21. Cómo salí de mi sentimiento de opresión

Por Shiyan, China

En abril de 2023, me eligieron líder de la iglesia. Al principio, la carga de trabajo no era muy pesada. El predicador se reunía con nosotros personalmente para poner en marcha las diversas tareas y organizar el trabajo de forma adecuada, y nosotros solo teníamos que llevarlo a cabo. Así, nuestros deberes no eran muy estresantes. Me gustaba mucho esta forma de trabajar y sentía que hacer mi deber así estaba muy bien.

En septiembre, debido a los graves arrestos del PCCh, los líderes y obreros de todos los niveles tuvieron que ocultarse para trabajar, y las cartas se convirtieron en un medio esencial para comunicarnos sobre el trabajo. Todos los días, recibíamos cartas de trabajo de los líderes superiores y de varios equipos, sobre asuntos como el trabajo de riego, el trabajo evangélico, el trabajo electoral, el trabajo relacionado con textos, el trabajo de depuración, y demás. Para mejorar la eficacia del trabajo, después de implementar cada tarea, los líderes superiores nos pedían que informáramos sobre la implementación y el progreso del trabajo en un corto período de tiempo. En ese momento, yo era la responsable principalmente del trabajo evangélico, el trabajo de riego y el trabajo de depuración. Los líderes superiores nos escribieron pidiéndonos que corrigiéramos rápidamente las desviaciones en la predicación del evangelio, y también compartieron algunas sendas de práctica. Al día siguiente, de inmediato compartí esto con los trabajadores evangélicos para que lo implementaran y, al terminar, informé a los líderes superiores explicando cómo se habían resuelto las desviaciones existentes. En cuanto al trabajo de riego, había que resumir las nociones que tenían los recién llegados y cómo se habían compartido y resuelto, si los regadores tenían alguna desviación al regar a los recién llegados, etc. Todos estos detalles debían informarse a los líderes superiores a tiempo, y también había que responder una por una a otras cartas. Asistía a reuniones durante el día y por la noche todavía tenía que responder estas cartas. Sentí que trabajar así consumía mucho tiempo y era agotador mentalmente, y que la presión era enorme. Pensando en la peligrosa situación de todas partes y en que gran parte del trabajo se comunicaba por carta, era normal que hubiera que responder muchas preguntas. Esto también era una necesidad para el trabajo de la iglesia. Pero, en cuanto terminaba una tarea, al día siguiente llegaba otra, y a veces las cartas se acumulaban porque eran demasiadas para atenderlas. Después de un tiempo, sentí que la presión era enorme y todos los días deseaba que llegaran menos cartas. Me preguntaba cuándo podría parar y relajarme de verdad, en lugar de estar en vilo todos los días. Con estos pensamientos, empecé a sentir cierta resistencia a responder cartas y comencé a hacerlo de manera superficial. Al resumir los problemas y desviaciones del trabajo, solo escribía sobre la situación general, sin describir específicamente cómo se habían resuelto esos problemas. Esto hizo que los líderes superiores no pudieran entender los problemas específicos del trabajo ni captar el progreso, y tuvieran que volver a escribir para pedir más información, lo que aumentaba la carga de trabajo para ambas partes. Una vez, al informar a los líderes superiores sobre el trabajo de riego, mencioné que algunos recién llegados no hacían su deber porque estaban ocupados con sus trabajos y no tenían tiempo, y que otros progresaban lentamente porque no había mucho tiempo para las reuniones. Solo describí brevemente la situación de los recién llegados, sin decir cómo pensaba resolver esos problemas. Como resultado, los líderes superiores no pudieron entender los detalles del trabajo y me respondieron pidiéndome más información. Cuando recibí la carta, sentí mucha resistencia: “¿Ya les di un informe y ahora quieren que dé más detalles? ¡Esto va a llevar mucho tiempo y reflexión!”. Así que no quise añadir más detalles. Justo después, recibí una carta de otro equipo pidiéndonos que informáramos sobre la implementación de otra tarea, y sentí aún más resistencia, me sentí agraviada y oprimida, y pensé: “Este trabajo se supervisa demasiado de cerca, ¿cuándo podré relajarme un poco?”. Como vivía en un estado incorrecto, pasaba los días aturdida y simplemente hacía mi deber en piloto automático.

