3. Lo que obtuve tras tres años y medio en prisión

Por Li Ke, China

Dios Todopoderoso dice: “El mayor problema del hombre es que sólo piensa e idolatra cosas como su sino y sus perspectivas. El hombre busca a Dios por el bien de estas cosas; no le adora porque le ame. Por tanto, en la conquista del hombre, el egoísmo y la avaricia de este, así como las cosas que más obstruyen su adoración a Dios deben ser podados y, de este modo, eliminados. Al hacerlo se conseguirán los efectos de la conquista del hombre. Como resultado, en las primeras fases de esta es necesario purgar las ambiciones salvajes y las debilidades más fatales del ser humano y, a través de esto, revelar el corazón amante del hombre hacia Dios y cambiar su conocimiento de la vida humana, su opinión de Dios y el significado de su existencia. De esta forma, el corazón amante de Dios del hombre se purifica, y esto significa que su corazón está conquistado(La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Restaurar la vida normal del hombre y llevarlo a un destino maravilloso). Al leer este pasaje de las palabras de Dios, recuerdo la experiencia de mi detención. Me hizo darme cuenta de lo muy prácticas que son las palabras de Dios. Si uno quiere desprenderse de las consideraciones sobre su futuro y su porvenir, y ser capaz de someterse a Dios y amarlo, debe experimentar el juicio, el castigo, las pruebas y el refinamiento de Dios en los últimos días.

A finales de 2012, la policía del PCCh me arrestó mientras predicaba el evangelio. En medio de los repetidos interrogatorios e intentos de la policía de sonsacarme una confesión, fueron las palabras de Dios las que me guiaron para mantenerme firme en mi testimonio y no convertirme en un judas. La policía no consiguió la información que quería sobre la iglesia y, al final, me condenaron a tres años y medio de prisión bajo el cargo de “menoscabar la aplicación de la ley”. Aunque después de la detención me había preparado para ir a la cárcel, todavía tenía el corazón agitado al leer el veredicto. En silencio, calculé los días en mi mente: “Tres años y medio… ¡Son más de mil días y noches! ¿Cómo voy a aguantar?”. Me preocupé mucho cuando oí decir a un antiguo recluso: “La cárcel es muy oscura, y si no terminas el trabajo o no lo haces bien, te dan una paliza. Los más débiles se mueren allí dentro, y cuando alguien muere, es como si se muriera un perro; a los guardias de la prisión no les importa nada”. Me asusté un poco y pensé: “En los meses que pasé en el centro de detención, mi problema de estómago empeoró y se convirtió en una hemorragia estomacal. Cada vez que voy al baño, expulso coágulos de sangre. Las piernas y los pies también se me han hinchado un poco. Con un cuerpo como el mío, ¿podré salir vivo después de todos estos años en esa cárcel inhumana? Si muero en la cárcel, ¿no me perderé el día en que se materialice el reino de Dios?”. Al pensar en estas cosas, no pude evitar preocuparme por mi futuro, y, por dentro, malinterpreté un poco a Dios: ¿acaso Dios estaba usando esta situación para revelarme y descartarme? Aunque sabía que no debía malinterpretar a Dios, y que la situación que Él había preparado era lo que yo necesitaba, durante varios días, mi corazón era un caos y no podía dormir por la noche. En mi dolor, clamé a Dios una y otra vez: “Dios, sé que está mal que te malinterprete, pero ahora mismo estoy muy débil. Por favor, dame fe y fuerza para afrontar la situación que me espera”. Después de orar, recordé un versículo del Antiguo Testamento, donde Jehová Dios le habló a Josué: “Se fuerte y ten coraje; no temas ni tampoco te desanimes, porque Jehová tu Dios está contigo dondequiera que vayas(Josué 1:9).* También pensé en lo que dice Dios Todopoderoso: “De todo lo que acontece en el universo, no hay nada en lo que Yo no tenga la última palabra. ¿Hay algo que no esté en Mis manos?(La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Las palabras de Dios al universo entero, Capítulo 1). Dios es soberano y lo controla todo, así que, incluso en una cárcel del PCCh, ¿no está mi suerte también en manos de Dios? Al pensar en esto, sentí que mi corazón se liberaba un poco.

