58. ¿Ser “tolerante con los demás” es realmente tener buena humanidad?

Por Li Kun, China

En 2022, yo regaba a los nuevos fieles en la iglesia cuando percibí que la líder de la iglesia, Liu Jing, solo se centraba en sus responsabilidades principales, rara vez daba seguimiento a otras tareas y no colaboraba en armonía con otra líder, la hermana An Xin, lo que solía retrasar el trabajo de la iglesia. Más tarde, destituyeron a Liu Jing y me eligieron líder de la iglesia. Pensé en secreto: “Debo colaborar en armonía con An Xin para mostrar a los hermanos y hermanas que no seré mezquina y estrecha de miras como Liu Jing y no me centraré solo en mis responsabilidades principales, sin preocuparme por otras tareas”. Para mejorar la eficacia del trabajo, nos repartimos las tareas. Yo me encargaba principalmente del trabajo evangélico y del trabajo relacionado con textos, mientras que An Xin se encargaba sobre todo del trabajo de riego y del de depuración. Para que los hermanos y hermanas vieran que yo tenía una buena humanidad y que era una persona comprensiva, también tomé la iniciativa de asumir parte del trabajo de asuntos generales. Tras eso, me dediqué a reunirme con todos o a hacer el seguimiento del trabajo evangélico y del relacionado con textos. De a poco, empecé a notar que An Xin tenía menos sentido de carga en sus deberes que antes y que solo se encargaba de algunas tareas de manera superficial, sin darles el seguimiento adecuado. Quería señalárselo, pero luego pensé: “Nadie es perfecto y todo el mundo hace alguna vez sus deberes de manera superficial. No debería ser demasiado exigente con ella; en fin, si se lo señalo, pareceré severa. Me quedaré hasta tarde para dar seguimiento a las tareas que ella ha dejado sin hacer”. Así que asumí todo el trabajo que ella no había terminado. Por entonces, yo quería aprender más sobre los principios de predicar el evangelio, pero no me alcanzaba el tiempo. Me sentía un poco renuente, pero no quería que An Xin pensara que solo me ocupaba de mis propias tareas, así que me obligué a seguir adelante.

Después de un tiempo, vi que An Xin tenía cada vez menos sentido de carga en sus deberes y que no tenía prisa por recopilar información sobre ciertas personas a las que había que echar. Era un momento en el que había mucho trabajo evangélico y yo no podría gestionarlo bien si me dedicaba a seguir el trabajo de depuración, le recordé a An Xin que debía reunir la información lo antes posible. Pero, aun así, ella siguió sin darse prisa. Pensé en hablarlo con ella, pero me daba miedo de que se resintiera conmigo si yo hablaba demasiado, así que me mordí la lengua. Además, quería que An Xin asumiera una parte del trabajo de asuntos generales en la iglesia a fin de ganar tiempo para hacer el seguimiento del trabajo evangélico, pero luego pensé: “An Xin es mayor que yo y no tiene buena salud, así que, si le pido que asuma más trabajo, parecerá que no soy comprensiva con sus dificultades y que no soy amorosa. Mejor trabajo un poco más. Puedo soportar el cansancio”. Me sentía muy renuente, pero temía que si expresaba mis sentimientos los hermanos y hermanas opinaran que yo era mezquina. Pensé: “¿Qué dirán de mí entonces? ¡Mejor lo ignoro y me esfuerzo al máximo en el trabajo de seguimiento!”. En los días siguientes, a menudo me quedaba despierta hasta tarde. Con el tiempo, mi insatisfacción reprimida empezó a desbordarse, pero luego pensé que, puesto que yo me encargaba de todo el trabajo, seguro que An Xin pensaría que tenía buena humanidad, así que me aguanté. También era así en mis relaciones con otros hermanos y hermanas. Algunos de ellos no entendían de cuestiones relativas a ajustes de seguridad informática y actualizaciones de software, pero eran capaces de aprender por medio de tutoriales; sin embargo, esperaban que yo los ayudara. Me quejaba por dentro: “Tengo mucho trabajo de liderazgo que hacer, ¿por qué no hacen estas cosas ustedes mismos en lugar de esperar a que yo los ayude?”