16. Lo que gané tras un amargo fracaso

Por Yuxin, China

En 2013, la policía me arrestó por medio de vigilancia telefónica. Me enseñaron fotos de los líderes superiores y me dijeron que los identificara. Cuando me negué a hablar, intentaron amenazarme e intimidarme, y dijeron que me pondrían en confinamiento solitario y me torturarían. En ese momento, fue gracias al cuidado y la protección de Dios que no sentí miedo y, a partir de entonces, superé cada interrogatorio policial mediante la oración y no vendí a mis hermanos y hermanas. Más adelante, me condenaron a tres años en la cárcel.

En abril de 2014, me enviaron a una cárcel de mujeres para cumplir mi condena. La jefa de la unidad penitenciaria me dijo que escribiera una declaración de arrepentimiento y que jurara que ya no creería más en Dios, pero me negué a escribirla y, en cambio, les di testimonio de Dios. Al ver mi postura firme, la jefa de la unidad penitenciaria hizo que otras reclusas me atormentaran, atizaran y agredieran verbalmente. Además, me obligaban a estar de pie y sin moverme en una habitación pequeña durante doce horas al día. Las piernas y los pies se me entumecieron e hincharon de pasar tanto tiempo de pie, y sentía como si cada minuto fuera una hora. Las reclusas se burlaban de mí al ver mi sufrimiento y decían: “¿Por qué no haces que tu Dios te convierta en un águila para que puedas salir volando de aquí?”. Oré en mi corazón y le pedí que me guiara para superar ese castigo corporal y que no lo traicionara. Con la guía de Dios, logré aguantar. Un día, los funcionarios penitenciarios me dieron diez preguntas para que respondiera, las cuales negaban y calumniaban a Dios. Esto me llenó de furia: “¡Estos diablos son unos verdaderos expertos en inventar mentiras! Debo dar testimonio de Dios y no permitir que deshonren Su nombre”. Así que aproveché la oportunidad para responder las preguntas usando las palabras de Dios para refutar sus falacias. Esto hizo enfurecer a los funcionarios penitenciarios, que me privaron del almuerzo durante tres días. A veces, el hambre me hacía sentir mareada y clamaba a Dios en mi corazón para pedirle que reforzara mi fe y me ayudara a mantenerme firme. Pensaba en las palabras del Señor Jesús: “No solo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios(Mateo 4:4). Tras reflexionar sobre las palabras de Dios, ya no sentía tanta hambre. Seis meses antes de que me pusieran en libertad, el gran dragón rojo puso presión a la unidad penitenciaria y dijo que yo era la única de todo el distrito que no habían convertido y que, para no manchar la reputación de la cárcel, tenían que convertirme. Luego, me sometieron a otra ronda de castigos corporales. Con temperaturas de unos veinte grados bajo cero, me hicieron estar de pie en el lavabo y me echaron agua por encima y hasta en los oídos. Tenía todo el cuerpo empapado, pero no me dejaron cambiarme de ropa. Más tarde, me llevaron a una habitación pequeña e hicieron que dos asesinas me obligaran a firmar las “Tres declaraciones”. Dijeron que, si me negaba, me llevarían a un pasillo sin cámaras de seguridad y que, si me mataban a golpes, quedaría registrado como una muerte natural. Tenía el corazón atormentado: “Si firmo, estaría traicionando a Dios, pero, si no lo hago, buscarán nuevas formas de torturarme. ¿Y si me matan a golpes?”. Recordé que una reclusa me había dicho que, una vez, una prisionera había muerto allí dentro y se habían llevado arrastrando su cuerpo como si fuera el cadáver de un perro. Solo de pensarlo me llenaba de miedo. Si me mataban a golpes, no tendría ninguna oportunidad de ser salva. Entonces, pensé en cómo dos hermanas de la misma unidad penitenciaria habían dicho que ambas habían firmado la declaración de arrepentimiento. Pensé: “Ellas ya la firmaron. ¿Acaso yo simplemente estoy siguiendo los preceptos con rigidez? Dios se fija en el corazón de una persona, no solo en su comportamiento externo. No quiero traicionar realmente a Dios; solo estaría valiéndome de la sabiduría para tratar con el gran dragón rojo”. Así que firmé las “Tres declaraciones”. Pero, en el momento en que firmé, mi corazón se llenó de oscuridad. Sin embargo, seguía diciéndome a mí misma: “No estoy traicionando realmente a Dios; solo estoy valiéndome de la sabiduría para tratar con el gran dragón rojo”. Incluso les dije: “No estoy firmando esto de verdad. Solo estoy cumpliendo con la formalidad de sus trámites”.