Más tarde, leí un pasaje de las palabras de Dios: “Algunas personas son siempre superficiales y hallan la manera de holgazanear en el cumplimiento de sus deberes. A veces, la labor de la iglesia requiere premura, pero ellas solo quieren hacer lo que les apetece. Si no se sienten muy bien físicamente, o llevan un par de días de mal humor y con el ánimo decaído, no estarán dispuestas a soportar adversidades ni a pagar un precio por hacer el trabajo de la iglesia. Son particularmente holgazanas y codician las comodidades. Cuando carecen de motivación, sus cuerpos se vuelven perezosos, y no están dispuestas a moverse, pero temen que los líderes las poden y que sus hermanos y hermanas las llamen vagas, así que la única opción que les queda es realizar el trabajo a regañadientes junto con todos los demás. Sin embargo, se sentirán muy poco dispuestas, además de infelices y reacias a hacerlo. Se sentirán agraviadas, ofendidas, sofocadas y agotadas. Quieren obrar según su propia voluntad, pero no se atreven a separarse o a ir en contra de las exigencias o estipulaciones de la casa de Dios. En consecuencia, con el tiempo empieza a surgir en ellas una emoción: la represión. Una vez que esta emoción represiva se arraiga en ellas, empezarán poco a poco a mostrarse desganadas y débiles. Al igual que una máquina, ya no entenderán lo que hacen con claridad, pero seguirán haciendo a diario lo que se les diga, de la manera en la que se les diga. Aunque a primera vista continuarán llevando a cabo sus tareas sin detenerse, sin pausa, sin apartarse del entorno de cumplir con sus deberes, en sus corazones se sentirán reprimidas, y pensarán que sus vidas son agotadoras y están llenas de agravios. En ese momento, su mayor deseo es dejar algún día de estar controladas por otros, no estar restringidas por las estipulaciones de la casa de Dios, y liberarse de los arreglos de esta. Quieren hacer lo que les venga en gana cuando les venga en gana, trabajar un poco si se sienten bien y si no, no trabajar. Anhelan estar liberadas de toda culpa, de que alguna vez se las pode, y de que alguien las supervise, vigile o esté a cargo de ellas. Estas personas piensan que cuando llegue ese día, será un gran día y se sentirán muy libres y liberadas. No obstante, siguen sin estar dispuestas a marcharse o rendirse; temen que si no desempeñan sus deberes, si de verdad hacen lo que les apetece y algún día están libres y liberadas, entonces se alejarán de Dios de manera natural, y tienen miedo de que si Dios ya no las quiere, no podrán ganar ninguna bendición. Algunas personas se ven envueltas en este dilema: si intentan quejarse ante sus hermanos y hermanas, les resultará difícil hablar. Si recurren a Dios a través de la oración, se sentirán incapaces de abrir la boca. Si se quejan, se sentirán culpables. Si no se quejan, se sentirán intranquilas. Se preguntan por qué sus vidas parecen tan llenas de agravios, tan contrarias a su propia voluntad y tan agotadoras. No quieren vivir así, no quieren sintonizar con los demás, quieren hacer lo que les dé la gana, como les dé la gana, y se preguntan por qué son incapaces de lograrlo. Antes creían que solo estaban agotadas físicamente, pero ahora su corazón también se siente cansado. No entienden lo que les pasa. Decidme, ¿acaso esto no lo causan las emociones represivas? (Sí)” (La Palabra, Vol. VI. Sobre la búsqueda de la verdad. Cómo perseguir la verdad (5)). Después de leer las palabras de Dios, por fin me di cuenta de que había estado sumida en la opresión. Yo era exactamente el tipo de persona de la que Dios hablaba: la que siempre quiere hacer su deber a su antojo, con facilidad y sin preocupaciones. En cuanto el trabajo de la iglesia se volvía ajetreado y trastornaba mi vida cómoda de antes, me sentía oprimida. Antes, la carga de trabajo no era tan pesada y, después de terminar, podía relajarme; hacer mi deber era relativamente fácil y libre. Me gustaba mucho esa forma de trabajar. Más tarde, debido a la grave situación, los líderes y obreros no podían reunirse y compartir con nosotros como antes, y todo tenía que comunicarse por carta. A medida que iban y venían más y más cartas, no solo tenía que resumir los problemas y dificultades del trabajo, sino también informar detalladamente cómo se habían resuelto, y así sucesivamente. Con el aumento de la carga de trabajo y el seguimiento cada vez más minucioso de los líderes superiores, empecé a sentir resistencia y me sumí en la opresión, pensando que hacer mi deber así no era nada libre y que mi carne estaba demasiado restringida. Pasaba los días sintiéndome como una cuerda tensa, siempre queriendo parar, relajarme, tomarme un descanso y tener más tiempo libre. Por eso, cada día deseaba que llegaran menos cartas e incluso por dentro sentía resistencia a recibirlas. También empecé a hacer mi deber de manera superficial, dando informes sin detalles y sin resumir con diligencia los problemas del trabajo, y mucho menos estaba dispuesta a pagar un precio para buscar la forma de resolverlos. Cuando uno de los equipos pedía respuestas, también sentía que presionaban demasiado, y me sentía agraviada, incómoda y oprimida. Cada día hacía mi deber de mala gana y a regañadientes. Solo entonces me di cuenta de que, por estar sumida en la opresión, mi desempeño en el deber era siempre pasivo y no era meticuloso. Si este estado no se resolvía, a la larga, perdería la obra del Espíritu Santo y Dios me desdeñaría y me descartaría. Además, como líder, si no respondía a tiempo a las cartas, no daba seguimiento ni implementaba las diversas tareas y siempre era negligente, haría que los líderes superiores no pudieran entender a tiempo el estado y el progreso del trabajo, y las desviaciones no se descubrirían ni corregirían rápidamente. Esto retrasaría gravemente el trabajo de la iglesia, y esa era una consecuencia que yo no podía asumir. Al darme cuenta de esto, comprendí que no resolver el sentimiento de opresión es, en efecto, muy peligroso. Así que volví a buscar la verdad, queriendo resolver ese sentimiento de opresión.

