90. No puedes cumplir bien con tu deber si siempre te proteges a ti mismo

Por Han Chen, China

Yo trabajaba con Yilin y Yiyang y nos encargábamos de seleccionar sermones en la iglesia. Un día de abril de 2022, los líderes me enviaron una carta que decía: “Yilin no entra en los principios cuando selecciona sermones y su trabajo no obtiene buenos resultados. Tenemos que destituirla. Yiyang y tú obtienen algunos resultados con sus deberes, pero recientemente ha habido irregularidades en su selección de los sermones: han descartado algunos sermones valiosos. Por el momento, las mantendremos en el cargo bajo supervisión”. Cuando me enteré de la noticia, mi corazón se llenó de sentimientos encontrados. Yilin tenía mejor aptitud que yo, pero, aun así, la habían destituido. Mi aptitud y capacidad de trabajo no eran tan buenas como las suyas y no captaba bien los principios. Si volvía a cometer un error al seleccionar sermones, seguro que me destituirían. Ahora, la obra de Dios está a punto de concluir. Si me destituyen y no tengo un deber que hacer, ¿aún tendré la oportunidad de obtener la salvación? Cuando pensé en esto, me sentí extremadamente apesadumbrada. Durante ese tiempo, cada vez que examinaba un sermón lo leía varias veces, ya que temía que me destituyeran si surgía alguna desviación. Sin embargo, cuanto más miedo tenía de cometer un error, menos capaz era de evaluar las cosas de manera correcta y más problemas y desviaciones surgían. Una vez, estábamos evaluando un sermón que me pareció que estaba bien estructurado y contenía una plática bastante práctica. Se lo envié a los líderes para que lo revisaran. Nunca imaginé que los líderes lo leerían y dirían: “Las nociones religiosas en este sermón no se han resuelto. No lo podemos enviar”. Me quedé atónita. “¿Cómo no me di cuenta? Si los líderes ven que no capto los principios y no avanzo en mi deber, ¿me destituirán?”. Luego, me volví muy tímida y carecía de iniciativa al hacer mi deber. Al seleccionar sermones, no me atrevía a expresar con claridad mi propia opinión, ya que temía cometer un error y que me revelaran y destituyeran. Por lo tanto, consultaba todo con los líderes y les pedía que decidieran ellos.

Una vez, las iglesias nos enviaron algunos sermones. Después de leerlos, descubrimos que cuatro de ellos estaban redactados de forma bastante práctica y que podíamos enviarlos. Sin embargo, en mi interior, hacía cálculos: “¿Y si vuelvo a enviar un sermón sin valor porque no lo leí bien? ¿Qué haré si los líderes piensan que no capto los principios y me destituyen? Para estar segura, primero debería enviárselos a los líderes para que los revisen. De ese modo, aunque cometa un error, no seré la principal responsable”. Así que pasé esos sermones a los líderes. A los pocos días, los líderes respondieron con sus sugerencias sobre tres de los sermones y dijeron que los podíamos enviar. Sin embargo, no dijeron nada sobre el otro sermón, el de Zhang Li. Pensé: “Si los líderes no han respondido, ¿será que creen que tiene algún problema? Será mejor que no lo envíe. Así evitaré que surja un problema de principios más adelante y parezca que carezco de discernimiento. Esperaré a que los líderes respondan para decidir si lo envío. Es más seguro así”. Después, me ocupé de otras tareas. Ese sermón quedó retenido durante dos semanas. Durante ese período, Yiyang me recordó que había que enviar ese sermón cuanto antes. Dije: “Esperemos a que los líderes respondan antes de enviarlo. No deberíamos precipitarnos para obtener éxitos a corto plazo”. Yiyang no dijo nada. Un día, los líderes enviaron una carta que decía: “No hemos visto que hayas enviado el sermón que escribió Zhang Li. ¿Qué pasó con ese sermón?”. Solo entonces me di cuenta de que los líderes ya habían respondido sobre el sermón de Zhang Li hacía tiempo y habían dicho que lo podíamos revisar y enviar. Simplemente no habíamos recibido la carta. Cuando recibí la noticia, sentí algo indescriptible en mi corazón. No pude evitar pensar: Yo vi con claridad que el sermón de Zhang Li era bastante práctico y tenía su propio estilo lingüístico. Según los principios, debíamos enviarlo. Pero ¿por qué seguí esperando a que los líderes tomaran una decisión? ¿Qué tipo de carácter corrupto me estaba controlando? Llevé mi estado ante Dios para orar y buscar.

