4. ¿Qué se oculta detrás de mi renuencia a ser líder?
A principios de mayo de 2024, cumplía deberes de danza en la iglesia. Una noche, el líder de distrito me informó que me habían elegido para ser una de las líderes de la iglesia. Al oír la noticia, el corazón me empezó a latir con fuerza. Pensé: “¿Cómo es posible que los hermanos y hermanas me hayan elegido líder? No poseo ninguna realidad-verdad, tengo poca aptitud y también un grave carácter corrupto. He fracasado y tropezado muchas veces en mis deberes. ¿Cómo podría asumir el deber de líder? ¿Acaso cumplir este deber no significa solo ponerme a esperar a que me revelen y descarten? En especial, el trabajo de los himnos y las danzas es muy importante y, con mi carácter corrupto, puede que algún día acabe por causar perturbaciones y trastornos. Entonces, puede que los líderes superiores me poden o que incluso me destituyan. Entonces, ¿no acabaría completamente arruinada y llegaría al final de mi camino en la fe?”. Solo de pensarlo, sentía una pesadumbre en el corazón. Hasta llegué a sospechar que Dios podría usar este deber para descartarme. Más adelante, acudí a Dios en oración y clamé Su nombre para pedirle que diera sosiego a mi corazón y me ayudara a entender Su intención. Al orar, me di cuenta de que todas las cosas, acontecimientos y personas con los que me encontraba cada día formaban parte de la soberanía y los arreglos de Dios, y que no eran fruto del azar. Dios conoce muy bien mi aptitud y estatura. Que Él permitiera que este deber se me presentara significaba que había verdades que yo debía buscar y en las que tenía que entrar, así que primero debía aceptar y someterme y no rechazar ni resistirme. De lo contrario, carecería totalmente de razón. Después de orar, aunque ya no eludí el deber de liderazgo, mi corazón seguía apesadumbrado, como si una gran piedra me lo estuviera aplastando, y me sentía llena de dolor y preocupación.
Al día siguiente, durante mis prácticas devocionales, vi dos videos de testimonios vivenciales, los cuales citaban palabras de Dios que fascinaron mi corazón. Dios dice: “Algunos piensan: ‘Cualquiera que lidere es tonto e ignorante y provoca su propia destrucción, porque actuar como líder inevitablemente hace que las personas revelen corrupción para que Dios la vea. ¿Se revelaría tanta corrupción si no hicieran ellos esta obra?’. ¡Qué idea tan absurda! Si no actúas como líder, ¿no revelarás corrupción? Si no eres un líder, incluso si demuestras menos corrupción, ¿significa esto que has logrado la salvación? De acuerdo con este argumento, ¿son todos aquellos que no sirven como líderes los que pueden sobrevivir y ser salvos? ¿No es esta afirmación demasiado ridícula? Las personas que sirven como líderes guían al pueblo escogido de Dios a comer y beber la palabra de Dios, y a experimentar la obra de Dios. Este requerimiento y estándar es elevado, por lo que es inevitable que los líderes revelen algunos estados corruptos cuando comienzan su formación. Esto es normal y Dios no lo condena. Dios no solo no lo condena, sino que además esclarece, ilumina y guía a esas personas, y les impone cargas adicionales. Siempre que logren someterse a la guía y obra de Dios, progresarán más rápido en la vida que la gente común. Si son personas que persiguen la verdad, pueden embarcarse en la senda de ser perfeccionadas por Dios. Esto es lo que Dios más bendice. Algunas personas no pueden verlo, y distorsionan los hechos. Según la interpretación humana, por mucho que cambie un líder, eso a Dios no le importará; Él solo observará cuánta corrupción revelan los líderes y obreros, y los condenará solo en función de eso. Y aquellos que no son líderes y obreros, al revelar poca corrupción, incluso si no cambian, Dios no los condenará. ¿No es esto absurdo? ¿No es una blasfemia contra Dios? Si te resistes tan seriamente a Dios en tu corazón, ¿puedes ser salvo? No puedes ser salvo. Dios determina los desenlaces de las personas sobre todo en función de si tienen la verdad y un testimonio verdadero, y eso depende principalmente de si son personas que persiguen la verdad. Si persiguen la verdad y pueden arrepentirse verdaderamente luego de ser juzgados y castigados por cometer una transgresión, entonces, mientras no digan palabras o hagan cosas que blasfemen a Dios, sin duda serán capaces de lograr la salvación. De acuerdo a vuestras elucubraciones, todos los creyentes comunes que siguen a Dios hasta el fin pueden obtener la salvación, y aquellos que sirven como líderes deben ser todos descartados. Si os pidieran a vosotros que fuerais líderes, pensaríais que no es correcto no hacerlo, pero que si fuerais a servir como líderes, involuntariamente revelaríais corrupción, y eso sería como enviaros a vosotros mismos a la guillotina. ¿Todo esto no lo causan vuestros malentendidos acerca de Dios? Si los desenlaces de las personas se determinaran en función de la corrupción que revelan, nadie podría ser salvo. En ese caso, ¿de qué valdría que Dios haga la obra de salvación? Si ese fuera el caso, ¿dónde radicaría la justicia de Dios? La humanidad no sería capaz de ver el carácter justo de Dios. Por