En junio de 2016, me pusieron en libertad. Más adelante, escuché en un sermón que quienes firmaron las “Tres declaraciones” recibieron la marca de la bestia y abrieron las puertas del infierno. De repente, me sentí paralizada, como si el cielo se hubiera tornado negro. Finalmente entendí lo grave que era firmar las “Tres declaraciones” y que eso ofendía el carácter de Dios. No me esperaba que, después de creer en Dios durante tantos años, había terminado mi camino en la fe con una traición. En ese momento, el dolor y la desesperación que sentía en mi corazón eran indescriptibles. Aunque mi cuerpo estaba libre, mi espíritu vivía sumido en la oscuridad. En mi sufrimiento extremo, hasta pensé en tirarme de un edificio para acabar con mi vida. Sentía como si hubiera perdido el alma. Pensé en las palabras de Dios: “Ya no seré misericordioso con los que no me mostraron la más mínima lealtad durante los tiempos de tribulación, ya que Mi misericordia llega solo hasta allí. Además, no me siento complacido hacia aquellos quienes alguna vez me han traicionado, y mucho menos deseo relacionarme con los que venden los intereses de los amigos. Este es Mi carácter, independientemente de quién sea la persona. Debo deciros esto: cualquiera que quebrante Mi corazón no volverá a recibir clemencia, y cualquiera que me haya sido fiel permanecerá por siempre en Mi corazón(La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Prepara suficientes buenas obras para tu destino). Al reflexionar sobre las palabras de Dios, sentí un dolor punzante en el corazón. El carácter de Dios no tolera ofensa, y toda persona que traicione a Dios jamás volverá a recibir Su misericordia. Yo había firmado las “Tres declaraciones” y había ofendido el carácter de Dios. Sentía que mi senda en la fe había llegado a su fin y que Dios no salvaría a alguien como yo. Al pensar en la acción malvada que había cometido, no podía soportar el dolor en mi corazón y deseaba volver a estar entre rejas, solo para enmendar mi transgresión. Durante esos días, era como un cadáver andante. Pasaba los días aturdida y sentía tanta vergüenza que no me atrevía a orar a Dios.

Un día, vi a un hermano con el que había trabajado una vez en una película producida por la casa de Dios, lo que me hizo sentir aún más angustiada y culpable. Ambos creíamos en Dios, pero él estaba cumpliendo su deber para dar testimonio de Dios, mientras que a mí me habían descartado y sería castigada. Me odiaba a mí misma aún más. En el pasado, no había perseguido la verdad, sentía que merecía morir y que no era digna de vivir. Solo quería vivir el día a día y, si moría algún día, sería la justicia de Dios. Por la noche, daba vueltas en la cama sin poder dormir y me venían a la mente las palabras de Dios: “Cuando las personas se rebelan contra Mí, hago que me conozcan a partir de su rebelión. A la luz de la vieja naturaleza de la humanidad y a la luz de Mi misericordia, en lugar de dar muerte a los seres humanos, les permito arrepentirse y empezar de nuevo(La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Las palabras de Dios al universo entero, Capítulo 14). “¿Podría ser que tu sino en realidad no pudiera cambiarse? ¿Estás dispuesto a morir con semejante remordimiento?(La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. La esencia y la identidad del hombre). Sentí con claridad que Dios no me había abandonado y que aún estaba usando Sus palabras para llamarme y darme la oportunidad de presentarme ante Él arrepentida. Las amables palabras de Dios eran como un suave y cálido arroyo, que llenaba mi corazón de calidez. Dios no quería verme en la negatividad y el malentendido, hundiéndome en la desesperación y dándome por vencida. Dios quería que me recuperara de mi fracaso y reflexionara sobre la razón de mi ruina. Pensé en cómo Dios dice que el arrepentimiento del pueblo de Nínive se ganó Su misericordia. Dios también esperaba que yo pudiera arrepentirme, empezar de nuevo y retomar la senda de la fe. Sentí el amor y la salvación de Dios y mi corazón se llenó de gratitud hacia Él. Así que me arrodillé y oré: “Dios mío, te he traicionado y te he roto el corazón. Sin embargo, no has renunciado a salvarme y aún me das la oportunidad de arrepentirme. ¡Gracias! Dios mío, estoy dispuesta a arrepentirme. Te ruego que me guíes a reflexionar sobre mí misma”.