Después, leí estas palabras de Dios: “Hay muchas personas con miedo a asumir la responsabilidad de cumplir con un deber. Su miedo se manifiesta de tres maneras básicas. La primera es que eligen deberes que no exigen asumir responsabilidades. […] En segundo lugar, cuando les acontece una dificultad o se encuentran con un problema, su primer recurso es informarlo a un líder para que este se ocupe y lo resuelva, con la esperanza de que ellas puedan conservar la tranquilidad. No les importa cómo se ocupe el líder del asunto y no le dan importancia; mientras ellas no se hagan responsables, todo bien. ¿Es leal a Dios esta forma de cumplir con el deber? A esto se le llama escurrir el bulto, incumplir con el deber, hacer trucos. Es pura charla, no están haciendo nada real. Se dicen a sí mismas: ‘Si tengo que solucionar esto, ¿qué pasa si termino cometiendo un error? Cuando investiguen quién tiene la culpa, ¿acaso no se encargarán de mí? ¿No recaerá la responsabilidad sobre mí primero?’. Esto es lo que les preocupa. Sin embargo, ¿crees tú que Dios lo escruta todo? Todo el mundo comete errores. Si una persona de intención correcta carece de experiencia y no se ha ocupado anteriormente de algún tipo de asunto, pero lo ha hecho lo mejor posible, eso es visible para Dios. Debes creer que Dios escudriña todas las cosas y el corazón del hombre. Si uno ni siquiera cree esto, ¿no es un incrédulo? ¿Qué puede importar que alguien así cumpla con un deber? En realidad, no importa si cumplen o no con este deber, ¿verdad? Tienen miedo de aceptar la responsabilidad y la evitan. Cuando algo sucede, lo primero en lo que piensan no es en una manera de encargarse del problema, sino que lo primero que hacen es llamar y notificar al líder. Por supuesto, hay algunos que tratan de ocuparse del problema por su cuenta al tiempo que se lo notifican al líder, pero otros no, y lo primero que hacen es llamar al líder, y tras eso se limitan a esperar con pasividad, aguardando instrucciones. Cuando el líder les manda que den un paso, dan un paso. Si el líder les dice que hagan algo, eso hacen. Si el líder no dice nada o no da instrucciones, no hacen nada y solo procrastinan. Si nadie los espolea o los supervisa, no realizan ningún trabajo en absoluto. Dime, ¿está esa persona cumpliendo con un deber? Aunque esté siendo mano de obra, ¡no tiene lealtad! Hay otra forma en que se manifiesta el miedo de alguien a asumir responsabilidades al llevar a cabo un deber. Cuando cumplen con su deber, algunas personas solo hacen un poco de trabajo superficial y sencillo, un trabajo que no conlleva asumir responsabilidades. Descarga sobre otros el trabajo que conlleva dificultades y responsabilidad, y si algo llega a ir mal, culpa a esa gente y no se mete en líos. Cuando los líderes de la iglesia se dan cuenta de que son irresponsables, ofrecen ayuda con paciencia o los podan para que puedan responsabilizarse. Sin embargo, no quieren hacerlo y piensan: ‘Es muy difícil cumplir con este deber. Tendré que aceptar la responsabilidad cuando las cosas vayan mal, y puede que incluso me expulsen y descarten, y ese será el fin para mí’. ¿Qué clase de actitud es esta? Si no tienen sentido de la responsabilidad al llevar a cabo su deber, ¿cómo pueden hacerlo bien? Los que no se gastan por Dios de verdad no pueden llevar a cabo bien ningún deber, y los que temen aceptar responsabilidad solo demorarán las cosas cuando cumplan con su deber. La gente así no es fiable ni formal; solo cumple con el deber para poder comer. ¿Hay que descartar a estos ‘pordioseros’? Sí. La casa de Dios no quiere a esa gente. Estas son las tres manifestaciones de la gente que teme asumir responsabilidades a la hora de cumplir con su deber. Una persona que tiene miedo de asumir la responsabilidad de un deber no es apta para desempeñarlo y no alcanzará siquiera la categoría de mano de obra leal. Hay individuos que son descartados por mostrar esta clase de actitud hacia su deber. Incluso a día de hoy puede que desconozcan el motivo y que sigan quejándose, diciendo: ‘He llevado a cabo mi deber con un entusiasmo ardiente, así que ¿por qué me han echado con tanta frialdad?’