lo tanto, todos vosotros habéis malinterpretado las intenciones de Dios, lo cual demuestra que no tenéis un conocimiento verdadero de Él” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Tercera parte). Las palabras de Dios señalaron con precisión la verdad de mi situación y por fin entendí que mi corazón albergaba en su interior nociones, imaginaciones y malentendidos sobre Dios. Pensaba que no ser líder en la casa de Dios significaba que se revelarían menos de mis corrupciones y que los líderes superiores me podarían menos. De esta manera, creer en Dios sería más seguro y tendría más esperanzas de obtener la salvación. En cambio, cumplir el deber de líder implica muchos principios-verdad, la responsabilidad es mayor y, sin realidades-verdad, es inevitable que revele corrupción y sea propensa a hacer cosas que trastornen y perturben el trabajo de la casa de Dios, que harían que me revelen y descarten. Vi que Dios decía que estas nociones eran malentenderlo y hasta blasfemar contra Él. Me quedé impactada y tuve un poco de miedo. No me había dado cuenta de la gravedad de la naturaleza de esas nociones. Empecé a reflexionar sobre lo absurda que esa opinión era en realidad. Vi que algunos líderes cometían errores y trastornaban y perturbaban gravemente el trabajo de la iglesia, por lo que los destituían y hasta los echaban o expulsaban. Por lo tanto, pensé que ser líder era demasiado arriesgado y que, una vez que cometías un error, te destituían o descartaban. Pero nunca busqué los principios de la casa de Dios para destituir a las personas. En realidad, la destitución de un líder de la casa de Dios no se basa en un comportamiento momentáneo o en su desempeño en un incidente aislado, sino en la búsqueda sistemática de esa persona y la senda que sigue. Pensé en un líder y en dos supervisores de la iglesia a quienes habían destituido. Aunque parecía que los habían destituido por fracasar en una tarea concreta, vulnerar principios y trastornar y retrasar el trabajo, en realidad, se debía a que normalmente no se centraban en perseguir la verdad y llevaban mucho tiempo sin buscar los principios en sus deberes y comportándose de forma arbitraria. Como consecuencia, perturbaban y trastornaban el trabajo de la iglesia, pero no se arrepentían. Por eso los destituyeron. Yo nunca había examinado la causa de su fracaso. Vi que habían cometido un único error y los habían destituido, por lo que empecé a malinterpretar a Dios y a cuidarme de Él. ¿No era esta una opinión totalmente distorsionada? Además, en mis nociones, pensaba que, si una persona revela corrupción, transgrede o se la revela en sus deberes y es destituida, entonces, Dios la condenará por toda la eternidad y no tendrá ninguna esperanza de obtener la salvación. Esto también era una comprensión errónea de mi parte. En realidad, al pensar en detalle sobre mi propia experiencia y la de muchos hermanos y hermanas, sobre cómo nos expusieron, revelaron y condenaron por revelar actitudes corruptas, e incluso nos destituyeron, vi que estos eran pasos necesarios para experimentar el juicio y castigo de Dios. Sin embargo, Dios no nos había abandonado por ello, sino que nos había dado oportunidades para arrepentirnos y transformarnos. Usó Sus palabras para esclarecernos y guiarnos, nos permitió cambiar de a poco nuestros pensamientos y opiniones, y nos ayudó a ir despojándonos de nuestras actitudes corruptas. Esto lo logramos a través de experimentar el fracaso y la revelación. Vi que, si a uno lo revelan en sus deberes, eso no significa que lo descarten, sino que es una oportunidad para ganar la verdad. Pero, por naturaleza, yo no amaba la verdad ni quería sufrir, no estaba dispuesta a aceptar el juicio y castigo de Dios y solo deseaba vivir tranquila, como una creyente común y corriente. Pensaba que así evitaría grandes fracasos y revelaciones, escaparía al sufrimiento y al refinamiento, y podría obtener la salvación. Pero no entendía que, sin experimentar el juicio y castigo, uno no es capaz de despojarse de su carácter corrupto y que las perspectivas, los actos y las acciones de una persona seguirán oponiéndose a la verdad. En ese caso, ¿cómo podría salvarse una persona así? Me di cuenta de que no entendía la verdad ni conocía el carácter justo de Dios y que mis propias nociones e imaginaciones regían mi vida. Mis opiniones eran totalmente absurdas y erróneas. Dios no determina el desenlace de una persona en función de cuánta corrupción haya revelado ni cuántas transgresiones haya cometido, sino de si persigue la verdad y se arrepiente sinceramente. Si una persona revela corrupción y luego persigue la verdad y logra arrepentirse de verdad, Dios aún le da la oportunidad de obtener la salvación. Pero a mí me preocupaban las transgresiones que había cometido en el pasado en mis deberes, y, sin embargo, ahora seguía revelando mucha corrupción por no entender la verdad. Por lo tanto, tenía miedo de que, si no era cuidadosa en mi deber como líder, surgirían problemas y, entonces, Dios me detestaría y descartaría. ¡Realmente estaba juzgando la justicia de Dios según mis propias opiniones cerradas y mezquinas!
