84. Cuando me convertí en una persona en busca y captura por creer en Dios
En julio de 2023, comencé a cumplir deberes de líder en la iglesia. En agosto, acordé encontrarme con un hermano para una reunión, pero, la noche anterior al encuentro, lo detuvieron. Cuando me enteré de la noticia, mi corazón se inquietó un poco: “Si el hermano hubiera venido a la reunión, los policías que lo seguían me habrían detenido a mí también. ¡Eso estuvo cerca!”. Comencé a pensar: “Últimamente, la policía está enloquecida deteniendo creyentes en Dios. Si continúo concertando reuniones con las personas para hablar sobre el trabajo, puede que me detengan en cualquier momento. A partir de ahora, haré el seguimiento del trabajo de la iglesia desde casa, por medio de cartas. De esta manera, correré menos riesgo de ser detenida”. Así pues, cancelé los planes para encontrarme con mis hermanos y hermanas. Luego, me vendió un judas; la policía obtuvo información sobre mi identidad y descubrió que era líder. Inmediatamente después, recibí una carta de casa que decía que varios oficiales de policía habían ido allí a detenerme y llevaban mi fotografía. Mi padre dijo que yo no estaba en casa, y la policía respondió: “Pídele a tu hija que regrese y se entregue en la comisaría. Si no regresa, ¡publicaremos un cartel de ‘se busca’ a su nombre!”. Después de leer la carta que llegó de casa, sentí un peso tremendo en el corazón: “La policía sabe que soy líder y han ido a buscarme a mi casa con mi fotografía. ¡Incluso van a publicar un cartel de ‘se busca’ a mi nombre! Si la policía me detiene, seguramente me torturarán para obligarme a confesar y a vender los fondos de la iglesia y a mis hermanos y hermanas. ¡Si no hablo, me apalearán hasta matarme o dejarme incapacitada! Mi salud es muy débil. ¿Cómo podré soportar la tortura del PCCh? Si no puedo mantenerme firme en mi testimonio y me vuelvo una judas, no tendré un buen final; aunque creo en Dios, no me salvaré”. Luego pensé en la imagen de mis hermanos y hermanas bajo tortura después de ser detenidos y me asusté mucho: “Cumplir el deber de líder es muy peligroso. Si fuera una creyente ordinaria, no me habría convertido en un objetivo de arresto importante para el PCCh y no tendría que enfrentarme al riesgo de la muerte”. Durante ese tiempo, a menudo me llenaba de preocupación y ansiedad por este tema. Tenía mucho miedo de caer un día en manos de la policía, y no era capaz de apaciguar mi corazón para cumplir mi deber.
Una mañana de septiembre, recibí la carta de una hermana que me había acogido en el pasado. Decía que, después de haberme mudado de su casa, más de diez oficiales de policía rodearon el domicilio después de las 11 de la noche. Ella no se atrevió a abrir la puerta, así que los policías usaron un elevador de tijera para llegar a la ventana del segundo piso y entraron por ella para registrar la casa. Buscaron durante varias horas, pero se fueron sin haber encontrado nada. Cuando vi este mensaje, quedé anonadada. Había estado viviendo allí hasta hacía apenas un mes. Si no me hubiera ido, me habrían detenido. Al imaginarme un batallón de policías viniendo a arrestarme, me asusté y sentí que ser líder era demasiado riesgoso. No podía evitar quejarme: “Si no fuera líder todo sería mejor y la policía no me estaría buscando. Si me detienen, temo no sobrevivir. Todavía soy muy joven y aún no he obtenido la verdad en mi fe en Dios. Si la policia me mata a golpes, ¿no perderé mi oportunidad de salvarme? ¿No habrán sido en vano todos los esfuerzos que he hecho en estos años de creer en Dios?”. Durante aquellos días, vivía preocupada y con miedo, y quería conseguir que alguien se hiciera cargo de mi deber. Pensaba que, de esa forma, podría evitar la persecución y detención por parte del PCCh. Sin embargo, las personas de la iglesia seguían siendo arrestadas. Muchos líderes y obreros, también. Si renunciaba en ese momento, no solo afectaría el trabajo de la iglesia, sino que dejaría una transgresión a mi paso. Gracias a mi conciencia, no renuncié, pero no podía reunir ninguna energía en mi corazón. En ese momento, hacían falta líderes y obreros en la iglesia, y algunos hermanos y hermanas vivían en la negatividad y la debilidad por temor a que los detuvieran. Los diversos aspectos del trabajo estaban prácticamente paralizados. Aunque veía todos estos problemas en la iglesia, no poseía el estado mental para resolverlos. En cambio, pasaba todo el día preocupada, y temía caer un día en manos de la policía y sufrir un tormento interminable. En el momento en que me sentía temerosa e indefensa, oré a Dios: “Querido Dios, cuando la policía me puso en la lista de buscados e intentó arrestarme, ya no quise cumplir el deber de líder. Sé que cumplir mi deber de esta manera no demuestra lealtad hacia Ti, pero al mismo tiempo temo ser detenida. Querido Dios, por favor esclaréceme y guíame para poder someterme”.
