20. Cuando me enteré de que iban a echar a mi mamá

Por Nan Xin, China

En agosto de 2021, la iglesia estaba llevando a cabo la obra de depuración, y la líder me pidió que escribiera una evaluación de mi mamá. No pude evitar preocuparme un poco. Hacía poco que mi mamá había estado aislada en casa y, aunque yo no sabía cómo se había desempeñado en su deber, sí sabía que, después de estar aislada, no paraba de pensar en trabajar para ganar dinero y vivir una vida de riqueza. Sus perspectivas detrás de su búsqueda eran como las de los no creyentes y mostraba cierto comportamiento de incrédula. Al pensar que mi mamá estaba bajo investigación y que podían depurarla de la iglesia, me sentí en un gran conflicto. “Mi mamá ha creído en Dios durante treinta años. Ha soportado constantemente las burlas y calumnias de nuestros familiares, y mi papá la perseguía a menudo, le pegaba y le gritaba, pero ella nunca abandonó a Dios. Incluso me crio en la fe y me apoyó para que yo cumpliera mi deber a tiempo completo. Además, siempre ha estado cumpliendo su deber en la iglesia, orando y leyendo las palabras de Dios todos los días. Quizás su estado no ha sido bueno últimamente, y se ha vuelto negativa y depravada, pero debería considerarse alguien que cree sinceramente en Dios, así que supongo que no se merece que la echen, ¿no?”. Cuando llegué a casa, solo quería señalarle sus problemas para que pudiera reflexionar, entender y arrepentirse y cambiar rápidamente. Le pregunté por qué la habían aislado. Me dijo que, en octubre del año anterior, había empezado a cumplir el deber de acogida, pero que cuando se mudó a una casa nueva no había artículos de primera necesidad. Así que escribió tres cartas pidiendo al equipo de asuntos generales que se los llevara, pero no lo hicieron. Entonces, mi mamá se volvió a casa y se quedó allí más de diez días. Más adelante, la líder la podó con dureza, diciendo que había abandonado su deber y que había sido irresponsable. En otra ocasión, mi mamá estaba ayudando a unos hermanos y hermanas a mudarse y tomó prestada la moto de una hermana que había sido arrestada. Al día siguiente, la líder la podó, diciendo que eso podía generar riesgos y le dijo que se escondiera de inmediato. En ese momento, mi mamá se resistió mucho y se fue directamente a casa. Después de eso, la líder nunca más le asignó ningún deber. Mi mamá también me contó que en 2020 se fue de casa para cumplir su deber a tiempo completo, pero, a los dos días, la líder le dijo que volviera, porque si mi papá la denunciaba a la policía, podría poner en riesgo a los hermanos y hermanas. Después de que regresó a casa, la líder tampoco le asignó un deber de inmediato. Me enfadé mucho al oír eso y pensé: “Mi mamá tomó la iniciativa de salir a cumplir su deber, ¿por qué la detuvo la líder? Eso es quitarle el derecho a cumplir su deber y aplastar su motivación. Si los líderes y obreros no captan los principios y echan a mi mamá sin cuidado, ¿no estarán tratando injustamente a una buena persona? ¡Eso es muy injusto! No, tengo que llegar al fondo de esto, no puedo permitir que mi mamá sufra acusaciones injustas”.

