2. ¿Qué carácter hace que una persona quiera discutir y objetar nimiedades?
Un día de abril de 2024, recibí una carta de los líderes superiores. La carta decía que varias hermanas habían señalado algunos problemas que yo tenía. Decían que no les había organizado ninguna reunión y que era lenta para dar seguimiento al trabajo y responder cartas, lo que provocaba retrasos en el trabajo. Después de leer los problemas que informaron, no pude calmarme durante mucho tiempo y siempre estaba intentando discutir y poner excusas para justificarme, como: “Hay razones objetivas detrás de estas cosas. Estas hermanas dejaron de ir por un tiempo a las reuniones porque el lugar de reunión no era seguro. Les dije que buscaran de inmediato una casa en la que reunirse, pero nunca respondieron. En cuanto a los otros hermanos y hermanas, su seguridad corre riesgo, así que no les he organizado reuniones por el momento. No es mi culpa que no pudieran reunirse, así que ¿por qué todos me hacen responsable a mí? Durante este período en el que no han tenido reuniones, les he escrito cartas para preguntar sobre su estado y compartir con ellos. No los he estado ignorando. Dicen que soy lenta para dar seguimiento al trabajo y responder cartas, pero eso se debe a la persecución y los arrestos del PCCh. Los hermanos y hermanas no han podido reunirse con la misma frecuencia que antes, así que por supuesto que no han recibido cartas tan a menudo como antes. Eso también está fuera de mi control. Todos me están pidiendo demasiado. Cada día doy seguimiento a todo tipo de trabajos y también tengo que escribir cartas para responder a las preguntas de los hermanos y hermanas. A veces estoy tan ocupada que me quedo trabajando hasta las dos de la madrugada. ¿Cómo puedo no estar haciendo trabajo real si estoy sufriendo y pagando semejante precio?”. En ese momento, simplemente no era capaz de aceptarlo. Al día siguiente, los líderes superiores pidieron a los hermanos y hermanas que escribieran evaluaciones sobre mí. Supuse que los líderes pensaban que no estaba haciendo trabajo real y que iban a destituirme. Cuando pensé en el precio que había pagado y en cómo me había esforzado, no pude sino discutir y justificarme en mi interior, y pensé: “Un líder falso no hace ningún trabajo real, pero yo siempre he trabajado, le he dedicado tiempo y he pagado un precio muy alto. ¿Qué más quieren que haga?”. Cuanto más lo pensaba, más abatida me sentía. Me di cuenta de que mi estado no era del todo correcto, así que oré a Dios: “Dios, hoy no he podido someterme a esta situación. No sé qué lección debo aprender y no entiendo Tu intención. Te ruego que me esclarezcas y me guíes”.
Luego, leí un pasaje de las palabras de Dios: “¿Cómo debería uno juzgar si un líder cumple con las responsabilidades de los líderes y obreros o si es un falso líder? Lo más básico es observar si sabe hacer un trabajo real, si tiene o no este calibre. Luego, hay que ver si tiene la carga para hacer bien este trabajo. Ignora lo bien que suenan las cosas que él dice, lo mucho que parece que entiende las doctrinas y la cantidad de talento y dones que posee al tratar asuntos externos; estas cosas no son importantes. Lo más crucial es si es capaz de llevar a cabo correctamente los asuntos más fundamentales de la obra de la iglesia, si es capaz de resolver problemas utilizando la verdad, y si puede conducir a la gente a la realidad-verdad. Este trabajo es el más importante y esencial. Si es incapaz de realizar estos asuntos de trabajo real, no importa lo bueno que sea su calibre, el talento que tenga, cuánto pueda soportar la adversidad y pagar un precio: no deja de ser un falso líder. Algunas personas dicen: ‘Olvida que no hace ningún trabajo real actualmente. Tiene un buen calibre y es capaz. Si se forma durante un tiempo, seguro que podrá hacer un trabajo real. Además, no ha hecho nada malo y no ha cometido ninguna maldad ni ha causado trastornos ni perturbaciones; ¿cómo puedes decir que es un falso líder?’