54. Ya no me preocupa no poder cumplir bien con mi deber en mi vejez
En 1999, acepté la obra de Dios Todopoderoso de los últimos días. Nunca pensé que sería capaz de dar la bienvenida al Señor en los últimos días. Estaba tan feliz que no tenía palabras para describirlo. Sentía que, esta vez, por fin tenía esperanzas de entrar en el reino y obtener la vida eterna. Por aquel entonces, estaba en mis cincuenta y aún tenía mucha energía. Tanto si servía a un líder de la iglesia como si predicaba el evangelio o regaba a los nuevos fieles, trabajaba de forma muy activa y cada día era muy gratificante. A finales de 2018, de repente, me sentí mareada, las piernas me pesaban y no podía levantar los pies para caminar. Me tropezaba todo el tiempo, incluso cuando caminaba por un terreno llano, y a menudo me raspaba las rodillas y los codos y terminaban sangrando. Mi hija me llevó al hospital para que me hicieran una revisión. El médico dijo que tenía un infarto lacunar y me advirtió, con el rostro serio: “¡Debes tener mucho cuidado con esta afección! Si te vuelves a caer, es probable que sufras una hemorragia cerebral”. Me asusté bastante al oír lo que dijo el médico. “Si realmente sufro una hemorragia cerebral, ¿cómo haré para seguir cumpliendo mis deberes? ¿Cómo podré salvarme si no puedo cumplir mi deber? ¿No serían en vano todos estos años de fe?”. A partir de entonces, tomé medicación para tratar mi afección y, de a poco, mi estado se estabilizó y me sentí mejor. Sabía que eso era la protección de Dios y, durante esa época, seguí cumpliendo mi deber. Después de cumplir los 70, percibí claramente que mi cuerpo empezaba a deteriorarse de muchas maneras. Me sentía cansada después de tan solo trabajar un rato y mi memoria empeoró. Cuando tenía 73 años, seleccionaba sermones en la iglesia. Un día, la supervisora se reunió con nosotros. Vi que varios hermanos y hermanas eran bastante jóvenes y, cuando la supervisora hablaba sobre los principios, tecleaban con agilidad en las computadoras que sonaba como un rápido repiqueteo. Les tenía mucha envidia y pensaba: “Todos creemos en Dios y estamos cumpliendo deberes; ¿por qué hay tanta diferencia entre nosotros? La gente joven hace todo rápido, entiende y domina los principios con rapidez y están llenos de energía. ¿Y yo qué? Mis ojos no dan abasto y mi cerebro reacciona con lentitud. Voy varios pasos detrás de los jóvenes. Ahora ya estoy mayor y el cuerpo no me responde, independientemente de lo que intente hacer. ¿Seré capaz de cumplir bien con este deber?”. Cuanto más lo pensaba, más abatida me sentía. De a poco, empecé a sentirme desinflada y ya no tenía interés en hacer nada. No sabía qué decir cuando oraba ni obtenía ningún esclarecimiento ni luz al leer las palabras de Dios. Me preguntaba si Dios me había abandonado y descartado. Luego, me puse a pensar: “Soy mayor y tengo poca aptitud. Si no me esfuerzo activamente por mejorar, ¿no quedaré aún más rezagada? Como dice el proverbio chino: ‘No tengas miedo de ir lento, ten miedo de quedarte quieto; si te quedas quieto una vez, quedarás cuatro kilómetros atrás’. No, ¡tengo que seguir esforzándome por mejorar!”. Durante esos días, oraba sin cesar y le suplicaba a Dios que me esclareciera y guiara para salir de mi estado negativo.