Más tarde, leí las palabras de Dios: “Los que son asediados por la tribulación no tienen la obra del Espíritu Santo y la guía de Dios, pero los que han sido realmente conquistados y ciertamente buscan a Dios, al final se mantienen firmes; son los que poseen humanidad y verdaderamente aman a Dios. No importa qué haga Dios, estos victoriosos no serán despojados de las visiones y seguirán poniendo en práctica la verdad sin fallar en su testimonio. Son los que al final emergerán de la gran tribulación. Aunque los que pescan en aguas turbulentas todavía pueden aprovecharse hoy, nadie es capaz de escapar de la tribulación final y nadie puede escapar de la prueba final. Para los que venzan, esa tribulación es un tremendo refinamiento; pero para los que pescan en aguas turbulentas, es la obra de descarte total. No importa cómo sean probados, la lealtad de los que tienen a Dios en su corazón se mantiene sin cambios; pero para los que no tienen a Dios en su corazón, una vez que la obra de Dios no es favorable para su carne, cambian su opinión de Dios y hasta se apartan de Dios. Así son los que no se mantendrán firmes al final, que solo buscan las bendiciones de Dios y no tienen el deseo de entregarse a Dios y dedicarse a Él. Todas estas personas tan viles serán expulsadas cuando la obra de Dios llegue a su fin y no son dignas de ninguna simpatía. Los que carecen de humanidad no pueden amar verdaderamente a Dios. Cuando el ambiente es seguro y fiable o hay ganancias que obtener, son completamente obedientes a Dios, pero cuando lo que desean está comprometido o finalmente se les niega, de inmediato se rebelan. Incluso, en el transcurso de una sola noche pueden pasar de ser una persona sonriente y ‘de buen corazón’ a un asesino de aspecto espantoso y feroz, tratando de repente a su benefactor de ayer como su enemigo mortal, sin ton ni son. Si estos demonios no son expulsados, estos demonios que matarían sin pensarlo dos veces, ¿no se convertirían en un peligro oculto?(La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. La obra de Dios y la práctica del hombre). Al meditar en las palabras de Dios, entendí que había sido una persona egoísta y despreciable. Ante la amenaza de las asesinas, tuve miedo de que no me salvaría si me mataban, así que firmé las “Tres declaraciones” y traicioné a Dios. Cuando no estaban en juego intereses carnales importantes, yo decía con la boca y pensaba en mi corazón que no traicionaría a Dios, independientemente de lo que pasara, y hasta me consideraba a mí misma como alguien que realmente creía en Dios. Sin embargo, cuando mi vida corrió peligro, salvé mi propio pellejo y traicioné a Dios. ¿De qué manera tenía yo humanidad alguna? ¿De qué manera creía realmente en Dios? Durante las torturas del gran dragón rojo, solo quienes pueden soportar todo sufrimiento para dar testimonio de Dios son personas con humanidad y que realmente creen en Dios. Pensé en cómo Dios me había escogido en los últimos días para estar entre quienes creen en Él. Al leer Sus palabras, llegué a entender la verdad sobre cómo Satanás corrompió a la humanidad y conocí el plan de gestión de Dios de 6000 años para salvar a la humanidad. Mediante las palabras de Dios, entendí algunas verdades y desentrañé muchas cosas. Además, fueron Sus palabras las que me ayudaron a superar los días más duros de sufrimiento en la cárcel. Había recibido muchísimo de parte de Dios, pero, cuando Él quiso que diera testimonio, lo traicioné y firmé las “Tres declaraciones” para evitar que me mataran a golpes. ¡Había cometido una traición enorme y realmente merecía ser maldita! En ese momento, finalmente entendí que mis años de fe no habían sido para ganar la verdad y vida, y que había sacrificado a mi familia y mi carrera, había sufrido, pagado un precio y cumplido mis deberes solo para recibir bendiciones, y que mi relación con Dios era descaradamente transaccional y por interés propio. Era como la paja sin vida; ¿cómo no iba a caer? Al entender estas cosas, deseé esforzarme por mejorar y dejar de ser tan negativa, y solía acudir a Dios para orar y arrepentirme. No importaba cual fuera mi desenlace, estaba dispuesta a cumplir mi deber como ser creado y a esforzarme por perseguir la verdad.

