85. Reflexiones de una buena esposa y una madre afectuosa
Cuando era adolescente, me encantaba ver series de televisión adaptadas de las novelas de Chiung Yao, en las que las heroínas eran virtuosas y amables y, por muy dolorosa o dura que fuera su vida, permanecían junto a sus esposos y sus familias y trabajaban sin descanso y sin quejarse para servirlos. Al público le encantaban y las admiraban y dejaron una honda impresión en mí. Asimismo, el condicionamiento y la educación que recibí de mi familia me hicieron sentir poco a poco que una mujer debía vivir la vida por su marido e hijos y cuidar bien de toda la familia, que esto era lo que significaba ser una buena mujer. Después de casarme, aparte de ir a trabajar, me dedicaba a diario a preparar todas las comidas, fregar y limpiar para mi familia y atendía con esmero las necesidades diarias de mi esposo e hijo. Día tras día, año tras año, por muy difícil o agotador que fuera, nunca me quejaba. Mi suegra y mi marido estaban muy complacidos conmigo y los parientes y vecinos elogiaban que fuera una esposa virtuosa y buena. Aunque recibía el elogio de mi familia y los cumplidos de las personas a mi alrededor, no era muy feliz en mi fuero interno. En cambio, a menudo me sentía agotada y vacía debido a las ataduras de mi familia y a veces me preguntaba: “¿Realmente es así como se debe vivir la vida?”.
En 2008, acepté la obra de Dios Todopoderoso de los últimos días y, no mucho después, empecé a hacer mis deberes en la iglesia. A los tres años, me eligieron líder de una iglesia y todos los días tenía que salir temprano y volver a casa tarde, pues estaba ocupada con el trabajo de esta. A veces, cuando volvía a casa tarde, mi esposo estaba descontento conmigo y mi suegra me ignoraba. Para mantener la imagen de buena esposa y nuera que tenían de mí, después de terminar mi trabajo en la iglesia, me iba a casa y me apresuraba a hacer las tareas domésticas y a ayudar a mi suegra con los recados. Estaba ocupada todos los días, no tenía tiempo para leer las palabras de Dios y, a veces, daba cabezadas durante las reuniones. En mi fuero interno sabía que, como ser creado, debía cumplir mi deber. Sin embargo, también me parecía que una mujer debería ser una buena esposa y una madre afectuosa y cuidar bien de la familia. Por tanto, si no podía cuidar de mi familia, no sería una buena mujer, los demás me criticarían y no tendría la conciencia tranquila. Por consiguiente, mi corazón siempre estaba constreñido y ocupado en cuestiones familiares y no podía dedicarme a mis deberes. En 2012, mi hijo tuvo siete días feriados durante las vacaciones del Día Nacional, pero los líderes superiores nos invitaron a una reunión durante esas fechas concretas y había trabajo de iglesia que poner en marcha, así que pasé cuatro días fuera de casa. Aunque estuviera en la iglesia, mis pensamientos estaban con mi familia. Me preocupaba: “¿Podrá mi suegra cuidar bien de mi hijo durante mi ausencia? ¿Se enfadará mi marido?”. Mi corazón nunca estaba en paz y eso afectaba al cumplimiento de mis deberes. De camino a casa, estaba realmente angustiada y me daba miedo que mi marido se enfadara conmigo. Cuando llegué a casa, por mucho que me regañaran mi suegra y mi esposo, callaba y me limitaba a trabajar en silencio, ya que me sentía culpable por no haber cumplido con mis responsabilidades. Más adelante, mi esposo y mi suegra vieron en televisión los rumores infundados que difundió el PCCh para desacreditar a la Iglesia de Dios Todopoderoso y empezaron a oponerse cada vez más a mi fe.