. No lo entienden ni siquiera ahora. Quienes no comprenden la verdad se pasan toda la vida sin poder entender por qué los descartaron. Se inventan excusas y continúan defendiéndose, pensando: ‘Que la gente se proteja es algo instintivo y que debe hacerse. ¿Quién no debería cuidarse un poco? ¿Quién no debería pensar un poco en sí mismo? ¿Quién no necesita mantener abierta una vía de escape?’. Si te proteges cada vez que te acontece algo y buscas una vía de escape, una puerta trasera, ¿estás poniendo en práctica la verdad? Eso no es practicar la verdad, sino que es ser esquivo. Ahora cumples con el deber en la casa de Dios. ¿Cuál es el primer principio del cumplimiento de un deber? Cumplir primero con él de todo corazón, sin escatimar esfuerzos, y proteger los intereses de la casa de Dios. Este es un principio-verdad que has de poner en práctica. Protegerse a uno mismo buscándose una vía de escape, una puerta trasera, es el principio de práctica que siguen los no creyentes, y su filosofía más elevada. ¿Acaso no es ser un no creyente pensar primero en uno mismo en todas las cosas y anteponer los propios intereses a todo lo demás sin consideración por nadie, sin ninguna vinculación con los intereses de la casa de Dios ni con los intereses de los demás, pensar primero en los propios intereses y luego en buscar una vía de escape? Eso es precisamente lo que es un no creyente. Este tipo de persona no está en condiciones de cumplir con un deber(La Palabra, Vol. IV. Desenmascarar a los anticristos. Punto 8: Quieren que los demás se sometan solo a ellos, no a la verdad ni a Dios (I)). Las palabras de Dios me permitieron entender que las personas siempre temen asumir responsabilidades cuando cumplen sus deberes. Tienen miedo de cometer errores y que las revelen y destituyan. Cuando surgen problemas, dejan que los líderes tomen las decisiones y siempre se aseguran una vía de escape para proteger sus propios intereses. Este es el principio que siguen los no creyentes cuando se encargan de las cosas. Las palabras de Dios me hicieron sentir como si me apuñalaran el corazón. ¿No me había comportado exactamente así? Cuando destituyeron a Yilin y surgieron desviaciones y problemas en los sermones que había seleccionado y me mantuvieron bajo supervisión, no me presenté ante Dios para buscar la raíz del problema y hallar la verdad para resolverlo. En cambio, lo que me preocupaba era que me destituyeran y me dejaran sin un deber, lo cual me impediría tener buenas expectativas o un buen destino. Vi con claridad que estos sermones eran valiosos y los podíamos enviar, pero temía que, si surgían desviaciones, se expusieran mis propios problemas y me destituyeran. Por lo tanto, los dejé en manos de los líderes para que tomaran la decisión, con la excusa de que no estaba segura. De este modo, si surgían problemas, no sería la única responsable. Cuando los líderes no respondieron, alargué las cosas y esperé, lo que hizo que no enviáramos a tiempo un sermón valioso y el progreso del trabajo se retrasó. En ese momento, pensaba que ya no me precipitaba para obtener éxitos a corto plazo, como lo había hecho antes. Tampoco confiaba tanto en mí misma como antes y creía que era razonable pedir sugerencias a los líderes cuando surgían problemas. Finalmente pude ver que escondía intenciones despreciables en mi interior. Tenía miedo de asumir responsabilidades y usaba métodos taimados para protegerme. ¡Había sido sumamente egoísta y despreciable y extremadamente escurridiza y falsa! Si mis intenciones hubieran sido correctas, en el sentido de tener consideración con el trabajo de la iglesia, debería haber seleccionado los sermones valiosos lo más rápido posible para que pudieran dar testimonio de Dios. Aunque surgieran problemas o desviaciones, podía resumirlos a tiempo y buscar la verdad para resolverlos. De este modo, el número de desviaciones habría ido disminuyendo. Sin embargo, no había creído que Dios lo escruta todo. Temía que me destituyeran y que no tendría el futuro asegurado si cometía un error. Preferí enviar los sermones con retraso para protegerme a mí misma. No tuve la más mínima consideración por el trabajo de la iglesia. Al actuar así, no solo no tendría un buen futuro y destino, sino que también haría que Dios me aborreciera.