En febrero de 2018, asumí deberes relacionados con textos. Me sentí muy agradecida y deseaba cumplir bien con mi deber y compensar mi transgresión pasada. Mientras cumplía mis deberes, cada vez que pensaba en la traición que había cometido, mi corazón se llenaba de dolor, como si me lo estuvieran atravesando y como si tuviera una espina clavada que me producía un sufrimiento y una culpa enormes. A veces me preguntaba: “Cuando firmé las ‘Tres declaraciones’, pensé que estaba valiéndome de la sabiduría para tratar con la policía, pero ¿cómo lo ve Dios?”. Pensé en las palabras del Señor Jesús: “Cualquiera que me niegue delante de los hombres, yo también lo negaré delante de mi Padre que está en los cielos(Mateo 10:33). Como había firmado las “Tres declaraciones” y había negado y traicionado a Dios ante Satanás, Dios no me reconocía como alguien que cree en Él. Además, mi “sabiduría” no resistiría ante la verdad y solo era una forma de engañarme a mí misma y a los demás. La sabiduría es algo positivo que proviene de Dios y valerse de ella es una práctica que protege los intereses de la casa de Dios. Pero yo me valí de la “sabiduría” para protegerme a mí misma. Dios condena a quienes lo niegan y traicionan ante los hombres y aborrece la traición de las personas. Lo que Dios quiere es que la gente dé testimonio de Él ante Satanás, que siempre defienda Su nombre y que nunca lo niegue. Al entender estas cosas, me odié aún más a mí misma y juré en mi corazón y en secreto que, si me enfrentaba a situaciones similares en el futuro, me mantendría firme en mi testimonio y jamás volvería a buscar salvar mi propio pellejo.

Más adelante, también solía reflexionar en mi corazón: “¿Por qué fracasé? ¿Por qué algunos hermanos y hermanas pudieron soportar graves torturas y mantenerse firmes, sin traicionar a Dios, incluso hasta la muerte, mientras que yo sí lo traicioné? ¿Cuál fue la raíz de mi fracaso?”. Al reflexionar, me di cuenta de que la razón principal era que valoraba demasiado mi vida. Había traicionado a Dios por temor a la muerte, lo que me había hecho perder mi testimonio. Un día, leí un pasaje de las palabras de Dios y llegué a entender cómo enfrentar la muerte. Dios Todopoderoso dice: “¿Cómo murieron esos discípulos del Señor Jesús? Entre los discípulos hubo quienes fueron lapidados, arrastrados por un caballo, crucificados cabeza abajo, desmembrados por cinco caballos; les acaecieron todo tipo de muertes. ¿Por qué murieron? ¿Los ejecutaron legalmente por sus delitos? No. Difundían el evangelio del Señor, pero la gente mundana no lo aceptó y, en cambio, los condenó, golpeó y vituperó, e incluso los asesinó; así los martirizaron. […] En realidad, así fue cómo murieron y perecieron sus cuerpos; este fue su medio de partir del mundo humano, pero eso no significaba que su resultado fuera el mismo. No importa cuál fuera el modo de su muerte y partida, ni cómo sucediera, así no fue como Dios determinó los resultados finales de esas vidas, de esos seres creados. Esto es algo que has de tener claro. Por el contrario, aprovecharon precisamente esos medios para condenar este mundo y dar testimonio de las acciones de Dios. Estos seres creados usaron sus tan preciadas vidas, aprovecharon el último momento de ellas para dar testimonio de las obras de Dios, de Su gran poder, y declarar ante Satanás y el mundo que las obras de Dios son correctas, que el Señor Jesús es Dios, que Él es el Señor y Dios encarnado. Hasta el último momento de su vida siguieron sin negar el nombre del Señor Jesús. ¿No fue esta una forma de juzgar a este mundo? Aprovecharon su vida para proclamar al mundo, para confirmar a los seres humanos, que el Señor Jesús es el Señor, Cristo, Dios encarnado, que la obra de redimir a toda la especie humana que Él realizó le permite a esta continuar viviendo, una realidad que es eternamente inmutable. Los martirizados por difundir el evangelio del Señor Jesús, ¿hasta qué punto cumplieron con su deber? ¿Hasta el grado máximo? ¿Cómo se manifestó el máximo logro? (Ofrecieron sus vidas). Eso es, pagaron el precio con su vida. La familia, la riqueza y las cosas materiales de esta vida son cosas externas; lo único relacionado con uno mismo es la vida. Para cada persona viva, la vida es la cosa más digna de aprecio, la más preciada, y resulta que esas personas fueron capaces de