Unos días después, me encontré por casualidad con la líder de la iglesia y le pregunté: “A mi mamá le costó mucho salir a cumplir su deber. ¿Por qué la mandaste de vuelta? A causa de eso, acabó en un estado negativo durante mucho tiempo”. La líder me explicó que fue principalmente porque mi papá tenía una humanidad cruel y que, si mi mamá no hubiera estado en casa, él podría haber llamado a la policía, lo que podría haber implicado a otros hermanos y hermanas. También me dijo que mi mamá siempre actuaba según su estado de ánimo y que era muy caprichosa. Cuando estaba animada, estaba dispuesta a hacer cualquier cosa, pero si estaba negativa, no escuchaba a nadie sin importar quién compartiera con ella o intentara ayudarla, y era propensa a abandonar su deber. Trataba su deber como le placía y actuaba de forma caprichosa, y la mayoría de los hermanos y hermanas no se atrevían a confiar en ella. Considerando que el hecho de que se fuera de casa a cumplir su deber hacía más mal que bien, se dispuso que regresara a su hogar. La líder también añadió: “Cuando estaba cumpliendo el deber de acogida y se mudó a una casa nueva, vio que faltaban algunos artículos del hogar, pero como no quería gastar su propio dinero, le escribió al equipo de asuntos generales exigiéndole que se los entregaran dentro de las 24 horas. Pero no había tiempo suficiente, y para cuando el equipo recibió la carta, el plazo que ella había fijado ya había pasado. Entonces se quejó de los hermanos y hermanas, e incluso abandonó su deber y se fue a casa durante quince días. Más adelante, la podaron por ser irresponsable en su deber, y aunque admitió su culpa de palabra, después siguió siendo la misma. En otra ocasión, a pesar de tener su propia moto eléctrica, se empeñó en usar la de una hermana que habían arrestado, lo que generó una situación de riesgo. Cuando los hermanos y hermanas posteriormente la podaron, ella perdió los estribos y dijo: ‘Cuando hago las cosas bien, no lo valoran, ¡pero en cuanto cometo un error, me podan! ¡No lo soporto más! ¡No voy a seguir cumpliendo este deber! ¡Me voy a casa! ¡Aunque me vaya al infierno, se acabó!’. La supervisora y yo compartimos con ella, pero no lo aceptó para nada, agarró sus cosas y se fue”. Me quedé atónita al oír todo esto de la líder. Las cosas no eran como mi mamá me las había contado. No me esperaba que fuera tan caprichosa y que hubiera causado tantos trastornos y perturbaciones a la obra de la iglesia. Con razón la líder quería entender su comportamiento habitual. El comportamiento de incrédula de mi mamá era muy evidente, y temí que esta vez sí la echaran. Si de verdad la echaban, su camino en la fe llegaría a su fin y, al final, sería castigada en las catástrofes. ¡Qué lamentable! Pensar en esto me hizo sentir fatal. ¿De verdad mi mamá había llegado al punto de que la echaran? Sentí que, a lo mejor, si compartía con ella de nuevo y mostraba alguna señal de arrepentimiento, todavía podría contribuir con mano de obra en la iglesia. Así que le pregunté a la líder: “Dado el comportamiento de mi mamá, ¿le han explicado claramente en la charla la naturaleza y las consecuencias de estos problemas? ¿La han diseccionado y la han dejado en evidencia con las palabras de Dios? Si tiene poca capacidad de comprensión, bajo calibre o un carácter corrupto muy grave, entonces necesita aún más que le compartan y la poden”. Al oír esto, la líder respondió: “Sí, le compartimos, pero no lo aceptó. Puedes intentar compartir tú con ella, a ver si muestra alguna señal de arrepentimiento y cambio”.