Después, leí más de las palabras de Dios: “Algunas personas no creen que la casa de Dios pueda tratar con justicia a la gente. No creen que Dios reine en Su casa y que la verdad reine en ella. Creen que, no importa cuál sea el deber que desempeñe una persona, si surge un inconveniente, la casa de Dios se encargará de esa persona inmediatamente, privándola de su derecho a cumplir con ese deber, enviándola lejos, o incluso expulsándola de la iglesia. ¿Realmente es así como funcionan las cosas? Desde luego que no. La casa de Dios trata a cada persona según los principios-verdad. Dios es justo en Su tratamiento de cada persona. Él no se fija solo en cómo se comporta una persona en un solo caso; mira la esencia-naturaleza de una persona, sus intenciones, su actitud, y se fija en concreto en si una persona puede reflexionar sobre sí misma cuando comete un error, si tiene remordimientos, y si puede penetrar en la esencia del problema basándose en Sus palabras, llegar a comprender la verdad, odiarse a sí misma y arrepentirse de veras. […] Dime, si una persona ha cometido un error pero es capaz de comprender de verdad y está dispuesta a arrepentirse, ¿no le daría una oportunidad la casa de Dios? A medida que el plan de gestión de seis mil años de Dios se acerca a su fin, hay muchos deberes que deben cumplirse. Pero si careces de conciencia o de razón y no atiendes al que es tu trabajo, si has obtenido la oportunidad de cumplir con un deber, pero no sabes atesorarla, no persigues la verdad en lo más mínimo, con lo que permites que se te escape tu mejor momento para ello, entonces serás expuesto. Si eres sistemáticamente superficial en el cumplimiento de tu deber, y no te sometes en absoluto cuando te enfrentas a la poda, ¿te utilizará aún la casa de Dios para cumplir con un deber? En la casa de Dios, lo que reina es la verdad, no Satanás. Dios tiene la última palabra sobre todo. Es Él quien está haciendo la obra de salvar al hombre, es Él quien es soberano sobre todas las cosas. No hay necesidad de que analices lo que está bien y lo que está mal; lo único que tienes que hacer es escuchar y someterte. Cuando te enfrentes a la poda, debes aceptar la verdad y ser capaz de corregir tus errores. Si lo haces, la casa de Dios no te despojará de tu derecho a cumplir con un deber. Si siempre te asusta ser descartado, siempre pones excusas, siempre te justificas, eso es un problema. Si dejas que los demás vean que no aceptas la verdad en lo más mínimo, y se den cuenta de que eres impermeable a la razón, estás en problemas. La iglesia se verá obligada a encargarse de ti. Si no aceptas la verdad en absoluto en el cumplimiento de tu deber y siempre temes ser revelado y descartado, entonces este miedo tuyo está contaminado por una intención humana y un carácter satánico corrupto, además de por la sospecha, la cautela y el mal entendimiento. Ninguna de estas son actitudes que una persona deba tener(La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Tercera parte). Al meditar en las palabras de Dios, por fin me di cuenta de que había estado preocupándome constantemente de que me revelaran y destituyeran y de no tener un buen futuro o destino si cometía un error mientras cumplía mi deber, la razón principal era que no había entendido el carácter justo de Dios ni había creído que la verdad reina en Su casa. La casa de Dios reasigna y destituye a las personas de acuerdo con principios. No las destituye porque hayan hecho una o dos cosas mal o porque haya algunas desviaciones en su trabajo. En cambio, observa el comportamiento coherente de las personas y si pueden aceptar la verdad y corregir las cosas a tiempo cuando ocurren desviaciones y problemas. Pensé en Yilin. Aunque tenía cierta aptitud y algunos dones, solo había perseguido la reputación y el estatus y había ansiado obtener éxitos a corto plazo. Cuando aparecieron desviaciones y problemas en sus deberes, los líderes intentaron guiarla en varias ocasiones, pero ella no reflexionó sobre sí misma, no buscó los principios y causó trastornos y perturbaciones en el trabajo: por eso la destituyeron. En cambio, entre las personas de mi entorno, había una hermana que había sido negligente al seleccionar sermones y había descartado algunos sermones valiosos. Sin embargo, mediante la guía y la poda, pudo aceptarlo, reflexionar sobre sí misma y cambiar las cosas con rapidez. La iglesia aún le dio la oportunidad de cumplir sus deberes. De hecho, la destitución de Yilin fue una llamada de atención para mí. Pensé en por qué habían ocurrido tantas desviaciones y problemas cuando yo seleccionaba sermones y por qué no había progresado mucho. Las razones principales eran que había sido arrogante y vanidosa y que era reacia al cambio. Al cumplir mi deber, había confiado en mi experiencia y había aplicado preceptos con rigidez en lugar de buscar los principios. Como consecuencia, había descartado sermones valiosos y había trastornado el trabajo. Sin embargo, los líderes no me habían destituido debido a las desviaciones y los problemas que habían ocurrido cuando cumplía con mi deber. Hasta habían hablado conmigo para ayudarme a entender mi carácter corrupto y me habían dado una oportunidad para arrepentirme y cambiar. Pero no solo no había aprendido una lección de la destitución de Yilin ni había reflexionado sobre mis propios problemas, sino que había malinterpretado a Dios y me había puesto a la defensiva contra Él. Había visto con claridad sermones que eran valiosos, pero no me había atrevido a tomar una decisión, sino que la había dejado en manos de los líderes. Temía no tener un buen desenlace si cometía un error y me destituían y ya no podía cumplir un deber. Había imaginado que Dios era igual que la humanidad corrupta y que no permitía que las personas cometieran errores y las descartaba en cuanto lo hacían. ¿No era esto calumniar y blasfemar contra Dios? ¡Realmente había sido demasiado perversa y falsa!