Una noche, cuando acababa de llegar a casa, mi esposo perdió los nervios conmigo, amenazó con arrojar mi motoneta al río e incluso quería tirar mis libros de las palabras de Dios. Traté con desesperación de quitarle los libros y, durante el forcejeo, me abofeteó varias veces y me golpeó en las piernas con un mango de fregona. Mi suegra fingió no ver nada y se limitó a volver a su cuarto. Me sentí totalmente destrozada. Solo me trataban así por mi fe. Luego, mi esposo se echó a llorar y se disculpó conmigo, por lo que lo perdoné. Pensé que solo me había tratado así porque no había cuidado bien de mi familia. Después de eso, desempeñé mi deber con cautela mientras trataba de conservar a mi familia. Como nunca dedicaba mi corazón al deber, no obtenía buenos resultados y acababa muy cansada. Veía a los hermanos y hermanas que, sin ataduras familiares, podían dedicarse de todo corazón al trabajo de la iglesia y sentía mucha envidia, con la sincera esperanza de que, algún día, pudiera hacer mi deber con la misma libertad que ellos. ¡Qué maravilloso sería! Durante esa época, a menudo escuchaba el himno de las palabras de Dios titulado “¿Le darás el amor en tu corazón a Dios?”. Cada vez que oía este himno, me conmovía hasta las lágrimas. Aunque creía en Dios y estaba haciendo mi deber, mi lealtad era hacia mi familia, mi esposo y mi hijo. No le había entregado mi corazón a Dios ni había estado cumpliendo con mis deberes. Cuando pensaba en estas cosas, me sentía inquieta y culpable. Me sentía atada por una cuerda invisible, dividida entre el deber y la familia, y sentía un gran dolor en el corazón. Así que oraba a Dios a menudo para pedirle que me proporcionara una salida.
Más adelante, viajé a otro lugar para hacer mi deber. En esa época, estaba decidida a cumplirlo adecuadamente, pero al poco descubrí que no podía dejar de lado a mi esposo e hijo, y regresé a casa. Mi corazón no estaba en mi deber y este no estaba dando resultados, así que me destituyeron. Después de eso, me sentí realmente negativa. Me pareció que no perseguía la verdad y perdí la determinación para esforzarme por ascender. Unos meses después, el líder compartió conmigo y dispuso que hiciera deberes relacionados con textos. Me sentía tan nerviosa como feliz, pensaba: “Este deber es una elevación por parte de Dios. Sin embargo, si hay mucha tarea, no podré volver a casa demasiado a menudo. ¿Qué ocurre entonces con mi esposo e hijo? Además, a mi suegra le dolía una pierna y, si no estoy a menudo en casa, ¿quién va a cuidar de ellos?”. Cuando pensaba en estas cosas, perdía el valor para aceptar este deber. Sabía que era difícil conseguir un deber semejante y que, si lo perdía, era posible que no tuviera ocasión de hacerlo de nuevo. Así que oré a Dios: “Dios, antes no paraba de demorar mi deber una y otra vez para cuidar de mi familia y esto te entristecía y decepcionaba. Con esta oportunidad para hacer mi deber, quiero esforzarme para cumplir Tus exigencias, pero mi estatura es muy escasa y temo no ser capaz de superar esta experiencia. Por favor, Dios, guíame y dame fe y fuerza”. Después de eso, escuché el himno de Sus palabras A Dios le gustan aquellos que tienen determinación: “Para seguir al Dios práctico, debemos tener esta determinación: por muy grandes que sean los entornos en los que nos encontremos, sean cuales sean las dificultades a las que nos enfrentemos, y por muy débiles o negativos que seamos, no podemos perder la fe en nuestra transformación del carácter ni en las palabras que Dios ha pronunciado. Él ha hecho una promesa a la humanidad, y esto requiere que las personas tengan determinación, fe y perseverancia para resistirlo. A Dios no le gustan los cobardes, sino las personas con determinación. Incluso si has revelado mucha corrupción, si has tomado la senda equivocada muchas veces o cometido muchas transgresiones, si te has quejado de Dios o si, desde la religión, te has resistido a Él o has albergado blasfemias en Su contra en el corazón, etcétera, Dios no se fija en nada de eso. Él solo observa si alguien persigue la verdad y si algún día puede cambiar” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. La senda de práctica para la transformación del carácter). Las palabras de Dios me dieron fe y me conmovieron profundamente. Dios no se fijaba en mis fracasos pasados, sino más bien en si ahora podía apreciar la oportunidad de hacer mi deber y me arrepentía de veras. A Dios le gustan las personas con determinación. Esta vez no podía ser una cobarde ni volver a decepcionar a Dios. Estaba dispuesta a apreciar esta oportunidad de cumplir mi deber.
