15. Mi lucha y mi elección entre el matrimonio y el deber
Desde que era pequeña, siempre me gustó la idea de tener una familia completa y armoniosa, pero, cuando iba a la escuela primaria, mi padre falleció repentinamente por una enfermedad, por lo que tener una familia completa se convirtió en un sueño para mí. Por ese entonces, tanto mi madre como mi abuela habían aceptado la obra de Dios Todopoderoso de los últimos días. Yo las veía leer las palabras de Dios, reunirse y cumplir sus deberes. De a poco, fueron superando el dolor de perder a un ser querido. Sabía que todo eso era la guía de Dios y pensé que, cuando creciera, también creería en Dios de forma adecuada, y esperaba que mi futura pareja creyera en Dios conmigo. Sentía que tener una familia armoniosa y comprometida me haría feliz.
En la escuela secundaria, conocí a un chico. Parecía muy sincero, maduro y estable. Además, teníamos personalidades compatibles y lo más importante era que él también creía que existía un Dios y me trataba bastante bien, así que empezamos a salir. Él sabía que yo tenía problemas de salud y que era especialmente sensible al frío, así que me preparaba agua caliente todos los días y solía animarme para que hiciera más ejercicio. Una vez, nevaba muy fuerte y salimos juntos, pero, al regresar, me di cuenta de que había perdido los guantes. Ya era noche cerrada, pero, cuando se enteró, salió corriendo sin mediar palabra y regresó un rato después con los guantes que yo había perdido. Me conmovió mucho y sentí que él era la persona indicada para mí. Aunque no creía en Dios, sí creía que existía un Dios y no se oponía a mi fe. Pensaba que, si nos casábamos en el futuro, yo podría creer en Dios y tener una vida en familia al mismo tiempo. ¡Tendría realmente lo mejor de los dos mundos!
En otoño de 2013, después de empezar la universidad, empecé a asistir a reuniones con frecuencia. A través de asistir a reuniones y leer las palabras de Dios, llegué a entender algunas verdades y adquirí cierto discernimiento sobre algunas cosas. Vi que en la escuela predominaban las malas tendencias, se hacía trampa en los exámenes y no había ecuanimidad ni rectitud en ninguno de los sistemas. Los estudiantes solo hablaban de comer, beber y divertirse, y llevaban una vida de indulgencia y depravación. Pero, en la iglesia, los hermanos y hermanas no hablaban de la casa que se habían comprado ni del vehículo que conducían, y tampoco competían entre ellos. Cuando nos reuníamos, leíamos las palabras de Dios, compartíamos la verdad y hablábamos sobre las actitudes corruptas que habíamos revelado y cómo habíamos llegado a entenderlas y resolverlas. Además, hablábamos de cómo discernir las malas tendencias del mundo y cómo predicar el evangelio y cumplir nuestros deberes. Cuando teníamos dificultades, todos nos apoyábamos entre nosotros y nadie menospreciaba a nadie. Sentía que no había barreras cuando estaba con los hermanos y hermanas, y que la casa de Dios era una tierra pura. También entendí que, después de que Satanás corrompió al ser humano, las personas viven con un gran sufrimiento y que solo al acudir ante Dios, entender la verdad y recibir Su cuidado y protección pueden escapar del sufrimiento y tener verdadera paz y tranquilidad. Más adelante, hice todo lo posible por cumplir mis deberes. En la escuela, apoyaba de forma activa a los compañeros que no asistían con frecuencia a las reuniones, compartía con ellos y los ayudaba lo mejor que podía. Al ver que las hermanas entendían las intenciones de Dios y podían reunirse con frecuencia, me sentía muy feliz y pensaba que eso era algo muy significativo.
Pensaba que mi novio aún no había acudido ante Dios, así que quería compartir el evangelio con él cuanto antes para que también pudiera recibir la salvación de Dios de los últimos días. Si él también creía en Dios, podríamos seguir a Dios y cumplir nuestros deberes juntos después de graduarnos. No cabe duda de que tener un objetivo y una búsqueda en común nos haría muy felices. Sin embargo, cada vez que le hablaba de creer en Dios, él siempre esbozaba una débil sonrisa y, a veces, simplemente decía: “Sí, claro”. Me sentía algo decepcionada al ver su actitud indiferente hacia la fe en Dios, pero, como no se oponía a mi fe, no le di demasiada importancia.
