31. La elección de una directora de escuela

Por Zhang Qing, China

Nací en una familia corriente, y mis padres eran ambos granjeros. Como mi familia era pobre, los demás nos discriminaban y menospreciaban, por lo que he tenido sentimientos de inferioridad desde que era niña. Mis padres solían decirme que estudiara mucho para que triunfara y no terminara viviendo como ellos, pasando los días cuidando una pequeña parcela de tierra. Me propuse esforzarme para convertirme en alguien en la vida, destacar y tener una vida mejor.

En junio de 2012, después de graduarme, me convertí en maestra, pero mi fuerte espíritu competitivo me hacía sentirme insatisfecha con el rumbo en el que iba mi vida. Durante una reunión, vi al director Liu que hablaba con elocuencia en el podio. Me di la vuelta y percibí que muchos de los maestros miraban al director con envidia y admiración en los ojos. Pensé: “¡Cuánto mejor sería si yo fuera la que hablara en el podio! Pero ahora mismo no soy más que una maestra común y corriente, una de tantas, así que debo trabajar duro y dedicarme más a mi profesión. De esa manera, tarde o temprano, también ocuparé el cargo de directora”. En los días siguientes, trabajé sin descanso y hasta usé mi tiempo libre para preparar lecciones y estudiar los materiales de enseñanza. Si había estudiantes en mi clase que tenían dificultades para entender el material, sacrificaba mi hora del almuerzo y hasta me quedaba hasta tarde para darles clases de tutoría hasta que lo entendieran. Trabajaba sin parar, día y noche, y estaba tan agotada todos los días que me dolían la espalda y la cintura. Cuando llegaba a casa, estaba completamente exhausta y no hacía más que desplomarme en la cama. Realmente quería dejar el trabajo y descansar, pero cuando pensaba en cómo el director Liu hablaba con elocuencia en el podio y en las miradas de envidia y admiración de los maestros, me espoleaba a mí misma y pensaba: “Estoy sufriendo ahora para disfrutar de una vida mejor más adelante y ganarme la admiración de los demás. ¡Todo este sufrimiento valdrá la pena!”. Así que me ponía a estudiar mi copia de “Psicología Educativa”. Gracias a mis esfuerzos, obtuve resultados que estaban entre los mejores de la docencia. En el lapso de solo tres años, pasé de ser una maestra común y corriente a convertirme en la jefa de un grupo de investigación docente, luego fui directora técnica, subdirectora y, finalmente, directora. ¡Estaba tan feliz! No tenía ni treinta años y ya ocupaba un puesto de liderazgo. Durante un tiempo, los maestros y los padres me trataban con gran respeto, mis familiares, vecinos y compañeros de clase me miraban con envidia y admiración y mis padres tenían la frente en alto gracias a mí. Me sentía realmente orgullosa, y mi vanidad estaba enormemente satisfecha. Tras mi ascenso, también aumentó mi salario, así como mi riqueza material, y pude darme muchos lujos que, en su momento, estuvieron fuera de mi alcance durante mi infancia. Finalmente había cumplido mi deseo de niña y estaba viviendo una vida que inspiraba respeto. Sentía que todos mis esfuerzos y mi trabajo duro habían valido la pena.