Después de asumir deberes relacionados con textos, busqué palabras relevantes de Dios sobre mi estado. Leí dos pasajes de las palabras de Dios: “Satanás ha corrompido profundamente a las personas que viven en esta sociedad real. Independientemente de si han recibido formación o no, una gran parte de la cultura tradicional está arraigada en sus pensamientos e ideas. En particular, las mujeres deben atender a sus maridos y criar a sus hijos, ser buenas esposas y madres cariñosas, dedicar su vida entera a sus maridos e hijos y vivir para ellos, asegurarse de que la familia tome tres comidas completas al día, lavar la ropa, limpiar la casa y hacer bien todas las otras tareas domésticas. Este es el estándar aceptado para ser una buena esposa y una madre afectuosa. Las mujeres también piensan que las cosas deberían hacerse de esta manera; si las hacen de otro modo, no son buenas mujeres e infringen la conciencia y los criterios de moralidad. Infringir estos criterios morales pesará mucho en la conciencia de algunas; sentirán que han decepcionado a sus maridos e hijos y que no son buenas mujeres. Pero una vez que creas en Dios y hayas leído muchas de Sus palabras, entendido algunas verdades y calado algunos asuntos, pensarás: ‘Soy un ser creado y debería cumplir mi deber como tal y esforzarme por Dios’. En este momento, ¿hay algún conflicto entre ser una buena esposa y una madre amorosa y cumplir tu deber como ser creado? Si quieres ser una buena esposa y una madre cariñosa, no puedes dedicar todo tu tiempo a cumplir tu deber, pero si quieres dedicarte por completo a cumplir tu deber, no puedes ser una buena esposa y una madre afectuosa. ¿Qué haces en ese caso? Si eliges cumplir bien tu deber, encargarte del trabajo de la iglesia y ser leal a Dios, debes renunciar a ser una buena esposa y una madre amorosa. ¿Qué pensarías en esta situación? ¿Qué tipo de desacuerdo surgiría en tu mente? ¿Sentirías que has decepcionado a tus hijos y a tu marido? ¿De dónde proviene este sentimiento de culpa y desasosiego? Cuando no cumples bien el deber de un ser creado, ¿sientes que has decepcionado a Dios? No tienes ningún sentimiento de culpa o reproche porque no hay el más ligero indicio de la verdad en tu corazón y en tu mente. Por tanto, ¿qué es lo que entiendes? La cultura tradicional y ser una buena esposa y una madre cariñosa. De esta manera, surgirá en tu mente esta noción: ‘Si no soy una buena esposa y una madre afectuosa, no soy una mujer buena ni decente’. A partir de ese momento, esta noción te atará y te encadenará, y seguirá siendo así incluso después de que creas en Dios y cumplas tu deber. Cuando haya un conflicto entre cumplir tu deber y ser una buena esposa y una madre amorosa, aunque tal vez elijas de mala gana cumplir tu deber, pues quizá tienes un poco de lealtad, seguirás sintiéndote desasosegada y culpable en el corazón. Por tanto, cuando tengas un poco de tiempo libre mientras cumplas tu deber, buscarás la oportunidad de cuidar de tus hijos y de tu marido, querrás compensarlos aún más y pensarás que eso está bien, aunque debas sufrir más, con tal de tener la conciencia tranquila. ¿Acaso no proviene todo esto de la influencia de las ideas y las teorías de la cultura tradicional sobre ser una buena esposa y una madre cariñosa?” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Solo reconociendo las propias opiniones equivocadas puede uno transformarse realmente). “¿A qué se refiere Dios cuando dice que ‘Dios es la fuente de la vida del hombre’? El sentido de esta frase es que todo el mundo se dé cuenta de lo siguiente: la vida y el alma de todos provienen de Dios y Él las creó; no provienen de nuestros padres y, ciertamente, tampoco de la naturaleza, sino que Dios nos las ha dado. Solo nuestra carne nació de nuestros padres, del mismo modo que nuestros hijos nacen de nosotros, pero su porvenir está totalmente en manos de Dios. El hecho de que podamos creer en Dios es una oportunidad que Él ofrece; Él así lo decreta y es Su gracia. Por tanto, no es necesario que cumplas tus obligaciones o responsabilidades