30. Cómo dejé de sentir celos de las personas talentosas

Por Rose, Filipinas

En febrero de 2021, me eligieron líder de la iglesia. Un día, un líder superior me dijo que la hermana Esther tenía buena aptitud y era muy proactiva en sus deberes, por lo que debía cultivarla. Al oír al líder superior decir esto, me preocupé un poco y pensé que quizás la hermana Esther pronto cumpliría sus deberes mejor que yo. Si todos, los líderes superiores y los hermanos y hermanas, la valoraban mucho, me podrían terminar pasando por alto y nadie recurriría a mí en el futuro para los asuntos de la iglesia. Más tarde, aunque le expliqué a Esther cómo hacer el trabajo de la iglesia, no le conté todos los detalles reales de la situación de la iglesia ni compartí de forma detallada cómo hacer bien el trabajo. Vi que Esther era proactiva en sus deberes. Se familiarizó de inmediato con el trabajo y los resultados de sus deberes fueron cada vez mejores. Recibió el elogio de los hermanos y hermanas, lo que llamó la atención de los líderes superiores. En poco tiempo, la eligieron líder de la iglesia y comenzó a colaborar conmigo en el trabajo de la iglesia. Como yo estaba en Medio Oriente y había diferencia horaria con Filipinas, a los hermanos y hermanas les resultaba difícil contactarme, así que siempre contactaban con Esther para presidir las reuniones. La veía en cada reunión y notaba que era realmente proactiva en sus deberes. Me sentía muy celosa de ella y me preocupaba que los hermanos y hermanas la consideraran más proactiva, competente y trabajadora que yo, lo que haría que la valoraran más que a mí. Pensé: “En el futuro, no puedo compartir enseguida con ella algunas de mis experiencias en el trabajo de la iglesia. Ella ya entiende mucho sobre el trabajo de la iglesia y comprende algunas verdades, así que, si le cuento todo lo que entiendo, algún día, entenderá y hará el trabajo de la iglesia mejor que yo. Entonces, los hermanos y hermanas la preferirán a ella y la admirarán más que a mí, y los líderes superiores también la valorarán más y pensarán que ya no me merezco tanto que me cultiven”. Como consecuencia, no quería cultivar a Esther. Con el paso de los días, Esther se volvió más proactiva en sus deberes. Hacía más trabajo y, cada vez que estaba con ella, me sentía incompetente y desanimada.

Una vez, como muchos nuevos fieles se habían unido a la iglesia, necesitábamos crear más grupos pequeños para reunirse. Esther y yo trabajamos en esta tarea por separado. En apariencia, la hermana y yo parecíamos trabajar bien juntas, pero no le dije que había que organizar esta tarea de inmediato y simplemente me ocupé de mi propio trabajo. Pensé: “Si puedo crear más grupos y organizar que haya más personas que asistan a las reuniones, recibiré el elogio de los hermanos y hermanas”. Cuando le pregunté a Esther cómo progresaba su trabajo, me contó que, como tenía una pesada carga de trabajo, no había podido encargarse de más personas que necesitaban reunirse. Sin embargo, no le ofrecí ninguna ayuda. Cuando los líderes superiores me preguntaron sobre el trabajo de Esther, hasta dije que se había quejado de su pesada carga de trabajo. Los líderes superiores parecían estar de acuerdo con lo que dije, y me sentí muy feliz. Sentí que ya no veían el mismo valor en Esther y que ya no pensarían que tenía buenas capacidades de trabajo. En otra ocasión, cuando Esther organizó la reunión de un grupo, una recién llegada tenía ciertas nociones sobre la obra y la aparición de Dios. Esther me dijo que no sabía cómo compartir para resolver estas nociones. De hecho, yo sabía las verdades que había que compartir para resolverlas, pero no quería que aprendiera más. Pensé: “Ya te va bien. Si aprendes más y puedes resolver este problema, todos los hermanos y hermanas te elogiarán. No quiero que todos te admiren. Aunque ambas somos líderes de la iglesia, yo fui líder primera y quiero ser la mejor. Si puedes resolver cada problema que te plantea la gente, los hermanos y hermanas pensarán que tu trabajo es más eficaz que el mío. ¿Cómo podría seguir trabajando entonces?”. Así que no le dije cómo resolver este problema. En cambio, solo le dije que preguntara a los líderes superiores. Pensé que, así, los líderes superiores no pensarían que entendía la verdad y dejarían de valorarla tanto. Después de hacer esto, me sentí realmente culpable, pero, aun así, no la ayudé. Fue solo cuando los líderes superiores me dijeron que la ayudara que, finalmente, le conté cómo resolver este problema.

