29. Ya no evito la adversidad

Por Liu Jie, China

En agosto de 2023, era líder en una iglesia. El día 29, llegó una carta de los líderes superiores que decía que, en los últimos días, el PCCh había puesto a dos iglesias cercanas en el punto de mira y había arrestado a muchos hermanos y hermanas. Los líderes me preguntaban si sabía algo sobre la situación allí. Cuando terminé de leer la carta, me quedé atónita. “¿Cómo pudieron arrestar de nuevo a tantos hermanos y hermanas? Es probable que los líderes me hayan enviado esta carta para ver si soy capaz de ir a lidiar con las consecuencias. Aunque no entiendo la situación allí, tengo cierta experiencia previa de haber lidiado con las consecuencias. Si voy, podría hacer esa tarea. Además, dado que han arrestado a tantos hermanos y hermanas de esas iglesias, será difícil encontrar personas para lidiar con las consecuencias”. Pero luego tuve otro pensamiento: “Es demasiado peligroso lidiar con las consecuencias. La policía me está buscando. Si voy, podrían arrestarme a mí también. En todo caso, no entiendo realmente lo que ocurre en esas iglesias y, además, los líderes no me han dicho que vaya. Lo mejor es que no me ofrezca de voluntaria para esa tarea”. Por lo tanto, respondí que nunca había estado allí y dije que no entendía la situación. No esperaba que, apenas envié esa carta, llegara otra de los líderes superiores, que decía que yo debía ir a esas dos iglesias para lidiar con las consecuencias. Los líderes también me pasaron una lista de las diecisiete personas que habían arrestado, que eran los líderes de la iglesia y las personas que cumplían otros deberes importantes. En la carta, los líderes superiores también compartieron conmigo algunas sendas para lidiar con las consecuencias; me pidieron que buscara a la hermana Zhou Na, que se encontraba allí, para trabajar con ella; y me instaron a orar mucho a Dios y a que tuviera mucho cuidado. Cuando leí esto, mi corazón se sintió extremadamente incómodo. Pensé en que habían arrestado a tantos hermanos y hermanas de esas iglesias que había muy pocas personas capaces de lidiar con las consecuencias. Tenía cierta experiencia en este ámbito y estaba capacitada para hacer este deber, pero había elegido quedarme al margen porque tenía miedo de que me arrestaran, ya que temía por mi propia seguridad y no estaba dispuesta a hacer el trabajo a menos que me lo pidieran específicamente. Cuando las cosas me sucedían, lo único que consideraba eran mis propios intereses y no tenía ninguna consideración con los intereses de la iglesia. ¡Era demasiado egoísta! Por lo tanto, respondí a los líderes y les dije que estaba dispuesta a lidiar con las consecuencias. Pero entonces pensé: “Han arrestado a la mayoría de los líderes y obreros de estas dos iglesias. Si algunos de ellos no pueden soportar la tortura y se convierten en un judas, ¿no estaré yendo directamente a que me arresten? El PCCh también me está buscando, así que, si me arrestan, seguro que me someterán a una tortura mucho peor que a los demás. Aunque no me maten a golpes, quedaré discapacitada”. Cuando pensé en esto, sentí mucho miedo en mi corazón. Sin embargo, el deber me llamaba, por lo que no podía ser egoísta y despreciable y pensar solo en mí misma. Así que oré a Dios y le supliqué que me guiara. Pensé en las palabras de Dios: “Por muy difícil que sea, debes pagar el precio con tu deber y con lo que tienes que hacer y, por encima de eso, con la comisión que te ha asignado Dios y es tu obligación, así como con el importante trabajo ajeno a tu deber, pero que es necesario que hagas, el trabajo que se te ha encomendado y para el que se te ha designado. Aunque tengas que aplicarte en ello al máximo, aunque se cierna sobre ti la persecución, y aunque pongas en riesgo tu vida, no debes lamentar el coste, sino ofrecer tu lealtad y someterte hasta la muerte. Así es como se manifiesta en la realidad la búsqueda de la verdad, su gasto y su práctica real(La Palabra, Vol. VI. Sobre la búsqueda de la verdad. ¿Por qué debe el hombre perseguir la verdad?). Las palabras de Dios me hicieron entender que la llamada del deber era la forma en que Él me verificaba. Dios quería ver mi actitud hacia mi deber y si tenía fe en Él y me sometía. Aunque lidiar con las consecuencias era peligroso, me habían designado para este deber. Tenía que cumplir bien con este deber, incluso si debía pagar cualquier precio por ello. Lo más importante era proteger las ofrendas de Dios y evitar que se perdieran. Pensé en cómo la casa de Dios me había regado y cultivado todos estos años. Ahora, en este momento crítico, tenía que proteger el trabajo de la iglesia. No podía seguir pensando solo en mí misma y escondiéndome en mi caparazón como una tortuga. Por lo tanto, oré a Dios: “Querido Dios, soy un ser creado y es perfectamente natural y justificado que me someta a Ti. No debo tener mis propias elecciones y exigencias. Aunque soy débil, estoy dispuesta a considerar Tu intención y a no quedarme con ningún remordimiento en mi deber. Te ruego que me guíes y orientes”.

