28. Lo que gané de que me persiguiera mi familia

Por Jing Wei, China

Yo tenía una familia armoniosa y feliz. Mi esposo me trataba bien y nuestros vecinos y amigos nos tenían envidia. En 1994, acepté al Señor Jesús como mi Salvador y compartí Su evangelio con mis padres, mi suegra, mi hermano mayor y mi cuñada. Todos lo aceptaron. Mi esposo estaba demasiado ocupado con su negocio para asistir a las reuniones, pero me apoyaba mucho en mi fe. En octubre de 2006, me predicaron el evangelio del reino de Dios Todopoderoso. Tras asistir a reuniones y leer las palabras de Dios, aprendí que Dios Todopoderoso es el Señor Jesús que ha regresado y ha llevado a cabo una etapa de la obra de juicio y purificación basada en la obra del Señor Jesús para permitir que las personas se libren por completo del pecado y que Dios las salve. Acepté con alegría la obra de los últimos días de Dios Todopoderoso. Tras eso, comencé a formarme para predicar el evangelio y di testimonio de la nueva obra de Dios a quienes creían sinceramente en Él y anhelaban la aparición del Señor. Al principio, mi esposo no se oponía a mi fe en Dios Todopoderoso y, cuando los hermanos y hermanas venían a mi casa, mi esposo los recibía afectuosamente y les decía que él también creería en Dios, como yo, una vez que consiguiera ganar un poco más de dinero. Pero después de unos meses, mi esposo oyó los rumores infundados del PCCh en los que condenaba y desacreditaba a la Iglesia de Dios Todopoderoso. Los líderes religiosos no paraban de instigarlo, así que comenzó a obstaculizar mi fe. Siempre que me veía salir de casa para ir a una reunión, me perseguía y se interponía en mi camino.

En 2007, yo había asumido el deber de líder de la iglesia. Una noche, cuando regresé a casa después de cumplir mis deberes, ya eran más de las diez. Justo cuando entré a la casa, mi esposo se me vino encima y empezó a interrogarme: “Dime la verdad: ¿por qué llegas tan tarde? El estado está persiguiendo con mano dura a los creyentes en Dios Todopoderoso. Si los atrapan, los tratan como a criminales políticos e incluso los matan sin que puedan defenderse. ¡Tienes que ser más lista!”. Luego me dijo con furia: “Escúchame bien, ayer volví a mi ciudad natal y oí que mi tío comparó desobedecer al gobierno con un huevo que se enfrenta a una piedra. No puedes luchar contra el gobierno. A los hijos de los creyentes no les permitirán ir a la universidad y, si sigues así, vas a involucrar a nuestros hijos en todo esto. Mi tío me dijo que tenemos que resolver este asunto de una vez por todas. Si sigues con tu fe, ¡nos divorciaremos! Si realmente renuncias a tu fe, debes hacerme una promesa por escrito que dice que ya no creerás más en Dios Todopoderoso, que te quedarás en casa y te portarás bien, y que no irás a ningún lado. Si me entero de que sigues con lo mismo, no me culpes por ser despiadado”. Cuando oí a mi esposo, me enfurecí y pensé: “Es perfectamente natural y justificado que crea en Dios y predique el evangelio. ¿Cómo es posible que no puedas discernir los rumores infundados y las palabras diabólicas del gran dragón rojo? ¿Y quieres que haga una promesa por escrito que diga que ya no creeré más en Dios? ¡Eso es completamente vil!”. Pero luego pensé: “Han envenenado profundamente a mi esposo. Si hoy no firmo esta promesa por escrito, seguro que se divorciará de mí. ¿Qué debería hacer?”. En ese momento, pensé en algunas de las palabras de Dios: “Deberías saber que Yo permito y dispongo todo el entorno que te rodea. Tenlo claro y satisfaz Mi corazón en el entorno que te he dado. No tengas miedo de esto y aquello, el Dios Todopoderoso de los ejércitos sin duda estará contigo; Él es vuestra fuerza de respaldo y es vuestro escudo(La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Declaraciones de Cristo en el principio, Capítulo 26). Las palabras de Dios tienen autoridad y poder, y me dieron fe. Satanás usa todo tipo de ardides para tratar de obligarme a renunciar a mi fe en Dios, pero no puedo rendirme ante Satanás. Al pensar en esto, le dije a mi esposo: “Te voy aclarar una cosa ahora mismo. No es que yo quiera divorciarme de ti; eres tú el que quiere divorciarse de mí porque crees en los rumores infundados y las palabras diabólicas del PCCh. Si realmente tienes miedo de que te implique, estoy de acuerdo con que nos divorciemos. No he infringido ninguna ley por creer en Dios, así que no tengo necesidad de dar una promesa por escrito. ¡Estoy comprometida con mi fe en Dios!”. Mi esposo crujió los dientes de ira y dijo: “Ya no tienes salvación. Si descubro que sigues con tu fe, no me culpes por ser despiadado”.