Más tarde, leí otro pasaje de las palabras de Dios y obtuve una mayor comprensión sobre mi estado. Dios Todopoderoso dice: “Las personas deben afrontar sus deberes y a Dios con un corazón honesto. Si lo hacen, serán personas que temen a Dios. ¿Qué actitud ante Dios tienen las personas con un corazón honesto? Cuando menos, tienen un corazón temeroso de Dios, un corazón sumiso a Dios en todas las cosas; no preguntan por bendiciones ni infortunios, no hablan de condiciones, sino que se abandonan a la misericordia de la instrumentación de Dios: estas son las personas de corazón honesto. Aquellas que se muestran siempre escépticas ante Dios, que siempre Lo están escrutando, que siempre intentan llegar a un trato con Él, ¿son personas con un corazón honesto? (No). ¿Qué reside en los corazones de estas personas? Falsedad y perversidad; siempre están escrutando. ¿Y qué es lo que escrutan? (La actitud de Dios hacia las personas). Están siempre escrutando la actitud de Dios hacia las personas. ¿Cuál es el problema? ¿Y por qué la escrutan? Porque afecta a sus intereses vitales. En sus corazones, piensan: ‘Dios ha creado estas circunstancias para mí, Él ha hecho que me pase esto. ¿Por qué lo ha hecho? No les ha ocurrido a otras personas, ¿por qué tenía que pasarme a mí? ¿Y cuáles serán las consecuencias después?’. Esto es lo que escrutan, sus ganancias y pérdidas, sus bendiciones e infortunios. Y mientras escrutan estas cosas, ¿son capaces de practicar la verdad? ¿Son capaces de someterse a Dios? No lo son. ¿Y cuál es la naturaleza de las cosas que se producen por los pensamientos en sus corazones? Todas estas cosas son, por naturaleza, en atención a sus propios intereses, por su propio beneficio. […] Las personas que dan un valor especial a sus propios futuros, sinos e intereses escrutan siempre si la obra de Dios es beneficiosa para sus futuros y sinos y para obtener bendiciones. En definitiva, ¿cuál es el resultado de su escrutinio? Lo único que hacen es rebelarse contra Dios y oponerse a Él. Incluso cuando se empeñan en cumplir sus deberes, lo hacen de forma superficial, con un ánimo negativo; en su corazón, no dejan de pensar en cómo sacar provecho y no verse en el lado perdedor. Tales son sus motivos cuando cumplen sus deberes, y de esta forma están intentando hacer un trato con Dios. ¿De qué carácter hablamos? De falsedad y de un carácter perverso. Esto ya no es un carácter corrupto normal, sino que ha escalado a perversidad. Y, cuando existe este tipo de carácter perverso en el corazón de una persona, ¡se trata de una lucha contra Dios! Debéis tener claro este problema. Si las personas siempre escrutan a Dios e intentan hacer tratos cuando desempeñan sus deberes, ¿pueden realizarlos adecuadamente? Por supuesto que no. No adoran a Dios con sus corazones ni con honestidad, no tienen corazones sinceros, están vigilando y, mientras ejecutan sus deberes, siempre conteniéndose, y ¿con qué resultado? Dios no obra en ellas y se confunden y se lían, no entienden los principios-verdad y actúan según sus propias inclinaciones, y siempre se desvían. ¿Y por qué lo hacen? Porque sus corazones carecen de claridad y, cuando les suceden cosas, no reflexionan sobre sí mismas ni buscan la verdad para encontrar una