. Pero no me atrevía a señalarles sus problemas por miedo a parecer demasiado mezquina y quisquillosa y que tuvieran una mala impresión de mí, así que optaba por ayudarlos un poco más si podía. De esa manera, siempre cedía y transigía con los demás. Era muy estricta y exigente conmigo misma, mientras que era tolerante con los otros. Los hermanos y hermanas se volvieron muy dependientes de mí, así que pensé que tenía buena humanidad, que no era mezquina y que podía colaborar con cualquiera. Sobre todo, cuando oía que los hermanos y hermanas decían que me veían muy cansada y ocupada, sentía bastante consuelo y pensaba que mi sufrimiento valía la pena. Durante los meses siguientes, asumí varias tareas distintas en la iglesia, no tenía tiempo para mis prácticas devocionales ni podía dar seguimiento al trabajo evangélico. Como consecuencia, nadie entraba en los principios de predicar el evangelio, no se podían identificar desviaciones en el trabajo y el trabajo evangélico no daba resultados. Asimismo, el trabajo de depuración de An Xin progresaba despacio, y no había dado seguimiento a los problemas de los regadores ni los había resuelto. Al ver esto, me sentí muy ansiosa e impotente. En ese momento, me presenté ante Dios para orar: “Dios, he pagado un gran precio en mis deberes como líder, pero el trabajo no ha dado resultados. Te ruego que me esclarezcas y me guíes para que pueda reconocer mis problemas”.

Un día, encontré un pasaje de las palabras de Dios: “Hablemos ahora del siguiente dicho sobre conducta moral: ‘Sé estricto contigo mismo y tolerante con los demás’. ¿Qué significa este dicho? Significa que debes ser estricto contigo mismo e indulgente con los demás, para que vean lo generoso y magnánimo que eres. ¿Por qué hay que hacer esto, entonces? ¿Qué se pretende conseguir? ¿Es factible? ¿Es de verdad una expresión natural de la humanidad de las personas? Debes comprometerte mucho para poder asumirlo. Debes liberarte de deseos y exigencias, los cuales te obligan a sentir menos alegría, a sufrir un poco más, pagar un mayor precio y trabajar más para que los demás no tengan que desgastarse. Y si los demás se quejan, se lamentan o trabajan mal, no debes exigirles demasiado: con un ‘más o menos’ es suficiente. La gente cree que esto es una señal de noble moralidad, pero ¿por qué a Mí me suena falso? ¿Acaso no es falso? (Lo es). En circunstancias normales, la expresión natural de la humanidad de una persona corriente es ser tolerante consigo misma y estricta con los demás. Es un hecho. […] Si se espera que la gente viva según la idea de ser ‘estricto con uno mismo y tolerante con los demás’, ¿qué agonía deben soportar? ¿Serán realmente capaces de soportarla? ¿Cuántos lo conseguirían? (Ninguno). ¿Y por qué? (Las personas son egoístas por naturaleza. Actúan según el principio de ‘Cada hombre para sí mismo, y sálvese quien pueda’). De hecho, el hombre nace egoísta, es una criatura egoísta, y está profundamente comprometido con esa filosofía satánica: ‘Cada hombre para sí mismo, y sálvese quien pueda’. La gente cree que para ellos sería catastrófico y poco natural no ser egoístas y preocuparse por sí mismos cuando les suceden cosas. Esto es lo que la gente cree y así es como actúa. Si se espera de la gente que no sea egoísta, que se exija estrictamente a sí misma y que salga perdiendo voluntariamente en lugar de aprovecharse de los demás, y si se espera que cuando alguien se aprovecha de uno, la persona diga alegremente: ‘Te estás aprovechando, pero no voy a montar un escándalo al respecto. Soy una persona tolerante, no hablaré mal o intentaré vengarme de ti, y si aún no te has aprovechado lo suficiente, siéntete libre de continuar’; ¿es esa una expectativa realista? ¿Cuántas personas podrían conseguirlo? ¿Es así como se comporta normalmente la humanidad corrupta? Obviamente, es anómalo que esto ocurra. ¿Por qué? Porque la gente con actitudes corruptas, especialmente las personas egoístas y mezquinas, luchan por sus propios intereses, y pensar en los demás no les hace sentirse satisfechos en