92. Cómo escapar de la vorágine de la fama y el beneficio

Por Jian Yi, China

Nací en una familia común y corriente. No éramos adinerados. Mi padre era un holgazán que no tenía un trabajo estable. También apostaba. La gente de nuestro pueblo nos menospreciaba, y yo me sentía muy inferior. Desde pequeña, me propuse en secreto un objetivo: cuando fuera grande, destacaría entre la multitud y haría que todos me miraran con un nuevo respeto. Solo así podría mantener la cabeza en alto y nadie me menospreciaría.

En la escuela, siempre me había sacado muy buenas notas. Más tarde, debido a la presión de estar en una clase intensiva, solía tener dolores de cabeza. Mis notas fueron empeorando hasta que, finalmente, abandoné la escuela. Mi familia siempre decía: “Si aprendes un oficio, puedes abrir una tienda y ser tu propia jefa. Así tendrás éxito de igual manera”. Pensé: “Aunque no puedo ganarme la estima de los demás con los estudios, hay un dicho chino: ‘Hay trescientas sesenta profesiones y cada una tiene su maestro’. Si estudio mucho para aprender un oficio, en el futuro podré abrir una tienda y ser mi propia jefa. Entonces, seguro que mis familiares y amigos me mirarán con un nuevo respeto”. Más tarde, estudié técnicas de maquillaje. Cuando empecé a trabajar, solo podía ser aprendiz de ayudante porque no tenía experiencia práctica. Cada día hacía recados y trabajos menores, y el profesor de maquillaje me gritaba y me daba órdenes. No me resignaba a aceptarlo. Para aprender más técnicas y ganar experiencia para poder convertirme en maquilladora lo más rápido posible, trabajaba desde las seis de la mañana hasta las diez de la noche casi todos los días. Después de trabajar duro durante un tiempo, finalmente me convertí en maquilladora. Nunca esperé que mi vida se volviera aún más dolorosa después de eso. Cada día, después de terminar mi trabajo, tenía que hacer horas extra para mejorar mi desempeño. Estaba agotada física y mentalmente. Pero entonces pensé: “‘Para llegar a la cima, hay que soportar un gran sufrimiento’. Mientras persistiera y mejorara mis habilidades, tendría más oportunidades de que me elogiaran y admiraran”. Así que ya no me sentí tan abatida. Por aquel entonces, mi madre solía hablarme sobre la fe. Sabía que creer en Dios era algo bueno, pero también sentía que estaba demasiado ocupada con el trabajo, que no tenía tiempo y que estaba en la etapa en la que hacía todo lo posible para forjar mi carrera. Como consecuencia, no me tomé mi fe demasiado en serio.

Más tarde, trabajé como maquilladora en otro estudio, donde estuve varios años. Con mucho esfuerzo, me convertí en el pilar de mi departamento. Mis habilidades siempre eran las más destacables y, prácticamente todos los meses, me ganaba el primer lugar por mi desempeño. La jefa solía elogiar mis capacidades delante de mis compañeros de trabajo y les decía que aprendieran de mí. Esto satisfacía enormemente mi vanidad. En especial, cuando oía que muchos clientes, a quienes nunca había visto antes, decían: “¡Hemos oído hablar mucho de ti! Mis amigos dicen que no solo tienes grandes habilidades, sino que también eres una gran persona. Vinimos aquí especialmente por ti”. Al escuchar cosas como esta, empecé a sentirme bastante satisfecha conmigo misma y mi deseo de perseguir la fama y el beneficio creció aún más. Me moría de envidia cuando oía que la gente a mi alrededor decía que tal o cual persona era muy joven, pero ya había abierto su propia tienda, tenía su propio negocio y era muy capaz. Pensaba que yo también tenía buenas capacidades, solo que aún no contaba con las condiciones económicas adecuadas. Apenas tenía poco más de veinte años y, mientras trabajara duro, atendiera a cada cliente con seriedad y me forjara una buena reputación, tarde o temprano tendría la oportunidad de abrir mi tienda y ser mi propia jefa. Cada vez que pensaba en esto, sentía una ráfaga de energía que me recorría todo el cuerpo, como si me corriera electricidad por las venas. Meditaba sin