El 31 de agosto, llegué a una de las iglesias cercanas y me reuní con Zhou Na. Ella me dijo que, en esta ocasión, el PCCh había enviado a muchos policías para arrestar a los hermanos y hermanas. Habían arrestado a los dos líderes, al diácono del evangelio y a los hermanos con el deber de acogida. No quedaba ni un solo hogar seguro. Pensé: “Han arrestado a muchísima gente. Parece que la policía los ha estado siguiendo y vigilando durante mucho tiempo. ¡Es demasiado peligroso cumplir deberes aquí!”. Cuando lo pensé, sentí mucho miedo en mi corazón. Oré a Dios con el corazón y recordé Sus palabras: “Independientemente de lo ‘poderoso’, lo audaz y ambicioso que sea Satanás, de lo grande que sea su capacidad de infligir daño, del amplio espectro de las técnicas con las que corrompe y atrae al hombre, lo ingeniosos que sean los trucos y las artimañas con las que intimida al hombre y de lo cambiante que sea la forma en la que existe, nunca ha sido capaz de crear una simple cosa viva ni de establecer leyes o normas para la existencia de todas las cosas, ni de gobernar y controlar ningún objeto, animado o inanimado. En el cosmos y el firmamento no existe una sola persona u objeto que haya nacido de él o que exista por él; no hay una sola persona u objeto gobernados o controlados por él. Por el contrario, no solo tiene que vivir bajo el dominio de Dios, sino que, además, debe someterse a todas Sus órdenes y Sus mandatos. Sin el permiso de Dios, le resulta difícil incluso tocar una gota de agua o un grano de arena sobre la tierra; ni siquiera es libre para mover a las hormigas sobre la tierra, y mucho menos a la humanidad creada por Dios(La Palabra, Vol. II. Sobre conocer a Dios. Dios mismo, el único I). Las palabras de Dios me dieron fe. Dios gobierna y es soberano sobre todas las cosas. Satanás también está en Sus manos. Sin el permiso de Dios, por muy desenfrenado que esté Satanás, no podrá hacerme nada. Está en manos de Dios que me arresten o no. Al día siguiente, Zhou Na y yo fuimos a buscar a las personas que custodiaban las ofrendas y los objetos de la iglesia. De común acuerdo, oramos a Dios y hablamos sobre cómo trabajar juntas. En pocos días, logramos sacar y trasladar de manera segura los objetos y las ofrendas de la iglesia. Vi la protección y la guía de Dios, y me sentí muy agradecida de corazón con Él.