. ¿Cómo explicar esto? No importa el talento que tengas, el nivel de calibre y formación que poseas, la cantidad de consignas que seas capaz de gritar, las palabras y doctrinas que seas capaz de entender; no importa lo ocupado o cansado que estés un día, lo lejos que hayas viajado, el número de iglesias que hayas visitado, el riesgo que asumas ni el sufrimiento que soportes: nada de esto importa. Lo que importa es si realizas tu trabajo según los arreglos del trabajo, si pones en marcha esos arreglos con precisión, si participas en cada trabajo concreto del que seas responsable durante tu etapa como líder y la cantidad de problemas reales que hayas resuelto, el número de individuos que hayan llegado a entender los principios-verdad gracias a tu liderazgo y orientación y cuánto haya avanzado y progresado la obra de la iglesia; lo que importa es si has obtenido estos resultados. Al margen del trabajo concreto en el que participes, lo que importa es si sigues y diriges de manera constante el trabajo en lugar de actuar con petulancia y dar órdenes. Además de esto, lo que también importa es si tienes o no entrada en la vida mientras cumples tu deber, si puedes tratar estos asuntos según los principios, si puedes aportar un testimonio de poner en práctica la verdad y si puedes tratar y resolver los problemas reales a los que se enfrenta el pueblo escogido de Dios. Todas estas cosas, y otras similares, son criterios para evaluar si un líder u obrero ha cumplido o no sus responsabilidades. ¿Diríais que estos criterios son prácticos? ¿Y justos para la gente? (Sí). Son justos para todo el mundo. No importa tu nivel de formación, si eres joven o anciano, los años que lleves creyendo en Dios, tu veteranía ni cuántas palabras de Dios hayas leído: nada de esto es importante. Lo que importa es lo bien que realices la obra de la iglesia después de que te hayan elegido como líder, lo eficaz y eficiente que seas en tu trabajo y si cada fase de este progresa de una manera organizada y eficaz, sin retrasarse. Estos son los principales elementos que se evalúan al determinar si un líder u obrero ha cumplido o no sus responsabilidades” (La Palabra, Vol. V. Las responsabilidades de los líderes y obreros. Las responsabilidades de los líderes y obreros (9)). Después de leer las palabras de Dios, entendí que, para evaluar si un líder ha cumplido con sus responsabilidades, no se trata de cuántas adversidades parezca sufrir o cuántos sacrificios haya hecho, sino de si ha realizado trabajo real, si puede compartir la verdad para resolver problemas y hacer sus deberes según los principios, y si los distintos aspectos del trabajo de la iglesia pueden progresar de manera normal y ordenada. Si no se ha hecho trabajo real en los distintos aspectos de la iglesia y no se obtienen resultados, entonces, por muchas adversidades que alguien parezca enfrentar o por alto que sea el precio que pague, sigue siendo un líder falso. Entonces, hice introspección. Vi que no había alcanzado los estándares que Dios exige y que solo parecía haber pagado un pequeño precio y haber hecho trabajo superficial. Sin embargo, cuando surgían problemas en el trabajo, no quería soportar adversidades ni pagar el precio necesario para resolverlos. Por ejemplo, asegurarse de que los hermanos y hermanas tengan una vida de iglesia normal es el trabajo más básico, pero algunos hermanos y hermanas no tenían un lugar seguro donde reunirse. Les dije que buscaran una casa para reunirse por su cuenta, pero no di seguimiento al asunto. La seguridad de otros hermanos y hermanas corría riesgo, pero no pensé demasiado en cómo organizar específicamente las cosas, no hablé del asunto con mi compañera ni busqué orientación de los líderes superiores para organizar bien las cosas. Solo pensé en esperar hasta que el entorno mejorara antes de hacer algo. Verdaderamente no estaba haciendo un trabajo real, ni tenía sentido de carga por la entrada en la vida de mis hermanos y hermanas. Ellos señalaron que era lenta para dar seguimiento al trabajo y responder cartas, y yo sabía que había un problema con el reenvío de las cartas. En algunas ocasiones, el trabajo se retrasó porque los encargados de los asuntos generales eran lentos en reenviar las cartas, lo que era un problema que se debería haber resuelto de inmediato. Pero, cuando pensé en que resolver este problema significaría que tendría que reunirme con los encargados de asuntos generales, corregirlos y compartir con ellos para resolver sus dificultades reales, no me quise tomar la molestia, así que usé como excusa el mal entorno que había y seguí procrastinando sin abordar el problema. Ante la revelación de los hechos y la exposición de las palabras de Dios, me quedé sin fundamentos ni excusas para justificarme. Realmente no había cumplido con mis responsabilidades como líder, y los hermanos y hermanas no se habían equivocado sobre los problemas que informaron de mí. Si me destituían, lo aceptaría de buen grado.