Sentí que me había vuelto muy insensible. En realidad, no quería sentir celos de Esther, pero no podía controlarme. Me sentí apenada por mis actos y sabía que mi estado era terrible. Después de darme cuenta de mi problema, leí las palabras de Dios Todopoderoso para reflexionar y entenderme a mí misma. Leí las palabras de Dios: “Como líder de la iglesia no solo has de aprender a usar la verdad para resolver los problemas, también tienes que descubrir y cultivar a la gente de talento, a quienes de ninguna manera debes envidiar ni reprimir. Practicar de esta manera es beneficioso para la obra de la iglesia. Si puedes formar a algunos que persigan la verdad para que cooperen contigo y realicen bien todo el trabajo y, al final, todos vosotros tengáis testimonios vivenciales, entonces eres un líder u obrero cualificado. Si eres capaz de manejar todas las cosas según los principios, entonces estás comprometido con tu lealtad. Algunas personas siempre temen que otros sean mejores que ellas o estén por encima de ellas, que otros obtengan reconocimiento mientras a ellas se les pasa por alto, y esto lleva a que ataquen y excluyan a los demás. ¿Acaso no es eso envidiar a las personas con talento? ¿No es egoísta y despreciable? ¿Qué tipo de carácter es este? ¡Es malicia! Aquellos que solo piensan en los intereses propios, que solo satisfacen sus propios deseos egoístas, sin pensar en nadie más ni considerar los intereses de la casa de Dios tienen un carácter malo y Dios no los ama(La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. La libertad y la liberación solo se obtienen desechando el carácter corrupto). Después de leer las palabras de Dios, me sentí profundamente angustiada. Me di cuenta de que era alguien que sentía celos de las personas con talento. Cuando los líderes superiores me pidieron que cultivara a Esther, vi que tenía talento, sabía presidir bien las reuniones y obtenía buenos resultados en su trabajo, por lo que empecé a sentir celos de ella. Temía que me superara y que los hermanos y hermanas la admiraran, y me preocupaba que los líderes superiores la valoraran, lo que haría que dejaran de cultivarme a mí. Para impedir que promovieran y cultivaran a Esther por hacer bien su deber, la reprimí. Sabía perfectamente que tenía buena aptitud, pero no la cultivé ni le dije cómo hacer bien el trabajo de la iglesia. Simplemente, quería ser la única que recibiera admiración. Cuando ella no fue capaz de resolver los problemas de los hermanos y hermanas, aunque yo sabía cómo hacerlo, no se lo dije. En apariencia, la estaba animando a preguntar a los líderes superiores, pero, en realidad, hice esto porque quería que los líderes se quedaran con una mala impresión de ella y que pensaran que no entendía la verdad ni tenía la capacidad de cumplir con este deber. ¡Era realmente insidiosa, falsa, egoísta y despreciable! Como líder de la iglesia, debería haber cultivado a las personas con talento cuando las encontraba y haber hecho todo lo posible para ayudarlas a cumplir bien con el trabajo de la iglesia. Pero no tenía consideración con la intención de Dios ni con el trabajo de la iglesia. Solo trabajé para beneficiar mi propia reputación y estatus, vivía en un estado de sentir celos de las personas con talento y las reprimía. Me negué a cultivar a Esther y hasta esperaba que no lograra hacer el trabajo de la iglesia. Detrás de estas