En esa época, cada vez que volvía de una reunión, me sentía muy llena por dentro. Sin embargo, en comparación, cada vez que salía con mi novio a comer, beber y pasarlo bien, aunque parecía feliz por fuera, después de complacer la carne, mi corazón se sentía totalmente vacío y hueco. Más adelante, me pregunté: “¿Qué sentido tiene vivir una vida así?”. Un día, durante mis prácticas devocionales, leí las palabras de Dios: “La frase ‘el Hijo del hombre es el Señor aún en el día de reposo’* les dice a las personas que todo lo de Dios no es de naturaleza material, y aunque Dios pueda suplir todas tus necesidades materiales, una vez satisfechas estas, ¿puede la satisfacción que proporcionan estas cosas sustituir tu búsqueda de la verdad? ¡Es evidente que eso no es posible! El carácter de Dios y lo que Él tiene y es, cosas sobre las que hemos estado comunicando, son la verdad. Su valor no se puede medir en comparación con los objetos materiales, sin importar su valor, ni su valor se puede cuantificar en términos de dinero, porque no es algo material, es algo que suple las necesidades del corazón de todas y cada una de las personas. Para cada persona, el valor de estas verdades intangibles debería ser mayor que el de cualquier cosa material que puedas valorar, ¿verdad? Esta declaración es algo a lo que tenéis que dedicarle tiempo. La idea clave de lo que he dicho es que lo que Dios tiene y es, y todo acerca de Dios, es lo más importante para cada persona y no puede ser sustituido por ningún objeto material. Te daré un ejemplo: cuando tienes hambre, necesitas comida. Esta puede ser relativamente buena o relativamente insatisfactoria, pero en apenas te sacias, la desagradable sensación de estar hambriento se va; desaparecerá. Puedes sentarte en paz y descansar el cuerpo. El hambre de las personas puede resolverse con comida, pero cuando estás siguiendo a Dios y sientes que no tienes un entendimiento de Él, ¿cómo puedes solucionar el vacío de tu corazón? ¿Puedes remediarlo con comida? O cuando estás siguiendo a Dios y no entiendes Sus intenciones, ¿qué puedes usar para saciar ese hambre en tu corazón? En el proceso de tu experiencia de salvación a través de Dios, al buscar un cambio en tu carácter, si no comprendes Sus intenciones o no sabes cuál es la verdad, si no entiendes el carácter de Dios, ¿no te sentirías muy incómodo? ¿No sentirías en tu corazón mucha hambre y sed? Estos sentimientos ¿no te impiden sentir el corazón descansado? ¿Cómo se puede, pues, saciar ese hambre del corazón? ¿Existe alguna forma de resolverlo? Algunos van de compras, otros buscan el consuelo de un amigo, otros se dan el gusto de un largo descanso, otros leen más palabras de Dios o trabajan más y se esfuerzan más por Dios para cumplir con su deber. ¿Pueden estas cosas solucionar tus dificultades prácticas? Todos vosotros entendéis por completo estos tipos de prácticas. Cuando te sientes impotente o tienes un fuerte deseo de obtener esclarecimiento de Dios que te permita conocer la realidad de la verdad y Sus intenciones, ¿qué es lo que más necesitas? No es una buena comida, ni unas pocas palabras amables, ni mucho menos el consuelo y la satisfacción pasajeros de la carne; lo que necesitas es que Dios te diga de un modo directo y claro lo que deberías hacer y cómo hacerlo; que te diga con claridad cuál es la verdad. Después de entender esto, aunque solo obtengas una parte ínfima de entendimiento, ¿no te sentirás más satisfecho en tu corazón que si hubieras comido bien? Cuando tu corazón está colmado, ¿no gana verdadero reposo y toda tu persona también? A través de esta analogía y análisis, ¿entendéis ahora por qué quería Yo compartir con vosotros esta frase ‘el Hijo del hombre es el Señor aún en el día de reposo’?* Su significado es que lo que procede de Dios, lo que Él tiene y es, y todo acerca de Él es mayor que cualquier otra cosa, incluido aquello o aquella persona que una vez creíste valorar más. Esto significa que si una persona no puede obtener palabras de la boca de Dios o no entiende Sus intenciones, no puede lograr el reposo” (La Palabra, Vol. II. Sobre conocer a Dios. La obra de Dios, el carácter de Dios y Dios mismo III). Por medio de las palabras de Dios, entendí que lo que realmente necesitamos es consuelo y plenitud en el corazón. Cuando enfrentamos dificultades y confusión, las palabras de Dios pueden esclarecernos, guiarnos, ayudarnos a entender la verdad, a obtener una senda de práctica y a sentir paz y plenitud en el corazón. Esto es algo que ningún tipo de disfrute material puede aportar. Al igual que, cuando urdía tramas y engañaba para obtener beneficios personales, en el corazón, sentía el reproche de las palabras de Dios, y me hizo darme cuenta de que no podía vivir según mis