Luego, me sinceré sobre mi estado con una hermana. Ella me buscó dos pasajes de las palabras de Dios. Dios Todopoderoso dice: “Cuando la gente no es capaz de desentrañar, comprender, aceptar o someterse a los entornos que Dios orquesta y a Su soberanía, y cuando la gente se enfrenta a diversas dificultades en su vida diaria, o cuando estas dificultades superan lo que la gente normal puede soportar, sienten de un modo subconsciente todo tipo de preocupación y ansiedad, e incluso angustia. No saben cómo será mañana, ni pasado mañana, ni cómo será su futuro, y por eso se sienten angustiados, ansiosos y preocupados por todo tipo de cosas. ¿Cuál es el contexto que da lugar a estas emociones negativas? Es que no creen en la soberanía de Dios, es decir, son incapaces de creer en la soberanía de Dios y desentrañarla y en su corazón no tienen auténtica fe en Dios. Aunque vieran los hechos de la soberanía de Dios con sus propios ojos, no los entenderían ni los creerían. No creen que Dios tenga soberanía sobre su sino, no creen que sus vidas estén en manos de Dios, y por eso surge en sus corazones la desconfianza hacia la soberanía y los arreglos de Dios, y entonces surgen las quejas y son incapaces de someterse” (La Palabra, Vol. VI. Sobre la búsqueda de la verdad. Cómo perseguir la verdad (3)). “Si persiguen la verdad, no se dejarán atrapar por esas dificultades ni se sumirán en las emociones negativas de angustia, ansiedad y preocupación. Por el contrario, si no persiguen la verdad, estas dificultades están presentes igualmente en las personas, ¿y cuál será el resultado? Te enredarán de modo que no puedas escapar, y si no eres capaz de resolverlas, acabarán convirtiéndose en emociones negativas que formarán un nudo en lo más profundo de tu corazón; afectarán a tu vida normal y al desempeño normal de tus deberes, y harán que te sientas oprimido e incapaz de encontrar liberación: este es el resultado que tendrán en ti” (La Palabra, Vol. VI. Sobre la búsqueda de la verdad. Cómo perseguir la verdad (3)). Después de leer las palabras de Dios, comprendí que vivía con ansiedad y preocupación porque no comprendía Su soberanía y no podía someterme a ella. Cuando la policía me puso en la lista de buscados, vivía con cobardía y miedo. Temía que, si la policía me arrestaba y me mataba a golpes, perdería mi oportunidad de salvarme. A fin de preservarme, pensé en renunciar al deber de líder. No estaba dispuesta a someterme a la soberanía de Dios, no buscaba Su intención y no hacía introspección ni me conocía a mí misma para aprender lecciones. Comprendí que, si mi estado seguía así, sería muy peligroso para mí. Después de leer estos dos pasajes de las palabras de Dios, comprendí Su intención. Tenía que buscar la verdad para resolver mi estado; no podía seguir viviendo con emociones negativas, ya que esto afectaría mi entrada en la vida y mi deber. Luego, presenté mi estado ante Dios para orar, y le imploré que me guiara mientras experimentaba este entorno.
