65. Perseguir fama y ganancias realmente me dañó
Cuando todavía era pequeño, mis dos primos ya habían alcanzado el éxito siendo jóvenes y tenían casas y coches. Cada Año Nuevo, cuando visitábamos a los parientes, solían elogiar todo el rato a mis primos y lanzarles miradas de admiración. Su increíble imagen se me ancló profundamente en el corazón. En ese momento, mi familia era la más pobre entre todos nuestros parientes, y la gente nos menospreciaba. Así que envidiaba a mis primos por ser capaces de atraer la atención de los demás, fueran a donde fueran. Sentí que eso era vivir con dignidad y valor. En secreto, me hice una promesa a mí mismo: “En el futuro, juro que destacaré y lograré algo, y haré que mis parientes y mis amigos me admiren”.
A los 16 años, yo, que todavía era inocente, emprendí el viaje hacia el mundo laboral con el corazón lleno de sueños. Experimenté las dificultades de encontrar un trabajo solo en la ciudad de Cantón, desconocida para mí, e incluso tuve que dormir junto a los canteros próximos a la estación de tren porque no tenía dinero. Mis ideales eran maravillosos, pero la realidad era dura, y daba igual lo mucho que trabajase, nunca podía ganar mucho dinero. En esa época, mi madre me predicó el evangelio de los últimos días de Dios Todopoderoso y asistí a las reuniones durante un tiempo, pero, como quería ganar dinero y vivir una vida superior, seguí yéndome a otros lugares a trabajar. En 2014, me incorporé a una conocida empresa de cadena como vendedor y pensaba en mis adentros: “Muchos famosos y personas ricas comienzan en ventas. Vender no solamente forma a las personas sino que también mejora sus habilidades empresariales”. Teniendo esto en mente, me sumergí con pasión en el trabajo. Para conseguir resultados, solía hacer viajes de negocios por otras provincias y ciudades y trabajaba día y noche, casi nunca comiendo en horario ni durmiendo adecuadamente. Soy una persona que se marea en los transportes, así que cada día me sentía mareado y agotado de tanto viajar. En verano, mientras buscaba artículos en la camioneta, estaba empapado en sudor y tenía los pantalones pegados a las piernas, como si acabasen de salir de la lavadora. Un invierno, se rompió el parabrisas de mi coche y circulé durante más de 100 kilómetros con un frío cortante, viento y nieve. Tras salir del coche, estaba tan congelado que no podía caminar con normalidad. Creía firmemente que “quienes soportan adversidades pueden conducir un Land Rover” y que las adversidades a las que me estaba enfrentando ese día estaban sentando las bases de mi éxito futuro. Mi objetivo era alcanzar mis sueños a través de mis propios esfuerzos. En la empresa, interactuaba con muchos gerentes de marca, y envidiaba a esas élites, vestidas de manera impecable. Esperaba ser gerente de marca yo también en un futuro y conseguir la admiración y el elogio de los demás.
En un abrir y cerrar de ojos, pasaron dos años, y por fin me ascendieron a gerente de marca. Después de aquello, me nombraron varias veces campeón de ventas del departamento y me calificaron como un gerente de marca excelente. Los compañeros me miraban con envidia y decían: “Esta marca no funciona sin ti”. El gerente de la fábrica también solía llevarme a reuniones sociales y me regalaba cosas con frecuencia. Mi vanidad estaba satisfecha y yo, muy muy contento. Sentía que mis capacidades de trabajo eran potentes y caminaba con confianza. Impulsado por mi ambición, el puesto de gerente de marca ya no me era suficiente y quería subir otro peldaño más, para que mis parientes ricos y poderosos viesen que era mejor que ellos. Debido a los frecuentes viajes de negocios y reuniones sociales que tenía, cada día estaba agotado y cansadísimo, y no había horas de sueño que pudiesen compensarlo. Mi problema en la piel se exacerbó, y solo podía confiar en pomadas, que me aliviaban temporalmente. También me planteé volver a casa y ocuparme de mi salud, pero, cuando pensé en todo el esfuerzo invertido en conseguir lo que tenía, sabía que, si me tomaba un tiempo para volver, la marca de la que era responsable terminaría en manos de otra persona y perdería mi puesto de gerente, y toda la gloria y el elogio desaparecerían. Decidí que no podía renunciar así como así y que daba igual lo difíciles que se pusieran las cosas, tenía que perseverar.