actitudes corruptas, como hacen los no creyentes. Cuando practicaba conforme a las palabras de Dios y me comportaba como una persona honesta, mi corazón se sentía tranquilo y en paz. Cada fin de semana y día festivo, mis compañeras de habitación se quedaban pasando el rato en el dormitorio universitario, mientras yo salía para ir a las reuniones. Aunque tenía menos tiempo para disfrutar de los placeres carnales, después entendía algunas verdades y mi corazón se sentía en paz y tranquilo. Pero, cuando salía con mi novio, por mucho que nos divirtiéramos o por muy buena que fuera la comida, todo era solo un placer físico temporal, no encontraba alegría ni paz en el corazón y tampoco obtenía ninguna ganancia o ningún beneficio reales. Al entender todo esto, empecé a valorar aún más el tiempo que dedicaba a las reuniones y a cumplir mis deberes, y pasaba menos tiempo charlando con mi novio.
A finales de 2014, volví a casa por las vacaciones de invierno. Los líderes de la iglesia vinieron a hablar conmigo y me dijeron que la iglesia necesitaba con urgencia a gente que supiera inglés para cumplir ciertos deberes, y que sabían que yo tenía esa capacidad, así que me preguntaron si estaría dispuesta a aceptar ese deber. Me alegré mucho al conocer esa oportunidad para cumplir un deber. Desde pequeña me ha gustado el inglés y, en la universidad, elegí estudiar una licenciatura en inglés y siempre saqué buenas notas. Mi habilidad es un don de Dios y quería usarla para cumplir ese deber, pero, al pensar en que aún estaba en una relación y que estaba considerando casarme con mi novio y formar una pequeña familia después de graduarme, me pregunté: “Si voy a cumplir mi deber, ¿cómo voy a tener tiempo para salir con él? No podríamos vernos todo el tiempo, así que no sé si mi novio lo aceptaría. ¿No acabaríamos rompiendo?”. Al pensar en tener que desprenderme de mi novio, recordé todas las cosas buenas que había hecho por mí y realmente no quise romper la relación. Los líderes vieron que no tenía la determinación para cumplir el deber, así que no dijeron nada más. Aunque no tuve que romper con mi novio, aun así, me sentía un poco triste por dentro, ya que sabía que mi talento para los idiomas era un don de Dios y también quería aprovechar al máximo mis habilidades para entregarme por Dios en Su casa. Pero mi carne era demasiado débil y, obligada a elegir, seguí eligiendo la carne. Sentí un profundo sentimiento de deuda y culpa. Más tarde, leí las palabras de Dios: “¡Despertad, hermanos! ¡Despertad, hermanas! Mi día no se retrasará; ¡el tiempo es vida, y recuperar el tiempo es salvar la vida! ¡El tiempo no está muy lejos! Si suspendéis los exámenes de ingreso para la universidad, podéis estudiar para ellos una y otra vez. Sin embargo, Mi día no se demorará más. ¡Recordad! ¡Recordad! Estas son Mis buenas palabras de exhortación. El fin del mundo se ha desarrollado ante vuestros propios ojos, y la gran catástrofe llegará pronto. ¿Qué es más importante: vuestra vida o dormir, comer, beber y vestirse? ¡Ha llegado el momento de que sopeséis estas cosas! ¡No dudéis más! Tenéis demasiado miedo para tomaros estas cosas en serio, ¿verdad?” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Declaraciones de Cristo en el principio, Capítulo 30). Que Dios se haya hecho carne en los últimos días para obrar y salvar a la humanidad es una oportunidad sumamente rara. Apenas había comenzado a formarme en mis deberes y aún no entendía muchas verdades. Acababa de empezar a transitar la senda de la fe, y este era un momento clave para que yo persiguiera la verdad. Quería creer en Dios, cumplir bien mis deberes y entender más verdades. Además, la obra de salvación de Dios está a punto de concluir y las grandes catástrofes están por llegar. Si ahora me casaba, formaba una familia y pasaba mis días enmarañada en las trivialidades de la vida en familia, ¿cómo iba a tener tiempo para asistir a las reuniones y cumplir mis deberes de forma adecuada? Estaría desperdiciando el mejor momento para perseguir la verdad y arruinaría mi oportunidad de ser salva. ¡Las consecuencias de esto serían terribles! Pero, pensándolo bien, yo seguía en una relación y, si no me casaba, ¿no tendría que renunciar a la relación que llevaba años construyendo? Me sentía muy renuente de solo pensarlo. En aquel momento, realmente quería casarme y formar una familia, pero sabía que esta decisión sería crucial y afectaría toda mi vida, así que no podía decidir a la ligera. Si decidía casarme en función de mis propios deseos carnales y arruinaba mi oportunidad de ser salva, sería demasiado tarde para arrepentirme. A partir de entonces, me sentí ansiosa, no sabía qué elegir y sentía como si tuviera una pesada losa aplastándome el corazón.