Sin embargo, más adelante, la vida no resultó ser lo maravillosa que había imaginado. Después de convertirme en directora, aunque parecía haber ganado prestigio y admiración, el cargo también me traía constantes dolores de cabeza y me dejaba exhausta. Como directora, los viajes de negocios y los compromisos sociales se volvieron frecuentes y, para ganarme el respeto de mis superiores y mantener mi puesto, aprendí de a poco a beber y a adular a las personas. Una vez, un líder del Departamento de Educación me dijo: “Mira tan solo a la directora Shao. Ella sabe cómo aprovechar sus ventajas para obtener mayores beneficios. La juventud es un activo, pero ¿acaso tienes idea de cómo sacarle partido? Las mujeres tienen que aprovechar sus ventajas para avanzar más y durar más tiempo”. Sabía que la directora Shao se había convertido en la amante de funcionarios del gobierno para lograr ascender al puesto de jefa del grupo educativo en la Departamento de Educación. Me repugnaban sus métodos. Cada vez que pensaba en las cenas, donde tenía que beber y escuchar las obscenidades de mis superiores, me sentía totalmente repugnada y muchas veces quería salir disparada de allí. Sin embargo, por el bien de mi puesto como directora, no podía hacer más que seguirles la corriente. El presidente de la escuela también solía llevarme a compromisos sociales y me presentaba a figuras destacadas del sector educativo, supuestamente con el propósito de hacer intercambios profesionales. En realidad, lo hacía para que me convirtiera en la amante de ellos y les vendiera mi cuerpo. Me sentía totalmente asqueada. Cada vez que me contactaban, me las arreglaba para zafarme de ellos. Pero, como no accedía a lo que querían, el presidente estaba extremadamente insatisfecho conmigo y a veces me hacía el blanco de sus críticas en el trabajo. Aunque mis informes laborales estaban muy bien hechos y mis planes de negocio estaban bien estructurados, siempre les buscaban los defectos, lo que me dejaba sin palabras. Una vez, vi de casualidad que el teléfono de mi superior estaba lleno de fotos mías. Un miedo indescriptible me inundó de repente, y pensé: “¿Seré su próxima víctima?”. Estaba aterrada. Me sentía extremadamente cansada todos los días, agotada por todos los compromisos sociales y viajes de negocios, y estaba siempre con el alma en vilo, temerosa de que mi superior se aprovechara de mí. Me sentía como si caminara todos los días por la cuerda floja y en tal dolor como si estuviera rozando el filo de una navaja. Tenía miedo de no estar trabajando lo suficiente para satisfacer las exigencias de mi superior y de que mi puesto como directora estuviera en peligro. Así que me esforzaba aún más para que mi trabajo fuera perfecto y para asegurarme de que mi superior no le encontrara defectos. Para lograrlo, trabajaba día y noche, y a veces ni siquiera tenía tiempo para beber un vaso de agua en todo el día. Me solía sentir mareada y cansada. Con el tiempo, empecé a sentir la garganta seca y con carraspera. A veces tosía tanto que escupía sangre. Aun así, mis pensamientos seguían centrados en cómo mantener mi puesto como directora. Día tras día, año tras año, la presión que sentía se acumulaba cada día y, durante un tiempo, sufrí de insomnio. Sentía que estaba al borde de la depresión. Mi suegra me vio así y me aconsejó que renunciara a mi puesto como directora y buscara otro trabajo. También me predicó el evangelio y encontró un pasaje de las palabras de Dios para que lo leyera. Dios dice: “La suerte del hombre está controlada por las manos de Dios. Tú eres incapaz de controlarte a ti mismo: a pesar de que el hombre siempre va apresurado y se ocupa de sus propios asuntos, sigue siendo incapaz de controlarse. Si pudieras conocer tu propia perspectiva, si pudieras controlar tu propio sino, ¿seguirías siendo un ser creado?(La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Restaurar la vida normal del hombre y llevarlo a un destino maravilloso). Cuando leí la palabra “porvenir”, pensé: La persona que anhelaba como mi pareja era alguien que fuera romántica y sensible, pero la persona con la que subí al altar del matrimonio era alguien que no comprendía la flexibilidad ni el romance y que carecía de imaginación y creatividad. Desde niña, siempre quise ganarme la admiración de los demás a través de mis esfuerzos, ya que creía que eso me haría feliz. Sin embargo, después de convertirme en directora, descubrí que no solo no era feliz, sino que me sentía aún más abatida que antes. Hasta llegó un punto en el que caí en una depresión. Fue entonces que me di cuenta de que el porvenir de una persona no es algo que uno pueda controlar.