actos, estaba revelando un carácter malévolo. Solo quienes tienen un carácter malévolo reprimirían a sus hermanos y hermanas, mientras que las personas con una humanidad normal no los perjudicarían. En ese momento, me di cuenta de que estaba cumpliendo mi deber conforme a un carácter satánico y que, a los ojos de Dios, esto era detestable. Esther tenía buena aptitud y era proactiva en su deber. Al cultivarla, se facilitaría el trabajo de la iglesia, y los resultados en todos los aspectos de dicho trabajo mejorarían. No debería haber sentido celos de ella; en cambio, debería haberla cultivado y ayudado en su deber, además de hacer el trabajo de la iglesia con responsabilidad y diligencia. Así que oré a Dios: “Dios, ya no quiero actuar conforme a mi carácter satánico. Ya no quiero rebelarme contra Ti ni oponerme. Quiero arrepentirme ante Ti, ayudar a mi hermana y trabajar con ella para cumplir bien con nuestros deberes”. Oré a Dios una y otra vez. Durante esa época, tenía un sentimiento de culpa enorme en mi corazón. Me dije a mí misma que no debía seguir sintiendo envidia de Esther, pues eso era tener un carácter corrupto que no complacía a Dios. A partir de entonces, empecé a ayudar a Esther de forma activa. Me comunicaba con ella a diario y la guiaba de a poco para hacer bien el trabajo de la iglesia y que pudiera progresar. Cada vez que los líderes superiores me informaban sobre un trabajo que había que poner en práctica, hablaba con Esther sobre cómo llevarlo a cabo. Ya no tenía miedo de que me superara, de que los hermanos y hermanas la admiraran ni de que me quitara protagonismo. Trabajé en armonía con Esther mientras cumplíamos juntas con nuestros deberes y descubrí que muchas tareas se volvieron más fáciles y que los resultados del trabajo de la iglesia también mejoraron.

Más tarde, mientras supervisaba el trabajo de varias iglesias, los líderes superiores asignaron a la hermana Mailyn a cumplir su deber en una iglesia que yo supervisaba. Al principio, hablaba muy poco en las reuniones y era muy callada, pero, después, comenzó a compartir mucho más y su plática era muy buena. Me puse algo celosa de ella y me preocupaba que llevaba mucho tiempo creyendo en Dios, entendía más verdades, sabía mucho del trabajo y tenía más experiencia haciéndolo. Pensé que, de seguro, los hermanos y hermanas la elogiarían y admirarían. No quería que eso sucediera. Un día, hablé con la hermana Mailyn sobre la situación de varios grupos que ella supervisaba y le pregunté sobre las razones por las que los hermanos y hermanas no asistían a las reuniones con frecuencia. Me dijo que estaba investigando el asunto, pero que, a pesar de haber trabajado mucho, aún no tenía claro lo que estaba fallando. Al oír esto, sentí que se estaba quejando y pensé que tenía muchas deficiencias. Cuando los líderes superiores vinieron a preguntar sobre el trabajo, les dije: “A Mailyn le encanta quejarse y no está dispuesta a perseverar para cumplir con sus deberes”. Hasta envié capturas de pantalla de nuestra conversación a los líderes para que pensaran que se estaba quejando y que no estaba dispuesta a aceptar los consejos de los demás. También quería que la menospreciaran, me valoraran más a mí y pensaran que yo me merecía más que ella que me cultivaran. Cuando revelé estos pensamientos, me di cuenta de que mi estado no era correcto, así que oré y busqué a Dios.