Después de orar, apacigüé mi corazón y recordé mi estado durante ese tiempo. Leí las palabras de Dios: “Aparte de considerar su propia seguridad, ¿en qué piensan además ciertos anticristos? Dicen: ‘Ahora mismo nuestro entorno no es favorable, así que vamos a mostrar menos nuestros rostros y a predicar menos el evangelio. De este modo, es menos probable que nos atrapen y no se destruirá la obra de la iglesia. Si evitamos que nos atrapen, no nos convertiremos en Judas y seremos capaces de persistir en el futuro, ¿verdad?’. ¿Acaso no hay anticristos que usen tales excusas para desorientar a sus hermanos y hermanas? A algunos anticristos les asusta mucho la muerte y llevan existencias innobles; también les gustan la reputación y el estatus, y están dispuestos a asumir papeles de liderazgo. Aunque sepan que: ‘No es fácil de asumir la obra de un líder, si el gran dragón rojo averigua que se me ha nombrado líder, me haré famoso y puede que me pongan en una lista de buscados, y en cuanto me atrapen mi vida estará en peligro’, ignoran estos peligros en aras de disfrutar de los beneficios de este estatus. Cuando sirven como líderes, solo disfrutan de su goce carnal y no hacen trabajo real. Aparte de intercambiar un poco de correspondencia con diversas iglesias, no hacen nada más. Se esconden en algún lugar y no se encuentran con nadie, se mantienen aislados y los hermanos y hermanas no saben quién es su líder; hasta tal punto están asustados. Por tanto, ¿no es correcto decir que son líderes solo de nombre? (Sí). No hacen trabajo real como líderes, solo les importa esconderse. Cuando otros preguntan: ‘¿Cómo es ser líder?’, dirán: ‘Estoy increíblemente ocupado y, en aras de la seguridad, tengo que seguir cambiando de casa. Este entorno es tan inquietante que no me puedo concentrar en mi trabajo’. Siempre sienten que muchos ojos los observan y no saben dónde es seguro esconderse. Aparte de llevar disfraces, esconderse en lugares diferentes y no permanecer en una sola localización, no hacen nada de trabajo real a diario. ¿Existen tales líderes? (Sí). ¿Qué principios siguen? Esta gente dice: ‘Un conejo astuto tiene tres madrigueras. Para que un conejo pueda protegerse del ataque de un depredador, tiene que preparar tres madrigueras en las que esconderse. ¿Es aceptable que una persona que se encuentra en peligro y ha de huir no tenga dónde esconderse? ¡Hemos de aprender de los conejos! Los animales creados por Dios cuentan con esta capacidad de supervivencia y la gente debería aprender de ellos’. Desde que asumen los puestos de liderazgo, han llegado a darse cuenta de esta doctrina, e incluso creen que han entendido la verdad. En realidad, están terriblemente asustados. En cuanto oyen hablar de un líder al que denunciaron a la policía porque no vivía en un lugar seguro, o de otro líder al que los espías del gran dragón rojo persiguieron por salir demasiado a menudo para hacer su deber e interactuar con demasiadas personas, y de cómo estos acabaron arrestados y condenados, se asustan enseguida. Piensan: ‘Oh, no, ¿seré yo el siguiente al que arresten? Debo aprender de ello. No debería ser demasiado activo. Si puedo evitar hacer algo del trabajo de la iglesia, no lo desempeñaré. Si puedo evitar dejarme ver, lo evitaré. Minimizaré mi trabajo tanto como sea posible, evitaré salir y relacionarme con las personas y me aseguraré de que nadie sepa que soy líder. Estos días, ¿quién se puede permitir preocuparse por los demás? ¡Estar vivo ya supone un desafío!’