cesar en cómo mejorar mis habilidades y mi desempeño y solía ver vídeos de maquillaje en varias plataformas de Internet para aprender buenas técnicas. Todos mis compañeros de trabajo no veían la hora de terminar cuanto antes, pero, para mejorar la experiencia de mis clientes, yo dedicaba tiempo extra a hacerles fotos o vídeos. Les pedía que los publicaran en sus redes sociales para ayudar a promocionarme y, cuando veía que recibían muchos “me gusta” y comentarios favorables, me sentía extremadamente satisfecha conmigo misma. A menudo era la última en terminar de trabajar e, incluso después de regresar a casa, seguía chateando con los clientes para cultivar mi relación con ellos. Para retener a los clientes, era como si hubiera estado viviendo cada día con una máscara, diciendo palabras agradables y llenas de falsedades. Si era obvio que una clienta era gorda, la halagaba y le decía: “¡Tienes un cuerpo perfecto! Hay que tener una figura así para lucir bien la ropa”. Algunas clientas no eran muy agraciadas, pero yo les buscaba algo positivo para elogiarlas y las adulaba para hacerlas felices. En cuanto a las clientas difíciles y exigentes, aunque por dentro me hartaban, me obligaba a sonreír el tiempo que fuera necesario para dejarlas satisfechas. Realmente no quería decir cosas que iban en contra de lo que sentía, pero tenía que hacerlo por la fama y el beneficio. Aunque me ganaba los elogios y la admiración de quienes me rodeaban, una vez que pasaba esa breve sensación de felicidad, mi corazón se quedaba más deprimido y exhausto. Solía pensar: para ganarme la estima de los demás, trabajaba como una máquina todos los días. Fuera del trabajo, solo había más trabajo. ¿Cuándo llegarían esos días a su fin? ¿Me pasaría la vida entera así? Me sentía confundida e impotente. Entonces recordé que, desde que era niña, mi madre me había dicho que acudiera a Dios cuando enfrentara dificultades. Durante esa época, solía llevar mis dificultades ante Dios y oraba: “Dios querido, estoy confundida y bajo mucha presión en el trabajo. Hasta siento que mi vida no tiene sentido. ¡Te ruego que me ayudes!”.

En mayo de 2021, la empresa, que siempre estaba muy ocupada en esa época del año, tuvo una temporada tranquila. A menudo, tenía la oportunidad de descansar en casa. A través de los hermanos y hermanas que me leían las palabras de Dios y compartían conmigo en las reuniones, la angustia y la opresión que sentía en el corazón se aliviaron bastante. Acepté formalmente la obra de Dios Todopoderoso de los últimos días y empecé a vivir la vida de iglesia. Durante las reuniones, todos simplemente se sinceraban y compartían su conocimiento vivencial. Si alguien tenía dificultades, los demás compartían para ayudarlo. Nadie menospreciaba a nadie. Cuando me reunía con mis hermanos y hermanas, mi corazón se sentía tranquilo y en paz. Finalmente había descubierto que las personas podían vivir de una manera tan relajada y libre. Más tarde, como solía pedir licencia para asistir a las reuniones, mi jefa empezó a preocuparse de que me fuera a otra empresa y pidió a mis compañeros de trabajo que averiguaran lo que pasaba conmigo. Pensé en lo diligente que había sido en el trabajo durante esos años, en cómo me había ganado la aprobación de mi jefa y en cómo la empresa me consideraba una empleada clave para seguir formando. Si mi jefa veía que tomaba licencias constantemente, con el tiempo ¿tendría una mala opinión de mí y dejaría de centrarse en mi desarrollo profesional? Empecé a arrepentirme de ausentarme tan seguido para asistir a las reuniones y decidí que, a partir de entonces, solo asistiría de vez en cuando, siempre que no interfiriera con mi trabajo. Pero luego pensaba en mis hermanos y hermanas reuniéndose para compartir las palabras de Dios y en cómo mi corazón se sentía liberado y sin opresión, así que, en mi corazón, aún quería asistir a las reuniones. Cada vez que una reunión coincidía con el trabajo, sentía como si tuviera el corazón dividido en dos.

