52. Resolver la ruindad para cumplir bien con nuestro deber
Suelo viajar a otros lugares para capturar fotos y videos que luego se utilizan en la producción de los videos de la iglesia. Cuando comencé, podía seleccionar cuidadosamente este material según los principios, pero luego la cantidad de material aumentó. A veces grababa todo el día y cuando llegaba a casa estaba exhausto. Cuando veía que había tanto material por clasificar, no tenía mucha voluntad de hacerlo. Como la selección del material implica evaluarlo según los principios y considerar el valor de uso de cada elemento, y, especialmente, hay que revisar las fotos una por una. No quería dedicar tanto tiempo y energía a esa tarea porque me parecía muy cansadora. Así que más tarde, al clasificar los materiales, los ojeaba por encima. Mientras el fondo no estuviera muy lleno y se viera bien, decía que era aceptable. Cuando estaba inseguro de algún material, se lo pasaba al supervisor para no tener que evaluarlo según los principios ni esforzarme demasiado. Recuerdo que una vez, después de terminar la grabación, solo revisé el material por encima rápidamente, seleccioné lo mejor y se lo pasé al supervisor. El supervisor lo revisó y me dijo que la tercera parte del material no cumplía con los estándares. O el encuadre no era bueno, o estaba fuera de foco, o la composición era mala. También dijo que revisar mi entrega le llevó el doble de tiempo que las de otras personas. Al escuchar esto, me sentí avergonzado y culpable. Pero no tenía demasiado conocimiento de mis problemas y, cuando grababa material que tenía que ser de mayor calidad, no podía evitar seguir haciéndolo de manera superficial. Grabar esta clase de material implica un control preciso de los ángulos, y ajustes constantes de la dirección de la toma. Todo esto me parecía demasiado agotador mentalmente. Mientras se viera más o menos correcto, estaba bien. Como no era serio en mi trabajo, parte del material no estaba en línea con los principios y no podía utilizarse, y algunas tomas incluso estaban fuera de foco. Había que rehacer trabajos que hubieran podido hacerse de una vez No mucho tiempo después, me podaron duramente. El supervisor me habló sobre mi reciente conducta en mi deber y me podó por hacer mi deber a mi antojo, de un modo superficial. El material que yo grababa siempre debía ser reelaborado y eso desperdiciaba muchas horas de trabajo y recursos. Dijo que yo estaba trastornando y perturbando el trabajo de fotografía y me instó a reflexionar profundamente sobre mi actitud hacia mi deber. Cuando el supervisor se fue, me sentí muy alterado y culpable. Así que me presenté ante Dios y le recé. Le pedí que me guiara para conocerme y resolver ese estado negligente en mi deber.
Después, busqué las palabras de Dios específicamente relacionadas con mi problema. Leí estas palabras de Dios: “Si no pones el corazón en tu deber ni buscas los principios-verdad, si estás confundido y te limitas a hacer las cosas de la manera más sencilla posible, ¿qué clase de mentalidad es la tuya? Es la de hacer las cosas de manera superficial. Si no eres leal a tu deber, si no tienes sentido de la responsabilidad hacia él, ni sentido de la misión, ¿serás capaz de cumplir tu deber adecuadamente? ¿Podrás hacerlo según un estándar aceptable? Y si no eres capaz de cumplir tu deber según un estándar aceptable, ¿podrás entrar en la realidad-verdad? Por supuesto que no. Si cada vez que cumples tu deber no te muestras diligente, no quieres hacer ningún esfuerzo y simplemente sales del paso con la misma despreocupación que si estuvieras participando en algún juego, ¿acaso