Más adelante, me llamó una gerente provincial de una fábrica de fideos de arroz que quería cederme el negocio de la venta en dos ciudades. Pensé en mis adentros: “Si me va bien, podría convertirme en gerente provincial en el futuro. Para destacar, debo atreverme a aceptar el reto de asumir un puesto mayor”. Así que, dejé el trabajo en el que llevaba tantos años y me convertí en gerente de la fábrica de fideos de arroz a nivel ciudad. Cuando la gente del pueblo supo a qué me dedicaba, me dijeron con envidia: “En cuanto te establezcas, llévate a mi hijo a trabajar contigo”. Oír esto me hizo sentir muy contento, y mi vanidad estaba satisfecha. Esperaba convertirme en gerente provincial en el futuro, y, en ese momento, independientemente de dónde fuera, los demás dirían que soy de la élite, y mis parientes de seguro me verían con otros ojos. Pensar en esto me emocionaba mucho. No obstante, de manera inesperada, ocurrió un imprevisto. A principios de 2021, las ventas generales de la fábrica cayeron de manera significativa, y yo miraba con ansiedad lote tras lote de fideos de arroz a punto de caducar. Además, todos los viajes de negocios, largas noches y la irregularidad en las comidas me provocaron una disfunción gastrointestinal y diarrea diaria. Peor aún, mi psoriasis empeoró de manera drástica, y la picazón en la piel era insoportable. El cuero cabelludo se me cubrió de costras gruesas y me ardían terriblemente, lo cual me dificultaba hasta pestañear. Fui a muchos lugares en busca de tratamiento, pero ninguna medicación ni inyección funcionaban. Mi enfermedad me torturaba hasta el punto de estar agotado por completo. Pero todo este dolor, debilidad y angustia eran cosas que no podía compartir con los demás, ya que me daba miedo que se burlaran de mí o que me menospreciaran. Cuando ya no podía soportarlo, llamaba a mi madre para airear mis frustraciones y ella siempre me decía: “¡Deja de trabajar y vuelve!”. Pero, con lo duro que había trabajado para llegar a donde estaba, ¿cómo iba a abandonarlo todo? No podía soportar hacerlo. Todavía tenía convicción en mi corazón y recordé el aforismo: “La vida es como una hormiga, pero uno debe tener la ambición de un cisne, y aunque la vida pueda ser fina como el papel, uno debe tener un espíritu indomable”. Pensé: “Ya que quiero destacar y lograr grandes cosas, el sufrimiento es, con toda seguridad, inevitable”. Por tanto, aguanté hasta junio, pero el rendimiento de la fábrica seguía sin mejorar. Tras un tiempo, mi psoriasis siguió empeorando y se me extendió por toda la cara. Llevaba mascarilla cuando visitaba tiendas y organizaba eventos, y el personal me evitaba cuando me veía. Me sentía muy angustiado y pensaba: “Llevo mucho tiempo peleando duro cada día y soportando una gran presión, y aun así, este es el resultado. ¿Esta lucha realmente vale la pena?”. Unos días más tarde, un compañero me llamó para decirme que le habían diagnosticado cáncer a nuestra jefa y que estaba en tratamiento en el hospital. Tras colgar, no me pude tranquilizar durante un largo rato. Me quedé frente al espejo, observando mi rostro cubierto de puntos rojos, y me hundí en mis pensamientos: “La gerente provincial solo pasa los 40 años; ¿cómo algo tan potencialmente mortal puede haber ocurrido tan de repente? Ganaba mucho dinero y tenía su cierta gloria, pero daba igual cuánto dinero tuviese o lo famosa que fuese, eso no podía devolverle la salud. Yo recién estoy en mis 30, y mi cuerpo ya está lleno de problemas. Si sigo así, ¿terminaré como ella? Si pongo en riesgo mi salud para conseguir esos resultados, ¿qué sentido tiene ganar dinero y gran estima?”. Durante los siguientes días, me sentí totalmente confuso y desvalido, como si no pudiese avanzar en la vida. Bajo la doble presión del dolor físico y el estrés mental, dejé el trabajo y, con todo el dolor de mi corazón, opté por irme a casa a tratar mi enfermedad.