En cuanto llegué a casa, me apuré a compartir con mi mamá, analizando todas las cosas que hizo en la iglesia, compartiendo y diseccionando cada una. Pero no mostró ninguna actitud de arrepentimiento o de admitir su culpa, sino que se aferraba a señalar a otras personas y asuntos específicos. Dijo: “¿Por qué solo me dicen a mí que reflexione? ¿Acaso las líderes no se han equivocado? No te limites a escuchar lo que dicen ellas, puede que tampoco tengan razón. A veces, los arreglos de las líderes también van en contra de los principios. Si no, ¿por qué Dios expresaría ahora tantas palabras sobre cómo discernir a los falsos líderes? Es porque hay muchos falsos líderes en estos días…”. Al ver que mi mamá seguía discutiendo sobre quién tenía razón y quién no, me sentí extremadamente inquieta y frustrada. Así que le advertí: “¡Si no reflexionas y te arrepientes, te van a depurar!”. Al oír eso, mi mamá dijo de palabra que estaba dispuesta a cambiar y arrepentirse, pero poco después me dijo: “Creo que sería mejor que te buscaras un trabajo, no deberías tomarte la fe tan en serio. Hay mucha gente que trabaja y cumple su deber al mismo tiempo, y también creen en Dios, ¿no? Y entre toda la gente que cumple su deber a tiempo completo, una más o una menos no va a hacer la diferencia. Deberías dejarte una salida y pensar en tu futuro. Soy tu mamá, te digo todo esto por tu propio bien. ¡Si no me escuchas, ya te vas a arrepentir!”. Oírla decir estas cosas me llenó de ira y ansiedad. Durante el mes siguiente, más o menos, por mucho que compartiera con ella, ella simplemente no reflexionaba ni llegaba a conocerse a sí misma. Al contrario, seguía discutiendo y justificándose, tergiversaba los hechos y se metía con las faltas de los líderes y obreros. Trató de tentarme para que persiguiera las cosas del mundo y me obstaculizó repetidamente para que no fuera a las reuniones ni cumpliera mi deber. Desentrañé por completo su esencia: era una incrédula.

Pensé en las palabras de Dios: “Si los creyentes son tan casuales y desenfrenados en sus palabras y su conducta como lo son los no creyentes, entonces son todavía más perversos que los no creyentes; son demonios arquetípicos(La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Una advertencia a los que no practican la verdad). “¿Acaso no es vil que a algunas personas les guste hilar fino y hacer cosas inútiles cuando algo les sucede? Este es un gran problema. La gente lúcida no comete este error, pero así es como son las personas absurdas. Siempre imaginan que los demás les dificultan las cosas, que se lo ponen difícil adrede, así que siempre antagonizan con ellos. ¿No es una desviación? No se esfuerzan cuando se trata de la verdad, prefieren discutir sobre cosas sin importancia cuando les sucede algo, y exigen explicaciones, tratan de salvar las apariencias, y siempre utilizan soluciones humanas para abordar tales asuntos. Este es el mayor obstáculo para la entrada en la vida. Si crees en Dios de este modo, o si practicas así, jamás alcanzarás la verdad porque nunca acudes ante Dios. Nunca acudes ante Dios para recibir todo lo que Él ha dispuesto para ti ni usas la verdad para abordar todo esto, y en cambio utilizas soluciones humanas para abordar las cosas. Por tanto, a ojos de Dios, te has apartado demasiado de Él. No solo se ha apartado tu corazón de Él: todo tu ser no vive en Su presencia. Así ve Dios a quienes siempre analizan en exceso las cosas e hilan fino. […] Os digo que, sin importar el deber que realice un creyente en Dios —ya sea que se ocupe de asuntos externos o de un deber relacionado con las diversas tareas o áreas profesionales de la casa de Dios—, si no acude a Dios con frecuencia y no vive en Su presencia, y si no se atreve a aceptar Su escrutinio ni busca la verdad de Dios, entonces es un incrédulo y no se diferencia de un no creyente(La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Solo si se vive a menudo ante Dios es posible tener una relación normal con Él). Dios dice que si, después de encontrar a Dios, el discurso y la conducta de una persona siguen siendo los mismos que los de los