Luego, leí otro pasaje de las palabras de Dios: “Algunos líderes y obreros llevan a cabo acciones evidentes con las que causan trastornos y perturbaciones, engañan a los que están por encima de ellos al tiempo que ocultan cosas a los que tienen por debajo o van en contra de los arreglos del trabajo, y sus acciones llegan incluso a causar gran perjuicio al trabajo de la iglesia. Sin embargo, no solo no reflexionan ni llegan a conocer sus propios problemas, así como tampoco admiten el hecho de que han cometido la fechoría de perturbar el trabajo de la iglesia, sino que, por el contrario, creen incluso que lo que han hecho está bien y quieren llevarse méritos y recompensas, alardean y testimonian por todas partes sobre cuánto trabajo han hecho, cuánto sufrimiento han soportado, cuántas contribuciones han realizado durante su trabajo, a cuántas personas han ganado por medio de predicar el evangelio mientras trabajan, etcétera. No reconocen en absoluto cuánta maldad han hecho o qué gran perjuicio han causado al trabajo de la iglesia. Por supuesto, tampoco se arrepienten y ni mucho menos dan marcha atrás. Decidme, ¿acaso tales personas no son descaradamente indiferentes a las críticas? (Sí). Si les preguntas: ‘¿Llevaste a cabo el trabajo de la iglesia de acuerdo con los principios-verdad? ¿Se conforma tu trabajo a los arreglos del trabajo de la casa de Dios?’, evitan el tema. […] Decidme, ¿tienen las personas de esta clase algún sentido de la vergüenza? ¿Saben siquiera deletrear las palabras ‘sentido de la vergüenza’? Si de veras no tienen sentido de la vergüenza, eso es problemático. Si en su corazón saben claramente que han cometido maldad, pero rechazan con terquedad reconocerlo verbalmente, ¿acaso no son muy intransigentes? Si reconocen en su corazón que han hecho maldad y también pueden admitirlo de palabra, entonces se las sigue considerando poseedoras de conciencia; todavía tienen sentido de la vergüenza en su interior. Si no solo rechazan reconocerlo verbalmente, sino que además se muestran desafiantes en su corazón, se resisten constantemente e incluso difunden acusaciones por todas partes de que la casa de Dios las está tratando injustamente y que son víctimas de la mala suerte, entonces su problema es grave. ¿Cómo de grave? No tienen conciencia ni razón en absoluto. La conciencia debe incluir tanto sentido de la rectitud como amabilidad. Un aspecto del sentido de la rectitud es que la gente debe tener sentido de la vergüenza. Solo cuando las personas conocen la vergüenza pueden ser honestas, tener sentido de la rectitud y amar las cosas positivas y aferrarse a ellas. Sin embargo, si careces de sentido de la vergüenza en tu conciencia y en tu sentido de la rectitud y no conoces la vergüenza —y si, incluso después de hacer algo equivocado, no te sientes avergonzado y no sabes reflexionar respecto a ti mismo ni odiarte, no sientes ningún remordimiento ni te importa que otros te dejen en evidencia y no te ruborizas ni te avergüenzas de ello— entonces, tu conciencia como persona es problemática y también se puede decir que careces de ella. En ese caso, es difícil de decir si tu corazón es malo o es malvado; es posible que tu corazón sea malvado, que sea el corazón de un lobo; no positivo, sino negativo. Las personas sin conciencia ni humanidad son demonios. Si haces algo equivocado sin sentir vergüenza en absoluto ni tener tampoco remordimientos o un sentimiento de culpa y, no solo no reflexionas sobre ti mismo, sino que además discutes, te opones e intentas defenderte y justificarte, y te disfrazas con una bonita fachada, entonces, tu humanidad es problemática si la comparamos con la humanidad estándar” (La Palabra, Vol. VII. Sobre la búsqueda de la verdad. Cómo perseguir la verdad (9)). Después de leer las palabras de Dios, me sentí muy avergonzada. ¿Acaso no era yo este tipo de persona desvergonzada que Dios pone al descubierto? Cuando los hermanos y hermanas informaron sobre mis problemas, no hice introspección, sino que, en cambio, recurrí de inmediato a intentar defenderme y hablé sobre cuánto había sacrificado y cuánto sufrimiento había padecido. Algunos hermanos y hermanas llevaban meses sin poder ir a reuniones y no se había dado seguimiento oportuno al trabajo de la iglesia. Todo esto estaba directamente relacionado con que yo no había conseguido abordar los problemas reales a tiempo. Como líder de la iglesia, ni siquiera fui capaz de organizar de forma adecuada que los hermanos y hermanas tuvieran una vida de iglesia normal. Ni siquiera cumplí con lo más básico y, aun así, seguía insistiendo en que me habían perjudicado, usaba razones objetivas para intentar justificarme, pensaba que ya había dado muchísimo y que era mucho mejor que esos falsos líderes que no hacen ningún trabajo real. ¡Realmente no tenía ningún sentido de la razón! Aunque parecía que había hecho algo de trabajo y había pagado cierto precio, solo estaba haciendo trabajo superficial y no había puesto ningún esfuerzo en resolver los problemas reales de la iglesia. No había hecho ningún trabajo real en absoluto y, aun así, no paraba de discutir y objetar nimiedades. ¡Realmente no tenía vergüenza!