no supone eso un problema? ¿Qué puedes ganar al cumplir tu deber de esta manera? En última instancia, la gente se dará cuenta de que, cuando lo llevas a cabo, no tienes sentido de la responsabilidad, eres superficial y actúas por mera inercia. En ese caso, corres peligro de ser descartado. Dios escruta todo el proceso mientras cumples tu deber, ¿qué diría Él sobre esto? (Que esta persona no es merecedora de Su comisión ni de Su confianza). Dios dirá que no eres digno de confianza y que deberías ser descartado. No importa qué deber desempeñas o si este es importante o común; si realizas el trabajo que se te ha encomendado de forma superficial, y no pones el corazón en él ni estás a la altura de tu responsabilidad y si no lo percibes como una comisión de Dios ni te lo tomas como tu propio deber y obligación, va a haber problemas. ‘No eres digno de confianza’; estas palabras son definitorias de cómo llevas a cabo tu deber. Lo que quieren decir es que tu cumplimiento del deber no está a la altura y que se te ha descartado; además, Dios dice que tu talante no está a la altura. Si se te confía un asunto y adoptas esta actitud y lo manejas así, ¿se te encomendará alguna otra tarea en el futuro? ¿Se te puede confiar algo importante? En absoluto, a menos que demuestres verdadero arrepentimiento. Sin embargo, en el fondo, Dios siempre albergará hacia ti cierta desconfianza e insatisfacción. Esto será un problema, ¿verdad? Podrías perder toda oportunidad de cumplir tu deber y podrías no salvarte” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. El único camino posible es la lectura frecuente de las palabras de Dios y la contemplación de la verdad). Las palabras de Dios exponían exactamente mi estado. Solo me esforzaba a medias para cumplir con mi deber. No ponía el corazón en hacer las cosas y actuaba de manera superficial e irresponsable. Las personas así tienen una calidad humana pobre, no son fiables, no se puede confiar en ellas. Actualmente, tengo la fortuna de haber recibido el evangelio de Dios de los últimos días y de realizar mi deber en la iglesia. Así, Dios me eleva en gran manera. No obstante, en mi deber yo simplificaba las cosas y las hacía a medias. No quería pagar un precio o actuar según los principios. Al seleccionar los materiales, me limitaba a salir del paso y cuando no estaba seguro, no buscaba los principios para evaluarlos con detenimiento, sino que se los pasaba directamente al supervisor. Esto hacía que el supervisor tuviera que dedicar mucho tiempo y esfuerzo a revisar y filtrar el material que yo grababa y a señalar los problemas de ese material. Esto le generaba una carga innecesaria. Frente al cuestionamiento del supervisor, me sentí un tanto culpable, pero, después, no reflexioné sobre mí. Cuando grababa material que exigía un estándar más alto, yo continuaba simplificando las cosas, sin seguir los principios que requiere la casa de Dios. Solo aspiraba a hacer algo “pasable” cada vez. Eso llevó a que gran parte del material no estuviera en línea con los principios. Lo cual no solo aumentaba el trabajo que el supervisor debía revisar sino que también me obligaba a rehacer el trabajo. Algunos videos que se necesitaban con urgencia se demoraban debido a las reelaboraciones. Realmente no estaba cumpliendo con mi deber en absoluto. Estaba cometiendo el mal y generando trastornos y perturbaciones. La iglesia me encomendó esta tarea, pero yo la simplificaba y la hacía de un modo superficial. No tenía en cuenta en absoluto la efectividad del trabajo. Me di cuenta de que no tenía un corazón temeroso de Dios y que no era alguien digno de confianza.