Un día de junio de 2008, iba de camino a casa después de predicar el evangelio cuando vi que mi esposo y su tío me estaban buscando en motocicleta. Apenas me vieron, vinieron directamente hacia mí. Mi esposo, con una expresión feroz, se me abalanzó y me dio dos bofetadas. Antes de que pudiera reaccionar, me dio fuertes puñetazos en la cara y la cabeza. Caí al suelo, y, mientras me apaleaba mi esposo, su tío permanecía mirando y me cubría de insultos. Estaba furiosa y pensé: “Mi fe en Dios es perfectamente natural y justificada, pero estás dejando de lado todo nuestro afecto familiar para obstaculizar mi fe. ¿Qué tiene eso de humanidad?”. Inmediatamente después, mi esposo me levantó del suelo y siguió dándome puñetazos y patadas, mientras me increpaba: “¿Todavía crees en Dios Todopoderoso?”. Clamé a Dios con desesperación: “Dios, mi familia me persigue y temo no poder soportarlo porque mi estatura es demasiado pequeña. Te ruego que me protejas para que pueda mantenerme firme”. Con los labios temblorosos, le dije: “¡Creo en Dios Todopoderoso!”. Al ver que no me rendía, me maldijo entre dientes: “Hoy voy a acabar contigo. A ver si tu Dios puede salvarte entonces”. Estaba desplomada en el suelo, sentía que me asfixiaba, luchaba por respirar. Se me llenó el corazón de una desolación indescriptible y las lágrimas no paraban de correrme por el rostro. Al ver su expresión feroz, pensé que me mataría a golpes allí mismo si seguía diciendo que creía en Dios. Me sentí agraviada y asustada. Pense en los últimos dos años, cada vez que salía de casa para asistir a reuniones y cumplir mis deberes, mi esposo me daba una paliza cuando regresaba. Me pregunté cuándo llegarían a su fin esos días. En ese momento, pensé en un pasaje de las palabras de Dios: “La fe es como un puente de un solo tronco: aquellos que se aferran miserablemente a la vida tendrán dificultades para cruzarlo, pero aquellos que están dispuestos a dar sus vidas pueden pasar con paso seguro y sin preocupación. Si el hombre alberga pensamientos asustadizos y de temor es porque Satanás lo ha timado por miedo a que crucemos el puente de la fe para entrar en Dios(La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Declaraciones de Cristo en el principio, Capítulo 6). Las palabras de Dios me despertaron. Mi temor y cobardía me habían hecho caer directamente en la trampa de Satanás. Aunque mi esposo parecía feroz, estaba en las manos de Dios y no podía hacerme nada sin Su permiso. Si miraba por mi carne, cedía ante mi esposo por miedo a la muerte y negaba el nombre de Dios, caería en la trampa de Satanás. Pensé en Job, a quien despojaron de sus hijos y riquezas durante sus pruebas. Su esposa se burló de él y lo instó a que abandonara a Dios. Job soportó el sufrimiento tanto en el espíritu como en la carne; sin embargo, no negó el nombre de Dios. Lo siguió alabando y se mantuvo firme en su testimonio de Dios. La paliza de mi esposo era mero dolor físico, que no podía compararse con el sufrimiento de Job. Estaba dispuesta a confiar mi vida y mi muerte a Dios. Así que oré a Dios: “Dios, puede que no sobreviva, pero incluso en la muerte, no me rendiré ante Satanás. Aún elijo seguirte. Te pido que me concedas fe”. En ese momento, pasó una mujer y le dijo a mi esposo: “Deja de pegarle. Si sigues golpeándola, se podría morir”. Mi esposo finalmente se detuvo. Le agradecí a Dios en mi corazón. Si no hubiera sido por Su protección, puede que mi marido realmente me hubiera matado a golpes.