En octubre de 2021, empecé a tener cada vez más trabajo. Sobre todo, en temporada alta, no asistí a ninguna reunión durante un mes entero. En ese momento, sentí cierto remordimiento, pero no me atrevía a pedir licencia cuando veía que había tanto movimiento en la empresa. Cada maquillador contaba con reservas de clientes que la empresa había hecho con antelación, así que simplemente era imposible encontrar a alguien que asumiera mi trabajo. Algunos clientes hasta venían especialmente desde otras zonas, así que definitivamente no podía decirles que no. Si pedía licencia en ese momento, no cabe duda de que eso no le agradaría a mi jefa. Si ella tenía una mala opinión de mí, hasta podría despedirme. Después de sopesarlo, decidí que, en realidad, el trabajo era más importante. En aquel entonces, estaba tan ocupada que no descansé bien en todo un mes. Cuando tenía un poco de tiempo después del trabajo, mi madre me leía las palabras de Dios. No lograba sosegar mi corazón y, antes de que pudiera escuchar un par de frases, ya empezaba a quedarme dormida. Para tratar de aliviar la presión del trabajo, a veces salía a comer, beber y divertirme con mis amigos, y veía vídeos y series de televisión para anestesiarme. Aunque en ese momento sentía una felicidad pasajera, cuando volvía a la realidad y me enfrentaba a todos mis problemas, mi corazón seguía sintiéndose extremadamente oprimido y yo seguía estando agotada tanto física como mentalmente. Después, solo iba a las reuniones cuando había menos trabajo.

Cuando una hermana se enteró de mi estado, buscó un pasaje de las palabras de Dios para que lo leyera. Dios Todopoderoso dice: “Satanás usa fama y ganancia para controlar los pensamientos del hombre hasta que todas las personas solo puedan pensar en ellas. Por la fama y la ganancia luchan, sufren dificultades, soportan humillación, y sacrifican todo lo que tienen, y harán cualquier juicio o decisión en nombre de la fama y la ganancia. De esta forma, Satanás ata a las personas con cadenas invisibles y, al llevar estas cadenas, no tienen la fuerza ni el valor de deshacerse de ellas. Sin saberlo, llevan estas cadenas y siempre avanzan con gran dificultad. En aras de esta fama y ganancia, la humanidad evita a Dios y le traiciona, y se vuelve más y más perversa. De esta forma, entonces, se destruye una generación tras otra en medio de la fama y la ganancia de Satanás. Consideremos ahora las acciones de Satanás, ¿no son sus siniestros motivos completamente detestables? Tal vez hoy no podáis calar todavía sus motivos siniestros, porque pensáis que uno no puede vivir sin fama y ganancia. Creéis que, si las personas dejan atrás la fama y la ganancia, ya no serán capaces de ver el camino que tienen por delante ni sus metas, que su futuro se volverá oscuro, tenue y sombrío. Sin embargo, poco a poco, todos reconoceréis un día que la fama y la ganancia son grilletes enormes que Satanás usa para atar al hombre. Cuando llegue ese día, te resistirás por completo al control de Satanás y a los grilletes que Satanás usa para atarte. Cuando llegue el momento en que desees deshacerte de todas las cosas que Satanás ha inculcado en ti, romperás definitivamente con Satanás y detestarás verdaderamente todo lo que él te ha traído. Sólo entonces la humanidad sentirá verdadero amor y anhelo por Dios(La Palabra, Vol. II. Sobre conocer a Dios. Dios mismo, el único VI). Después de leer las palabras de Dios, me di cuenta de que Satanás usa la fama y el beneficio para atar a las personas y hacer que se aparten de Dios. Recordé la pobreza de mi familia cuando era pequeña y cómo las personas a mi alrededor me menospreciaban. Me había propuesto alcanzar grandes logros y destacar entre la multitud para que todos me miraran con un nuevo respeto. Aunque mi madre solía hablarme sobre la fe en Dios, nunca me lo había tomado en serio. Pensaba que era joven y que ese era el momento de trabajar duro para hacer carrera. Después de convertirme en maquilladora, me devanaba los sesos pensando en cómo mejorar mis habilidades y mi rendimiento y halagaba con frecuencia a los clientes para hacerlos felices y mejorar mi desempeño en el trabajo. Para hacerlo bien y ganarme la estima de más gente, siempre era la última en salir del trabajo y, aun después de terminar, en mi único momento libre, ayudaba a editar las fotos y vídeos de los clientes