Leí otro pasaje de las palabras de Dios que expone el miedo de las personas a asumir responsabilidades. Dios Todopoderoso dice: “Algunas personas tienen miedo de asumir responsabilidades en el cumplimiento de su deber. Si la iglesia les da un trabajo que hacer, consideran primero si el trabajo requiere asumir responsabilidad y, si es así, no lo aceptan. Sus condiciones para cumplir con un deber son, primero, que debe ser un trabajo ligero; segundo, que no sea cansado ni les quite tiempo; y tercero que, hagan lo que hagan, no asuman ninguna responsabilidad. Ese es el único deber que aceptan. ¿Qué clase de persona es esta? ¿Acaso no es una persona esquiva y falsa? No quieren asumir siquiera la menor responsabilidad. Incluso tienen miedo de que las hojas de los árboles les caigan encima y les abran la cabeza. ¿Qué deber puede cumplir una persona así? ¿Qué utilidad puede tener en la casa de Dios? La obra de la casa de Dios tiene que ver con la tarea de batallar contra Satanás, además de difundir el evangelio del reino. ¿Qué deber no conlleva responsabilidades? ¿Diríais que ser líder requiere responsabilidad? ¿Acaso sus responsabilidades no son aun mayores y no deben asumirlas en mayor medida? Por mucho que prediques el evangelio, des testimonio, hagas vídeos y cosas así, sea cual sea el trabajo que hagas, siempre que esté relacionado con los principios-verdad, conlleva responsabilidades. Si tu cumplimiento del deber no tiene principios, afectará a la obra de la casa de Dios, y si tienes miedo de asumir responsabilidad, entonces no puedes cumplir con ningún deber. ¿Es cobarde alguien que teme asumir responsabilidades al cumplir con su deber o es que existe un problema con su carácter? Hay que saber diferenciarlo. El hecho es que no se trata de una cuestión de cobardía. Si esa persona fuera en busca de riquezas o estuviera haciendo algo en su propio interés, ¿cómo no habría de ser tan valiente? Asumiría cualquier riesgo. Pero cuando hacen cosas por la iglesia, por la casa de Dios, no asumen ninguno. Tales personas son egoístas y viles, las más traicioneras de todas. Quien no asume responsabilidades al cumplir con su deber no es en absoluto sincero con Dios, ya no hablemos de su lealtad. ¿Qué clase de persona se atreve a asumir responsabilidades? ¿Qué clase de persona tiene el valor de llevar una pesada carga? Alguien que asume el liderazgo y da un paso adelante con valentía en el momento más crucial de la obra de la casa de Dios, que no teme cargar con una gran responsabilidad y soportar grandes dificultades, cuando ve la obra más importante y crucial. Se trata de alguien leal a Dios, un buen soldado de Cristo. ¿Es que todos los que temen asumir responsabilidades en su deber lo hacen porque no entienden la verdad? No; es un problema de su humanidad. No tienen sentido de la rectitud ni de la responsabilidad. Son personas egoístas y viles, no son creyentes sinceros de Dios, y no aceptan la verdad en lo más mínimo. Por esta razón, no pueden ser salvados” (La Palabra, Vol. IV. Desenmascarar a los anticristos. Punto 8: Quieren que los demás se sometan solo a ellos, no a la verdad ni a Dios (I)). Al ver lo que exponían las palabras de Dios, sentí una profunda angustia en el corazón. Me di cuenta de que mi miedo a ser líder se debía a que me controlaba un carácter egoísta y falso. Me regía por el principio de “Nunca te lleves la peor parte”; quería recibir las bendiciones de Dios, pero no asumir grandes riesgos. En esencia, este era el comportamiento de una persona escurridiza y falsa. Sentía que la danza no solo estaba de acuerdo con mis intereses y aficiones personales, sino que, además, obtenía buenos resultados al cumplir este deber. No era la supervisora principal ni cargaba con grandes responsabilidades, por lo que sentía que podía cumplir mi deber en la iglesia con seguridad y así tener esperanza de ser salva. Luego de que me eligieran líder, sentí que me habían puesto en el ojo del huracán y estaba en riesgo constante de naufragar, así que solo quería huir y rechazar este deber. Según mis nociones, pensaba que cumplir un deber discreto, no destacar ni asumir grandes responsabilidades era la opción más segura y que, mientras siguiera hasta el final, tendría esperanzas de obtener la salvación. Pero Dios dice que este tipo de persona teme asumir responsabilidades, tiene un problema en su humanidad y no cree realmente en Él, y que solo por esto ya no puede ser salva. Finalmente pude ver que mis nociones e imaginaciones chocaban con la verdad. Empecé a reflexionar: “¿Por qué dice Dios que quienes evitan las responsabilidades son personas que tienen mala humanidad y que no aceptan la verdad en absoluto?”