Esa noche, mi esposo aún no tenía intención de dejarme ir y me llevó a casa de mi madre para reprenderme. Mi madre vio que estaba llena de moretones y se puso a llorar con angustia y a insultar a mi esposo por tener tan poca humanidad. Entonces, mi padre, mi hermano y mi cuñada se abalanzaron sobre mí. Mi cuñada me gritó: “Todo este sufrimiento es culpa tuya. Hace tiempo que te dije que el PCCh arresta a quienes creen en Dios Todopoderoso. Es maravilloso que creamos en Jesús en la iglesia y que el gobierno no nos arreste. ¿No sería mejor vivir en paz? En cambio, tú insistes en tu fe en Dios Todopoderoso. ¿No estás buscando que te maten al enfrentarte al PCCh?”. Mi padre también me gritó: “Si te matan a golpes, no sería una gran pérdida. Nuestra familia es grande y tiene buena reputación, pero ahora la gente se mofa de mí solo por tu fe en Dios Todopoderoso. Has avergonzado a nuestra familia. Si sigues con tu fe, te voy a desheredar”. Los familiares del lado de mi esposo también vinieron y me criticaron: “El gobierno está arrestando a los creyentes en Dios Todopoderoso en todas partes. Si te arrestan, acabarás en prisión. Si no recapacitas, esta familia se desmoronará. Hasta vas a involucrar a tus hijos en todo esto por tu fe en Dios. ¿Por qué pasas por todo este sufrimiento cuando podrías tener una buena vida?”. Me reñían como si fuera una criminal. Sentí una tristeza indescriptible en mi corazón y también estaba furiosa. Pensaba que mis familiares creían en el Señor y que me entenderían, pero no podían distinguir lo correcto de lo incorrecto y creían en los rumores infundados del PCCh. Eran unos completos desalmados que actuaban solo por sus propios intereses y no les importaba nada si vivía o moría. Les dije: “He tomado mi decisión. Elijo a Dios Todopoderoso y estoy segura de mi fe”. Como me negué a ceder, no me dejaron ir hasta pasada la medianoche. Estaba tan débil que ni siquiera podía sostenerme y no paraba de caerme de la silla. Mi madre vio que realmente ya no podía soportarlo más e insultó a todas esas personas, llamándolas bestias. Dijo: “El que quiera meterse con ella de nuevo tendrá que vérselas conmigo primero”. En ese momento, se fueron por fin. Vi que todo eso era la protección de Dios.

Al día siguiente vinieron mi hermana mayor, mi cuñado, mi hermano mayor y mi cuñada. Querían obligarme a firmar una promesa por escrito que garantizaba que ya no creería en Dios Todopoderoso. Mi hermano mayor dijo: “Si firmas esto, tu cuñada y yo te acogeremos en nuestra casa. Te daré lo que quieras y prometo que cuidaré de ti por el resto de tu vida. Pero si no lo firmas hoy, cortaremos toda relación”. Miré alrededor de la sala de estar, donde había más de una docena de personas esperando a que firmara la promesa por escrito. Me sentí muy triste. Si elegía creer en Dios, mi familia cortaría lazos conmigo. ¿Qué haría cuando fuera mayor? ¿Adónde iría? Si cedía ante mi familia, traicionaría a Dios. Estaba muy conflictuada y sentí que iba a derrumbarme. Oré en silencio a Dios y recordé estas palabras suyas: “Debes poseer Mi valentía dentro de ti y debes tener principios cuando te enfrentes a parientes que no creen. Sin embargo, por Mi bien, tampoco debes ceder a ninguna fuerza oscura. Confía en Mi sabiduría para seguir el camino perfecto; no permitas que triunfe ninguna de las tramas de Satanás. Dedica todos tus esfuerzos a poner tu corazón ante Mí, y Yo te consolaré y te traeré paz y felicidad(La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Declaraciones de Cristo en el principio, Capítulo 10). También pensé en lo que dijo el Señor Jesús: “Cualquiera que me niegue delante de los hombres, yo también lo negaré delante de mi Padre que está en los cielos(Mateo 10:33). Las palabras de Dios me hicieron entender que Satanás estaba tratando de usar los lazos familiares y el futuro de mi carne para que me alejara de Dios y lo traicionara. Tenía que desentrañar las tramas de mis familiares y no ceder ante las fuerzas de Satanás. Que las personas me rechazaran no era aterrador, ya que la gente puede vivir sin nadie, pero, si Dios me abandonaba, no podría seguir viviendo. Solo Dios puede salvar a las personas. Mis familiares temían que si me arrestaban, eso afectaría a su futuro y perderían prestigio, así que no les importaba si vivía o moría y usaban tanto tácticas suaves como duras para obligarme a abandonar a Dios y traicionarlo. Vi que su esencia se oponía a Dios. Fundamentalmente, no éramos el mismo tipo de persona. Al pensar en esto, les dije: “Papá, hermano, ¿por qué me obligan a firmar esto? El Señor Jesús, a quien hemos anhelado, se ha encarnado y ha regresado. Ha llevado a cabo la obra de juicio y purificación. Ustedes no solo la están rechazando, sino que se oponen a ella, la condenan y quieren que niegue y me oponga a Dios, como ustedes. ¿Qué diferencia hay con los fariseos de antaño? Me niego absolutamente a firmar esto. Si lo hiciera, estaría traicionando a Dios”. Cuando mi hermano me oyó decir esto, me levantó con furia de la silla y me amenazó: “A partir de ahora, cortamos relaciones. ¡Ya no eres parte de nuestra familia!”. Al escuchar esto, ya no me sentí tan triste, ya que los hechos me habían ayudado a ver su verdadera naturaleza de oposición a Dios. Tomé la resolución de seguir a Dios hasta el final por mucho que me persiguieran mi esposo y mi familia.