Luego, cuando leí la enseñanza de Dios sobre la actitud de Noé con respecto a la comisión de Dios, comprendí algo más sobre mí mismo. Dios dice: “Noé apenas había escuchado unos pocos mensajes, y en aquel tiempo Dios no había expresado muchas palabras, así que no cabe duda de que Noé no entendía muchas verdades. No comprendía la ciencia ni los conocimientos modernos. Era un hombre sumamente corriente, un miembro poco notable de la raza humana. Sin embargo, en un aspecto no se parecía a nadie: sabía obedecer las palabras de Dios, sabía cómo seguir y acatar Sus palabras, sabía cuál era la posición que le corresponde al hombre, y era capaz de creer y someterse verdaderamente a las palabras de Dios. Nada más. Estos pocos y sencillos principios fueron suficientes para que Noé lograra todo lo que Dios le había encomendado, y perseveró en ello no solo durante unos meses, años o décadas, sino durante más de un siglo. ¿No es asombrosa esta cifra? ¿Quién podría haber hecho esto sino Noé? (Nadie). ¿Y por qué no? Algunos dicen que porque no entienden la verdad, pero eso no concuerda con los hechos. ¿Cuántas verdades entendió Noé? ¿Por qué fue Noé capaz de todo esto? Los creyentes de hoy en día han leído muchas palabras de Dios, comprenden algo de verdad, entonces, ¿cómo es que son incapaces de esto? Otros dicen que se debe al carácter corrupto de la gente, pero ¿no tenía Noé un carácter corrupto? ¿Por qué pudo hacerlo Noé pero no puede hacerlo la gente de hoy? (Porque la gente de hoy no cree en las palabras de Dios, no las tratan ni las acatan como la verdad). ¿Y por qué son incapaces de tratar las palabras de Dios como la verdad? ¿Por qué son incapaces de acatar las palabras de Dios? (No tienen un corazón temeroso de Dios). Entonces, cuando las personas no tienen ninguna comprensión de la verdad y no han escuchado muchas verdades, ¿cómo surge en ellos un corazón temeroso de Dios? (Deben tener humanidad y conciencia). Eso es. En la humanidad de las personas deben estar presentes las dos cosas más preciosas de todas: la primera es la conciencia, y la segunda es la razón de la humanidad normal. La posesión de la conciencia y la razón de la humanidad normal es el estándar mínimo para ser una persona; es lo mínimo, lo más básico para medirla. Esto está ausente en las personas de la actualidad y, por eso, por muchas verdades que escuchen y entiendan, están lejos de poseer un corazón temeroso de Dios. Entonces, ¿cuál es la diferencia esencial entre las personas de hoy y Noé? (No tienen humanidad). ¿Y cuál es la esencia de esta falta de humanidad? (Son bestias y demonios). ‘Bestias y demonios’ no suena muy bien, pero concuerda con los hechos; una forma más cortés de decirlo sería que no tienen humanidad. Las personas sin humanidad ni razón no son humanos, están incluso por debajo de las bestias. El hecho de que Noé fuera capaz de completar la comisión de Dios se debió a que, cuando oyó las palabras de Dios, fue capaz de conservarlas profundamente en su corazón; para Noé, la comisión de Dios era una empresa para toda la vida, su fe era inquebrantable, su voluntad inalterable durante cien años. Como tenía un corazón temeroso de Dios, era una persona real y tenía la mayor razón, Dios le confió la construcción del arca. Las personas con tanta humanidad y razón como Noé son muy poco comunes, sería muy difícil encontrar a alguien más así” (La Palabra, Vol. IV. Desenmascarar a los anticristos. Digresión dos: Cómo obedecieron Noé y Abraham las palabras de Dios y se sometieron a Él (I)). Noé llevó a cabo la comisión de Dios sin simplificaciones y sin escatimar esfuerzos. Mantuvo el esfuerzo constante durante 120 años y, al final, construyó el arca y cumplió la comisión de Dios. Noé tenía conciencia y razón. Era alguien con humanidad. Luego pensé en mí. Cuando seleccionaba los materiales, simplemente los miraba por encima y actuaba por inercia. No estaba pensando en cómo hacer bien mi deber, es decir, chequeando dónde el material no se ajustaba a los principios, o descubriendo qué me faltaba aprender o qué necesitaba mejorar, o pensando cómo cumplir con mis responsabilidades. En cambio, veía mi deber como una carga y le pasaba las tareas más complejas al supervisor. Mientras tanto, encontraba la manera de tomarme las cosas con calma. ¿Realmente tenía algo de humanidad? Cumplía mi deber poniendo el menor esfuerzo posible, sin considerar en absoluto los requerimientos de la casa de Dios o el impacto que mi conducta tendría en el trabajo. Esta actitud que albergaba hacia mi trabajo era peor que la de un no creyente que trabaja para un jefe. Pensé en cuánto riego y nutrición había disfrutado con las palabras de Dios, y que Dios nos ha dado todo lo que necesitamos para sobrevivir, pero yo no había cumplido con mi responsabilidad como un ser creado. Lo único que había aportado al trabajo de la iglesia eran trastornos y perturbaciones. Sentí un profundo arrepentimiento en mi corazón y le oré a Dios, con la voluntad de cambiar mi actitud superficial y llevar a cabo mi deber correctamente. Después, tomé mayor conciencia de cómo evitaba los problemas comunes en mi deber. También me volví más cuidadoso en la selección del material.
