50. ¿Por qué soy tan egoísta?
En mayo de 2020, yo era líder en la iglesia. Colaboraba con la hermana Chen Dan y éramos responsables del trabajo de la iglesia. Nos dividimos las tareas para facilitar el seguimiento del trabajo. Yo estaba a cargo del trabajo evangélico, mientras que Chen Dan se encargaba del trabajo de riego y depuración. Por ese entonces, tuvimos que buscar más trabajadores evangélicos y regadores debido a las exigencias del trabajo. Chen Dan y yo conversamos sobre el asunto y, luego, buscamos gente y organizamos el trabajo por separado. Unos días después, Chen Dan volvió de una reunión y dijo muy emocionada que había asignado a unos hermanos y hermanas de relativamente buena aptitud para regar a los nuevos fieles. En cuanto la oí, me puse nerviosa. Pensé: “Si has asignado a todos ellos para regar a los nuevos fieles, ¿qué haré yo? ¡Todavía me falta gente para el trabajo evangélico! Dentro de poco, tú tendrás todo tu trabajo organizado. ¿No se quedará retrasado el mío? Está claro que yo también debo encontrar con urgencia a trabajadores evangélicos y organizar el trabajo evangélico. De lo contrario, si no completo bien mi trabajo, ¿qué pensarán de mí los líderes superiores y mis hermanos y hermanas? ¿Dirán que no he hecho trabajo real?”. Por lo tanto, cuando me reuní con mis hermanos y hermanas más tarde, hablé únicamente del trabajo evangélico. No me centré en compartir sobre el trabajo de riego. Solo lo mencioné de pasada y sin convicción cuando la reunión estaba a punto de terminar. Aunque oí que mis hermanos y hermanas decían que el trabajo de riego había encontrado ciertas dificultades, hice oídos sordos y no hablé de ello para resolver los problemas. Pensé: “El trabajo de riego es responsabilidad de Chen Dan. Ella debería resolver esos problemas. Lo único que importa es que yo haga bien el trabajo que me corresponde. No puedo preocuparme demasiado por otras cosas”. Cuando informamos sobre nuestro trabajo, vi que los regadores que Chen Dan había encontrado tenían todos relativamente buena aptitud, mientras que mis trabajadores evangélicos tenían una aptitud mediana. Sentí cierta reticencia. “Se ha asignado a todos los trabajadores de buena aptitud para regar a los nuevos fieles, mientras que todos los míos tienen una aptitud mediana. Seguro que los resultados de mi trabajo se verán afectados. Más adelante, si los resultados del trabajo de riego son mejores que los del trabajo evangélico, ¿no pareceré inferior a Chen Dan? ¿Qué pensarán los líderes de mí?”. Al pensar en esto, me puse muy ansiosa, y quise encontrar a más hermanos y hermanas de buena aptitud, que asumieran su carga al hacer su deber, para predicar el evangelio. Pensé en dos hermanas que habían estado regando a los nuevos fieles. Anteriormente, las habían reasignado por no asumir su carga al hacer sus deberes, y ahora estaban en casa practicando devociones espirituales y reflexionando. También había una predicadora que antes había sido destituida. Ahora, todas ellas habían ganado cierta comprensión de sí mismas y también querían hacer deberes, así que yo podría disponer que fueran a predicar el evangelio. Sin embargo, recordé que había escasez de regadores porque, recientemente, muchos nuevos fieles se habían unido a la iglesia. En varias iglesias, no había nadie que pudiera regar a los nuevos fieles y, por lo tanto, lo más apropiado era asignar a estas hermanas para que regaran a los recién llegados. Lo pensé mejor: “Si todas van a regar a los nuevos fieles, aún no tendré suficiente gente para mi trabajo evangélico. Más adelante, si los resultados de mi trabajo no mejoran, ¿no parecerá que carezco de capacidad? ¿Qué pensarán los líderes superiores de mí? Además, ahora también es muy importante predicar el evangelio. Tampoco sería bueno que no hubiera suficiente gente para ello”. Cuando pensé en esto, asigné con urgencia a las tres hermanas para predicar el evangelio de inmediato. Más tarde, no se regó a tiempo a algunos nuevos fieles debido a la escasez de regadores, por lo que una docena de ellos o más dejaron la iglesia. Chen Dan estaba ansiosa y preocupada por esto y se sentía muy abatida. Yo también me reproché a mí misma internamente. Sentía que no había sido responsable con el trabajo y no había mostrado ningún amor hacia Chen Dan. Si Chen Dan y yo hubiéramos podido asignar a las personas de mutuo acuerdo y hubiéramos colaborado, los nuevos fieles no habrían abandonado la iglesia porque no los regaron a tiempo y Chen Dan no habría caído en ese abatimiento. Pero luego pensé también: “El trabajo de riego es responsabilidad de Chen Dan, no es mi responsabilidad principal. Lo que importa es que me ocupe de mi trabajo”. De esta manera, los problemas que surgieron en el trabajo de riego no me inquietaron ni me preocuparon.