Pensé en cuando los líderes dijeron que no aceptaba la verdad y sentí que, esta vez, dado que habían pedido a los hermanos y hermanas que escribieran evaluaciones sobre mí, podrían estar a punto de destituirme. Dios salva a quienes pueden aceptar la verdad, y parecía que alguien como yo tendría muy difícil obtener la salvación. Pasé los días siguientes sumida en la desesperación y sin motivación para hacer nada. Más tarde, me encontré con un pasaje de las palabras de Dios que me conmovió profundamente. Dios Todopoderoso dice: “Haga lo que haga, Dios quiere lo mejor para esta. No importa qué situaciones disponga o qué te pida hacer, siempre desea que el resultado sea el mejor. Digamos que pasas por una situación en la que te topas con reveses y fracasos. Dios no quiere verte desalentado cuando fracasas, crees que estás acabado y Satanás te ha atrapado, y que luego renuncies a ti mismo, para nunca volver a levantarte y acabar hundido en el abatimiento; Dios no quiere ver ese desenlace. ¿Qué es lo que desea ver Dios? Que, si bien es posible que hayas fracasado en este asunto, puedas buscar la verdad y reflexionar sobre ti mismo, encontrar la razón de tu fracaso, aceptar la lección que este te ha enseñado, recordarla en el futuro, comprender que fue un error actuar de este modo y que la única forma correcta de practicar es hacerlo de acuerdo con las palabras de Dios, y que te des cuenta de que: ‘Soy una mala persona y tengo un carácter satánico corrupto. Hay rebeldía en mí. Estoy lejos de los justos de los que Dios habla y no poseo un corazón temeroso de Dios’. Has visto este hecho con claridad, has llegado a reconocer la verdad del asunto, y a través de este revés, de este fracaso, te has vuelto sensato y has madurado. Esto es lo que Dios quiere ver” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Cómo identificar la esencia-naturaleza de Pablo). Las palabras de Dios fueron como una corriente cálida que reconfortó mi corazón. No importa cómo obre Dios, siempre es algo bueno. Incluso cuando Dios revela la corrupción de las personas, lo hace con la esperanza de que se conozcan a sí mismas, se arrepientan, cambien y que, en última instancia, puedan despojarse de sus actitudes corruptas y Dios las salve. Dios no quería verme así de negativa y había dispuesto estas circunstancias con la esperanza de que buscara la verdad para corregir mis actitudes corruptas. Dios quería salvarme, no descartarme. Dios no había perdido la esperanza en mí, así que yo tampoco podía hacerlo. Aunque tenía actitudes corruptas, mientras no renunciara a perseguir la verdad, aún tenía esperanza de que Dios me salvara. Al pensar en esto, dejé de estar negativa y quise buscar la verdad y resolver mis problemas.