Inmediatamente después, Zhou Na y yo fuimos a la otra iglesia. Habían arrestado a casi todos los líderes y diáconos de esta iglesia. Solo el diácono del evangelio había conseguido que no lo arrestaran, y ni siquiera había un hogar donde pudiéramos descansar. No tuvimos más opción que acordar reunirnos con el diácono del evangelio en un campo de maíz o en las colinas para hablar del trabajo. En ese momento, había muchas dificultades en el trabajo y no podíamos resolverlas todas a la vez. Me sentía débil en mi corazón y vivía sumida en las dificultades. Oré a Dios y le supliqué me esclareciera y guiara. Después de orar, recordé las palabras de Dios: “La mayor sabiduría es recurrir a Dios y ampararse en Él para todo(La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. La fe en Dios debe empezar por comprender las tendencias malvadas del mundo). Mi corazón se alegró de repente. “Sí, debo confiar en Dios. Él tiene la autoridad y el poder para controlar los cielos, la tierra y todas las cosas. Si confío en Dios, nada es difícil de lograr”. Las palabras de Dios eran como un salvavidas que me daba fe y fortaleza. Empecé a reflexionar sobre qué hacer al no tener una casa de acogida segura. Entonces, me di cuenta de que, si lograba que una hermana alquilara una casa, ¿no tendríamos un lugar donde quedarnos y hablar del trabajo? Le conté de inmediato esta idea a Zhou Na. Las dos llegamos a un consenso y ese mismo día fuimos a buscar a una hermana para hablar con ella sobre el asunto. Sin embargo, en ese momento aún tenía ciertos recelos. El entorno era muy peligroso. ¿Aceptaría la hermana? No me esperaba que ella dijera que estaba en pleno proceso de alquilar una casa para acogernos. Increíblemente, habíamos tenido la misma idea. Me sentí profundamente conmovida. Las dos tomamos la mano de la hermana en señal de gratitud y, sin querer, se nos caían las lágrimas de los ojos. Entendí profundamente que todo esto era la guía de Dios. En mi momento de mayor debilidad y dificultad y de mi peor sufrimiento, confié en Dios y vi Su mano. Vi cómo Dios protegía Su obra al preparar de antemano a una candidata para acogernos y nos abría un camino para seguir adelante. No paraba de agradecer a Dios en mi corazón. Después, me enteré de que, tras el arresto de la diaconisa de asuntos generales Lin Xi, su hijo gastó cierto dinero y pidió a un contacto que solicitara su libertad bajo fianza. Lin Xi dijo que la policía la había torturado. Le dieron puñetazos, patadas y bofetadas y la electrocutaron con una porra eléctrica. También le echaron aceite de mostaza, la rociaron con agua fría y, luego, la escaldaron con agua caliente. Le dieron una paliza tan brutal que su rostro quedó amoratado y se le incrustaron tanto las esposas en la carne que no se las podían quitar. También oí que habían atizado a la líder de la iglesia, la hermana Li Shuang, hasta dejarla irreconocible. Cuando oí todo esto, sentí un gran miedo en mi corazón. Me flaqueaba todo el cuerpo y me dolía tanto el corazón que sentí como si me hubieran apuñalado. Pensé: “Estoy lidiando con las consecuencias, por lo que a veces tengo que trasladar en persona las ofrendas y los libros de las palabras de Dios. Cumplir mi deber aquí es como arrebatar las ofrendas de las garras de la policía. Hoy en día, hay cámaras y videovigilancia en todas partes, y soy una persona buscada. Estoy en peligro de que me arresten en cualquier momento. Si me arrestan mientras traslado los libros de las palabras de Dios, ¿cómo me torturarán? Lin Xi tiene 78 años y, aun así, la golpearon cruelmente hasta que casi la matan. Si me arrestan, no sé qué torturas me infligirá la policía. ¿No me matarán a golpes? Ni siquiera sé si saldré con vida de la cárcel. Si no puedo soportar la tortura y me convierto en una judas, entonces, mi vida como creyente en Dios se habrá acabado y no tendré ninguna oportunidad de salvación”. Cuanto más lo pensaba, más atemorizada me sentía. No me quedaban fuerzas en el cuerpo, y hasta sentía cierto remordimiento. “Ahora estoy realmente en el ojo del huracán. ¿Por qué no lo pensé bien antes de aceptar este deber de forma tan precipitada? ¿Cómo pude ser tan estúpida?”. Me di cuenta de que mi estado no era el correcto y oré a Dios: “Querido Dios, he oído que el gran dragón rojo ha arrestado a muchos líderes y obreros, ha golpeado a las hermanas hasta dejarlas irreconocibles y las ha torturado de muchas maneras. Mi corazón es débil, tengo miedo y estoy viviendo con cobardía. Querido Dios, ¡te ruego que me guíes y orientes, y que me des la fe y la fortaleza para no dejarme intimidar por la oscura influencia del PCCh!”.

