55. ¿Por qué es tan difícil decir la verdad?

Por Doji, Italia

En enero de 2022, comencé a formarme como diaconisa del evangelio en la iglesia. Al principio, no conocía bien a los miembros de la iglesia, había muchos problemas que no sabía cómo desentrañar ni resolver y los resultados de mi deber no eran muy buenos. Al ver que los esfuerzos evangélicos de la iglesia no daban frutos, me angustié mucho. Temía que el líder pensara que yo tenía poca aptitud y niinguna capacidad de trabajo y que reasignara mi deber. Así que, cada vez que surgía un problema, quería encubrirlo para evitar que el líder se diera cuenta de mis problemas.

Un día, durante una reunión para revisar nuestro trabajo, el líder, el hermano Thomas, nos preguntó: “¿Por qué los resultados de su trabajo son tan pobres? ¿A qué se debe?”. Cuando llegó mi turno para responder, me puse nerviosa y no supe qué decir. Ni siquiera había logrado revisar las desviaciones en mi trabajo, así que me pregunté: “Si hablo con sinceridad, ¿pensará el líder que tengo poca aptitud y no puedo hacer trabajo real?”. En ese momento, recordé que, unos días antes, habían reasignado el deber de tres trabajadores evangélicos, así que dije de inmediato: “Reasignaron a varios trabajadores evangélicos, por lo que los resultados han empeorado”. Pero, en mi corazón, tenía claro que esos trabajadores no habían sido eficaces en sus deberes y que su reasignación no afectaría los resultados generales del trabajo. Entonces, el líder me preguntó: “¿Por qué hay tan pocos nuevos fieles que asisten a las reuniones?”. Sabía que algunos hermanos y hermanas no habían compartido con claridad la verdad sobre cómo dar testimonio de la obra de Dios, lo que había causado que no se resolvieran a tiempo los problemas de los nuevos fieles y que, con el tiempo, dejaran de asistir a las reuniones. Además, me faltaba experiencia predicando el evangelio y no había hecho el seguimiento de los detalles del trabajo. No había resuelto esos problemas o dificultades reales y, como consecuencia, los resultados del trabajo habían sido muy malos. Al pensar en estas cosas, me di cuenta de que no había hecho ningún trabajo real. Sin embargo, me preocupaba que si el líder se enteraba, pensaría que me faltaba capacidad de trabajo y que no era apta para ese deber; entonces, me destituiría. Así que dije de inmediato: “Estos trabajadores evangélicos acaban de comenzar su formación y tienen muchas carencias. No se pudieron resolver muchas nociones de los destinatarios potenciales del evangelio, por lo que los resultados no han sido muy buenos”. Al oír esto, el líder no dijo nada más.

Un tiempo después, los resultados del trabajo evangélico en nuestra iglesia seguían sin mejorar. El líder volvió a revisar nuestro trabajo y preguntó por las desviaciones en nuestra labor. Me preocupaba que el líder dijera que tenía muy poca aptitud, que nuestro trabajo aún no había mejorado después de tanto tiempo y que, por lo tanto, no era una candidata adecuada para que me cultivaran. Por tanto, di una larga lista de justificaciones objetivas para esas desviaciones. Al oír esto, el líder se enojó y me podó con severidad. Dijo: “Cada vez que vengo a revisar tu trabajo, te limitas a darme un montón de justificaciones absurdas y siempre hablas de los problemas de los demás, como si tú no tuvieras ninguno. Como diaconisa del evangelio, cuando los resultados del trabajo evangélico son malos, no reflexionas sobre ti misma, sino que siempre echas la culpa a los demás. ¿No estás tratando de encubrir tus propios problemas?”. Me dolió tanto oír esto que me eché a llorar y pensé: “Me has podado con mucha dureza frente a varios compañeros de trabajo. ¿Cómo se supone que voy a guardar las apariencias si haces esto? ¿Creerán también que soy escurridiza y falsa?”. Cuanto más lo pensaba, más dolida me sentía. En mi dolor, oré a Dios: “Dios mío, no sé cómo experimentar esta poda que el líder me ha impuesto tan repentinamente. Te ruego que me esclarezcas para conocerme a mí misma y aprender una lección”.