. Desde que adoptan el papel de líder, aparte de acarrear una maleta y ocultarse, no hacen ningún trabajo. Viven con el alma en vilo, con el constante temor de que los atrapen y los condenen. Supongamos que oyen a alguien decir: ‘¡Si te atrapan, te matarán! Si no fueras líder, si solo fueras un creyente corriente, puede que te soltarían tras pagar solo una pequeña multa, pero dado que eres líder, es difícil saberlo. ¡Es demasiado peligroso! Algunos líderes u obreros a los que atraparon se negaron a revelar información alguna y la policía los golpeó hasta la muerte’. Una vez que oyen que han golpeado a alguien hasta la muerte, su miedo se intensifica y trabajar les aterra incluso más. En lo único que piensan todos los días es en cómo evitar que los atrapen, en evitar dejarse ver, en impedir que los vigilen y en evitar el contacto con los hermanos y hermanas. Se devanan los sesos pensando en estas cosas y se olvidan completamente de sus deberes. ¿Son leales estas personas? ¿Puede la gente así ocuparse de trabajo alguno? (No). La gente así es simplemente tímida y no podemos calificarlos definitivamente de anticristos solo en función de esta manifestación, pero ¿cuál es la naturaleza de esta manifestación? La esencia de esta manifestación es la de un incrédulo. No creen que Dios pueda proteger la seguridad de las personas y, desde luego, no creen que dedicarse a esforzarse por Dios sea consagrarse a la verdad ni sea algo que Él apruebe. No temen a Dios en su corazón; solo les asustan Satanás y los perversos partidos políticos. No creen en la existencia de Dios, no creen que todo esté en Sus manos y, por supuesto, no creen que Dios apruebe que una persona se gaste por completo para Él y en aras de seguir Su camino y de completar Su comisión. No son capaces de ver nada de esto. ¿En qué creen? Creen que, en caso de caer en manos del gran dragón rojo, tendrán un mal final, que se les sentenciará o incluso correrán el riesgo de perder la vida. En su corazón, solo consideran su propia seguridad y no la obra de la iglesia. ¿Acaso no son incrédulos? (Sí). ¿Qué dice la Biblia? ‘El que ha perdido su vida por mi causa, la hallará’ (Mateo 10:39). ¿Creen estas palabras? (No). Si se les pide que asuman un riesgo mientras hacen su deber, desearán esconderse y no permitir que nadie los vea; querrán ser invisibles. Así de asustados están. No creen que Dios sea el apoyo del hombre, que todo esté en manos de Dios, que si algo va realmente mal o de veras los atrapan es que Dios lo ha permitido y que esa gente debería tener un corazón sumiso. Estas personas no poseen este corazón, este entendimiento ni esta preparación. ¿Creen de verdad en Dios? (No). ¿No es la esencia de esta manifestación la de un incrédulo? (Sí). Así es. La gente como esta es excepcionalmente tímida, está muy asustada y teme el sufrimiento físico y que algo malo les ocurra. Se tornan en pájaros asustadizos y ya no pueden desempeñar su trabajo” (La Palabra, Vol. IV. Desenmascarar a los anticristos. Punto 9 (II)). Dios deja en evidencia que los anticristos, en cuanto enfrentan entornos peligrosos en sus deberes, solo consideran su propia seguridad. No son leales a sus deberes y no tienen consideración por los intereses de la casa de Dios. Esta clase de personas no tienen lugar para Dios en su corazón y no creen en Su soberanía. Son incrédulos. Después de leer las palabras de Dios, me sentí avergonzada y triste. No me había percatado de que era igual de egoísta y despreciable que un anticristo. Había acordado encontrarme con un hermano para una reunión, y lo detuvieron un día antes. Que yo pudiera escapar sin que me detuvieran se debió a la protección de Dios. Sin embargo, no solo no se lo agradecí ni cumplí mi deber adecuadamente, sino que me limité a pensar en cómo mantenerme a salvo mientras dejaba de lado el trabajo de la iglesia. Además, cuando descubrí que la policía había ido a mi casa para detenerme y estaba a punto de ponerme en la lista de buscados, que habían investigado a la familia de acogida con la que me había quedado previamente, y vi que el PCCh estaba haciendo grandes esfuerzos para detenerme, me