Después de orar, recordé una frase de las palabras de Dios: “Debe seguir cumpliendo la comisión de Dios”. Busqué el pasaje para leerlo. Dios Todopoderoso dice: “Cómo consideras las comisiones de Dios es de extrema importancia y un asunto muy serio. Si no puedes llevar a cabo lo que Dios les ha confiado a las personas, no eres apto para vivir en Su presencia y deberías ser castigado. Es perfectamente natural y está justificado que los seres humanos deban completar cualquier comisión que Dios les confíe. Esa es la responsabilidad suprema del hombre, y es tan importante como sus propias vidas. Si no te tomas en serio las comisiones de Dios, lo estás traicionando de la forma más grave. En esto eres más lamentable que Judas y debes ser maldecido. La gente debe entender bien cómo tratar lo que Dios les confía y, al menos, debe comprender que las comisiones que Él confía a la humanidad son exaltaciones y favores especiales de Dios, y son las cosas más gloriosas. Todo lo demás puede abandonarse. Aunque una persona tenga que sacrificar su propia vida, debe seguir cumpliendo la comisión de Dios(La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Cómo conocer la naturaleza del hombre). Al meditar en las palabras de Dios, entendí que el deber es una comisión que Dios da a las personas y una responsabilidad que las personas están moralmente obligadas a aceptar. Si no puedes cumplirlo, no mereces vivir. Pensé en los santos de los tiempos pasados. Para cumplir con la comisión de Dios, predicaron Su evangelio por todo el mundo. Incluso si derramaban su sangre y daban sus vidas, nunca sucumbieron ante las fuerzas de Satanás y siguieron propagando el evangelio de Dios sin vacilar ni dudar. Sin embargo, cuando este deber recayó sobre mí, no lo vi como un honor. En cambio, viví con cobardía porque temía que me arrestaran. Lo único que consideré fueron mis propios intereses, ganancias y pérdidas. Cuando enfrenté el peligro, quise huir. Aunque no me habían arrestado y torturado realmente, ya había empezado a lamentar haber aceptado este deber y ya había traicionado a Dios en mi corazón. Al compararme con los santos de los tiempos pasados, ¡me sentí realmente avergonzada! Ellos fueron capaces de dar semejante testimonio, incluso sin haber leído muchísimas de las palabras de Dios. En cambio, yo, después de haber creído en Dios durante muchos años y haber comido y bebido muchísimas de Sus palabras, en el momento crítico, fui incapaz de ser considerada con Sus intenciones y no demostré ninguna lealtad en mi deber. ¡Me faltaba demasiada conciencia y humanidad!