Tras volver a casa, me pasaba los días con el ceño fruncido, angustiado, y pensaba: “Después de todos estos años de lucha, siento que he vuelto a la casilla de salida. He perdido toda mi fama y mis ganancias y he terminado con un cuerpo lleno de enfermedad. ¿Cómo puedo continuar?”. Mi madre vio que estaba infeliz y me extendió cierta guía. Me compartió que no podemos controlar nuestro destino, y que todo está orquestado por Dios. Entonces, me leyó algunas de las palabras de Dios. Dios Todopoderoso dice: “Qué ocupación elegir, cómo ganarse la vida: ¿tienen las personas algún control sobre la toma de buenas o malas decisiones en estas cosas? ¿Son estas cosas acordes con sus deseos y decisiones de las personas? La mayoría de las personas tienen los siguientes deseos: trabajar menos y ganar más, no trabajar al sol ni bajo la lluvia, vestir bien, resplandecer y brillar en todas partes, estar por encima de los demás y honrar a sus ancestros. La gente anhela la perfección, pero cuando dan sus primeros pasos en el viaje de su vida, llegan a darse cuenta poco a poco de lo imperfecto que es el porvenir humano, y por primera vez comprenden realmente la realidad de que, aunque uno pueda hacer planes atrevidos para su futuro y, aunque pueda albergar audaces fantasías, nadie tiene la capacidad ni el poder para materializar sus propios sueños y nadie está en posición de controlar su propio futuro. Siempre habrá alguna distancia entre los sueños y las realidades a las que se debe hacer frente; las cosas nunca son como a uno le gustaría que fuesen, y frente a tales realidades las personas no pueden conseguir satisfacción ni contentamiento. Algunas personas llegarán hasta un punto inimaginable, realizarán grandes esfuerzos y sacrificios por el bien de su sustento y futuro, intentando cambiar su propio porvenir. Pero al final, aunque puedan materializar sus sueños y sus deseos a través de su propio trabajo duro, nunca pueden cambiar su suerte. Por muy obstinadamente que lo intenten nunca podrán superar lo que la suerte les ha asignado. Independientemente de las diferencias de capacidades, inteligencia y la fuerza de voluntad, las personas son todas iguales ante la suerte, que no hace distinción entre grandes y pequeños, altos y bajos, eminentes y humildes. A qué ocupación se dedica uno, qué se hace para vivir y cuánta riqueza se amasa en la vida es algo que no deciden los padres, los talentos, los esfuerzos ni las ambiciones de uno: es el Creador quien lo predestina” (La Palabra, Vol. II. Sobre conocer a Dios. Dios mismo, el único III). Las palabras de Dios son muy ciertas. Todo el mundo quiere vivir una buena vida y trabajan duro para conseguirlo, pero, en última instancia, el destino de una persona no es algo que se pueda decidir. Pensé en mis primos. No habían trabajado tan duro y, aun así, pudieron convertirse en jefes de cualquier sector en el que trabajaran y disfrutar de buenas ventajas. Luché durante 10 años para conseguir lo mismo que ellos, pero todo lo que logré fue tener el cuerpo lleno de enfermedad, y el dinero que gané terminó invertido en los gastos hospitalarios. Luego, recordé a un empleado anterior. Su rendimiento en ventas no era espectacular, pero recibió más de 10 casas como compensación por reubicación. Esto me hizo darme cuenta de que si algo tiene que pasar, pasará, y que da igual lo mucho que trabajes, si algo no es para ti, todo es en vano. El destino de una persona no está en sus manos, y no hay esfuerzo que pueda cambiar eso. Más adelante, los hermanos y hermanas supieron de mi situación y compartieron conmigo sus enseñanzas. Me dijeron que esta enfermedad también la permite Dios y que, sin ese sufrimiento, quizás no habría vuelto a Dios. Me sentí muy conmovido. Recuerdo que antes creía en Dios, pero lo dejé a medio camino en mi búsqueda de riqueza, fama y ganancias. Si no me hubiese enfermado, posiblemente seguiría vagando por el mundo, perdido. Después de todos estos años, Dios todavía no me había abandonado y, a través de esta enfermedad, me devolvió a Su casa para que siguiera creyendo en Él. Realmente, esta enfermedad fue la salvación de Dios para mí, y le estaba muy muy agradecido. Después de eso, asistía activamente a las reuniones y comía y bebía las palabras de Dios.