asusté. A fin de protegerme, no me atrevía a cumplir el deber de líder. Cuando la iglesia sufría la persecución y los arrestos del PCCh, como líder, debía haber protegido los intereses de la iglesia y lidiado rápidamente y bien con las consecuencias de los arrestos. Además, los resultados de los diversos aspectos del trabajo estaban decayendo. Mis hermanos y hermanas vivían temerosos y sumidos en la negatividad, y precisaban enseñanzas sobre la verdad para recibir ayuda y apoyo. Había que encargarse de todo ese trabajo, pero, para evitar que me detuvieran, hice planes para mi seguridad, con rutas de escape a cada paso. No tenía agallas para cumplir mi deber, y los problemas en la iglesia no se resolvían con prontitud. Como dice el proverbio: “Los sentimientos verdaderos se revelan en la adversidad”. Podía cumplir mi deber en un contexto normal y si mis intereses personales no se veían afectados; pero cuando mi entorno se volvió peligroso, me convertí en una tortuga cobarde, siempre escondiéndose en su caparazón a fin de resguardarme. Esto era estatura genuina. Había creído en Dios y leído muchas de Sus palabras, pero, en el momento crítico, no di ningún testimonio de practicar la verdad y no tenía el más mínimo deseo de proteger los intereses de la iglesia. Era igual de egoísta y despreciable que un anticristo. Me sentía triste y arrepentida, y me odiaba por ser tan egoísta. ¡Verdaderamente no era digna de un deber tan importante! Oré a Dios en silencio: “Querido Dios, ¡soy tan egoísta! En el momento crítico, no mostré ninguna lealtad. Querido Dios, por favor, esclaréceme y guíame para conocerme y así poder seguir haciendo mi deber en este entorno”.
Recordé las palabras de Dios: “Todos los humanos corruptos viven para sí mismos. Cada hombre para sí mismo, y sálvese quien pueda; este es el resumen de la naturaleza humana. La gente cree en Dios para sí misma; cuando abandona las cosas y se esfuerza por Dios, lo hace para recibir bendiciones, y cuando es leal a Él, lo hace también por la recompensa. En resumen, todo lo hace con el propósito de recibir bendiciones y recompensas y de entrar en el reino de los cielos. En la sociedad, la gente trabaja en su propio beneficio, y en la casa de Dios cumple con un deber para recibir bendiciones. La gente lo abandona todo y puede soportar mucho sufrimiento para obtener bendiciones. No existe mejor prueba de la naturaleza satánica del hombre. La gente cuyo carácter se ha transformado es distinta, cree que el sentido proviene de una vida acorde con la verdad, que el fundamento de ser humano es someterse a Dios, temerlo y apartarse del mal, que aceptar la comisión de Dios es una responsabilidad que es perfectamente natural y justificada, que solo aquellos que cumplen bien con el deber de un ser creado son aptos para ser llamados humanos y que, si ellos no son capaces de amar a Dios y retribuir Su amor, no son aptos para ser llamados humanos. Ellos sienten que vivir para uno mismo es vacío y carente de sentido, que las personas deben vivir para satisfacer a Dios, para cumplir bien con sus deberes y vivir una vida significativa, de manera que, incluso cuando llegue la hora de su muerte, se sentirán contentas y no tendrán el menor remordimiento, y que no habrán vivido en vano” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Tercera parte). “La gente cree en Dios para ser bendecida, recompensada y coronada. ¿Esto no se encuentra en el corazón de todo el mundo? Es un hecho que sí. Aunque la gente no suele hablar de ello e incluso encubre su motivación y su deseo de recibir bendiciones, este deseo y esta motivación que hay en el fondo del corazón de la gente han sido siempre inquebrantables. Sin importar cuántas teorías espirituales comprenda la gente, qué conocimiento vivencial tenga, qué deber pueda