Leí las palabras de Dios: “¿Qué causa la represión en la gente? Desde luego no es la fatiga física; entonces, ¿qué la causa? Si las personas buscan sin cesar la comodidad física y la felicidad y no desean sufrir, entonces bastará con un poco de sufrimiento físico y cansancio adicional, o con sufrir un poco más que otros, para sentirse reprimidas. Esta es una de las causas de la represión. Si las personas no consideran que un pequeño sufrimiento físico sea un gran problema, y no buscan la comodidad física, sino que persiguen la verdad y buscan cumplir bien con sus deberes para satisfacer a Dios, entonces a menudo no sentirán sufrimiento físico. Incluso si a veces se sienten un poco ocupadas, cansadas o agotadas, continuarán con su trabajo después de dormir un poco y despertar revigorizadas. Se concentrarán en sus deberes y en su trabajo; no considerarán que un poco de fatiga física sea un problema importante. Sin embargo, cuando surge un problema en el pensamiento de las personas y buscan sin parar la comodidad física, cada vez que sus cuerpos físicos se vean ligeramente agraviados o no puedan hallar satisfacción, surgirán en ellas ciertas emociones negativas. […] A menudo se sienten reprimidas respecto a estos asuntos y no están dispuestas a aceptar la ayuda de sus hermanos y hermanas, o a ser supervisadas por los líderes. Si cometen un error, no permitirán que otros las poden. No desean que las restrinjan de ninguna manera. Piensan: ‘Creo en Dios para poder encontrar la felicidad, así que ¿por qué voy a ponerme las cosas difíciles a mí mismo? ¿Por qué ha de ser mi vida tan agotadora? La gente debería vivir feliz. No deberían prestar tanta atención a esas normas y esos sistemas. ¿De qué sirve acatarlos siempre? Ahora mismo, en este momento, voy a hacer lo que quiera. Ninguno de vosotros debería tener nada que decir al respecto’. Este tipo de personas son especialmente obstinadas y disolutas: no se permiten sufrir ninguna restricción, ni desean sentirse frenadas en ningún entorno laboral. No desean atenerse a los reglamentos y principios de la casa de Dios, no están dispuestas a aceptar los principios que las personas deben mantener en su conducta propia, y ni siquiera desean atenerse a lo que la conciencia y la razón dicen que deben hacer. Quieren hacer lo que les apetezca, lo que les haga felices, lo que las beneficie y las haga sentir cómodas. Creen que vivir bajo estas restricciones atentaría contra su voluntad, que sería una especie de abuso de sí mismas, que sería demasiado duro para ellas y que la gente no debería vivir así. Estas personas piensan que la gente debe vivir libre y liberada, complaciendo sus anhelos carnales con desenfreno, así como sus aspiraciones y deseos. Piensan que deberían hacer lo que les apetezca, decir lo que les dé la gana, hacer lo que les plazca e ir adonde deseen, sin tener que considerar las consecuencias ni los sentimientos de los demás, y especialmente sin tener en cuenta sus propias responsabilidades y obligaciones ni los deberes que los creyentes deberían cumplir, los principios-verdad a los que deberían atenerse, las realidades-verdad que deberían vivir, ni la senda vital que deben seguir. Este tipo de persona siempre quiere hacer lo que le apetezca en la sociedad y entre los demás, pero, vayan donde vayan, nunca pueden lograrlo. Creen que la casa de Dios hace hincapié en los derechos humanos, que concede plena libertad a las personas, y que se preocupa por la humanidad, y por tolerar y ser indulgente con la gente y que después de venir a la casa de Dios deberían poder disfrutar de sus deseos carnales tanto como quieran. Sin embargo, dado que la casa de Dios tiene estipulaciones y decretos administrativos, siguen sin poder hacer lo que les apetece. Ya que no buscan la