87. Cómo abordar el amor y la atención paternos

Por Song Zhi, China

En octubre de 2019, la policía me arrestó durante una reunión y me sentenciaron a dos años y medio de cárcel. Tenía diecinueve años a la sazón. Cuando cumplí mi condena y me dejaron en libertad, vino a recogerme mi madre. Llevábamos varios años sin vernos y, al observar que ella parecía mucho más demacrada y que tenía el cabello mucho más blanco que antes, me sentí tan triste que no pude expresarlo en palabras. Sentada en el tren, pensé en que, desde niña, mis padres me habían querido mucho y nunca habían dejado que sufriera. Yo era hija única y ellos siempre pensaban primero en mí. En particular, cuando enfermaba o me lesionaba, se ponían incluso más nerviosos que yo. Recuerdo que cuando tenía catorce años me rompí una pierna escalando una montaña. Mis padres se turnaban para cuidarme en el hospital, y aunque mi padre no disponía de muchos días libres, empleó sus pocas vacaciones para pasar tiempo conmigo. Al verlo exhausto en la cama para las visitas, se me partía el corazón. Me culpé por ser tan conflictiva y causarles problemas. Cuando empecé a creer en Dios, dejé mi hogar para cumplir con mi deber. Aunque mis padres eran reacios a que me fuera, me apoyaron de todos modos, e incluso me ayudaban económicamente. En particular, esa vez que me arrestaron, mis padres estaban muy preocupados. Me enteré de que en ese tiempo habían vivido en la angustia y habían pasado un calvario. Me sentía en deuda con ellos. Me di cuenta de que nunca había hecho nada por ellos en toda mi vida. Al contrario, los había tenido preocupados por mí en todo momento. En especial, cuando vi a mi madre durmiendo profundamente en el tren, supe que ella no había dormido bien desde que me detuvieron. Me sentí muy culpable y tuve la sensación de no haber cumplido con mis responsabilidades como hija. Ahora que era adulta, debía ganar dinero para mantenerlos y no hacer que se preocuparan más por mí. Tras volver a casa, me propuse encontrar un trabajo y ganar dinero rápido para compensarlos materialmente. Cuando mis padres se enteraron de mi idea, no estuvieron de acuerdo con que fuera a trabajar. Querían que creyera en Dios como correspondía y que tuviera más tiempo para leer Sus palabras y cumplir con mi deber. Cuanto mejor me trataban, más en deuda me sentía. Al pensar en que, a mi edad, mis padres aún me mantenían, mi resolución de ponerme a trabajar se fortaleció. Después, por diversas razones, así como por la pandemia, no encontré trabajo, pero mi corazón se sentía continuamente en deuda con mis padres y yo solo pensaba en cómo pagarles. Mi madre tenía hepatitis B y estaba muy débil; mi padre padecía fuertes dolores de espalda, diabetes y una enfermedad cardíaca, y su salud no era tan buena como antes. Así que los ayudaba a lavar la ropa y hacía algunos trabajos dentro de mis capacidades. También le hacía fricciones a mi padre, usando la técnica del “gua sha”, y le compraba emplastos medicinales. No mucho después de que se levantaran los confinamientos por la pandemia, la policía me localizó y me pidió que firmara las “Tres declaraciones” para negar y traicionar a Dios, y me amenazaron con seguir persiguiéndome si no firmaba. Además, me indicaron que debía estar dispuesta a presentarme en comisaría en cualquier momento. En mi fuero interno, supe que no podía quedarme más tiempo en casa.