Un día de octubre de 2013, me enviaron a la cárcel a cumplir mi condena. En las cárceles chinas, los presos son meras herramientas gratuitas que usan para ganar dinero. Los presos trabajan de dieciséis a diecisiete horas al día, y a veces, cuando hay que apurar un pedido, el tiempo de trabajo es aún mayor. A los que no completan sus tareas se les imponen castigos físicos. Mi trabajo en ese momento consistía en planchar prendas pequeñas. Tenía que sostener la plancha en la misma postura durante más de diez horas al día, y tenía que moverme muy rápido. Como la cárcel funcionaba como una cadena de montaje, si una persona era lenta, afectaba a la velocidad de toda la línea de producción, y si alguien causaba retrasos, era castigado. Mis dos dedos ya no podían estirarse de tanto apretar la plancha, y tenía que forzarlos para poder enderezarlos. Como se suele decir, “los dedos están conectados al corazón”, y a veces el dolor en la mano era tan fuerte que no podía dormir por la noche. La abrumadora carga de trabajo, junto con mi hemorragia estomacal que aún no se había curado del todo, dejó mi cuerpo extremadamente débil, y a los tres meses de estar en la cárcel, empecé a sentir dolor de espalda, opresión en el pecho y falta de aire. Solo de pensar en la larga condena que me esperaba, temía que, si las cosas seguían así, acabara discapacitado aunque no muriera. Si quedaba discapacitado, la vida después de la cárcel sería un problema, así que, ¿cómo cumpliría mi deber? Si no podía cumplir mi deber, ¿acaso no perdería la oportunidad de ser salvo? Deseaba desesperadamente que Dios castigara pronto al gran dragón rojo, porque si este caía, yo no tendría que soportar tales penalidades. En esa época, prestaba mucha atención a las noticias de afuera y, cuando llegaban nuevos presos, intentaba enterarme de cómo estaban las cosas, preguntando si había alguna catástrofe o disturbio. Pero pasaban los días y afuera todo seguía en calma, y me sentía un poco desanimado. ¿Por qué Dios no castigaba al gran dragón rojo? ¡Si seguía así en la cárcel por mucho tiempo, acabaría discapacitado aunque no muriera! Al pensar en esto, mi corazón se llenó de oscuridad y abatimiento. En mi tormento, oré a Dios: “Dios, solo de pensar en que mi mano quede discapacitada me siento tan abatido, y no dejo de preocuparme de que, si quedo discapacitado, no tendré salida en la vida. También me preocupa no poder cumplir mi deber y, por tanto, no poder salvarme. Dios, por favor, sácame de este estado incorrecto”.

Un día, durante la hora del patio, vi que las montañas a lo lejos, antes amarillas y yermas, se habían vuelto verdes sin que me diera cuenta. Mientras miraba las flores y las hierbas de las montañas, unas palabras de Dios vinieron a mi mente: “Las flores y la hierba se extienden por las laderas, pero los lirios añaden brillo a Mi gloria en la tierra antes de la llegada de la primavera; ¿puede el hombre conseguir tales cosas? ¿Podría él dar testimonio de Mí en la tierra antes de Mi retorno? ¿Podría consagrarse por causa de Mi nombre en el país del gran dragón rojo?(La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Las palabras de Dios al universo entero, Capítulo 34). Reflexioné en estas palabras de Dios una y otra vez, y pensé en cómo las flores y las hierbas, aunque comunes y sencillas, no le exigen nada al Creador. Tanto si pasan por inviernos helados como por veranos abrasadores, siguen creciendo y floreciendo año tras año según las leyes que Dios les ha establecido, embelleciendo la tierra creada por Dios y dando testimonio de la maravilla de Sus obras. Dios dice: “Las flores y la hierba se extienden por las laderas, pero los lirios añaden brillo a Mi gloria en la tierra antes de la llegada de la primavera”. Entendí claramente que Dios usaba estas palabras para sacarme de mi abatimiento, y me sentí conmovido y avergonzado a la vez. Al igual que las flores y las hierbas, no soy más que un pequeño ser creado, pero yo le exigía constantemente a Dios que actuara según mis deseos, y cuando Dios no cumplió mis exigencias y no castigó al gran dragón rojo, mi corazón se alejó de Él. ¡Qué carente de razón era! Dios, al hacer Su obra, tiene Su propio plan, y Él sabe cuál es el momento adecuado para destruir al gran dragón rojo. Debía dejar que Dios lo orquestara todo. Además, si quedaría discapacitado o no, si sobreviviría y si podría cumplir mi deber, todo estaba en manos de Dios. Preocuparme era innecesario. Al pensar en esto, mi corazón se tranquilizó más.