Un día, llegó una carta de los líderes superiores en la que nos instaban a hacer progresar el trabajo de depuración de la iglesia. Vi que, como Chen Dan no estaba bien de salud y estaba ocupada con otros trabajos, no había podido dar seguimiento al trabajo de depuración ni implementarlo. Pensé: “¿No se retrasará este trabajo si no se pone en marcha de inmediato? Tal vez debería darle seguimiento e implementarlo”. Pero luego cambié de opinión. “El trabajo de depuración es responsabilidad de Chen Dan. Incluso si lo hago bien, no se considerará mi contribución. Además, ahora mismo el trabajo evangélico es frenético. Si me pongo a dar seguimiento al trabajo de depuración, ¿qué pasará si eso retrasa el trabajo evangélico y los líderes superiores me podan?”. Cuando lo sopesé, abandoné la idea. Esa noche, de repente me empezó a doler la cabeza, como si fuera a explotar. Me di cuenta de que, tal vez, Dios me estaba disciplinando por ser demasiado egoísta y no querer molestarme en hacer el trabajo de depuración. Oré de inmediato a Dios, arrepentida: “Dios mío, sé que el trabajo de depuración no puede retrasarse, pero no quiero involucrarme, ya que el trabajo es responsabilidad de Chen Dan. ¡Soy demasiado egoísta y vil! Estoy dispuesta a rebelarme contra mi carne para dar seguimiento al trabajo de depuración e implementarlo lo más rápido posible”.
A la mañana siguiente, la cabeza me seguía doliendo terriblemente. Me obligué a terminar de implementar el trabajo de depuración y, de a poco, me dejó de doler la cabeza. Cuando volví a casa, reflexioné sobre mí misma. Leí estas palabras de Dios: “En la casa de Dios, todos los que persiguen la verdad están unidos ante Dios, no divididos. Todos trabajan con un objetivo común: cumplir bien con su deber, hacer el trabajo que les corresponde, actuar según los principios-verdad, hacer lo que Dios requiere, y satisfacer Sus intenciones. Si tu objetivo no va en ese sentido, sino en beneficio propio, en aras de satisfacer tus deseos egoístas, entonces se trata de la revelación de un carácter satánico corrupto. En la casa de Dios, los deberes se cumplen según los principios-verdad, mientras que las acciones de los no creyentes se rigen por su carácter satánico. Son dos sendas muy diferentes. Los no creyentes albergan sus propios planes, cada uno tiene sus propios objetivos y planes, y todos viven para sus propios intereses. Es por eso que todos ellos luchan por su propio beneficio y no están dispuestos a renunciar ni a un ápice de lo que obtienen. Están divididos, no unidos, ya que no están orientados a un objetivo común. La intención y la naturaleza detrás de sus actos son las mismas. Están decididos a actuar para sí mismos. Aquí no reina la verdad; lo que sí reina y manda en ello es un carácter satánico corrupto. Están controlados por su carácter satánico corrupto y no lo pueden evitar, por lo cual se hunden cada vez más en el pecado. En la casa de Dios, si los principios, los métodos, la motivación y el punto de partida de vuestras acciones no fueran diferentes a los de los no creyentes, si un carácter satánico corrupto jugara con vosotros, os controlara y manipulara, y si el punto de partida de vuestros actos fueran vuestros propios intereses, reputación, orgullo y estatus, entonces no desempeñaríais vuestro deber en forma diferente a aquella en la cual hacen las cosas los no creyentes” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Tercera parte). Las palabras de Dios me ayudaron a darme cuenta de que las personas que realmente creen en Él y persiguen la verdad son capaces de buscarla y actuar según los principios. Cuando colaboran con otras personas para cumplir con su deber, no son egoístas ni tienen deseos personales. Todo lo que hacen, lo hacen para cumplir bien con su deber y complacer a Dios. En cambio, los no creyentes viven según su