Durante mis prácticas devocionales, leí un pasaje de las palabras de Dios. Dios dice: “Los seres humanos corruptos saben enmascararse bien. Hagan lo que hagan, o sea cual sea la corrupción que revelen, siempre se tienen que disfrazar. Si algo sale mal o hacen algo malo, quieren culpar a los demás. Desean ser reconocidos por las cosas buenas y culpar a los demás por las cosas malas. ¿Acaso no se da mucho este fenómeno de disfrazarse en la vida real? Demasiado. Equivocarse o disfrazarse: ¿cuál de las dos cosas se relaciona con el carácter? Disfrazarse es una cuestión de carácter, implica un carácter arrogante, perversidad y engaño, Dios lo detesta especialmente. De hecho, cuando te disfrazas a ti mismo, todo el mundo entiende lo que está pasando, pero piensas que los demás no lo pueden ver e intentas por todos los medios discutir y justificarte a ti mismo para guardar las apariencias y hacer que todos piensen que no hiciste nada malo. ¿Acaso no es una tontería? ¿Qué piensan los demás de esto? ¿Cómo se sienten? Con asco y repulsión. Si tras cometer un error puedes tratarlo correctamente, y eres capaz de permitir que todo el mundo hable de él, permites sus comentarios y que lo disciernan, puedes exponerte al respecto y diseccionarlo, ¿qué opinión tendrá todo el mundo de ti? Dirán que eres una persona honesta, porque tu corazón está abierto a Dios. Podrán ver tu corazón mediante tus acciones y comportamientos. Pero si intentas disfrazarte y engañar a todo el mundo, la gente te tendrá en poca estima y dirá que eres un necio y una persona poco prudente. Si no intentas fingir ni justificarte, si admites tus errores, todos dirán que eres honesto y prudente. ¿Y qué te convierte en prudente? Todo el mundo comete errores. Todo el mundo tiene fallos y defectos. Y en realidad, todo el mundo tiene el mismo carácter corrupto. No te creas más noble, perfecto y bondadoso que los demás; eso es ser totalmente irracional. Una vez que tengas claro el carácter corrupto de la gente y la esencia y el verdadero rostro de su corrupción, no intentarás cubrir tus propios errores ni les reprocharás a los demás los suyos; podrás afrontar ambas cosas correctamente. Solo entonces te volverás perspicaz y no harás necedades, lo cual te convertirá en prudente. Aquellos que no son prudentes son gente necia y siempre insisten en sus pequeños errores mientras se esconden entre bastidores. Es repugnante de presenciar. De hecho, lo que haces les resulta obvio al instante a otras personas, pero sigues actuando con total descaro. A los demás les parece la actuación de un payaso. ¿Acaso no es una tontería? Sí. La gente necia carece de sabiduría. No importa cuántos sermones oigan, siguen sin entender la verdad ni ver nada tal y como es realmente. Nunca se bajan de su púlpito, pensando que son diferentes de todos los demás y son más respetables; esto es arrogancia y sentenciosidad, es necedad. Los necios carecen de comprensión espiritual, ¿verdad? Los asuntos en los que te muestras necio e imprudente son aquellos en los que no tienes comprensión espiritual y no puedes entender la verdad fácilmente. Esta es la realidad del asunto(La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Los principios que deben guiar el comportamiento de una persona). A través de las palabras de Dios, me di cuenta de que nadie es perfecto, que todos tienen defectos y deficiencias, que cometen errores en sus deberes y que esto es algo muy normal. A los ojos de Dios, no importa si las personas son estúpidas o cometen errores, Sin embargo, si no admiten sus equivocaciones, si siempre se ponen una máscara y ocultan la verdad de forma intencionada, esconden un carácter satánico arrogante, falso y perverso, lo cual es absolutamente repugnante y detestable para Dios. Pensé en mí misma. Cuando el líder nos pidió que resumiéramos nuestro trabajo, eso expuso muchos de los problemas en mis deberes y me preocupaba darle una mala impresión al líder. Temía