Más tarde, leí otro pasaje de las palabras de Dios: “El Todopoderoso tiene misericordia de estas personas que han sufrido profundamente. Al mismo tiempo, siente aversión hacia estas personas que no tienen ninguna conciencia en absoluto, porque ha tenido que esperar demasiado para obtener una respuesta por parte de la gente. Él desea buscar, buscar tu corazón y tu espíritu, y traerte alimento y agua para que te despiertes y ya no tengas sed ni hambre. Cuando estés cansado y cuando sientas algo de la desolación de este mundo, no estés perdido, no llores. Dios Todopoderoso, el Vigilante, acogerá tu llegada en cualquier momento(La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. El suspiro del Todopoderoso). Después de leer este pasaje de las palabras de Dios, me sentí profundamente conmovida. Sentí que Dios entiende muy bien a las personas y pude ver Su amor por la humanidad. Pensé en cómo había trabajado día y noche para convertirme en directora y que, después de lograrlo, solía viajar por trabajo y tenía compromisos sociales en los que intentaba adular a mis superiores y ganarme su favor. Estaba bajo una enorme presión mental todos los días. No tenía a nadie con quien desahogarme ni ningún lugar seguro para mi alma atormentada. Hablé con mi madre, que me aconsejó: “Debes trabajar duro y saber cómo manejarte delante de tus superiores. Si pierdes tu trabajo, los vecinos nos despreciarán”. Hablé con mi esposo, que solo me aconsejó: “Las cosas mejorarán con el tiempo”. Pero a medida que pasaba el tiempo, me encontré al borde de un ataque de nervios. ¿Quién podía entender mis sentimientos? Las palabras de Dios me permitieron darme de que solo Él entiende realmente a las personas y que Él podía sentir mi insoportable amargura, al decirme que no llorara ni me sintiera perdida y que me recibiría con los brazos abiertos. Sentí que solo Dios conocía verdaderamente mi corazón y que podía compartir todo con Él. Mi alma encontró un gran consuelo. Quería investigar la obra de Dios de los últimos días, pero cuando pensaba en lo ocupada que estaba con el trabajo, me preguntaba cuándo tendría tiempo para hacerlo. Entonces intenté orar a Dios y expresarle mis pensamientos: “¡Dios mío! No quiero vivir una vida así; es totalmente agotador. ¡Te ruego que me abras una senda!”. En ese momento, mi hermana mayor me llamó y me pidió que trabajara en un jardín de infancia. Era el único jardín de infancia público de todo el condado, y la escuela tenía las mejores instalaciones y condiciones educativas. Aunque quería ir, había hecho muchos sacrificios para obtener el puesto de directora, así que sentí que me costaría renunciar a todo eso ahora. Pero cuando pensé en las acciones aberrantes de mi superior hacia mí, me sentí asqueada. Así que sopesé ir a ese jardín de infancia y pensé que, quizás, a través de mis esfuerzos, mis nuevos superiores me ascenderían a directora del jardín de infancia con el tiempo y entonces recuperaría mi estatus. De esa manera, podría investigar la obra de Dios y ganarme la admiración de las personas al mismo tiempo. ¡Sería como matar dos pájaros de un tiro!

En julio de 2019, renuncié como directora y fui a trabajar al jardín de infancia. Sin embargo, trabajar en la educación infantil no era tan simple y sencillo como había imaginado. A menudo tenía que participar en varios cursos y concursos de formación de habilidades básicas de enseñanza, así que estaba ocupada todos los días. En particular, cuando veía las miradas de aprobación de los superiores hacia los maestros destacados, sentía envidia y, de manera inconsciente, emprendí la búsqueda de ganarme la admiración de los demás. Comencé a aprender a tocar el piano, a aprender danza y a organizar varios programas de forma obsesiva, lo que me dejó sin nada de tiempo libre. Mi intención de buscar la obra de Dios en los últimos días quedó desplazada por mi frenética agenda laboral. Luego, gracias a mi arduo trabajo, me establecí con rapidez en el jardín de infancia, y mis superiores me valoraban mucho. Pero que me tuvieran en alta estima también me causó angustia. A veces, mis superiores me pedían que les escribiera discursos para debates y guiones de presentaciones, pero, como durante el día tenía que enseñar a mis alumnos, tenía que trabajar horas extra por