carácter satánico. Hacen las cosas solo para proteger sus intereses y urden sus propias tramas cuando colaboran con los demás. Compiten por la fama y el beneficio, son celosos, entran en conflicto, no tienen escrúpulos para alcanzar sus metas personales y se explotan y timan entre ellos. Comparé las palabras de Dios con mi propio estado. Sabía muy bien que había escasez de regadores y que no había nadie para regar a algunos de los nuevos fieles, y sabía muy bien que Chen Dan estaba ansiosa y preocupada por esto. Sin embargo, para proteger mi propia reputación y estatus, forcé que personas buenas en el riego de los nuevos fieles fueran asignadas a la prédica del evangelio. Esto provocó que algunos nuevos fieles abandonaran la iglesia porque no los regaron a tiempo, lo que perjudicó el trabajo de riego. Yo sabía perfectamente que Chen Dan no tenía buena salud y que no había dado seguimiento al trabajo de depuración ni lo había implementado a tiempo, por lo que yo debía ponerlo en marcha lo antes posible. Sin embargo, temía que, si dedicaba tiempo y esfuerzo a esa tarea, el trabajo evangélico se vería afectado y yo no quería quedar mal si los resultados de este último empeoraban. Por lo tanto, me limité a ver cómo el trabajo de depuración se retrasaba, en lugar de involucrarme. Al reflexionar sobre mis actos, vi que en realidad no eran diferentes de los de los no creyentes. Los no creyentes siguen por completo la filosofía de Satanás para los asuntos mundanos. Son especialmente egoístas y viles. Solo se preocupan por sus propios intereses y no les importa en absoluto si los demás viven o mueren. Aunque en teoría yo era una creyente, hablaba y actuaba exactamente como un no creyente. Todo lo que hacía era urdir artimañas para mis propios intereses. Solo me preocupaba por proteger mi reputación y estatus. Me ocupaba del trabajo que tenía a cargo, mientras ignoraba por completo otras tareas y no consideraba en absoluto la obra global de la iglesia. Me mantenía al margen y observaba, sin sentir nada, cómo se perjudicaba la obra de la iglesia. ¡Era realmente demasiado egoísta y vil! ¿Acaso mostré el menor indicio de humanidad o razón en todo esto? ¿Realizar mi deber de esa manera estaba de acuerdo con las intenciones de Dios?
Más tarde, comí y bebí las palabras de Dios que eran relevantes para abordar mi estado. Leí estas palabras de Dios: “Los anticristos no tienen conciencia, razón o humanidad. No solo no tienen preocupación por la vergüenza, sino que también alcanzan otra marca distintiva: su egoísmo y vileza son poco comunes. El sentido literal de su ‘egoísmo y vileza’ no es difícil de captar. Están ciegos a todo lo que no sean sus propios intereses. Cualquier cosa que tenga que ver con sus propios intereses recibe su máxima atención y sufren por ello, pagan un precio, están absorbidos por sus asuntos y solo se dedican a ellos. Todo aquello que no tenga relación con sus propios intereses lo ignoran y no lo tienen en cuenta. Los demás pueden hacer lo que quieran, a los anticristos les da igual que alguien trastorne o perturbe, consideran que esto no tiene nada que ver con ellos. Dicho con tacto, se ocupan de sus propios asuntos. Pero es más acertado decir que este tipo de personas son viles, vulgares y sórdidas. Las definimos como ‘egoístas y viles’. […] Independientemente del trabajo que lleven a cabo, los anticristos no piensan para nada en los intereses de la casa de Dios. Solo consideran si los suyos propios van a verse afectados, solo piensan en ese poquito de trabajo frente a ellos que los beneficia. Para ellos, la obra principal de la iglesia solo es algo que hacen en su tiempo libre. No se la toman en serio para nada. Solo se mueven cuando se los empuja a actuar, solo hacen lo que les gusta y solo hacen el trabajo destinado a mantener su estatus y su poder. A sus ojos, toda