Un tiempo después, el supervisor me asignó grabar un video. Cuando recibí el encargo, me puse muy feliz y pensé: “Esta vez necesito prepararme correctamente y producir un buen trabajo”. Pero todavía carecía de ciertas habilidades y tuve que emplear tiempo en investigar y estudiar. Al principio, pude estudiar y formarme de manera proactiva, pero, unos días después, el video que había filmado todavía no era ideal y tuve que dedicar más tiempo y esfuerzo a estudiar e investigar. Empecé a sentir que todo aquello era demasiado problemático, así que hice algunos ajustes menores en el trabajo original y consideré que era “pasable”. Cuando terminé, se lo mostré a mi hermano compañero. Notó que el video no era fluido y tenía algunos problemas con las transiciones, y me sugirió que volviera a filmar esas secciones. Pensé que eso era demasiado complicado, así que le dije: “El plazo de entrega de este video es bastante ajustado. Mandémoslo como está. Esto es lo mejor que puedo hacer con mis habilidades”. Al ver que yo insistía con el tema, el hermano no presionó más. Luego, el supervisor me dijo: “Estás haciendo tu deber de una manera superficial. Tienes una actitud ruin y tu trabajo es realmente descuidado. Ya no te necesitamos para esta tarea”. Aunque fue solo un breve comentario, lo sentí como un cuchillo clavado en mi corazón. Sentí que la etiqueta de superficial seguía firmemente adherida a mí. No lo entendía. Había tratado de ocuparme a conciencia de mi actitud superficial, entonces ¿por qué no había habido un cambio y por qué seguía siendo superficial en mi deber? Oré a Dios y le pedí que me guiara para poder comprender la raíz del problema. Luego, leí un pasaje de las palabras de Dios y finalmente logré ver mis problemas con cierta claridad. Dios dice: “Es algo propio de un carácter corrupto ocuparse de las cosas de una manera así de frívola e irresponsable: la ruindad es de lo que a menudo habla la gente. En todo lo que hacen lo hacen hasta el punto de ‘está bastante bien’ y ‘suficientemente bien’; es una actitud de ‘tal vez’, ‘posiblemente’ y ‘está al 80 %’; hacen las cosas de manera superficial, están satisfechos haciendo lo mínimo y fingiendo dedicación; no le ven sentido a tomarse las cosas en serio ni a ser meticulosos, y ni mucho menos a buscar los principios-verdad. ¿No es esto propio de un carácter corrupto? ¿Es demostración de una humanidad normal? No lo es. Es correcto denominarlo arrogancia y también es totalmente apropiado llamarlo libertinaje, pero, para plasmarlo a la perfección, la única palabra válida es ‘ruindad’. La mayoría de la gente tiene ruindad en ellos, solo que en diferente grado. En todos los asuntos, desean hacer las cosas de manera superficial y descuidada, y todo lo que hacen huele a mentira. Engañan a los demás y toman atajos cuando pueden, ahorran tiempo cuando tienen ocasión. Piensan para sí que: ‘Mientras pueda evitar ser revelado, no cause problemas y no se me pidan cuentas, entonces me las puedo arreglar con esto. No es necesario que haga un trabajo muy bueno, ¡es demasiado problemático!’. Esas personas no llegan a dominar lo que aprenden ni se aplican o sufren y pagan un precio en el estudio. Solo quieren arañar la superficie de una materia para hacerse llamar expertas en ella, creen que han aprendido todo lo que hay que saber y luego se apoyan en esto para salir del paso. ¿No es esta una actitud de la gente hacia otras personas, acontecimientos y cosas? ¿Es una buena actitud? No lo es. Dicho con simpleza, es ‘salir del paso’. Tal ruindad existe en toda la humanidad corrupta. Las personas con ruindad en su humanidad adoptan el enfoque y la actitud de ‘salir del paso’ en cualquier cosa que hagan. ¿Son capaces estas personas de cumplir con su deber de manera