Después del almuerzo, mi hermano y mi cuñada dijeron que pasarían por mi casa para llevarme de vuelta. Justo cuando estábamos llegando a la puerta de mi casa, mi hermano y mi cuñada me obligaron a salir del coche. Vi en el espejo que mi cara estaba cubierta de moretones y que tenía los ojos tan hinchados que parecían rendijas. Fui cojeando detrás de ellos, mi esposo me empujaba por detrás y me apremiaba, como si estuviera arreando a una criminal. Los dueños de las tiendas a ambos lados de la calle del pueblo me vieron y empezaron a murmurar entre ellos. Algunos me preguntaron: “¿Quién te hizo eso?”. Mi esposo dijo con arrogancia una sarta de calumnias sobre mí y mi hermano hizo hincapié diciendo: “Si me entero de que todavía crees en Dios Todopoderoso, te entregaré al PCCh y haré que te encierren para que no quedemos mal”. Mi cuñada, que estaba de pie a un costado, también me humilló. Sólo entonces me di cuenta de que todo había sido premeditado y que me habían obligado a salir del coche antes para hacerme caminar por las calles y que todos me vieran, me rechazaran y me increparan para obligarme a abandonar mi fe en Dios. Después de regresar a casa, sentí muchísimo dolor en mi corazón y que la senda de la fe en Dios era demasiado difícil de recorrer. Hasta pensé en ceder ante mi familia. Me desplomé en la cama y clamé en oración a Dios: “Dios, siento que recorrer esta senda es demasiado doloroso. Nadie me entiende y siento que no puedo aguantar más…”. Después de orar, recordé un himno de las palabras de Dios. “Con un corazón herido Dios ama al hombre”: “Dios en la carne soporta el ridículo, el insulto, el juicio y la condena de todo tipo de personas, así como la persecución de los demonios, y el rechazo y la hostilidad del mundo religioso, que crean heridas en el alma que nadie podría compensar. Salva a la humanidad corrupta con inmensa paciencia, ama a la gente a pesar de Sus heridas, y esta es una obra tremendamente dolorosa. La resistencia cruel por parte de la humanidad, la condena y la calumnia, las falsas acusaciones, la opresión, y su persecución y asesinato, hacen que la carne de Dios realice esta obra a costa de grandes riesgos para Sí. ¿Quién podría comprenderlo mientras sufre estos dolores? ¿Quién podría consolarlo?(La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. La esencia de Cristo es el amor). Pensar en el amor que Dios tiene por la humanidad me conmovió profundamente. Dios se ha hecho carne dos veces para salvar a la humanidad y ha padecido sufrimientos y humillaciones incomparables. Para completar la obra de redención de toda la humanidad, el Señor Jesús fue rechazado, insultado y calumniado por todo el mundo. Soportó las golpizas y burlas de los soldados, llevó una corona de espinas y, en última instancia, fue crucificado y sacrificó Su vida. En los últimos días, Dios se ha vuelto a hacer carne para obrar y salvar a las personas en la tierra, donde yace enroscado el gran dragón rojo, y sufre la persecución y la condena del PCCh, así como el rechazo y las calumnias de la comunidad religiosa. Dios soporta en silencio todo este sufrimiento para salvar a la humanidad. ¡El amor de Dios por la humanidad es tan grande! Tengo la fortuna de seguir la nueva obra de Dios de los últimos días. Predicar el evangelio y cumplir mi deber es para obtener la verdad y alcanzar la salvación de Dios; ¿qué importa si sufro un poco de persecución por ello? En el pasado, solía compartir con mis hermanos y hermanas. Decía que no importa la persecución o adversidad que enfrentemos, debemos seguir a Dios hasta el final, pero ahora que me encontraba en esa situación, ¿por qué no tenía la fe para superarla? Mi estatura era, de hecho, demasiado pequeña. Tomé la determinación en silencio ante Dios y prometí que, independientemente del tipo de persecución, calumnia o burla que enfrentara en el futuro, me mantendría firme en mi testimonio de Dios, nadie más me limitaría y lo seguiría a Él para siempre.