Durante una reunión, una hermana leyó dos pasajes de las palabras de Dios. Dios dice: “Las personas piensan que una vez que han obtenido la fama y la ganancia, pueden sacar provecho de ellas para disfrutar de un estatus alto y de una gran riqueza, y disfrutar de la vida. Piensan que la fama y ganancia son un tipo de capital que pueden usar para obtener una vida de búsqueda del placer y disfrute excesivo de la carne. En nombre de esta fama y ganancia que tanto codicia la humanidad, de buena gana, aunque sin saberlo, las personas entregan su cuerpo, su mente, todo lo que tienen, su futuro y su sino a Satanás. Lo hacen de manera sincera y sin dudarlo ni un momento, ignorando siempre la necesidad de recuperar todo lo que han entregado. ¿Pueden las personas conservar algún control sobre sí mismas una vez que se han refugiado en Satanás de esta manera y se vuelven leales a él? Desde luego que no. Están total y completamente controladas por Satanás. Se han hundido de un modo completo y total en un cenagal y son incapaces de liberarse a sí mismas. Una vez que alguien está atascado en la fama y la ganancia, deja de buscar lo que es brillante, lo recto o esas cosas que son hermosas y buenas. Esto se debe a que el poder seductor que la fama y la ganancia tienen sobre las personas es demasiado grande; se convierten en cosas que las personas persiguen durante toda su vida, y hasta por toda la eternidad sin fin. ¿No es esto verdad?” (La Palabra, Vol. II. Sobre conocer a Dios. Dios mismo, el único VI). “Satanás usa fama y ganancia para controlar los pensamientos del hombre hasta que todas las personas solo puedan pensar en ellas. Por la fama y la ganancia luchan, sufren dificultades, soportan humillación, y sacrifican todo lo que tienen, y harán cualquier juicio o decisión en nombre de la fama y la ganancia. De esta forma, Satanás ata a las personas con cadenas invisibles y no tienen la fuerza ni el valor de deshacerse de ellas. Sin saberlo, llevan estas cadenas y siempre avanzan con gran dificultad. En aras de esta fama y ganancia, la humanidad evita a Dios y le traiciona, y se vuelve más y más perversa. De esta forma, entonces, se destruye una generación tras otra en medio de la fama y la ganancia de Satanás. Consideremos ahora las acciones de Satanás, ¿no son sus siniestros motivos completamente detestables? Tal vez hoy no podáis calar todavía sus motivos siniestros, porque pensáis que uno no puede vivir sin fama y ganancia. Creéis que, si las personas dejan atrás la fama y la ganancia, ya no serán capaces de ver el camino que tienen por delante ni sus metas, que su futuro se volverá oscuro, tenue y sombrío. Sin embargo, poco a poco, todos reconoceréis un día que la fama y la ganancia son grilletes enormes que Satanás usa para atar al hombre. Cuando llegue ese día, te resistirás por completo al control de Satanás y a los grilletes que Satanás usa para atarte. Cuando llegue el momento en que desees deshacerte de todas las cosas que Satanás ha inculcado en ti, romperás definitivamente con Satanás y detestarás verdaderamente todo lo que él te ha traído. Sólo entonces la humanidad sentirá verdadero amor y anhelo por Dios” (La Palabra, Vol. II. Sobre conocer a Dios. Dios mismo, el