Leí más de las palabras de Dios: “Los anticristos son extremadamente egoístas y despreciables. No tienen verdadera fe en Dios, y mucho menos lealtad a Él. Cuando se topan con un problema, solo se protegen y se salvaguardan a sí mismos. Para ellos, nada es más importante que su propia seguridad. Siempre y cuando puedan vivir y no los detengan, no les importa el daño causado a la obra de la iglesia. Estas personas son egoístas hasta el extremo, no piensan en absoluto en los hermanos y hermanas ni en la obra de la iglesia, solo en su propia seguridad. Son anticristos. Entonces, cuando les ocurre lo mismo a los que son leales a Dios y tienen verdadera fe en Él, ¿cómo lo gestionan? Lo que hacen, ¿de qué modo difiere de lo que hacen los anticristos? (Cuando esas cosas les suceden a quienes son leales a Dios, buscan la manera de salvaguardar los intereses de la casa de Dios, de proteger Sus ofrendas para que no sufran pérdidas, y hacen los arreglos necesarios para los líderes y obreros y los hermanos y hermanas, para minimizar las pérdidas. Los anticristos, en cambio, se aseguran de protegerse a sí mismos primero. No les importa la obra de la iglesia ni la seguridad del pueblo escogido de Dios, y cuando la iglesia se enfrenta a detenciones, eso ocasiona un perjuicio a la obra de esta). Los anticristos abandonan la obra de la iglesia y las ofrendas de Dios, y no organizan que la gente se ocupe de la situación posterior. Eso equivale a permitir que el gran dragón rojo se apodere de las ofrendas de Dios y de Su pueblo escogido. ¿No es eso una traición encubierta a las ofrendas de Dios y a Su pueblo escogido? Cuando los que son leales a Dios tienen claro que es peligroso un entorno, pese a ello aceptan el riesgo de hacer la tarea de ocuparse de la situación posterior y mantienen en mínimos las pérdidas a la casa de Dios antes de retirarse. No priorizan su propia seguridad. Dime, en este perverso país del gran dragón rojo, ¿quién podría asegurar que no hay peligro alguno en creer en Dios y cumplir con un deber? Cualquiera que sea el deber que uno asuma, conlleva cierto riesgo; sin embargo, el cumplimiento del deber es una comisión de Dios y, al seguir a Dios, uno ha de asumir el riesgo de cumplir con su deber. Uno debe hacer un ejercicio de sabiduría y ha de tomar medidas para garantizar su seguridad, pero no debe priorizar su seguridad personal. Debe tener en cuenta las intenciones de Dios y priorizar el trabajo de Su casa y la difusión del evangelio. Lo principal, y lo primero, es cumplir con la comisión de Dios para uno. Los anticristos dan máxima prioridad a su seguridad personal, creen que lo demás no tiene que ver con ellos. No les importa que le pase algo a otra persona, sea quien sea. Mientras no les pase nada malo a los propios anticristos, ellos están tranquilos. Carecen de toda lealtad, lo cual viene determinado por la esencia-naturaleza de los anticristos(La Palabra, Vol. IV. Desenmascarar a los anticristos. Punto 9 (II)). Las palabras de Dios expusieron la naturaleza egoísta y despreciable de los anticristos. Me di cuenta de que, cuando el peligroso entorno de los arrestos del gran dragón rojo sobreviene a los anticristos, ellos buscan protegerse a sí mismos en todo momento. Ponen su propia seguridad por encima de todo y nunca son considerados con los intereses de la casa de Dios. Hasta abandonan las ofrendas de Dios para salvaguardar su propia seguridad. Al relacionar esto con las palabras de Dios, lo comparé con lo que yo había revelado y descubrí que era igual que un anticristo. Cuando oí que la policía había movilizado a muchos oficiales en esta ola de arrestos, que habían sometido a los hermanos y hermanas arrestados a varias formas de tortura, que habían golpeado a Li Shuang hasta dejarla irreconocible, y que ni siquiera habían perdonado a Lin Xi, que tenía 78 años, tuve miedo de que caería en manos de la policía mientras lidiaba con las consecuencias y que acabaría discapacitada si no me mataban a golpes. Si no podía soportar la tortura y me convertía en una judas, no podría obtener la salvación. Vivía con cobardía y temor, y hasta me arrepentí de haber aceptado este deber. Cuando enfrenté el peligro, solo pensé en protegerme. No consideré la seguridad de mis hermanos y hermanas ni si el gran dragón rojo incautaría las ofrendas de Dios. Era como si no me importara a quién arrestaran, siempre que no fuera a mí. No salvaguardé en absoluto el trabajo de la iglesia. Sencillamente, ¡era demasiado egoísta y despreciable! Pensé en cómo, si creemos en Dios o cumplimos cualquier deber en el país del gran dragón rojo, corremos el riesgo de que nos arresten, pero Dios usa este entorno para verificarnos y perfeccionar nuestra fe. Quienes son capaces de no preocuparse por su propia seguridad en entornos peligrosos y de proteger las ofrendas de Dios y a sus hermanos y hermanas son quienes salvaguardan el trabajo de la iglesia y son leales a Dios. Cuando lo entendí, ya no sentí tanto miedo como antes y tuve la fe para lidiar bien con las consecuencias y trasladar las ofrendas y los libros de las palabras de Dios lo más rápido posible para minimizar las pérdidas.

