31. Ya no me preocupa si podré tener hijos o no

Por Zhihui, China

Después de casarme, estaba bastante ocupada con mis deberes, así que pensé que, si quedaba embarazada y tenía un hijo, tendría que planificar mis días alrededor del niño y no tendría tiempo ni energía para cumplir con mis deberes y entregarme a Dios, por lo que decidí posponer tener hijos por el momento y priorizar mis deberes. Unos años después, mis padres se enfermaron, y estuve ocupada cuidando de ellos hasta que ambos fallecieron. Después de su muerte, de repente, tuve una preocupación que nunca antes había tenido. Pensé en que mis padres me habían tenido a mí para cuidar de ellos cuando estaban enfermos, pero me pregunté quién estaría dispuesto a cuidar de mí cuando fuera mayor o enfermara si no tenía hijos. Pero este pensamiento solo se me venía a la cabeza de vez en cuando y no afectaba realmente mi deber, así que no le presté mucha atención.

Después de un tiempo, tuve un fuerte cólico menstrual repentino. Era tan intenso que me hizo vomitar. Había tenido cólicos menstruales durante años, pero nunca me había dolido tanto. Fui al hospital para hacerme un examen y me diagnosticaron adenomiosis y miomas uterinos, y los miomas ya habían crecido hasta cinco centímetros. La doctora dijo que esta enfermedad era difícil de tratar, que los cólicos seguirían empeorando con el tiempo, que podría llegar a dolerme tanto que hasta podría pensar en suicidarme y que, en algún momento, me tendrían que extirpar el útero. Cuando la doctora se enteró de que aún no tenía hijos, me instó a tener un hijo sin demora y dijo que, si después no quería tener más hijos, podía hacerme la histerectomía. En ese momento, no le di demasiada importancia y pensé que la doctora estaba exagerando demasiado. Después de llegar a casa, busqué mucha información en Internet sobre esta enfermedad y gasté cierto dinero para consultar a un especialista en Pekín. No esperaba que fuera una afección tan compleja y descubrí que, en efecto, era difícil de tratar. O bien tenía que tomar hormonas de forma habitual para controlarla e impedir que empeorara demasiado rápido o tenía que hacerme una histerectomía. Durante los siguientes días, mi afección empeoró cada vez más. Sentí un miedo y una tristeza inexplicables, y pensé: “Seguro que esta enfermedad seguirá empeorando y será cada vez más dolorosa. Si me extirpan el útero, nunca podré tener hijos, aunque solo tenga poco más de treinta años. Pero, ahora mismo, todavía tengo mis deberes y estoy muy ocupada todos los días. ¿Cómo se supone que voy a encontrar el tiempo o la energía para tener un hijo y criarlo? Además, el Señor Jesús dijo: ‘Pero, ¡ay de las que estén encinta y de las que estén criando en aquellos días!(Mateo 24:19). La obra de Dios para salvar a la humanidad está a punto de terminar y las grandes catástrofes también han llegado. ¿Qué pasaría si arruinara mi oportunidad de perseguir la verdad y ser salva por tener un hijo? Pero si no tengo un hijo ahora, una vez que me extirpen el útero, ya no podré tener hijos. Entonces, ¿quién cuidará de mí cuando sea mayor?”. Vivía angustiada, ansiosa y preocupada de que mi condición siguiera empeorando y tuvieran que extirparme el útero. Estaba deprimida todo el tiempo y no tenía la motivación para cumplir mis deberes. Mi corazón estaba en un estado de terrible tormento. Oré a Dios y busqué Su guía en mis dificultades. ¿Cómo podía practicar de una manera que estuviera de acuerdo con la intención de Dios?

Más tarde, leí las palabras de Dios: “Decidme, ¿acaso no está ya predestinado cuándo alguien va a enfermar de una dolencia, cómo será su salud a cierta edad y si contraerá alguna enfermedad importante o grave? Te aseguro que sí, sin lugar a dudas. Ahora no vamos a hablar sobre cómo Dios te predestina las cosas; la apariencia, los rasgos faciales, la forma de su cuerpo y la fecha de nacimiento de alguien son cosas que todo el mundo conoce bien. Esos adivinos y astrólogos no creyentes, y aquellos que pueden leer las estrellas y las palmas de las manos pueden conocer a partir de dichas palmas, rostros y fechas de nacimiento cuándo alguien va a sufrir un desastre y toparse con alguna desgracia, se trata de cosas que ya se han determinado. […] Dios dispone cómo será la salud de una persona a cierta edad y si contraerá una enfermedad grave. Los no creyentes no creen en Él y buscan a alguien que vea tales cosas en las palmas de las manos, en las fechas de nacimiento y en los rostros, y creen en eso. Eres un creyente y a menudo escuchas sermones y charlas sobre la verdad, así que si no crees en esto, no eres más que un incrédulo. Si de verdad crees que todo está en manos de Dios, entonces debes creer que tales cosas —las enfermedades graves, las importantes, las menores y la salud—, quedan todas bajo la soberanía y los arreglos de Dios. La aparición de una enfermedad grave y cómo será la salud de alguien a cierta edad no son cosas fortuitas, y entender esto supone tener una comprensión positiva y precisa(La Palabra, Vol. VI. Sobre la búsqueda de la verdad. Cómo perseguir la verdad (4)). Al leer las palabras de Dios, entendí que todo, el nacimiento, el envejecimiento, la enfermedad y la muerte de una persona, está predestinado por Él. El sufrimiento que padece una persona en su vida, las enfermedades y dificultades que enfrenta, así como las bendiciones que disfruta están todos predestinados por Dios, y nadie puede escapar de esto. Siempre me preocupaba que mi enfermedad empeorara, que el dolor se volviera tan insoportable que tuviera que hacerme una histerectomía, y el tipo de sufrimiento que enfrentaría si no tuviera hijos en el futuro. En realidad, todas estas preocupaciones eran innecesarias. Si realmente tuviera que extirparme el útero y no tuviera hijos, entonces, ese sería mi porvenir. Esto no era algo que pudiera resolver preocupándome y angustiándome. Cómo serían mi afección y mi futuro estaba todo en manos de Dios. Debía afrontarlo con calma y someterme a la soberanía y los arreglos de Dios. Además, mi enfermedad no amenazaba mi vida, así que no debía pasarme los días angustiada y ansiosa al respecto. Lo más importante era perseguir la verdad, buscar la intención de Dios en esta situación y aprender a someterme a Su soberanía y Sus arreglos. Pensar en esto hizo que me sintiera menos angustiada. Pero, a veces, todavía me preguntaba: “¿Y si pierdo la capacidad de tener hijos y no tengo ninguno? Entonces, ¿qué haré cuando sea mayor o me enferme? ¿Debería tener un hijo ahora? ¿Pero acaso tener un hijo afectará mi búsqueda de la verdad y la salvación?”.

Un día, leí las palabras de Dios: “En cuanto al matrimonio, has de desprenderte de las cargas que correspondan. Tienes la libertad de elegir ser soltero, o también la de casarte y la de tener muchos hijos. Sea cual sea tu elección, se trata de tu libertad. Por un lado, optar por casarte no significa que así les hayas devuelto a tus padres su gentileza ni que hayas cumplido con tu deber filial. Desde luego, tu decisión de ser soltero tampoco implica un desafío hacia ellos. Por otro lado, elegir casarte o tener muchos retoños no es rebelarse contra Dios ni desafiarle. No se te condenará por ello. El haber decidido permanecer soltero tampoco será la razón por la que Dios te acabe concediendo la salvación. En resumen, ya estés soltero, casado o tengas muchos hijos, Dios no determinará si al final te vas a salvar en función de esos factores. Él no se fija en tus antecedentes maritales ni en tu situación matrimonial; solo en si estás persiguiendo la verdad, en tu actitud hacia el cumplimiento del deber, cuánta verdad has aceptado y a cuánta te has sometido, y en si actúas conforme a los principios-verdad. En definitiva, para determinar si te vas a salvar, Dios también se olvidará de tu estado civil a la hora de examinar la senda en la vida, los principios según los que vives y las reglas que has elegido para sobrevivir. […] En lo relativo a cuántos niños tengas después de casarte, esto lo ha predestinado Dios, pero también puedes decidirlo tú mismo en función de tus circunstancias reales y tus búsquedas. Dios no te va a imponer reglas. Supongamos que eres millonario, multimillonario o billonario, y dices: ‘Para mí no supone un problema tener ocho o diez hijos. Criar a un puñado de retoños no mermará mi energía para cumplir con el deber’. Si no temes meterte en ese lío, entonces adelante, tenlos. Dios no te va a condenar por ello. Él no va a cambiar Su actitud hacia tu salvación por la postura que adoptes ante el matrimonio. Es así. ¿Está claro? (Sí)” (La Palabra, Vol. VI. Sobre la búsqueda de la verdad. Cómo perseguir la verdad (16)). Fue al leer las palabras de Dios que entendí, de repente, que el matrimonio y tener hijos es una libertad que Dios da a las personas. Él no las condena solo porque se casen o tengan hijos. Dios juzga la salvación de una persona principalmente en función de la actitud que tiene hacia su deber y si persigue la verdad y se somete a ella. Aunque una persona no se case ni tenga hijos, si no persigue la verdad y no ha resuelto su carácter corrupto, al final, tampoco será salva. En realidad, Dios no se fija en los sacrificios o actos visibles de una persona. Las personas pueden elegir tener hijos o permanecer solteras e, independientemente de lo que elijan, Dios no las condena. Esta es su libertad y este es su derecho. Sin embargo, estos asuntos deben basarse en la situación real de cada uno. Si casarse y tener hijos afecta que uno pueda perseguir la verdad y cumplir su deber, entonces, deberían dejar de lado estas cosas y priorizar su deber. Este es un momento crítico en la obra de Dios para salvar a la humanidad, y solo al cumplir bien con mi deber y perseguir la verdad tengo la oportunidad de obtener la salvación. Si tuviera un hijo solo para que cuide de mí en el futuro y dedicara toda mi energía a criarlo, esto afectaría tanto mi búsqueda de la verdad como mi deber. Tener hijos es una libertad y un derecho que Dios nos da, pero yo debía distinguir lo que era más importante y, ahora mismo, lo más importante es perseguir y obtener la verdad. Cuando pensé en esto, una sensación de liberación inundó mi corazón y supe cómo tratar este asunto del matrimonio y la maternidad.

Cuando estuve dispuesta a someterme, un día, un familiar me contactó de forma repentina para decirme que había un lugar que ofrecía tratamientos gratuitos para el cuerpo, y me preguntó si quería ir. Justo en ese momento, no estaba demasiado ocupada con mi deber, así que decidí ir a echar un vistazo. Unos meses después, mi afección mejoró de forma inesperada. Fui al hospital para un chequeo, y el análisis mostró que los miomas se habían reducido a tres centímetros. Nunca esperé que mi afección mejorara sin gastar un solo centavo. Le agradecí a Dios desde lo más profundo de mi corazón. Mientras iba a los tratamientos, vi que la mayoría de las personas allí eran hombres y mujeres ancianos, y les pregunté si tenían hijos que cuidaran de ellos. Algunos dijeron que no solo sus hijos no cuidaban de ellos, sino que además tenían que usar su pensión para ayudar a mantenerlos. Otros que tenían casi setenta años aún tenían que cuidar de sus nietos, llevarlos a la escuela y recogerlos. Tenían miedo de enfermarse porque temían que sus hijos les guardaran rencor, así que acudían con frecuencia a los tratamientos. De repente, me di cuenta de que tener hijos no significa necesariamente que cuidarán de ti y, de hecho, cuando una persona envejece, puede terminar cuidando de sus hijos y nietos en su lugar. Mi corazón se conmovió profundamente.

Un día, leí más de las palabras de Dios: “¿Qué finalidad tiene criar a los hijos? No es para tus propios fines, sino que se trata de una responsabilidad y una obligación que Dios te ha encomendado. Por una parte, criar a los hijos está ligado al instinto humano, mientras que por otra es parte de la responsabilidad humana. Eliges engendrar a hijos motivado por el instinto y la responsabilidad, no en aras de prepararte para la vejez y de que te cuiden cuando seas mayor. ¿Acaso no es correcto este punto de vista? (Sí). ¿Pueden evitar envejecer aquellos que no tienen hijos? ¿Significa envejecer que necesariamente uno vaya a ser desdichado? No necesariamente, ¿verdad? La gente sin hijos puede, aun así, vivir hasta la vejez y algunos hasta permanecen saludables, disfrutan de sus últimos años y se van en paz a la tumba. ¿Puede la gente con hijos disfrutar con toda seguridad de sus últimos años siendo felices y permaneciendo sanos? (No necesariamente). Por tanto, la salud, la felicidad y las condiciones de vida de los padres que alcanzan la vejez, además de la calidad de su vida material, en realidad, poco tienen que ver con que sus hijos sean buenos, y no existe relación directa entre estos dos factores. Tus condiciones de vida y la calidad de la misma, así como tu estado físico durante la vejez, guardan relación con lo que Dios ha ordenado para ti y el entorno vital que Él ha dispuesto para ti, y no se relacionan en absoluto con si tus hijos son buenos o no contigo. Ellos no tienen la obligación de cargar con la responsabilidad de tus condiciones de vida durante tus últimos años. ¿Me equivoco? (No). […] Deberías responsabilizarte y llevar la carga de tu propia vida y tu supervivencia en la medida que te sea posible y no deberías delegársela a nadie, menos a tus hijos. Deberías afrontar de manera proactiva y correcta una vida sin la compañía ni la ayuda de tus hijos y saber que, aunque vivas alejado de ellos, puedes, aun así, afrontar por tu cuenta cualquier cosa que te surja en la vida(La Palabra, Vol. VI. Sobre la búsqueda de la verdad. Cómo perseguir la verdad (19)). “¿Hasta qué punto están los padres y sus hijos destinados a estar juntos? ¿Cuánto pueden obtener los padres de sus hijos? Los no creyentes se refieren a esto como ‘recibir ayuda’ o ‘no recibir ayuda’. No sabemos lo que significa. Al final, la posibilidad de contar o no con tus hijos está, lisa y llanamente, predestinada y ordenada por Dios. Todo no sale exactamente como uno lo desea. Por supuesto, todo el mundo quiere que las cosas vayan bien y cosechar beneficios de sus hijos. Pero ¿por qué no has considerado nunca si estás destinado a ello, si está escrito en tu sino? De la ordenación de Dios depende cuánto va a durar el vínculo entre tú y tus hijos, si cualquier trabajo que hagas en la vida va a tener alguna conexión con ellos, si Dios ha dispuesto que tus hijos participen en los acontecimientos significativos de tu vida y si ellos estarán entre las personas implicadas cuando experimentes un gran evento en tu vida. Si Él no lo ha ordenado, después de criarlos hasta la edad adulta, aunque no los eches tú de casa, ellos mismos se irán por su cuenta llegado el momento. Es necesario que la gente comprenda este asunto. Si eres incapaz de entenderlo, siempre te aferrarás a deseos y exigencias personales y establecerás diversas reglas, a la vez que aceptarás diferentes ideologías en aras de tu propio disfrute físico. ¿Qué sucederá al final? Lo averiguarás cuando mueras. Has cometido un montón de necedades en tu vida y se te han cruzado por la cabeza ideas para nada realistas que no concuerdan con los hechos ni con la ordenación de Dios(La Palabra, Vol. VI. Sobre la búsqueda de la verdad. Cómo perseguir la verdad (19)). Las palabras de Dios me hicieron entender que tener hijos es un instinto humano y también una responsabilidad, y que una persona no debería depender de que sus hijos cuiden de ella en su vejez. Cómo serán los últimos años de una persona, si implicarán más sufrimiento o más salud y felicidad no depende de que tenga hijos, sino de la predestinación de Dios. Las personas deben hacerse responsables de su vejez dentro de sus propias capacidades, afrontar los desafíos de la vida de manera independiente y no depender de sus hijos para estas cosas. Al reflexionar sobre mí misma, me di cuenta de que me preocupaba no poder tener hijos si mi enfermedad empeoraba y me extirpaban el útero. También me preocupaba quién cuidaría de mí cuando me hiciera mayor o enfermara. Así que vivía en un estado de ansiedad y angustia. Mi corazón se aferraba a la idea tradicional de “Cría a tus hijos para que te cuiden en la vejez”, en la que el propósito de tener hijos era garantizar estabilidad en mi vejez para que alguien cuidara de mí cuando me hiciera mayor. Había puesto toda mi atención en mi propio beneficio y buscaba hacer exigencias a mis hijos. Esta era una opinión completamente egoísta. Además, Dios ya ha predestinado la forma en que cada persona vivirá su vejez, que no tiene nada que ver con que tenga hijos o no. Algunas personas mayores están sanas y tienen una pensión, pero sus hijos están endeudados, así que no solo no necesitan que sus hijos cuiden de ellos, sino que, en realidad, son ellos los que ayudan económicamente a sus hijos. Hay otras personas que, cuando se hacen mayores y se enferman, tienen hijos que carecen de humanidad y no están dispuestos a cuidar de ellos, por lo que, llegado el caso, son otros parientes los que ayudan a cuidar de ellos. Vi que tener hijos no garantiza seguridad. Cómo será la vejez de una persona y si sus hijos la acompañarán o cuidarán de ella depende de la predestinación de Dios. Al pensar en que mi esposo trabajaba en otro lugar y yo cumplía mi deber, aunque nadie estaba a mi lado para cuidar de mí, aprendí a confiar en Dios cuando estaba enferma o afligida. Fueron las palabras de Dios las que me guiaron a través de mis dificultades. Mi salud mejoró mucho. Todo esto fue por la gracia y misericordia de Dios. Incluso si en el futuro no tengo hijos, aún podré vivir bien al confiar en Dios. Pero, antes, siempre me preocupaba por lo que haría si no tenía hijos que cuidaran de mí en el futuro, lo que me hacía vivir angustiada y preocupada, sin siquiera poder motivarme para cumplir mi deber. ¿Acaso no me estaba causando yo misma este dolor y no estaba confiando en la soberanía de Dios? Creía en Dios, pero no confiaba en Él ni entendía Su soberanía. Vivía según la cultura tradicional de Satanás. ¿No eran mis opiniones exactamente igual que las de los incrédulos? Después de entender estas cosas, me sentí aliviada. No debería preocuparme por el futuro, sino encomendarme en las manos de Dios. Independientemente de cómo sean mis últimos años de vida, me someteré a la soberanía y los arreglos de Dios. Cumplir mi deber para complacer a Dios y perseguir la salvación es lo más importante y también lo más realista.

Más adelante, leí otro pasaje de las palabras de Dios: “Si pasas tus mejores años pensando en encontrar un buen trabajo o buscando pareja, esperando disfrutar de una vida de la carne mientras crees en Dios, si pretendes hacer ambas cosas al mismo tiempo, entonces, después de unos años, puede que encuentres pareja, te cases, tengas hijos, y construyas un hogar y una carrera, pero no habrás ganado nada por haber creído en Dios durante todos esos años, no habrás obtenido nada de la verdad, tu corazón se sentirá vacío, y tus mejores años se habrán esfumado. Cuando eches la vista atrás a los cuarenta años, tendrás una familia, tendrás hijos, y no estarás solo, pero tendrás que mantener a tu familia. Es una cadena de la que no puedes liberarte. Si quieres cumplir con tu deber, tendrás que hacerlo encadenado a tu familia. Por muy grande que sea tu corazón, no podrás atender ambas cosas: no podrás seguir a Dios de todo corazón y cumplir bien con tu deber. Hay muchas personas que abandonan a la familia y las cosas mundanas, pero después de creer en Dios durante algunos años, solo persiguen la fama, la ganancia y el estatus. No han obtenido la verdad, y ni siquiera tienen un auténtico testimonio vivencial. Eso es igual que perder el tiempo. Cuando realizan ahora sus deberes, no comprenden ni siquiera una pequeña parte de la verdad, y cuando les sucede algo, no saben cómo experimentarlo, así que empiezan a lamentarse y les invade un gran remordimiento. Cuando vuelven la vista hacia el principio, a todos los jóvenes que vivían juntos la vida de iglesia, desempeñando sus deberes, cantando himnos y alabando a Dios, piensan en lo buenos que eran esos días, y en lo mucho que les gustaría regresar a esa época. Por desgracia, en este mundo no hay cura para el remordimiento. Nadie puede volver atrás en el tiempo, aunque le gustaría hacerlo. No hay manera de regresar al principio y vivir la vida de nuevo. Por eso, una vez que ha pasado la oportunidad, no volverá. La vida de una persona apenas dura unas décadas, si te pierdes este momento óptimo para perseguir la verdad, tus remordimientos serán inútiles. […] Ahora mismo, estáis justo a tiempo para ese gran momento. Dios está haciendo la obra de juicio en los últimos días. Es la única oportunidad para que la gente se salve y sea perfeccionada por Él. Todos estáis haciendo vuestros deberes en este momento clave de la difusión del evangelio del reino de Dios. Esta es ciertamente la exaltación excepcional de Dios hacia vosotros. No importa qué estudiaste, o qué área de conocimiento tienes, o qué dones o experiencia posees, en todo caso, Dios te está mostrando Su gracia al permitirte usar esta experiencia para hacer un deber en Su casa. Es una oportunidad difícil de encontrar(La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Es de gran importancia pagar el precio por alcanzar la verdad). Dios salva a la humanidad en los últimos días, y esa es la última oportunidad. No habrá una segunda ni tercera. Este, en especial, es un momento crítico en el que Dios expresa la verdad para salvar y perfeccionar a las personas. El hecho de que yo haya podido aceptar la obra de Dios de los últimos días a una edad tan buena en mi vida, que haya podido dedicarme por completo a mis deberes sin ningún tipo de carga ni enredo y que también haya podido perseguir la verdad y cambiar mi carácter en mis deberes es verdaderamente la gracia de Dios. Debería dedicar la mayor parte de mi tiempo y energía a predicar el evangelio y perseguir la verdad y la salvación. Si tuviera un hijo, dado que mis padres ya habían fallecido y que mis suegros y mi esposo no creían en Dios, nadie podría ayudarme a cuidar del niño y tendría que hacerlo por mi cuenta. Todos mis pensamientos se centrarían en mi hijo, lo que me impondría más cargas y enredos. Tendría muy poco tiempo y energía para perseguir la verdad o cumplir mis deberes. Si dedicara la mayor parte de mi tiempo y energía a tener hijos, perdería esta oportunidad óptima de que Dios me perfeccione. Al final, no obtendría la verdad ni cumpliría con mis deberes, arruinaría mi oportunidad de obtener la salvación y, para entonces, ya sería demasiado tarde para arrepentirme.

Más tarde, leí otro pasaje de las palabras de Dios que conmovió profundamente mi corazón. Dios Todopoderoso dice: “Los no creyentes no comprenden qué es lo más significativo que puede realizar una persona en la vida, pero vosotros sí comprendéis algo de eso, ¿no es así? (Sí). Aceptar lo que Dios os ha confiado y cumplir vuestra propia misión: esas son las cosas más trascendentales. ¡Los deberes que estáis llevando a cabo ahora son valiosos! Quizás no veas los resultados ahora mismo, y quizás no recibas grandes efectos en este momento, pero no pasará mucho tiempo hasta que coseches los frutos. A la larga, si el trabajo está bien hecho, la contribución que eso implica para la especie humana será imposible de medir con dinero. Dichos testimonios verdaderos son más preciados y valiosos que cualquier otra cosa, y además perdurarán por toda la eternidad. Esas son las buenas obras de todos los seguidores de Dios y vale la pena recordarlas. Todo en la vida del hombre es vacío e indigno de recuerdo, excepto creer en Dios, perseguir la verdad y llevar a cabo su deber como ser creado. Incluso si has consumado las proezas más trascendentales; incluso si has ido al infinito y más allá; incluso si has logrado avances científicos que resultaron beneficiosos o útiles para la humanidad, todo eso es fútil y pasajero. ¿Qué es lo único que no será pasajero? (La palabra de Dios). Solo perdurarán la palabra y los testimonios de Dios, así como todos los testimonios y obras que atestigüen a favor del Creador y las buenas acciones de las personas. Esas cosas durarán para siempre y poseen un valor excepcional. Por lo tanto, liberaos de todas vuestras restricciones, asumid ese gran esfuerzo y no os dejéis limitar por ninguna persona, acontecimiento o cosa; dedicaos sinceramente a Dios y verted toda vuestra energía y esfuerzo en el cumplimiento de vuestros deberes. ¡Eso es lo que Dios bendice por encima de todo y merece cualquier dosis de sufrimiento!(La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. La vida solo tiene valor si se cumple bien con el deber de un ser creado). Las palabras de Dios me permitieron entender que cumplir el deber de un ser creado, aportar las fuerzas que uno tiene para expandir el evangelio del reino y llevar a más personas ante Dios son las cosas más honorables y las que más reciben Su aprobación. Poder cumplir deberes relacionados con textos, seleccionar más artículos de testimonios vivenciales buenos para dar testimonio de los efectos que la obra de Dios tiene en las personas y permitir que más personas conozcan a Dios y regresen ante Su presencia es dar testimonio de Dios y algo que Él aprueba, y cualquier sufrimiento que padezca por ello vale la pena. La obra de Dios para salvar a la humanidad está a punto de concluir y las grandes catástrofes ya han comenzado. Ni siquiera sabía lo que pasaría mañana ni cuándo acaecería el desastre, pero, aun así, seguía planificando mi futuro y pensando en tener hijos que cuidaran de mí en la vejez. Toda mi angustia y mis inquietudes sobre el futuro eran innecesarias. Ahora puedo dedicarme por completo a mis deberes, sin cargas ni enredos. También puedo perseguir la verdad y cambiar mi carácter mientras cumplo mis deberes. Todo esto es la gracia de Dios. Debería valorar esta oportunidad presente para perseguir la verdad y la salvación y dedicar todo mi tiempo y energía a mis deberes y a dar testimonio de Dios. Si logro entender algo de la verdad y que Dios me salve, mi vida no habrá sido en vano. Después de entender estas cosas, me desprendí de la angustia y las preocupaciones que tenía en mi corazón y adquirí una mayor fe para vivir por cumplir bien con mis deberes. ¡Gracias a Dios!

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