cumplir, cuánto sufrimiento soporte ni cuánto precio pague, nunca renuncia a la motivación por las bendiciones que oculta en el fondo del corazón, y siempre se esfuerza silenciosamente a su servicio. ¿No es esto lo que hay enterrado en lo más profundo del corazón de la gente? Sin esta motivación por recibir bendiciones, ¿cómo os sentiríais? ¿Con qué actitud cumpliríais con el deber y seguiríais a Dios? ¿Qué sería de la gente si se eliminara esta motivación por recibir bendiciones que se oculta en sus corazones? Es posible que muchos se volvieran negativos, mientras que algunos podrían desmotivarse en el deber. Perderían el interés por su fe en Dios, como si su alma se hubiera desvanecido. Parecería que les hubieran robado el corazón. Por eso digo que la motivación por las bendiciones es algo oculto en lo más profundo del corazón de las personas” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Seis indicadores de crecimiento vital). Por las palabras de Dios, vi que, cuando las personas solo hacen las cosas por sus propios intereres, viven de acuerdo a venenos satánicos. Consideran que “Cada hombre para sí mismo, y sálvese quien pueda” es una regla de supervivencia y solo hacen cosas que las beneficien. Yo era exactamente esa clase de persona. Cuando comencé a cumplir el deber de líder, no había enfrentado ningún entorno peligroso. Sabía que, al cumplir este deber, comprendería más verdades y podría llevar a cabo muchas buenas obras, así que lo acepté sin dudarlo. Sin embargo, cuando vi que detenían a mis hermanos y hermanas, y que la policía me perseguía y me había puesto en la lista de personas buscadas, temí que, si me arrestaban y me mataban a golpes, perdería mi oportunidad de salvarme. Entonces, comencé a mirar por mí y a hacer planes por mi bien, y empecé a sentir que cumplir el deber de líder era muy riesgoso. Incluso me quejaba de que la iglesia hubiera dispuesto que yo cumpliera un deber tan importante, y quería dejarlo atrás. A cada paso consideraba mi propio destino y no mostraba ninguna lealtad ni sumisión hacia Dios. ¡Era demasiado egoísta! Si no hubiera sido revelada, habría seguido creyendo que ser capaz de renunciar y esforzarme al cumplir mi deber era mostrar lealtad a Dios. Pero ahora, por fin me daba cuenta de que mis esfuerzos pasados estaban mancillados por intenciones e impurezas. Su objetivo era ganar bendiciones y eran un intento de negociar con Dios. Esto provocó Su desdén y Su odio. En ese momento, comprendí la intención de Dios. Experimentar este entorno en el que la policía intentaba arrestarme no solo me ayudó a ver claramente la perversidad del gran dragón rojo, sino que también me ayudó a reconocer la intención de obtener bendiciones que durante años se había ocultado tras mi fe en Dios. Agradecí a Dios desde el fondo de mi corazón por disponer este entorno, y experimenté que esta era Su salvación para mí.
Una noche, hablé con una hermana sobre mi estado durante ese tiempo. Cuando mencioné que temía ser arrestada y morir, mi hermana me habló del significado de la muerte. Recordé un pasaje de las palabras de Dios y lo busqué para leerlo. Dios Todopoderoso dice: “¿Cómo murieron esos discípulos del Señor Jesús? Entre los discípulos hubo quienes fueron lapidados, arrastrados por un caballo, crucificados cabeza abajo, desmembrados por cinco caballos; les acaecieron todo tipo de muertes. ¿Por qué murieron? ¿Los ejecutaron legalmente por sus delitos? No. Difundían el evangelio del Señor, pero la gente mundana no lo aceptó y, en cambio, los condenó, golpeó y vituperó, e incluso los asesinó; así los martirizaron. […] En realidad, así fue cómo murieron y perecieron sus cuerpos; este fue su medio de partir del mundo humano, pero eso no significaba que su resultado fuera el mismo. No importa cuál fuera el modo de su muerte y