no creyentes, y sin importar lo que pase, nunca acepta las cosas de parte de Dios, se obsesiona constantemente con las personas y los problemas, y nunca acepta la verdad, entonces esa persona es una incrédula. Pensé en que mi mamá había creído en Dios durante muchos años, pero nunca aceptaba las cosas de parte de Dios. Decía que estaba dispuesta a asistir a las reuniones y a cumplir su deber, pero nunca era de corazón. Cada vez que sus intereses carnales estaban en juego, dejaba de lado su deber y, por muchas veces que los hermanos y hermanas compartieran con ella, nunca aceptaba nada. Incluso después de ser aislada, no reflexionaba sobre sus problemas, sino que tergiversaba los hechos, se quejaba de las injusticias y se lamentaba. Se negaba a admitir que había causado trastornos y perturbaciones; se obsesionaba con las personas y los asuntos, molestaba a la gente sin descanso y se aprovechaba de las faltas de los líderes y obreros. Cuando vio que no tenía esperanzas de recibir bendiciones, comenzó a perseguir una vida de riqueza y a centrarse en la comida, la ropa y el placer. Incluso difundía nociones, descargaba su negatividad, y me perturbaba y obstaculizaba para que no asistiera a las reuniones ni cumpliera mi deber. Trató de tentarme para que trabajara por dinero como ella y siguiera una senda mundana. Vi que mi mamá había creído en Dios durante años, pero no aceptaba la verdad en absoluto, y que sus palabras, su conducta y sus perspectivas eran exactamente iguales a las de los no creyentes; era completamente una incrédula. Ahora que la iglesia llevaba a cabo la obra de depuración, yo debía escribir todo su comportamiento e informárselo a los líderes. Pero si lo hacía, seguro que la echarían. Recordé que, cuando era pequeña, en mi familia preferían a los niños antes que a las niñas. Mi abuela, mi tía y mi tío siempre habían sido fríos conmigo, y a mi papá tampoco le había importado nunca. Lo único que hacía todos los días era fumar y beber, y cuando estaba de mal humor, maldecía, golpeaba a la gente y rompía cosas. En casa, solo estábamos mi mamá y yo, dependiendo la una de la otra. Mi mamá también me llevó ante Dios y me apoyó para que cumpliera mi deber a tiempo completo. Dedicó muchísima sangre de su corazón por mí. Si se enteraba de que yo había informado de su comportamiento, ¿no se le rompería el corazón? ¿No se sentiría profundamente decepcionada de mí? Sentí que hacer eso demostraría que no tenía conciencia y que realmente la estaría defraudando. Al pensar en esto, no pude contener más las lágrimas. Me sentía en un profundo conflicto y muy dolida. Después de darle muchas vueltas, al final no informé sobre el comportamiento de incrédula de mi mamá y dejé el asunto a un lado.

Poco más de un mes después, la líder me pidió una vez más que escribiera sobre el comportamiento de mi mamá. Todavía me sentía un poco angustiada, así que oré y busqué a Dios: “Dios mío, la iglesia está recopilando información sobre mi mamá como incrédula. Necesitan que informe sobre su comportamiento, pero todavía siento un poco de reparo, porque pienso que informar al respecto significaría que no tengo conciencia. No sé cómo manejar esto, por favor, ayúdame a resolver este estado”. Más tarde, leí las palabras de Dios: “Cuando Dios empieza a obrar en alguien, cuando ha escogido a alguien, no proclama esta noticia a nadie ni tampoco a Satanás, y mucho menos hace gestos grandilocuentes. Él hace lo necesario muy callado y de forma muy natural. En primer lugar, selecciona una familia para ti; tus antecedentes familiares, tus padres, tus ancestros, todo esto Dios lo decide por adelantado. En otras palabras, Dios no toma estas decisiones por antojo, sino más bien empezó esta obra hace mucho. Una vez que Dios ha escogido una familia para ti, también elige entonces la fecha en la que nacerás. Luego Dios te observa mientras naces y llegas al mundo llorando, contempla tu nacimiento, te ve cuando pronuncias tus primeras palabras, cuando tropiezas y das tus primeros pasos, cuando aprendes a caminar. Primero das un paso, y después otro; y ahora puedes correr, saltar, hablar