absoluto. Por lo tanto, este fenómeno, cuando se produce, es una anomalía. ‘Sé estricto contigo mismo y tolerante con los demás’: esta afirmación sobre la conducta moral es claramente una exigencia que no concuerda ni con los hechos ni con la humanidad, que es impuesta al hombre por moralistas sociales que no comprenden la humanidad. Es como decirle a un ratón que no se le permite hacer agujeros o a un gato que se le prohíbe cazar ratones. ¿Es correcto exigir algo así? (No. Desafía las leyes de la humanidad). Esta exigencia claramente no se ajusta a la realidad, y es muy vacía(La Palabra, Vol. VI. Sobre la búsqueda de la verdad. Qué significa perseguir la verdad (6)). Dios dice que la naturaleza humana es intrínsecamente egoísta, que las personas se preocupan constantemente por sus propios intereses y que, cuando interactúan con los demás, solo buscan obtener ganancias y evitar pérdidas. Esto basta para demostrar que los humanos corrompidos, en sesncia, no pueden llegar al nivel de “ser estricto contigo mismo y tolerante con los demás”. Al reflexionar sobre mi colaboración con An Xin en nuestros deberes, cuando percibí que no tenía prisa por obtener ni organizar los materiales sobre las personas que había que echar, quise señalárselo, pero tuve miedo de que dijera que era demasiado exigente y poco considerada. Para mostrar que yo era una persona realmente generosa y que no era mezquina, consentí que se comportara así, y me exigí estrictamente hacer más siempre que podía, manteniéndome ocupada todos los días. Esto me dejó sin tiempo para mis prácticas devocionales, y el trabajo evangélico que era mi principal responsabilidad tampoco dio resultados. Por fuera parecía que me adhería a la idea de “Sé estricto contigo mismo y tolerante con los demás”, pero cuando mis intereses carnales estaban en riesgo, me sentía a la vez contrariada y renuente, e incluso me invadían las quejas. También fingía ser generosa. Fue entonces cuando me di cuenta de que el dicho “Sé estricto contigo mismo y tolerante con los demás” era realmente hipócrita y que no era en absoluto la verdad. Vivir bajo esta premisa sobre la conducta moral me había dejado exhausta tanto física como mentalmente.

Tras esto, me presenté ante Dios para seguir reflexionando sobre mí misma. Leí otro pasaje de las palabras de Dios: “Se puede decir con certeza que la mayoría de las personas que se exigen cumplir la norma moral de ser ‘estricto con uno mismo y tolerante con los demás’ están obsesionados con el estatus. Impulsadas por sus actitudes corruptas, no pueden evitar buscar prestigio entre los hombres, relevancia social y estatus a ojos de los demás. Todas estas cosas están relacionadas con su deseo de estatus y las buscan al amparo de su conducta moral. ¿Y cómo surgen estas búsquedas suyas? Provienen y son impulsadas enteramente por sus actitudes corruptas. Así pues, pase lo que pase, que alguien cumpla o no la moral de ser ‘estricto consigo mismo y tolerante con los demás’, y que lo haga o no a la perfección, eso no puede cambiar su esencia-humanidad. Esto implica que no puede cambiar en modo alguno su punto de vista sobre la vida o su sistema de valores, ni guiar sus actitudes y perspectivas sobre todo tipo de personas, acontecimientos y cosas. ¿No es así? (Así es). Cuanto más capaz es una persona de ser estricta consigo misma y tolerante con los demás, mejor sabe fingir, disfrazarse y desorientar a los demás con un buen comportamiento y palabras agradables, y más falsa y perversa es por naturaleza. Cuanto más es de este tipo de personas, más profundo se vuelve su amor y su búsqueda de estatus y poder. Por muy maravillosa, gloriosa y correcta que parezca ser su conducta moral externa, y por muy agradable que sea para las personas contemplarla, la búsqueda tácita que reside en lo más profundo de su corazón, además de su esencia-naturaleza, e incluso sus ambiciones, pueden aflorar de ellos en cualquier momento. Por tanto, por muy buena que sea su conducta moral, no puede ocultar su esencia-humanidad intrínseca