. Al cumplir mis deberes en la casa de Dios, siempre me había guiado por el principio de “Nunca te lleves la peor parte”. En todo lo que hacía y ante cada deber que enfrentaba, primero valoraba si algo me beneficiaba, en cuyo caso, lo hacía; de lo contrario, no quería hacerlo. Incluso si sabía que estaba relacionado con el trabajo y los intereses de la casa de Dios, seguía sin estar dispuesta a cargar con esa responsabilidad. ¿De qué manera tenía yo el mismo sentir que Dios? ¿No era este el comportamiento de una persona egoísta y despreciable? Hoy, Dios provee todo a las personas de forma gratuita, les entrega la verdad sin pedir nada a cambio, con la esperanza de que practiquen la verdad y cumplan bien sus deberes como seres creados con un corazón sincero. Sin embargo, hacía muchos años que yo creía en Dios y había disfrutado mucho de Su provisión, pero nunca había pensado en retribuir a Dios en absoluto. Al contrario, me había cuidado de Él, había sido calculadora con Él y solo pensaba y planificaba mi propio futuro, mis ganancias o pérdidas. ¿De qué manera creía realmente en Dios? ¿No era simplemente una incrédula, egoísta y escurridiza? Con esa mentalidad y esas opiniones sobre la fe, ¿cómo no iba a aborrecerme Dios? Así que oré: “Dios, veo que realmente soy una persona falsa y perversa. No quiero que mis propias nociones, imaginaciones, malentendidos y sospechas sigan rigiendo mi vida. Estoy dispuesta a entregarte mi corazón y usar mi conciencia para asumir mi responsabilidad. Te ruego que me ayudes y me guíes”.
Después, vi otros dos pasajes de las palabras de Dios que citaba otro vídeo de un testimonio vivencial y encontré una senda de práctica. Dios dice: “¿Cuáles son las manifestaciones de una persona honesta? Primero, no tener dudas acerca de las palabras de Dios. Esa es una de las manifestaciones de una persona honesta. Además de esto, la manifestación más importante es buscar y practicar la verdad en todo: esto es lo más crucial. Dices que eres honesto, pero siempre pasas por alto las palabras de Dios y simplemente haces lo que te parece. ¿Acaso es esa la manifestación de una persona honesta? Dices: ‘Aunque tengo poco calibre, tengo un corazón honesto’. Y, sin embargo, cuando te llega un deber te da miedo sufrir y asumir la responsabilidad si no lo haces bien, por eso pones excusas para evadir tu deber o sugieres que lo haga otro. ¿Es esta la manifestación de una persona honesta? Claramente, no lo es. Entonces, ¿cómo debería comportarse una persona honesta? Debe someterse a los arreglos de Dios, ser leal al deber que le corresponde cumplir, y esforzarse por satisfacer las intenciones de Dios” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Tercera parte). “Tengas mucho o poco calibre, y comprendas o no la verdad, en cualquier caso, debes tener esta actitud: ‘Ya que se me ha asignado este trabajo, debo tomármelo en serio, debo convertirlo en mi preocupación y debo usar todo mi corazón y todas mis fuerzas para hacerlo bien. En cuanto a si sé hacerlo a la perfección o no, no puedo atreverme a dar una garantía, pero mi actitud es que haré todo lo posible por desempeñarlo bien y, desde luego, no seré superficial al respecto. Si surge un problema en el trabajo, debo asumir la responsabilidad en ese momento, asegurarme de aprender una lección de ello y cumplir bien con mi deber’. Esta es la actitud correcta” (La Palabra, Vol. V. Las responsabilidades de los líderes y obreros. Las responsabilidades de los líderes y obreros (8)). Tras leer estos dos pasajes de las palabras de Dios, sentí que Él realmente escruta lo más íntimo del corazón humano y entiende muy bien las necesidades de las personas. Cuando me enteré de que me habían elegido líder, enseguida se me vinieron a la cabeza dos excusas: “Tengo poca aptitud y, como líder, cada día tendré que enfrentarme a muchas personas, acontecimientos y cosas, además de tener que encargarme de muchos asuntos. Seguro que no podré con todo eso. Además, no entiendo la verdad ni puedo desentrañar las cosas; entonces, ¿de qué manera estoy cualificada para guiar a los hermanos y hermanas?”