Leí otro pasaje de las palabras de Dios: “¿Cómo murieron esos discípulos del Señor Jesús? Entre los discípulos hubo quienes fueron lapidados, arrastrados por un caballo, crucificados cabeza abajo, desmembrados por cinco caballos; les acaecieron todo tipo de muertes. ¿Por qué murieron? ¿Los ejecutaron legalmente por sus delitos? No. Fueron condenados, golpeados, vituperados y asesinados porque difundían el evangelio del Señor y los rechazó la gente mundana; así los martirizaron. No hablemos del fin último de esos mártires ni de la definición de su conducta por parte de Dios; en cambio, preguntémonos esto: al llegar al final, ¿las formas en que afrontaron el fin de su vida se correspondieron con las nociones humanas? (No). Desde la perspectiva de las nociones humanas, pagaron un precio muy grande por difundir la obra de Dios, pero al final los mató Satanás. Esto no se corresponde con las nociones humanas, pero es precisamente lo que les sucedió. Es lo que permitió Dios. ¿Qué verdad es posible buscar en esto? Que Dios permitiera que murieran así, ¿fue Su maldición y Su condena, o Su plan y Su bendición? Ninguna de las dos. ¿Qué fue? La gente actual reflexiona sobre su muerte con mucha angustia, pero así eran las cosas. Los que creían en Dios morían de esa manera, ¿cómo se explica esto? Cuando mencionamos este tema, os ponéis en su lugar; ¿se os entristece entonces el corazón y sentís un dolor oculto? Pensáis: ‘Estas personas cumplieron con su deber de difundir el evangelio de Dios y se les debería considerar buenas personas; por tanto, ¿cómo pudieron llegar a ese fin y a tal resultado?’. En realidad, así fue cómo murieron y perecieron sus cuerpos; este fue su medio de partir del mundo humano, pero eso no significaba que su resultado fuera el mismo. No importa cuál fuera el modo de su muerte y partida, ni cómo sucediera, así no fue como Dios determinó los resultados finales de esas vidas, de esos seres creados. Esto es algo que has de tener claro. Por el contrario, aprovecharon precisamente esos medios para condenar este mundo y dar testimonio de las acciones de Dios. Estos seres creados usaron sus tan preciadas vidas, aprovecharon el último momento de ellas para dar testimonio de las obras de Dios, de Su gran poder, y declarar ante Satanás y el mundo que las obras de Dios son correctas, que el Señor Jesús es Dios, que Él es el Señor y Dios encarnado. Hasta el último momento de su vida siguieron sin negar el nombre del Señor Jesús. ¿No fue esta una forma de juzgar a este mundo? Aprovecharon su vida para proclamar al mundo, para confirmar a los seres humanos, que el Señor Jesús es el Señor, Cristo, Dios encarnado, que la obra de redimir a toda la especie humana que Él realizó le permite a esta continuar viviendo, una realidad que es eternamente inmutable. Los martirizados por predicar el evangelio del Señor Jesús, ¿hasta qué punto cumplieron con su deber? ¿Hasta el máximo logro? ¿Cómo se manifestó el máximo logro? (Ofrecieron sus vidas). Eso es, pagaron el precio con su vida. La familia, la riqueza y las cosas materiales de esta vida son cosas externas; lo único relacionado con uno mismo es la vida. Para cada persona viva, la vida es la cosa más digna de aprecio, la más preciada, y resulta que esas personas fueron capaces de ofrecer su posesión más preciada, la vida, como confirmación y testimonio del amor de Dios por la humanidad. Hasta el día de su muerte siguieron sin negar el nombre de Dios o Su obra y aprovecharon los últimos momentos de su vida para dar testimonio de la existencia de esta realidad; ¿no es esta la forma más elevada de testimonio? Esta es la mejor manera de cumplir con el deber, lo que significa cumplir con la responsabilidad. Cuando Satanás los amenazó y aterrorizó, y al final, incluso cuando les hizo pagar con su vida, no abandonaron su responsabilidad. Esto es cumplir con el deber hasta el fin. ¿Qué quiero decir con ello? ¿Quiero decir que utilicéis el mismo método para dar testimonio de Dios y difundir Su evangelio? No es necesario que lo hagas, pero debes entender que es tu responsabilidad, que si Dios necesita que lo hagas, debes aceptarlo como algo a lo que te obliga el honor(La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Difundir el evangelio es el deber al que están obligados por honor todos los creyentes). Después de meditar en las palabras de Dios, entendí que, al creer en Él, uno debe tener un corazón que lo desee inmensamente. Pensé en los santos de tiempos pasados que dieron sus vidas para propagar el evangelio del Señor Jesús. Algunos fueron arrastrados con caballos, otros, arrojados al aceite hirviendo, y Pedro fue crucificado boca abajo a causa de Dios y se sometió hasta la muerte. Estas personas dieron testimonios rotundos de Dios. Sus muertes fueron sumamente significativas y valiosas; Dios las recordó. Aunque Satanás hirió sus cuerpos y los asesinó, sus almas nunca murieron. Si, por miedo a que me arresten y maten a golpes, abandono mi deber o me convierto en una judas y traiciono a Dios, entonces, viviría como un cadáver ambulante. Al final, mi alma será arrojada al infierno para sufrir un castigo eterno. Así que oré a Dios: “Querido Dios, tienes la última palabra sobre mi vida y mi muerte. Estoy dispuesta a someterme a Tus orquestaciones y arreglos. Si realmente me arrestan, será con Tu permiso. Estoy dispuesta a mantenerme firme en mi testimonio de Ti. Aunque la policía me torture hasta la muerte, nunca me convertiré en una judas ni traicionaré los intereses de la iglesia”. Después de orar, tuve más fe en mi corazón.