para promocionarme. A veces, hasta soñaba con cosas relacionadas con mi trabajo. La fama y el beneficio habían atado con fuerza mi corazón durante mucho tiempo. Cuando había un conflicto entre el trabajo y las reuniones, me preocupaba que tomarme demasiadas licencias le desagradara a mi jefa y afectara mi futuro desarrollo profesional, así que no asistí a ninguna reunión ni leí las palabras de Dios durante un mes entero. Me sentía agotada tanto física como mentalmente y trataba de aliviar mi estrés viendo series de televisión y videos en Internet. Esto hizo que mi corazón se alejara cada vez más de Dios. Sentía que mi corazón estaba cada vez más vacío y angustiado. Vi que Satanás estaba usando la fama y el beneficio para controlarme. Hacía que dedicara mi corazón por completo al trabajo, me impedía asistir a reuniones o cumplir mi deber y, de a poco, hacía que me apartara de Dios, lo traicionara y perdiera mi oportunidad de obtener la salvación. Tenía que desentrañar la trama de Satanás y asistir a las reuniones tanto como fuera posible. Así que oré a Dios para que me ayudara.

En temporada baja, pude coordinar mi trabajo para asistir a las reuniones, pero, en temporada alta, cuando había mucho trabajo, tenía que pedir licencia con frecuencia, lo que no le agradaba a mi jefa. Sentía que tener que buscar todo tipo de excusas constantemente para pedir licencia no era la solución, pero, si cambiaba de trabajo, perdería la oportunidad de hacer realidad mi sueño de destacar entre la multitud. Apenas pensaba en dejar mi trabajo, no podía soportarlo. Pero, si seguía así, solo terminaría alejándome cada vez más de Dios y, en última instancia, perdería mi oportunidad de obtener la salvación. Cada día, sentía como si tuviera el corazón dividido en dos. Estaba angustiada, sufría y no sabía qué elegir. Cuando mi madre se enteró de mi estado, me leyó un pasaje de las palabras de Dios: “Si queréis ganar la verdad y vida, entonces debéis sentar una base sobre las palabras de Dios. Eso os permitirá embarcaros en la senda de búsqueda de la verdad, que es el único objetivo y dirección en la vida. En realidad, solo eres uno de los escogidos de Dios y estás predestinado si permites que Sus palabras y la verdad sienten una base en tu corazón. Ahora mismo, vuestros cimientos siguen sin ser estables. Si incluso una pequeña tentación de Satanás cayera sobre vosotros, por no decir un gran desastre o prueba, podría sacudiros y haceros tropezar. Esa es la falta de base, ¡la cual es muy peligrosa! Mucha gente tropieza y traiciona a Dios cuando sobre ellos acaece la persecución y la adversidad. Alguna gente empieza a actuar con imprudencia tras ganar algo de estatus, y luego son revelados y descartados. Todos podéis ver estas cosas con mucha claridad. Así, deberíais ahora determinar primero la dirección y el objetivo que debéis buscar en la vida, además de la senda que debéis tomar, y luego calmar vuestra mente y trabajar duro, gastaros, esforzaros y pagar un precio por ese objetivo. Deja de lado otros asuntos de momento. Si continúas considerándolos, impactará al cumplimiento del deber, y al asunto crucial de tu búsqueda de la verdad y de tu salvación. Si tienes que pensar en buscar trabajo, ganar mucho dinero y hacerte rico, y en hacerte de una posición firme en la sociedad y encontrar tu lugar; si tienes que pensar en el matrimonio y en encontrar a un compañero, en adoptar la responsabilidad de mantener a una familia y darles una buena vida, y si además quieres aprender nuevas habilidades, para destacar y ser mejor que otra gente, ¿acaso no será agotador pensar en todas esas cosas? ¿Cuántas cosas pueden caber en tu mente? ¿Cuánta energía tiene una persona a lo largo de su vida? ¿Cuántos años buenos tiene? En esta vida, las personas gozan de mayor energía entre los veinte y los cuarenta años. Durante este período, debéis dominar las verdades que los creyentes en Dios deben comprender, y luego entrar en la realidad-verdad, y aceptar el juicio y el castigo de Dios, así como Su refinamiento y pruebas, y alcanzar el punto en el que no neguéis a Dios, sean cuales sean las circunstancias. Esto es lo más básico(La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Es de gran importancia pagar el precio por alcanzar la verdad). Mi madre compartió conmigo: “Dios quiere que nuestras vidas tengan valor y sentido. Eres