la noche para terminar los borradores. Estaba realmente apretada de tiempo todos los días. También veía que mis colegas a mi alrededor me sonreían, mientras escondían dagas detrás de la espalda y competían intensamente por obtener estatus. Atrapada en esta situación, sentí como si hubiera regresado a mi vida anterior. Sentía que mi cuerpo estaba en un estado de fatiga constante y bajo mucha presión, y que la cabeza me estaba a punto de explotar todos los días. También sentía dolores agudos en los senos, como si me pincharan con agujas. Me sentía completamente desamparada y tenía vacío el corazón. Un día de octubre, la escuela organizó una revisión médica. Cuando el médico me examinó, dijo con el rostro serio: “Hay varios problemas con tus senos”. Pregunté: “¿Es cáncer?”. El médico dijo: “No es seguro todavía, pero deberías hacerte una biopsia lo antes posible, ya que cuanto antes lo detectemos, antes podremos empezar el tratamiento”. Sentí como si el mundo se oscureciera, mientras me preguntaba: “¿Realmente podría ser cáncer?”. Me invadió un sentimiento inexplicable de desamparo y me desplomé en el suelo. Tras eso, fui al hospital provincial para que me hicieran un diagnóstico. El médico dijo que era hiperplasia de mama, quistes y múltiples nódulos. Me recomendaron que los supervisara de forma habitual y me hiciera chequeos cada tres a seis meses, pero me dijeron que probablemente tendría que operarme si los nódulos crecían. El informe decía que, en ese momento, los nódulos estaban en fase tres. El médico dijo que podrían convertirse en un cáncer si progresaban a la fase cuatro. Cuanto más lo pensaba, más asustada me sentía. No era capaz de entender cómo alguien como yo, que apenas tenía treinta años, podía tener una enfermedad tan grave. Sentí como si el cielo estuviera a punto de derrumbarse. Me pesaba el cuerpo mientras me arrastraba a casa, cerraba la puerta y me tumbaba en la cama. Las lágrimas me corrían por las mejillas y no paraba de preguntarme: “¿Para qué he trabajado tan duro todos estos años? ¿Realmente he sacrificado mi salud solo para ganarme la admiración de los demás? ¿En qué me ha beneficiado realmente la admiración de los demás? ¿Por qué sigo viviendo con tanto dolor, incluso cuando las personas me admiran? ¿Cómo puedo vivir una vida con sentido y valor?”.

Un día, sumida en mi dolor y confusión, los hermanos y hermanas vinieron a invitarme a una reunión, y comencé a participar en la vida de iglesia. Vi a mis hermanos y hermanas que perseguían la verdad y buscaban cambiar su carácter bajo el riego y la provisión de las palabras de Dios Todopoderoso. Vi que se amaban y apoyaban mutuamente, sin competir por la fama o el beneficio, y que no conspiraban unos contra otros. Eso era un fuerte contraste con lo que había visto en mi trabajo y en los compromisos sociales. Me sentí atraída por las palabras de Dios y comencé a participar activamente en las reuniones y a vivir una vida de iglesia. Durante una de mis prácticas devocionales, leí estas palabras de Dios: “En realidad, independientemente de lo nobles que sean los ideales del hombre, de lo realistas que sean sus deseos o de lo adecuados que puedan ser, todo lo que el hombre quiere lograr, todo lo que busca está inextricablemente vinculado a dos palabras. Ambas son de vital importancia para la vida de cada persona y son cosas que Satanás pretende infundir en el hombre. ¿Qué dos palabras son? Son ‘fama’ y ‘ganancia’. Satanás usa un tipo de método muy suave, un método muy de acuerdo con las nociones de las personas, que no es radical en absoluto, a través del cual hace que las personas acepten sin querer su forma de vivir, sus normas de vida, y para establecer metas y una dirección en la vida y, sin saberlo, también llegan a tener ambiciones en la vida. Independientemente de lo grandes que estas ambiciones parezcan, están inextricablemente vinculadas a la ‘fama’ y la ‘ganancia’. Todo lo que cualquier persona importante o famosa y, en realidad, todas las personas, siguen en la vida solo se relaciona con estas dos palabras: ‘fama’ y ‘ganancia’. Las personas piensan que una vez que han obtenido la fama y la ganancia, pueden sacar provecho de ellas para disfrutar de un estatus alto y de una gran riqueza, y disfrutar de la vida. Piensan que la fama