Antes de las vacaciones de invierno, recibí un mensaje de mi novio que decía que quería conocer a mis padres para hablar de comprometernos en Año Nuevo. Llevaba varios años con mi novio, estábamos a punto de casarnos y no podía sino fantasear con las distintas situaciones de cómo sería vivir juntos. Pero el Señor Jesús dijo: “Pero, ¡ay de las que estén encinta y de las que estén criando en aquellos días!”. Este versículo se me venía a la cabeza todo el tiempo. Ahora, el Señor ha regresado, está expresando muchas verdades y está haciendo la obra de salvar a la humanidad. En este momento crucial, si me casaba, me enredaba en asuntos familiares y tenía que cuidar de mi marido y criar hijos, era muy probable que arruinara mi oportunidad de perseguir la verdad y ser salva. ¡No quería perder esta oportunidad! ¿El matrimonio o la fe? ¿Vivir la vida o cumplir mis deberes? Estas palabras no paraban de venírseme a la mente. ¿Qué debía elegir? Me entristecía tanto de solo pensar que la vida que había soñado desde niña tal vez no se haría realidad, como si estuviera arrancando de mi corazón, una a una, las cosas que más quería. Sentía muchísimo dolor y renuencia. Cuando mi novio mencionó el tema de nuestro compromiso, no me atreví a responder a la ligera, ya que temía que, una vez que aceptara, ya no habría marcha atrás. Me sentía tan atormentada que clamé a Dios en oración: “Dios, al enfrentar la perspectiva del matrimonio, ¡no sé qué elección tomar! Quiero seguirte y cumplir mis deberes, pero también quiero casarme y tener una vida en familia. Dios, estoy en un dilema y no sé qué decisión tomar. Te ruego que me guíes y me permitas entender Tu intención”.
Más tarde, leí las palabras de Dios: “Si crees en Dios debes amarlo. Si solo crees en Él pero no lo amas, no has alcanzado el conocimiento de Él y nunca lo has amado con un amor verdadero que proviene de tu corazón, entonces tu creencia en Él es fútil; si, en tu creencia en Dios, no lo amas, vives en vano, y tu vida entera es la más inferior de todas. Si, a lo largo de toda tu vida, nunca has amado o satisfecho a Dios, ¿cuál es, pues, el sentido de que vivas? ¿Y cuál es el sentido de tu creencia en Dios? ¿No es esto un esfuerzo desperdiciado? Es decir, si las personas van a creer en Dios y amarlo, deben pagar un precio. En lugar de tratar de actuar de determinada manera por fuera, deberían buscar el entendimiento genuino en lo profundo de su corazón. Si te entusiasma cantar y bailar, pero eres incapaz de poner en práctica la verdad, ¿podría decirse de ti que amas a Dios? Amar a Dios requiere buscar Sus intenciones en todas las cosas y que explores en lo profundo de tu ser cuando te ocurra algo, tratando de comprender las intenciones de Dios y de ver qué intenciones Suyas están presentes en tales asuntos, qué pide Él que consigas y cómo debes ser considerado con Sus intenciones. Por ejemplo: ocurre algo que requiere que soportes dificultades, momento en el cual debes entender cuáles son las intenciones de Dios y cómo debes ser considerado con ellas. No debes satisfacerte a ti mismo: niégate primero a ti mismo. Nada es más abyecto que la carne. Debes buscar satisfacer a Dios y cumplir bien con tu deber. Con tales pensamientos, Dios te traerá un esclarecimiento especial con relación al asunto, y tu corazón también encontrará consuelo” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Solo amar a Dios es realmente creer en Él). Al meditar en las palabras de Dios, me sentí realmente culpable. Aunque creía en Dios, cuando me vi ante la elección del matrimonio, no busqué la intención de Dios, sino que me dejé llevar por mis propias imaginaciones y pensé que estar con mi novio me haría feliz y que, si lo dejaba, jamás podría tener la vida que había soñado. Solo pensaba en mi carne y en mis planes para el futuro y nunca me había planteado cuál era la intención de Dios o cómo podía complacerlo. ¡No podía seguir así! Me di cuenta de que mi futuro está completamente bajo la soberanía y los arreglos de Dios, y que no es algo que yo pueda elegir por mi cuenta. Al igual que cuando era niña, cuando deseaba una familia armoniosa y completa, pero mi padre falleció de repente por una enfermedad y ese deseo se esfumó, aunque crecí feliz de todas maneras gracias a la guía y protección de Dios. Mi vida futura también está en manos de Dios; preocuparme demasiado solo me traería más problemas. Mi novio no podía darme la verdadera felicidad, así que no podía seguir pensando en casarme con él y formar una familia. Lo más importante era descubrir, primero, qué era lo que realmente quería y qué tipo de vida sería más beneficiosa para mí.