aún más perder mi posición como diaconisa del evangelio y la oportunidad de que me cultivaran. Para proteger mi orgullo y estatus, evité a propósito enfrentar mis problemas y solo di algunas justificaciones objetivas para intentar engañar al líder y dije cosas como que los trabajadores evangélicos no podían compartir la verdad con claridad ni resolver los problemas de los recién llegados, y que habían reasignado a algunos trabajadores evangélicos. Eran excusas para explicar el declive de los resultados en mi deber. Use estos pretextos para encubrir mi mala capacidad de trabajo y el hecho de que no había realizado ningún trabajo real, todo con el fin de preservar la impresión que el líder tenía de mí. En realidad, el líder estaba investigando los detalles de nuestros deberes porque quería ayudarme a resolver de manera práctica los problemas que estaba enfrentando, para que yo pudiera desempeñar mejor ese deber, pero yo no estaba dispuesta a aceptarlo de manera positiva y me negaba a sincerarme sobre mis deficiencias. En cambio, me devanaba los sesos buscando excusas para engañar a las personas y fingía ser una persona con buena aptitud y buenas capacidades de trabajo. ¡Era verdaderamente hipócrita y falsa! Dios lo escruta todo, y la severa poda del líder me había despertado. Tenía que examinarme a mí misma de inmediato.

Más tarde, una hermana me envió un pasaje de las palabras de Dios y empecé a ver mis problemas con mayor claridad. Dios Todopoderoso dice: “Las palabras de Satanás tienen cierta característica: lo que él dice te deja rascándote la cabeza, incapaz de percibir el origen de sus palabras. Algunas veces, Satanás tiene motivaciones y habla en forma deliberada, y otras veces, regido por su naturaleza, tales palabras emergen de manera espontánea y salen directamente de la boca de Satanás. Él no dedica mucho tiempo a sopesar esas palabras; en cambio, las expresa sin pensar. Cuando Dios preguntó de dónde venía, Satanás respondió con unas pocas palabras ambiguas. Te sientes muy desconcertado, sin nunca saber exactamente de dónde viene Satanás. ¿Hay alguno entre vosotros que hable así? ¿Qué clase de forma de hablar es esta? (Es ambigua y no proporciona una respuesta definitiva). ¿Qué tipo de palabras deberíamos usar para describir este modo de hablar? Tiene el propósito de despistar y engañar. Supón que alguien no quiere que otros sepan qué hizo ayer. Le preguntas: ‘Te vi ayer. ¿Adónde ibas?’. No te dice directamente a dónde fue, en su lugar contesta: ‘Vaya día fue ayer. ¡Fue agotador!’. ¿Ha contestado tu pregunta? Lo ha hecho, pero no te ha dado la respuesta que tú querías. Es la ‘genialidad’ en el artificio del lenguaje del hombre. Nunca puedes descubrir lo que quiere decir ni percibir el origen o la intención de sus palabras. No conoces lo que él está intentando evitar porque en su corazón él conserva su propia historia; esto es insidia. ¿Algunos de vosotros soléis hablar a menudo de esta manera? (Sí). ¿Cuál es, pues, vuestro propósito? ¿Es a veces proteger vuestros propios intereses, otras mantener vuestro propio orgullo, vuestra propia posición, vuestra propia imagen, proteger los secretos de vuestra vida privada? Cualquiera que sea el propósito, es inseparable de vuestros intereses, está vinculado a ellos. ¿Acaso no es esta la naturaleza del hombre? Todo aquel que tenga este tipo de naturaleza se relaciona de cerca con Satanás, aun si no es de su familia. Podemos decirlo así, ¿verdad? Por lo general, esta manifestación es detestable y aborrecible(La Palabra, Vol. II. Sobre conocer a Dios. Dios mismo, el único IV). Dios pone al descubierto que Satanás habla de manera muy escurridiza y falsa, y siempre da rodeos y confunde a las personas. Su táctica habitual es distraer y despistar. Desorienta a las personas hasta el punto de que no pueden discernir la verdad de los asuntos. Me miré a mí misma a la luz de la exposición de las palabras de Dios. Recordé que cada vez