adecuada? No. ¿Son capaces de hacer las cosas con principios? Aún más improbable” (La Palabra, Vol. IV. Desenmascarar a los anticristos. Punto 8: Quieren que los demás se sometan solo a ellos, no a la verdad ni a Dios (II)). Resulta que la razón por la que muchas veces no me tomaba las cosas seriamente en mi trabajo o no seguía los principios y hacía las cosas a medias, para que quedaran “suficientemente bueno” o estuvieran “está bastante bien”, era que mi ruindad era demasiado grave. Cuando pienso en el pasado, me doy cuenta de que siempre cumplí con mi deber de manera superficial, simplificando las cosas siempre que podía. No tenía principios en mi modo de hacer las cosas. Nunca quería esforzarme en pensar las cosas bien o perseguir los mejores resultados porque pensaba que mientras no causara ningún problema grave o me despidieran, todo estaba bien. Simplemente subsistía y holgazaneaba en la casa de Dios. Por ejemplo, cuando capturaba videos, si me hubiera esforzado más y considerado más los principios, podría haber hecho un buen trabajo, pero, en cambio, me conformaba si era “pasable” o “suficientemente bueno”. Incluso usé mi falta de comprensión de los principios como excusa para pasarle al supervisor el material que no sabía cómo evaluar. Cuando el supervisor me pidió que filmara un video, sabía claramente que el video tenía problemas, y mi hermano compañero me sugirió que volviera a filmarlo, pero no quise hacer el esfuerzo extra o pagar un precio y pensé que lo que había montado era suficientemente bueno. Solo quería salir del paso y terminarlo. Me di cuenta de que mi ruindad era realmente grave y de que siempre buscaba atajos en mi deber. Esto dio como resultado materiales que no estaban a la altura y demoró el progreso del trabajo. Llevar a cabo mi deber con tanta ruindad realmente estaba perjudicando a los demás y a mí.
Luego, leí más de las palabras de Dios: “Cómo consideras las comisiones de Dios es de extrema importancia y un asunto muy serio. Si no puedes llevar a cabo lo que Dios les ha confiado a las personas, no eres apto para vivir en Su presencia y deberías ser castigado. Es perfectamente natural y está justificado que los seres humanos deban completar cualquier comisión que Dios les confíe. Esa es la responsabilidad suprema del hombre, y es tan importante como sus propias vidas. Si no te tomas en serio las comisiones de Dios, lo estás traicionando de la forma más grave. En esto eres más lamentable que Judas y debes ser maldecido. La gente debe entender bien cómo tratar lo que Dios les confía y, al menos, debe comprender que las comisiones que Él confía a la humanidad son exaltaciones y favores especiales de Dios, y son las cosas más gloriosas. Todo lo demás puede abandonarse. Aunque una persona tenga que sacrificar su propia vida, debe seguir cumpliendo la comisión de Dios” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Cómo conocer la naturaleza del hombre). “Visto desde fuera, algunas personas no parecen tener problemas graves a lo largo del tiempo que cumplen con sus deberes. No hacen nada abiertamente malvado, no causan trastornos ni perturbaciones, ni tampoco caminan por la senda de los anticristos. En el cumplimiento de sus deberes, no ha aparecido ningún error mayúsculo o problema de principio, sin embargo, sin darse cuenta, en escasos pocos años quedan reveladas como personas que no aceptan la verdad en absoluto, como incrédulos. ¿Por qué es así? Los demás no son capaces de detectar un problema, pero Dios escudriña a esta gente en lo profundo de su corazón, y Él sí lo ve. Siempre han sido superficiales y han carecido de arrepentimiento en el cumplimiento de los deberes. A medida que pasa el tiempo, quedan naturalmente revelados. ¿Qué significa seguir