. Al principio, pensé que mis pensamientos estaban bastante justificados y que demostraban que tenía autoconciencia, pero luego leí estas palabras de Dios: “Tengas mucho o poco calibre, y comprendas o no la verdad, en cualquier caso, debes tener esta actitud: ‘Ya que se me ha asignado este trabajo, debo tomármelo en serio, debo convertirlo en mi preocupación y debo usar todo mi corazón y todas mis fuerzas para hacerlo bien. […]’ Esta es la actitud correcta”. Después de leer esto, de repente, me quedé sin palabras. Esas dos excusas me habían parecido bastante válidas, pero Dios no las ve como excusas ni como dificultades, ni mucho menos como cosas que deban impedirme aceptar mi deber. Sentí como si Dios me estuviera advirtiendo cara a cara, en una conversación íntima. Dios no se fija en mi aptitud ni en cuántas verdades entiendo. Él nos exige que seamos diligentes y responsables en nuestros deberes, y que dediquemos todo nuestro corazón y nuestras fuerzas a cumplirlos bien. Mi corazón se conmovió profundamente y sentí que ya no tenía ninguna excusa para huir de mi deber o rechazarlo. Aunque el deber de líder me resultaría difícil, estaba dispuesta a ser honesta, según las palabras de Dios, y a empezar por aceptar y someterme.
A partir de entonces, empecé a colaborar con mi hermana. Yo estaba a cargo principalmente del trabajo del equipo de danza, mientras que ella se encargaba principalmente de las otras tareas, como los himnos, las grabaciones de video y los asuntos generales. En ese momento, un grupo de danza que yo tenía a cargo llevaba dos meses sin producir programas. Al principio, estaba un poco nerviosa y temía no poder encargarme del trabajo. No dejaba de orar y clamar a Dios, y le pedía que me diera la fe y la determinación para someterme y así poder asumir mi deber. En mis oraciones, recordé dos frases de las palabras de Dios que había leído antes: una era “positiva y proactiva” y la otra “lo mejor que pudiera”. Entendí que aquello era el esclarecimiento y la guía de Dios, y que debía adoptar una actitud positiva y proactiva hacia mi deber. Como tenía poca aptitud, no entendía la verdad y no podía detectar ni resolver muchos problemas, eso significaba que tenía que confiar más de Dios para buscar la verdad y que debía empezar por hacer todo lo que se me ocurriera y lo que fuera capaz de hacer, lo mejor pudiera. A partir de entonces, cada día encomendaba a Dios mi estado y mis dificultades y, con un sentido de carga, me centraba en los estados de las hermanas del grupo. Cuando tenía problemas, buscaba los principios pertinentes para compartir y entrar junto con ellas. Cuando ellas tenían dificultades con lo que disponía el programa, compartía con ellas las intenciones de Dios y trataba de buscar soluciones conforme a los principios. De a poco, el programa fue avanzando. Cada día era gratificante y me sentía con los pies en la tierra. Mi corazón se acercaba cada vez más a Dios y los malentendidos y las barreras entre Él y yo se redujeron muchísimo. La sensación de llevar un peso en el corazón desapareció de a poco. El grupo de danza también produjo un programa en menos de un mes, que se subió a Internet y tuvo una buena recepción de parte de los líderes. Estaba muy agradecida a Dios.
Pero, unos tres meses después, de forma inesperada, destituyeron a mi hermana por seguir a ciegas lo que un falso líder disponía de forma errónea. Esto hizo que el trabajo de grabación de himnos se suspendiera durante unos días, lo que trastornó y obstaculizó gravemente el trabajo. Además, los líderes superiores vieron que su poca aptitud le impedía hacer trabajo real. Cuando oí la noticia, mi corazón volvió a latir con fuerza y pensé: “Se acabó. Ahora que han destituido a mi hermana, tendré que cargar con todo el trabajo de la iglesia. ¡No tengo suficiente aptitud ni capacidad de trabajo! Había oído hablar de los problemas que mi hermana había tenido en su deber, pero no había visto los errores que cometía. Si yo hubiera estado en su lugar, también habría retrasado el trabajo y, hoy, yo sería la persona a la que habrían destituido. Con mi aptitud y mi capacidad de ver las cosas, ¿no es solo cuestión de tiempo hasta que me destituyan de este deber? Será mejor que renuncie y me retire ilesa cuanto antes para no cometer una gran acción malvada”. Pero, cuando lo pensé, me sentí culpable: “Siempre he querido renunciar; ¡esto demuestra que carezco de sumisión a Dios y de lealtad a mi deber! Si renunciara y abandonara mi deber, ¿no se retrasaría el trabajo? Si renunciara, aligeraría mi carga, pero estaría siendo irresponsable con el trabajo de la casa de Dios”. Después de pensar todo esto, no me atreví a renunciar. Oré a Dios y le pedí que protegiera mi corazón, me esclareciera y guiara para entender la verdad, y que me diera la fe necesaria para experimentar esta situación.