Unos meses después, fui a otra zona a cumplir con mi deber. Mi corazón se resistía con vehemencia a una nueva separación de mis padres, “Cuando me marche, no sé cuándo podré volver a verlos. Mis padres se hacen mayores y su salud está empeorando. Soy hija única. Cuando yo no esté, no habrá nadie que los cuide. ¿Y si les ocurre algo? La gente suele decir que criar a los hijos es una manera de prepararse para la vejez, pero yo no he cumplido con ninguno de mis deberes filiales, así que mis padres en realidad me han criado en vano”. Cuando pensaba en esto, sentía un dolor desgarrador en el corazón. Pese a estar cumpliendo con mi deber, echaba de menos a mis padres a todas horas. A veces hasta quería irme a casa y cumplir con mi deber allí para poder estar con ellos. Sabía que la policía aún estaba buscándome y no podía volver, pero cuando pensaba en mis padres, con su mala salud, no podía calmar mi corazón ni consagrarlo a mi deber. Más tarde, el supervisor se enteró de mi estado y me buscó un pasaje de las palabras de Dios: “Si tus padres no tratan de impedirte creer en Dios, también son creyentes y realmente te apoyan y animan a cumplir con tu deber lealmente y a llevar a cabo la comisión de Dios, entonces tu relación con ellos no es una relación carnal entre familiares en el sentido habitual del término, sino una relación entre hermanos y hermanas de la iglesia. En ese caso, aparte de relacionarte con ellos como hermanos y hermanas de la iglesia, también debes cumplir con algunas de tus responsabilidades filiales para con ellos. Debes demostrarles algo más de preocupación. Mientras eso no afecte a tu cumplimiento del deber —mientras tu corazón no esté atado a ellos—, puedes llamar a tus padres para preguntarles cómo están y demostrar algo de preocupación por ellos, puedes ayudarlos a resolver algunas dificultades y ocuparte de algunos de sus problemas en la vida, y hasta puedes ayudarlos a resolver algunas de sus dificultades en cuanto a su entrada en la vida; puedes hacer todas estas cosas. En otras palabras, si tus padres no te impiden creer en Dios, debes mantener la relación y cumplir con tus responsabilidades hacia ellos. ¿Y por qué deberías preocuparte por ellos, cuidarlos y preguntarles cómo están? Porque, ya que eres su hijo y tienes esta relación con ellos, tienes otro tipo de responsabilidad y, a raíz de esta, debes preguntar por ellos un poco más y brindarles una ayuda más sustancial. Mientras eso no afecte a tu cumplimiento del deber y tus padres no obstaculicen ni perturben tu fe en Dios y tu cumplimiento del deber ni te refrenen, es natural y adecuado que cumplas con tus responsabilidades para con ellos, y debes hacerlo hasta el extremo de que no te remuerda la conciencia; esta es la norma mínima que debes cumplir. Si no puedes honrar a tus padres en casa debido a que tus circunstancias lo afectan y lo impiden, no tienes que atenerte a este precepto. Debes ponerte a merced de las instrumentaciones de Dios y someterte a Sus disposiciones, y no es preciso que te empeñes en honrar a tus padres. ¿Condena Dios esto? Dios no lo condena ni obliga a nadie a hacerlo. ¿De qué estamos hablando ahora? Estamos hablando sobre cómo debe practicar la gente cuando honrar a sus padres se contrapone con su cumplimiento del deber; estamos hablando de los principios de práctica y de la verdad. Tú tienes la responsabilidad de honrar a tus padres y, si las circunstancias lo permiten, puedes cumplir con esta responsabilidad, pero no debes permitir que tus sentimientos te aten. Por ejemplo, si uno de tus padres enferma y tiene que ir al hospital, no hay nadie que cuide de él y tú estás demasiado ocupado en el deber como para volver a casa, ¿qué debes hacer? En momentos así, no puedes dejar que tus sentimientos te coarten. Debes entregar el asunto en oración, encomendárselo a Dios y ponerlo a merced de Sus instrumentaciones. Esa es la actitud que debes tener. […] Cuando te encuentres en este tipo de situación, si no demora tu deber ni afecta a tu leal cumplimiento de él, puedes hacer algunas cosas que seas capaz de hacer para demostrar piedad filial a tus padres y cumplir con las responsabilidades que seas capaz de cumplir. En resumen, esto es lo que la gente debe y puede hacer en el ámbito de la humanidad. Si te dejas atrapar por tus sentimientos y esto impide tu cumplimiento del deber, eso contraviene totalmente las intenciones de Dios. Dios nunca te exigió que hicieras eso, Dios solo te exige que cumplas con tus responsabilidades para con tus padres y nada más. Eso es lo que implica la piedad filial(La Palabra, Vol. VI. Sobre la búsqueda de la verdad. Qué significa perseguir la verdad (4)). Tras leer Sus palabras, supe cómo practicar. Mis padres creen en Dios, y cuando el ambiente lo permita, si no entorpece mis deberes, puedo ayudarlos con las faenas domésticas y cuidarlos en su día a día. Puedo charlar con ellos y compartir las palabras de Dios, ayudarlos con su entrada en la vida. Si el ambiente no lo permite, debería anteponer mi deber, porque como ser creado, lo más importante es completar la comisión de Dios y hacer bien mi deber. Cuando comprendí esto, estuve dispuesta a dejar a mis padres en las manos de Dios y cumplir bien con mi deber en primer lugar.