Al regresar a la escuela, vi que mis dos compañeras de habitación hablaban por teléfono todos los días con sus novios. Tenían el rostro lleno de felicidad y no pude sino sentir una punzada de pena al pensar: “Ellas ya están emparejadas y pronto se casarán, pero yo voy a tener que renunciar a un novio con el que llevo años”. Les tenía resentimiento y hasta cierta envidia. No pude sino preguntarme: “¿Por qué es que, al ver a mis compañeras de clase y mis amigas en relaciones, aún me siento triste y molesta? ¿Cuál es la verdadera razón por la que quiero casarme con mi novio? ¿Por qué no puedo desprenderme de esto?”. Más tarde, leí las palabras de Dios: “¿Lo que buscas es ser conquistado después del castigo y el juicio o ser limpiado, protegido y cuidado después del castigo y el juicio? ¿Cuál de estas cosas buscas? ¿Es tu vida una vida que tiene sentido o es inútil y no tiene valor? ¿Quieres la carne o quieres la verdad? ¿Quieres el juicio o la comodidad? Luego de haber tanto de la obra de Dios y luego de haber contemplado la santidad y la justicia de Dios, ¿cómo debes buscar? ¿Cómo debes recorrer esta senda? […] ¿Será que solo la paz y el alegría, las bendiciones materiales y la comodidad momentánea, son beneficiosos para la vida del hombre? Si el hombre vive en un ambiente agradable y cómodo, una vida sin juicio, ¿podría ser limpiado? Si el hombre quiere cambiar y ser limpiado, ¿cómo debe aceptar ser perfeccionado? ¿Qué camino escogerás hoy?” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Las experiencias de Pedro: su conocimiento del castigo y del juicio). Las palabras de Dios me permitieron entender que, en realidad, solo quería una vida cómoda. Desde niña, había soñado con una vida familiar amorosa y armoniosa. Sentía que mi novio era maduro, estable y me trataba bien, y pensaba que estar con él cumpliría mis deseos, así que, siempre que pensaba en dejarlo, la idea de hacerlo me resultaba muy difícil. Pero ¿realmente me beneficiaría tener una vida así? ¿Sería realmente tan feliz como imaginaba? Al recordar el tiempo que había pasado con mi novio, por lo general, cuando estábamos juntos, solo comíamos, bebíamos, nos divertíamos y hablábamos de cosas superficiales. Aparte de eso, no teníamos mucho en común. Cuando enfrentaba dificultades, oraba a Dios y confiaba en Él para afrontarlas y, a veces, cuando no sabía cómo experimentar esas cosas, buscaba y compartía con los hermanos y hermanas. Ciertas cosas, como mi forma de experimentar las palabras de Dios en la vida real y lo que entiendo de mí misma y de Dios son temas que solo puedo compartir con los hermanos y hermanas. Cuando estaba con mi novio, mis necesidades emocionales y carnales se veían satisfechas, pero no podía compartir con él mis sentimientos más íntimas y no teníamos temas en común de los que hablar, así que, ¿cómo podía una vida así traerme verdadera felicidad? Dios también dijo: “Si el hombre vive en un ambiente agradable y cómodo, una vida sin juicio, ¿podría ser limpiado?”. Incluso si viviera una vida cómoda en lo carnal, sin el juicio y castigo de las palabras de Dios, ¿cómo podría purificar y cambiar mi carácter corrupto? ¿Cómo podría vivir conforme a una verdadera semejanza humana? Al igual que, en el pasado, solo quería divertirme y, cuando volvía a casa en vacaciones, solía quedarme en casa, disfrutaba de la carne y jugaba con el móvil, trasnochaba y no podía levantarme durante el día. Llevaba una vida sin propósito. Cuando estaba con mi abuela, no podía sino mostrar mi carácter arrogante y menospreciarla. Asimismo, a veces tenía berrinches cuando mi madre me regañaba. A veces también mentía y engañaba, y mi semejanza humana no era normal para nada. Al comer y beber las palabras de Dios, entendí lo que son la humanidad normal y una vida significativa. Empecé a tener una rutina normal, a orar y a comer y beber las palabras de Dios con frecuencia y, cuando