Después, recordé unas palabras de Dios: “No estoy dispuesto a abandonar ni a descartar a ninguno de vosotros, pero si el hombre no se esfuerza para hacerlo bien, sólo te estarás destruyendo; no soy Yo quien te descarta, sino tú mismo”. Busqué ese pasaje de las palabras de Dios para leerlo. Dios dice: “No estoy dispuesto a abandonar ni a descartar a ninguno de vosotros, pero si el hombre no se esfuerza para hacerlo bien, sólo te estarás destruyendo; no soy Yo quien te descarta, sino tú mismo. […] Mi intención es que todos vosotros seáis hechos perfectos y, como mínimo, seáis conquistados para que esta etapa de la obra pueda completarse con éxito. El deseo de Dios es que todas las personas sean hechas perfectas, en última instancia ganadas por Él, que sean completamente purificadas por Dios y que se conviertan en personas que Él ama. Sin importar que Yo diga que sois atrasados o de un bajo calibre, todo esto es un hecho. Esto que afirmo no demuestra que Yo pretenda abandonaros, que haya perdido la esperanza en vosotros, y mucho menos que no esté dispuesto a salvaros. Hoy he venido a hacer la obra de vuestra salvación, y esto quiere decir que la obra que hago es la continuación de la obra de salvación. Cada persona tiene la oportunidad de ser hecha perfecta: siempre y cuando estés dispuesto y busques, al final podrás alcanzar este resultado, y ninguno de vosotros será abandonado. Si eres de bajo calibre, Mis requisitos respecto a ti serán acordes con ese bajo calibre; si eres de alto calibre, Mis requisitos respecto a ti serán acordes a tu alto calibre; si eres ignorante y analfabeto, Mis requisitos estarán a la altura de tu nivel de analfabetismo; si eres letrado, Mis requisitos para ti serán acordes al hecho de que seas letrado; si eres anciano, Mis requisitos para ti serán según tu edad; si eres capaz de proveer hospitalidad, Mis requisitos para ti serán conforme a esta capacidad; si afirmas no poder ofrecer hospitalidad, y solo puedes realizar cierta función, ya sea difundir el evangelio, cuidar de la iglesia o atender a los demás asuntos generales, te perfeccionaré de acuerdo con la función que lleves a cabo. Ser leal, someterse hasta el final mismo y buscar tener un amor supremo a Dios, esto es lo que debes lograr y no hay mejores prácticas que estas tres cosas. En última instancia, se le requiere al hombre que las logre y, si puede lograrlas, entonces será hecho perfecto. Sin embargo, por encima de todo, debes buscar de verdad, seguir adelante activamente, y no ser pasivo en ese sentido” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Restaurar la vida normal del hombre y llevarlo a un destino maravilloso). Tras leer las palabras de Dios, mi corazón se iluminó muchísimo. Dios quiere que todos se salven y sean perfeccionados. Mientras persigamos la verdad, Dios no nos descartará y, al final, todos podremos ser ganados por Dios. Dios hace exigencias a las personas en función de la aptitud de cada una y no usa la misma vara de medir para todos. Dios no exige a los ancianos que cumplan con los estándares que los jóvenes pueden alcanzar ni ha dicho que no salvará a las personas cuando envejezcan. Independientemente de que uno sea mayor, reaccione lentamente o tenga poca aptitud, mientras esté dispuesto a perseguir la verdad, tiene la oportunidad de ser salvo. ¡Dios es tan justo! Pero yo no entendía la intención de Dios. Creía que, como los jóvenes entienden rápido los principios y son eficaces al cumplir sus deberes, tienen más posibilidades de salvarse. En cambio, como yo era mayor, reaccionaba lento y la eficacia al cumplir mis deberes era muy inferior a la de los jóvenes, creía que Dios me descartaría. Esto venía de mis nociones e imaginaciones. Cumplir el deber en la iglesia no es como trabajar para un jefe del mundo, donde nadie te contrata cuando eres mayor. Dios no trata a las personas de esta manera. Antes, yo no podía ver la intención de Dios y me sentía desanimada y decepcionada porque creía erróneamente que Dios no salva a los ancianos. ¡No debería haber pensado así! Después de leer las palabras de Dios, sentí como si una ola de paz me hubiera inundado la mente. En cada día que pueda cumplir mi deber, buscaré con sinceridad y me esforzaré activamente por alcanzar la verdad.
A principios de febrero de 2022, la hermana Liu Yi, que tenía 80 años, falleció por una enfermedad. Eso me conmovió profundamente. Yo estoy cada día más vieja, tengo un infarto lacunar, que podría provocarme una hemorragia cerebral si se agrava. En una ocasión en particular, me sentí mareada de repente, no podía ponerme de pie ni me atrevía a abrir los ojos. Estaba muy aterrada y tenía miedo de enfermarme de golpe y morir. Pensé: “Tengo casi 80 años, así que lo que hoy le pasó a la hermana Liu podría pasarme a mí mañana. Quiero aprovechar el momento para cumplir bien con mi deber, pero ahora ya estoy mayor, el cuerpo no me responde, independientemente de lo que haga, y siempre se me olvidan las cosas. ¿Cómo voy a salvarme si no puedo cumplir mi deber? ¡Ojalá tuviera unos cuantos años menos!”. Al ver que la pandemia iba cada vez peor, me preocupaba que pudiera contagiarme algún día, que el infarto lacunar empeorara y que estuviera en riesgo de morir en cualquier momento. Durante esos días, vivía con una angustia y una ansiedad constantes. Mi corazón estaba lleno de tristeza y tormento, y no lograba reunir energías para cumplir mi deber. Sin embargo, sabía que, independientemente de lo que pasara, incumplir mi deber no era una opción. Si lo abandonaba, eso sería aún más peligroso. Oré a Dios: “Querido Dios, ahora que me estoy haciendo mayor, siento que ha comenzado la cuenta atrás de mi vida y tengo un miedo constante a la muerte. Querido Dios, te ruego que me guíes para que entienda la verdad y pueda salir de mi ansiedad y mi angustia”.