Una vez, vino a una reunión un líder que me advirtió de que no debía ir a casa bajo ningún concepto. Me contó que siete u ocho policías habían ido a mi casa para obligar a mi madre a revelar mi paradero, y también dijeron que mi caso lo llevaba el departamento provincial y que habían decicido que era imperativo atraparme. La policía había interrogado incluso a mis amigos y familiares no creyentes. Sabía que, si la policía no lograba encontrarme, seguirían interrogando a mis padres sin cesar, y me sentí muy culpable. Luchando por contener las lágrimas, no dejaba de culparme: “Les he causado problemas a mis padres. De no ser por mí, no tendrían que soportar todas estas penurias. Ahora que estoy lejos de casa, la policía no puede encontrarme, por lo que están interrogando y acosando a mis padres. Estos agentes de policía son como perros de presa. Una vez que han fijado un objetivo, nunca aflojarán su mordida. ¿Volverán mis padres a vivir una vida tranquila? Desde niña, nunca les he traído ninguna bendición a mis padres. Solo he sido una carga. ¡Habría sido mejor para ellos que no me hubieran criado!”. Pero también sabía que este entorno había sobrevenido con el permiso de Dios y que no debería quejarme. Por lo tanto, oré en silencio a Dios para pedirle que protegiera mi corazón. Me acordé de la película “Segué con gritos de júbilo en medio del sufrimiento”. La protagonista hacía frente a una parálisis debida al dolor de espalda, y sufría mucho dolor, tanto de la carne como del espíritu. Sin embargo, tras su experiencia, ganó cierta comprensión de sí misma e hizo progresos en la vida. Me di cuenta de que las buenas intenciones de Dios se esconden detrás de cosas aparentemente malas, y yo estaba dispuesta a someterme y aprender lecciones.

Después de eso, leí estas palabras de Dios: “Tal vez todos recordáis estas palabras: ‘Pues esta aflicción leve y pasajera nos produce un eterno peso de gloria que sobrepasa toda comparación’. Todos habéis oído estas palabras antes, sin embargo, ninguno de vosotros comprendió su verdadero significado. Hoy, sois profundamente conscientes de su sentido real. Dios cumplirá estas palabras durante los últimos días y se cumplirán en aquellos que han sido brutalmente perseguidos por el gran dragón rojo en la tierra donde yace enroscado. El gran dragón rojo persigue a Dios y es Su enemigo y, por lo tanto, la gente en esta tierra es sometida a humillación y persecución debido a su fe en Dios y, en consecuencia, estas palabras se cumplirán en este grupo de personas, vosotros. Al embarcarse en una tierra que se opone a Dios, toda Su obra se enfrenta a tremendos obstáculos y muchas de Sus palabras no se pueden cumplir enseguida; así, la gente es refinada a causa de las palabras de Dios, lo que también forma parte del sufrimiento. Es tremendamente difícil para Dios llevar a cabo Su obra en la tierra del gran dragón rojo, pero es a través de esta dificultad que Dios realiza una etapa de Su obra, para manifestar Su sabiduría y acciones maravillosas, y usa esta oportunidad para hacer que este grupo de personas sean completadas. Dios lleva a cabo Su obra de purificación y conquista mediante el sufrimiento, el calibre y todo