ofrecer su posesión más preciada, la vida, como confirmación y testimonio del amor de Dios por la humanidad. Hasta el día de su muerte siguieron sin negar el nombre de Dios o Su obra y aprovecharon los últimos momentos de su vida para dar testimonio de la existencia de esta realidad; ¿no es esta la forma más elevada de testimonio? Esta es la mejor manera de cumplir con el deber, lo que significa cumplir con la responsabilidad. Cuando Satanás los amenazó y aterrorizó, y al final, incluso cuando les hizo pagar con su vida, no abandonaron su responsabilidad. Esto es cumplir con el deber hasta el grado máximo. ¿Qué quiero decir con ello? ¿Quiero decir que utilicéis el mismo método para dar testimonio de Dios y difundir Su evangelio? No es necesario que lo hagas, pero debes entender que es tu responsabilidad, que si Dios necesita que lo hagas, debes aceptarlo como algo a lo que te obliga el deber(La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Predicar el evangelio es el deber que todos los creyentes están obligados a cumplir). Las palabras de Dios me tocaron el corazón. Los discípulos del Señor Jesús fueron martirizados de muchas formas por seguir al Señor. Sus muertes fueron un juicio sobre esta generación malvada y dieron testimonio de Dios a costa de sus propias vidas. Esta es la humillación más grande para Satanás y lo que significa ser un verdadero ser creado. Cumplieron con la responsabilidad de los seres creados y murieron para dar testimonio de Dios. Aunque sus cuerpos murieron, sus almas regresaron a la presencia de Dios. Quienes desean salvar su propio pellejo y temen a la muerte, aunque vivan, son como cadáveres andantes. Como dijo el Señor Jesús: “Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda su vida por causa de mí, la hallará(Mateo 16:25). Cada vez que recordaba cómo había traicionado a Dios para protegerme cuando estuve bajo amenaza de muerte, la culpa me atenazaba el corazón y el tormento me laceraba el alma. Ese dolor era mucho peor que el sufrimiento físico. A través de la exposición de las palabras de Dios, obtuve cierta comprensión sobre la muerte. Entendí que la muerte física no da miedo y que lo verdaderamente aterrador es el tormento del alma. Después de la muerte, hay que soportar un castigo eterno y ese dolor es el verdadero sufrimiento. Morir a golpes es solo un sufrimiento pasajero, pero el alma está en paz y tranquila. También entendí que la suerte de una persona está en manos de Dios y que el gran dragón rojo no puede decidir sobre mi vida o mi muerte. El día en que realmente llegue mi muerte, será por la soberanía y la predestinación de Dios, y debo someterme a Su orquestación y Sus arreglos. Poder morir para complacer a Dios es lo más valioso.

Una noche de diciembre de 2023, recibí una carta de los líderes superiores, en la que decían que estaban recopilando materiales de quienes habían firmado las “Tres declaraciones”. Cuando vi la carta, me quedé atónita y pensé en que yo había firmado las “Tres declaraciones”. Sobre todo, después de leer las palabras de Dios, que decían: “¿Son aquellos que firman las “Tres declaraciones” los que han detonado la bomba y se han volado a sí mismos en pedazos?(La Palabra, Vol. VII. Sobre la búsqueda de la verdad. Cómo perseguir la verdad (5)). Sentí que realmente estaba acabada y que mi vida de fe había llegado a su fin. Me sentía desesperanzada, ya que sabía que, al firmar las “Tres declaraciones” y traicionar a Dios, estaba condenada al infierno y al castigo. Sentía que, independientemente de cómo me tratara la casa de Dios, ese trato estaría justificado. Aunque oraba con fervor, estaba dispuesta a someterme a la soberanía y los arreglos de Dios, y hasta aceptaba la muerte como castigo merecido por mi pecado, mi corazón se sumió en la desesperación. Aquella noche, no tuve el ánimo para ocuparme de los problemas de mi trabajo, no tenía fuerzas para hacer nada y no dije ni una palabra en toda la noche. Durante los días siguientes, no pude comer ni dormir y, cada vez que pensaba en mi transgresión, sentía que no tendría un buen desenlace. Me sentía desconsolada y sin ganas de hacer nada. Solo esperaba a que la casa de Dios me informara de que me habían echado. En mi dolor y desesperación, me presenté ante Dios en oración y le pedí que me esclareciera y guiara para entender Su intención.