Una vez, durante mis prácticas devocionales, leí las palabras de Dios: “Si Dios te permite vivir, no morirás por muy enfermo que te pongas. Si Dios no te permite vivir, incluso si no estás enfermo, morirás si eso es lo que debe ser. La duración de tu vida está predeterminada por Dios. El auténtico conocimiento y la verdadera fe consisten en saber esto. Entonces, ¿acaso Dios hace que la gente enferme al azar? No es al azar; es una manera de refinar su fe. Es el sufrimiento que la gente debe soportar. Si Él hace que enfermes, no trates de escapar de ello; si Él no te enferma, tampoco se lo pidas. Todo está en manos del Creador, y las personas deben aprender a dejar que la naturaleza siga su curso. ¿Qué es la naturaleza? Nada en la naturaleza es aleatorio; todo viene de Dios. Esto es verdad. Entre los que sufren la misma enfermedad, algunos mueren y otros viven; todo esto fue predeterminado por Dios. Si logras vivir, eso demuestra que aún no has completado la misión que Dios te encomendó. Debes trabajar duro para completarla y valorar este tiempo; no lo desperdicies. Esto es así. Si estás enfermo, no intentes escapar de la enfermedad, y, si no lo estás, no pidas estarlo. En cualquier caso, no puedes conseguir lo que quieres con solo pedirlo ni puedes escapar de algo solo por quererlo. Nadie puede cambiar lo que Dios ha decidido hacer” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Tercera parte). Después de leer las palabras de Dios, entendí que Él predestina la esperanza de vida de una persona. La hermana Liu murió a los 80 años porque su vida había llegado a su fin. Eso era algo totalmente normal. Me acordé de mi vecino Xiaoshi. Murió cuando tenía solo 34 años y siempre había tenido muy buena salud. Falleció de forma inesperada al chocar contra un poste de electricidad. Entendí que la vida de todas las personas está en manos de Dios y que no podemos controlar nuestro propio sino. Cuando llega el final de nuestra vida, moriremos, aunque no estemos enfermos. Yo misma soy un ejemplo. Cuando me diagnosticaron el infarto lacunar, el médico dijo que, al contraer esta afección a mi edad, tenía un alto riesgo de sufrir una hemorragia cerebral si tenía una caída. Sin embargo, me he caído muchas veces y mi afección no ha empeorado. También en una ocasión me sentí mareada y aturdida de repente, como si fuera a desmayarme en cualquier momento. Sin embargo, me recuperé tras un día de sentirme mal. Si mi misión no se ha completado, no moriré, aunque sea mayor y esté enferma. Si mi enfermedad realmente empeora, debo soportar ese sufrimiento. Cuando llegue la hora de mi muerte, me someteré a la soberanía de Dios. Esta es la razón que debería tener. Mientras siga teniendo aire en los pulmones, debo aprovechar la oportunidad que tengo ahora y dedicar mi tiempo y energía a cumplir mi deber y a perseguir la verdad, y debo esforzarme por obtener algo cada día que viva. No puedo seguir desperdiciando el tiempo sumida en la preocupación y la ansiedad, como lo hacía antes. Cuando lo entendí, me sentí mucho más tranquila y con más energía para cumplir mis deberes.