labor dispuesta por la casa de Dios, la labor de difundir el evangelio y la entrada en la vida del pueblo escogido de Dios no son importantes. No importa qué dificultades tengan otras personas en su trabajo, qué cuestiones hayan identificado o les hayan informado, o lo sinceras que sean sus palabras, los anticristos no prestan atención, no se involucran, es como si no tuviera nada que ver con ellos. Por muy importantes que sean los problemas que surjan en la labor de la iglesia, ellos son totalmente indiferentes. Incluso cuando tienen un problema delante, solo lo abordan de manera superficial. Solo cuando lo Alto los poda directamente y se les ordena que resuelvan un problema, hacen a regañadientes un poco de trabajo real y le muestran algo a lo Alto. Poco después, siguen con sus propios asuntos. Con respecto a la obra de la iglesia, a las cosas importantes en el contexto más amplio, no les interesan ni les hacen caso. Incluso ignoran los problemas que descubren, y dan respuestas superficiales o titubean cuando se les pregunta por los problemas, y solo los abordan con gran reticencia. ¿Acaso no es esto la manifestación del egoísmo y la vileza? Es más, no importa el deber que estén realizando los anticristos, lo único que les interesa es si va a permitirles pasar a un primer plano. Con tal de que aumente su reputación, se devanan los sesos para idear una manera de aprender a hacerlo, de llevarlo a cabo. Lo único que les importa es si los va a distinguir del resto. Da igual lo que hagan o piensen, solo se preocupan por su propia fama, ganancia y estatus. Sea cual sea la tarea que estén realizando, solo compiten por quién está más arriba o más abajo, quién gana y quién pierde, quién tiene mejor reputación. Solo se preocupan por cuántas personas los idolatran y los admiran, cuántas los obedecen y cuántos seguidores tienen. Nunca hablan con la verdad ni resuelven problemas reales. Nunca consideran cómo hacer las cosas según los principios al cumplir el deber, tampoco reflexionan respecto a si han sido leales, han desempeñado bien sus responsabilidades, si ha habido desvíos o descuidos en el trabajo o hay algún problema, ni mucho menos piensan para nada en lo que pide Dios ni en cuáles son Sus intenciones. No prestan la menor atención a todas esas cosas. Solo se concentran y hacen cosas en aras de la fama, la ganancia y el estatus, para satisfacer sus propias ambiciones y deseos. Esta es la manifestación del egoísmo y la vileza, ¿verdad? Esto expone plenamente que su corazón rebosa con sus propios deseos, ambiciones y exigencias sin sentido. Todo lo que hacen está regido por sus ambiciones y deseos. Hagan lo que hagan, tienen como motivación y origen sus propias ambiciones, deseos y exigencias sin sentido. Esta es la manifestación arquetípica del egoísmo y la vileza” (La Palabra, Vol. IV. Desenmascarar a los anticristos. Digresión cuatro: Resumen de la calidad humana de los anticristos y de su esencia-carácter (I)). Después de leer las palabras de Dios, me di cuenta de que los anticristos son egoístas, viles y carecen de conciencia y razón. Por mucho que se sacrifiquen o se entreguen por su fe en Dios y para cumplir su deber, solo pagan un precio por su propia reputación y estatus, pero no protegen en absoluto el trabajo de la iglesia. Reflexioné sobre mis actos, ¿no eran iguales a los de los anticristos? Para ganar la admiración de los líderes, comparaba los resultados de mi deber con los de Chen Dan en todo momento. Para mejorar los resultados de mi trabajo y proteger mi reputación y estatus, reprimía mi conciencia e iba en contra de los principios, disponía que personas que eran buenas regando a los nuevos fieles fueran a predicar el evangelio, incluso cuando sabía muy bien que había escasez de regadores. Enredaba a la gente bajo mi autoridad para que beneficiaran mi reputación