único VI). Las palabras de Dios me conmovieron profundamente. Fue como si me acabase de despertar de un sueño. Me di cuenta de que la fama y las ganancias que había perseguido desde niño eran trampas de Satanás. Solía pensar que buscar fama y ganancias estaba justificado, que vivir no solo implicaba contentarse con tener la barriga llena, sino con perseguir esas cosas, y que solo viviendo así se puede vivir con dignidad y valor. Ahora comprendía que la búsqueda de riqueza, fama y ganancias es como una polilla que vuela hacia una llama. Parece que todo lo que ves es luz, pero, cuando realmente te adentras en ese lugar, podrías perder la vida. Al mirar atrás, me di cuenta de que absorbí varias ideologías satánicas a una edad temprana, como, por ejemplo, “El hombre deja su reputación allá por donde va, de la misma manera que un ganso grazna allá por donde vuela”, “El hombre lucha hacia arriba; el agua fluye hacia abajo”, “Un buen hombre aspira a los cuatro rincones del mundo”, etc. Al estar influenciado por estos puntos de vista, me fijé unas ideas y aspiraciones arrogantes ya cuando era muy pequeño y comencé a viajar siendo adolescente en busca de oportunidades para cumplir mis sueños. A pesar de los numerosos fracasos, nunca me di por vencido. Sobre todo, cuando escuché el dicho popular que dice así: “La vida es como una hormiga, pero uno debe tener la ambición de un cisne, y aunque la vida pueda ser fina como el papel, uno debe tener un espíritu indomable”, resolví hacerme un nombre, convertirme en una persona reputada y conseguir la admiración de los demás. En el pasado, estaba profundamente atormentado por la enfermedad y dependía totalmente de la medicación para sobrevivir. No obstante, para lograr la admiración que buscaba, superé muchas dificultades y, tras varios años de esfuerzo, finalmente me convertí en gerente de marca y me gané la admiración de los demás. Aun así, no estaba satisfecho. Para ser gerente provincial y hacer que mis parientes me viesen desde otro prisma, dejé mi trabajo de muchos años para ser gerente a nivel ciudad. Cuando bajaron las ventas, pensé en todas las soluciones posibles y me enfrenté a la presión y el dolor de mi enfermedad día tras día mientras investigaba estrategias de marketing. Me sentía exhausto y desgastado, pero, recién cuando mi cuerpo se rindió del todo, dejé temporalmente el trabajo. Me entregué totalmente y agoté mi salud en la desesperada búsqueda de fama y ganancias, pero todo lo que conseguí fue sufrimiento. ¡Perseguir dinero, fama y ganancias me hizo daño de verdad! Aunque sabía que Dios expresa la verdad en los últimos días para hacer la obra de salvar a las personas, yo me dejé llevar por la fama y las ganancias, como un perro con correa, y no sentía deseo de acudir a Dios. Pasé más de una década persiguiendo fama y ganancias y cada vez me fui alejando más de Dios. Si no hubiera sido por esta enfermedad, habría continuado mi búsqueda, que, finalmente, me habría conducido a la destrucción. Las palabras de Dios me ayudaron a ver con claridad el sufrimiento que me conllevó la búsqueda de fama y ganancias, y me dispuse a abandonar todo eso desde el corazón y someterme a la soberanía y a los arreglos de Dios.