La situación que Dios dispuso fue un verdadero milagro. Esa noche, recibimos una carta que reenviaron de China. La carta mencionaba que, en China, el gran dragón rojo estaba arrestando de forma desenfrenada a quienes creían en Dios, que los hermanos y hermanas solo podían cumplir sus deberes a escondidas y que debían cambiar de hogar de acogida a menudo. La carta también animaba a los hermanos y hermanas que se habían ido al extranjero a valorar la oportunidad que tenían de cumplir sus deberes y a que se desempeñaran bien. La carta también citaba un pasaje de las palabras de Dios. Dios dice: “Las bendiciones no se pueden obtener en un día o dos; deben ganarse a un gran precio. Lo cual quiere decir que debéis poseer un amor que ha sido sometido al refinamiento, debéis poseer una gran fe y debéis tener las muchas verdades que Dios requiere que alcancéis. Es más, debéis volveros hacia la rectitud, sin sentiros intimidados ni evasivos, y debéis tener un corazón amante de Dios que sea constante hasta la muerte. Debéis tener determinación, ha de haber cambios en vuestro carácter-vida, vuestra corrupción debe ser sanada y debéis aceptar todas las orquestaciones de Dios sin quejaros, e incluso debéis ser sumisos hasta la muerte. Esto es lo que debéis alcanzar, este es el objetivo final de la obra de Dios y lo que Él le solicita a este grupo de personas” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. ¿Es la obra de Dios tan sencilla como el hombre imagina?). Tras leer la carta, me sentí profundamente avergonzada. Los hermanos y hermanas en China están arriesgando sus vidas y, aun así, se mantienen firmes en sus deberes y hasta escribieron una carta para animar a los hermanos y hermanas en el extranjero a cumplir sus deberes de forma adecuada. ¿Y yo? Me había librado de los arrestos y la persecución del gran dragón rojo y podía cumplir mi deber en un entorno cómodo; sin embargo, cuando enfrenté la más mínima dificultad y presión en mi deber, quise huir y abandonarlo. ¿No me convertía esto en una cobarde? ¿Dónde estaba mi temple? ¿Dónde estaba mi testimonio? Dios dijo que, para creer en Él y seguirlo, uno debe experimentar el refinamiento y tener la determinación para sufrir. Lo que es más importante aún, uno debe perseguir la verdad, pasar por un cambio de carácter-vida y aceptar y someterse a todas las orquestaciones de Dios. Sentí que Dios me estaba exigiendo con cada palabra. Estas eran las verdades que debía practicar y en las que debía entrar en ese momento, y no estaría practicando ninguna de ellas si renunciaba. ¿Acaso esto no decepcionaría y desagradaría a Dios? Al día siguiente, una líder de un grupo de danza quiso renunciar porque no podía colaborar en armonía con los demás. Cuando compartí con ella, me sinceré sobre mis propias debilidades y dificultades y, al leer las palabras de Dios, mi corazón se conmovió de a poco. Me di cuenta de que los deberes son la comisión de Dios y que son responsabilidades ineludibles. Por muy dolorosas o difíciles que fueran las cosas, no podía rechazar mi deber ni herir el corazón de Dios.