Más tarde, leí las palabras de Dios: “¿Qué tipo de carácter se presenta cuando una persona ve a alguien que es mejor que ella y trata de derribarla, difundiendo rumores sobre tal persona o empleando medios despreciables para denigrarla y socavar su reputación —incluso pisoteándola— con el fin de proteger su propio lugar en la opinión de la gente? Esto no es solo arrogancia y vanidad, es el carácter de Satanás, es un carácter malicioso. Que esta persona pueda atacar y alienar a personas que son mejores y más fuertes que ella es mezquino y perverso. Y que no se detengan ante nada para derribar a la gente muestra que hay mucho de diablo en ellos. Viviendo según el carácter de Satanás, son capaces de menospreciar a las personas, de intentar que las culpen de algo que no han hecho, de ponerles las cosas difíciles. ¿No es esto hacer el mal? Y viviendo así, siguen pensando que no hay problema en ellos, que son buenas personas; sin embargo, cuando ven a alguien mejor que ellos, son propensos a hacérselo pasar mal, a pisotearlos. ¿Qué problema es este? Las personas que son capaces de cometer semejantes acciones malvadas, ¿acaso no son inescrupulosas y caprichosas? Esas personas solo piensan en sus intereses, solo consideran sus sentimientos, y lo único que quieren es concretar sus deseos, ambiciones y objetivos. No les importa el daño que causan a la obra de la iglesia y prefieren sacrificar los intereses de la casa de Dios para proteger su estatus en la opinión de la gente y su propia reputación. ¿Acaso no son las personas así arrogantes y sentenciosas, egoístas y viles? Estas personas no solo son arrogantes y sentenciosas, sino que también son extremadamente egoístas y viles. No son consideradas con las intenciones de Dios en absoluto. ¿Tienen estas personas un corazón temeroso de Dios? No tienen un corazón temeroso de Dios en absoluto. Esa es la razón por la que actúan arbitrariamente y hacen lo que les place, sin ningún sentido de culpa, sin ninguna inquietud, sin ninguna aprensión o preocupación y sin considerar las consecuencias. Esto es lo que suelen hacer y el modo en que se han comportado siempre. ¿Cuál es la naturaleza de tal comportamiento? Por decirlo suavemente, esas personas son demasiado envidiosas y tienen un deseo excesivo de reputación y estatus personales; son demasiado falsas y traicioneras. Dicho con mayor dureza, la esencia del problema es que esas personas no tienen un corazón temeroso de Dios en absoluto. No temen a Dios, creen que son sumamente importantes y consideran que cada aspecto de sí mismas es superior a Dios y a la verdad. En su corazón, Dios no merece mención y es insignificante y Dios no tiene absolutamente ningún estatus en su corazón. ¿Acaso pueden poner la verdad en práctica aquellos que no tienen lugar para Dios en su corazón y no tienen un corazón temeroso de Dios? Por supuesto que no. Entonces, cuando van como siempre por ahí alegres manteniéndose ocupados y gastando mucha energía, ¿qué están haciendo? Esa gente incluso asegura que lo ha abandonado todo para esforzarse por Dios y que ha sufrido mucho, pero, en realidad, la motivación, el principio y el objetivo de todos sus actos son en aras de su propio estatus y prestigio, de proteger todos sus intereses. ¿Diríais o no que esa clase de gente es terrible? ¿Qué clase de personas han creído en Dios durante muchos años y sin embargo no tienen un corazón temeroso de Él? ¿Acaso no son arrogantes? ¿No son satanases? ¿Y cuáles son los seres que más carecen de un corazón temeroso de Dios? Además de las bestias, son las personas malvadas y los anticristos, la calaña de los demonios y Satanás. No aceptan para nada la verdad; carecen totalmente de un corazón temeroso de Dios. Son capaces de cualquier maldad; son los enemigos de Dios y los enemigos de Su pueblo escogido(La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Las cinco condiciones que hay que cumplir para emprender el camino correcto de la fe en Dios). Las palabras de Dios expusieron mi verdadero estado. Sentía celos de los hermanos y hermanas cuyo trabajo daba mejores resultados que el mío y hasta los atacaba y excluía para mantener mi reputación y estatus. Aunque sabía que estaban cumpliendo con sus deberes para complacer a Dios, no tenía consideración con las intenciones de Dios. Solo quería cumplir mi deber de una manera que me ganara la admiración de los demás e hiciera que me miraran con respeto, en lugar de hacer bien el trabajo de la iglesia para considerar las intenciones de Dios. Cuando me di cuenta de que Mailyn llevaba mucho tiempo