joven y estás llena de energía. No espero que seas el sostén económico de la familia. Solo espero que creas en Dios de verdad y dediques tus mejores años a creer en Dios y perseguir la verdad. ¡Estas son las cosas más importantes en tu vida! Todo lo demás aparte de creer en Dios es vacío. Si no me crees, pruébalo y verás: incluso si dedicas toda tu energía a tu trabajo, cuando llegue el día en que alcances el éxito y la fama, no serás feliz. Hoy en día, hay muchas personas ricas y famosas, pero ¿son realmente felices? Los deseos de las personas nunca se pueden satisfacer. Solo las palabras de Dios pueden señalar el camino a las personas y hacer que vivan relajadas y felices cada día”. Pensé: “Los deseos de las personas son, en efecto, infinitos. Es como cuando empecé a trabajar. No tenía experiencia, mi sueldo era bajo y no me valoraban. Pero, después de esforzarme sin cesar, finalmente me convertí en el pilar de mi departamento. Me gané la estima de todos y mi salario también mejoró cada vez más, pero todavía no me sentía satisfecha. Seguía planeando cómo mejorar mis habilidades y acumular contactos para tener mi propia carrera y ganarme la estima de aún más gente. Siempre invertía mi tiempo y esfuerzo en la fama y el beneficio. Pero, incluso después de alcanzar estas cosas, aún quería más y mis deseos solo crecían. Como consecuencia, no solo no me hizo feliz alcanzar estas cosas, sino que me trajo aún más dolor”. Pensé un poco más y me di cuenta de que los sentimientos de paz y tranquilidad que tenía en el corazón después de leer las palabras de Dios y entender un poco de verdad no se podían comprar con ninguna cantidad de dinero, fama o beneficio. Solo al cumplir con nuestro deber podemos tener más oportunidades de experimentar las palabras de Dios y solo al acercarnos constantemente a Él, comer y beber Sus palabras y orarle al hacer nuestro deber podrá crecer nuestra vida con mayor rapidez. Todas las hermanas que habían comenzado a creer en Dios al mismo tiempo que yo ahora estaban cumpliendo con sus deberes y creciendo muy rápido en la vida. También entendían la verdad con cada vez mayor claridad. Pero, cuando me miré al espejo, vi que estaba ocupada con el trabajo todos los días. No asistía a reuniones, no leía las palabras de Dios ni cumplía mis deberes. No había mucha diferencia entre un incrédulo y yo. Si seguía así, ¡nunca obtendría la verdad! ¿Cuánta energía puede tener una persona? Si quieren una cosa, pero no están dispuestos a desprenderse de otra es como si intentaran pararse en dos barcos a la vez; acabarán cayéndose al agua. Si no podía tomar la decisión correcta, realmente perdería mi oportunidad de obtener la salvación.

Después de estar en conflicto conmigo misma durante un tiempo, presenté mi renuncia a la empresa. La presenté varias veces, pero me la rechazaron cada vez que lo hacía. Mi jefa habló conmigo varias veces: “La empresa no quiere perder a una empleada tan destacada como tú. Si tienes alguna petición, te ruego que me la digas y haremos todo lo posible por satisfacerla. Debe de haber sido difícil llegar hasta aquí”. También dijo que me aumentaría el sueldo, me ascendería a directora técnica y también me daría un bonus de mil yuanes además de mi salario original. Aunque rechacé la oferta, a mi corazón le costó mucho hacerlo. Si me quedaba y seguía trabajando, no solo ganaría un sueldo más alto, sino que también me ascenderían a directora técnica. ¿No estaría entonces más cerca de mi sueño de destacar entre la multitud? Esto hizo que mi determinación, que nunca había sido muy firme, empezara a tambalearse. En ese período, mis compañeros de trabajo también solían decirme: “Llevas mucho tiempo en este trabajo; ¿por qué quieres irte? Si yo fuera tú, no me iría por nada del mundo. La empresa te valora mucho y hay muchísimos clientes a los que les caes bien. ¿Cómo puedes abandonarlo todo así, sin más?”. Cuando oía esto, mi corazón se sentía indeciso y vacilante. Quería quedarme y seguir trabajando, pero luego pensé que elegir esa vida significaría que no tendría ninguna oportunidad de asistir a las reuniones ni de cumplir mi deber. Pensé en las reuniones con mis hermanos y hermanas. Todos abrían sus corazones y compartían, sin importar si sentían dolor, sufrimiento o alegría. ¡Ese tipo de liberación del espíritu solo se encuentra en la casa de Dios!