partida, ni cómo sucediera, así no fue como Dios determinó los resultados finales de esas vidas, de esos seres creados. Esto es algo que has de tener claro. Por el contrario, aprovecharon precisamente esos medios para condenar este mundo y dar testimonio de las acciones de Dios. Estos seres creados usaron sus tan preciadas vidas, aprovecharon el último momento de ellas para dar testimonio de las obras de Dios, de Su gran poder, y declarar ante Satanás y el mundo que las obras de Dios son correctas, que el Señor Jesús es Dios, que Él es el Señor y Dios encarnado. Hasta el último momento de su vida siguieron sin negar el nombre del Señor Jesús. ¿No fue esta una forma de juzgar a este mundo? Aprovecharon su vida para proclamar al mundo, para confirmar a los seres humanos, que el Señor Jesús es el Señor, Cristo, Dios encarnado, que la obra de redimir a toda la especie humana que Él realizó le permite a esta continuar viviendo, una realidad que es eternamente inmutable. Los martirizados por difundir el evangelio del Señor Jesús, ¿hasta qué punto cumplieron con su deber? ¿Hasta el máximo logro? ¿Cómo se manifestó el máximo logro? (Ofrecieron sus vidas). Eso es, pagaron el precio con su vida. La familia, la riqueza y las cosas materiales de esta vida son cosas externas; lo único relacionado con uno mismo es la vida. Para cada persona viva, la vida es la cosa más digna de aprecio, la más preciada, y resulta que esas personas fueron capaces de ofrecer su posesión más preciada, la vida, como confirmación y testimonio del amor de Dios por la humanidad. Hasta el día de su muerte siguieron sin negar el nombre de Dios o Su obra y aprovecharon los últimos momentos de su vida para dar testimonio de la existencia de esta realidad; ¿no es esta la forma más elevada de testimonio? Esta es la mejor manera de cumplir con el deber, lo que significa cumplir con la responsabilidad. Cuando Satanás los amenazó y aterrorizó, y al final, incluso cuando les hizo pagar con su vida, no abandonaron su responsabilidad. Esto es cumplir con el deber hasta el fin” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Predicar el evangelio es el deber que todos los creyentes están obligados a cumplir). Mientras reflexionaba sobre las palabras de Dios, comprendí que si una persona abandona su vida para mantenerse firme en su testimonio de Dios, su alma sigue viviendo aunque el cuerpo muera. Si a una persona la persiguen hasta la muerte por dar testimonio de Dios, eso es valioso y significativo, y cuenta con Su aprobación. Sin embargo, yo creía que si el PCCh me perseguía hasta la muerte, no sería capaz de ganar la salvación. Por eso, vivía sumida en la cobardía y el miedo, sin atreverme a dar mi vida para cumplir bien mi deber. En realidad, no estaba genuinamente sometida a Dios, ni daba testimonio de practicar la verdad, y Dios no había obtenido mi corazón verdadero. Aunque mi cuerpo siguiera viviendo, nunca ganaría la aprobación de Dios. A Sus ojos, yo ya estaría muerta y, al final, mi espíritu, mi alma y mi cuerpo serían destruidos. Además, temía que, si moría, Dios no me salvaría. Esto se debía a que no comprendía el carácter justo de Dios. Pensé en los discípulos que seguían al Señor Jesús y que sufrieron la persecución de regímenes satánicos cuando predicaban el evangelio. Algunos fueron desmembrados por cinco caballos, a otros los lapidaron, y a Pedro, al final, lo crucificaron cabeza abajo por Dios. Pagaron con su vida para dar un testimonio rotundo de Él. Aunque en apariencia su cuerpo murió, su alma volvió a Dios y ganó Su aprobación. Esta es la cosa más valiosa y significativa que existe. Después de desentrañar el significado de la muerte, mi corazón se sintió más liberado. Dios me había dado la vida y yo debía atenerme a mi deber. No podía seguir viviendo de forma tan egoísta.