y ganancia son un tipo de capital que pueden usar para obtener una vida de búsqueda del placer y disfrute excesivo de la carne. En nombre de esta fama y ganancia que tanto codicia la humanidad, de buena gana, aunque sin saberlo, las personas entregan su cuerpo, su mente, todo lo que tienen, su futuro y su sino a Satanás. Lo hacen de manera sincera y sin dudarlo ni un momento, ignorando siempre la necesidad de recuperar todo lo que han entregado. ¿Pueden las personas conservar algún control sobre sí mismas una vez que se han refugiado en Satanás de esta manera y se vuelven leales a él? Desde luego que no. Están total y completamente controladas por Satanás. Se han hundido de un modo completo y total en un cenagal y son incapaces de liberarse a sí mismas. Una vez que alguien está atascado en la fama y la ganancia, deja de buscar lo que es brillante, lo recto o esas cosas que son hermosas y buenas. Esto se debe a que el poder seductor que la fama y la ganancia tienen sobre las personas es demasiado grande; se convierten en cosas que las personas persiguen durante toda su vida, y hasta por toda la eternidad sin fin. ¿No es esto verdad?(La Palabra, Vol. II. Sobre conocer a Dios. Dios mismo, el único VI). “Satanás usa fama y ganancia para controlar los pensamientos del hombre hasta que todas las personas solo puedan pensar en ellas. Por la fama y la ganancia luchan, sufren dificultades, soportan humillación, y sacrifican todo lo que tienen, y harán cualquier juicio o decisión en nombre de la fama y la ganancia. De esta forma, Satanás ata a las personas con cadenas invisibles y no tienen la fuerza ni el valor de deshacerse de ellas. Sin saberlo, llevan estas cadenas y siempre avanzan con gran dificultad. En aras de esta fama y ganancia, la humanidad evita a Dios y le traiciona, y se vuelve más y más perversa. De esta forma, entonces, se destruye una generación tras otra en medio de la fama y la ganancia de Satanás. Consideremos ahora las acciones de Satanás, ¿no son sus siniestros motivos completamente detestables? Tal vez hoy no podáis calar todavía sus motivos siniestros, porque pensáis que uno no puede vivir sin fama y ganancia. Creéis que, si las personas dejan atrás la fama y la ganancia, ya no serán capaces de ver el camino que tienen por delante ni sus metas, que su futuro se volverá oscuro, tenue y sombrío. Sin embargo, poco a poco, todos reconoceréis un día que la fama y la ganancia son grilletes enormes que Satanás usa para atar al hombre. Cuando llegue ese día, te resistirás por completo al control de Satanás y a los grilletes que Satanás usa para atarte. Cuando llegue el momento en que desees deshacerte de todas las cosas que Satanás ha inculcado en ti, romperás definitivamente con Satanás y detestarás verdaderamente todo lo que él te ha traído. Sólo entonces la humanidad sentirá verdadero amor y anhelo por Dios(La Palabra, Vol. II. Sobre conocer a Dios. Dios mismo, el único VI). A través de la exposición de las palabras de Dios, me di cuenta de las intenciones malévolas de Satanás. Satanás usa la fama y el beneficio como señuelo para atraer a las personas, paso a paso, hacia el torbellino de perseguir la fama y el beneficio. Mientras las personas sufren y luchan por esas cosas, se vuelven malvadas, falsas y escurridizas, pierden la semejanza de una persona normal y, en última instancia, caen en el abismo de la depravación. Reflexioné sobre mí misma y me di cuenta de que, desde pequeña, me habían adoctrinado con ideas, como “Debes destacarte y estar por encima de los demás” y “Honra a los antepasados”, además de otros venenos satánicos, como “El hombre lucha hacia arriba; el agua fluye hacia abajo”. Creía que uno debía buscar la fama y el beneficio mientras viviera y que solo al obtener estatus y destacarse uno podría vivir una vida valiosa y digna. Trataba estos venenos satánicos como refranes sabios y los consideraba mis metas en la vida. Cuando veía cómo el director Liu hablaba con elocuencia en el podio y recibía la admiración de los demás, sentía que eso era impresionante y quería convertirme en alguien como él. Trabajaba de sol a sol en pos de ese objetivo, estudiaba los materiales de docencia día y noche y sacrificaba mi tiempo de descanso para dar clases particulares a los alumnos. Aunque tenía el