Más tarde, una hermana vino a hablar conmigo y leímos juntas un pasaje de las palabras de Dios: “Dios no se limita a pagar un precio por cada persona en las décadas que van desde su nacimiento hasta el presente. Según lo ve Dios, has venido a este mundo innumerables veces y te has reencarnado infinitas veces. ¿Quién se encarga de ello? Dios es el responsable. Tú no puedes saber estas cosas. Cada vez que vienes a este mundo, Dios se ocupa personalmente de hacer los arreglos para ti: Él dispone cuántos años vivirás, el tipo de familia en la que nacerás, cuándo construirás un hogar y una carrera, así como lo que vas a hacer en este mundo y cómo te ganarás la vida. Dios dispone para ti una manera de ganarte la vida, para que puedas cumplir sin obstáculos tu misión en esta vida. Y en cuanto a lo que debes hacer en tu próxima encarnación, Dios dispone y te concede esa vida según lo que debes tener y lo que se te debe dar… Dios ha dispuesto estos arreglos para ti muchas veces, y por fin has nacido en la era de los últimos días, en tu familia actual. Dios dispuso para ti un entorno en el que pudieras creer en Él, te permitió oír Su voz y volver ante Él, y que fueras capaz de seguirle y cumplir un deber en Su casa. Gracias a esta guía de Dios, has vivido hasta hoy. No sabes cuántas veces has nacido entre los hombres, ni cuántas ha cambiado tu apariencia, ni cuántas familias has tenido, ni cuántas épocas y dinastías has vivido, pero la mano de Dios te ha estado apoyando todo el tiempo y Él ha estado velando siempre por ti. ¡Cuánto se esfuerza Dios por el bien de una persona! Algunos dicen: ‘Tengo sesenta años. Durante este tiempo, Dios me ha estado cuidando, protegiendo y guiando. Si, cuando sea viejo, no puedo cumplir un deber y no puedo hacer nada, ¿se seguirá preocupando Dios por mí?’. ¿Acaso no es esto decir una tontería? Dios tiene soberanía sobre el porvenir de una persona, y la vigila y protege no solo durante una única vida. Si fuera cuestión de tiempo de vida, de una sola vida, eso no demostraría que Dios es todopoderoso y tiene soberanía sobre todo. La labor que Dios realiza y el precio que paga por una persona no es simplemente disponer lo que hace en esta vida, sino disponer para ella un número incontable de vidas. Dios se hace plenamente responsable de cada alma que se reencarna. Él trabaja cuidadosamente, pagando el precio de Su vida, para guiar a cada persona y organizar cada una de sus vidas. Dios se esfuerza y paga un precio de esta manera por el bien del hombre, y le otorga todas estas verdades y esta vida. Si las personas no cumplen con el deber de los seres creados en estos últimos días, y no regresan ante el Creador; si al final, por muchas vidas y generaciones que hayan vivido, no cumplen bien con sus deberes y no satisfacen las exigencias de Dios, ¿no sería entonces demasiado grande la deuda de las personas con Dios? ¿No serían indignos de todos los precios que ha pagado Dios? Su carencia de conciencia sería tal que no merecerían ser llamados personas, ya que su deuda con Dios sería demasiado grande. Por tanto, en esta vida —y no me refiero a tus vidas anteriores, sino a esta—, si no eres capaz de renunciar a las cosas que amas o a cosas externas por el bien de tu misión, como a los placeres materiales y al amor y la alegría de la familia, si no renuncias a los placeres de la carne en aras de los precios que Dios