Luego, leí un pasaje de las palabras de Dios que realmente resonaba con mi estado y me ayudó mucho. Dios dice: “Las personas deben afrontar sus deberes y a Dios con un corazón honesto. Si lo hacen, serán personas que temen a Dios. ¿Qué actitud ante Dios tienen las personas con un corazón honesto? Cuando menos, tienen un corazón temeroso de Dios, un corazón sumiso a Dios en todas las cosas; no preguntan por bendiciones ni infortunios, no hablan de condiciones, sino que se abandonan a la misericordia de la instrumentación de Dios: estas son las personas de corazón honesto. Aquellas que se muestran siempre escépticas ante Dios, que siempre Lo están escrutando, que siempre intentan llegar a un trato con Él, ¿son personas con un corazón honesto? (No). ¿Qué reside en los corazones de estas personas? Falsedad y perversidad; siempre están escrutando. ¿Y qué es lo que escrutan? (La actitud de Dios hacia las personas). Están siempre escrutando la actitud de Dios hacia las personas. ¿Cuál es el problema? ¿Y por qué la escrutan? Porque afecta a sus intereses vitales. […] Las personas que dan un valor especial a sus propios futuros, sinos e intereses escrutan siempre si la obra de Dios es beneficiosa para sus futuros y sinos y para obtener bendiciones. En definitiva, ¿cuál es el resultado de su escrutinio? Lo único que hacen es rebelarse contra Dios y oponerse a Él. Incluso cuando se empeñan en cumplir sus deberes, lo hacen de forma superficial, con un ánimo negativo; en su corazón, no dejan de pensar en cómo sacar provecho y no verse en el lado perdedor. Tales son sus motivos cuando cumplen sus deberes, y de esta forma están intentando hacer un trato con Dios. ¿De qué carácter hablamos? De falsedad y de un carácter perverso. Esto ya no es un carácter corrupto normal, sino que ha escalado a perversidad. Y, cuando existe este tipo de carácter perverso en el corazón de una persona, ¡se trata de una lucha contra Dios! Debéis tener claro este problema. Si las personas siempre escrutan a Dios e intentan hacer tratos cuando desempeñan sus deberes, ¿pueden realizarlos adecuadamente? Por supuesto que no. No adoran a Dios con sus corazones ni con honestidad, no tienen corazones sinceros, están vigilando y, mientras ejecutan sus deberes, siempre conteniéndose, y ¿con qué resultado? Dios no obra en ellas y se confunden y se lían, no entienden los principios-verdad y actúan según sus propias inclinaciones, y siempre se desvían. ¿Y por qué lo hacen? Porque sus corazones carecen de claridad y, cuando les suceden cosas, no reflexionan sobre sí mismas ni buscan la verdad para encontrar una solución, e insisten en hacer las cosas como les apetece, según sus propias preferencias; el resultado de esto es que siempre se desvían cuando cumplen sus deberes. Nunca piensan en la obra de la iglesia ni en los intereses de la casa de Dios, siempre traman para su propio beneficio, siempre hacen planes para sus propios intereses, orgullo y estatus, y no solo cumplen mal sus deberes, sino que también retrasan y afectan a la obra de la iglesia. ¿Acaso no es esto ir por el mal camino y descuidar sus deberes? Si alguien siempre está haciendo planes para sus propios intereses y futuro cuando cumple su deber y no piensa en la obra de la iglesia ni en los intereses de la casa de Dios, entonces esto no es cumplir un deber. Eso es perseguir los propios intereses, es hacer cosas para su propio beneficio y para obtener bendiciones para sí mismo. De este modo, la naturaleza tras el cumplimiento del deber cambia. No es más que hacer un trato con Dios y querer utilizar el cumplimiento de su deber para alcanzar sus propios objetivos. Esta manera de hacer las cosas muy probablemente perturba el trabajo de la casa de Dios” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Solo si se buscan los principios-verdad es posible cumplir bien el deber). Dios dice: “No preguntan por bendiciones ni infortunios, no hablan de condiciones, sino que se abandonan a la misericordia de la instrumentación de Dios: estas son las personas de corazón honesto”. Estas palabras realmente calaron hondo en mi corazón. Dios pide a las personas que no piensen en bendiciones ni en infortunios pero yo le daba demasiada importancia a cuál de las dos cosas recibiría. Me aterraba que, al cumplir el deber de líder, pudiera hacer algo malo que perturbara y trastornara el trabajo, dejara una estela de manchas y transgresiones a mi paso, y que Dios me condenara y descartara. Además, también me aterraba que, al final, no solo no consiguiera salvarme, sino que cayera en la desgracia. Esto lo sentí con mucha intensidad cuando me enteré de que dos de los tres líderes de distrito anteriores habían actuado con obstinación y sin buscar los principios-verdad en sus deberes, lo que había perturbado y trastornado gravemente el trabajo de la casa de Dios y había hecho que los destituyeran. Ahora que también habían destituido a mi hermana, sentí que, si uno no entendía la verdad ni tenía un corazón temeroso de Dios, entonces, cumplir el deber de líder era peligroso, uno podía ser revelado y descartado con facilidad, y que su desenlace y destino eran inciertos. Yo quería asegurar mi futuro y mi destino, así que pensaba renunciar antes de cometer algún error y retirarme ilesa. ¡Dios revela que, en realidad, esto es tener un carácter falso y perverso que lucha contra Él! Solo entonces me di cuenta de que pensar siempre en mis propios intereses y en mi futuro, sin pensar en el trabajo de la iglesia ni en los intereses de la casa de Dios, no es cumplir mi deber, sino intentar ser más lista que Dios y actuar en Su contra. Al cumplir mi deber con esa mentalidad y estado, aunque no sirviera como líder ni cometiera errores evidentes, mi corazón estaba siendo calculador con Dios y oponiéndose a Él. Esto es un acto de maldad que Dios detesta y condena. Dios me mostró una senda muy clara: ser una persona con un corazón honesto, no pedir para obtener bendiciones ni evitar desgracias, no hablar de condiciones y ponerme a la merced de las orquestaciones de Dios. Puesto que la casa de Dios no me había destituido ni descartado, tenía que someterme a la soberanía y los arreglos de Dios, defender con firmeza mi deber y hacer todo lo posible por asumir las responsabilidades que me correspondían.