cuerpo exhausto y quería descansar, la idea de obtener el puesto de directora y alcanzar la fama y el beneficio me daba energías para seguir, así que apretaba los dientes y perseveraba. Finalmente, mi arduo trabajo me ganó el puesto de directora y probé la satisfacción de que los demás me admiraran. Pero, de a poco, llegué a vivir de una manera que carecía por completo de semejanza humana. Para mantener mi puesto como directora, seguía la corriente a las opiniones de mis superiores, los adulaba, era servil con ellos y me volvía cada vez más escurridiza y falsa. Más tarde, cuando entré al jardín de infancia, vi que los colegas que se destacaban más que yo recibían la admiración de los superiores, así que volví a sentir envidia. Comencé a practicar con desesperación el piano, la danza y la cítara. Siempre me esmeraba mucho en preparar cada lección pública y cada lección de alta calidad, ya que quería destacarme entre la multitud y ganarme la admiración de quienes me rodeaban. Me afanaba trabajando día y noche por la fama y el beneficio y perdía de vista los requisitos básicos del comportamiento humano al estar de acuerdo con los principios de supervivencia de Satanás y volverme escurridiza y falsa. La fama, el beneficio y el estatus me habían cegado por completo, ya que todo eso había llegado a controlar mis pensamientos para que me hiciera feliz pagar un precio por ellas. Veía la fama, el beneficio y el estatus como lo más importante y, aunque sabía sobre la obra de Dios de los últimos días, no buscaba investigarla. ¡Qué ignorante y tonta que fui! Pensé en mi hermano menor, que se presentó a la elección para director de una escuela secundaria y en todas las noches que pasó sin dormir, preparando su discurso para la elección. Se pasaba los días rompiéndose la cabeza pensando en los regalos que debía dar a sus superiores y, durante las cenas y compromisos sociales, siempre pensaba en nuevas formas de halagarlos. Cuando vio que varios de los otros candidatos daban regalos de gran valor monetario a los superiores, se sintió completamente impotente, ya que temía que sus regalos no los impresionaran y que perdiera su oportunidad de ser director, así que vivía en un estado de sufrimiento e impotencia. También pensé en mi superior, que luego desarrolló una diabetes grave debido a las frecuentes cenas y la bebida. Terminó teniendo que controlar su nivel de azúcar en sangre con inyecciones de insulina todos los días y también solía tener acidez estomacal y dolores de estómago insoportables… Esos ejemplos vívidos me hicieron ver con claridad que la fama, el beneficio y el estatus son, en efecto, medios con los que Satanás corrompe y perjudica a las personas, y que son trampas que les pone para atraerlas a que pasen su vida persiguiendo con desesperación la fama, el beneficio y el estatus. Si seguía en esa senda equivocada, en última instancia, perdería mi oportunidad de obtener la salvación y me dirigiría a la ruina y la destrucción. Al entender esto, decidí creer en Dios de forma adecuada, comer y beber Sus palabras y recorrer la senda correcta de la vida.

En 2022, debido a la grave pandemia, no podía salir, así que me quedaba en casa, comía y bebía las palabras de Dios y me equipaba con la verdad. Me sentía muy tranquila y con el corazón pleno. Sin darme cuenta, volví a dormir con normalidad y también disminuyó el dolor que sentía en los senos. Me sentí muy agradecida con Dios. Después de que se levantaron las restricciones de la pandemia, regresé a trabajar en la escuela, pero ya no quería ascender a un puesto alto y solo quería ser una maestra común y corriente. Poco tiempo después, el Departamento de Educación del condado organizó un concurso para el puesto de directora comercial del jardín de infancia. Mi superior me dijo en voz baja: “En un momento, subirás a competir. Con tus capacidades laborales, este puesto está hecho para ti”. Al escuchar esto, me dieron muchas ganas de participar y pensé que, si realmente ganaba el concurso, recibiría la admiración de los demás y disfrutaría tanto de la fama como del beneficio, como lo había hecho antes. “¿Por qué no?”, pensé. Pero luego recordé que la iglesia me había asignado que supervisara las reuniones de varios grupos, así que, si me convertía en directora, ¿cómo tendría tiempo para las reuniones y cumplir mis deberes? En ese momento, recordé lo que dijo el Señor Jesús: “¿Qué provecho obtendrá un hombre si gana el mundo entero, pero pierde su alma? O ¿qué dará un hombre a cambio de su alma?