Como habían arrestado a todos los líderes de la iglesia, simplemente no sabíamos cuántos hogares usaba la iglesia para guardar los libros. Más tarde, preguntamos y descubrimos que había que trasladar los libros de las palabras de Dios que guardaban la hermana Hao Yi y otra hermana. También nos enteramos de parte de una hermana a la que habían liberado que la policía estaba a punto de llevar a cabo una segunda ola de arrestos. Si los libros no se trasladaban a tiempo, caerían en manos del gran dragón rojo. Encontramos un lugar remoto para reunirnos con Hao Yi, pero ella dijo que había dos cámaras de vigilancia en la puerta de la casa donde estaban guardados los libros de las palabras de Dios. Tenía miedo de que algo saliera mal si intentábamos trasladarlos y no nos dejó intentarlo bajo ningún concepto. Pensé: “La policía tiene una foto de Hao Yi y ha pedido a los hermanos y hermanas que arrestaron que la identifiquen. Si no trasladamos los libros y algo le sucede a ella, todos los libros de las palabras de Dios caerán en manos del gran dragón rojo y los intereses de la iglesia se verán gravemente afectados. Pero, si la policía me arresta mientras traslado los libros, ¿no me matará a golpes?”. En mi corazón, me sentí un poco preocupada y asustada, así que oré a Dios. Pensé en lo que dijo el Señor Jesús: “Y no temáis a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma; más bien temed a aquel que puede hacer perecer tanto el alma como el cuerpo en el infierno(Mateo 10:28). Sí, Satanás puede herir el cuerpo, pero no puede matar el alma. Si me arrestaban mientras trasladaba los libros, eso tendría el permiso de Dios. Era mi momento de dar testimonio de Él. No podía permitir que los libros de las palabras de Dios cayeran en manos del gran dragón rojo. Le dije a Hao Yi: “No necesitas involucrarte en el traslado de los libros de las palabras de Dios. Nosotras mismas lo haremos”. Hao Yi lo aceptó. Zhou Na y yo hablamos sobre cómo trasladar los libros de las palabras de Dios y llegamos a un acuerdo. Zhou Na dijo: “Este traslado es demasiado peligroso. Tú eres una persona buscada, así que no deberías mostrar la cara. Iré sola. Así, si me arrestan, seré la única”. Me conmovió profundamente oír a Zhou Na decir esto y quise dejar que lo hiciera sola. Pero entonces recordé que ella tenía la salud delicada y que estaría en peligro porque le llevaría mucho tiempo mover todos los libros por su cuenta. No podía seguir siendo egoísta y despreciable y seguir salvaguardándome a mí misma. Dije: “Es mejor que vayamos las dos. Así será más rápido. Cuanto menos tiempo tardemos, más seguro será”. Por lo tanto, nos disfrazamos y sacamos y trasladamos con cautela los libros de las palabras de Dios. Unos días después, también terminamos de trasladar los libros de las palabras de Dios del otro lugar. Vi el cuidado y la protección de Dios, ¡y mi corazón le estaba extremadamente agradecida!