Al día siguiente, vi un pasaje de las palabras de Dios que citaba un video de un testimonio vivencial: “La mayoría de la gente ha transgredido y se ha mancillado de determinadas maneras. Por ejemplo, algunas personas se han resistido a Dios y han dicho cosas blasfemas; otras han rechazado la comisión de Dios y no han cumplido con su deber, y Dios las ha despreciado; algunas personas han traicionado a Dios cuando se han enfrentado a las tentaciones; algunas lo han traicionado firmando las ‘Tres declaraciones’ cuando estaban arrestadas; algunas han robado ofrendas; otros han despilfarrado las ofrendas; algunos han perturbado a menudo la vida de iglesia y han causado daño al pueblo escogido de Dios; algunos han formado camarillas y han maltratado a otros, dejando la iglesia hecha un desastre; algunos han difundido a menudo nociones y muerte, perjudicando a los hermanos y hermanas; y otros se han dedicado a la fornicación y la promiscuidad, y han sido una terrible influencia. Baste decir que todos tienen sus transgresiones y manchas. Sin embargo, algunas personas son capaces de aceptar la verdad y arrepentirse, mientras que otras no pueden y morirían antes de arrepentirse. Por tanto, se debe tratar a las personas de acuerdo con su esencia-naturaleza y con la consistencia de su comportamiento. Los que son capaces de arrepentirse son aquellos que creen realmente en Dios; pero en cuanto a los que no se arrepienten de veras, a aquellos a los que se debe echar y expulsar, eso precisamente es lo que va a sucederles. Algunas personas son malvadas, otras son ignorantes o necias y otras son bestias. Todo el mundo es diferente. Algunos malvados están poseídos por espíritus malvados, mientras que otros son lacayos de Satanás y los diablos. Algunos son especialmente siniestros por naturaleza, mientras que hay quienes son deshonestos, otros son avariciosos respecto al dinero y algunos disfrutan con la promiscuidad sexual. Cada persona tiene un comportamiento diferente, por lo que hay que considerar a todas las personas de forma integral, de acuerdo con su naturaleza y sus comportamientos habituales. […] El manejo que hace Dios de cada persona se basa en las situaciones reales de las circunstancias y el trasfondo de esta en ese determinado momento, así como en las acciones y el comportamiento de esa persona y en su esencia-naturaleza. Dios nunca se equivoca con nadie. Esta es una faceta de la justicia de Dios(La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Tercera parte). Al reflexionar sobre las palabras de Dios, Su amor conmovió mi corazón. La casa de Dios trata a las personas de acuerdo con los principios y el carácter de Dios tiene tanto un lado de majestad y de ira como otro de bondad amorosa y misericordia. No debo malinterpretar a Dios. Yo había firmado las “Tres declaraciones” y había cometido el pecado de blasfemia, que no se perdona en esta vida ni en la venidera. Después de traicionar a Dios, mi corazón se oscureció, me sumí en el tormento del dolor y vivía como un cadáver andante. Esto era una manifestación del carácter justo de Dios, pero Él no me abandonó y, por medio de Sus palabras, me esclareció y guio, lo que me permitió salir de la negatividad y el malentendido. Sentí que, dentro del carácter justo de Dios, también está Su misericordia y Su salvación. Dios decide el final de las personas según el contexto de sus acciones, su esencia-naturaleza y su conducta sistemática, así como en función de si realmente se han arrepentido o no. Al recordar cuando me capturaron y me torturaron durante más de un año, estuve bajo peligro de muerte y, en un momento de debilidad física, traicioné a Dios. Después, me llené de remordimiento y culpa. La casa de Dios vio que tenía cierta comprensión sobre mí misma y cierto arrepentimiento, y me dio la oportunidad de cumplir mi deber. Desde entonces, siempre me he esforzado al máximo por cumplir mi deber. En cambio, entre quienes firmaron las “Tres declaraciones”, las personas a quienes echaron cumplían mal sus deberes de forma sistemática y, después de