Si siempre te asusta ser descartado, siempre pones excusas, siempre te justificas, eso es un problema. Si dejas que los demás vean que no aceptas la verdad en lo más mínimo, y se den cuenta de que eres impermeable a la razón, estás en problemas. La iglesia se verá obligada a encargarse de ti. Si no aceptas la verdad en absoluto en el cumplimiento de tu deber y siempre temes ser revelado y descartado, entonces este miedo tuyo está contaminado por una intención humana y un carácter satánico corrupto, además de por la sospecha, la cautela y el mal entendimiento. Ninguna de estas son actitudes que una persona deba tener. Debes empezar por resolver tu miedo, así como tus malentendidos sobre Dios(La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Tercera parte). Con las palabras de Dios comprendí que tenía miedo a ser destituída porque no comprendía el carácter de Dios ni los principios de destitución de personas en Su casa. Como vi que destituyeron a algunas personas por no hacer un trabajo práctico, y era evidente que había bastantes problemas en mi trabajo, me preocupaba que, si cada vez surgían más problemas, la líder creyera que no hacía un trabajo práctico y también me destituyera a mí. Vivía en un estado de malinterpretación y cautela, temiendo que la líder me investigara. Sin embargo, en realidad no es malo que salgan a la luz los problemas y defectos de mi trabajo. Eso puede ayudarme a descubrir y resolver problemas enseguida y a mejorar mi eficacia en el deber. No obstante, yo era mezquina y estrecha de miras. Cuando la líder supervisaba mi trabajo, me ponía en guardia y a predecir qué diría ella y me preguntaba si creía que yo no hacía un trabajo práctico, que era poco confiable. Pensaba que me controlaba y que un día podría destituirme. No tenía más que insidias y trucos. Hay principios para destituir a la gente en la iglesia. No se destituye a nadie por un pequeño descuido, un error en el deber. La gente recibe todas las oportunidades de arrepentimiento posibles y, si se niega a transformarse y afecta negativamente al trabajo, hay que destituirla. Veía que otros hermanos y hermanas habían tenido descuidos y problemas en su trabajo, pero la líder no los había destituido. Se esmeró por sustentarlos y ayudarlos y por enseñarles los principios. Luego, con el análisis y la transformación constantes, cada vez cumplían mejor con el deber. También había algunos hermanos y hermanas que no estaban a la altura de ciertos deberes debido a su escaso calibre. La iglesia les había dispuesto unos deberes adecuados a ellos de acuerdo con su calibre y sus puntos fuertes, en lugar de destituirlos de forma arbitraria. Aunque algunos habían sido destituidos por no hacer un trabajo real, después de que hicieran introspección y aprendieran sobre sí mismos durante un tiempo y mostraran un arrepentimiento auténtico, la iglesia los había ascendido y les había dado roles importantes de nuevo. No tiene nada de aterrador que surjan problemas en tu deber. Lo principal es saber aceptar la verdad, reflexionar sobre tus problemas, y después arrepentirse y transformarse de forma genuina. Pensé que la líder no me destituyó por mis desviaciones y problemas. Comprendí que ya no debía estar a la defensiva ni albergar malentendidos. Debía resumir mis problemas, reflexionar sobre ellos, y corregir las desviaciones. Luego me presenté ante Dios en oración, y me sentí preparada para someterme a Sus disposiciones me destituyeran o no, para cumplir mi deber honestamente. Me sentí mucho más tranquila tras orar.