que el líder preguntaba sobre la razón por la que nuestro trabajo había obtenido malos resultados, siempre me negaba a responder sus preguntas de forma directa. Sabía perfectamente que no había hecho ningún trabajo real, pero tenía miedo de que, si decía la verdad, eso afectara la impresión que el líder tenía de mí. Por lo tanto, ante cada pregunta, me devanaba los sesos buscando formas de echar la culpa a los demás y usar justificaciones objetivas para intentar engañar al líder. Incluso distorsioné los hechos e intenté echar la culpa a los trabajadores evangélicos para desviar la atención del líder. Una y otra vez, usé el engaño para tratar de desorientarlo y mentí con una facilidad pasmosa. Mi naturaleza era como la de Satanás. ¡Era verdaderamente perversa! También pensé en que, cuando en el pasado había obtenido buenos resultados en mis deberes, compartía de forma activa mis experiencias exitosas, quería mostrar a todos que tenía capacidad de trabajo y una senda en mi desempeño. Sin embargo, cuando los malos resultados ponían al descubierto mis problemas, guardaba silencio por miedo a que las personas vieran mis fallos y desviaciones. Al recordar esos momentos, me sentí completamente disgustada conmigo misma. En mis deberes, solo pensaba en mi propia fama, ganancias y estatus. Cuando podía quedar bien, no paraba de alardear. Sin embargo, ahora, como no había cumplido bien con mi deber y había perjudicado el trabajo, me había comportado como una tortuga que escondía la cabeza en su caparazón. Cualquier persona con un mínimo de conciencia y razón se sentiría en deuda con Dios si no hubiera cumplido bien con su deber y trataría de encontrar una manera de resolver sus problemas. Pero yo no solo no había hecho ningún trabajo real, sino que encubrí mis problemas y eludí mis responsabilidades para proteger mi estatus, lo que dejó al líder sin conocer la verdadera situación del trabajo y sin poder resolver los problemas a tiempo. ¿Acaso no estaba entorpeciendo el trabajo evangélico? Cuando lo pensé, sentí un poco de miedo, así que oré a Dios, dispuesta a arrepentirme.

Luego, leí un pasaje de las palabras de Dios: “Ya seáis líderes u obreros, ¿tenéis miedo de que la casa de Dios haga indagaciones y supervise vuestro trabajo? ¿Teméis que la casa de Dios descubra lagunas y errores en vuestro trabajo y os pode? ¿Teméis que después de que lo Alto conozca vuestro verdadero calibre y estatura, os vean de manera diferente y no os consideren para un ascenso? Si tienes estos temores, eso demuestra que tus motivaciones no son en aras de la obra de la iglesia, sino que estás trabajando en aras de la reputación y el estatus, lo que evidencia que tienes el carácter de un anticristo. Si tienes el carácter de un anticristo, eres susceptible de recorrer la senda de los anticristos y cometer todo el mal que estos causan. Si, en tu corazón, no temes que la casa de Dios supervise tu trabajo, y eres capaz de brindar respuestas reales a las preguntas e indagaciones de lo Alto, sin esconder nada, y decir todo lo que sabes, entonces, independientemente de si lo que dices es correcto o incorrecto, sin importar la corrupción que reveles, aunque reveles el carácter de un anticristo, de ninguna manera se te definirá como tal. La clave es si eres capaz de conocer tu propio carácter de anticristo y de buscar la verdad a fin de resolver este problema. Si eres una persona que acepta la verdad, tu carácter de anticristo puede corregirse. Si sabes perfectamente bien que tienes el carácter de un anticristo y, sin embargo, no buscas la verdad para resolverlo, si incluso intentas ocultar o mentir acerca de los problemas que ocurren y eludes la responsabilidad y si no aceptas la verdad cuando se te somete a la poda, entonces este es un problema grave, y no eres distinto a un anticristo. Sabiendo que tienes el carácter de un anticristo, ¿por qué no te atreves a enfrentarlo? ¿Por qué no puedes abordarlo con franqueza