Más adelante, leí dos pasajes más de las palabras de Dios, y mi corazón se alegró aún más. Dios Todopoderoso dice: “Debido a la soberanía y la predestinación del Creador, un alma solitaria que empezó con absolutamente nada consigue unos padres y una familia, la oportunidad de ser miembro de la raza humana y de experimentar la vida humana y el viaje a través del mundo humano; también consigue la oportunidad de experimentar la soberanía del Creador, de llegar a conocer las maravillas de Su creación y, sobre todo, la oportunidad de conocer y rendirse a la autoridad del Creador. Sin embargo, la mayoría de las personas no aprovecha realmente esta oportunidad excepcional y fugaz. La gente agota toda una vida de energía luchando contra el sino, y se pasa toda su vida ajetreada intentando proveer para sus familias y yendo y viniendo apresuradamente en aras del prestigio y el beneficio. Las cosas que las personas valoran son el amor familiar, el dinero, la fama y la ganancia, y consideran que son las cosas más valiosas en la vida. Todas las personas se quejan de su mal sino, pero relegan en sus mentes las cuestiones que la gente debería entender y explorar más: por qué está vivo el hombre, cómo debería vivir y cuál es el valor y el sentido de la vida humana. Pasan toda su vida, por muy larga que esta sea, corriendo de acá para allá buscando fama y ganancia simplemente, hasta que su juventud se ha ido y se llenan de canas y arrugas, hasta que se dan cuenta de que la fama y la ganancia no pueden impedir que envejezcan, que el dinero no puede llenar el vacío de sus corazones, y hasta que entienden que nadie puede escapar de las leyes del nacimiento, el envejecimiento, la enfermedad y la muerte, y que nadie puede despojarse de los arreglos del sino. Solo cuando tienen que hacer frente a la coyuntura final de la vida comprenden verdaderamente que, aunque uno tenga una fortuna inmensa y muchos bienes, aunque uno sea un privilegiado y de alto rango, nadie puede escapar de la muerte y debe volver a su posición original: un alma solitaria, con nada a su nombre” (La Palabra, Vol. II. Sobre conocer a Dios. Dios mismo, el único III). “Las personas gastan su vida persiguiendo el dinero y la fama; se agarran a un clavo ardiendo, pensando que son sus únicos apoyos, como si teniéndolos pudiesen seguir viviendo, eximirse de la muerte. Pero solo cuando están cerca de morir se dan cuenta de cuán lejos están estas cosas de ellas, cuán débiles son frente a la muerte, cuán fácilmente se hacen añicos, cuán solas y desamparadas están, sin ningún lugar adónde ir. Son conscientes de que la vida no puede comprarse con dinero ni fama, que no importa cuán rica sea una persona, no importa cuán elevada sea su posición, todas son igualmente pobres e insignificantes frente a la muerte. Se dan cuenta de que el dinero no puede comprar la vida, que la fama no puede borrar la muerte, que ni el dinero ni la fama pueden alargar un solo minuto, un solo segundo, la vida de una persona. Mientras más piensan eso las personas, más anhelan seguir viviendo, mientras más piensan eso las personas, más temen el acercamiento de la muerte. Solo en este punto se dan cuenta realmente de que sus vidas no les pertenecen, de que no son ellas quienes las controlan, y de que no tienen nada que decir en cuanto a si viven o mueren, que todo esto está fuera de su control” (La Palabra, Vol. II. Sobre conocer a Dios. Dios mismo, el único III). Las palabras de las enseñanzas de Dios son realmente claras. El dinero, la fama y las ganancias no pueden comprar la vida de una persona ni la pueden librar de la muerte, y, al final, la búsqueda de estas cosas está vacía. Solía pensar que tener fama y ganancias podía darle valor a mi vida, que estas cosas tenían significado, así que siempre consideraba que tomar la delantera y triunfar era mi ideal. Con el paso de los años, sufrí mucho para obtener fama y ganancias. Parecía que estaba ganando dinero, vistiéndome con trajes elegantes y ganándome la admiración de los demás, pero, recién cuando me enfermé, me di cuenta de que el dinero, la fama y las ganancias, así como las alabanzas de los demás, no podían hacer nada para aliviar mi sufrimiento. Tampoco podían devolverme la salud. Pensé en la gerente provincial, enferma de cáncer y en sus cuarenta, y en el presidente, que murió por enfermedad. Ambos tenían fama y ganancias, pero, al fallecer, no pudieron llevarse con ellos nada de eso. A pesar de ganar ingentes cantidades de dinero, murieron con las manos vacías. Entonces, ¿cuál era el significado de perseguir fama y ganancias? Exactamente como dijo el Señor Jesús: “¿Qué provecho obtendrá un hombre si gana el mundo entero, pero pierde su alma? O ¿qué dará un hombre a cambio de su alma?” (Mateo 16:26).