verdad, esta emoción represiva suya sigue sin resolverse. No viven para cumplir ningún tipo de responsabilidad o completar ninguna misión, ni para convertirse en una persona auténtica. Su fe en Dios no se basa en cumplir con el deber de un ser creado, completar su misión y alcanzar la salvación. Con independencia de las personas entre las que se encuentren, los entornos en los que se desenvuelvan o la profesión a la que se dediquen, su objetivo último es encontrarse y satisfacerse a sí mismas. El objetivo de todo lo que hacen gira en torno a esto, y la autosatisfacción es su eterno deseo y la meta de su búsqueda(La Palabra, Vol. VI. Sobre la búsqueda de la verdad. Cómo perseguir la verdad (5)). Después de leer las palabras de Dios, entendí que la razón por la que me sumía en la opresión era que la perspectiva detrás de mi búsqueda era incorrecta. No buscaba hacer bien mi deber para satisfacer a Dios, sino que perseguía el placer y la comodidad físicos. Por eso, cuando la carga de trabajo era pesada y se exigían muchos detalles, me quejaba en mi corazón y sentía resistencia a tales arreglos. Vivía según las ideas y puntos de vista de “La vida es breve; disfruta mientras puedas” y “Saborear el vino y disfrutar de la música; ¿cuánto tiempo ofrece realmente la vida?”. Pensaba que no había necesidad de preocuparse tanto y agotarse en esta vida, y que el descanso y la felicidad eran más importantes que cualquier otra cosa. Cuando estaba en la escuela, no me gustaba estudiar, sentía que me restringía demasiado. Algunos compañeros estudiaban mucho para entrar en las escuelas que querían, usando todo su tiempo para estudiar y esforzándose por sacar buenas notas. Pero yo jugaba cuando quería, pensando para mis adentros: “¿Para qué complicarme tanto la vida? ¿No sería demasiado duro, agotador y con demasiada presión?”. Después de empezar a trabajar, no buscaba ganar más, me conformaba con tener lo suficiente para comer y vestirme. Nunca me presioné ni me agoté demasiado; simplemente me relajaba todo lo que podía. Después de encontrar a Dios, seguí viviendo según estas ideas y puntos de vista, prefiriendo una vida fácil, cómoda y relajada. Cuando la carga de trabajo aumentaba y no podía hacer lo que quería, me resistía en mi corazón y, aunque por fuera hacía mi deber, por dentro estaba llena de quejas, sin mostrar ni un ápice de sumisión a Dios. Priorizaba la búsqueda de la comodidad física sin considerar en absoluto cómo cumplir bien mis deberes o llevar a cabo mis responsabilidades. Hacía mi deber sin ninguna sinceridad ni lealtad, y por ello, mi actitud hacia mi deber era verdaderamente aborrecible para Dios. Pensé en cuando Noé construyó el arca. Sin importar cuánto dolor físico sufriera, puso la comisión de Dios en primer lugar y, al final, la completó y recibió la aprobación de Dios. Yo, como líder de la iglesia, debería cumplir con la responsabilidad de líder y poner la comisión de Dios en primer lugar, tal como hizo Noé. Esto es lo que está de acuerdo con la intención de Dios y es la búsqueda que una persona con humanidad normal debería tener. Además, que Dios me diera la oportunidad de formarme como líder era para que me centrara en buscar la verdad al resolver las dificultades y problemas del trabajo, y finalmente, ganar la verdad. Pero yo no había entendido en absoluto la intención de Dios ni Su meticuloso propósito, y había estado sumida en la opresión. ¡Fui realmente estúpida! Pensé en que, cuando los líderes dieron seguimiento al trabajo de riego, dijeron que yo solo había encontrado los problemas de los recién llegados, pero no los había resuelto. Así que usé la palabra de Dios para compartir sobre el problema de cada recién llegado y, poco a poco, los recién llegados se mostraron dispuestos a reunirse.