solución, e insisten en hacer las cosas como les apetece, según sus propias preferencias; el resultado de esto es que siempre se desvían cuando cumplen sus deberes. Nunca piensan en la obra de la iglesia ni en los intereses de la casa de Dios, siempre traman para su propio beneficio, siempre hacen planes para sus propios intereses, orgullo y estatus, y no solo cumplen mal sus deberes, sino que también retrasan y afectan a la obra de la iglesia. ¿Acaso no es esto ir por el mal camino y descuidar sus deberes? Si alguien siempre está haciendo planes para sus propios intereses y futuro cuando cumple su deber y no piensa en la obra de la iglesia ni en los intereses de la casa de Dios, entonces esto no es cumplir un deber. Eso es oportunismo, es hacer cosas para su propio beneficio y para obtener bendiciones para sí mismo. De este modo, la naturaleza tras el cumplimiento del deber cambia. No es más que hacer un trato con Dios y querer utilizar el cumplimiento de su deber para alcanzar sus propios objetivos. Esta manera de hacer las cosas muy probablemente perturba el trabajo de la casa de Dios(La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Solo si se buscan los principios-verdad es posible cumplir bien el deber). Las palabras de Dios me permitieron entender que las personas con un corazón honesto no piensan en sus propias ganancias, pérdidas, bendiciones o desgracias cuando cumplen su deber. No intentan hacer tratos con Dios, sino que cumplen su deber con todo su corazón y con toda su mente para complacer a Dios. Al igual que Noé: Dios le pidió que construyera el arca y Noé no se planteó si sería capaz de construirla o no. Solo pensó de todo corazón en cómo completar la comisión de Dios lo antes posible. El corazón puro, honesto y sumiso de Noé se ganó la aprobación de Dios. Las personas falsas y perversas hacen su deber escrutando y observando constantemente y maquinan a cada paso sus futuras posibilidades y sendas. Dios aborrece a este tipo de persona. Al meditar sobre las palabras de Dios, me sentí profundamente conmovida. Comprendí que la manera en la que había tratado mi deber no mostraba en absoluto un corazón genuino. No había mostrado la menor consideración por la intención de Dios. No había pensado en cómo seleccionar lo más pronto posible sermones que cumplieran con el estándar a fin de poder usarlos para predicar el evangelio y dar testimonio de Dios. En cambio, había intentado timar a Dios, me había puesto a la defensiva en todo momento para protegerme a mí misma y había pedido a los líderes que tomaran todas las decisiones. ¡Al cumplir mi deber con esta intención había sido totalmente falsa! Al hacer mi deber, había pensado en mi futuro y destino en todo momento, como si, siempre que no cometiera un error ni me destituyeran, fuera a sobrevivir y a tener un buen destino cuando la obra de Dios terminara. El carácter de Dios es justo y santo. Con una postura defensiva contra Dios al hacer mi deber, no podía recibir Su esclarecimiento y guía. Tenía la cabeza hecha un lío y no podía ver los problemas en los sermones. Si seguía así, solo causaría trastornos y perturbaciones en el trabajo de la iglesia y sin duda me revelarían y descartarían cuando llegara la hora. Cuando lo entendí, sentí miedo en el corazón y me apresuré a orar a Dios arrepentida.