Más tarde me sinceré en comunión con una hermana sobre mi estado. Me sugirió que leyera unas palabras de Dios sobre cómo aceptar la supervisión. Leí estas palabras de Dios: “Es maravilloso que puedas aceptar que la casa de Dios te supervise, te observe e intente entenderte. Eso te ayuda a cumplir bien tu deber, a ser capaz de hacerlo de una manera que cumpla con el estándar y de satisfacer las intenciones de Dios. Te beneficia y te ayuda sin que suponga ningún inconveniente en absoluto. Una vez que has comprendido este principio, ¿no deberías dejar de tener entonces cualquier sentimiento de resistencia o cautela contra la supervisión de los líderes, los obreros y el pueblo escogido de Dios? Aunque a veces alguien trate de comprenderte, observarte y supervisar tu trabajo, no te lo debes tomar como algo personal. ¿Por qué digo esto? Porque las tareas que ahora son tuyas, el deber que desempeñas y cualquier trabajo que hagas no son asuntos privados o un trabajo personal de cualquiera; todo ello atañe a la obra de la casa de Dios y tiene relación con una parte de la obra de Dios. Por lo tanto, cuando alguien dedica algo de tiempo a supervisarte u observarte, o logra entenderte a un nivel profundo, trata de conversar contigo de corazón a corazón y averiguar tu estado durante este tiempo, e incluso cuando a veces su actitud es algo más dura y te poda, te disciplina y te reprueba un poco, hace todo esto porque tiene una actitud meticulosa y responsable hacia el trabajo de la casa de Dios. No deberías albergar ningún pensamiento ni emoción negativos al respecto(La Palabra, Vol. V. Las responsabilidades de los líderes y obreros. Las responsabilidades de los líderes y obreros (7)). Leer las palabras de Dios me dio cierto esclarecimiento. Nuestras tareas de trabajo no son asuntos personales. Son asuntos importantes acerca del trabajo de la iglesia y la entrada en la vida de nuestros hermanos y hermanas. Cuando los líderes y obreros supervisan e investigan nuestro deber, hacen lo que deben. Es beneficioso para nuestro deber y para la obra de la iglesia. Todo el mundo tiene un carácter corrupto. Antes de alcanzar la verdad, antes de que se transforme nuestro carácter-vida, no somos confiables ni fidedignos. Sin supervisión, es probable que vayamos a nuestro aire en cualquier momento. Seremos arbitrarios y falsos en nuestro trabajo e interrumpiremos la obra de la iglesia. Así pues, los líderes supervisan nuestra labor para ayudarnos en el deber y para el progreso del trabajo de la iglesia. Recuerdo que, anteriormente, comentó que yo no había enseñado los principios de difusión del evangelio a los nuevos del equipo, eso fue realmente un extravío en mi deber. Como no pensaba en progresar en el deber, sino que me conformaba con la situación, creía que, con el tiempo, se les podría enseñar a los hermanos y hermanas que no estaban familiarizados con el trabajo y que eso no afectaría nuestra eficacia en él. A decir verdad, esa actitud mía hacia el deber le resultaba aborrecible a Dios y, si yo no la cambiaba, a la larga no solo entorpecería la obra de la iglesia, sino que me perjudicaría en mi propia entrada en la vida. Cuando la líder advirtió este problema y me lo señaló, si pudiera hacer introspección y corregir mis desviaciones con prontitud, me resultaría sumamente útil. Y siempre que la líder me preguntaba por mi trabajo, me señalaba problemas que yo normalmente no veía. De ese modo se pudieron resolver sin demora muchos problemas de mi trabajo, y yo podría tener una senda de práctica y un rumbo en el deber. Tras percatarme de todo eso, sentí que había sido muy necia y sentí remordimiento. Si hubiera sido capaz de contarle voluntariamente a la líder mis errores en el trabajo, se podrían haber resuelto mucho antes estos problemas y no se habría resentido nuestro trabajo evangélico.