y expresar tus sentimientos… A medida que las personas crecen, la mirada de Satanás está fija en cada una de ellas, como el tigre que observa detenidamente a su presa. Sin embargo, al hacer Su obra, Dios nunca ha estado sujeto a ninguna limitación procedente de personas, acontecimientos o cosas, de espacio ni de tiempo; hace lo que debería y lo que debe. Durante tu crecimiento, tal vez te encuentres con muchas cosas que no te gustan, así como enfermedades y frustración. Sin embargo, al caminar por esta senda, tu vida y tu futuro están estrictamente bajo el cuidado de Dios. Él te proporciona una garantía genuina que te durará toda la vida, porque está justo a tu lado, protegiéndote y cuidándote(La Palabra, Vol. II. Sobre conocer a Dios. Dios mismo, el único VI). Después de leer las palabras de Dios, comprendí que la familia en la que nacemos, nuestra crianza y nuestras condiciones de vida han sido predeterminadas y arregladas por Dios. El hecho de que hoy esté viva, de que pueda creer en Dios y cumplir mi deber en la iglesia se debe enteramente a la guía y protección de Dios. Cuando mi madre dio a luz, fue un parto difícil y la situación era crítica. El médico le preguntó a mi papá si salvaba a mi mamá o a mí. Mi padre estaba tan asustado que le temblaban las manos y no sabía qué hacer. Mi madre entonces oró al Señor Jesús, y fue gracias a la protección de Dios que tanto mi mamá como yo sobrevivimos. Además, cuando era niña, estaba jugando y me metí un palo con arena en el ojo. En ese instante, perdí la vista de mi ojo derecho. Entré en pánico pensando que me iba a quedar ciega. Me frotaba el ojo sin parar, pero no podía sacar la arena. Dado mi nerviosismo, lo único que pude hacer fue clamar al Señor Jesús en mi corazón. Luego, mi ojo no paraba de lagrimear y la arena salió. Al final, mi globo ocular derecho solo quedó un poco más hundido que el izquierdo, pero mi visión seguía siendo normal. Yo solía pensar que simplemente había tenido suerte, pero después de leer las palabras de Dios, por fin me di cuenta de que era Él quien secretamente me había estado cuidando y protegiendo. Parecía que mi mamá había sufrido mucho para criarme y que incluso me había llevado ante Dios, pero, según las palabras de Dios, el momento en que nací, el tipo de entorno en el que crecí, las personas que conocería, las cosas que experimentaría y el momento en que llegaría a la casa de Dios para cumplir un deber, todo había estado bajo la soberanía y los arreglos de Dios. Dios me había estado guiando en cada paso del camino. Al pensar en esto, me conmoví profundamente y pensé: “Dios es verdaderamente grande. ¡Su amor es tan real!”. Pero seguía sintiendo que, como mi mamá había soportado dificultades y agotamiento para criarme, tenía una deuda de gratitud con ella. Así que, para mantenerla en la iglesia, encubrí a sabiendas sus muchas manifestaciones de ser una incrédula, la protegí y no salvaguardé la obra de la iglesia. ¡Eso es lo que realmente demostraba falta de conciencia!

También leí que las palabras de Dios dicen: “El resultado de cada uno se determina de acuerdo a la esencia que surge de su propia conducta y siempre se determina apropiadamente. Nadie puede cargar con los pecados de otro; más aún, nadie puede recibir castigo en lugar de otro. Esto es incuestionable. […] Al final, los hacedores de justicia son hacedores de justicia y los malhechores son malhechores. A los que hacen justicia se les permitirá sobrevivir al final, mientras que los malhechores serán destruidos. Lo santo es santo; no es inmundo. Lo inmundo es inmundo y ni una parte de eso es santa. Las personas que serán destruidas son todas malvadas y las que sobrevivirán son todas justas, incluso si los hijos de los malvados hacen obras justas e incluso si los padres de los justos hacen obras malvadas. No existe relación entre un esposo creyente y una esposa no creyente y no existe relación entre los hijos creyentes y los padres no creyentes; son dos tipos de personas completamente incompatibles. Antes de entrar al reposo, la gente tiene afecto carnal y familiar, pero una vez que han entrado en