traicionar a Dios, no se arrepintieron de verdad ni cumplieron bien sus deberes. Esas son las personas que Dios revela y descarta. La palabra de Dios dice que los que firman las “Tres declaraciones” se hacen trizas y cometen un pecado mortal, pero Dios trata a las personas según su esencia-naturaleza y en función de si se han arrepentido. Después de firmar las “Tres declaraciones”, sentí un remordimiento y una culpa profundos en mi corazón. Dios usó Sus palabras para juzgarme y castigarme, lo que me permitió entender la naturaleza y las consecuencias de firmar las “Tres declaraciones”, saber que el carácter justo de Dios no tolera ofensa, desarrollar un corazón que teme a Dios y arrepentirme de verdad. Esto me permitió experimentar plenamente lo que Dios dijo: “La misericordia y tolerancia de Dios no son raras, el arrepentimiento del hombre lo es(La Palabra, Vol. II. Sobre conocer a Dios. Dios mismo, el único II).

Entonces, leí otro pasaje de las palabras de Dios. Dios Todopoderoso dice: “La gente cree en Dios para ser bendecida, recompensada y coronada. ¿Esto no se encuentra en el corazón de todo el mundo? Es un hecho que sí. Aunque la gente no suele hablar de ello e incluso encubre su motivación y su deseo de recibir bendiciones, este deseo y esta motivación que hay en el fondo del corazón de la gente han sido siempre inquebrantables. Sin importar cuántas teorías espirituales comprenda la gente, qué conocimiento vivencial tenga, qué deber pueda cumplir, cuánto sufrimiento soporte ni cuánto precio pague, nunca renuncia a la motivación por las bendiciones que oculta en el fondo del corazón, y siempre se esfuerza silenciosamente a su servicio. ¿No es esto lo que hay enterrado en lo más profundo del corazón de la gente? Sin esta motivación por recibir bendiciones, ¿cómo os sentiríais? ¿Con qué actitud cumpliríais con el deber y seguiríais a Dios? ¿Qué sería de la gente si se eliminara esta motivación por recibir bendiciones que se oculta en sus corazones? Es posible que muchos se volvieran negativos, mientras que algunos podrían desmotivarse en el deber. Perderían el interés por su fe en Dios, como si su alma se hubiera desvanecido. Parecería que les hubieran robado el corazón. Por eso digo que la motivación por las bendiciones es algo oculto en lo más profundo del corazón de las personas. Tal vez, al cumplir con el deber o vivir la vida de iglesia, se sienten capaces de abandonar a su familia y de esforzarse gustosamente por Dios, y ahora creen conocer su motivación por recibir bendiciones y la han dejado de lado, y ya no están gobernadas o limitadas por ella. Piensan entonces que ya no tienen la motivación de ser bendecidas, pero Dios cree lo contrario. La gente solo considera las cosas superficialmente. Sin pruebas, se siente bien consigo misma. Mientras no abandone la iglesia ni reniegue del nombre de Dios y persevere en esforzarse por Él, cree haberse transformado. Cree que ya no se deja llevar por el entusiasmo personal ni por los impulsos momentáneos en el cumplimiento del deber. En cambio, se cree capaz de perseguir la verdad, de buscarla y practicarla continuamente mientras cumple con tal deber, de modo que sus actitudes corruptas se purifican y la persona alcanza una transformación verdadera. Sin embargo, cuando suceden cosas directamente relacionadas con el destino y desenlace de las personas, ¿cómo se comportan? La verdad se revela en su totalidad(La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Seis indicadores de crecimiento vital). Dios expuso exactamente mi estado. Durante esos años, pensaba que ya había dejado de buscar bendiciones, pero el deseo de recibirlas se ocultaba en lo profundo de mi corazón y, de no haber sido por la revelación de los hechos, aún pensaría que ya había cambiado en ese aspecto. Durante todos estos años, por la misericordia de Dios, he estado cumpliendo mis deberes en Su casa, por lo que aún me aferraba a una falsa esperanza y pensaba que Dios podría haberme perdonado. Sufrí y pagué un precio en mis deberes y padecí enfermedades para poder