paga por ti o para corresponder a Su amor, entonces eres realmente malvado. De hecho, cualquier precio que pagues por Dios vale la pena. Comparado con el precio que Dios paga por ti, ¿qué representa la pequeña cantidad que ofreces o gastas tú? ¿A cuánto asciende lo poco que sufres? ¿Sabes cuánto ha sufrido Dios? Lo poco que tú sufres ni siquiera es digno de mención cuando se compara con lo que Dios ha sufrido. Además, al cumplir ahora con tu deber, estás recibiendo la verdad y la vida, y al final sobrevivirás y entrarás en el reino de Dios. ¡Qué gran bendición es esa!(La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Es de gran importancia pagar el precio por alcanzar la verdad). Después de leer las palabras de Dios, me di cuenta de que Él ha pagado un gran precio por cada una de las personas que ha escogido y predestinado para garantizarles su seguridad y protegerlos de que no los devoren las distintas tendencias malignas. Si no podemos cumplir nuestro deber en nuestra vida, ¡realmente estamos en deuda con Dios! Dios ha pagado un enorme precio por mí. Desde que era niña, escuchaba a mi madre hablar sobre creer en Dios. Dios me dio esta familia y siempre me cuidó y protegió. Cuando me hundí en el dinero, la fama y el beneficio y no podía salir, sufría y me sentía impotente, fue la mano de Dios la que me salvó y usó a mis hermanos y hermanas para traerme ante Él. A través de las reuniones y la lectura de las palabras de Dios, aprendí a aceptar que las cosas venían de Dios cuando afrontaba distintos problemas y dejé de estar disconforme con mi porvenir, como lo había estado antes. Vivía de una manera mucho más relajada y liberada. Cuando no podía asistir a las reuniones con normalidad, sin importar lo tarde que fuera, la hermana me esperaba, una y otra vez, hasta que terminaba el trabajo para compartir conmigo sobre las intenciones de Dios. A veces, hasta me escribía cartas para compartir conmigo las palabras de Dios. ¿Acaso Dios no regía y disponía todo esto? Dios no soportaba ver cómo me perdía al perseguir la fama y el beneficio y que Satanás me terminara devorando. Una y otra vez, Dios dispuso a las personas, los acontecimientos y las cosas para apoyarme y ayudarme, esperando en silencio a que me diera la vuelta. Si seguía sin retribuir el amor de Dios, entonces, carecería demasiado de humanidad. La obra de Dios está a punto de terminar, y podemos ver que los desastres son cada vez peores. Si hubiera seguido negándome con obstinación a entrar en razón, ¿de qué me serviría el dinero, por mucho que ganara? ¿Podría salvar mi vida? Incluso si me convirtiera en una mujer poderosa a los ojos de los demás, ¿de qué vale? ¿Podría eso salvarme? Pensé en algo que dijo el Señor Jesús: “¿Qué provecho obtendrá un hombre si gana el mundo entero, pero pierde su alma? O ¿qué dará un hombre a cambio de su alma?(Mateo 16:26). Al rememorar los años en los que dediqué todas mis energías a mi trabajo, perdí muchas oportunidades de cumplir mi deber y ganar la verdad. Ahora, al leer las palabras de Dios, entendí Sus buenas intenciones al salvar a las personas. Solo al cumplir mi deber y librarme por completo de las ataduras y la aflicción que Satanás me había puesto podía tener la oportunidad de obtener la salvación y sobrevivir. Después, oraba a Dios todos los días sobre mi renuncia y le pedía que protegiera mi corazón e impidiera que vacilara.