el carácter satánico de las personas en esta tierra inmunda, para, de esta manera, obtener la gloria y así ganar a los que dan testimonio de Sus hechos. Este es el significado completo de todos los sacrificios que Dios ha hecho por este grupo de personas(La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. ¿Es la obra de Dios tan sencilla como el hombre imagina?). Tras leer Sus palabras, comprendí que, en los últimos días, Dios usa los arrestos y la persecución del gran dragón rojo al servicio del perfeccionamiento de Su pueblo escogido. De este modo, permite que la gente vea con claridad el feo rostro del PCCh y reconozca su esencia perversa, que es hostil a Dios, para que puedan seguirlo a Él con mayor determinación. Por medio de este entorno, Dios también perfecciona la fe de las personas, les permite que vean que Dios es soberano sobre todas las cosas, que comprendan Su autoridad y que dejen de temer a Satanás a fin de que puedan extraer lecciones de la tribulación y obtener la verdad. Mis padres eran perseguidos con el permiso de Dios, pero eso también era una oportunidad que Dios les concedía para que experimentaran Su obra y dieran testimonio de Él. Sin embargo, yo no veía más allá de mi nariz y no sabía desentrañar esos asuntos, así que continuamente contemplaba las cosas desde la perspectiva de la carne, me preocupaba que mis padres sufrieran e incluso me echaba toda la culpa a mí misma. Creía que había arrastrado a mis padres a esa situación. Me sentía en deuda con ellos y también culpable; pensaba que mis padres se hubieran podido librar de la persecución si a mí no me hubieran arrestado. Este pensamiento era muy irracional. El gran dragón rojo posee una naturaleza perversa y arresta y persigue a los creyentes en Dios como un loco. Aunque no me hubieran arrestado, el PCCh seguiría persiguiendo a mis padres por creer en Dios. Hace muchos años, cuando aún era joven, mis padres me llevaron a muchos escondites distintos para evitar que nos arrestaran por creer en Dios, y estuvimos muchos años sin regresar a nuestro hogar. No llevábamos una vida estable. En ese momento en que la policía volvía a acosar y perseguir a mis padres, yo debería odiar al gran dragón rojo y hacer bien mi deber para humillarlo. Después, con el fin de animar a mis padres, les escribí una carta y compartí las intenciones de Dios, así como mi comprensión de la experiencia en ese entorno. Más tarde, recibí una respuesta de ellos. Decían que se sentían acobardados y temorosos frente al repetido acoso por parte de la policía, pero que al comer y beber las palabras relacionadas con la autoridad de Dios, descubrieron que Satanás solo es un juguete en las manos de Dios, y que la policía no puede hacer nada sin el permiso de Él. Esto me dio la fe y el coraje para afrontarlo, y hasta para atreverme a refutar los rumores infundados y las falacias de la policía. Ver lo que mis padres habían ganado me conmovió en lo más hondo. Mis padres no me tenían para que les hiciera compañía, pero sus vidas eran incluso mejores con el liderazgo de las palabras de Dios, y vi que mis preocupaciones no tenían ningún fundamento. Al pensar esto, dejé de inquietarme por mis padres.