Casi sin darme cuenta, llegó septiembre de 2008. Mi esposo vio que aún creía en Dios y predicaba el evangelio. Como iba a Guangzhou a entregar unas mercancías, me metió a la fuerza en el camión y tomó todo el dinero que yo llevaba encima. Estaba muy ansiosa y escondí rápidamente un libro de las palabras de Dios, sujetándolo contra mi cuerpo mientras mi esposo estaba distraído. Después, me mantuvo bajo arresto domiciliario en un hotel y le dijo a la dueña que me vigilara. Estuve confinada durante cinco días. Me sentía realmente dolida y atormentada y pensé: “Estar confinada aquí, sin poder ver a mis hermanos y hermanas ni cumplir mi deber hace que cada día parezca tan largo como un año”. Pensé en cómo la persecución de mi esposo se había recrudecido con los años y me pregunté cuándo terminarían aquellos días. Solo de pensar en todo el dolor y las penurias que tendría que afrontar en el futuro me sentía cada vez más desolada y pensé que estaría mejor muerta. Al pensar en esto, aproveché que mi esposo estaba dormido para salir a escondidas del hotel, sujetando el libro de las palabras de Dios contra el pecho. Caminé hasta un pabellón cercano y me preparé para saltar al río y suicidarme. Pero no soportaba abandonar a Dios. Reflexioné sobre cómo, finalmente, había dado la bienvenida al regreso del Señor después de creer en Él durante más de diez años, ¿estaba a punto de dejar a Dios de esa forma? No obstante, verdaderamente no era capaz de superar la realidad de mi situación. Lloré mientras decía una oración de despedida a Dios: “Dios, ahora me siento realmente débil y no quiero seguir sufriendo este dolor. Antes de dejar este mundo, quiero leer un pasaje de Tus palabras para poder sentir paz antes de morir”. Después de orar, abrí el libro de las palabras de Dios bajo la tenue luz y leí este pasaje de las palabras de Dios: “En la actualidad la mayoría de las personas no tienen ese conocimiento. Creen que sufrir no tiene valor, que el mundo reniega de ellas, que su vida familiar es problemática, que Dios no las ama y que sus perspectivas son sombrías. El sufrimiento de algunas personas llega al extremo y piensan en la muerte. Este no es el verdadero amor hacia Dios; ¡esas personas son cobardes, no perseveran, son débiles e impotentes! Dios está ansioso de que el hombre lo ame, pero cuanto más ame el hombre a Dios, mayor es su sufrimiento, y cuanto más el hombre lo ame, mayores son sus pruebas. Si tú lo amas, entonces todo tipo de sufrimiento te sobrevendrá, y, si no, entonces tal vez todo marchará sin problemas para ti y a tu alrededor todo estará tranquilo. Cuando amas a Dios, sentirás que mucho de lo que hay a tu alrededor es insuperable, y como tu estatura es muy pequeña, serás refinado; además, serás incapaz de satisfacer a Dios y siempre sentirás que las intenciones de Dios son demasiado elevadas, que están más allá del alcance del hombre. Por todo esto serás refinado: como hay mucha debilidad dentro de ti y mucho que es incapaz de satisfacer las intenciones de Dios, serás refinado internamente. Sin embargo vosotros debéis ver con claridad que la purificación sólo se logra a través del refinamiento. Por lo tanto, durante estos últimos días debéis dar testimonio de Dios. No importa qué tan grande sea vuestro sufrimiento, debéis caminar hasta el final e, incluso hasta vuestro último suspiro, debéis seguir siendo fieles a Dios y estar a merced de Su instrumentación; solo esto es amar verdaderamente a Dios y solo esto es el testimonio firme y rotundo(La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Solo al experimentar pruebas dolorosas puedes conocer la hermosura de Dios). ¡Qué pasaje tan bueno! Sentí como si Dios me estuviera hablando cara a cara. Una corriente cálida me recorrió el corazón y las lágrimas me cayeron por el rostro como las perlas de un collar roto. Fueron las palabras de Dios las que me guiaron para que entendiera Su intención de manera oportuna. Al mismo tiempo, me arrepentí de haber querido saltar al río para suicidarme por ser incapaz de soportar la persecución de mi esposo. Era demasiado débil y carecía de agallas. Dios había dispuesto esa situación para perfeccionar mi fe y permitir que me mantuviera firme en mi testimonio, en medio de la adversidad y el sufrimiento, para humillar a Satanás. Si moría, ¿no me convertiría en el hazmerreír de Satanás? Al pensarlo, oré a Dios: “¡Dios! No importa qué tipo de sufrimiento o pruebas enfrente en el futuro, confiaré en Ti para seguir adelante. Me has dado el aliento de vida, así que viviré correctamente, daré testimonio de Ti y ya no te entristeceré ni te decepcionaré”. Tras haber entendido la intención de Dios, regresé al hotel. Oré a Dios para pedirle que me abriera un camino. Al mediodía del día siguiente, mi esposo regresó al hotel y me dijo que hiciera rápido las maletas para volver a casa. Al oír las palabras de mi esposo, me sentí muy emocionada y vi que todo estaba en manos de Dios.