hacia nadie más; solo deberías cumplir tu deber hacia Dios como ser creado. Esto es lo que la gente debe hacer por encima de cualquier otra cosa, la acción principal que se debe llevar a cabo como asunto primordial de la vida de cada uno. Si no cumples bien tu deber, no eres un ser creado cualificado. A ojos de otros, es posible que seas una buena esposa y una madre cariñosa, una ama de casa excelente, una buena hija y un miembro destacado de la sociedad, pero ante Dios eres alguien que se rebela contra Él, que no ha cumplido en absoluto su obligación o deber, que aceptó Su comisión, pero no la completó, y que se rindió a mitad de camino. ¿Puede alguien así ganar la aprobación de Dios? Este tipo de personas no tiene ningún valor” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Solo reconociendo las propias opiniones equivocadas puede uno transformarse realmente). Las palabras de Dios me hicieron entender que siempre había creído que una mujer debía atender a su marido, criar a sus hijos y ser una buena esposa y una madre afectuosa. Estas ideas y opiniones vienen de Satanás. Satanás inculca en las personas que una mujer debería pasarse la vida en casa, servir a su familia y organizar su existencia en torno a su esposo e hijos y que, si no cuida bien de ellos, no es una buena mujer. Yo había vivido siempre conforme a esta idea y este punto de vista y, aunque era muy consciente de que creer en Dios y hacer mi deber es perfectamente natural y justificado y lo que corresponde a un ser creado, mientras cumplía mi deber, no paraba de pensar en todos los asuntos de casa. Cada vez que tenía algo de tiempo libre, me encargaba de cuestiones familiares e incluso sacrificaba mi tiempo para mis devocionales y para leer las palabras de Dios. No tenía sentido de la carga en mi deber y demoré el trabajo de la iglesia. Aunque parecía que estaba haciendo mi deber, en mi corazón pensaba en la vida cotidiana de mi marido e hijo y, si hacía algo siquiera levemente mal y veía a mi esposo infeliz, sentía que no había cumplido mis responsabilidades. Aunque mi esposo me golpeara, me regañara y quisiera tirar mis libros de las palabras de Dios e, incluso aunque mi suegra se burlara de mí y me regañara, yo no los odiaba. En cambio, sentía que no estaba logrando cumplir mis responsabilidades y no era una buena esposa y una madre afectuosa. En realidad, en Sus palabras, Dios nunca ha requerido que las mujeres sean buenas esposas o madres afectuosas. Lo que Él pide es que persigamos la verdad, hagamos bien el deber de un ser creado y completemos nuestras responsabilidades y nuestra misión. Yo no entendía la verdad y trataba las falacias de Satanás como si lo fueran, hasta tal punto que consideraba que ser una buena esposa y una madre afectuosa era lo adecuado y consideraba el cumplimiento del deber de un ser creado como algo adicional. No me sentía en deuda ni experimentaba malestar por no hacer bien mi deber, pero cuando no cuidaba bien de mi familia, me parecía que los estaba decepcionando. Resultó que mis opiniones e ideas eran el problema. La vida humana proviene de Dios y Él dispuso que yo estuviera en este mundo con responsabilidades que debía cumplir y una misión que realizar, no para vivir por mi familia o parientes. Si viviera para ser una buena esposa y una madre afectuosa y cuidar bien de mi familia y ni siquiera pudiera hacer el deber que me correspondía, entonces sería una persona sumamente egoísta por la que Dios siente odio y repugnancia. A lo largo de los años, había perdido mucho tiempo tratando de ser una buena esposa y una madre afectuosa y había malgastado muchas oportunidades de hacer mis deberes. Ya no podía vivir así. Más tarde, volqué conscientemente mi corazón en el deber y, a veces, cuando pensaba sobre las cosas de casa, oraba a Dios, le pedía que protegiera mi corazón para que pudiera priorizar mi deber y, antes de darme cuenta, mi corazón se sosegaba. En ocasiones, iba a casa para ayudar a arreglar las cosas y, dijeran lo que dijeran mi esposo o mi suegra, mi corazón ya no se sentía constreñido.