Un día, escuché un himno de la iglesia titulado: “Gracias a Dios por salvarme” y la segunda estrofa realmente me conmovió. Dice: “Una vez me afané y corrí por fama, provecho y estatus, en mi deber siempre alardeaba buscando la admiración ajena. Compitiendo por fama y provecho, caí en las tentaciones de Satanás. Tantas veces me preocupé y dudé, y perdí el rumbo. Solo desperté a través del juicio y castigo de Dios, al ver que perseguir fama, provecho y estatus es totalmente vano. Alguien que no es mejor que el estiércol, pero aun así anhela estar sobre los demás: ¡qué ignorante y arrogante, completamente falto de razón! ¡Oh, Dios! Fui tan rebelde, y rompí Tu corazón. Solo a través del juicio he visto cuán precioso es ganar la verdad. Te pido que me juzgues y purifiques mi corrupción, para que pueda vivir con semejanza humana y alcanzar la salvación. Haré todo lo posible por predicar el evangelio y dar testimonio de Dios, y así retribuir Su amor” (Seguir al Cordero y cantar nuevos cánticos). Este himno me trajo recuerdos dolorosos, y las imágenes de mi búsqueda de fama y ganancias me pasaron por la cabeza. A menudo, iba a la carrera persiguiendo fama y ganancias y me alejaba cada vez más de Dios bajo la tentación de lograr estas cosas. Soporté mucho sufrimiento y adversidad para alcanzar fama y ganancias, y el viaje estuvo repleto de dolor y angustia. Pero el amor de Dios volvió a mí de nuevo, y, a pesar de mi rebelión contra Él durante tantos años, no me había dado todavía por perdido y me permitió volver a Su casa. Con solo pensar en esto, comencé a llorar, y me inundaron el corazón sentimientos de deuda hacia Dios. Pensé que, a partir de ese momento, tenía que creer en Dios correctamente y devolverle Su amor.
Más adelante, cumplí mis deberes en la iglesia. En una ocasión, leí un pasaje de las palabras de Dios: “Los seres creados viven bajo el dominio del Creador y aceptan todo lo que Dios les proporciona, todo lo que viene de Él, así que deben cumplir con sus responsabilidades y obligaciones. Es perfectamente natural y está totalmente justificado y ha sido ordenado por Dios. Esto evidencia que, para la gente, cumplir el deber de un ser creado es más recto, hermoso y noble que ninguna otra cosa que se haga mientras se viva en la tierra; no hay nada en la humanidad más importante ni digno y nada aporta mayor sentido y valor a la vida de una persona creada que cumplir el deber de un ser creado. […] Con la condición de que los seres creados cumplen sus deberes, el Creador ha realizado una obra aún mayor entre los seres humanos, ha llevado a cabo un paso más de la obra en las personas. ¿Y qué obra es esa? Él les proporciona la verdad a los humanos permitiendo que la reciban de Dios mientras cumplen su deber, para así deshacerse de su carácter corrupto y ser purificados, llegar a satisfacer las intenciones de Dios y embarcarse en la senda correcta de la vida, y, en última instancia, ser capaces de temer a Dios y evitar el mal, alcanzar la salvación completa y dejar de estar sujetos a las aflicciones de Satanás. Este es el efecto que en definitiva Dios desea conseguir al hacer que la humanidad cumpla sus deberes. Por tanto, durante el proceso de llevar a cabo tu deber, Dios no se limita a hacerte ver claramente una cosa y a que comprendas un poco de la verdad, ni tampoco se limita a dejarte disfrutar de la gracia y las bendiciones que recibes al cumplir tu deber como ser creado. Asimismo, te permite ser purificado y salvado y, en última instancia, que llegues a vivir en la luz del rostro del Creador” (La Palabra, Vol. IV. Desenmascarar a los anticristos. Punto 9 (VII)). Tras leer las palabras de Dios, comprendí que, como ser creado, debo cumplir mis deberes y que esta es la responsabilidad y la obligación de un ser humano. Solo puedo tener la oportunidad de ganar la verdad y la vida, despojarme de mi carácter corrupto, purificarme y transformarme y, finalmente, recibir la salvación de Dios cumpliendo mis deberes. Cumplir bien los deberes de uno es lo más importante y valioso de la vida. A partir de entonces, comía y bebía las palabras de Dios cada día y mi corazón estaba lleno de paz y alegría. Durante el transcurso de mis deberes, siempre que revelaba mi corrupción, leía las palabras de Dios para reflexionar y conocerme a mí mismo, y, por tanto, resolver mi carácter corrupto. Todo esto eran los frutos de cumplir mis deberes. Pasado un tiempo, mi salud también mejoró.