Más adelante, di con un libro de otro preso titulado La fe de personas ilustres, que contenía relatos de muchos misioneros conocidos, tanto chinos como extranjeros, como Hudson Taylor, Robert Morrison, Wang Mingdao, Watchman Nee y otros. Nunca esperé encontrar un libro así en la cárcel del PCCh, tan estrictamente controlada, así que lo pedí prestado con entusiasmo para leerlo. Me sentí muy animado por los hermosos testimonios de los santos de todas las épocas que había en el libro, y pensé en las palabras de Dios: “Lo que Yo os otorgo ahora excede a Moisés y eclipsa a David, así que, de la misma manera, Yo pido que vuestro testimonio exceda a Moisés y que vuestras palabras sean mayores que David. Os doy cien veces más, así que de igual manera os pido que vuestra retribución sea consecuente. Debéis saber que Yo soy quien otorga vida a la humanidad y sois vosotros los que recibís vida de Mí y debéis dar testimonio de Mí. Este es vuestro deber, el cual envío sobre vosotros y el cual vosotros debéis hacer por Mí. […] Entendéis más de Mis misterios en el cielo que Isaías y Juan; sabéis más de Mi belleza y honorabilidad que todos los santos de eras pasadas. Lo que habéis recibido no son solamente Mi verdad, Mi camino y Mi vida, sino una visión y una revelación mayores que las de Juan. Entendéis muchos más misterios y también habéis contemplado Mi auténtico rostro; habéis aceptado más de Mi juicio y conocido más de Mi carácter justo. Y así, aunque nacisteis en los últimos días, vuestro entendimiento es el de antaño y el del pasado; y también habéis experimentado las cosas de hoy, y todo esto lo hice Yo personalmente. Lo que Yo pido de vosotros no es excesivo, porque os he dado mucho y habéis visto mucho en Mí. Así, os pido que deis testimonio de Mí a los santos de eras pasadas, y este es el único deseo de Mi corazón(La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. ¿Qué sabes de la fe?). Pensé en los santos de épocas pasadas. Ellos no disfrutaron del riego y la provisión de tantas palabras de Dios como yo, pero entregaron su vida para dar testimonio de la salvación del Señor Jesús. A algunos los apedrearon hasta la muerte, a otros los descuartizaron con caballos, a otros los aserraron por la mitad y a otros los crucificaron cabeja abajo, pero todos dieron un hermoso y rotundo testimonio de Dios. Yo había llegado a disfrutar de la provisión de tantas palabras de Dios Todopoderoso, así que debía dar un hermoso y rotundo testimonio de Dios para humillar a Satanás, tal como lo hicieron los santos de épocas pasadas. Esta es también la expectativa que Dios tiene de nosotros, los que hemos aceptado Su obra de los últimos días. Al pensar en esto, tomé la resolución de seguir el ejemplo de los santos de épocas pasadas. Estuve dispuesto a rebelarme contra mi carne y a abandonar mis exigencias irrazonables hacia Dios, a entregar mi futuro y mi porvenir a las manos de Dios y a ponerme a merced de Sus orquestaciones y arreglos. Aunque de verdad quedara discapacitado, seguiría a Dios hasta el final. Es más, aunque el PCCh me torturara hasta la muerte en la cárcel, sería una persecución por causa de la justicia. Esto es algo glorioso, y no debía entristecerme. Al contrario, debía confiar en Dios para mantenerme firme en mi testimonio. En los días siguientes, reflexionaba conscientemente en las palabras de Dios que podía recordar, cantaba los himnos que había aprendido y también encomendé mis dificultades a Dios, recurriendo a Él. Poco a poco, mi estado mejoró.