(Mateo 16:26). Al reflexionar sobre esta escritura, obtuve cierta comprensión. Las personas vienen a este mundo y se pasan los días ocupadas, compitiendo por la fama y el beneficio. Incluso si tienen un estatus alto, ganan enormes fortunas y poseen todo en el mundo, terminan con enfermedades en todo el cuerpo debido al agotamiento, hasta que finalmente pierden la vida. ¿No es todo eso en vano? Al pensar en el camino que había transitado desde que era una maestra común y corriente hasta que me convertí en directora, en apariencia, yo era la líder de los maestros, pero, una vez que me senté en esa posición de liderazgo, las cosas no eran tan perfectas como imaginaba que serían. Aunque mi salario aumentó y las personas me admiraban, pasaba los días completamente agotada, tenía problemas de salud y estaba al borde de la depresión. Ninguno de esos ingresos ni ese estatus podían paliar mi sufrimiento en absoluto. En cambio, solo me hacían sentirme cada vez más vacía e impotente. Pensé en mi compañera, la Sra. Liang, que sobresalía en todos los sentidos y que, con el tiempo, se convirtió en jefa del grupo de docencia e investigación. Pero durante una revisión médica, le detectaron un nódulo tiroideo en fase cuatro, que se sospechaba era un tumor maligno. Tuvo que tomar medicamentos por el resto de su vida, además de acudir al hospital de forma habitual para hacerse biopsias. Luego pensé en mi buena amiga, la Srta. Du, que era joven y hermosa. Era indispensable en cada actuación y actividad escolar, y también era la favorita de los superiores. Disfrutaba de una gloria que parecía ilimitada. Pero más tarde, desarrolló una leucemia aguda y estuvo en estado crítico. Cuanto más lo pensaba, más sentía que la fama y el beneficio no valían nada y que, incluso si una persona alcanza la fama, el beneficio y el estatus, todo eso no sirve de nada si al final pierde la salud. Pensé: “Si compito por el puesto de directora y vuelvo a ascender a un puesto más alto, ¿no me terminaría adentrando más en la senda de perseguir la fama, el beneficio y el estatus? Por muy alto que sea el puesto o muy solicitada que esté luego, solo estaría recorriendo un camino sin retorno, que lleva a mi destrucción”. Con esto en mente, decidí retirarme del concurso. En ese momento, sentí una gran sensación de alivio y alegría en el corazón, como si me hubiera librado de unos grilletes que había llevado durante mucho tiempo, y me sentí verdaderamente relajada y liberada.

Más tarde, leí estas palabras de Dios: “¿Cómo deberías vivir tu vida? ¿Cómo debes amar a Dios y usar ese amor para satisfacer Sus intenciones? No hay asunto mayor en tu vida. Sobre todo, debes tener este tipo de aspiraciones y perseverancia, y no debes ser como esos débiles sin carácter. Debes aprender cómo experimentar una vida que tenga sentido y cómo experimentar verdades significativas, y de esa manera no deberías tratarte a ti mismo de manera superficial. Sin que te des cuenta, tu vida pasará; después de eso, ¿tendrás otra oportunidad para amar a Dios? ¿Puede el hombre amar a Dios una vez que haya muerto? Debes tener las mismas aspiraciones y conciencia que Pedro; tu vida debe tener sentido y no debes jugar juegos contigo mismo(La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Las experiencias de Pedro: su conocimiento del castigo y del juicio). Las palabras de Dios me permitieron sentir las esperanzas que Él tiene para la humanidad. Pensé en cómo antes había vivido por la fama, el beneficio y el estatus. Ya no quería vivir ese tipo de vida. En los últimos días, todas las palabras de Dios, que son muchas, son para las necesidades de la humanidad. Las personas solo pueden vivir con una verdadera semejanza humana si practican conforme a las palabras de Dios. Que pueda desempeñar mi deber en la iglesia es la exaltación de Dios. Cumplir mi deber es mi misión y mi responsabilidad. Debo hacer bien mi deber conforme a las exigencias de Dios, perseguir con sinceridad la verdad, vivir con cierta semejanza humana y ser alguien que escucha a Dios y se somete a Él.