encontraba problemas, aprendí a reflexionar y entenderme a mí misma a la luz de las palabras de Dios. Cuando quería revelar un carácter arrogante, menospreciar a los demás o mentir y engañar, me rebelaba conscientemente contra mí misma y practicaba de acuerdo con las palabras de Dios. De esta manera, adquirí un poco de semejanza humana. Sin embargo, con una vida cómoda y sin la guía de las palabras de Dios, ni siquiera podía vivir conforme a la humanidad normal más básica y, lo que es peor, mi novio seguía consintiéndome. Realmente no sabía cuán profundo podría caer si seguía así. Además, el matrimonio y la vida familiar no son como el noviazgo, en el que solo se trata de dos personas que están juntas; también hay que mantener una vida en familia y con las familias de ambos en la pareja. Además, hay muchos asuntos triviales y muchísimos enredos. Si realmente me casaba y formaba una familia, seguro que me vería agobiada por criar a mis hijos y encargarme de asuntos domésticos triviales. Entonces, ¿cómo iba a tener tiempo o energía para perseguir la verdad o cumplir mis deberes? ¿No estaría arruinándome a mí misma?
Entonces, pensé en las palabras de Dios: “Las palabras que pronuncio ahora exigen a las personas en función de sus circunstancias reales y Yo obro según sus necesidades y lo que llevan dentro. El Dios práctico ha venido a la tierra a realizar la obra práctica, a obrar según las circunstancias y necesidades reales de la gente. No es irracional. Cuando Dios actúa, no coacciona a la gente. Que te cases o no, por ejemplo, debe basarse en la realidad de tus circunstancias; te he dejado clara la verdad y no te limito. Las familias de algunas personas las oprimen de tal modo que no pueden creer en Dios a no ser que se casen. De esta manera, paradójicamente, el matrimonio les resulta de ayuda. A otras personas el matrimonio no les reporta beneficios, sino que les cuesta lo que alguna vez tuvieron. Tus circunstancias reales y tu propia decisión deben determinar tu caso particular. No estoy aquí para inventar reglas y reglamentos con los que haceros exigencias” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Práctica (7)). Las palabras de Dios me dieron una senda y un rumbo para practicar. Cuando se trata del matrimonio, Dios da a cada persona el derecho de tomar sus propias decisiones, y cada uno puede elegir según sus circunstancias reales, su trasfondo y su estatura real. Entendí con claridad que las circunstancias de mi familia son más favorables para que yo crea en Dios y cumpla mis deberes. Toda mi familia cree en Dios y no espera que encuentre un buen trabajo o que lleve una buena vida en este mundo; basta con que pueda mantener una vida normal. Si decidiera dedicarme a tiempo completo a mi fe y a mis deberes, mi familia me apoyaría totalmente. Pero sería distinto si me casara; la familia de mi pareja era no creyente y tenía opiniones mundanas, y yo también debería tener en cuenta la vida cotidiana. Si me centrara únicamente en mi fe y mis deberes, hasta podrían llegar a perseguirme. Además, yo era sentimental y también anhelaba los placeres carnales, así que, si realmente me casara, seguro que acabaría enredada en los afectos familiares, lo que afectaría a mi fe y el desempeño de mis deberes. A lo largo de los últimos dos años, a través de las reuniones y de comer y beber las palabras de Dios, he llegado a entender algunas verdades y me he dado cuenta de que cada persona viene a este mundo con una misión. Nací en los últimos días y en una familia que cree en Dios; además, tengo ciertos dones y puntos fuertes. Dios lo ha dispuesto todo tan bien para mí, así que debería cumplir bien mi deber como ser creado. Si abandonara mis deberes para disfrutar de una vida cómoda en la carne, por mucho que disfrutara de los placeres carnales o por muy cómoda que fuera mi vida, no podría cumplir bien mi deber como ser creado. Entonces, ¿qué sentido tendría mi vida? Ya había sido capaz de rechazar mis deberes por mi novio, así que, si acabábamos viviendo juntos, o dedicaría la mayor parte de mi tiempo y energía a él o volvería a rechazar mis deberes por mis afectos carnales. ¡Los afectos carnales realmente podrían llevarme a traicionar a Dios y arruinar mi oportunidad de obtener la salvación!