Pensé que, con esta experiencia, ya había sido capaz de dejar a un lado los pensamientos sobre mi futuro y mi porvenir, pero una nueva situación que se me presentó me reveló y me dejó claro que hacerlo no sería tan simple. En el invierno de 2014, debido a mi fragilidad y a las pésimas condiciones de la cárcel, donde tenía que lavarme el pelo y bañarme con agua fría del grifo incluso en el duro invierno, casi siempre estaba resfriado y con la nariz goteando. Con el tiempo, de tanto sonarme la nariz, se me rompieron los capilares de las fosas nasales. Al principio, solo sangraba un poco y de forma intermitente, pero la hemorragia se fue agravando con el tiempo, hasta que, finalmente, en varias ocasiones, la nariz me sangraba sin parar, como si fuera un grifo abierto. Los guardias vieron que perdía mucha sangre y, por temor a que muriera en el taller, me llevaron al hospital de la prisión. Sin embargo, las condiciones médicas del hospital de la prisión eran pésimas, y el médico solo me puso un suero y no tomó ninguna medida para detener la hemorragia. También me puso un balde de plástico delante, y me dijo con frialdad: “Si vas a sangrar, hazlo en el balde. No vayas a dejar un desastre en el suelo con tu sangre”. Después de decir eso, se dio la vuelta y se fue. Las hemorragias nasales eran intermitentes, así que usé pañuelos de papel para taparme las fosas nasales y detener el sangrado. Pero con las fosas nasales taponadas, la sangre empezó a brotarme por la boca. Por la hemorragia excesiva, podía sentir cómo el calor abandonaba mi cuerpo lentamente. La sangre seguía fluyendo de mi nariz de forma intermitente, y en poco tiempo, gasté un paquete entero de pañuelos. Me quedé completamente sin fuerzas, y lo único que podía hacer era dejar que la sangre de la boca y la nariz fluyera sobre mi ropa. En poco tiempo, se formó una gran mancha roja en mi pecho, y empecé a sentir cada vez más frío. Solo podía apoyarme débilmente en la fría pared, y sentí que los segundos de mi vida se agotaban. Mirando fijamente al techo, pensé: “Si esto continúa, no tardaré en morir desangrado. Si muero así aquí en la cárcel, nadie lo sabrá nunca. No volveré a ver a mis hermanos y hermanas, y mucho menos presenciaré el día de la gloria de Dios”. También pensé en cómo, después de encontrar a Dios, había renunciado a mi carrera y dejado mi hogar porque el PCCh me estaba persiguiendo, y en cómo había estado cumpliendo mi deber constantemente en la casa de Dios. Nunca esperé que, en lugar de recibir bendiciones, acabaría muriendo en la cárcel. Cuanto más lo pensaba, peor me sentía, y mi corazón se llenó de desolación. En mi dolor, oré en silencio a Dios: “Dios, en lo que enfrento está Tu intención, pero mi estatura es demasiado escasa, y al ver que estoy a punto de morir, mi corazón se llena de dolor y desesperación. Dios, por favor, dame fe y fuerza, para que por medio de Ti pueda mantenerme firme”. Después de orar, pensé en lo que dijo Job durante sus pruebas: “Jehová dio y Jehová quitó; bendito sea el nombre de Jehová” (Job 1:21).* Cuando a Job le sobrevino la tentación de Satanás, perdió todas sus posesiones y a sus hijos, y todo su cuerpo se cubrió de dolorosas llagas. Esto habría sido un golpe insoportable para cualquiera, pero Job tenía un corazón temeroso de Dios. No se quejó de Dios ni pecó con su boca, sino que lo aceptó de parte de Dios, creyendo que todas sus riquezas y sus hijos le habían sido dados por Él, y aunque pareciera el saqueo de unos ladrones, Dios lo había permitido. Por lo tanto, Job se sometió a que Dios le quitara todo y, voluntariamente, le devolvió todo lo que tenía, alabando aún el santo nombre de Dios. En medio de las tentaciones de Satanás, la fe, la sumisión y el temor de Job hacia Dios le permitieron mantenerse firme en su testimonio de Él y humillar a Satanás, y recibió la aprobación y la bendición de Dios. Al reflexionar sobre el testimonio de Job, me di cuenta de que todo lo que tengo, incluida mi vida, me ha sido dado por Dios, que es correcto que Dios me lo quite, y que debo someterme a la soberanía y los arreglos de Dios. Pero al enfrentarme a la muerte, me sentí angustiado y desesperado, y mi corazón se resistía. Vi que no tenía sumisión a Dios y que mi fe era realmente lamentable. Al darme cuenta de esto, oré a Dios: “Dios, estoy dispuesto a poner mi vida en Tus manos. Viva o muera, estoy dispuesto a someterme a Tu soberanía y a Tus arreglos”. Después de orar, mi corazón se tranquilizó mucho más, y sentí que Dios era mi sostén fuerte y poderoso. Inesperadamente, cuando encomendé por completo mi vida y mi muerte a Dios, vi Sus obras, y Dios movió a un preso que yo no conocía para que fuera a buscar al director del hospital de la prisión, le dijera que yo era paisano suyo y le pidiera que me ayudara. En realidad, no soy del mismo pueblo que el director. Cuando el director vino y me vio cubierto de sangre, dijo rápidamente: “No te preocupes, haré que alguien te lleve al hospital de la ciudad para una transfusión de sangre y tratamiento de emergencia”. Pero después de que los guardias me llevaron al hospital de la ciudad, para ahorrar costos, solo me realizaron una cirugía hemostática, y no recibí ninguna transfusión de sangre. Pensé que, como había perdido tanta sangre, los guardias seguro me dejarían descansar unos días. Pero, inesperadamente, en cuanto me bajé de la mesa de operaciones, los guardias me enviaron directamente de vuelta al taller a trabajar. Me sentía mareado y aturdido, y el mundo me daba vueltas. En mi corazón, odié aún más el desprecio del PCCh por la vida humana. Yo iba por la senda correcta en la vida al creer en Dios y predicar el evangelio, ¡y aun así sufría tal brutalidad por parte del PCCh! Aparte del odio, mi corazón se llenó de tristeza, y pensé: “Parece que esta vez de verdad voy a morir en la cárcel, y que nunca veré el día en que se materialice el reino de Dios”. Me di cuenta de que mi estado era incorrecto, y, al recordar mis experiencias previas, supe que esta situación era una prueba de Dios. Estaba dispuesto a someterme a las orquestaciones y arreglos de Dios, y a buscar Su intención en esta situación. Más tarde, cuando me sometí, volví a ver las obras de Dios. Un guardia de la prisión que era de mi pueblo se enteró de mi situación y habló en mi favor con el líder del taller, con lo que consiguió que me dejara descansar unos días, y finalmente me recuperé. Vi la omnipotencia y la soberanía de Dios y gané algo más de fe en Él, y entendí que vivir o morir depende de Dios. Por muy perverso que sea el gran dragón rojo o por mucho que intente matarme, sin el permiso de Dios, nadie puede quitarme la vida.