seguir cumpliéndolos, por lo que creía que era leal a Dios. Sin embargo, al ver que Dios envía al infierno a quienes firman las “Tres declaraciones”, me sentí paralizada y todas mis esperanzas de recibir bendiciones se esfumaron por completo. Perdí el deseo de cumplir mis deberes y hasta no quería ocuparme de mi trabajo. Ante los hechos, vi que todavía intentaba hacer tratos con Dios y que soportaba el sufrimiento al cumplir mi deber solo para recibir bendiciones. Vi lo profundamente arraigada que estaba mi intención de recibir bendiciones. Le agradecí a Dios por Su revelación, que me permitió conocerme a mí misma y también me inspiró a decidirme a perseguir la verdad. A partir de entonces, decidí encomendarme a Dios y entendí que, independientemente de cómo me tratara Dios, lo que debía hacer era someterme, mantenerme firme en mi último puesto y cumplir bien los deberes que debía hacer. Oré: “¡Dios, a la luz de mis actos, hace tiempo que me deberían haber depurado! Durante estos años, he disfrutado mucho y gratuitamente del riego y la provisión de Tus palabras, y he ganado mucho. Incluso si me expulsas ahora, igualmente te estaré agradecida. ¡Dios! Deseo seguirte para siempre y ya no buscaré ninguna bendición”. Pensé en las palabras de Dios: “No pido recibir ninguna bendición; todo lo que pido es poder ser capaz de caminar por la senda por la que debo caminar de acuerdo con las intenciones de Dios(La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. La senda… (6)). Al reflexionar sobre las palabras de Dios, no pude sino romper a llorar. Mi corazón se llenó de gratitud hacia Dios y mi espíritu se sintió más liberado que nunca.

Tras desprenderme del deseo de recibir bendiciones y al querer cumplir mis deberes, un día recibí una carta de los líderes superiores. Teniendo en cuenta el hecho de que había firmado las “Tres declaraciones” y cumplía mis deberes en la fe de forma sistemática, podían darme una oportunidad de arrepentirme y me decían que cumpliera mis deberes con la mente tranquila. Al recibir la carta, me sentí profundamente conmovida. Sentí que el carácter justo de Dios hacia las personas es amor y salvación. Todo lo que Dios hace es para despertar mi corazón intransigente y adormecido, y para que yo pueda transitar por la senda correcta de perseguir la verdad. En ese momento, se resolvieron mis malentendidos sobre Dios, odié mi propia falsedad y falta de comprensión sobre Sus intenciones meticulosas y entendí cuánta sangre de Su corazón Dios había invertido en mí. Entonces, leí las palabras de Dios: “Hoy Dios os juzga, os castiga y os condena, pero debes saber que el propósito de tu condena es que te conozcas a ti mismo. Él condena, maldice, juzga y castiga para que te puedas conocer a ti mismo, para que tu carácter pueda cambiar y, además, para que puedas conocer tu valía y ver que todas las acciones de Dios son justas y de acuerdo con Su carácter y los requisitos de Su obra, que Él obra conforme a Su plan para la salvación del hombre, y que Él es el Dios justo que ama, salva, juzga y castiga al hombre(La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Debes dejar de lado las bendiciones del estatus y entender la intención de Dios para traer la salvación al hombre). Había leído este pasaje de las palabras de Dios muchas veces antes, pero nunca lo había entendido de verdad. Ahora, a través de mi experiencia, me di cuenta de que lo que Dios hace no conlleva odio hacia las personas. No importa cómo obre Dios, incluso si involucra Su condena o maldición, todo es para purificar a las personas, liberarlas de las limitaciones y ataduras de sus actitudes corruptas y salvarlas del poder de Satanás. El carácter justo de Dios contiene una gran salvación para la humanidad. Estoy dispuesta a dedicar mi vida a perseguir la verdad y a esforzarme por cumplir con las exigencias de Dios. No importa cuál sea mi desenlace, incluso si solo puedo rendir servicio al Creador, me siento conforme y estoy dispuesta a hacerlo. ¡Gracias a Dios!

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