y estatus y no tenía en ninguna consideración el trabajo global de la iglesia. Esto provocó que algunos de los nuevos fieles abandonaran la iglesia porque no se los regó a tiempo. Además, vi que durante mucho tiempo no se dio seguimiento al trabajo de depuración de la iglesia ni se implementó y no estaba dispuesta ni siquiera a preocuparme por preguntar. Era realmente egoísta, avariciosa, vil, malévola y carecía incluso de una pizca de conciencia o razón. Los hermanos y hermanas me habían elegido líder, por lo que debía ser considerada con las intenciones de Dios y proteger el trabajo de la iglesia con el mismo pensar y sentir que los hermanos y hermanas para que pudiéramos traer a más gente a la casa de Dios a aceptar Su salvación. Sin embargo, vivía en todo momento según la filosofía de Satanás para los asuntos mundanos siguiendo venenos como “Cada hombre para sí mismo, y sálvese quien pueda” e “Intenta destacar y sobresalir”. En todo lo que hacía, mi principio era hacerlo para mí misma, para mi propio beneficio. Lo único que hacía era maquinar para mis propios intereses y proteger mi reputación y estatus. Aunque vi partir a los recién llegados, la obra de la iglesia resultó perjudicada, y Chen Dan, la hermana con la que colaboraba, tenía un estado negativo, seguía sin inmutarme. ¡Era tan fría y desalmada! Al comprobar que mis manifestaciones revelaban el carácter de los anticristos, ¡vi que realmente recorría su senda! Cuando lo entendí, me sentí profundamente arrepentida y me odié a mí misma. Oré a Dios en contrición y estuve dispuesta a buscar la verdad para resolver mi carácter corrupto.
Durante mis prácticas devocionales espirituales, leí estas palabras de Dios: “Dios ha hecho un gran trabajo al expresar la verdad y salvar a las personas, y ha puesto todo Su meticuloso esfuerzo en ello. Dios se toma muy en serio esta causa tan recta; ha dedicado todo su meticuloso esfuerzo por esas personas a las que quiere salvar, todas Sus expectativas también se vuelcan sobre estas y los resultados finales y la gloria que quiere obtener de Su plan de gestión de 6000 años se materializarán en ellas. Si alguien rivaliza con Él, se opone, perturba o destruye el resultado de esta causa, ¿lo perdonará Dios? (No). ¿Ofende esto Su carácter? No paras de asegurar que sigues a Dios, que buscas la salvación, que aceptas el escrutinio y la guía de Dios, y que aceptas y te sometes a Su juicio y castigo; no obstante, al mismo tiempo que dices estas palabras, trastornas, perturbas y destruyes las diversas obras de la iglesia. A causa de tu perturbación, trastorno y destrucción, de tu negligencia o abandono del deber, así como de tus deseos egoístas y de que persigues tus propios intereses, se han visto perjudicados los intereses de la casa de Dios, los de la iglesia y multitud de otros aspectos, hasta tal punto que la obra de la casa de Dios ha acabado perturbada y destruida de manera grave. ¿Cómo debe Dios, entonces, sopesar tu desenlace en tu libro vital? ¿Cómo se te debe calificar? Para ser justos, se te debe castigar. Quien siembra vientos, recoge tempestades. ¿Qué entendéis ahora? ¿Cuáles son los intereses de las personas? (Son perversos). En realidad, todos son deseos extravagantes. Dicho sin rodeos, son todos tentaciones, falsedades y cebos utilizados por Satanás para tentar a la gente. Buscar la fama, la ganancia y el estatus, así como los propios intereses: esto es cooperar con Satanás para hacer el mal, es oponerse a Dios. Para obstaculizar la obra de Dios, Satanás crea diversos entornos para tentar, perturbar y desorientar a la gente, y para impedir que siga a Dios y pueda someterse a Él. En cambio, tales personas cooperan con Satanás y lo siguen, se alzan deliberadamente para perturbar y destruir la obra de Dios. Por mucho que Él les comparta la verdad, siguen sin entrar en razón. Por