Al día siguiente, escribí una carta a los líderes superiores, pero no mencioné renunciar. En cambio, reconocí la responsabilidad que debía asumir por el retraso en el trabajo de himnos, lo confesé ante los líderes y dije que estaba dispuesta a someterme a los arreglos de la casa de Dios. Después de escribir la carta, me sentí tranquila, en paz y dispuesta a aceptar las orquestaciones de Dios. Si los líderes superiores me podaban o destituían, lo afrontaría con calma y asumiría la responsabilidad. Si no me destituían, me dedicaría a mi deber y cumpliría con mis responsabilidades. Para mi sorpresa, los líderes superiores no me destituyeron tras leer la carta y me permitieron seguir formándome en mi deber. A través de esta experiencia, siento que he llegado a entender mejor el carácter justo de Dios y me he dado cuenta de que lo que Dios valora es si el corazón de una persona puede aceptar la verdad y si puede ser sencilla y honesta con Él, sin considerar ni planificar sus propios intereses o futuro, sino pensar en el trabajo de la casa de Dios. Si las intenciones de una persona son correctas, entonces, aunque a veces haga necedades, Dios no se acordará de estas cosas, sino que le dará la oportunidad de cumplir sus deberes y compensar sus defectos. Un tiempo después, la iglesia aún no había elegido a un nuevo líder, así que oré y confié en Dios para dar seguimiento al trabajo de la iglesia. Siempre que surgían problemas, colaboraba con los hermanos y hermanas para resolverlos. Descubrí que, cuando estaba dispuesta a asumir responsabilidades de forma activa y a preocuparme y reflexionar más sobre el trabajo, mejoraban, sin que me diera cuenta, mi sentido de carga y responsabilidad por el trabajo de la iglesia, así como mi capacidad para ver las cosas y mi capacidad de trabajo. Era como si me hubiera vuelto más lista que antes. El trabajo no era tan difícil como había imaginado y supe que conseguía estos resultados gracias a la obra del Espíritu Santo. Realmente experimenté que Dios protege Su obra y que el hombre simplemente es un colaborador. Dios no impone a las personas cargas tan pesadas que no sean capaces de soportar. Mi fe en Dios creció. Más adelante, la iglesia eligió a una nueva líder y yo colaboré con ella en dar seguimiento al trabajo de la iglesia.
Al cumplir el deber de líder durante estos últimos meses, he sentido la bondad y la hermosura de Dios, y me he desprendido de algunas de mis nociones, imaginaciones, malentendidos y mi cautela hacia Dios. Aún más, he experimentado que el hecho de que Dios me diera la oportunidad de cumplir el deber de líder no era para ponerme las cosas difíciles ni para revelarme, sino para corregir mis opiniones equivocadas sobre la fe y para purificar mi carácter corrupto. Era para impulsarme a ser más considerada y a pensar más en cómo salvaguardar los intereses de la casa de Dios y en cómo hacer las cosas de forma que beneficien al trabajo y a los hermanos y hermanas. Además, en cuanto al estado de los hermanos y hermanas y a sus dificultades y problemas profesionales, buscaba principios-verdad, me formaba en resolver problemas con la verdad y, sin darme cuenta, mi entendimiento y mi estatura crecieron un poco. Sentí que mi formación como líder era realmente el perfeccionamiento de Dios y el amor que me daba. Haciendo memoria de cuando empecé a cumplir este deber, recuerdo que me sentía muy tímida y temerosa. Hasta malinterpreté a Dios y pensé que quería usar este deber para descartarme. ¡Realmente no sabía distinguir lo correcto de lo incorrecto ni entre el bien y el mal! ¡Era totalmente irracional! Ahora ya no tengo miedo de ser líder. No importa lo que experimente o enfrente en el futuro, me centraré en buscar y practicar la verdad y en cumplir el deber que debo hacer. Esta pequeña transformación y entrada que he logrado se deben a la guía de las palabras de Dios. Gracias a Dios.