Pensé en cómo, en todas esas ocasiones en que me había enfrentado a estas situaciones, me había preocupado por mi futuro y mi porvenir, pues siempre temía que, si moría, no pudiera salvarme, y me di cuenta de que las situaciones que Dios disponía no eran solo para mostrarme la perversidad del PCCh, sino también para hacerme entender mi propio carácter corrupto. Pensé en las palabras de Dios: “En su creencia en Dios, lo que las personas buscan es obtener bendiciones para el futuro; este es el objetivo de su creencia. Todo el mundo tiene esta intención y esta esperanza, pero la corrupción en su naturaleza debe resolverse por medio de pruebas y refinamiento. Los aspectos en los que las personas no están purificadas y revelan corrupción son los aspectos en los que deben ser refinadas: este es el arreglo de Dios. Dios dispone un entorno para ti y te fuerza a ser refinado en ese entorno para que puedas conocer tu propia corrupción. Finalmente, llegas a un punto en el que quieres renunciar a tus designios y deseos y someterte a la soberanía y el arreglo de Dios, aunque signifique morir(La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Tercera parte). Al reflexionar sobre las palabras de Dios y compararlas con mis propias experiencias, me di cuenta de que solo a través del refinamiento puede una persona ver claramente su verdadera estatura y entender su propia corrupción. Antes, siempre había pensado que renunciar a mi familia y mi carrera para cumplir mi deber, y enfrentarme a la detención y persecución del gran dragón rojo sin traicionar a Dios, me convertía en un creyente sincero. Pero en esta situación, por fin vi que creía en Dios solo por un buen futuro y destino, y que no deseaba sinceramente satisfacer a Dios. Así que, en cuanto vi que no podía obtener bendiciones, me volví negativo y me sentí angustiado. Cuando me enteré por primera vez de mi condena de tres años y medio, pensé en la gravedad de mi hemorragia estomacal y en lo débil que estaba mi cuerpo, y temí morir en la cárcel y no ver nunca el día en que se materializara el reino. Por esto, estaba tan atormentado que no podía dormir, e incluso llegué a malinterpretar que Dios usaba esta situación para descartarme. Tras entrar en la cárcel, debido al trabajo agotador, no podía enderezar los dedos, y me preocupaba que, si quedaba discapacitado, no tuviera salida en la vida. También me preocupaba no poder cumplir mi deber y, por tanto, no poder salvarme, así que anhelaba que Dios destruyera al gran dragón rojo cuanto antes y vivía en un estado de abatimiento. Más tarde, debido a mis incesantes hemorragias nasales, temí morir y me sentí angustiado y desgraciado, llegando incluso a arrepentirme de haber dejado mi hogar para cumplir mi deber. Fue solo entonces cuando vi que, al mantener mi fe y cumplir mi deber, no estaba practicando la verdad ni sometiéndome a Dios en absoluto, ni tampoco intentaba retribuir el amor de Dios. En lugar de eso, me valía de cumplir con mi deber para intentar negociar la gracia y las bendiciones de Dios y obtener un buen resultado y destino. Aunque simulaba con la excusa de entregarme por Dios, en esencia, intentaba satisfacer mi propio deseo de ser bendecido. Al cumplir mi deber de esta manera, intentaba negociar con Dios, y trataba de utilizarlo y engañarlo. ¿Acaso tenía algo de conciencia o razón? Si Dios no hubiera usado la persecución del gran dragón rojo para revelarme y refinarme, habría seguido engañado por mis sacrificios y esfuerzos aparentes, y habría seguido creyendo en Dios y cumpliendo mi deber con la intención de ser bendecido. Al final, habría acabado como Pablo, que tomó sus esfuerzos y sacrificios como capital para