Un día, durante mi práctica devocional, leí estas palabras de Dios y encontré una senda de práctica. Dios Todopoderoso dice: “Que el hombre lleve a cabo su deber es, de hecho, el cumplimiento de todo lo que es inherente a él; es decir, lo que es posible para él. Es entonces cuando su deber se cumple adecuadamente. Los defectos del hombre durante su servicio se reducen gradualmente a través de la experiencia progresiva y del proceso de pasar por el juicio; no obstaculizan ni afectan el deber del hombre. Los que dejan de servir o ceden y retroceden por temor a que puedan existir defectos en su servicio son los más cobardes de todos. […] Aunque el deber del hombre está manchado por su mente y sus nociones, debes cumplir con tu deber y mostrar tu lealtad. Las impurezas en la obra del hombre son un problema de su calibre, mientras que, si el hombre no cumple con su deber, eso muestra su rebeldía(La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. La diferencia entre el ministerio de Dios encarnado y el deber del hombre). “Sea cual sea el deber que cumplas, solo cuando persistas en actuar según los principios-verdad en todas las cosas habrás cumplido verdaderamente con tu responsabilidad. Actuar por inercia, de acuerdo con la forma humana de hacer las cosas, es ser superficial; atenerse a los principios-verdad es el único modo de cumplir adecuadamente el deber y cumplir bien tu responsabilidad. Y cuando cumples tu responsabilidad, ¿no es esa la manifestación de la lealtad? Es la manifestación de cumplir tu deber con lealtad. Solo cuando tengas este sentido de la responsabilidad, esta resolución y este deseo, y esta manifestación de la lealtad con relación a tu deber, será cuando Dios te mirará con favor y aprobación(La Palabra, Vol. V. Las responsabilidades de los líderes y obreros. Las responsabilidades de los líderes y obreros (8)). Las palabras de Dios me dieron una senda de práctica. Dios no nos hace grandes exigencias. No exige que hagamos todo perfectamente, sin cometer errores. Dios nos dará Su aprobación, siempre que tengamos un corazón honesto, hagamos lo que podamos con todo nuestro corazón y alma, corrijamos nuestras intenciones cuando nos enfrentemos a cosas que no podemos discernir y se las comuniquemos a los líderes y a los hermanos y hermanas con los que trabajamos, busquemos juntos los principios, sin esperar con pasividad, y cumplamos con nuestras responsabilidades. Recordé que, cuando seleccionaba sermones en el pasado, era arrogante, confiaba en mi experiencia y no buscaba el principio-verdad, por lo que ocurrían desviaciones. Ahora debo esforzarme más en los principios. Cada vez que seleccione un sermón, debo tener un corazón temeroso de Dios y evaluar las cosas según los principios. Aunque seguirán surgiendo problemas y desviaciones al cumplir mi deber, debo tratarlos de manera correcta, resumir las razones y corregirlas de inmediato. Cuando entendí esto, dejé de pensar en si me destituirían o no y pude dedicar mi corazón a mi deber. En ese período, la cantidad de problemas y desviaciones se redujo de a poco y logré avanzar tanto profesionalmente como en términos de principios. Mi corazón se sintió muy en paz.