y decir: ‘Si lo Alto pregunta sobre mi trabajo, diré todo lo que sé, e incluso si las cosas malas que he hecho salen a la luz y lo Alto deja de utilizarme tras enterarse y yo pierdo mi estatus, de todos modos diré claramente lo que tengo que decir’? Tu temor a la supervisión y las indagaciones sobre tu trabajo por parte de la casa de Dios demuestra que valoras tu estatus más que la verdad. ¿Acaso no es este el carácter de un anticristo? Apreciar el estatus por encima de todo es el carácter de un anticristo. ¿Por qué valoras tanto el estatus? ¿Qué beneficios puedes obtener del estatus? Si el estatus te condujera a desastres, dificultades, vergüenza y dolor, ¿lo seguirías atesorando? (No). Hay tantos beneficios que se obtienen al tener estatus, como la envidia, el respeto, el aprecio y los halagos de los demás, así como su admiración y veneración. El estatus también te brinda una sensación de superioridad y privilegio que te confiere orgullo y una sensación de autoestima. Además, al contrario que los demás, puedes disfrutar de ciertas cosas, como los beneficios del estatus y el trato especial. Estas son cosas en las que ni siquiera te atreves a pensar, y son aquello que has anhelado en sueños. ¿Valoras estas cosas? Si el estatus es meramente vano, sin significado real, y defenderlo no sirve para nada, ¿acaso no es una tontería valorarlo? Si puedes dejar de lado cosas como los intereses y los placeres de la carne, entonces la fama, la ganancia y el estatus ya no te atarán. Por tanto, ¿qué es necesario resolver en primer lugar a fin de resolver los problemas relacionados con valorar y perseguir el estatus? En primer lugar, detecta la naturaleza del problema de cometer el mal y hacer trampa, ocultar y encubrir, así como de rechazar la supervisión, las indagaciones y la investigación por parte de la casa de Dios, a fin de gozar de los beneficios del estatus. ¿No se trata eso de resistencia y oposición descaradas contra Dios? Si puedes detectar la naturaleza y las consecuencias de codiciar los beneficios del estatus, el problema de perseguirlo se resolverá. Si eres incapaz de detectar la esencia de codiciar los beneficios del estatus, este problema jamás se resolverá(La Palabra, Vol. IV. Desenmascarar a los anticristos. Punto 8: Quieren que los demás se sometan solo a ellos, no a la verdad ni a Dios (II)). Dios puso al descubierto mi estado con precisión. Tenía miedo de que el líder descubriera mis defectos y deficiencias en mis deberes cuando supervisara el trabajo y tenía aún más miedo de que viera mi poca aptitud y mi falta de capacidad de trabajo y me destituyera. Con el fin de mantener mi estatus, hacía grandes esfuerzos para ocultarme y aparentar, actuaba de forma fraudulenta, distorsionaba los hechos y buscaba formas de eludir mis responsabilidades. Aunque mis trucos y engaños preservaron mi estatus por un tiempo, perjudicaron el trabajo de la iglesia. ¡Estaba recorriendo la senda de un anticristo! Pensé en los muchos anticristos y personas malvadas a mi alrededor que habían sido descartados. Hubo un tiempo en que tenían cargos y los demás los admiraban, pero, en su naturaleza, no amaban la verdad. Ocupaban cargos pero no hacían trabajo real y hasta trastornaban y perturbaban el trabajo de la iglesia para preservar su estatus. En última instancia, los expulsaron por todas las maldades que cometieron. Estos ejemplos del pasado me sirvieron de advertencia y recordatorio. Si no me arrepentía, Dios me descartaría, como lo había hecho con ellos. También entendí que los líderes y obreros indagan sobre el trabajo y lo supervisan para descubrir y resolver problemas y para mejorar el progreso del trabajo y sus resultados. Pero yo era verdaderamente falsa y siempre sospechaba de los líderes y obreros. Pensaba que cuando supervisaban e inspeccionaban el trabajo, destituían a la gente si encontraban el más mínimo problema o desviación. ¡Esa perspectiva que tenía era totalmente absurda!