Más tarde, busqué entender la naturaleza de codiciar la comodidad. Leí las palabras de Dios: “En la sociedad, ¿quiénes son los que no se ocupan de su trabajo? Los holgazanes, necios, vagos, gamberros, rufianes y vividores, la gente de ese tipo. No desean aprender ninguna habilidad o destreza ni quieren emprender carreras serias o encontrar un trabajo para ganarse la vida, solo quieren ser vividores y salir del paso en sus días. Son los holgazanes y vividores de la sociedad. Se infiltran en la iglesia y todavía quieren recoger sin sembrar y disfrutar de la vida, así como quieren obtener bendiciones. Tales personas son oportunistas. Estos oportunistas nunca están dispuestos a desempeñar sus deberes. Si las cosas no salen como ellos quieren, aunque sea solo un poco, se sienten reprimidos. Desean siempre vivir con libertad; sin realizar ningún tipo de trabajo, y aun así quieren comer bien y vestir ropa buena, comer lo que les venga en gana y dormir cuando lo deseen. No quieren soportar siquiera unas pocas adversidades y solo desean una vida indulgente. A estas personas incluso vivir les resulta agotador; las emociones negativas las limitan. A menudo se sienten cansadas y confusas porque no pueden hacer lo que les apetece. No quieren ocuparse del trabajo que les corresponde ni de sus propios asuntos; no quieren dedicarse a un trabajo y ser constantes en él de principio a fin, tratándolo como el trabajo que recae sobre ellos y como su propio deber, como su obligación y responsabilidad, así como tampoco quieren hacerlo bien y producir resultados, lograr la mayor eficacia posible; nunca lo han pensado de esa manera. Lo único que quieren es actuar de manera superficial y utilizar su deber como un medio para ganarse la vida. Cuando se enfrentan a algunos preceptos o a un poco de presión, o cuando se les pide que asuman alguna responsabilidad o se les exige un estándar ligeramente superior, se incomodan y se sienten reprimidas; en ellas surge esta emoción negativa. Sienten que vivir en el entorno de la vida de iglesia es agónico y represivo. Una razón fundamental para esto es que la gente así no acepta la verdad, solo quieren hacer cualquier cosa que les apetezca, no tienen humanidad normal y su razón es deficiente. Se pasan el día fantaseando, viviendo en un sueño, en las nubes, imaginando siempre las cosas más descabelladas. Por eso su represión es muy difícil de resolver. No les interesa la verdad, son incrédulos. Lo único que podemos hacer es pedirles que abandonen la casa de Dios, que vuelvan al mundo y encuentren su propio lugar de tranquilidad y comodidad(La Palabra, Vol. VI. Sobre la búsqueda de la verdad. Cómo perseguir la verdad (5)). “La casa de Dios tiene sus propias reglas. En todos los aspectos del trabajo en la casa de Dios existen preceptos, sistemas apropiados y métodos de gestión. Si quieres ser miembro de la casa de Dios, debes cumplir estrictamente sus preceptos. No debes ser insolente, sino aprender a someterte y a actuar de un modo que resulte satisfactorio para todos. Esto se ajusta a las normas de la conciencia y la razón. Ninguno de los preceptos de la casa de Dios se ha establecido en beneficio de una sola persona, sino por el bien de todos los que forman parte de ella. Están pensados para salvaguardar el trabajo y los intereses de la casa de Dios. Estos preceptos y sistemas son razonables, y si las personas poseen conciencia y razón, han de seguirlos. Por tanto, hagas lo que hagas, por un lado, debes hacerlo de acuerdo con los preceptos y sistemas de la casa de Dios, y por otro, también tienes