En octubre de 2011, la iglesia necesitaba con urgencia trabajadores evangélicos y los líderes querían enviarme a predicar el evangelio a otra región. Estaba dispuesta a cumplir mi deber para satisfacer a Dios. Sin embargo, pensé en que, una vez que me fuera de casa, no podría proporcionar a mis hijos una familia completa y feliz, así que me negué con la excusa de que no había nadie para cuidar de los niños. Un día, mi hija y yo estábamos leyendo las palabras de Dios en la habitación. Cuando mi esposo nos vio, me arrebató el libro de las palabras de Dios de las manos y me dijo con vehemencia: “¡Desde que empezaste a creer en Dios Todopoderoso, supe que nuestro matrimonio había llegado a su fin! ¿Quieres creer en Dios y salvarte? ¡Ni lo sueñes! Aunque muera, caerás conmigo. Ya he dejado todos mis negocios de transporte por tu culpa. Me quedaré en casa y te vigilaré. Veamos adónde puedes escaparte. Te voy a preguntar una vez más, ¿todavía quieres creer en Dios?”. Respondí: “Nadie puede quitarme mi derecho a creer en Dios. Creeré en Dios para siempre”. Al escuchar esto, mi esposo me dio con el libro en el rostro y luego lo lanzó por la ventana con indiferencia. Cuando vi que mi esposo tiraba el libro de las palabras de Dios, sentí como si se me desgarrara el corazón y quise salir corriendo a recuperarlo. Entonces, él se me acercó y me tiró al suelo de una patada tan fuerte que ni siquiera pude volver a levantarme. Mi hija dio un paso adelante para cuestionarlo: “Papá, ¿qué ley ha roto mamá por creer en Dios para que la sigas persiguiendo así?”. Entonces, mi esposo se puso como loco, agarró a mi hija del pelo y la golpeó en la cara reiteradamente. La golpiza dejó a mi hija con el rostro hinchado y lleno de moretones. Tirada en el suelo, le recriminé iracunda a mi marido: “¡Eres una bestia, un diablo!”. Al ver que mi esposo ni siquiera tenía piedad de su propia hija, lo odié aún más. Me preocupaba que el libro de las palabras de Dios se pudiera destruir en cualquier momento, por lo que no paré de clamar a Dios en mi corazón. Justo en ese momento, mi esposo fue de pronto al baño. Le dije de inmediato a mi hija que bajara a buscar el libro y lo llevara a la casa de una hermana para que lo salvaguardara.