Entonces, leí las palabras de Dios: “El hecho de que puedas experimentar este sufrimiento ahora que sigues a Cristo es una bendición, porque no es posible que las personas alcancen la salvación y sobrevivan sin soportar este sufrimiento. Dios ordena este sufrimiento, y por lo tanto es una bendición que caiga sobre ti. No deberías verlo de forma simplista: no se trata de hacer sufrir a la gente y jugar con ella y ya está. ¡El significado de esto es increíblemente profundo y grande! Dedicar toda tu vida a entregarte para Dios sin buscar una pareja ni volver a casa es algo significativo. Si tomas la senda correcta y aspiras a las cosas correctas, entonces, finalmente, recibirás más que todos los santos de todas las épocas, y recibirás promesas aún mayores” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Elegir la senda correcta es lo más importante para creer en Dios). “Los jóvenes no deberían carecer de aspiraciones, de motivación ni de un espíritu vigoroso de superarse y llegar alto; no deberían desanimarse respecto a sus perspectivas ni perder la esperanza en la vida ni la confianza en el futuro; deberían tener la perseverancia de seguir el camino de la verdad que han escogido ahora para hacer realidad su deseo de dedicar toda su vida a Mí. […] Deberíais practicar conforme a Mis palabras. Las personas jóvenes, en particular, no deberían carecer de la determinación para discernir con claridad cómo funcionan las cosas ni para buscar la rectitud y la verdad. Deberíais ir tras todas las cosas bellas y buenas, y obtener la realidad de todas las cosas positivas. Asimismo, deberíais ser responsables de vuestra vida y no tomárosla a la ligera. Las personas vienen a la tierra y es raro que Me encuentren; también es raro tener la oportunidad de buscar y obtener la verdad. ¿Por qué no habríais de valorar este hermoso tiempo como la senda correcta de búsqueda en esta vida?” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Palabras para los jóvenes y los viejos). Las palabras de Dios me hicieron entender que, aunque no casarse ni formar una familia pueda traer cierto sufrimiento, lo que buscamos es cumplir nuestros deberes, alcanzar la verdad, tener una vida con sentido y, en última instancia, que Dios nos salve y permanecer. Por eso, el sufrimiento que soportamos tiene sentido. Pensé en que generación tras generación de no creyentes simplemente tienen hijos y mantienen a sus familias, pero no entienden la verdad ni el valor y el sentido de la vida, no tienen un buen rumbo ni una meta que alcanzar y sus vidas tampoco tienen sentido. Ahora, Dios se ha encarnado y ha venido a la tierra para obrar y salvar a la humanidad. Además, seguir a Dios y cumplir los deberes de un ser creado es una oportunidad sumamente rara. Al igual que Pedro, antes de que el Señor Jesús lo llamara, él pescaba con normalidad y vivía una vida sencilla, pero, cuando el Señor Jesús apareció, obró y lo llamó, fue capaz de dejarlo todo y seguir al Señor Jesús para perseguir la verdad. Al final, alcanzó el amor supremo por Dios, fue perfeccionado por Él y vivió una vida con sentido. He nacido en los últimos días y he aceptado la obra de Dios de depurar y salvar a las personas, y esto es la gracia y la determinación de Dios. Debo valorar esta oportunidad tan sumamente rara, seguir a Dios y cumplir mis deberes como ser creado. Si busco tener una familia, disfrutar de los placeres carnales y, en última instancia, no logro alcanzar la verdad, entonces, habré desperdiciado mi tiempo y vivido una vida sin sentido y, cuando lleguen las grandes catástrofes, será demasiado tarde para arrepentirme. Aún soy joven, tengo un largo camino por delante y no puedo malgastar los mejores años de mi vida en asuntos triviales de familia. A partir de entonces, solía presentar mi resolución ante Dios en oración para pedirle que me guiara y me ayudara a tomar la decisión correcta, independientemente de lo que pasara después.