mucho que la casa de Dios los pode, siguen sin aceptar la verdad. No se someten a Dios en absoluto, sino que se empeñan en hacer las cosas a su manera y como les viene en gana. En consecuencia, perturban y destruyen la obra de la iglesia, afectan de manera grave al progreso de las diversas obras de la iglesia y causan un daño enorme a la entrada en la vida del pueblo escogido de Dios. Este pecado es demasiado grande y no cabe duda de que Dios castigará a tales personas” (La Palabra, Vol. IV. Desenmascarar a los anticristos. Punto 9 (I)). Después de leer las palabras de Dios, sentí que Su carácter no tolera que el hombre lo ofenda. Dios ha dedicado todos Sus meticulosos esfuerzos a salvar y ganar a un grupo de personas. Si cumplimos con nuestro deber para proteger nuestros propios intereses y perjudicamos el trabajo de la iglesia, eso equivale a actuar como un siervo de Satanás para destruir y desmantelar. Es hacer el mal y resistirse a Dios. Dios condenará y castigará a este tipo de personas. Pensé, ¿qué papel desempeñé al cumplir mi deber? Como líder de la iglesia, no solo no tomé la iniciativa de proteger el trabajo de la iglesia, sino que aproveché la oportunidad que me brindaba cumplir mi deber para mejorar mi reputación y estatus y competir con la gente por notoriedad y beneficios. Esto trastornó y perturbó el trabajo de la iglesia. Chen Dan y yo colaborábamos en el trabajo de la iglesia. Yo debería haber supervisado y protegido todas las tareas de la iglesia para que el trabajo progresara sin contratiempos. Estos eran los deberes de mi cargo y una responsabilidad que tenía la obligación moral de aceptar. Dividimos las responsabilidades del trabajo para mejorar nuestra eficacia y trabajar mejor, pero eso no significaba que yo no tuviera que estar comprometida con el trabajo que mi hermana tenía a cargo: no podía eludir mi responsabilidad si surgían problemas con cualquiera de las tareas de la iglesia. Sin embargo, fui egoísta y avariciosa. Cuando dividimos nuestras tareas, no trabajé en equipo con mi hermana. Asigné los deberes de las personas de manera contraria a los principios para proteger mi propia reputación y estatus. Esto provocó que los recién llegados se marcharan por falta de riego y perjudicó enormemente el trabajo de la iglesia. Además, la casa de Dios exigió de forma reiterada que el trabajo de depuración se completara lo antes posible para echar y expulsar de la iglesia a los incrédulos, las personas malvadas y los anticristos. De esta manera, el pueblo escogido de Dios podría disfrutar de una buena vida de iglesia y crecer rápidamente en la vida. Sin embargo, aunque veía que no se daba seguimiento al trabajo de depuración ni se implementaba, no quise involucrarme. ¿No era la naturaleza de estos actos lo que permitía que las personas malvadas y los anticristos permanecieran en la iglesia y siguieran haciendo el mal y causando perturbaciones? Al reflexionar sobre los pensamientos que revelé y todo lo que había hecho, me di cuenta de que nada fue para proteger el trabajo de la iglesia o complacer a Dios. Todo fue para rebelarme contra Dios y resistirme a Él, y lo único que eso aportó al trabajo de la iglesia fue trastorno y perturbación. Estaba desempeñando el papel de Satanás, perturbando y desmantelando el trabajo de la iglesia. ¡Me oponía a Dios! El carácter de Dios no tolera que el hombre lo ofenda. Si no me arrepentía y cambiaba, en última instancia, Dios me condenaría y castigaría. Cuando pensé en esto, sentí temor por lo que había hecho y oré a Dios arrepentida: “Dios mío, al cumplir con mi deber, solo protegí mi reputación y estatus personales y perturbé el trabajo de la iglesia. Esto realmente provocó Tu repulsión y odio. Dios, estoy dispuesta a arrepentirme y a colaborar en armonía con Chen Dan para cumplir nuestros deberes con un solo corazón”.