Más tarde, leí otro pasaje de las palabras de Dios que me dejó más clara la senda de práctica. Dios Todopoderoso dice: “Si, en lo que respecta a la verdad, deseas progresar rápidamente, entonces debes aprender a trabajar en armonía con los demás, a hacer más preguntas y a buscar más. Solo entonces tu vida crecerá rápidamente, y serás capaz de resolver los problemas sin demora, sin ninguna demora en ninguno de ellos. Ya que acabas de ser ascendido y aún estás en periodo de prueba, y además no posees un auténtico entendimiento de la verdad ni la realidad-verdad —porque aún te falta esta estatura— no pienses que tu ascenso significa que posees la realidad-verdad; no es así. Se te selecciona para el ascenso y el cultivo simplemente porque tienes un sentido de carga hacia el trabajo y posees el calibre de un líder. Has de tener tal razón. Si, después de que se te ha ascendido y te has convertido en líder u obrero, comienzas a reafirmar tu estatus y crees que eres alguien que persigue la verdad y que tienes la realidad-verdad, y si, independientemente de los problemas que tienen los hermanos y hermanas, finges que entiendes y que eres espiritual, entonces esta es una estúpida manera de ser, y es la misma de los hipócritas fariseos. Debes hablar y actuar con la verdad. Cuando no entiendas, puedes preguntar a otros o buscar la comunicación de lo Alto; esto no tiene nada de vergonzoso. Aunque no preguntes, lo Alto conocerá tu verdadera estatura, y sabrá que la realidad-verdad está ausente en ti. Lo que deberías hacer es buscar y comunicar; esta es la razón que debería tener la humanidad normal, y el principio al que deberían atenerse los líderes y los obreros. No es algo de lo que haya que avergonzarse. Si piensas que una vez que eres líder es bochornoso no entender los principios o estar preguntando en todo momento a otras personas o a lo Alto, y temes que otros te menosprecien y luego montas un numerito, fingiendo que lo entiendes y lo sabes todo, que tienes capacidad para trabajar, que puedes hacer cualquier trabajo de la iglesia, y no necesitas que nadie te recuerde o comunique contigo, o que alguien te provea o te apoye, entonces esto es peligroso, y eres demasiado arrogante y sentencioso, demasiado falto de razón(La Palabra, Vol. V. Las responsabilidades de los líderes y obreros. Las responsabilidades de los líderes y obreros (5)). Las palabras de Dios me permitieron entender que no se asciende o cultiva a las personas porque puedan hacer bien cualquier tarea o tengan excelentes capacidades de trabajo, sino que se les da una oportunidad de formarse según sus fortalezas. De hecho, cuando alguien comienza a formarse en un deber, es normal que tenga muchas imperfecciones y deficiencias. Las personas que realmente tienen humanidad y razón aprenden de los demás y buscan orientación con un corazón honesto y humilde. Además, se sinceran sobre sus dificultades o desviaciones en su trabajo para que los demás los guíen y ayuden y para entender los principios y resolver los problemas que surgen en sus deberes lo más rápido posible. Por el contrario, las personas con un carácter arrogante intentan ocultarse y disimular cuando enfrentan cosas que no entienden y se niegan a dejar que los demás vean sus problemas y deficiencias. Esto no solo les impide recibir formación práctica y progresar en cualquier área, sino que retrasa el trabajo de la iglesia, lo cual es más grave. En ese momento, sentí que había sido realmente estúpida. Al encubrir siempre mis problemas, no solo vivía con angustia, sino que también perjudicaba el trabajo de la iglesia. Al darme cuenta de esto, oré arrepentida y en silencio a Dios y decidí practicar la verdad, perseguir ser una persona honesta, aceptar la supervisión, las inspecciones, la plática y la orientación de los líderes y obreros y realizar bien mis deberes.