Un día, durante mi práctica devocional, leí un pasaje de las palabras de Dios: “Satanás nunca se ha atrevido a transgredir la autoridad de Dios y, además, siempre ha escuchado con cuidado y obedecido Sus órdenes y Sus mandatos específicos sin osar nunca desafiarlos ni, desde luego, alterar libremente ninguna de Sus órdenes. Estos son los límites que Dios ha establecido para Satanás, y por ello este no se ha atrevido a cruzarlos. ¿No es este el poder de la autoridad de Dios? ¿No es este el testimonio de Su autoridad? Satanás tiene una comprensión mucho más clara que la humanidad de cómo comportarse delante de Dios, y de cómo considerar a Dios, y, así, en el reino espiritual, Satanás ve muy claramente Su estatus y Su autoridad, y tiene una profunda apreciación del poder de esta y de los principios subyacentes al ejercicio de la misma. No se atreve en absoluto a pasarlos por alto ni a violarlos de ninguna manera, o hacer algo que transgreda la autoridad de Dios; tampoco osa desafiar la ira de Dios. Aunque es malo y arrogante en su naturaleza, Satanás nunca se ha atrevido a cruzar las fronteras y los límites que Dios estableció para él. Durante millones de años ha respetado estrictamente estos límites, cada mandato y orden que Dios le ha dado, sin atreverse jamás a sobrepasar la marca. Aunque es malévolo, Satanás es mucho más sabio que la humanidad corrupta; conoce la identidad del Creador y sus propias fronteras. A partir de las acciones ‘sumisas’ de Satanás se puede ver que la autoridad y el poder de Dios son edictos celestiales que él no puede transgredir, y que es precisamente por la unicidad y la autoridad de Dios que todas las cosas cambian y se propagan de una forma ordenada, que la humanidad puede vivir y multiplicarse dentro del curso establecido por Él, sin que nadie ni nada sean capaces de alterar este orden o cambiar esta ley, porque todos vienen de las manos del Creador, de Su ordenamiento y autoridad” (La Palabra, Vol. II. Sobre conocer a Dios. Dios mismo, el único I). Al meditar sobre las palabras de Dios, comprendí que no importa cuán perverso es Satanás, siempre se encuentra en manos de Dios. Sin Su permiso o Su orden, no se atreve a hacer lo que quiere. Por ejemplo, el PCCh detiene y persigue continuamente a aquellos que creen en Dios e intenta erradicar Sus iglesias. Pero, en realidad, el PCCh también se encuentra bajo el control de Dios. Sin importar lo grandes que sean sus ambiciones y deseos, ni lo ingeniosos que sean sus métodos para dañar a las personas, el PCCh no puede hacernos nada sin el permiso de Dios. Pensé en cómo durante ese tiempo el PCCh había ordenado mi arresto, pero, cada vez, me salvaba por un pelo. Gracias a los maravillosos arreglos de Dios, evadí la detención una y otra vez. Ahora, puedo cumplir mi deber sana y salva gracias a la autoridad y a la soberanía de Dios. Sin el permiso de Dios, por mucho que el PCCh se esfuerce, nunca caeré en sus manos. Dios ordenó que no me arrestaran y me necesitaban para el trabajo de la iglesia, así que tenía que dedicar mi corazón al deber. Al haber ganado estos entendimientos, mis preocupaciones y ansiedades disminuyeron mucho. Estaba dispuesta a someterme a las orquestaciones y arreglos de Dios, y a confiar en Él para hacer bien el trabajo de la iglesia. Tracé un nuevo plan para el trabajo que tenía entre manos. Pensé en que muchos líderes y obreros habían sido detenidos, y que había mucho trabajo para paliar las consecuencias. Muchos hermanos y hermanas vivían sumidos en la negatividad y la debilidad, y no sabían cómo experimentar este entorno. Necesitaban líderes y obreros que compartieran con ellos y les brindaran apoyo. Yo tenía que cumplir bien mis responsabilidades. Luego, dediqué mi corazón al deber. Trabajé con mis hermanos y hermanas y, tras un tiempo de trabajo duro, la iglesia eligió nuevos líderes y obreros, y se pudo seguir con la puesta en práctica de los diversos aspectos del trabajo. El estado de mis hermanos y hermanas también mejoró un poco, y el trabajo de la iglesia comenzó a progresar paulatinamente.
Después de experimentar la revelación de ese entorno, vi que mi perspectiva sobre creer en Dios, consistente en obtener bendiciones e intentar negociar con Él, era incorrecta. Transitaba la senda equivocada. Al mismo tiempo, también vi con claridad la naturaleza perversa del gran dragón rojo y llegué a odiarlo con todo mi corazón. Además, vi que no tenía una fe genuina en Dios. Cuando me sobrevino la amenaza del arresto, tuve miedo. Mi estatura era demasiado pequeña. En adelante, estoy dispuesta a confiar en Dios para cumplir bien mi deber. No podría haber logrado estas ganancias en un entorno confortable. Experimenté que el hecho de que Dios me dispusiera este entorno era Su verdadera salvación para mí, ¡y se lo agradezco a Dios de todo corazón!