exigirle la gracia a Dios, diciendo sin pudor: “He peleado la buena batalla, he terminado la carrera, he guardado la fe. En el futuro me está reservada la corona de justicia” (2 Timoteo 4:7-8). Creyendo de esta manera hasta el final, no habría podido ganar la verdad y ser salvo, y solo habría acabado provocando mi propia ruina. Por fin entendí la meticulosa intención de Dios: Él usaba este tipo de situación para refinarme y limpiarme de mi corrupción e impurezas. Sentí de verdad que, aunque las acciones de Dios no se ajustaban a mi voluntad, eran todo amor y salvación para mí. Al mismo tiempo, también sentí la misericordia y la protección de Dios para conmigo. Cuando recibí el veredicto y me preocupé por no salir vivo de la cárcel, fue Dios quien me esclareció y guio con Sus palabras y me dio fe para experimentar el duro entorno de la prisión. Cuando me preocupé por quedar discapacitado y no poder sobrevivir, Dios me guio a través de las flores y las hierbas, y de las obras de los santos de épocas pasadas en el libro, con lo que me animó a tener la resolución de seguir adelante. Cuando sangraba sin control y estaba en peligro de muerte, Dios movió a un preso desconocido que fue a ver al director, y así fui rescatado y sobreviví. A menudo pensaba en las palabras de “El suspiro del Todopoderoso”, donde Dios dice: “Está vigilando a tu lado(La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios). Sentí profundamente que, en tiempos de crisis, ¡solo Dios es mi sostén y mi único refugio! Pensé en cómo, en todos estos años de creer en Dios, nunca le había entregado mi corazón sincero. Había intentado hacer un trato con Dios al cumplir solo un poco de mi deber, pero Dios no me trató según mi rebeldía, y en los momentos de dificultad, cuando clamé a Dios, Él siguió estando conmigo. También me guio y orientó con Sus palabras, y movió a diversas personas, acontecimientos y cosas para ayudarme. En ese momento, el arrepentimiento y el autorreproche inundaron mi corazón, y oré en silencio a Dios: “Dios, no he perseguido la verdad como debía, y solo he pagado un precio por mi futuro y mi porvenir. Si puedo sobrevivir y salir, sin duda perseguiré la verdad como debo y no desperdiciaré Tu salvación. Aunque no tenga un buen destino, ¡seguiré cumpliendo bien mi deber y retribuiré Tu amor!”.

Tras vivir esta experiencia, llegué a entender mejor el significado de que Dios use al gran dragón rojo para rendir servicio. Si no hubiera experimentado personalmente la persecución del gran dragón rojo, no habría visto su esencia demoníaca con tanta claridad, ni mi fe y sumisión a Dios habrían aumentado, y no habría alcanzado un verdadero entendimiento de mi carácter corrupto. Experimenté de verdad que ¡la obra de Dios para salvar a la gente es tan práctica y tan sabia! También llegué a entender que el gran dragón rojo se resiste a Dios y daña a Su pueblo escogido de una manera tan frenética, y que Dios hace mucho que quiere destruirlo, pero como nosotros, este grupo de personas, aún no hemos sido hechos completos, Dios todavía necesita usarlo para que rinda servicio. Una vez que termine de hacerlo, llegará su fin.

El 9 de noviembre de 2015, me liberaron tras cumplir mi condena. Dos guardias me escoltaron hasta la entrada de la prisión, y uno de ellos me preguntó: “¿Seguirás creyendo en Dios cuando salgas? Si lo haces, ¡acabarás aquí de nuevo!”. Yo le dije con firmeza: “¡Creer en Dios es mi libertad!”. Los dos guardias me miraron sorprendidos y luego simplemente negaron con la cabeza. Poco más de diez días después de mi liberación, mis hermanos y hermanas me contactaron, y me reincorporé a las filas de los que propagan el evangelio del reino.