En junio de 2015, salí a realizar mi deber. En el pasado, cuando lo desempeñaba en mi pueblo, podía regresar a casa pasado algún tiempo, pero esta vez hacía varios meses que no volvía. Me preocupé cuando empezó a hacer más frío: “¿Cómo les va a mi marido y mi hijo? ¿Gozan mis padres de buena salud?”. Al pensar en estas cosas, me volvía a inquietar y quería regresar a mi pueblo para hacer mi deber allí. Me di cuenta de que pensar de esta manera no era lo correcto, así que oré a Dios para pedirle que me protegiera el corazón. Más adelante, leí Sus palabras: “Deberíais ir tras todas las cosas bellas y buenas, y obtener la realidad de todas las cosas positivas. Asimismo, deberíais ser responsables de vuestra vida y no tomárosla a la ligera. Las personas vienen a la tierra y es raro que Me encuentren; también es raro tener la oportunidad de buscar y obtener la verdad. ¿Por qué no habríais de valorar este hermoso tiempo como la senda correcta de búsqueda en esta vida? ¿Y por qué sois siempre tan despectivos hacia la verdad y la rectitud? ¿Por qué estáis siempre pisoteándoos y destruyéndoos por la injusticia y la inmundicia que juega con las personas?” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Palabras para los jóvenes y los viejos). Las palabras de Dios me inspiraron de veras y me dieron el objetivo correcto en la vida. El hecho de haber podido aceptar la obra de Dios de los últimos días y de tener la oportunidad de hacer mi deber en la expansión del evangelio era para mí una bendición y, más aún, la exaltación de Dios hacia mí. Pensé en que Pedro se pasó la vida buscando conocer y amar a Dios. Cuando Él le encargó que pastoreara el rebaño, Pedro sintió el amor y la confianza de Dios e incluso estuvo más dispuesto a perseguir la verdad y a darlo todo para satisfacerlo. Al final, lo crucificaron boca abajo por Dios, dio un rotundo testimonio y obtuvo Su aprobación. La vida de Pedro fue muy significativa. Ahora es el momento más fundamental para la expansión del evangelio y tenía que seguir el ejemplo de Pedro, apreciar mi oportunidad de hacer mi deber, poner toda mi energía en perseguir la verdad y cumplir mi deber para la expansión del evangelio del reino. Después de eso, ya no estaba tan constreñida por mis asuntos de familia al hacer mi deber y me sentía mucho más relajada.
Más tarde, leí más de las últimas palabras de Dios, y profundicé en las ideas culturales tradicionales sobre las mujeres virtuosas, las buenas esposas y las madres afectuosas. Dios dice: “Los orientales quieren que las mujeres se porten siempre bien, que encarnen las tres obediencias y las cuatro virtudes, que sean virtuosas y amables, ¿con qué fin? Para que sean fáciles de controlar. Se trata de una ideología maligna que ha surgido de la cultura tradicional oriental y que es realmente nociva para las personas, ya que, en última instancia, lleva a las mujeres a vivir sin dirección ni ideas propias. Estas mujeres no saben qué deben hacer, cómo hacerlo ni qué acciones son correctas o erróneas. Aun entregando sus vidas a sus familias, sienten que no han hecho suficiente. ¿No supone esto una especie de daño para las mujeres? (Sí). Incluso cuando les arrebatan sus propios derechos, aquellos de los que deberían disfrutar, no ofrecen resistencia. ¿Por qué no lo hacen? Ellas afirman: ‘Está mal resistirse, no es virtuoso. Mira a fulanita le va mucho mejor que a mí y ha sufrido mucho más y, sin embargo, nunca se queja’. ¿Por qué piensan así? (Se ven influidas por el pensamiento cultural tradicional). Esta cultura tradicional ha arraigado profundamente en ellas y les ha causado un gran sufrimiento. ¿Cómo pueden tolerar esta clase de tormento? Saben perfectamente que es doloroso, que las hace sentir impotentes y lastima sus corazones, ¿cómo pueden entonces seguir soportándolo? ¿Cuál es la razón objetiva? Que ese es su entorno social, por eso no pueden liberarse, sino solo aceptarlo con resignación. Así es también cómo se sienten subjetivamente. No comprenden la verdad, ni cómo las mujeres deben vivir con dignidad, ni la manera correcta en la que las mujeres deberían vivir. Nadie les ha enseñado estas cosas. Hasta donde ellas saben, ¿cuál es el criterio para la conducta propia y la actuación de la mujer? La cultura tradicional. Creen que lo transmitido de generación en generación es correcto y que, si alguien lo vulnera, su conciencia debe ser condenada. Este es su ‘criterio’. Pero ¿es realmente correcto este criterio? ¿Debería entrecomillarse? (Sí). Este criterio no se ajusta a la verdad. Aunque el comportamiento de alguien bajo el control de este tipo de pensamiento y punto de vista sea aceptado o se considere adecuado, ¿es realmente un criterio? No lo es, ya que va en contra de la verdad y de la humanidad. Durante mucho tiempo, las mujeres de Oriente han tenido que ocuparse de toda la familia y han sido responsables de todos los pequeños asuntos triviales. ¿Es justo? (No lo es). Entonces, ¿cómo pueden tolerarlo? Porque están atadas a este tipo de pensamiento y punto de vista. Su capacidad para tolerarlo indica que, en el fondo, están seguras en un ochenta por ciento de que es lo correcto y que, si simplemente lo soportan, serán capaces de cumplir con los estándares