Una vez, leí estas palabras de Dios: “Al criarte, tus padres cumplen con una responsabilidad y una obligación. Criarte hasta la vida adulta es su obligación y responsabilidad, y eso no se puede considerar amabilidad. Siendo así, ¿no se trata de algo que deberías disfrutar? (Sí). Es una especie de derecho del que deberías gozar. Te deben criar tus padres porque, hasta alcanzar la vida adulta, el papel que desempeñas es el de un niño que está siendo educado. Por lo tanto, ellos no hacen más que cumplir con una clase de responsabilidad contigo y tú solo la recibes, pero sin duda no recibes favores ni amabilidad de su parte. Para cualquier criatura viviente, tener hijos y cuidarlos, reproducirse y criar a la siguiente generación es un tipo de responsabilidad. Por ejemplo, las aves, las vacas, las ovejas e incluso los tigres tienen que cuidar de sus crías tras reproducirse. No hay criaturas vivientes que no críen a sus cachorros. Tal vez existan ciertas excepciones, pero no muchas. Es un fenómeno natural de la existencia de las criaturas vivientes, es su instinto, y no se puede atribuir a la amabilidad. Lo único que hacen es respetar una ley que el Creador dispuso para los animales y para la humanidad. En consecuencia, que tus padres te críen no es una especie de amabilidad. En función de esto, puede afirmarse que tus padres no son tus acreedores. Cumplen con su responsabilidad frente a ti. Independientemente de cuánto esfuerzo y dinero te dediquen, no deben pedirte que los recompenses, porque esa es su responsabilidad como padres. Dado que es una responsabilidad y una obligación, debe ser libre y no deben pedir una retribución. Al criarte, tus padres solo cumplían con su responsabilidad y obligación, y no corresponde remunerarla, no debe ser una transacción. Así pues, no es necesario que abordes a tus padres ni que manejes tu relación con ellos con la idea de recompensarlos. Si efectivamente tratas a tus padres, les retribuyes y abordas tu vínculo con ellos en función de esta idea, eso es inhumano. A su vez, es probable que eso haga que tus sentimientos carnales te limiten y te aten, y te resultará dificultoso salir de ese enredo, hasta el punto de que incluso podrías perder el camino. Tus padres no son tus acreedores, así que no tienes la obligación de concretar todas sus expectativas. No tienes la obligación de correr con los gastos de sus expectativas. Es decir, ellos pueden tener expectativas; tú cuentas con tus elecciones y con la senda vital y el porvenir que Dios ha dispuesto para ti, lo cual no tiene nada que ver con tus padres(La Palabra, Vol. VI. Sobre la búsqueda de la verdad. Cómo perseguir la verdad (17)). Tras leer Sus palabras, comprendí que el hecho de que mis padres me dieran la vida, me criaran y me mantuvieran era una responsabilidad que debían cumplir. No era bondad y no hace falta retribuirlo. Al igual que ocurre con las aves en el reino animal: Cuando la hembra del pájaro tiene a sus polluelos, los alimenta y arriesga la vida para obtener comida para criarlos. Cuando las crías están en peligro, la madre las protege desesperadamente, las defiende aunque ella misma salga herida. El amor y la atención de la madre por sus pajarillos nace puramente del instinto. Lo mismo ocurre con los humanos que crían a sus retoños. Desde el momento en que mis padres me trajeron al mundo, tenían la responsabilidad de criarme y la obligación de cuidar de mí. Al criarme, estaban cumpliendo con su responsabilidad, y no les debo nada ni necesito compensarles nada. Me había visto influida y condicionada por ideas culturales tradicionales como: “Criar hijos para que te cuiden cuando seas anciano” y “La devoción filial es la principal virtud”. Consideraba la atención de mis padres como bondad. Creía que debía compensarlos por pagar un precio y esforzarse por mí, hasta el punto de que anhelaba sacrificar el resto de mi vida para hacerlo. Era plenamente consciente de que en los más de dos años que pasé en el centro de detención no había comido ni bebido las palabras de Dios, ni había hecho mi deber, mi entrada en la vida se había retrasado mucho. Por tanto, ahora debería leer las palabras de Dios y cumplir correctamente con mi deber. Sin embargo, cuando pensaba en mis padres preocupándose por mí y sufriendo, solo quería trabajar y ganar dinero para compensarlos con una buena vida material. De no haber sido por la pandemia, me habría puesto a trabajar y ganar dinero. Más tarde, dejé mi hogar para cumplir con mi deber, pero seguía pensando en cómo recompensar a mis padres. Todos mis pensamientos estaban ligados a la idea de pagar mi deuda de gratitud, como si solo pudiera dedicar el resto de mi vida a recompensar la bondad de mis padres. Soy un ser creado. Mi aliento me lo dio Dios y fue Dios quien me protegió mientras crecía hasta hacerme adulta. En los últimos días, Dios también me concedió la gracia de presentarme ante Él a fin de que pudiera disfrutar la provisión de Sus palabras. Dios ha pagado un enorme precio por mí, y yo debería hacer bien mi deber para satisfacerlo. Aunque mis padres me cuidaron mucho, hoy yo no estaría viva sin la protección de Dios. Es como cuando escalé una montaña a los catorce años. De no haber sido por la protección de Dios, me habría despeñado y habría muerto. Mi mayor deuda es con Dios, no con mis padres. No debería vivir para compensar la bondad de mis padres, sino hacer bien mi deber para satisfacer a Dios. Cuando comprendí esto, fui capaz de tratar correctamente el amor y la atención que mis padres me han dado.