Antes de las vacaciones, mi novio me propuso quedar para hablar de comprometernos, pero no le respondí. Cuando se acercaba la fecha de la graduación, me escribió un mensaje con la pregunta: “Entonces, ¿ahora qué somos exactamente?”. Al ver su pregunta, pensé en cómo habíamos estado en una relación y pensábamos casarnos, pero, ahora que llegaba el momento de hablar del matrimonio, yo estaba renunciando a ello. De repente, sentí que lo estaba decepcionando. En ese momento, me di cuenta de que estaba volviendo a sentirme débil, así que acudí de inmediato a Dios en oración: “Dios, he tomado la decisión de seguirte y entregarme por Ti, pero, cuando se trata del matrimonio, simplemente no soy capaz de decidirme. Siento que romper con él ahora sería decepcionarlo. No sé qué hacer. Te ruego que me guíes”. Después de orar, pensé en que mi novio quería formar una familia y que yo quería seguir a Dios y cumplir mis deberes. Estábamos en sendas distintas. Recordé que la Biblia dice: “No estéis unidos en yugo desigual con los incrédulos” (2 Corintios 6:14). Seguir juntos no nos beneficiaría a ninguno de los dos. Además, recordé unas líneas del himno: “Debes anteponer la creencia en Dios”, que cantábamos a menudo en las reuniones: “Si deseas creer en Dios, ganar a Dios y Su satisfacción, si no soportas un grado de dolor o pones cierta cantidad de esfuerzo, no serás capaz de conseguir estas cosas”. “Debes tratar la fe en Dios como la cuestión más significativa de tu vida, más importante incluso que la comida, la ropa o cualquier otra cosa, de ese modo, cosecharás resultados. Si sólo crees cuando tienes tiempo, y eres incapaz de dedicar toda tu atención a tu creencia, si siempre estás atolondrado en tu fe, entonces no obtendrás nada” (La Palabra, Vol. II. Sobre conocer a Dios. Dios mismo, el único X). En los últimos días, Dios encarnado expresa la verdad para purificar y salvar a las personas, y permitirles despojarse de sus actitudes satánicas corruptas. Él gana a un grupo de personas con el mismo sentir y pensar que Dios y finalmente las lleva al reino de Dios. Dios espera que veamos nuestra fe en Él como lo más importante en la vida. Si quiero creer en Dios y ganar la verdad, debo tener la determinación de entregarme y sufrir por Él. Solo así podré obtener algo. Si intentara complacer a mi novio y compensar los sentimientos de deuda que tengo hacia él, tendría que sacrificar mi futuro. ¿Acaso no sería eso mi ruina? Como había elegido seguir la senda de la fe en Dios, tenía que atenerme a esa elección y no podía echarme atrás en este momento crucial. Además, el porvenir de las personas está en manos de Dios. Si ni siquiera puedo controlar mi propio futuro, ¿cómo iba a garantizar el futuro de mi novio? Cuando pensé en esto, ya no tuve más dudas y rompí con él. Después de la ruptura, sentí una enorme sensación de alivio, como si, de repente, me hubieran quitado un gran peso de encima.
Tras graduarme, empecé a cumplir mis deberes en la casa de Dios. Allí conocí a algunos hermanos y hermanas jóvenes que no estaban casados y vi que no tenían enredos, que cada uno tenía sus puntos fuertes y que todos estaban poniendo de su parte para propagar el evangelio del reino de Dios. Pensé que eso era algo muy significativo. Quería cumplir mis deberes de forma adecuada y también sacar partido a mis puntos fuertes. A partir de entonces, calmé mi corazón y dejé de pensar en casarme o formar una familia. Me dispuse a aprovechar la oportunidad de perseguir la verdad en el tiempo limitado que tengo, a buscar la verdad para resolver mi carácter corrupto, a cumplir mis deberes de forma adecuada y a vivir una vida con sentido.