de la cultura tradicional. Por lo tanto, corren en esa dirección, hacia esos estándares. Si en su interior pensaran que está mal y que no deberían hacerlo, que no se ajusta a la humanidad, sino que va en contra de esta y de la verdad, ¿podrían seguir haciéndolo? (No podrían). Tendrían que pensar en una forma de alejarse de esa gente y de no ser sus esclavas. Pero gran parte de ellas no se atrevería a hacerlo. ¿Qué creen? Que podrían sobrevivir sin su comunidad, pero que soportarían un estigma terrible si se marcharan, y sufrirían ciertas consecuencias. Tras sopesarlo, piensan que, si lo hicieran, sus colegas chismorrearían sobre su falta de virtud, la sociedad las condenaría de determinadas maneras y se formaría ciertas opiniones sobre ellas, y todo ello acarrearía graves consecuencias. Al final, lo meditan y concluyen: ‘Es mejor tolerarlo. De lo contrario, el peso de la condena me aplastará’. Así han sido las mujeres orientales a través de generaciones. ¿Qué han de soportar detrás de todas estas buenas obras? La privación de su dignidad y de sus derechos humanos. ¿Estos pensamientos y opiniones se ajustan a la verdad? (No). No están en consonancia con ella. Se las ha privado de su dignidad y sus derechos humanos, y han perdido su integridad, sus espacios de vida y pensamiento independientes, y su derecho a hablar y a expresar sus propios deseos; todo lo que hacen es para esas personas en casa. ¿Qué se proponen con esto? Cumplir con los estándares que la cultura tradicional dicta para las mujeres y que los demás las alaben llamándolas buenas esposas y personas. ¿No es esto una especie de tortura? (Sí lo es). ¿Es esta forma de pensar adecuada o está distorsionada? (Está distorsionada). ¿Está en consonancia con la verdad? (No lo está)” (La Palabra, Vol. IV. Desenmascarar a los anticristos. Punto 8: Quieren que los demás se sometan solo a ellos, no a la verdad ni a Dios (III)). Después de leer las palabras de Dios, mis sentimientos se confirmaron. Yo era exactamente el tipo de persona de la que Dios expone que ha sido profundamente dañada por la cultura tradicional de Satanás. Desde que era joven, las imágenes de mujeres virtuosas y buenas protagonizando series de televisión habían dejado una honda impresión en mí. Junto a la educación de mis padres y a estar condicionada por los puntos de vista de la sociedad, mis pensamientos se habían vuelto totalmente limitados. Asumía que ser una buena esposa y una madre afectuosa, atender a mi marido y criar a mi hijo eran los estándares que tenía que cumplir como mujer y consideraba positivas esas cuestiones. Me pasaba los días atendiendo servilmente a mi esposo y a mi familia, solo vivía para ocuparme del día a día de mis familiares, sin ninguna integridad ni dignidad, pensando que era algo noble. A lo largo de los años, para mantener mi imagen de “buena mujer”, incluso cuando oía las palabras de Dios y sabía que eran la verdad, no tenía el valor de seguirlas. Cuando intentaba hacer mi deber, siempre era con la condición previa de que no interfiriera en la vida de mi familia. En cuanto no podía cuidar bien de esta, me empezaba a sentir inquieta, pensaba que los estaba decepcionando y me apresuraba a buscar la manera de compensárselo. Para mí, abandonar mis deberes era preferible a no cuidar de mi familia. En realidad, tanto mi esposo como mi suegra eran adultos y, a esas alturas, mi hijo ya estaba en secundaria, así que eran perfectamente capaces de cuidar de sí mismos. Pero me seguía preocupando y siempre me parecía que estaba mal no cuidar de ellos. Dejaba de lado a menudo el trabajo de iglesia y la entrada en la vida de mis hermanos y hermanas. ¡Había sido realmente odiosa y patética! Creer en Dios y hacer nuestros deberes es perfectamente natural y justificado. Estaba claro que mi familia se estaba resistiendo a Dios y me impedía hacer mis deberes, pero, en lugar de discernirlos, incluso creía que era culpa mía por no cuidar bien de ellos mientras hacía mis deberes, así que me sentía culpable. Al final, comprendí que estas ideas de la cultura tradicional son realmente dañinas para la gente y que habían distorsionado por completo mi pensamiento, lo que me volvió incapaz de distinguir el blanco del negro y el bien del mal. Para desorientarnos, Satanás se sirve de las ideas culturales tradicionales de ser una buena esposa y una madre afectuosa, y de las Tres Obediencias y Cuatro Virtudes. Los usa para hacernos creer que la mujer debe asumir una posición inferior en la familia y vivir como esclava de los demás. De este modo, le arrebata su libre voluntad y su derecho a existir. Es un medio para controlar y pisotear a las mujeres. Simplemente no podía desentrañar estas cosas, razón por la cual estas ideas culturales tradicionales me seguían perjudicando y controlando. Demoré repetidas veces mis deberes, perdí mi determinación para perseguir la verdad, no podía cumplir los deberes que me correspondían y vivía sin ninguna integridad ni dignidad. Si esto continuaba, Dios simplemente acabaría por descartarme cuando terminara Su obra. Al darme cuenta de estas cosas, estuve dispuesta a rechazar a Satanás desde el fondo de mi corazón y a dejar de vivir según estas ideas culturales tradicionales.