Más tarde, leí otras palabras de Dios: “Para empezar, la mayoría de la gente elige irse de casa para cumplir con su deber, en parte por las circunstancias objetivas generales que les obligan a dejar a sus padres. No pueden permanecer a su lado para cuidarlos y hacerles compañía. No es que elijan dejarlos voluntariamente; esa es la razón objetiva. Por otra parte, en términos subjetivos, no sales a cumplir con tu deber porque quisieras dejar a tus padres y escapar de tus responsabilidades, sino por la llamada de Dios. Para cooperar con la obra de Dios, aceptar Su llamada y cumplir los deberes de un ser creado, no tuviste más remedio que dejar a tus padres; no podías quedarte a su lado para acompañarlos y cuidarlos. No los abandonaste con la intención de eludir tu responsabilidad, ¿verdad? Una cosa es eso y otra haberlo hecho para responder la llamada de Dios y cumplir con tu deber; ¿acaso la naturaleza de ambas cosas no es diferente? (Sí). En tu corazón guardas apego emocional y piensas en tus padres; tus sentimientos no son vacíos. Si las circunstancias objetivas lo permiten y puedes permanecer a su lado mientras cumples con tu deber, entonces estarías dispuesto a hacerlo, a cuidar de manera regular de ellos y cumplir con tus responsabilidades. Pero esas circunstancias no se dan y debes abandonarlos, no puedes seguir a su lado. No es que no quieras desempeñar tus responsabilidades como hijo, es que no puedes. ¿No es diferente la naturaleza de esto? (Sí). Si dejaste tu hogar para eludir el deber filial y tus responsabilidades, es que no eres buen hijo y careces de humanidad. Tus padres te educaron, pero tú estás deseando levantar el vuelo y marcharte rápido y por tu cuenta. No quieres verlos y, si te enteras de que se hallan en dificultades, no prestas atención alguna. Aunque tengas los medios para ayudarlos, no lo haces, finges no haber oído nada y dejas que los demás digan lo que quieran sobre ti. Simplemente no quieres desempeñar tus responsabilidades. Esto es no ser buen hijo. ¿Pero estamos hablando ahora de lo mismo? (No). Mucha gente ha dejado sus condados, ciudades, provincias o incluso sus países para cumplir con el deber; ya se encuentran lejos de donde se criaron. Por si fuera poco, no resulta conveniente que permanezcan en contacto con sus familias por diversas razones. A veces preguntan por la situación de sus padres a gente que viene de la misma ciudad y se sienten aliviados al oír que todavía gozan de buena salud y les va bien. De hecho, no es que no seas buen hijo, ya que no has llegado al punto de carecer de humanidad, en el que ni siquiera te importan tus padres ni desempeñas tus responsabilidades hacia ellos. Eliges esto por varias razones objetivas, así que no es que no seas buen hijo. Estas son las dos razones. Y también hay otra más. Si tus padres no son la clase de gente que hostiga u obstaculiza especialmente tu fe en Dios, si apoyan tu fe o si se trata de hermanos y hermanas que creen en Dios como tú, miembros de Su casa, entonces ¿quién de vosotros no ora en silencio a Dios cuando en lo más hondo piensa en sus padres? ¿Quién de vosotros no encomienda a sus padres, la salud de estos, su seguridad y todas sus necesidades vitales a las manos de Dios? Encomendar a tus padres a las manos de Dios es la mejor manera de mostrarles respeto filial. No deseas que afronten toda clase de dificultades en su existencia ni que lleven una mala vida, coman mal o tengan una salud precaria. En el fondo de tu corazón, está claro que esperas que Dios los proteja y los mantenga a salvo. Si son creyentes, esperas que puedan cumplir con su deber y se mantengan firmes en su testimonio. Esto supone cumplir las propias responsabilidades humanas; la gente solo puede lograrlo con su propia humanidad. Además, lo más