creyendo en Dios, tenía buena aptitud y capacidad de trabajo, y que también tenía un fuerte sentido de carga en su deber, sentí celos de ella y me preocupó que me superara. La juzgué ante los líderes superiores y dije que siempre se quejaba de su deber, cuando, en realidad, Mailyn solo me había dicho que estaba teniendo dificultades en su deber y que, aunque había trabajado mucho, aún no había resuelto los problemas. Pero mentí a los líderes superiores y les dije que se quejaba. Mi objetivo era hacer que pensaran que no valía la pena cultivarla y quería arruinar la imagen que los líderes tenían de ella. De esta manera, los líderes no la valorarían ni la cultivarían, y yo no tendría que preocuparme por que me superara. En realidad, difamé a mi hermana solo por el bien de mi reputación y estatus. ¡Fui totalmente insidiosa y malévola! Como líder de la iglesia, debería haber colaborado en armonía con mis hermanos y hermanas para permitir que complementáramos nuestras fortalezas y debilidades, y debería haber cumplido con mis responsabilidades y deberes. No debería haber tratado a mis hermanos y hermanas como competidores. Pero solo me importaban mi reputación y estatus. Solo quería ser la única a la que admiraran los demás. En apariencia, parecía que tenía sentido de carga por el trabajo de la iglesia, pero no tenía un corazón temeroso de Dios. Cuando vi que Mailyn tenía talento, sentí celos y me negué a dejar que me superara. Para lograr mis objetivos, hasta me negué a ayudarla, a pesar de que sabía perfectamente que estaba enfrentando dificultades en su deber. Estaba dispuesta a perjudicar el trabajo de la iglesia solo para proteger mi fama, ganancia y estatus. Me aterraba el carácter arrogante y malévolo que había revelado. No consideraba el trabajo de la iglesia, sino que me dedicaba a mis propios asuntos. ¡Dios realmente aborrecía esto! Pensé en lo rápido que se estaba difundiendo el evangelio del reino, en todas las iglesias que se estaban estableciendo en todas partes y en la necesidad urgente de que hubiera más personas para regar a los nuevos fieles y guiar las iglesias. Pero mis pensamientos eran perversos. Solo buscaba proteger mi reputación y estatus y, cuando veía a personas talentosas, no solo no las cultivaba, sino que las excluía y reprimía. Me estaba oponiendo a Dios y estaba trastornando y perturbando el trabajo evangélico. Una persona con buena humanidad se alegraría de ver a más personas que vienen a colaborar con el trabajo de la iglesia, y solo los anticristos y las personas malvadas se sienten amenazados cuando ven a personas que son más capaces que ellos, y atacan y excluyen a los demás para mantener su reputación y estatus. No guardaba un lugar a Dios en mi corazón ni tenía un corazón temeroso de Él. Valoraba demasiado la reputación y el estatus. Para cumplir mis ambiciones y deseos, no solo no ayudé a Mailyn, sino que utilicé tácticas para reprimirla y afecté su capacidad para cumplir bien con sus deberes. El carácter que había revelado era el de un anticristo. Estaba resistiéndome a Dios. Si seguía así, sin arrepentirme, seguro que Dios me abandonaría. Así que abrí mi corazón a Dios y oré para pedirle que me perdonara. También le pedí que me esclareciera e iluminara para poder entender Su intención y encontrar una senda de práctica.

Más tarde, leí un pasaje de las palabras de Dios: “Si realmente puedes mostrar consideración con las intenciones de Dios, podrás tratar a otras personas de manera justa. Si recomiendas a una buena persona y permites que reciba formación y cumpla un deber, con lo que la casa de Dios gana así a una persona talentosa, ¿no facilitará eso tu trabajo? ¿No estarás mostrando lealtad en tu deber? Se trata de una buena obra ante Dios, es el mínimo de conciencia y razón que debe poseer alguien que sirve como líder. Aquellos capaces de poner en práctica la verdad pueden aceptar el escrutinio de Dios en las cosas que hacen. Cuando aceptes el escrutinio de Dios, tu corazón se enderezará. Si solo haces las cosas para que otros las vean, y siempre quieres ganarte los elogios y la admiración de los demás, y no aceptas el escrutinio de Dios, ¿sigue estando Dios en tu corazón? Estas personas no tienen un corazón temeroso de Dios. No hagas siempre las cosas para tu propio beneficio y no consideres constantemente tus propios intereses; no consideres los intereses humanos ni tengas en cuenta tu propio orgullo, reputación y estatus. Primero debes considerar los intereses de la casa de Dios y hacer de ellos tu prioridad. Debes ser considerado con