Más tarde, leí un pasaje de las palabras de Dios: “En el corazón de los anticristos solo hay reputación y estatus. Creen que si llegaran a reconocer su error, tendrían que asumir su responsabilidad y su estatus y reputación se verían gravemente comprometidos. Como resultado, se resisten con la actitud de ‘negarlo a muerte’. Por mucho que la gente los deje en evidencia o los diseccione, hacen todo lo posible por negarlo. En resumen, sea su negación intencional o no, estos comportamientos revelan, por un lado, la esencia-naturaleza de los anticristos de sentir aversión por la verdad y odiarla. Por el otro, muestran lo mucho que valoran los anticristos su propio estatus, su reputación y sus intereses. ¿Cuál es, entretanto, su actitud hacia la obra y los intereses de la iglesia? Es una actitud de desprecio e irresponsabilidad. Carecen de toda conciencia y razón. ¿Acaso el hecho de que los anticristos eludan su responsabilidad no demuestra estos problemas? Por una parte, eludir la responsabilidad prueba su esencia-naturaleza de sentir aversión por la verdad y odiarla, mientras que, por otra, muestra su falta de conciencia, razón y humanidad. Por mucho que su perturbación y actos malvados perjudiquen la entrada en la vida de los hermanos y hermanas, no se lo reprochan y nunca se molestarían por ello. ¿Qué clase de criaturas son? Incluso admitir parte de su error contaría como tener un poco de conciencia y razón, pero los anticristos ni siquiera tienen ese pequeño rastro de humanidad. Así pues, ¿qué os parece a vosotros que son? Los anticristos son diablos en esencia. Por mucho daño que hagan a los intereses de la casa de Dios, no se dan cuenta. No se entristecen ni un ápice, ni se hacen reproches y ni mucho menos se sienten en deuda. Esto no es para nada lo que debería verse en la gente normal. Son diablos, y los diablos carecen de toda conciencia y razón. Por muchas cosas malas que hagan y por muy grandes que sean las pérdidas que causen a la obra de la iglesia, rechazan con vehemencia reconocerlo. Creen que eso significaría que han hecho algo malo. Piensan: ‘¿Podría yo hacer algo malo? ¡Yo nunca haría nada malo! Si me hacen reconocer mi error, ¿no sería eso un insulto a mi calidad humana? Aunque estuve implicado en ese incidente, no lo provoqué ni fui el principal responsable. Ve a buscar a quién quieras, pero no deberías ir a por mí. En ningún caso puedo reconocer este error. ¡No puedo asumir esta responsabilidad!’. Creen que, si reconocen su error, se les va a condenar, sentenciar a muerte y enviar al infierno y al lago de fuego y azufre. Decidme, ¿pueden las personas así aceptar la verdad? ¿Se puede esperar un arrepentimiento sincero? Al margen de cómo comparten la verdad los demás, los anticristos se siguen resistiendo, se oponen a ella y la desafían en lo más profundo de su corazón. Incluso después de que los echen, siguen sin admitir sus errores y no muestran ninguna señal de arrepentimiento” (La Palabra, Vol. IV. Desenmascarar a los anticristos. Punto 9 (III)). Dios pone al descubierto que, por mucho que los anticristos perjudiquen los intereses de la casa de Dios, cuando se los poda, no solo se niegan a admitir sus errores, sino que también sienten resistencia, repulsión y siguen intentando discutir, justificarse e incluso eludir su responsabilidad sin sentir ni la más mínima culpa o sentimiento de deuda. Esto nos permite ver que los anticristos realmente tienen aversión a la verdad y la odian por naturaleza. Al volver a analizar mi propio comportamiento, vi que era igual que el de un anticristo. Estaba claro que no había hecho trabajo real, pero, cuando las hermanas lo mencionaron, me sentí reticente y discutí, sin mostrar ni el más mínimo grado de obediencia o aceptación. Para proteger mi reputación y estatus, seguía haciendo hincapié en la razón objetiva de los arrestos y la persecución del PCCh para poder justificarme por no hacer trabajo real y seguía intentando discutir con un fuerte sentido de sentenciosidad. ¿De qué forma tenía yo razón alguna? De hecho, los hermanos y hermanas ya me habían informado antes de estos problemas, pero nunca los había tomado en serio, así que las hermanas informaron del asunto a los líderes superiores. Pero yo pensaba que las hermanas esperaban demasiado de mí. ¿No estaba siendo completamente irracional? Daba demasiada importancia a mis propios intereses y no me preocupaba en absoluto por el trabajo de la iglesia ni por la entrada en la vida de mis hermanos y hermanas. Realmente no era digna de un deber tan importante.