Leí entonces más palabras de Dios: “Dios creó el libre albedrío para la especie humana, ¿qué pensamientos provienen de ese libre albedrío? ¿Se ajustan a la humanidad? Estos pensamientos deberían, al menos, corresponderse con la humanidad. Además, Dios también quiso que las personas tuvieran puntos de vista y entendimientos acertados de todas las personas, acontecimientos y cosas en el transcurso de sus vidas, y que escogieran la senda correcta para vivir y adorarlo. La vida así vivida es un regalo de Dios y debe disfrutarse. Pero estas llamadas culturas tradicionales y leyes morales constriñen, atan y distorsionan a la gente durante toda su vida y, al final, ¿en qué se convierten? Se convierten en marionetas de la cultura tradicional. ¿No se debe esto a que la gente no comprende la verdad? (Sí). ¿Elegiríais esta senda en el futuro? (No). […] Entonces, ¿cómo debes actuar? (Conforme a los principios). Por supuesto, es correcto actuar conforme a los principios, y debes tratar a todo el mundo de acuerdo con ellos, considerándolos como hermanos y hermanas si creen en Dios, y como no creyentes si no lo hacen. No hay necesidad de que te perjudiques, de que alteres tu integridad ni de que renuncies a tu dignidad y tus derechos sacrificando tu vida por ellos. No se lo merecen. Solo hay Uno en este mundo a quien vale la pena dedicarle la vida. ¿Quién es? (Dios). ¿Por qué? Porque Dios es la verdad, y Sus palabras son el criterio para la existencia, la conducta propia y las actuaciones de la gente. Mientras tengas a Dios y Sus palabras, no te desviarás y te comportarás y actuarás de manera precisa. Este es el resultado final que las palabras de Dios logran en alguien una vez que ha sido salvado” (La Palabra, Vol. IV. Desenmascarar a los anticristos. Punto 8: Quieren que los demás se sometan solo a ellos, no a la verdad ni a Dios (III)). Las palabras de Dios me iluminaron realmente el corazón. Dios dispone el matrimonio para que las personas puedan cumplir con sus responsabilidades en la familia, no para convertirlas en esclavas y mucho menos para hacer que nadie viva por otra persona. En el matrimonio, tanto el esposo como la esposa tienen sus propias responsabilidades y obligaciones y ninguno tiene que amoldarse a los estados de ánimo del otro. Sea cual sea el papel que desempeñe en mi matrimonio y mi familia, no es más que una responsabilidad que me corresponde cumplir. Cuando no haya mucho trabajo de iglesia, puedo cumplir mi responsabilidad como esposa y cuidar de las necesidades diarias de mi familia. Pero cuando haya mucho deber que cumplir y no tenga tiempo para ir a casa, debería priorizar mi deber. Después de entender estas cosas, sentí una oleada de liberación y libertad en mi interior. Fue como si de repente se abriera una ventana en mi corazón y me llenara de luz.
Las palabras de Dios me han llevado a liberarme de las ataduras y el perjuicio causado por la idea tradicional de “ser una buena esposa y una madre afectuosa”; ahora soy capaz de cumplir mi deber en la expansión del evangelio del reino. Esta es la mayor bendición de mi vida y es lo que le otorga valor. ¡Gracias a Dios!