la responsabilidad y la obligación de defender todo esto, en lugar de actuar siempre en base a tus intereses y perspectivas personales. ¿No es así? (Sí). Si te sientes especialmente reprimido viviendo y trabajando en la casa de Dios, esto no se debe a ningún problema con los preceptos, sistemas o métodos de gestión de la casa de Dios, sino que más bien se trata de un problema personal tuyo. […] Si te sientes reprimido, es porque no puedes hacer lo que te apetezca, y eso significa que este lugar no es adecuado para ti. No es el hogar feliz que quieres encontrar, ni el lugar donde deberías quedarte. Si estás viviendo de una manera que contradice tanto tu voluntad, deberías marcharte. ¿Comprendes? La casa de Dios nunca obliga a los incrédulos ni a los que no persiguen la verdad(La Palabra, Vol. VI. Sobre la búsqueda de la verdad. Cómo perseguir la verdad (5)). Por las palabras de Dios, vi que Él realmente detesta a quienes no persiguen la verdad, descuidan sus deberes y solo quieren ir tirando en Su casa. Esas personas no están dispuestas a hacer su deber en la casa de Dios y solo quieren arreglárselas para tener un desenlace en el que no mueran. Vayan donde vayan, nadie las respeta, y esas personas son muy bajas y no tienen integridad. Yo también era así. Cuando veía una gran carga de trabajo y presión, era incapaz de someterme y me sumía en la opresión, hacía mis deberes de forma pasiva, no quería sufrir y solo quería ir tirando. Si esto continuaba, perdería por completo mi integridad, y dondequiera que fuera, no me ganaría el respeto y viviría sin ninguna integridad ni dignidad. En realidad, el seguimiento minucioso del trabajo por parte de los líderes superiores se debía, en parte, a la consideración por el progreso general del trabajo, y también a que tenemos un carácter corrupto satánico, y sin supervisión, nos demoramos en nuestro trabajo, lo que afecta el progreso del trabajo de la iglesia. El seguimiento de los líderes superiores era su forma de cumplir con su responsabilidad y de ser considerados con las intenciones de Dios. Sin ese seguimiento tan cercano de los líderes superiores, con mi actitud de hacer el deber solo buscando la felicidad, la comodidad y la tranquilidad, quién sabe cuánto daño se le habría causado al trabajo de la iglesia. De hecho, no había sufrido mucho en mi deber; solo necesitaba dedicarle más reflexión y tiempo al trabajo. Por ejemplo, cuando los recién llegados estaban ocupados con el trabajo y no podían reunirse regularmente, era porque no entendían el significado de reunirse en su fe. Pero después de que dediqué un poco de tiempo a buscar algunas palabras de Dios y algunos videos de testimonios vivenciales, y después de que aclaré sus nociones, se mostraron dispuestos a reunirse. Cuando los hermanos y hermanas que predicaban el evangelio tenían dificultades, solo reflexioné un poco sobre el asunto, busqué algunas palabras de Dios y compartí mi comprensión y entendimiento con ellos. En otro ejemplo de esto, dar informes detallados sobre el trabajo solo llevó un poco más de tiempo; mi carne realmente no había sufrido mucho, y todo era soportable. Sin embargo, siempre sentí que dar informes a los líderes superiores era molesto y agotador, y siempre lo consideré una molestia y no quise poner el esfuerzo. ¡Vi que valoraba demasiado mi carne! Si no perseguía la verdad y solo quería libertad y tranquilidad, entonces acabaría retrasando el trabajo de la iglesia y siendo desdeñada por Dios. Tenía que arrepentirme ante Dios y cambiar mis pensamientos depravados de codiciar la comodidad.