Más tarde, cuando el líder volvió a hacer el seguimiento de nuestro trabajo, practiqué ser una persona honesta y, cuando surgieron problemas en mis deberes, los compartí abiertamente con el líder. Una vez, Thomas preguntó por qué el trabajo evangélico no había progresado mucho recientemente. Al oír esto, me volví a poner nerviosa y pensé: “Ha pasado mucho tiempo y aún no he conseguido hacer ningún progreso real. ¿Pensarán todos que no soy apta para este deber porque tengo poca aptitud?”. En ese momento, recordé un pasaje de las palabras de Dios que había leído. Dios Todopoderoso dice: “Debes buscar la verdad para resolver cualquier problema que surja, sea el que sea, y bajo ningún concepto simular o dar una imagen falsa ante los demás. Tus defectos, carencias, fallos y actitudes corruptas… sé totalmente abierto acerca de todos ellos y compártelos. No te los guardes dentro. Aprender a abrirse es el primer paso para la entrada en la vida y el primer obstáculo, el más difícil de superar. Una vez que lo has superado, es fácil entrar en la verdad. ¿Qué significa dar este paso? Significa que estás abriendo tu corazón y mostrando todo lo que tienes, bueno o malo, positivo o negativo; que te estás descubriendo ante los demás y ante Dios; que no le estás ocultando nada a Dios ni estás disimulando ni disfrazando nada, libre de mentiras y falsedades, y que estás siendo igualmente sincero y honesto con otras personas. De esta manera, vives en la luz y no solo Dios te escrutará, sino que otras personas podrán comprobar que actúas con principios y cierto grado de transparencia. No necesitas ningún método para proteger tu reputación, imagen y estatus, ni necesitas encubrir o disfrazar tus errores. No es necesario que hagas estos esfuerzos inútiles. Si puedes dejar de lado estas cosas, estarás muy relajado, vivirás sin limitaciones ni dolor y completamente en la luz(La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Tercera parte). Las palabras de Dios me dieron la motivación para practicar la verdad. Dios ama a las personas honestas y a quienes cumplen sus deberes de manera pragmática. Estas personas no se ocultan ni se disfrazan e, independientemente de la corrupción o deficiencias que tengan, son capaces de compartir con todos de manera sencilla y abierta y de buscar la verdad para resolver esos problemas. Esta es la senda correcta y solo de esta manera una persona puede vivir libremente y sentirse libre. No podía seguir disimulando. Tenía que ser una persona honesta. Tenía que revelar mi verdadero yo a todos, independientemente de cómo los demás llegaran a verme. Tenía que priorizar el trabajo de la iglesia y practicar según las palabras de Dios. Con esto en mente, me sinceré sobre mis dificultades reales. Todos aportaron algunas sugerencias para el trabajo de seguimiento basándose en mis problemas y el líder también compartió conmigo cómo mejorar la eficacia del trabajo y los principios para supervisar el trabajo evangélico. Más tarde, practiqué durante un tiempo según la senda que todos habían sugerido, los resultados del trabajo evangélico mejoraron de a poco y los hermanos y hermanas se motivaron más en sus deberes. ¡Me sentí verdaderamente agradecida con Dios! Pero, al mismo tiempo, estaba avergonzada y arrepentida, porque había dependido de mi carácter corrupto en mis deberes y había intentado proteger mi orgullo y estatus constantemente, lo que había retrasado el trabajo de la iglesia. Ahora, ya no me devano los sesos buscando excusas ni me oculto y me siento mucho más relajada y tranquila. Sé que aún estoy lejos de ser una persona verdaderamente honesta, pero, de ahora en adelante, estoy dispuesta a entregar mi corazón a Dios en mis deberes y a buscar ser una persona honesta que acepte Su escrutinio y la supervisión de los demás.

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