Más tarde, pensé: “¿Por qué me siento tan desgraciado y angustiado cuando se trata de mi futuro y mi porvenir, hasta el punto de discutir con Dios y no poder someterme de verdad a Sus orquestaciones y arreglos? ¿Qué es lo que realmente me controla?”. Durante mis prácticas devocionales, leí las palabras de Dios: “Mientras las personas no hayan experimentado la obra de Dios y no hayan comprendido la verdad, la naturaleza de Satanás es la que toma las riendas y las domina desde el interior. ¿Qué cosas específicas conlleva esa naturaleza? Por ejemplo, ¿por qué eres egoísta? ¿Por qué proteges tu propio estatus? ¿Por qué tienes sentimientos tan fuertes? ¿Por qué te gustan esas cosas injustas? ¿Por qué te gustan esas maldades? ¿En qué se basa tu gusto por estas cosas? ¿De dónde proceden? ¿Por qué las aceptas de tan buen grado? Para este momento, todos habéis llegado a comprender que esto se debe, principalmente, al veneno de Satanás que hay dentro del hombre. Entonces, ¿qué es el veneno de Satanás? ¿Cómo se puede expresar? Por ejemplo, si preguntas ‘¿Cómo debería vivir la gente? ¿Para qué debería vivir?’, te responderán: ‘Cada hombre para sí mismo, y sálvese quien pueda’. Esta sola frase expresa la raíz del problema. La filosofía y la lógica de Satanás se han convertido en la vida de las personas. Sea lo que sea lo que persiga la gente, lo hace para sí misma, por tanto solo vive para sí misma. ‘Cada hombre para sí mismo, y sálvese quien pueda’: esta es la filosofía de vida del hombre y también representa la naturaleza humana. Estas palabras se han convertido ya en la naturaleza de la humanidad corrupta y son el auténtico retrato de su naturaleza satánica. Dicha naturaleza satánica se ha convertido ya en la base de la existencia de la humanidad corrupta. La humanidad corrupta ha vivido según este veneno de Satanás durante varios miles de años y hasta nuestros días(La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Cómo caminar por la senda de Pedro). Después de leer este pasaje de las palabras de Dios, entendí que mi constante preocupación por mi futuro y porvenir en mi fe y deber no era una simple revelación de un carácter corrupto, sino que se debía principalmente a que tenía una naturaleza satánica en mi interior. Vivía según las filosofías satánicas de “Cada hombre para sí mismo, y sálvese quien pueda” y “No muevas un dedo si no hay recompensa”, y en todo lo que hacía, seguía los principios del interés propio. Era realmente egoísta y despreciable. En apariencia, parecía que lo había dejado todo para cumplir mi deber, pero en realidad, buscaba un beneficio personal, e intentaba hacer un intercambio para obtener la bendición de entrar en el reino de los cielos. Recuerdo cuando alguien me predicó por primera vez el evangelio del Señor Jesús. Oí que creer en el Señor traería gracia y bendiciones, y que mi alma se salvaría e iría al cielo después de la muerte. Así que creí en el Señor. Después de aceptar la obra de Dios de los últimos días, supe que Dios purificaría y salvaría a fondo a la gente y la llevaría a la siguiente era, y me emocioné muchísimo. Para recibir las bendiciones futuras, renuncié resueltamente a mi familia y a mi carrera, y elegí cumplir mi deber a tiempo completo. Después de creer en Dios Todopoderoso por más de un año, me detuvieron por predicar el evangelio. Tras ser puesto en libertad bajo fianza, la policía restringió mis movimientos y me prohibió salir de la zona, y me exigió estar disponible en cualquier momento, o de lo contrario me meterían en la cárcel. Sin embargo, aun así, elegí ir a cumplir mi deber a otro lugar, porque pensaba que, al hacerlo, Dios me recordaría y recibiría Sus bendiciones. Pero cuando me detuvieron de nuevo, me condenaron a tres años y medio, y me enfrenté a la posibilidad de quedar discapacitado o morir en la cárcel, sentí que mis esperanzas de recibir bendiciones se habían desvanecido, y por eso me llené de dolor y desolación, e incluso me arrepentí de haberme ido a otro lugar para cumplir mi deber. Pensé que, después de haber pagado ese precio, Dios no debía dejarme morir, y que debía permitirme tener un buen destino. Me di cuenta de que vivir según estos venenos satánicos me hacía profundamente egoísta, que solo buscaba mi propio provecho. No tenía ningún temor de Dios ni sumisión a Él. Como ser creado, creer en Dios y cumplir mi deber es mi responsabilidad ineludible, y, sin embargo, todos mis pensamientos y deseos eran para mi propio beneficio. Quería usar mi deber como una oportunidad para intentar negociar con Dios y hacer realidad mi sueño de ser bendecido. ¡Esto fue realmente egoísta y despreciable por mi parte! Pensé en cómo Dios se ha hecho carne dos veces para salvar a la humanidad, ha enfrentado el rechazo y la calumnia del mundo, y ha soportado la incomprensión, las quejas e incluso la explotación de quienes creen en Él. Sin embargo, Dios nunca ha exigido nada a la gente, y mucho menos le ha pedido a nadie que se lo retribuya. Él solo expresa la verdad para regar y proveer a la gente, y espera en silencio su regreso. ¡El amor de Dios es verdaderamente abnegado! Pensé en cuántas palabras de Dios había comido y bebido, y cuánto había recibido de Él, y, sin embargo, nunca pensé en retribuir el amor de Dios cumpliendo bien mi deber. Solo me centraba en que Dios me diera un buen destino, y cuando no lo recibí, me volví negativo y me sentí angustiado, e incluso me arrepentí del precio que había pagado. Sentí un profundo autorreproche y culpa, ¡y me odié por tener tan poca conciencia y humanidad!