En junio de 2024, asumí la responsabilidad de varias iglesias más y la carga de trabajo se hizo todavía más grande. Cada tarea implicaba muchos principios-verdad y detalles, y sentí que estaba bajo una presión enorme. Estaba en vilo todos los días y no me atrevía a relajarme, y pensaba: “¿Cuándo podré por fin tener un poco más de descanso y tranquilidad? ¿Cuándo dejaré de tener tantas cosas en la cabeza y en el corazón?”. Después de pensar estas cosas, me di cuenta de que otra vez estaba intentando buscar la comodidad, así que oré a Dios en mi corazón: “Dios mío, por favor, protege mi corazón para que no viva según los pensamientos satánicos, y para que pueda considerar más el trabajo de la iglesia, perseguir la verdad, cumplir bien con mi deber y llevar a cabo mis responsabilidades”. Más tarde, leí las palabras de Dios: “Todo adulto debe asumir las responsabilidades como tal, con independencia de las presiones a las que se enfrente, como las adversidades, enfermedades e incluso las diversas dificultades: son cosas que todo el mundo debe experimentar y soportar. Forman parte de la vida de una persona normal. Si no puedes aguantar la presión, tolerar el sufrimiento o soportar los golpes, significa que no tienes perseverancia ni determinación y eres demasiado frágil e inútil. Todo el mundo —ya sea en la sociedad o en la casa de Dios— debe soportar este sufrimiento en su vida. Esta es la responsabilidad que todo adulto debería asumir, la carga que debería soportar, y nadie puede eludirla. Tampoco deberías intentar evitarla. […] Si posees una humanidad normal, deberías lograrlo cuando hagas trabajo. En cuanto a la presión del trabajo, tanto si viene de lo Alto o de la casa de Dios, como si se trata de la presión que ejercen sobre ti los hermanos y hermanas, es algo que debes soportar. No puedes decir: ‘No voy a hacerlo por la presión. Solo busco ocio, tranquilidad, felicidad y comodidad al cumplir con mi deber y trabajar en la casa de Dios’. Esto no sirve y no es un pensamiento que un adulto normal deba poseer, y la casa de Dios no es un lugar para que te entregues a la comodidad. Toda persona asume cierta dosis de presión y riesgo en su vida y en su trabajo. En cualquier trabajo, especialmente durante el cumplimiento de tu deber en la casa de Dios, debes esforzarte por obtener resultados óptimos. A una escala mayor, es la enseñanza y el requisito de Dios. A una escala menor, es la actitud, el punto de vista, el estándar y el principio que toda persona debe poseer en su conducta propia y sus actuaciones. Cuando desempeñas un deber en la casa de Dios, debes aprender a atenerte a las estipulaciones y sistemas de la casa de Dios, así como debes aprender a acatar las normas, mientras te comportas como es debido. Esta es una parte esencial de la conducta propia de uno(La Palabra, Vol. VI. Sobre la búsqueda de la verdad. Cómo perseguir la verdad (5)). “Si eres una persona con determinación, si eres capaz de considerar como objetivos y metas de tu búsqueda a las responsabilidades y obligaciones con las que deben cargar las personas y a las cosas que deben lograr los adultos y quienes tienen humanidad normal, y si puedes asumir tus responsabilidades, entonces no importa el