En marzo de 2023, me eligieron líder de la iglesia. Como ser líder implicaba bastante trabajo y aún seguía trabajando como maestra, siempre sentía como si no hubiera suficientes horas en el día. Entonces pensé en renunciar a mi trabajo como maestra, pero luego pensé en lo que mis familiares y vecinos pensarían de mí si renunciaba. ¿Dirían que era una estúpida por abandonar un trabajo tan bueno? ¡Quizás hasta cotillearían o se burlarían de mí a mis espaldas! ¿No me convertiría en el hazmerreír de las conversaciones vacías de las personas? Cuanto más lo pensaba, más angustiada me sentía y, por un tiempo, no sabía qué hacer. Más tarde, encontré un pasaje de las palabras de Dios y me sentí más alegre. Dios Todopoderoso dice: “Si alguien tiene un estatus social muy bajo, una familia muy pobre y un bajo nivel de educación, pero cree en Dios de manera sensata, ama la verdad y las cosas positivas, a los ojos de Dios, ¿es su valor alto o bajo, es noble o humilde? Es valioso. Viéndolo desde esta perspectiva, ¿de qué depende el valor de alguien, independientemente de que este sea alto o bajo, noble o humilde? Depende de cómo te ve Dios. Si Dios te ve como alguien que persigue la verdad, entonces tienes valía y eres valioso: eres un recipiente valioso. Si Dios ve que no persigues la verdad y que no te entregas sinceramente a Él, eres despreciable y careces de valor: eres un recipiente insignificante. No importa cuán educado seas o cuán alto sea tu estatus en la sociedad, si no persigues ni entiendes la verdad, tu valía nunca podrá ser alta; incluso si muchas personas te apoyan, te exaltan y te adoran, sigues siendo un desgraciado deleznable. Entonces, ¿por qué ve Dios a las personas de esta manera? ¿Por qué a una persona tan ‘noble’, con un estatus tan alto en la sociedad, con tantas personas que la alaban y la admiran, e incluso con un prestigio tan elevado, Dios la considera insignificante? ¿Por qué la forma en que Dios ve a las personas es totalmente contraria a la opinión que estas tienen de los demás? ¿Acaso Dios se pone a sí mismo en contra de la gente adrede? En absoluto. Es porque Dios es verdad, Dios es justicia, mientras que el hombre es corrupto y no tiene ni verdad ni justicia, y Dios mide al hombre según Su propio criterio y Su criterio de medición es la verdad. Decir esto puede sonar un poco abstracto, así que, para decirlo de otra manera, el criterio de medida de Dios se basa en la actitud de una persona hacia Él, hacia la verdad y hacia las cosas positivas; esto ya no es abstracto(La Palabra, Vol. IV. Desenmascarar a los anticristos. Punto 7: Son perversos, insidiosos y falsos (I)). Después de leer las palabras de Dios, me di cuenta de que poder presentarme hoy ante Dios y cumplir el deber de un ser creado es la mayor bendición. Dios no mide a las personas por lo alto que sea su estatus o cargo en el mundo, ni por cuántas personas las admiren o veneren. Dios se fija en si una persona puede acercarse a Él, oír Su voz y aceptar Su salvación, y si una persona puede perseguir la verdad en su fe y amar las cosas positivas. Si alguien puede acercarse a Dios y actuar de acuerdo con Sus exigencias, entonces esa persona es valiosa a los ojos de Dios. Él aprecia a las personas así. Por el contrario, si una persona tiene un alto estatus social y gran poder, pero no se acerca a Dios ni acepta Su salvación, entonces Dios la detesta, porque lo único que manifiesta son cosas malvadas y negativas. Al darme cuenta de esto, sentí una gran sensación de liberación. El poder dedicarme de todo corazón a Dios es una bendición enorme. Una búsqueda así solo puede tener sentido y valor cuando uno recorre la senda de buscar la verdad en la casa de Dios para poder ver a las personas y las cosas, comportarse y actuar basándose en las palabras de Dios. Así que, sin dudarlo más, presenté mi renuncia a mi superior. Después de un tiempo, aceptaron mi renuncia y me dediqué por completo a mis deberes en la iglesia. ¡Agradezco a Dios por rescatarme de las ataduras de la fama, el beneficio y el estatus, y por ayudarme a encontrar la dirección correcta en la vida!

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