importante es que tras años de fe en Dios y de escuchar tantas verdades, la gente cuente al menos con este pequeño entendimiento y comprensión: el porvenir del hombre lo determina el cielo, el hombre vive en manos de Dios y tener Su cuidado y protección es bastante más importante que las preocupaciones, la piedad filial o la compañía de los hijos. ¿No sientes alivio al saber que tus padres están bajo el cuidado y la protección de Dios? No hace falta que te preocupes por ellos. […] en todo caso, nadie debe sentirse culpable ni tener cargo de conciencia por no haber podido cumplir con sus responsabilidades hacia sus padres al verse afectado por circunstancias objetivas. Estas cuestiones y otras similares no deben convertirse en problemas en la vida de alguien que cree en Dios; hay que desprenderse de ellas. En estos temas relacionados con el cumplimiento de las responsabilidades hacia los padres, las personas han de poseer estos conocimientos precisos y deben dejar de sentirse limitadas(La Palabra, Vol. VI. Sobre la búsqueda de la verdad. Cómo perseguir la verdad (16)). Las palabras de Dios ayudaron a mi espíritu a alcanzar la liberación y comprendí lo que es la verdadera conducta no filial. Cuando los hijos gozan claramente de las condiciones para cuidar de sus padres pero solo se preocupan de su propio disfrute, eluden sus responsabilidades y se desentienden de sus padres, eso es falta de conciencia. No es una conducta filial. Pero mi incapacidad para cuidar de mis padres no es porque eluda mis responsabilidades, ni significa que no quiera honrarlos. Se debe a que no puedo regresar a casa por culpa de la persecución del PCCh. Aparte, mis padres también son creyentes y su mayor expectativa no es que los provea en la vejez ni que cuide de ellos durante el resto de sus vidas, sino que crea en Dios, cumpla con mi deber apropiadamente y camine por la senda correcta en la vida. Por eso, no tengo que sentirme culpable, y hacer bien mi deber es el mayor consuelo que podría dar a mis padres. Al mismo tiempo, también he hallado en las palabras de Dios una senda de práctica, que es poner a mis padres en manos de Dios y dejar que Él los guíe, porque mi compañía y cuidado son solo una inquietud superficial, y carecen de cualquier efecto real. Es como cuando mi padre tenía dolor de espalda. Por lo menos podía darle un masaje “gua sha” y comprarle emplastos medicinales. Pero cuando tuvo una angina de pecho, yo estaba con las manos atadas, impotente, y solo podía quedarme allí parada sin hacer nada, incapaz de aliviarle el dolor. Esté o no con mis padres, enfermerán cuando tengan que enfermar, y estarán sanos cuando tengan que estar sanos. Nada cambiará porque yo esté allí con ellos. Así pues, dejarlos en las manos de Dios es la opción más sensata. Aunque mis padres padezcan ahora varias enfermedades, están juntos y pueden cuidarse el uno al otro y compartir las palabras de Dios el uno con el otro, por lo que sus espíritus están dichosos. Esto es algo que ningún cuidado o disfrute material puede reemplazar, y me siento aliviada de confiárselos a Dios.

En el pasado me vi dañada y atada por venenos satánicos, y consideraba a mis padres como mis acreedores, me sentía constantemente culpable por no poder cuidarlos. Ahora las palabras de Dios han liberado los grilletes de mi espíritu, por lo que ya no estoy encadenada a las bondades recibidas. Doy gracias a Dios desde el fondo de mi corazón. Actualmente llevo tiempo sin poder contactar con mis padres, y no sé cómo les va. Sin embargo, cuando pienso en que Dios los guiará cuando recorrán el próximo camino, mi corazón se siente mucho más en paz, y estoy dispuesta a consagrar mi tiempo y mis energías a mi deber. ¡Gracias a Dios!

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