Posteriormente hice introspección. ¿Por qué siempre me daba miedo la supervisión de la líder, la destitución? ¿Cuál era la raíz del problema? Leí este pasaje de las palabras de Dios en mis devociones: “Ya seáis líderes u obreros, ¿tenéis miedo de que la casa de Dios haga indagaciones y supervise vuestro trabajo? ¿Teméis que la casa de Dios descubra defectos y desviaciones en vuestro trabajo y os pode? ¿Teméis que después de que lo Alto conozca vuestro verdadero calibre y estatura, os vean de manera diferente y no os consideren para un ascenso? Si tienes estos temores, eso demuestra que tus motivaciones no son en aras de la obra de la iglesia, sino que estás trabajando en aras de la reputación y el estatus, lo que evidencia que tienes el carácter de un anticristo. Si tienes el carácter de un anticristo, eres susceptible de recorrer la senda de los anticristos y cometer todo el mal que estos causan. Si, en tu corazón, no temes que la casa de Dios supervise tu trabajo, y eres capaz de brindar respuestas reales a las preguntas e indagaciones de lo Alto, sin esconder nada, y decir todo lo que sabes, entonces, independientemente de si lo que dices es correcto o incorrecto, sin importar la corrupción que reveles, aunque reveles el carácter de un anticristo, de ninguna manera se te calificará como tal. La clave es si eres capaz de conocer tu propio carácter de anticristo y de buscar la verdad a fin de resolver este problema. Si eres una persona que acepta la verdad, tu carácter de anticristo puede corregirse. Si sabes perfectamente bien que tienes el carácter de un anticristo y, sin embargo, no buscas la verdad para resolverlo, si incluso intentas ocultar o mentir acerca de los problemas que ocurren y eludes la responsabilidad y si no aceptas la verdad cuando se te somete a la poda, entonces este es un problema grave, y no eres distinto a un anticristo. Sabiendo que tienes el carácter de un anticristo, ¿por qué no te atreves a enfrentarlo? ¿Por qué no puedes abordarlo con franqueza y decir: ‘Si lo Alto pregunta sobre mi trabajo, diré todo lo que sé, e incluso si las cosas malas que he hecho salen a la luz y lo Alto deja de utilizarme tras enterarse y yo pierdo mi estatus, de todos modos diré claramente lo que tengo que decir’? Tu temor a la supervisión y las indagaciones sobre tu trabajo por parte de la casa de Dios demuestra que valoras tu estatus más que la verdad. ¿Acaso no es este el carácter de un anticristo? Apreciar el estatus por encima de todo es el carácter de un anticristo(La Palabra, Vol. IV. Desenmascarar a los anticristos. Punto 8: Quieren que los demás se sometan solo a ellos, no a la verdad ni a Dios (II)). Las palabras de Dios exponían la causa profunda de por qué me daba miedo que la líder supervisara mi trabajo. Yo estaba enamorada de mi estatus. Temía que la líder descubriera los problemas de mi deber, creyera que no hacía un trabajo práctico y me destituyera. Así, por conservar el estatus, hacía las cosas para aparentar en el deber, un mero trabajo superficial, sin hacer el trabajo crucial y esencial que debía hacer. Por eso el trabajo evangélico era menos productivo. ¡Era egoísta y despreciable! En realidad, quienes veneran a Dios de todo corazón priorizan en su deber la obra de la iglesia Prefieren que se resientan su reputación y su estatus si eso defiende la obra de la iglesia. En el deber saben aceptar el escrutinio de Dios y la supervisión de los hermanos y hermanas. Son sencillos y honestos de corazón. Sin embargo, yo no pensaba más que en preservar mi reputación y estatus, y hasta estaba dispuesta a que se resintiera la obra de la iglesia por proteger mi puesto. Recordé que los anticristos valoran el estatus por encima de todo y no reparan en nada por adquirirlo. Mi conducta revelaba precisamente el carácter de un anticristo. Cuanto más lo pensaba, más creía que vivía y revelaba ser como un payaso, sin integridad ni dignidad. Estaba muy disgustada conmigo misma. Anhelaba de todo corazón ser una persona recta y honorable. Me acordé de estas palabras de Dios: “Aquellos que aman la verdad eligen practicarla y ser honestos. Esa es la senda correcta y Dios la bendice. Si una persona no ama la verdad, ¿qué elige? Elige servirse de mentiras para mantener su reputación, su estatus, su dignidad y su talante. Prefieren ser falsos y que Dios los deteste y rechace. Tales personas rechazan la verdad y a Dios. Eligen su propia reputación y estatus; quieren ser taimados. No les importa si Dios está complacido o si los va a salvar. ¿Acaso pueden salvarse aún? Desde luego que no, porque han escogido la senda equivocada. Solo pueden vivir por la mentira y el engaño; solo pueden llevar vidas penosas basadas en decir