sin arrepentirse? Significa que aunque han cumplido todo el tiempo con sus deberes, siempre han tenido una actitud equivocada respecto a ellos, de superficialidad, que tienen una actitud despreocupada, nunca son concienzudos y mucho menos están dedicando todo su corazón a los deberes. Puede que se esfuercen un poco, pero se limitan a actuar por inercia. No lo dan todo en sus deberes, y sus transgresiones son interminables. A ojos de Dios, nunca se han arrepentido, siempre han sido superficiales, y nunca se ha producido un cambio en ellos; es decir, no renuncian a la maldad que tienen entre manos ni se arrepienten ante Él. Dios no ve en ellos una actitud de arrepentimiento ni un cambio en su actitud. Persisten en considerar sus deberes y las comisiones de Dios con la misma actitud y método. En ningún momento hay algún cambio en este carácter obstinado e intransigente y, es más, nunca se han sentido en deuda con Dios, nunca les ha parecido que su superficialidad sea una transgresión, una malvada acción. En sus corazones no hay deuda, no hay culpa, no hay autorreproche y mucho menos se acusan a sí mismos. Y, a medida que pasa el tiempo, Dios ve que una persona de esta clase no tiene remedio. No importa lo que diga Dios ni cuántos sermones escuchen o cuánta verdad entiendan, su corazón no se conmueve y no alteran o cambian su actitud. Dios ve esto y dice: ‘No hay esperanza para esta persona. Nada de lo que digo toca su corazón ni le hace cambiar. No hay manera de cambiarla. Esta persona no es apta para cumplir con su deber ni para contribuir con mano de obra en Mi casa’. ¿Por qué dice esto Dios? Porque cuando cumplen con su deber y trabajan, son consistentemente superficiales. Da igual cuánto se les pode, y da igual cuánta tolerancia y paciencia se les conceda, esto no tiene efecto y no puede hacerlos arrepentirse y cambiar realmente. No les hace cumplir bien con su deber, no puede permitirles emprender la senda de perseguir la verdad. Entonces esta persona no tiene remedio. Cuando Dios determina que una persona ya no tiene remedio, ¿seguirá manteniendo un férreo control sobre ella? No. Dios la dejará ir” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Tercera parte). Después de leer las palabras de Dios, comprendí que, como seres creados, es perfectamente natural y está justificado que aceptemos la comisión de Dios y realicemos bien nuestros deberes, y deberíamos cumplirlo de todo corazón y diligentemente. Si encaramos nuestro deber con una actitud negligente o frívola, eso es traicionar a Dios y merece un castigo. Aunque realizaba mi deber en la iglesia, no estaba verdaderamente comprometido a hacerlo bien. Siempre era superficial y elegía la manera más rápida y fácil de hacer las cosas. Aun cuando sabía que había problemas, los ignoraba y simulaba no notarlos. En definitiva, esto causaba trastornos y perturbaciones en el trabajo, y yo ni siquiera contribuía con mano de obra acorde al estándar. El supervisor me podó y me recordó que debía llevar a cabo mi deber correctamente, pero seguí obstinado, actuando según mi carácter corrupto. ¡Mi corazón era muy intransigente! Siempre encaraba mi deber con una actitud poco seria e irresponsable. Si no corregía esto, seguramente terminaría siendo descartado por Dios. Pensé en mi hermano compañero, que era muy diligente en su deber y consideraba los principios con detenimiento. Siempre verificaba el material más de una vez, para asegurarse de que no hubiera ningún problema antes de mandarlo. En consecuencia, su deber daba buenos resultados, con muy pocos errores o desviaciones. Sin embargo, cuando yo hacía mi deber tenía que rehacer las cosas constantemente y siempre aparecían problemas. Vi que no era confiable y no tenía integridad ni dignidad.