Más tarde, volví a presentar mi renuncia y la jefa dijo: “¿De verdad lo has decidido? Estamos a punto de abrir otro estudio y queremos que nuestros empleados más destacados trabajen allí. Tú fuiste la primera persona en la que pensamos. Si fuera cualquier otra persona, no nos sentiríamos tranquilos. Llevas muchos años con la empresa y cumples los requisitos para recibir acciones del nuevo estudio. Solo piensa en lo bueno que sería si, más tarde, tuvieras algo tuyo siendo tan joven. ¿Por qué no lo reconsideras? Lo principal es que hemos estado juntas durante muchísimos años y ahora tenemos un vínculo emocional”. Mientras hablaba, empezó a sollozar y se puso a llorar. Las condiciones que proponía eran exactamente lo que había estado buscando todo ese tiempo y el dinero que yo tenía era justo la cantidad adecuada para hacer la inversión. Si persistía un poco más, alcanzaría el éxito y la fama y habría más gente que me envidiaría. ¡Qué bien pensarían de mí mis familiares y amigos! Justo cuando soñaba despierta sobre mi maravilloso futuro, de repente me di cuenta de que mis ideas no estaban de acuerdo con la intención de Dios. Oré a Dios de inmediato y en silencio: “Querido Dios, sé que esta es otra tentación que me ha sobrevenido. Satanás está volviendo a usar lo que dice la jefa para perturbar mi corazón y hacerme perseguir la fama, el beneficio y el estatus. Pero esta vez, pase lo que pase, romperé con Satanás de una vez por todas y me mantendré firme en mi testimonio para consolar Tu corazón”. Mientras oraba, recordé un pasaje de las palabras de Dios que había leído antes: “Cuando investigas repetidamente y diseccionas cuidadosamente los diversos objetivos que las personas persiguen en la vida y sus miles de formas diferentes de vivir, verás que ninguno de ellos encaja con el propósito original del Creador con el que creó a la humanidad. Todos ellos apartan a las personas de Su soberanía y Su cuidado; todos son trampas que provocan que las personas se vuelvan depravadas y que las llevan al infierno. Después de que reconozcas esto, tu tarea es dejar de lado tu antigua visión de la vida, mantenerte alejado de diversas trampas, dejar a Dios que se haga cargo de tu vida y haga arreglos para ti, es intentar someterte solamente a las orquestaciones y la dirección de Dios, vivir sin tener elección personal y convertirte en una persona que lo adora a Él(La Palabra, Vol. II. Sobre conocer a Dios. Dios mismo, el único III). Satanás usa todo tipo de pensamientos e ideas para paralizar a las personas, las tienta para que persigan la fama, el beneficio y el estatus, las atrapa en lo más profundo para que nieguen a Dios, lo traicionen y pierdan toda oportunidad de ser salva. Estos son los siniestros motivos de Satanás. Ahora, ¿no eran estas condiciones que mi jefa me había propuesto para atraerme una trampa que me llevaría a la degeneración? ¿Cómo podía seguir negándome con obstinación a entrar en razón? Dios quiere que nos sometamos a Su soberanía y cumplamos con el deber de un ser creado. Solo de esta manera podemos entender la verdad, vivir conforme a una semejanza humana y, en última instancia, ser salvados por Dios. Así que le dije a mi jefa con determinación: “Cada persona tiene sus propias aspiraciones y yo quiero un nuevo entorno”. Mi jefa estuvo de acuerdo. Después de dejar la empresa, mi corazón se sintió mucho más relajado. Desde entonces, pude perseguir la verdad de manera adecuada, como mis hermanos y hermanas.

Después de esta experiencia, vi con claridad los siniestros motivos de Satanás. Satanás hace que las personas persigan la fama y el beneficio con el objetivo de hacer que se aparten de Dios y lo traicionen para que caigan por completo bajo el poder de Satanás y, finalmente, desciendan con él al infierno. Si las personas confían en sí mismas, simplemente no tienen forma de superar las tramas de Satanás. Solo al leer las palabras de Dios y entender la verdad las personas pueden ver las cosas con claridad y despedirse de los caminos equivocados que recorrían en el pasado. Solo al perseguir la verdad podemos obtener la salvación de Dios. Después de que dejé mi trabajo, aunque no hubiera una mayor cantidad de gente que me estimara y mi vida material fuera algo limitada, no hubiese cambiado la sensación de tranquilidad y paz en mi espíritu por ninguna cantidad de dinero, fama o beneficio. Finalmente me despojé de la esclavitud de la fama y el beneficio y cumplí bien con mi deber en la iglesia. ¡Gracias a Dios por Su salvación!

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