Luego, después de leer las palabras de Dios, obtuve una mayor comprensión de la naturaleza y las consecuencias de mi negativa a aceptar las cosas y de mi aversión a la verdad. Dios Todopoderoso dice: “Más allá de lo que piensen o digan, o de cómo vean las cosas, las personas siempre creen que sus puntos de vista y sus actitudes son correctos, y que lo que dicen los demás no es tan bueno ni tan correcto como lo que ellas dicen. Siempre se aferran a sus opiniones y, sin importar quién hable, no lo escuchan. Aunque lo que esa persona diga sea correcto o concuerde con la verdad, no lo aceptan; solo aparentarán estar escuchando, pero en realidad no adoptarán la idea y, cuando llegue el momento de actuar, seguirán haciendo las cosas a su manera, creyendo siempre que lo que dicen es correcto y razonable. […] ¿Qué dirá Dios cuando vea este comportamiento tuyo? Él dirá: ‘¡Eres intransigente! Es entendible que puedas aferrarte a tus ideas cuando no sepas que estás equivocado, pero cuando claramente sí lo sabes y de todos modos te aferras a ellas, y morirías antes que arrepentirte, no eres más que un necio obstinado y estás en problemas. Si, más allá de quién formule una sugerencia, tú siempre adoptas una actitud negativa y reticente al respecto y no aceptas ni siquiera un poco de la verdad, y si tu corazón es completamente reticente, está cerrado y es despectivo, entonces eres muy ridículo, ¡eres una persona absurda! ¡Eres muy difícil de tratar!’. ¿En qué aspecto eres difícil de tratar? En que lo que expresas no es un enfoque ni un comportamiento erróneo, sino que es una revelación de tu carácter. ¿Una revelación de qué carácter? Un carácter en el cual sientes aversión por la verdad y la odias. Una vez que se te ha identificado como una persona que odia la verdad, a ojos de Dios estás en problemas, y Él te desdeñará e ignorará. Desde la perspectiva de la gente, lo máximo que dirán es: ‘El carácter de esta persona es malo, es sumamente obstinada, intransigente y arrogante. Es difícil llevarse bien con ella y no ama la verdad. Jamás ha aceptado la verdad y no la pone en práctica’. Como mucho, todo el mundo hará esta valoración de ti, pero ¿puede eso decidir tu porvenir? La valoración que la gente hace de ti no puede decidir tu porvenir, pero hay algo que no debes olvidar: Dios escruta el corazón de las personas y, al mismo tiempo, observa cada una de sus palabras y actos. Si Dios te cataloga así y dice que odias la verdad, si Él no dice simplemente que tú tengas un carácter un poco corrupto o que seas un poco desobediente, ¿no es este un problema grave? (Es grave). Eso implica un problema, y este problema no radica en la manera en la cual la gente te ve o en cómo te valora, sino en la forma en la que Dios ve tu carácter corrupto de odio hacia la verdad. Así pues, ¿cómo lo ve Dios? ¿Dios simplemente ha determinado que odias la verdad y no la amas, y eso es todo? ¿Es tan simple como eso? ¿De dónde proviene la verdad? ¿A quién representa? (Representa a Dios). Meditad sobre esto: si una persona odia la verdad, desde la perspectiva de Dios, ¿cómo la verá Él? (Como Su enemigo). ¿No es este un problema grave? Cuando alguien odia la verdad, ¡odia a Dios!” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Solo si se vive a menudo ante Dios es posible tener una relación normal con Él). Las palabras de Dios me permitieron entender que una persona que nunca acepta los consejos y la guía de los demás, de hecho, no puede aceptar la verdad. La verdad proviene de Dios y, por lo tanto, ¡la esencia de no aceptar la verdad es tenerle aversión y odiarla! Pensé en algunos de los anticristos a quienes habían expulsado de la iglesia. Sin importar lo mucho que perjudicaron el trabajo de la iglesia o cómo los hermanos y hermanas les compartieron la verdad o los podaron se negaron de lleno a admitir sus errores y hasta se ofendieron con los hermanos y hermanas que les dieron consejo. Como no aceptaban la verdad, siempre generaban perturbaciones y trastornos al hacer sus deberes y, al final, cometieron muchas acciones malvadas y los expulsaron de la iglesia. Entonces, pensé en mí misma. Los informes que los hermanos y hermanas hicieron sobre mis problemas eran factuales, y su propósito era ayudarme a resolver estos problemas con rapidez para que los hermanos y hermanas pudieran tener una vida de iglesia normal y que el trabajo de la iglesia pudiera avanzar sin problemas. Todo esto era para salvaguardar los intereses de la iglesia, lo que era positivo. Pero no solo no lo acepté, sino que, obstinadamente, intenté discutir y objetar nimiedades. Aunque parecía que no podía aceptar los consejos de los hermanos y hermanas, en realidad, no podía aceptar las cosas positivas ni la verdad. ¡Esta naturaleza es del tipo que se resiste a Dios! Me di cuenta de que mi actitud hacia la verdad era profundamente irreverente y que, si no la cambiaba, no había forma de saber si volvería a resistirme a Dios, si cometería cada vez más transgresiones y si, al final, me descartarían como a un anticristo. Cuando me di cuenta de esto, tuve miedo. Había creído en Dios durante muchos años y había comido y bebido muchas de las palabras de Dios, pero había estado viviendo según mi carácter satánico y me había negado a aceptar los consejos de los demás. Dios me desprecia por tener esta actitud al hacer mi deber y, aunque pasara toda mi vida creyendo en Él de esta manera, nunca obtendría la verdad ni se purificarían mis actitudes corruptas. En lo más profundo de mi corazón, llegué a sentir que quedar en evidencia no significada ser descartada, sino salvada por Dios. La iglesia no me había destituido, sino que me había dado otra oportunidad. Tenía que arrepentirme sin demora.