las intenciones de Dios y empezar por contemplar si ha habido impurezas en el cumplimiento de tu deber, si has sido leal, has cumplido con tus responsabilidades y lo has dado todo, y si has estado pensando de todo corazón en tu deber y en la obra de la iglesia. Debes meditar sobre estas cosas. Si piensas en ellas con frecuencia y las comprendes, te será más fácil cumplir bien con el deber(La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. La libertad y la liberación solo se obtienen desechando el carácter corrupto). Después de leer las palabras de Dios, me di cuenta de que, como líder de la iglesia, debía ser considerada con la intención de Dios en mis deberes y poner siempre en primer lugar el trabajo de la iglesia. Cuando veo a hermanos y hermanas con buena aptitud y capacidad de trabajo, no debo sentir celos de ellos ni excluirlos por el bien de mi propia fama, ganancia y estatus, sino que debo recomendarlos, cultivarlos y ayudarlos a cumplir con sus deberes para que puedan crecer más rápido. Este era mi deber y responsabilidad. Debía practicar conforme a las palabras de Dios, liberarme de la esclavitud de la fama, la ganancia y el estatus, así como de los celos, dejar de lado mis propios intereses, cultivar de forma sincera a los hermanos y hermanas, y cumplir con mi deber para complacer a Dios. Después de entender la intención de Dios, empecé a corregir mis intenciones y no paraba de recordarme a mí misma que Dios detesta los celos. Cuando volví a hablar del trabajo con Mailyn, me calmaba para escucharla hablar, me esforzaba por mostrar interés y ayudarla con cualquier dificultad que tuviera, y compartía experiencias similares que había tenido. También compartía buenos métodos que había aprendido en mi trabajo. Me sentí realmente en paz al practicar de esta manera y el trabajo dio buenos resultados de inmediato.

Una vez, Mailyn me envió un mensaje que decía que estaba muy angustiada porque había nuevos fieles que seguían sin asistir a las reuniones con frecuencia. Me sentí culpable cuando vi su mensaje, pues me recordó cuando solía sentir celos de ella. En aquel entonces, cuando enfrentaba dificultades en sus deberes, no solo no la ayudaba, sino que también la juzgaba delante de los líderes y decía que siempre se quejaba mientras cumplía su deber. Mi egoísmo la había perjudicado profundamente. Desde aquel día, empecé a consolarla y animarla a menudo, le decía que no se preocupara y trabajaba de forma activa con ella. Ya no me importaba si obtenía mejores resultados en sus deberes que yo, ni si ella llegaba a destacarse más que yo. Poco después, eligieron a Mailyn para supervisar el trabajo evangélico. Juntas, estaríamos a cargo de dar seguimiento al trabajo evangélico en las iglesias. Siempre que surgían problemas o dificultades en el trabajo evangélico, conversábamos para encontrar soluciones juntas y solíamos hablar abiertamente con el corazón. Ya no sentía celos de ella y no había más barreras entre nosotras. Desde entonces, mi corazón se ha sentido más ligero. A través de mi experiencia, me di cuenta de que realmente debía renunciar a mi deseo de reputación y estatus, pues solo así podría cumplir con mis deberes de acuerdo con las exigencias de Dios. Ya no quería competir con los hermanos y hermanas por la reputación y el estatus, porque sabía que, cuanto más los persiguiera, más me alejaría de Dios. De hacerlo, solo viviría conforme a un carácter corrupto y no podría hacer bien el trabajo de la iglesia ni cumplir con mis deberes. A partir de entonces, cada vez que había nuevos fieles a los que había que cultivar en la iglesia, hacía todo lo posible por ayudarlos. Aunque a veces seguía revelando celos, me despreciaba a mí misma. Calmaba mi corazón, oraba a Dios y le pedía que protegiera mi corazón para que ya no me limitaran los pensamientos corruptos. Después de orar de esta manera, mi corazón encontraba paz, ya no sentía celos de los demás ni temía que me superaran y solo quería ayudar a mis hermanos y hermanas, colaborar bien con ellos y cumplir con mis deberes.

Fue la guía de las palabras de Dios Todopoderoso la que me permitió darme cuenta de que mi carácter corrupto sentía celos de las personas con talento y saber que Dios detesta a las personas como yo. Ahora puedo rebelarme contra mi carne y practicar conforme a las palabras de Dios, ayudar y apoyar de forma sincera a mis hermanos y hermanas y hacer cosas que los beneficie tanto a ellos como al trabajo de la iglesia. Todo esto es la salvación de Dios.

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