Luego, encontré en las palabras de Dios una senda por la cual podría cumplir bien con mi deber. Leí que la palabra de Dios dice: “En la actualidad no hay muchas oportunidades para cumplir con un deber, así que debes aprovecharlas cuando puedas. Es precisamente cuando te enfrentas a un deber que debes esforzarte, entonces es cuando debes ofrecerte, gastarte por Dios, y cuando se te requiere que pagues el precio. No te guardes nada, no albergues ningún plan, no dejes ningún margen de maniobra, no te concedas una salida. Si dejas margen, eres calculador o escurridizo y holgazaneas, entonces estás destinado a hacer un trabajo deficiente” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. La entrada en la vida comienza con el cumplimiento del deber). “Cuando la gente cumple el deber, en realidad hace lo que tiene que hacer. Si lo haces ante Dios, si cumples el deber y te sometes a Dios con honestidad y de corazón, ¿no será esta actitud mucho más correcta? Por consiguiente, ¿cómo deberías aplicarla a tu vida diaria? Debes hacer que tu realidad sea ‘adorar a Dios de corazón y con honestidad’. Cuando quieras holgazanear y hacer las cosas por inercia, cuando quieras actuar de manera descuidada y ser un vago, y cada vez que te distraigas o prefieras estar pasándotelo bien, deberías plantearte: ‘Si me comporto de esta manera, ¿estoy siendo indigno de confianza? ¿Pongo el corazón en la realización de mi deber? ¿Estoy siendo desleal al hacer esto? Si hago esto, ¿estoy fracasando en estar a la altura de la comisión que me ha confiado Dios?’. Esa debe ser tu autorreflexión. Si llegas a descubrir que siempre eres superficial en tu deber, que eres desleal y que le has hecho daño a Dios, ¿qué deberías hacer? Deberías decir: ‘En ese momento percibí que algo andaba mal, pero no lo consideré un problema; lo pasé por alto despreocupadamente. Hasta ahora no me he dado cuenta de que en realidad había sido superficial, de que no había estado a la altura de mi responsabilidad. Ciertamente me falta conciencia y razón’. Has detectado el problema y has llegado a conocerte un poco a ti mismo, así que ahora debes dar un giro a tu vida. Tu actitud respecto al cumplimiento de tu deber fue equivocada. Fuiste descuidado con él, como si se tratara de un trabajo extra, y no te dedicaste a ello de corazón. Si vuelves a ser superficial, debes orar a Dios y permitir que te discipline y te reprenda. Debes tener una voluntad semejante en el cumplimiento de tu deber. Solo entonces puedes arrepentirte de verdad. Es posible que únicamente cambies cuando tu conciencia esté limpia y tu actitud hacia el cumplimiento de tu deber se transforme” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. El único camino posible es la lectura frecuente de las palabras de Dios y la contemplación de la verdad). A través de las palabras de Dios, me di cuenta de que nuestros deberes deben llevarse a cabo ante Dios, y de que para hacer esto bien se necesita una actitud honesta. Cuando sentimos el impulso de simplificar las cosas o de ser superficiales, debemos reflexionar acerca de si hemos sido diligentes y responsables en nuestros deberes y si nuestras acciones son dignas de la confianza de Dios. Reflexionando más sobre nosotros mismos, podemos reducir nuestras acciones superficiales. Esto también reducirá las pérdidas causadas al trabajo. En resumen, debemos utilizar nuestras habilidades al máximo, sin escatimar esfuerzos. Así es como podemos cumplir bien con nuestro deber.
En mayo de 2024, estaba supervisando un trabajo técnico. Como era nuevo en esa tarea, me faltaban algunas habilidades técnicas, y en cuanto a los problemas que informaban los hermanos y hermanas, yo apenas comprendía lo que estaba pasando y no tenía claros los detalles. Esto me obligaba a identificar los problemas y encontrar las causas de cada uno de ellos. A veces, cuando había muchos problemas, sentía la tentación de volver a ser superficial, pero pude rebelarme contra esos impulsos de manera consciente. Recuerdo que, una vez, a una hermana no le funcionaba bien su equipo y me preguntó por qué pasaba eso. Yo no conocía bien ese equipo, así que me llevaría tiempo y esfuerzo analizar el problema y resolverlo. Pensé en darle una respuesta vaga basada en lo que yo entendía. Sin embargo, después de escribir la respuesta, me sentí incómodo porque me di cuenta de que otra vez estaba siendo superficial. Recordé que, en el pasado, mi actitud negligente hacia mi deber había generado pérdidas en el trabajo, y sabía que si seguía siendo superficial, no resolvería el problema real y, finalmente, causaría muchas idas y vueltas, la hermana no podría usar el equipo y eso demoraría el trabajo. Debía hacer todo lo posible por analizar el problema exhaustivamente antes de responderle a la hermana. Después, hice el proceso de resolución de problemas y encontré la causa del desperfecto. Practicando de esta manera, me sentí tranquilo. Luego, cuando me enfrentaba a problemas que no podía manejar, buscaba el consejo de los hermanos y hermanas y solo respondía después de confirmar la solución. Después de practicar así durante un tiempo, mi actitud hacia mi deber cambió y logré un progreso significativo en mis habilidades técnicas. Aunque no tengo una comprensión profunda de mi carácter corrupto, estoy dispuesto a confiar en Dios para resolver mi ruindad y cumplir con mi deber de acuerdo con el estándar.