Empecé a buscar una senda de práctica y recordé un pasaje de las palabras de Dios, así que lo busqué para leerlo. Dios Todopoderoso dice: “Si quieres seguir a Dios y cumplir bien con tu deber, primero debes evitar ser impulsivo cuando las cosas no te salgan como quieres. Primero cálmate y permanece tranquilo ante Dios, y órale y búscale en tu corazón. No seas testarudo; primero sométete. Solo con esa mentalidad puedes resolver mejor los problemas. Si puedes perseverar en la vida ante Dios, y te ocurra lo que te ocurra eres capaz de orarle y buscarle, y enfrentarte a ello con una mentalidad de sumisión, entonces no importa cuántas revelaciones haya de tu carácter corrupto, ni qué transgresiones hayas cometido anteriormente: podrán resolverse siempre y cuando busques la verdad. No importan las pruebas que te sobrevengan, serás capaz de mantenerte firme. Mientras tengas la mentalidad correcta, seas capaz de aceptar la verdad y te sometas a Dios según Sus requerimientos, entonces serás totalmente capaz de poner en práctica la verdad. Aunque a veces seas un poco rebelde y te resistas, y en ocasiones muestres razonamientos a la defensiva y seas incapaz de someterte, si puedes orar a Dios y cambiar tu estado de rebeldía, entonces puedes aceptar la verdad. Una vez hecho esto, reflexiona sobre por qué surgió en ti tal rebeldía y resistencia. Encuentra la razón, luego busca la verdad para resolverla, y así ese aspecto de tu carácter corrupto podrá ser purificado. Después de varias recuperaciones de tales tropiezos y caídas, hasta que puedas poner en práctica la verdad tu carácter corrupto se irá eliminando poco a poco. Y entonces, la verdad reinará dentro de ti y se convertirá en tu vida, y no habrá más obstáculos para que la practiques. Serás capaz de someterte verdaderamente a Dios y vivirás la realidad-verdad” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Tercera parte). Las palabras de Dios dejan muy clara la senda de práctica. La clave es tener un corazón que acepte la verdad cuando se enfrenta a las cosas. No importa lo razonables que creamos que somos en ese momento, no deberíamos ponernos a la defensiva con razonamientos. En cambio, deberíamos sosegar nuestro corazón ante Dios, orar y buscar en Él. Solo entonces podemos recibir la guía del Espíritu Santo. Al mismo tiempo, deberíamos reflexionar sobre nuestros problemas, buscar verdades relacionadas para resolverlos y, cuando logremos entender nuestras actitudes corruptas, nuestro corazón podrá entonces aceptar la verdad y someterse. Debía practicar de acuerdo con la senda que Dios me había dado.