Pensé en todos mis años como creyente. Mi esposo me había puesto trabas de todas las maneras posibles y me había golpeado y humillado, por lo que me sentía realmente dolida y reprimida. Realmente quería irme de casa para cumplir mi deber, pero, cuando llegaba el momento de partir, no soportaba la idea de separarme de mis hijos y siempre me sentía en deuda con ellos. Esas noches, estaba tan consternada que no podía dormir, así que oraba a Dios. Más tarde, leí algunas de las palabras de Dios: “Perniciosas influencias en lo profundo del corazón humano, como resultado de miles de años ‘del elevado espíritu nacional’ y el pensamiento feudal han dejado a las personas atadas y encadenadas, sin una pizca de libertad. Como resultado, son personas sin aspiraciones ni perseverancia, ni deseo de progresar, sino que permanecen negativas y retrógradas, con una mentalidad de esclavos particularmente fuerte, y así sucesivamente, estos factores objetivos les han impartido una desagradable imagen, de indeleble suciedad, a la actitud ideológica, los ideales, la moralidad y el carácter humanos. Al parecer, los seres humanos están viviendo en un mundo oscuro de terrorismo y nadie busca trascenderlo, nadie piensa en avanzar a un mundo ideal. Se contentan con su suerte en la vida y pasan sus días teniendo hijos y criándolos, esforzándose, sudando, atendiendo sus quehaceres, soñando con una familia agradable y feliz, el afecto conyugal, la piedad filial por parte de los hijos, unos últimos años gozosos y vivir una vida apacible… Durante decenas, millares, decenas de millares de años hasta ahora, las personas han malgastado así su tiempo; nadie ha creado una vida perfecta. Se han limitado a masacrarse unos a otros en este mundo oscuro, luchando por fama y fortuna, en intrigas los unos contra los otros. ¿Quién ha buscado alguna vez las intenciones de Dios? ¿Alguna vez le ha prestado alguien atención a la obra de Dios? Todas estas porciones dentro de los seres humanos, ocupados por la influencia de la oscuridad, se han convertido hace mucho tiempo en naturaleza humana, de manera que es bastante difícil llevar a cabo la obra de Dios, y hoy las personas tienen aún menos ánimo de prestar atención a lo que Dios les ha confiado(La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. La obra y la entrada (3)). Al reflexionar sobre las palabras de Dios, entendí que la razón por la cual nunca podía dejar a mi familia era porque estaba influenciada por pensamientos erróneos que Satanás me había inculcado y que me decían que tenía que ser “una buena esposa y una madre amorosa” y tener “una familia feliz”, etcétera. Había querido ser una buena esposa y una madre amorosa, y cuando llegaba el momento de cumplir con mi deber lejos de casa, siempre dudaba, ya que temía que no podría proporcionar a mis hijos una familia completa y feliz si abandonaba mi hogar para cumplir mi deber. Finalmente entendí que Satanás usa estos pensamientos y opiniones falaces para atar y limitar a las personas, lo que hace que se alejen de Dios y lo traicionen, lo que significa que, en última instancia, pierden su oportunidad de salvación porque les importa la carne. Al pensar en esto, seguí reflexionando sobre mí misma: “Como ser creado, ¿mi responsabilidad es solo cuidar bien de mis hijos? Dios me dio la vida, así que debo vivir para perseguir la verdad y cumplir bien con mi deber para satisfacerlo”. ¡Si me negaba a cumplir mi deber para mantener una familia feliz, estaría traicionando gravemente a Dios! Tenía que someterme a la soberanía y los arreglos de Dios y cumplir mi deber. Eso obtendría la aprobación de Dios. Entonces pensé en cómo mi esposo siempre había creído en los rumores infundados que propaga el PCCh. Me había golpeado e insultado de forma reiterada para impedir que creyera en Dios y hasta me había prohibido salir de casa. En los primeros años de nuestro matrimonio, mi esposo me trató bien porque mi familia materna tenía influencia y yo podía hacer negocios, ganar dinero, darle hijos y encargarme de todos los asuntos del hogar. Pero cuando elegí creer en Dios y cumplir mi deber, mi esposo temió que me arrestaran y que eso lo implicara a él y afectara el futuro de nuestros hijos, así que comenzó a perseguirme, a interponerse en mi camino y a tratarme como a una enemiga. ¿Qué manera era esa de demostrarme afecto conyugal? Tal como dicen las palabras de Dios: “¿Por qué un esposo ama a su esposa? ¿Y por qué una esposa ama a su esposo? ¿Por qué los hijos son devotos a sus padres? ¿Y por qué los padres adoran a sus hijos? ¿Qué clase de intenciones realmente albergan las personas? ¿No es su intención satisfacer los planes propios y los deseos egoístas? ¿Realmente tienen la intención de actuar en pos del plan de gestión de Dios? ¿Están actuando por el bien de la obra de Dios realmente? ¿Es su intención cumplir con los deberes de un ser creado?(La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Dios y el hombre entrarán juntos en el reposo). Las palabras de Dios me mostraron que no hay amor verdadero entre las personas y que el amor entre marido y mujer también se basa en el interés personal. La persecución de mi esposo finalmente me permitió ver su esencia demoníaca de odiar la verdad y a Dios. Al reconocerlo, mi corazón se aclaró y conseguí la determinación de dejar mi hogar para cumplir mi deber.

Más tarde, mi esposo presentó la solicitud de divorcio, que me iba a dejar sin nada. Estaba furiosa y pensaba: “Todo nuestro patrimonio le pertenecerá a él y yo no tendré relación con los niños. Cuando envejezca, ni siquiera tendré un lugar donde instalarme. Pero si no firmo los papeles del divorcio, me seguirá persiguiendo y controlando por creer en Dios”. Estaba atrapada en una disyuntiva y no sabía qué decisión tomar. Más tarde, leí algunas de las palabras de Dios: “Debes sufrir adversidades por la verdad, debes sacrificarte por la verdad, debes soportar humillación por la verdad y, para obtener más de la verdad, debes padecer más sufrimiento. Esto es lo que debes hacer. No debes desechar la verdad en beneficio del disfrute de una vida familiar armoniosa y no debes perder toda una vida de dignidad e integridad por el bien de un disfrute momentáneo. Debes buscar todo lo que es hermoso y bueno, y debes buscar un camino en la vida que sea de mayor significado. Si llevas una vida tan terrenal y mundana no tienes ningún objetivo que perseguir, ¿no es eso malgastar tu vida? ¿Qué puedes obtener de una vida así? Debes abandonar todos los placeres de la carne en aras de una verdad y no debes desechar todas las verdades en aras de un pequeño placer. Las personas así, no tienen integridad ni dignidad; ¡su existencia no tiene sentido!(La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Las experiencias de Pedro: su conocimiento del castigo y del juicio). Mientras meditaba en las palabras de Dios, entendí que soportar esa persecución y tormento por creer en Dios hacía que todo ese sufrimiento tuviera valor y significado. Siempre me preocupó que mi vida quedara desprotegida si me divorciaba de mi esposo, por lo que dudaba. Ahora sabía que, por muy buenas que sean las comodidades de la carne, son insignificantes. Solo Dios es mi apoyo, y basta con tener Su cuidado y protección. En cuanto a lo que pasara en el futuro, no tenía que preocuparme ni estar ansiosa. Mientras estuviera con vida, debía perseguir la verdad de forma adecuada y cumplir bien con mi deber como ser creado. Esa sería la forma más valiosa y significativa de vivir mi vida. Pensé en Pedro. Sus padres lo persiguieron y le pusieron impedimentos por creer en Dios, así que dejó su hogar y viajó por todas partes para predicar. Cuando oyó la llamada del Señor, dejó todo para seguir a Dios sin dudarlo y, al final, Él lo perfeccionó. Al pensar en esto, mi corazón se llenó de un sentimiento de liberación y decidí dejar mi hogar para cumplir mi deber.