ni sus ambiciones y deseos. No puede ocultar su horrible esencia-naturaleza, que no ama las cosas positivas y que siente aversión por la verdad y la odia. Como demuestran estos hechos, el dicho ‘Sé estricto contigo mismo y tolerante con los demás’ no solo es absurdo, sino que además pone en evidencia a esas personas ambiciosas que tratan de utilizar tales dichos y comportamientos para encubrir sus innombrables ambiciones y deseos(La Palabra, Vol. VI. Sobre la búsqueda de la verdad. Qué significa perseguir la verdad (6)). Las palabras de Dios me expusieron tal como era en realidad. Reflexioné sobre cómo había asumido el rol de líder con ambición y deseo, con ganas de establecer una buena imagen en el corazón de los hermanos y hermanas. Cuando vi que An Xin carecía de sentido de carga en su deber, no la puse al descubierto ni la ayudé, sino que la consentí, asumí el trabajo al que ella no había dado seguimiento y aparenté comportarme bien para fingir generosidad. Cuando vi que los hermanos y hermanas no eran proactivos en aprender habilidades informáticas y esperaban con pasividad que yo me encargara, quería señalarles sus problemas, pero temía que dijeran que no era considerada con ellos, así que no paraba de transigir. Cuando me quedé sin energías y la cabeza ya no me daba para más, me volví amargada, me agoté y me sentí contrariada y renuente. Sin embargo, para que todos vieran que no era mezquina y que era considerada, tolerante y que siempre era atenta con los demás, lo soporté todo y no les señalé sus problemas, lo que causó que no hiciera bien mis responsabilidades principales. Hice todo esto para proteger mi imagen y estatus en el corazón de las personas. ¡Fui una verdadera hipócrita!

Más tarde, leí las palabras de Dios y obtuve una nueva comprensión de mí misma. Dios dice: “Algunas personas parecen bastante entusiastas en su fe en Dios. Les encanta atender los asuntos de la iglesia y preocuparse por ellos y siempre van por delante. Y sin embargo, de manera inesperada, decepcionan a todo el mundo cuando se convierten en líderes. No se centran en resolver los problemas prácticos del pueblo escogido de Dios, sino que se esfuerzan al máximo para actuar en aras de su propia reputación y estatus. Les encanta exhibirse para hacer que los demás las estimen y siempre hablan sobre cómo se esfuerzan y sufren por Dios, sin embargo, no dedican sus esfuerzos a perseguir la verdad ni a su entrada en la vida. Eso no es lo que cualquiera espera de ellas. Aunque se mantienen ocupadas con su trabajo, alardean siempre que pueden, predican algunas palabras y doctrinas, se ganan la estima y la adoración de algunos, desorientan el corazón de la gente y consolidan su estatus. ¿Y cuál es el resultado de todo esto? Con independencia de si esas personas usan pequeños favores para comprar a los demás o alardean de sus dones y habilidades, o de si emplean diversos métodos para desorientar a las personas y de ese modo ganarse su buena opinión, sea cual sea el método que usen para ganarse el corazón de la gente y ocupar una posición en él, ¿qué es lo que han perdido? Han perdido la oportunidad de obtener la verdad mientras realizan los deberes de un líder. Al mismo tiempo, debido a sus diversas manifestaciones, también han acumulado acciones malvadas que les acarrearán su desenlace definitivo. Al margen de si usan pequeños favores para comprar y atrapar a las personas, o de si alardean de sí mismas o se sirven de fachadas para desorientar a la gente, y por muchos beneficios y satisfacción que parezca que obtienen al hacer esas cosas, si lo analizamos ahora, ¿se trata de una senda correcta? ¿Es la senda de la búsqueda de la verdad? ¿Es una senda que pueda llevar a la salvación? Está claro que no. Independientemente de lo inteligentes que sean esos métodos y trucos, no pueden engañar a Dios, y al final Él los condena y detesta, ya que, detrás de tales comportamientos se esconden la ambición del ser humano y una actitud y esencia de antagonismo hacia Dios. De ninguna manera