Un día de junio, la hermana Lin Wei, que estaba a cargo del trabajo evangélico, me escribió para decir que un par de semanas antes me había preguntado sobre el trabajo evangélico de la iglesia, pero que nunca le había respondido. Al ver los problemas que Lin Wei señaló, sentí cierta resistencia e, incluso antes de terminar de leer la carta, no pude sino discutir en mi corazón y pensé: “He dado seguimiento al trabajo evangélico, pero los predicadores del evangelio no me respondieron en detalle, así que no pude compartir ningún comentario. ¡La forma en que lo dices hace que parezca que no he dado seguimiento al trabajo!”. Al final de la carta, Lin Wei compartió sus propias experiencias para guiarme para resumir las desviaciones en mis deberes y centrarme en aprender lecciones para poder cumplir bien con mis responsabilidades. En ese momento, me di cuenta de que el carácter que acababa de revelar seguía siendo el de discutir, objetar nimiedades y no aceptar la verdad. Así que oré a Dios: “Dios, hoy, cuando la hermana señaló mis problemas, aún quería intentar discutir y justificarme. Te ruego que me guíes para empezar desde un punto de aceptación y, luego, hacer introspección mediante esto”. Después de orar, recordé un pasaje de las palabras de Dios: “Uno primero debe tener una actitud de aceptación de la verdad cuando le suceden cosas. No tener este tipo de actitud es como no tener una vasija para recibir un tesoro, lo que te hace incapaz de obtener la verdad” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Tercera parte). Me di cuenta de que, al enfrentar esta situación, solo podría aprender una lección si primero me sometía. Entonces, leí un pasaje de las palabras de Dios: “Entonces, ¿qué es exactamente una actitud sumisa? Para empezar, debes tener una actitud positiva. Cuando se te poda, no analizas primero lo correcto y lo incorrecto, sino que te limitas a aceptarlo con un corazón sumiso. Por ejemplo, puede que alguien diga que hiciste algo mal. Aunque no lo entiendas en tu corazón y no sepas qué has hecho mal, no obstante lo aceptas. La aceptación es primordialmente una actitud positiva. Además, existe una actitud que es ligeramente más negativa, que consiste en mantener silencio y no ofrecer ninguna resistencia. ¿Qué clase de conductas conlleva esto? No argumentas tu razonamiento, no te defiendes ni pones excusas objetivas. Si siempre pones excusas y alegas razones para justificarte, si le cargas la responsabilidad a otros, ¿es eso resistencia? Es un carácter de rebeldía. No debes rechazar, resistirte o argumentar tu razonamiento. Aunque tu razonamiento sea sólido, ¿es eso la verdad? Es una excusa objetiva propia del hombre, no la verdad. No se te está preguntando sobre excusas objetivas: por qué sucedió esto o cómo surgió; en cambio, se te está diciendo que la naturaleza de esa acción no concordó con la verdad. Si tienes conocimiento a ese nivel, sin duda serás capaz de aceptar y no resistirte” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Las cinco condiciones que hay que cumplir para emprender el camino correcto de la fe en Dios). Las palabras de Dios muestran con claridad una senda de práctica. No debería empezar analizando lo correcto o incorrecto cuando enfrento una situación. Aunque todavía no era capaz de ver en qué me había equivocado, primero, debía aceptar los problemas que había señalado mi hermana y hacer introspección. No debía haber tratado de citar razones objetivas, ya que, aunque mis justificaciones fueran correctas, no eran la verdad. Una vez que tuve una mentalidad sumisa, mi corazón se calmó. Entonces, empecé a revisar mi correspondencia reciente con los predicadores del evangelio para ver dónde estaba realmente el problema. Descubrí que solo había pedido información detallada una vez a ciertas personas y que, si no respondían, no volvía a darles seguimiento; otros habían respondido, pero sin dar detalles. En realidad, respecto a estos asuntos, debería haber solicitado la información detallada por escrito y haber respondido a Lin Wei lo antes posible, pero, como no había dado seguimiento al trabajo y no sabía cómo iban las cosas, no pude hacerlo, lo que significaba que Lin Wei no podía ayudarnos a corregir las desviaciones ni a resolver los problemas a tiempo. El progreso lento del trabajo evangélico era, de hecho, mi responsabilidad. Fueron las palabras de Dios las que hicieron que me diera cuenta de mis problemas y pudiera aceptar realmente la guía y la ayuda de Lin Wei con todo mi corazón. Luego, compartí con los predicadores del evangelio y les pedí que aportaran información específica sobre el trabajo evangélico para que pudiéramos corregir las desviaciones con rapidez y asegurar buenos resultados en nuestros deberes. Cuando surgían problemas y dificultades en el trabajo evangélico, informaba de inmediato a Lin Wei y buscaba soluciones con ella. Al mismo tiempo, también empecé, a conciencia, a dar seguimiento al trabajo con frecuencia y a asegurarme de que se implementara adecuadamente. ¡Gracias a Dios! Las palabras de Dios consiguieron este cambio en mí.