Más tarde, leí otro pasaje de las palabras de Dios y también me sentí aliviada de la preocupación que tenía por mi hija. Dios Todopoderoso dice: “Sea cual sea tu trasfondo y sea cual sea el viaje que tengas por delante, en cualquier caso, nadie puede escapar de las orquestaciones y disposiciones del Cielo y nadie puede controlar su propio sino, pues solo Aquel que es soberano sobre todas las cosas es capaz de llevar a cabo semejante obra. Desde que el hombre comenzó a existir en el principio, Dios siempre ha desempeñado Su obra de esta manera, gestionando el universo y dirigiendo las leyes del cambio para todas las cosas y la trayectoria de su movimiento. Como todas las cosas, el hombre, silenciosamente y sin saberlo, se alimenta de la dulzura, la lluvia y el rocío de Dios. Como todas las cosas, sin saberlo, el hombre vive bajo la orquestación de la mano de Dios. El corazón y el espíritu de las personas están al alcance de Dios; todo lo que hay en su vida es contemplado por los ojos de Dios. Independientemente de si crees en todo esto o no, todas las cosas y cualquiera de ellas, ya estén vivas o muertas, se moverán, se transformarán, se renovarán y desaparecerán de acuerdo con los pensamientos de Dios. Así es como Dios tiene la soberanía sobre todas las cosas(La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Dios es la fuente de la vida del hombre). Después de leer las palabras de Dios, me di cuenta de que Dios había predestinado todo lo que mi hija enfrentaría en el futuro y el sufrimiento que padecería. Dios ya había dispuesto su futuro desde hacía mucho tiempo y lo único que yo podía hacer era encomendar todo a Dios y someterme a Su soberanía y arreglos. Esta es la razón que debería tener. Con esto en mente, dejé mi hogar y puse fin a mi matrimonio con mi esposo. Tres años después, recibí una carta de mi hija que decía que ya había dejado el hogar para cumplir su deber bajo la guía de Dios. En el momento en que recibí la carta, me sentí profundamente conmovida y me di cuenta de que todo está bajo la soberanía de Dios. Agradecí a Dios desde lo más profundo de mi corazón por Su amor y salvación inmensos.

Aunque padecí algunas adversidades en el camino, ese sufrimiento tuvo valor y significado. Durante la persecución de mi esposo y mi familia, gané discernimiento sobre su esencia perversa que se opone a Dios y me di cuenta de que Él fue el que cuidó de mí y me protegió en secreto durante una sucesión de adversidades. Dios me dio la fe y la fortaleza que necesitaba para liberarme de las ataduras de mi familia y cumplir mi deber como ser creado. Fue Dios el que me guio a la senda correcta de la vida, y se lo agradezco desde lo más profundo del corazón.

Anterior:  27. El miedo a asumir responsabilidades reveló lo egoísta y despreciable que era

Siguiente:  29. Cómo elegí en medio del peligro y la adversidad

Contenido relacionado

45. Vivir ante Dios

Por Yongsui, Corea del SurDios Todopoderoso dice: “Para entrar en la realidad, uno debe enfocar todo hacia la vida real. Si, al creer en...

26. Actitud hacia el deber

Por Zhongcheng, ChinaDios Todopoderoso dice: “El requisito primordial de la creencia del hombre en Dios es que tenga un corazón sincero,...

Ajustes

  • Texto
  • Temas

Colores lisos

Temas

Fuente

Tamaño de fuente

Interlineado

Interlineado

Ancho de página

Índice

Buscar

  • Buscar en este texto
  • Buscar en este libro

Connect with us on Messenger