En 2022, tras el Festival de Primavera, mi primo me llamó y me dijo que habían trasladado al gerente de mi empresa anterior y que el vicepresidente quería que yo volviera como gerente. Al oír a mi primo decir esto, pensé: “He trabajado duro para esta empresa durante muchos años. Si no vuelvo, perderé todos mis contactos. Además, esta marca está en un campo con mucho potencial para el desarrollo de la empresa, y el puesto es de gerente. Esto no solo me dará prestigio, sino que además estaré interactuando con la gerencia de medio y de alto nivel y consiguiendo fama y ganancias. Es un puesto que envidian muchas personas y, si no lo acepto, puede que no vuelva a tener otra oportunidad así. Pero es mucho trabajo y no tendría tiempo para leer las palabras de Dios ni para cumplir mis deberes”. Entonces, recordé el dolor de antes, el que me trajo mi búsqueda de fama y ganancias, y no quería volver al mundo secular y que Satanás me siguiera dañando. Así que rechacé el puesto. Mi primo se quedó atónito y siguió recordándome que una oportunidad como esa era algo único, y me dijo que me lo pensase bien y que respondiese al día siguiente. En ese momento, pensé: “Ya llevo más de un año fuera de la empresa, así que ¿cómo es que quieren que sea gerente otra vez, así, de repente, justo cuando acabo de empezar a cumplir mis deberes?”. Estaba claro que se trataba de una tentación de Satanás y pensé en lo que dijo Dios: “En cada paso de la obra que Dios hace en las personas, externamente parece que se producen interacciones entre ellas, como nacidas de disposiciones humanas o de la perturbación humana. Sin embargo, detrás de bambalinas, cada etapa de la obra y todo lo que acontece es una apuesta hecha por Satanás ante Dios y exige que las personas se mantengan firmes en su testimonio de Dios. Mira cuando Job fue probado, por ejemplo: detrás de escena, Satanás estaba haciendo una apuesta con Dios, y lo que aconteció a Job fue obra de los hombres y la perturbación de estos. Detrás de cada paso de la obra que Dios hace en vosotros está la apuesta de Satanás con Él, detrás de todo ello hay una batalla” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Solo amar a Dios es realmente creer en Él). A primera vista, fue mi primo quien me dijo que volviera como gerente, pero, en realidad, era un truco de Satanás. Estaba intentando usar esto para devolverme a la senda de perseguir fama y ganancias. En ese momento, estaba cumpliendo el deber de regar a otros y había algunos recién llegados que necesitaban riego y apoyo. No podía abandonar mi deber solo por trabajo. Ahora, la obra de Dios está llegando a su fin, y es una oportunidad única en la vida que yo pueda creer en Dios y cumplir mi deber. Debo pasar el tiempo cumpliendo mi deber y persiguiendo la verdad. Esto tiene más valor que ser gerente. Al día siguiente, rechacé la oferta de mi primo y me sentí increíblemente tranquilo en mi corazón. Aunque ahora no soy gerente y mi vida no es tan glamurosa, es estable, tengo comida y ropa y puedo arreglármelas. Estoy dispuesto a pasar todos los días de mi vida cumpliendo mi deber y persiguiendo la verdad con seriedad para satisfacer a Dios.