Más adelante, me contagié de COVID-19, así que mi salud se debilitó y mi memoria empeoró. Una vez, la supervisora se reunió con nosotros y leyó las palabras de Dios. En ese momento, leí un pasaje de las palabras de Dios que encajaba muy bien con mi estado y, después, quise hablar sobre ese pasaje. Sin embargo, mientras seguía leyendo, no conseguía recordar el punto clave anterior y, cuando volvía atrás para buscarlo, no lo encontraba. Estaba tan nerviosa que, de la punta de mi nariz, empezó a caerme sudor. Al final, logré compartir unas palabras, pero eran incoherentes. Me sentí tremendamente avergonzada y bastante abatida y alicaída. Pensé: “En la próxima reunión, no debo hacer el ridículo intentando compartir. Ahora que soy mayor, realmente ya no sirvo para nada. Mi mente reacciona despacio y, por mucho que me esfuerce, no puedo seguirles el ritmo a los jóvenes”. Cuanto más lo pensaba, más negativa me volvía. Sentía que mis posibilidades de salvarme se volvían cada vez más remotas y que tenía aún menos esperanza de ser bendecida. En otra ocasión, una hermana me copió un vídeo con la lectura de las palabras de Dios. Vi con mis propios ojos cómo la hermana me lo copiaba en la tarjeta de memoria, pero, cuando llegué a casa y encendí la computadora, no lo encontraba. Pensé: “Parece que simplemente no puedo negarme a aceptar la vejez. ¿Por qué tengo tan mala memoria? Si ocurre algo urgente, ¿no acabaré retrasándolo?”. Justo cuando empezaba a angustiarme, vino mi hermana y me quejé con ella: “Soy tan mayor que ya no me acuerdo de nada. ¿No estoy acabada ya? ¿Puedo aún perseguir la verdad y ser salva?”. Al ver que estaba algo negativa, mi hermana me consoló y me dijo que leyera el capítulo de las palabras de Dios titulado: “Cómo perseguir la verdad (3)”. Cuando mi hermana se fue, busqué ese capítulo de las palabras de Dios para leerlo. Dios Todopoderoso dice: “Los ancianos siempre tienen una idea equivocada, creen que están confundidos, que su memoria es mala y que por eso no pueden entender la verdad. ¿Es esto así? (No). Aunque los jóvenes tienen mucha más energía que los ancianos y son más fuertes físicamente, en realidad su capacidad de entender, comprender y saber es la misma que la de los ancianos. ¿Acaso los ancianos no fueron jóvenes una vez? No nacieron viejos, y los jóvenes también envejecerán algún día. Los ancianos no deben pensar siempre que, por ser viejos, estar físicamente débiles, enfermos y tener mala memoria, son diferentes de los jóvenes. De hecho, no hay ninguna diferencia. ¿Qué quiero decir cuando digo que no hay diferencia? Tanto si alguien es viejo como joven, sus actitudes corruptas son las mismas, sus posturas y puntos de vista sobre todo tipo de cosas son los mismos, y sus perspectivas y posiciones respecto a todo tipo de cosas son idénticas. […] Por consiguiente, no es que los ancianos no tengan nada que hacer, ni que sean incapaces de cumplir con sus deberes, ni mucho menos que sean incapaces de perseguir la verdad; hay muchas cosas que pueden hacer. Las diversas herejías y falacias que has acumulado durante tu vida, así como las varias ideas y nociones tradicionales, las cosas ignorantes y obstinadas, las conservadoras, las irracionales y las distorsionadas que has acumulado se han amontonado en tu corazón, y debes dedicar aún más tiempo que los jóvenes a desenterrarlas, diseccionarlas y reconocerlas. No es el caso que no haya nada que puedas hacer o que debas sentirte angustiado, ansioso y preocupado constantemente; esa no es ni tu tarea ni tu responsabilidad. En primer lugar, las personas mayores deben tener la mentalidad correcta. Aunque te estés haciendo mayor y estés relativamente envejecido físicamente, debes tener una mentalidad joven. Aunque estés envejeciendo, tu pensamiento se haya ralentizado y tu memoria sea deficiente, si todavía puedes conocerte a ti mismo, aún entiendes las palabras que digo y todavía entiendes la verdad, eso demuestra que no eres viejo y que no te falta calibre. Si alguien tiene más de 70 años pero no es capaz de entender la verdad, entonces esto demuestra que su estatura es demasiado pequeña y no está a la altura. Por tanto, la edad es irrelevante cuando se trata de la verdad […]. En la casa de Dios y cuando se trata de la verdad, ¿son los ancianos un grupo especial? No, no lo son. La edad es irrelevante en cuanto a la verdad, como lo es en cuanto a tus actitudes corruptas, la profundidad de tu corrupción, si estás cualificado para perseguir la verdad, si puedes alcanzar la salvación, o cuál es la probabilidad de que te salves. ¿No es así? (Así es)” (La Palabra, Vol. VI. Sobre la búsqueda de la verdad). Las palabras de Dios resonaron con mi corazón, sobre todo, las siguientes: “Aunque estés envejeciendo, tu pensamiento se haya ralentizado y tu memoria sea deficiente, si todavía puedes conocerte a ti mismo, aún entiendes las palabras que digo y todavía entiendes la verdad, eso demuestra que no eres viejo y que no te falta calibre”. Dios nos conoce muy bien a los mayores. No rechaza a los ancianos, sino que nos anima a tener una mentalidad positiva, a no vivir con angustia y ansiedad por nuestra edad y a esforzarnos al máximo por cumplir nuestros deberes lo mejor que podamos. Las palabras de Dios me mostraron una senda de práctica y volví a tener cierta esperanza. Siempre había creído que los jóvenes no solo tienen buena aptitud, sino que también entienden la verdad con rapidez, cumplen sus deberes con eficacia y, por tanto, tienen más esperanzas de obtener la salvación. En cambio, yo siento que todas mis capacidades están disminuyendo con la edad. