37. Cómo superé mis emociones represivas

Por Hua Shuang, China

En diciembre de 2023, me eligieron líder de distrito. Cada día, había muchas tareas que había que implementar y a las que dar seguimiento. Al principio, tenía una mentalidad bastante buena. Sabía que carecía de mucho, así que me centré en leer cartas de orientación de los líderes superiores para encontrar sendas a seguir. También hablaba y me comunicaba con mis compañeras sobre los asuntos y, de a poco, aprendí a dar seguimiento al trabajo. Después de unos días, mis compañeras dijeron que debíamos escribir un informe sobre el trabajo a fin de mes. De inmediato, se hizo evidente que había que informar de muchas cosas, como el progreso de cada tarea y si tenían problemas o desviaciones, así como de las deficiencias y dificultades en los deberes de los hermanos y hermanas y de cómo estaban sus estados. Teníamos que investigar y aclarar todos estos problemas, y más. También tendríamos que redactar planes de trabajo y soluciones. De repente, empecé a sentirme muy irritable y pensé: “Hay tantos detalles que hay que incluir en el informe de trabajo; ¿cuánto esfuerzo y dedicación mental me va a costar esto?”. Cuanto más leía, más abrumada me sentía. Sobre todo, cuando veía tareas con las que no estaba familiarizada y que requerirían tiempo y esfuerzo para estudiar y conocer los principios y las habilidades profesionales relacionadas, pensaba: “Acabo de empezar este deber, así que, si no puedo completar el informe de trabajo de este mes, aún puedo depender de mis compañeras. Pero, el próximo mes, ¿no tendré que encargarme yo sola de todo? ¡Eso llevaría muchísimo esfuerzo y sería un gran incordio!”. Pensar en la acumulación de trabajo de los últimos días me hacía dar vueltas la cabeza y realmente quería huir de este deber. Sabía que estos pensamientos no estaban de acuerdo con las intenciones de Dios, así que oré, mientras trataba de descubrir cómo proceder. Pero, a veces, cuando oía a mis hermanas hablar sobre los problemas en el trabajo, me ponía los auriculares a propósito para escuchar himnos y no tener que participar en sus conversaciones. De esta manera, no tendría que pensar en cómo resolver los problemas ni preocuparme y agotarme.

A medida que profundizaba más en el trabajo, me di cuenta de que cada tarea implicaba muchos detalles y que todas requerían un análisis cuidadoso para determinar las soluciones y obtener buenos resultados. Esta carga de trabajo era mucho mayor que la de mi deber anterior, que solo conllevaba una tarea, por lo que me sentía muy reacia y pensé: “¿Por qué demonios debería agotarme y preocuparme tanto? Realizar un deber con una única tarea era mucho mejor. ¡En aquel entonces, no tenía que lidiar con tanta presión todos los días!”. Cuanto más ansiaba la comodidad física, más agotador me resultaba ser líder. Me sentía muy reprimida y angustiada, y solía estar de mal humor. Cuando mis compañeras hablaban conmigo sobre el trabajo, solo les daba respuestas escuetas y superficiales, y luego me sumergía de lleno en mis propias tareas. Me di cuenta de que mi estado no era el correcto, así que oré a Dios: “Dios mío, me quejo sin cesar de lo arduo que es este deber. Busco la comodidad carnal y no puedo cumplir mi deber de buen modo. No quiero seguir en este estado. Te ruego que me guíes para entender mi carácter corrupto”. Más tarde, leí un pasaje de las palabras de Dios y obtuve cierta comprensión sobre mi estado. Dios Todopoderoso dice: “Alguna gente afirma: ‘Todo el mundo dice que los creyentes son libres y están liberados, que viven unas vidas especialmente felices, pacíficas y gozosas. ¿Por qué no puedo vivir yo tan feliz y pacíficamente como los demás? ¿Por qué no me siento nada alegre? ¿Por qué me siento tan reprimido y agotado? ¿Cómo es que otras personas viven unas vidas tan felices? ¿Por qué mi vida es tan miserable?’. Contadme, ¿cuál es la causa de esto? ¿Qué motivó esta represión? (Sus cuerpos físicos no estaban satisfechos y su carne sufrió). Cuando el cuerpo físico de una persona sufre y siente que se le ha hecho un mal, si puede aceptarlo en su corazón y su mente, ¿acaso no le parecerá que su sufrimiento físico ya no es tan grande? Si encuentra consuelo, paz y alegría en su corazón y en su mente, ¿seguirá sintiéndose reprimida? (No). Por tanto, decir que la causa de la represión es el sufrimiento físico carece de validez. Si la represión surge debido al excesivo sufrimiento físico, ¿acaso no estáis sufriendo? ¿Os sentís reprimidos porque no podéis hacer lo que os apetece? ¿Os sentís atrapados en emociones represivas porque no podéis hacer lo que os viene en gana? (No). ¿Vuestro trabajo diario os mantiene ocupados? (Sí, un poco). Todos estáis bastante ocupados, trabajando de sol a sol. Además de dormir y comer, pasáis casi todo el día delante de un ordenador, cansando la vista y el cerebro, y agotando el cuerpo, pero ¿te sientes reprimido? ¿Acaso este cansancio te provoca represión? (No). ¿Qué causa la represión en la gente? Desde luego no es la fatiga física; entonces, ¿qué la causa? Si las personas buscan sin cesar la comodidad física y la felicidad, si esto es lo que persiguen sin tener deseo alguno de sufrir, entonces bastará con un poco de sufrimiento físico, con sufrir un poco más que los demás o sentirse un poco más sobrecargadas de trabajo que de costumbre para sentirse reprimidas. Esta es una de las causas de la represión. Si las personas no consideran que un pequeño sufrimiento físico sea un gran problema, y no buscan la comodidad física, sino que persiguen la verdad y tratan de cumplir con sus deberes para satisfacer a Dios, entonces a menudo no sentirán sufrimiento físico. Incluso si de vez en cuando se sienten un poco ocupadas, cansadas o agotadas, después de irse a dormir se despertarán sintiéndose mejor, y continuarán con su trabajo. Se concentrarán en sus deberes y en su trabajo; no considerarán que un poco de fatiga física sea un problema importante. Sin embargo, cuando surge un problema en el pensamiento de las personas y buscan sin parar la comodidad física, cada vez que sus cuerpos físicos se vean ligeramente agraviados o no puedan hallar satisfacción, surgirán en ellas ciertas emociones negativas. Entonces, ¿por qué este tipo de persona, que siempre quiere hacer lo que le apetece y dar rienda suelta a su carne y disfrutar de la vida, se encuentra a menudo atrapada en esta emoción negativa de represión cada vez que se siente insatisfecha? (Porque busca la comodidad y el disfrute físico). Eso es así en el caso de algunas personas(La Palabra, Vol. VI. Sobre la búsqueda de la verdad. Cómo perseguir la verdad (5)). Después de leer las palabras de Dios, me di cuenta de que estaba persiguiendo la comodidad carnal y que me sentía insatisfecha físicamente, por lo que vivía con emociones negativas de represión y abatimiento, y mis deberes siempre me hacían sentir angustiada e irritable. Antes, cuando realizaba un deber de una única tarea, la carga de trabajo no era muy pesada y, además, lo hacía bien, así que sentía que estaba en mi salsa. No sentía cansancio en el cuerpo ni pesar en el corazón. Ahora, como líder, tenía que supervisar muchos trabajos y preocuparme por más cosas, y había más problemas que debía considerar y corregir. No estaba familiarizada con muchas de las tareas y no sabía cómo corregir estas cuestiones, así que tenía que aprender desde cero. Esto me hacía sentir reprimida, irritable y me daban ganas de huir de esta situación. En realidad, si priorizaba mi deber en lugar de perseguir el alivio y la comodidad física, sería capaz de sobrellevarlo, aunque me sintiera cansada. Me di cuenta de que mi forma de pensar se había desviado.

Más tarde, busqué y leí las palabras de Dios que exponen por qué las personas se sienten reprimidas. Dios Todopoderoso dice: “Algunas personas simplemente no están dispuestas a llevar a cabo sus deberes ni a hablar sobre la verdad. No se han adaptado a la vida de iglesia, son incapaces de hacerlo y siempre se sienten particularmente desgraciadas e indefensas. Bueno, a esta gente le diría: Date prisa en marcharte. Vuelve al mundo secular para buscar tus propias metas y tu rumbo, y vive la vida que has de vivir. La casa de Dios nunca obliga a nadie. […] la gente así siempre está reprimida. Dicho con sencillez, desean complacer a la carne y satisfacer sus deseos. Son demasiado egoístas, quieren hacerlo todo acorde a sus propios caprichos y como a ellas les apetece, ignorando las reglas y sin ocuparse de los asuntos según los principios, sino actuando en base a sus propios sentimientos, preferencias y deseos, y obrando según sus propios intereses. Carecen de humanidad normal y la gente así no se ocupa del trabajo que le corresponde. Tales personas se sienten reprimidas en todo lo que hacen, dondequiera que van. Aunque vivieran solas, se sentirían reprimidas. Por decirlo amablemente, estos individuos no son prometedores y no se ocupan del trabajo que les corresponde. Para ser más precisos, su humanidad es anormal y son un poco ingenuos. ¿Cómo son los que se ocupan del trabajo que les corresponde? Son personas que consideran de manera sencilla sus necesidades básicas, como la comida, la ropa, la vivienda y el transporte. Mientras estas cosas cumplan un estándar normal, con eso les basta. Les importa más su senda en la vida, su misión como seres humanos, su perspectiva vital y sus valores. ¿En qué piensan todo el tiempo las personas poco prometedoras? Siempre están pensando en cómo holgazanear, en trucos para eludir sus responsabilidades, en cómo comer bien y divertirse, en su tranquilidad y comodidad física, sin tener en cuenta los asuntos importantes. Por tanto, se sienten reprimidas en el entorno y el ambiente del cumplimiento de su deber en la casa de Dios. En ella se requiere que adquieran ciertos conocimientos comunes y profesionales relativos a sus deberes, a fin de que puedan desempeñarlos mejor. La casa de Dios requiere que las personas coman y beban a menudo Sus palabras para poder comprender mejor la verdad, entrar en la realidad-verdad y conocer cuáles son los principios de cada acción. Todo esto que comparte y menciona la casa de Dios está relacionado con temas, asuntos prácticos y demás cuestiones que forman parte de la vida de las personas y el desempeño de sus deberes, y su propósito es ayudar a las personas a ocuparse del trabajo que les corresponde y a caminar por la senda correcta. Estas personas que no se ocupan del trabajo que les corresponde y hacen lo que les apetece no desean hacer tales cosas pertinentes. El objetivo final que desean alcanzar al hacer lo que les viene en gana es su comodidad física, su placer y tranquilidad, y que no se les restrinja ni se les agravie de ninguna manera; es poder comer lo suficiente de lo que quieran, y hacer lo que les plazca. El motivo por el que a menudo se sienten reprimidas es la calidad de su humanidad y de su afán interior. Por mucho que les hables sobre la verdad, nada cambia en ellas y su represión no se resuelve. Esa es la clase de personas que son; no son más que cosas que no se ocupan del trabajo que les corresponde(La Palabra, Vol. VI. Sobre la búsqueda de la verdad. Cómo perseguir la verdad (5)). Después de leer las palabras de Dios, finalmente me di cuenta de que quienes siempre persiguen la comodidad y satisfacer sus deseos carnales no se ocupan de su trabajo real y no son prometedores. Las personas así solo quieren vivir según sus propios deseos, pero, cuando se trata de hacer trabajo real, son escurridizas y perezosas, y se sienten reprimidas y afligidas cuando tienen que preocuparse o su carne debe asumir una carga. Estas personas carecen de conciencia y razón. A la luz de esto, analicé mi estado. Cuando vi que, cada día, tenía que pensar en varias cuestiones y dificultades sobre distintas tareas y corregirlas, y que esto requería un esfuerzo mental considerable, empecé a desear tener un deber más fácil y sencillo para que mi cuerpo pudiera estar más cómodo. Cuando oía a mis compañeras hablar del trabajo, me ponía auriculares a propósito para escuchar himnos y evitaba participar en la discusión. Cuando mis hermanas acudían a mí para hablar sobre problemas del trabajo, no quería involucrarme y las evitaba siempre que podía. Si realmente no había forma de hacerlo, les daba respuestas escuetas y superficiales, lo que provocaba errores al implementar las tareas, y que después hubiera que corregirlas. Estas eran las consecuencias de darle el gusto a mi carne. Pensé en las personas que se ocupan de su trabajo real. Cuando sus deberes requieren que se preocupen o asuman cargas, o que aprendan y se equipen con conocimientos y habilidades profesionales, invierten su tiempo y energía de buen modo y buscan cumplir bien con sus deberes para complacer a Dios. En cambio, yo perseguía sin cesar la comodidad y el alivio y, cuando mis deberes requerían que me preocupara o asumiera cargas, me resistía y los evitaba. Dios me había mostrado Su gracia al darme la oportunidad de ser líder, lo que beneficiaba mi crecimiento en la vida, ya que ser líder requiere que una persona participe en distintas tareas, se equipe con todo tipo de principios y, al enfrentar dificultades, se vea obligada a buscar los principios-verdad, a orar más y a confiar más en Dios. Al mismo tiempo, implica aprender habilidades y conocimientos profesionales relevantes y ampliar la comprensión y experiencia de una persona, lo que le permite formarse en diferentes aspectos y crecer más rápido. Si una persona puede crecer y asumir una tarea en la casa de Dios, entonces, es una persona útil. Pero yo no paraba de disfrutar de las comodidades carnales, deseaba seguir estando físicamente a gusto y no estaba dispuesta a esforzarme ni a pensar en nada. ¿No era acaso una buena para nada? No es de extrañar que Dios diga que las personas así “no son prometedoras”, “tienen una humanidad anormal” y “son simplonas”. Al darme cuenta de esto, vi lo deplorable que era la forma en que estaba viviendo, así que oré a Dios e hice una resolución: “Dios mío, estoy dispuesta a rebelarme contra mi carne y a centrarme en mis deberes reales. En mis deberes, buscaré los principios-verdad y aprenderé habilidades y conocimientos profesionales para compensar mis distintas deficiencias, ¡y me esforzaré por ser una persona útil en Tu casa!”. Después, mi mentalidad cambió un poco. Al hacer mis deberes, mi estado también mostró una importante mejoría y ya no me sentía tan reprimida e irascible como antes. Aunque tenía mucho trabajo que hacer cada día, me esforzaba al máximo y, cuando encontraba algo que no sabía hacer, me equipaba con los principios-verdad y las habilidades y conocimientos profesionales relevantes. Cuando veía problemas en el trabajo, se los planteaba a mis compañeras y hablaba sobre soluciones con ellas.

Pensé que había conseguido corregir mis emociones represivas. Hasta que un día, un mes después, los líderes superiores enviaron una carta que decía que la policía estaba persiguiendo a una hermana de nuestro distrito. La policía había anunciado específicamente que arrestaría a esta hermana, y debíamos avisarle de inmediato para que se ocultara. Luego, recibimos otra carta que decía que el PCCh había realizado una serie de arrestos coordinados en las iglesias cercanas, que habían involucrado a muchos de los hermanos y hermanas del área que yo supervisaba. Al oír estas dos noticias, sentí como si nubarrones oscuros se cernieran sobre mí de repente y, una vez más, caí en un estado de represión y pena. Estos arrestos crearon obstáculos importantes para varios aspectos del trabajo de la iglesia y muchas personas enfrentaban riesgos de seguridad y no podían cumplir sus deberes con normalidad. Sabía que, para cumplir bien con el trabajo de la iglesia, tendría que reflexionar aún con mayor cuidado y dedicar más esfuerzos. Cuando pensaba en estas dificultades, sentía una inmensa presión y, en especial, cuando veía el aparente sinfín de problemas en el trabajo que nunca se corregían por completo, me sentía paralizada y sin motivación para hacer nada, pero no tenía otra opción que seguir haciendo mi trabajo sin parar. En una ocasión, una compañera me recordó que había una carta a la que no había respondido, y no pude evitar contestarle con brusquedad: “¡No he tenido tiempo de responder!”. Después de decir esto, me di cuenta de que estaba descargando mis frustraciones en mi deber y que esto era completamente irracional. Saqué la carta a regañadientes y la respondí. Luego, hubo otras ocasiones en las que me volví irascible debido a la acumulación de trabajo y me dirigí a mis hermanas de manera desagradable. Al reflexionar, me di cuenta de que, una vez más, estaba viviendo con emociones negativas de represión debido a mis preocupaciones y el dolor de mi carne.

Leí dos pasajes de las palabras de Dios: “Durante muchos años, los pensamientos en los que se han apoyado las personas para sobrevivir han corroído sus corazones hasta el punto de volverse astutas, cobardes y despreciables. No solo carecen de fuerza de voluntad y determinación, sino que también se han vuelto avariciosos, arrogantes y caprichosos. Carecen absolutamente de cualquier determinación que trascienda el yo, más aún, no tienen ni una pizca de valor para sacudirse la esclavitud de esas influencias oscuras. Los pensamientos y la vida de las personas están tan podridos que sus perspectivas de creer en Dios siguen siendo insoportablemente horribles, e incluso cuando las personas hablan de sus perspectivas de la creencia en Dios, oírlas es sencillamente insufrible. Todas las personas son cobardes, incompetentes, despreciables y frágiles. No sienten repugnancia por las fuerzas de la oscuridad ni amor por la luz y la verdad, sino que se esfuerzan al máximo por expulsarlas(La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. ¿Por qué no estás dispuesto a ser un contraste?). “¿Estás contento de vivir bajo la influencia de Satanás, en paz y disfrutando y con un poco de comodidad carnal? ¿No eres la más vil de todas las personas? Nadie es más insensato que los que han contemplado la salvación, pero no buscan ganarla; estas son personas que codician la carne y disfrutan a Satanás. Esperas que tu fe en Dios no acarree ningún reto o tribulación ni la más mínima dificultad. Siempre buscas aquellas cosas que no tienen valor y no le otorgas ningún valor a la vida, poniendo en cambio tus propios pensamientos extravagantes antes que la verdad. ¡Eres tan despreciable! Vives como un cerdo, ¿qué diferencia hay entre tú y los cerdos y los perros? ¿No son bestias todos los que no persiguen la verdad y, en cambio, aman la carne? ¿No son cadáveres vivientes todos esos muertos sin espíritu? […] Te otorgo la vida humana real, pero no la buscas. ¿Acaso no eres igual a un cerdo o a un perro? Los cerdos no buscan la vida del hombre, no buscan ser limpiados y no entienden lo que es la vida. Cada día, después de hartarse de comer, simplemente se duermen. Te he dado el camino verdadero, pero no lo has obtenido: tienes las manos vacías. ¿Estás dispuesto a seguir en esta vida, la vida de un cerdo? ¿Qué significado tiene que tales personas estén vivas? Tu vida es despreciable y vil, vives en medio de la inmundicia y el libertinaje y no persigues ninguna meta; ¿no es tu vida la más innoble de todas? ¿Tienes las agallas de presentarte ante Dios? Si sigues teniendo esa clase de experiencia, ¿vas a conseguir algo? El camino verdadero se te ha dado, pero que al final puedas o no ganarlo depende de tu propia búsqueda personal(La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Las experiencias de Pedro: su conocimiento del castigo y del juicio). Después de leer las palabras de Dios, reflexioné sobre por qué me centraba tanto en el alivio y la comodidad física y vi que se debía a que me habían influenciado y envenenado las leyes de supervivencia de Satanás, como “Disfruta de la vida mientras puedas” y “Disfruta del presente hoy; preocúpate del futuro mañana”. Tomaba estas ideas como sabias palabras. Junto con mi naturaleza perezosa, había temido las dificultades y el esfuerzo desde la infancia. Había hecho de la comodidad y el alivio mi meta en la vida y no estaba dispuesta a trabajar ni a vivir de una manera que me agotara demasiado. Evitaba ponerme demasiada presión, me sentía satisfecha mientras pudiera vivir sin preocupaciones y hacía de saciar mi hambre, sed y sueño mi objetivo cotidiano. Esta actitud se había trasladado a mis deberes. Esta vez, como había varios aspectos del trabajo de la iglesia que estaban obstaculizados debido a los arrestos del PCCh, y yo debía dedicar más tiempo y esfuerzo a cumplir bien con mi deber, no pude sino quejarme y clamar por las dificultades. Empecé a añorar los días en que solo tenía un deber de una sola tarea y me di cuenta de que mi fe en Dios se basaba en el deseo de dar poco, pero recibir grandes bendiciones. Cuando había muchos problemas y dificultades en mi deber que requerían que pensara en cómo compartir y corregirlos, y tenía que padecer esfuerzos y dificultades físicas, me resistía, me enojaba y hasta llegaba a descargar mis frustraciones en mis compañeras. ¡Realmente carecía de humanidad! Es totalmente correcto y apropiado que yo, como ser creado, cumpla mi deber, y también es una forma de hacer buenas obras por mí misma. Al cumplir mi deber y perseguir la verdad, puedo despojarme de mis actitudes corruptas y alcanzar la salvación. Sin embargo, sentía que ser líder interfería con mi comodidad física, por lo que actuaba de forma irracional y desafiante. ¡Era verdaderamente irracional! Había buscado satisfacer mi carne constantemente, en reiteradas veces, me sentía reacia hacia mi deber, lo manejaba superficialmente, trastornaba y perturbaba el trabajo de la iglesia, y transgredía una y otra vez.

Más tarde, leí más de las palabras de Dios: “Todo adulto debe asumir las responsabilidades como tal, con independencia de las presiones a las que se enfrente, como las adversidades, enfermedades e incluso las diversas dificultades: son cosas que todo el mundo debe experimentar y soportar. Forman parte de la vida de una persona normal. Si no puedes soportar la presión o tolerar sufrimiento, significa que eres demasiado frágil e inútil. Cualquiera que viva debe soportar este sufrimiento, y nadie puede evitarlo. Ya sea en la sociedad o en la casa de Dios, es igual para todos. Esta es la responsabilidad que debes asumir, la pesada carga que debe llevar un adulto, la que debe soportar, y no debes eludirla. […] En un sentido, debes aprender a asumir las responsabilidades y obligaciones que los adultos deben tener y sobrellevar. En otro aspecto, debes aprender a coexistir en armonía con los demás en tu entorno vital y de trabajo con una humanidad normal. No te limites a hacer lo que te apetezca. ¿Cuál es el propósito de la coexistencia armoniosa? El de completar mejor el trabajo y cumplir mejor las obligaciones y responsabilidades que tú, como adulto, debes completar y desempeñar, minimizar las pérdidas causadas por los problemas a los que te enfrentas en tu trabajo y maximizar los resultados y la eficiencia de este. Eso es lo que debes conseguir. Si posees una humanidad normal, deberías lograrlo cuando trabajes entre la gente. En cuanto a la presión del trabajo, tanto si viene de lo Alto o de la casa de Dios, como si se trata de la presión que ejercen sobre ti tus hermanos y hermanas, es algo que debes soportar. No puedes decir: ‘Esto supone demasiada presión, así que no lo voy a hacer. Solo busco ocio, tranquilidad, felicidad y comodidad al cumplir con mi deber y trabajar en la casa de Dios’. Esto no vale; no es un pensamiento que un adulto normal deba poseer, y la casa de Dios no es un lugar para que te entregues a la comodidad. Toda persona asume cierta dosis de presión y riesgo en su vida y en su trabajo. En cualquier trabajo, especialmente durante el desempeño de tu deber en la casa de Dios, debes esforzarte por obtener resultados óptimos. A un nivel mayor, esa es la enseñanza y la exigencia de Dios. A un nivel menor, es la actitud, el punto de vista, el estándar y el principio que toda persona debe adoptar en su comportamiento y sus acciones(La Palabra, Vol. VI. Sobre la búsqueda de la verdad. Cómo perseguir la verdad (5)). Dios dice que una persona adulta debe asumir las responsabilidades y obligaciones de un adulto y que, tanto en las dificultades de la vida como las del deber, la presión es algo que un adulto debe afrontar y soportar, y no algo que deba eludir o evitar. En la casa de Dios, quienes cumplen con sinceridad su deber tienen un corazón dispuesto a complacer a Dios cuando enfrentan la presión del trabajo o las dificultades que exigen que su carne sufra. Pueden orar a Dios, buscar la verdad y rebelarse contra su carne; son serios y pragmáticos en su deber y se esfuerzan para lograr los mejores resultados. Estas personas tienen un sentido de responsabilidad y están de acuerdo con las intenciones de Dios. Pero yo había estado viviendo según pensamientos perezosos, sin ambición y degenerados. No soportaba ninguna dificultad e iba en camino a no conseguir nada en la vida. Para decirlo sin rodeos, era una inútil y ni siquiera merecía que me consideraran una persona. De hecho, sufrir en la carne y soportar cierta presión es algo bueno, ya que puede impulsarme a esforzarme más en reflexionar sobre la verdad, lo que beneficia mi crecimiento en la vida. Aunque tengo muchas deficiencias y aún no puedo resolver algunos problemas complejos, no debo evitar estas cosas, sino ser una persona responsable, orar más y confiar más en Dios, buscar la verdad junto con mis compañeras para corregir cuestiones y hacer todo lo que pueda. Al entender las exigencias y expectativas de Dios para los adultos, mi mentalidad cambió en cierta medida y tuve la esperanza de convertirme en una adulta responsable. Más tarde, cuando los líderes superiores enviaban cartas para dar seguimiento a distintas tareas, ya no me sentía reacia ni irritable, podía reconocer que estas cosas eran mi responsabilidad y estaba dispuesta a hacer todo lo posible para realizar mi trabajo principal.

Con el tiempo, empezó a haber mucho trabajo y, cuando los líderes superiores daban seguimiento al trabajo más de cerca, aún sentía presión, pero también me di cuenta de que la supervisión de los líderes tenía como objetivo apoyarme para hacer bien mi deber. Además, su supervisión podía advertirme y recordarme que debía esforzarme más en mi deber, lo que me impediría darme el gusto de la comodidad física y holgazanear en mi deber, y me motivaría para mejorar mi eficacia en el deber. También participé en el trabajo que supervisaban mis compañeras, y compartimos y buscamos soluciones juntas. A veces, cuando veía que había problemas acumulados que requerían una plática detallada para poder corregirlos, aún experimentaba emociones de represión e irritabilidad, pero podía rebelarme de inmediato contra mi estado incorrecto, me reprendía a mí misma y decía: “Soy una adulta y debo tener el sentido de responsabilidad y la perseverancia de una adulta, soportar la presión y seguir adelante”. También oré a Dios y le pedí que mantuviera mi corazón centrado en mi deber y en hacer trabajo real. Luego, según los principios, priorizaba y corregía los problemas, uno por uno. Con los problemas que no había encontrado antes, estudiaba materiales profesionales relevantes, me equipaba con los principios-verdad y oraba, mientras reflexionaba sobre cuáles eran exactamente sus causas. De esta manera, los problemas se corrigieron de a poco. Cuando veía que el estado de mis hermanos y hermanas no era bueno y afectaba sus deberes, buscaba sin demora las palabras de Dios para compartir soluciones con ellos. Aunque esto requería un poco más de esfuerzo y sufrimiento, me sentía muy satisfecha. Como hablaba con frecuencia con mis hermanos y hermanas sobre distintos problemas del trabajo y reflexionaba sobre verdades y principios relacionados con ellos, mi estado no paraba de mejorar y mi espíritu se volvió más perceptivo. También veía los problemas con mayor claridad que antes y, de a poco, capté algunos principios y sendas. Experimenté en primera persona la verdad de lo que Dios dice: “Si eres una persona con determinación, si eres capaz de considerar como objetivos y metas de tu búsqueda a las responsabilidades y obligaciones con las que deben cargar las personas y a las cosas que deben lograr los adultos y quienes tienen humanidad normal, y si puedes asumir tus responsabilidades, entonces no importa el precio que pagues y el dolor que soportes, no vas a quejarte. Mientras reconozcas que estos son los requerimientos y las intenciones de Dios, serás capaz de soportar cualquier sufrimiento y cumplir bien con tu deber. En ese momento, ¿cómo sería tu estado mental? Sería diferente; sentirías paz y estabilidad en tu corazón y experimentarías gozo. Fíjate, solo con tratar de vivir una humanidad normal y con buscar las responsabilidades, las obligaciones y la misión que deben sobrellevar las personas con una humanidad normal, y con las que deben cargar, la gente siente paz y alegría en sus corazones y experimenta gozo. Ni siquiera han alcanzado el punto en el que se encargan de los asuntos de acuerdo con los principios y obtienen la verdad, y ya han experimentado cierto cambio(La Palabra, Vol. VI. Sobre la búsqueda de la verdad. Cómo perseguir la verdad (5)). Cuando ponía mi corazón en corregir las cuestiones en mi deber, aprendía específicamente lo que me faltaba y hacía todo lo posible por cumplir con mis responsabilidades, mi corazón ya no sentía dolor, sino mayor tranquilidad. Ahora tengo cada vez menos emociones represivas e, incluso cuando surgen de vez en cuando, ya no me afectan. Sin darme cuenta, empecé a centrarme en las cosas correctas y he ganado un sentido de carga hacia mis deberes. Todos estos cambios que he experimentado se deben a las palabras de Dios. ¡Gracias a Dios!

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