Dios reconocería jamás en Su corazón a esas personas como aquellas que cumplen con su deber, sino que las definiría como malhechores. ¿Qué veredicto dicta Dios cuando trata con malhechores? ‘Apartaos de mí, los que practicáis la iniquidad’. Cuando Dios dice ‘apartaos de mí’, ¿dónde quiere que vayan esas personas? Se las está entregando a Satanás, a los lugares habitados por hordas de satanases. Al final, ¿qué consecuencia sufren? Los espíritus malignos las atormentan hasta la muerte, lo que equivale a decir que Satanás las devora. Dios no quiere a esas personas, lo que significa que no las salvará, no son las ovejas de Dios y menos aún Sus seguidores, por lo que no se hallan entre aquellos a los que Él salvará. Así es como Dios define a esas personas. Por tanto, ¿cuál es la naturaleza de intentar ganarse el corazón de los demás? Es caminar por la senda de un anticristo; es el comportamiento y la esencia de un anticristo. Todavía más grave es la esencia de competir contra Dios por Su pueblo escogido; tales personas son enemigas de Dios. Así es como se define y cataloga a los anticristos, y es del todo acertado(La Palabra, Vol. IV. Desenmascarar a los anticristos. Punto 1: Tratan de ganarse el corazón de la gente). Dios pone al descubierto que las personas no persiguen la verdad y que, después de asumir roles de liderazgo, usan distintos métodos y artimañas para ganarse el corazón de las personas y desorientarlas. Parecen ser empáticos y comprensivos con las dificultades de los demás, pero su objetivo es proteger su reputación y estatus y hacer que los demás los admiren. Esta es la senda de los anticristos. Dios puso al descubierto mi estado con precisión. Desde mi infancia, me había influenciado el dicho: “Sé estricto contigo mismo y tolerante con los demás”. Creía que, al interactuar con los demás, uno debía ser comprensivo, tolerante y más considerado, por lo que soportar alguna dificultad o fatiga no era nada, y hacerlo era señal de nobleza de carácter. Vivía según la cultura tradicional de Satanás. Cuando vi que An Xin cumplía sus deberes de manera superficial, no lo puse al descubierto y hasta asumí el trabajo al que ella no había dado seguimiento. Como consecuencia, su sentido de carga en sus deberes disminuyó de forma progresiva. Cuando vi que los hermanos y hermanas eran perezosos y no estaban dispuestos a esforzarse para aprender algunas configuraciones básicas de las computadoras, no solo no les señalé sus problemas, sino que incluso hice el trabajo por ellos, lo que hizo que inconscientemente dependieran de mí para todo. Para ganarme la admiración de los hermanos y hermanas, fingí ser comprensiva, aunque me sentía totalmente reticente en mi interior y desorientaba a los demás. Hice cosas para satisfacer los intereses físicos de las personas y ganarme sus corazones, y me volví cada vez más perversa, falsa e hipócrita. Aunque me gané la admiración de las personas, perjudiqué el trabajo de la iglesia y causé daño a los hermanos y hermanas; el trabajo evangélico tuvo malos resultados y el trabajo de depuración se retrasó. No cumplía mis deberes, sino que hacía el mal. Estaba recorriendo la senda de un anticristo. Al darme cuenta de esto, lloré y oré a Dios: “¡Dios! Siempre trato de proteger el estatus que tengo en el corazón de las personas, lo que retrasa el trabajo de la iglesia. No soy digna de Tu salvación. Deseo arrepentirme ante Ti y cumplir mis deberes de forma sensata”. Más tarde, me sinceré con An Xin sobre mi estado reciente y le señalé los problemas que había observado en ella. Después de escucharme, estuvo dispuesta a reflexionar sobre sí misma y a aprender una lección. Al oír a An Xin decir esto, me sentí a la vez culpable y algo aliviada. Me sentí culpable por haber vivido según la cultura tradicional de Satanás y haber visto con claridad los problemas de An Xin, pero no habérselos señalado. Asimismo, también me sentí contenta porque, bajo la guía de las palabras de Dios, finalmente pude rebelarme contra mí misma y practicar la verdad.