Me sentí profundamente conmovida al lidiar con las consecuencias. Fueron las palabras de Dios las que me guiaron para abandonar mi cobardía y miedo, paso a paso. En mi momento de mayor tormento e impotencia, fue Dios el que me abrió un camino y me dio una verdadera comprensión y experiencia de Su omnipotencia y soberanía. Al mismo tiempo, también adquirí cierta comprensión de mi propia naturaleza satánica, egoísta y vil. Me di cuenta de que cumplir mi deber en este entorno peligroso me revelaba y perfeccionaba. No rehuí de hacer mi deber en un entorno peligroso. Estos resultados se lograron gracias a la guía de las palabras de Dios. ¡Gracias a Dios!

Anterior:  28. ¿Pueden los padres cambiar el destino de los hijos?

Siguiente:  30. Cómo dejé de sentir celos de las personas talentosas

Contenido relacionado

31. Ceñirse al deber

Por Yangmu, Corea del SurSolía sentir mucha envidia cuando veía a los hermanos y hermanas actuar, cantar y bailar en alabanza a Dios....

66. Cómo cambié mi yo arrogante

Por Jingwei, Estados UnidosDios Todopoderoso dice: “Cada paso de la obra de Dios —ya sean las palabras ásperas o el juicio o el castigo—...

Ajustes

  • Texto
  • Temas

Colores lisos

Temas

Fuente

Tamaño de fuente

Interlineado

Interlineado

Ancho de página

Índice

Buscar

  • Buscar en este texto
  • Buscar en este libro

Connect with us on Messenger