Más tarde, me eligieron líder de equipo. Una vez, los supervisores enviaron una carta en la que señalaban que el tema de los sermones que habíamos enviado en esa ocasión no estaba claro y que no compartían la verdad de forma práctica. Preguntaron si los había revisado. ¿Por qué no había visto los problemas que tenían? Cuando leí la carta, mi corazón dio un vuelco. Era cierto que no había visto esos problemas. No pude sino preguntarme: “Si los supervisores ven que he estado cumpliendo este deber durante tanto tiempo, pero aún no capto los principios, ¿pensarán que no soy apta para este deber y me destituirán?”. Después, volví a comportarme con timidez y a carecer de iniciativa en mis deberes. Aunque veía con claridad que algunos sermones eran valiosos, tenía miedo de cometer otro error y que me revelaran, así que se los pasaba a los supervisores para que los evaluaran y revisaran. Me di cuenta de que mi estado no era el correcto y que estaba pensando de nuevo en mis expectativas futuras y las sendas a recorrer. Recordé un pasaje de las palabras de Dios y lo busqué para leerlo. Dios Todopoderoso dice: “Con independencia de la situación o el entorno laboral, las personas a veces cometen errores, y hay ámbitos en los que sus calibres, percepciones y perspectivas se quedan cortas. Esto es normal, y tienes que aprender a manejarlo correctamente. […] Lo que debes hacer es reflexionar inmediatamente sobre ti mismo, y determinar si existe un problema con tus destrezas profesionales o con tus intenciones. Examina si se trata de impurezas en tus acciones o si la culpa es de ciertas nociones. Reflexiona sobre todos los aspectos. Si se trata de un problema de falta de competencia, puedes seguir aprendiendo, buscar a alguien que te ayude a explorar soluciones o consultar con personas del mismo campo. Si las malas intenciones entran en juego, relacionadas con un problema que se puede resolver a través de la verdad, puedes acudir a los líderes de la iglesia o a alguien que entienda la verdad para consultarles y hablar sobre ello. Habla con ellos sobre el estado en el que te encuentras y deja que te ayuden a resolverlo. Si es un asunto que involucre nociones, una vez que las hayas examinado y comprendido, puedes analizarlas y entenderlas, y luego apartarte y rebélate contra ellas(La Palabra, Vol. VI. Sobre la búsqueda de la verdad. Cómo perseguir la verdad (6)). Después de leer este pasaje de las palabras de Dios, mi corazón se despejó y se esclareció. Cuando ocurran desviaciones y problemas en mi deber, debo tratarlos de manera correcta, reflexionar, resumir y buscar la raíz del problema. Luego reflexioné sobre mí misma y descubrí que, al seleccionar sermones, dependía de mi experiencia. Cuando veía que tenían una estructura general, no sopesaba los detalles. Esto significaba que no encontraba algunos problemas. Después, tomé los sermones con problemas y hablé sobre ellos con mis hermanas. Mediante la comunicación y el debate, entendí un poco más las verdades y principios relevantes. A través de estas experiencias, realmente entendí que solo si dejamos de estar a la defensiva y adoptamos una actitud de búsqueda de la verdad podemos obtener el esclarecimiento y la guía de Dios y cumplir bien con nuestro deber.

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