el reposo, ya no habrá ningún afecto carnal ni familiar del que hablar(La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Dios y el hombre entrarán juntos en el reposo). “Las aguas rugirán, las montañas se derrumbarán, los grandes ríos se desintegrarán, el hombre siempre será inestable, el sol se ensombrecerá, la luna se oscurecerá, el hombre ya no tendrá más días para vivir en paz, ya no habrán más tiempos de tranquilidad sobre la tierra, los cielos nunca más permanecerán en calma y en silencio y ya no soportarán más. Todas las cosas serán renovadas y recuperarán su apariencia original. Todos los hogares sobre la tierra serán hechos añicos y todas las naciones sobre la tierra serán destrozadas; se habrán ido los días de las reuniones entre esposo y esposa; nunca más se reunirán la madre y el hijo; nunca más se volverán a juntar el padre y la hija. Todo eso que solía ser sobre la tierra Yo lo aplastaré. No les doy a las personas la oportunidad de expresar sus sentimientos porque Yo no tengo sentimientos carnales y he llegado a detestar a un grado extremo los sentimientos de la gente. Es a causa de los sentimientos entre las personas que he sido dejado de lado y, así, me he convertido en ‘otro’ a sus ojos; es a causa de los sentimientos entre las personas que he sido olvidado; es por los sentimientos del hombre que él aprovecha la oportunidad para recoger su ‘conciencia’; es por los sentimientos del hombre que siempre siente aversión por Mi castigo; es por los sentimientos del hombre que me llama injusto y parcial y dice que estoy haciendo caso omiso de los sentimientos humanos en Mi manejo de las cosas. ¿También tengo parientes sobre la tierra? ¿Quién ha trabajado, como Yo, día y noche, sin pensar en la comida o el sueño, en aras de la totalidad de Mi plan de gestión? ¿Cómo podría el hombre compararse con Dios? ¿Cómo podría el hombre ser compatible con Dios? ¿Cómo podría Dios, que crea, ser de la misma clase que el hombre, que es creado? ¿Cómo podría Yo vivir y actuar siempre junto al hombre en la tierra? ¿Quién es capaz de sentir preocupación por Mi corazón? ¿Son estas las oraciones del hombre?(La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Las palabras de Dios al universo entero, Capítulo 28). Después de leer las palabras de Dios, comprendí la tendencia de Su obra. Consiste en separar a todos los que se resisten a Dios de los que creen sinceramente en Él. Los que creen sinceramente en Dios recibirán Su protección y gracia, mientras que los que se resisten a Él serán maldecidos y castigados. Dios determina el resultado de cada persona basándose en su conducta y sus hechos, así como en su esencia-naturaleza, y no hay favoritismos ni se pueden mover hilos. En la casa de Dios, la verdad tiene el poder, y no hay parcialidad ni favoritismos. Ahora que la obra de Dios se acerca a su fin, todo tipo de personas están siendo reveladas una por una. Es el momento de separar la cizaña del trigo. Es el tiempo de Dios de separar el grano de la paja. Aunque mi madre y yo estamos muy unidas por lazos de sangre, su resultado final no es algo que yo pueda decidir. El Señor Jesús dijo: “Entonces estarán dos en el campo; uno será llevado y el otro será dejado. Dos mujeres estarán moliendo en el molino; una será llevada y la otra será dejada(Mateo 24:40-41). El tipo de sufrimiento que mi madre atraviesa en esta vida, y cuál será su resultado y destino final, depende de sus propias elecciones y está determinado por la senda que ella recorre. Por mucho que yo compartiera con ella o intentara mantenerla en la iglesia, su esencia-naturaleza era la de una incrédula, y su permanencia en la iglesia solo perturbaría la vida de iglesia, afectaría los estados de los hermanos y hermanas, y tarde o temprano, sería revelada y descartada. Mi negativa a informar del comportamiento de mi madre fue actuar por afecto. En su deber, mi madre siempre fue negligente y buscaba atajos, y a menudo simplemente abandonaba su deber. Cuando los hermanos y hermanas compartían con ella, asentía de palabra, pero después seguía actuando a su antojo, sin tener en cuenta los intereses