mentiras, taparlas y devanarse los sesos para protegerse día tras día. Si crees que las mentiras sirven para mantener la reputación, el estatus, la vanidad y el orgullo que anhelas, estás completamente equivocado. En realidad, al contar mentiras no solo no mantienes tu vanidad y orgullo, ni tu dignidad y tu calidad humana sino, lo que es más grave, pierdes la oportunidad de practicar la verdad y ser una persona honesta. Aunque te las arregles para proteger tu reputación, tu estatus, tu vanidad y tu orgullo en ese momento, has sacrificado la verdad y has traicionado a Dios. Esto significa que has perdido por completo la oportunidad de que Él te salve y te perfeccione, lo cual supone una enorme pérdida y un remordimiento de por vida(La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Solo una persona honesta puede vivir con auténtica semejanza humana). Sentí vergüenza cuando medité las palabras de Dios. Al depender de mentiras para preservar mi reputación y estatus a simple vista, me creía muy inteligente, pero me estaba perdiendo la oportunidad de ser honesta, y lo que es más, la de alcanzar la salvación y la verdad. Es una pérdida que no puede compensarse. Utilizaba mentiras y trucos una y otra vez para preservar mi reputación y estatus, pero Dios lo ve todo. Podría engañar a la gente un tiempo, pero nunca podría escapar al escrutinio de Dios. Tarde o temprano saldría a la luz que yo no hacía un trabajo práctico y que demoraba las cosas. El carácter de Dios no tolera ofensa. Si no me arrepentía, sino que continuaba optando por mentir y preservar el estatus, era una mera cuestión de tiempo que me destituyeran. Pensé en esos falsos líderes y anticristos. Solo trabajaban por la reputación y el estatus y no hacían un trabajo real en absoluto. Para proteger su reputación y estatus, algunos incluso estaban dispuestos a trastornar y perturbar el trabajo de la iglesia, y terminaban cometiendo mucha maldad y eran revelados y descartados. También pensé en que, ahora, el trabajo más importante de la casa de Dios es expandir el evangelio del reino de Dios. Sin embargo, yo, encargada del trabajo evangélico, no solo no era una fuerza impulsora de ese trabajo, sino que trataba de preservar mi reputación y estatus y lo demoraba. En base a mi conducta, tenían que haberme reemplazado. Pude continuar en el deber gracias a la gran tolerancia de Dios hacia mí. Tras percatarme de todo esto, me presenté ante Dios a orar y arrepentirme, dispuesta a cambiar mi búsqueda errada, a aceptar que me supervisara la líder y a hacer mi mejor esfuerzo en el deber.

Luego, en mis devociones, leí un pasaje de las palabras de Dios que me dio una senda de práctica. Las palabras de Dios dicen: “Los que son capaces de aceptar la supervisión, el examen y la inspección de los demás son los más razonables de todos, tienen tolerancia y una humanidad normal. Cuando descubras que estás haciendo algo incorrecto o tengas la revelación de un carácter corrupto, si eres capaz de abrirte y comunicarte con la gente, esto ayudará a los que te rodean a vigilarte. Ciertamente, es necesario aceptar la supervisión, pero lo principal es orar a Dios y ampararte en Él sometiéndote a un examen constante. Especialmente cuando hayas tomado el camino equivocado o hayas hecho algo mal, o cuando estés a punto de actuar de manera arbitraria y unilateral y alguien cercano te lo comente y te alerte, es preciso que lo aceptes y te apresures a hacer introspección, que admitas el error y lo corrijas. Esto puede evitar que entres en la senda de los anticristos. Si hay alguien que te ayuda y alerta de esta manera, ¿no estás siendo protegido sin saberlo? Sí, esa es tu protección(La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. El correcto cumplimiento del deber requiere de una cooperación armoniosa). ¡Gracias a Dios! Sentí una gran liberación una vez que tuve una senda de práctica y ya no estaba en guardia ante la supervisión y las averiguaciones de la líder. Asimismo, dejé de ocultar mis problemas y empecé a centrarme en hacer un trabajo práctico y en resolver problemas prácticos. No me sentía tan limitada cuando la líder preguntaba por mi trabajo y llegué a ser capaz de aceptar el escrutinio de Dios y de practicar la honestidad. Era capaz de confesar cuando no hacía bien algún trabajo y dejé de proteger mi reputación y estatus. Cuando la líder descubría problemas en mi trabajo, yo ya no pensaba en qué opinaría de mí o en si me destituiría, sino solamente en cómo transformarme cuanto antes y en hacer bien el trabajo. Estoy muy tranquila desde que pongo todo esto en práctica, y es maravilloso cumplir mi deber con el corazón abierto.

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