precio que pagues y el dolor que soportes, no vas a quejarte. Mientras reconozcas que estos son los requerimientos y las intenciones de Dios, serás capaz de soportar cualquier sufrimiento y cumplir bien con tu deber. En ese momento, tu estado mental será diferente; en tu corazón, sentirás paz y estabilidad y experimentarás gozo. Fíjate, si las personas pueden hacer su deber con normalidad, asumir la comisión de Dios y embarcarse en la senda correcta en la vida, dentro de su corazón, sienten paz y gozo, y experimentan estabilidad y disfrute. Si pueden además perseguir la verdad y alcanzar el punto donde actúan de acuerdo con los principios y hacen bien sus deberes, habrán experimentado algunos cambios. Tales personas son las que poseen conciencia y razón; son personas rectas que pueden superar cualquier dificultad y asumir cualquier tarea. Son los buenos soldados de Cristo, han sido formados y ninguna dificultad puede vencerlos(La Palabra, Vol. VI. Sobre la búsqueda de la verdad. Cómo perseguir la verdad (5)). Por las palabras de Dios, llegué a entender que una persona con humanidad normal, conciencia y razón debe tener la determinación de soportar diversas dificultades y presiones, y que si una persona siempre busca la comodidad y la tranquilidad, entonces no es digna de llamarse ser humano. Tal como dijo Dios: “La casa de Dios no es un lugar para que te entregues a la comodidad”. Tenía que considerar el trabajo de la iglesia y cómo cumplir bien con mi deber. Sin importar cuántas tareas hubiera o cuán pesada fuera la carga de trabajo, debía aceptar estas cosas desde mi corazón. Que Dios dispusiera una situación así también era para permitirme crecer, porque me faltaba mucho. A través de diversas dificultades, Dios me permitió aprender a confiar en Él, a buscar la verdad y a usar la verdad para resolver problemas. Dios me estaba dando una oportunidad para formarme, y yo debía asumir este deber y cooperar con mis colaboradores para buscar juntos la verdad y cumplir bien nuestros deberes. Después de que mi perspectiva cambió, ya no me sumía en la opresión tan a menudo. Más tarde, al hacer mi deber, aunque cada día estaba más ocupada y tenía más cosas que hacer, mi actitud hacia mi deber había cambiado. Cuando era necesario dar informes detallados sobre el trabajo, ya no me costaba esforzarme ni me parecía una molestia, y podía reflexionar más sobre cómo resolver los problemas y cómo permitir que los hermanos y hermanas hicieran su deber con un camino claro a seguir. Después de un período de cooperación, gracias a la ayuda de los líderes superiores y los colaboradores, que compartieron principios conmigo, gané mucho y llegué a captar un poco los principios sobre el desempeño de mis deberes. Al hacer mis deberes de esta manera, llegué a sentir paz y tranquilidad en mi corazón. ¡Gracias a Dios!

Anterior:  20. Cuando me enteré de que iban a echar a mi mamá

Siguiente:  22. Por qué no me atrevía a señalar los problemas de los demás

Contenido relacionado

Ajustes

  • Texto
  • Temas

Colores lisos

Temas

Fuente

Tamaño de fuente

Interlineado

Interlineado

Ancho de página

Índice

Buscar

  • Buscar en este texto
  • Buscar en este libro

Connect with us on Messenger