de la iglesia. Cuando la líder la expuso y la podó, ella discutió con razonamientos distorsionados y se enfadó. Después de que la destituyeron, molestaba a la gente sin descanso, tergiversaba los hechos y se quejaba de que la habían tratado injustamente. No desempeñó ningún papel positivo en la iglesia, y constantemente causó trastornos y perturbaciones y afectó el desempeño de los deberes de los hermanos y hermanas. Mi madre ocasionó tantos trastornos y perturbaciones a la iglesia y nunca aceptó la verdad en lo más mínimo. Su comportamiento de incrédula ya era muy evidente, y yo era muy consciente de que había que echarla. Pero aun así la protegí y no quise informar de su comportamiento. ¿No estaba yo protegiendo a Satanás y encubriendo a una incrédula? Vivir movida por el afecto me hacía incapaz de distinguir el bien del mal y completamente irracional. ¿No me estaba oponiendo a Dios? Solo en ese momento experimenté por fin por qué Dios detesta tanto los sentimientos humanos. Dios dice: “Es a causa de los sentimientos entre las personas que he sido dejado de lado y, así, me he convertido en ‘otro’ a sus ojos; es a causa de los sentimientos entre las personas que he sido olvidado; es por los sentimientos del hombre que él aprovecha la oportunidad para recoger su ‘conciencia’; es por los sentimientos del hombre que siempre siente aversión por Mi castigo; es por los sentimientos del hombre que me llama injusto y parcial”. Al pensar en esto, me sentí verdaderamente en deuda con Dios, y en mi corazón sentí un fuerte deseo de practicar según los requisitos de Dios. Sabía que no podía dudar más en este asunto, y así fue como informé de todo el comportamiento de mi mamá.

Un mes después, regresé a casa, y mi madre me dijo sin expresión alguna que la habían echado de la iglesia. Luego me culpó: “¿Por qué les contaste todo lo que te dije? Eres una desagradecida, no tienes conciencia. No puedo creer que hayas vendido a tu propia madre”. Al oírla decir esto, me sentí muy dolida y angustiada. Era como si le hubiera hecho algo malo, y me sentía avergonzada de mirarla a la cara. Pero después de un rato, recapacité: “¿Por qué tengo tanto miedo de las acusaciones y quejas de mi madre? ¡Yo actué según los principios!”. Me di cuenta de que, una vez más, el afecto me estaba limitando, así que oré a Dios en silencio en mi corazón: “Dios mío, en esta situación, ¿cuál es la forma correcta de practicar?”. En ese momento, pensé en un pasaje de las palabras de Dios: “Ama lo que Dios ama y odia lo que Dios odia. Ese es el principio al que hay que atenerse(La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Solo reconociendo las propias opiniones equivocadas puede uno transformarse realmente). Las palabras de Dios me hicieron sentir muy esclarecida por dentro. Echaron a mi madre porque causó muchos trastornos y perturbaciones, no aceptó la verdad en absoluto y no tuvo ningún efecto positivo en la iglesia. Al informar de su comportamiento, no le estaba haciendo nada malo. Al contrario, estaba practicando la verdad y actuando según los principios, y no había por qué sentirse culpable. A mi mamá se la echó sobre la base de los principios de la iglesia. Ahora no solo se negaba a arrepentirse, sino que incluso decía esas cosas. Me convencí aún más de que su esencia-naturaleza era la de una incrédula. Si una persona así permanece en la iglesia, seguro que perturbará la vida de iglesia de los hermanos y hermanas y no les traerá ningún beneficio a los demás. ¡Debe ser echada! Dios dice que hay que amar lo que Él ama y odiar lo que Él odia. No hice nada malo al actuar según los principios. Al pensar en esto, me sentí aliviada, y ya no sentía ninguna deuda ni culpa hacia mi mamá.

Después de pasar por la experiencia de que echaran a mi mamá, gané algo de discernimiento sobre el comportamiento de los incrédulos, y vi que cuando tratas a la gente basándote en el afecto, te faltan principios en tus acciones. Sabía que ya no podía actuar movida por el afecto. ¡Gracias a Dios por darme esta oportunidad de aprender esta lección!

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