Bajo la guía de Dios, pensé entonces en un pasaje de Sus palabras: “Eres un ser creado, debes por supuesto adorar a Dios y buscar una vida con significado. Si no adoras a Dios, sino que vives en tu carne inmunda, ¿no eres solo una bestia, vestida de humano? Como eres un ser humano, ¡te debes gastar para Dios y soportar todo el sufrimiento! El pequeño sufrimiento que estás experimentando ahora, lo debes aceptar con alegría y con confianza y vivir una vida significativa como Job y Pedro. […] Vosotros sois personas que buscáis la senda correcta, los que buscáis mejorar. Sois personas que os levantáis en la nación del gran dragón rojo, aquellos a quienes Dios llama justos. ¿No es esa la vida con mayor sentido?(La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Práctica (2)). Las palabras de Dios me dieron la dirección para seguir adelante. Entendí que, como ser creado, debo perseguir la verdad, adorar a Dios, cumplir la función de un ser creado y vivir una vida con sentido. ¡Esa es la senda correcta en la vida! Tomé la resolución de no volver a intentar hacer tratos con Dios, y de ponerme en la posición de un ser creado, cumplir bien mi deber y buscar amar y satisfacer a Dios.

Ya han pasado nueve años desde que salí de la cárcel, y cada vez que recuerdo esta experiencia en prisión, siento un torbellino de emociones. Si no hubiera experimentado esta situación, no me habría dado cuenta de lo inmaduro que era en mi estatura, ni de la poca fe que tenía en Dios, y mucho menos habría entendido mi egoísta y despreciable carácter corrupto y mis búsquedas equivocadas. Al mismo tiempo, también entendí que Dios estaba usando al gran dragón rojo para que rindiera servicio, lo hacía para revelarme y limpiar mi carácter satánico, con lo cual transformaba mis puntos de vista falaces sobre la búsqueda de bendiciones en mi fe y me hacía desprenderme de mis muchas preocupaciones sobre mi futuro y mi porvenir. Son cosas que no podría haber obtenido en un entorno cómodo. Ahora, los arrestos de creyentes por parte del PCCh son cada vez más severos, y a menudo oigo hablar de hermanos y hermanas que son arrestados y sentenciados, e incluso de que a algunos los matan a golpes. A veces pienso en que me estoy haciendo mayor y que mi salud ya no es la que era. Ya me han arrestado dos veces, y si me arrestan de nuevo, seguro que recibiré una condena grave. Es muy probable que muera en la cárcel y no llegue a ver el día en que el reino se materialice. Pero cuando pienso en la guía y las obras de Dios que he experimentado, mi corazón se siente mucho más tranquilo y en paz. Pienso en un himno de la iglesia que canto a menudo y que me animó mucho, “Al seguir a Cristo, nunca daré marcha atrás, incluso hasta la muerte”: “Satanás, el gran dragón rojo, reprime y arresta salvajemente al pueblo escogido de Dios. Los que siguen a Cristo arriesgan la vida por cumplir con su deber. Puede que algún día me arresten y me persigan por dar testimonio de Dios. En mi fuero interno, comprendo claramente que se trata de una persecución por la justicia. Tal vez mi vida desaparezca como un efímero fuego artificial. En esta vida, seguir y dar testimonio de Cristo llena de orgullo mi corazón. Aunque no pueda ver el espectáculo sin precedentes de la expansión del reino, no tendré remordimientos ni quejas y ofreceré mis mejores deseos. Aunque no llegue a ver el día en el que el reino se haga realidad, hoy, me satisface poder dar testimonio para humillar a Satanás” (Seguir al Cordero y cantar nuevos cánticos). Sé que el camino por delante está lleno de muchas dificultades y obstáculos, pero sin importar qué pruebas y tribulaciones tenga que experimentar, o si tendré un buen futuro o destino, me someteré a la soberanía y a los arreglos de Dios, cumpliré bien mi deber, y buscaré vivir la letra de esta canción en mi día a día.

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