Más tarde, leí más de las palabras de Dios: “No hagas siempre las cosas para tu propio beneficio y no consideres constantemente tus propios intereses; no consideres los intereses humanos ni tengas en cuenta tu propio orgullo, reputación y estatus. Primero debes considerar los intereses de la casa de Dios y hacer de ellos tu prioridad. Debes ser considerado con las intenciones de Dios y empezar por contemplar si ha habido impurezas en el cumplimiento de tu deber, si has sido leal, has cumplido con tus responsabilidades y lo has dado todo, y si has estado pensando de todo corazón en tu deber y en la obra de la iglesia. Debes meditar sobre estas cosas. Si piensas en ellas con frecuencia y las comprendes, te será más fácil cumplir bien con el deber. Si tu calibre es bajo, si tu experiencia es superficial, o si no eres experto en tu ocupación profesional, puede haber algunos errores o deficiencias en tu obra y puede que no consigas buenos resultados, pero habrás hecho todo lo posible. No satisfaces tus propios deseos egoístas ni preferencias. Por el contrario, consideras de forma constante la obra de la iglesia y los intereses de la casa de Dios. Aunque puede que no logres buenos resultados con tu deber, se habrá enderezado tu corazón; si además puedes buscar la verdad para resolver los problemas en tu deber, entonces estarás a la altura en el cumplimiento de este y, al mismo tiempo, podrás entrar en la realidad-verdad. Eso es lo que significa poseer testimonio” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. La libertad y la liberación solo se obtienen desechando la propia corrupción). Las palabras de Dios me señalaron una senda de práctica. Entendí que cuando uno cumple los deberes, debe tener las intenciones correctas, dejar de lado los intereses personales y priorizar el trabajo de la iglesia y los intereses del pueblo escogido de Dios. Cumplir el deber de esta manera es practicar la verdad y dar testimonio. En la casa de Dios, no hay ningún trabajo que pueda completar una sola persona. Los hermanos y hermanas siempre deben compensar las deficiencias de los demás, trabajar juntos en armonía y obtener la obra del Espíritu Santo para completar bien el trabajo. No podía seguir siendo tan egoísta y vil. Debía colaborar con mi hermana, independientemente del trabajo que cada una tuviera a su cargo. Solo al trabajar de esta manera estaríamos de acuerdo con las intenciones de Dios. Por lo tanto, me sinceré con Chen Dan y le hablé sobre mi estado y mi comprensión de mí misma. También propuse que, en el futuro, cualquiera que fuera el trabajo que cada una tuviera a su cargo, ambas trabajaríamos en colaboración, y buscaríamos juntas la verdad para resolver los problemas o dificultades que encontráramos. Chen Dan accedió encantada. Más tarde, Chen Dan y yo organizamos de forma razonable a los trabajadores de acuerdo con las necesidades del trabajo de la iglesia. Reasignamos a dos hermanas que eran buenas regadoras para que fueran a regar a los nuevos fieles, lo que alivió el problema de la falta de regadores.
Desde ahí en adelante, Chen Dan y yo dividimos nuestras tareas, pero seguimos trabajando en equipo. Siempre hablábamos sobre cualquier trabajo que estuviera bajo la responsabilidad de una de nosotras y lo organizábamos juntas. En cuanto a los problemas que no podíamos entender con claridad, orábamos y buscábamos para encontrar verdades relevantes que los resolvieran. Aunque a veces seguía sintiendo que podían resurgir mis intenciones incorrectas, podía orar conscientemente a Dios y practicar la verdad. Una noche, estaba pensando en hacer el trabajo que tenía a cargo cuando, de forma inesperada, Chen Dan mencionó que el estado de la líder del equipo de riego no era bueno. No sabía cómo resolverlo y quería que fuera a la reunión con ella para ayudar a compartir y resolver el problema. Pensé para mí misma: “Si voy a la reunión contigo, ¿no se retrasará mi trabajo? Si te ayudo a resolver este problema, los resultados de tu trabajo mejorarán, pero el mío quedará rezagado. ¿No te admirará la gente a ti?”. Cuando pensé en esto, me di cuenta de que mi estado no era el correcto y oré de inmediato a Dios en mi corazón. Pensé en algunas de las palabras de Dios que había leído antes: “No hagas siempre las cosas para tu propio beneficio y no consideres constantemente tus propios intereses; no consideres los intereses humanos ni tengas en cuenta tu propio orgullo, reputación y estatus. Primero debes considerar los intereses de la casa de Dios y hacer de ellos tu prioridad. Debes ser considerado con las intenciones de Dios” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. La libertad y la liberación solo se obtienen desechando la propia corrupción). Desperté de inmediato. Debía priorizar el trabajo de la iglesia, renunciar a mis intereses personales y cumplir mi deber. Entonces, fui apresuradamente a la reunión con mi hermana. Por medio de reuniones y pláticas, resolvimos el estado de la líder del equipo de riego y mi corazón se sintió tranquilo y en paz.