Luego, me presenté ante Dios para orar y reflexionar. Me di cuenta de que tenía problemas similares en mi trato con la hermana Li Yun, la diaconisa de asuntos generales. Según su calibre, había algunas tareas que podía hacer bien, pero ella complacía su carne y no estaba dispuesta a esforzarse. Percibí sus problemas, pero no se los señalé y, en cambio, fui indulgente con ella y pensé que yo pagaría un precio un poco más alto y trabajaría un poco más, para que no dijera que no era considerada con ella. Me di cuenta de que también estaba viviendo según el precepto de la cultura tradicional de “Sé estricto contigo mismo y tolerante con los demás”. Quería que ella me elogiara por tener buena humanidad. Así que me presenté ante Dios y oré pidiéndole que me guiara para rebelarme contra mis malas intenciones y para comportarme y actuar según Sus palabras. Recordé las palabras de Dios: “No hagas siempre las cosas para tu propio beneficio y no consideres constantemente tus propios intereses; no consideres los intereses humanos ni tengas en cuenta tu propio orgullo, reputación y estatus. Primero debes considerar los intereses de la casa de Dios y hacer de ellos tu prioridad. Debes ser considerado con las intenciones de Dios y empezar por contemplar si ha habido impurezas en el cumplimiento de tu deber, si has sido leal, has cumplido con tus responsabilidades y lo has dado todo, y si has estado pensando de todo corazón en tu deber y en la obra de la iglesia. Debes meditar sobre estas cosas(La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. La libertad y la liberación solo se obtienen desechando la propia corrupción). Las palabras de Dios me aportaron principios para comportarme y actuar. No debo cumplir mis deberes para impresionar, sino que debo aceptar el escrutinio de Dios, corregir mis intenciones y priorizar el trabajo de la iglesia. Solo al practicar de esta manera puedo estar de acuerdo con la intención de Dios. Dios quiere que desempeñemos bien nuestros respectivos papeles y colaboremos en armonía en nuestros deberes para que podamos hacerlos mejor con el tiempo. Tenía que rebelarme contra mis intenciones erróneas y tratar a mis hermanos y hermanas según los principios-verdad. A los que tienen buena aptitud y pueden hacer un buen trabajo, pero no lo hacen y son perezosos o negligentes, es necesario señalarles y exponerles sus problemas para que puedan conocer su corrupción, cumplir bien con sus responsabilidades y formarse mejor. A los hermanos y hermanas que tienen poca aptitud y realmente tienen dificultades, es necesario ayudarlos y apoyarlos con paciencia para permitirles hacer su parte, dentro de sus capacidades. Al practicar de esta manera, pude dedicar mi energía a mis deberes principales, sin retrasar el trabajo evangélico. Un día, después de una reunión, me acerqué a Li Yun y, después de entender sus dificultades reales, le aclaré el trabajo que debía hacer como parte de sus responsabilidades y le señalé sus problemas. Li Yun dijo: “Realmente he carecido de sentido de carga en mis deberes últimamente. Gracias a la plática que me has dado al respecto, ahora sé cómo practicar y estoy dispuesta a asumir mis responsabilidades”. Al escuchar las palabras de Li Yun, me sentí profundamente avergonzada. Vi que ayudar a mis hermanos y hermanas a cumplir sus responsabilidades y a desempeñar sus papeles en sus deberes es más beneficioso para el trabajo de la iglesia.

Ahora, ya no interactúo con mis hermanos y hermanas según el precepto de la cultura tradicional de “Sé estricto contigo mismo y tolerante con los demás”, sino que les señalo sus problemas y los ayudo con ellos, sin intentar proteger nuestras relaciones físicas. He descubierto que comportarme de esta manera es reconfortante y liberador. Todos estos cambios se deben a las palabras de Dios. ¡Gracias a Dios Todopoderoso!

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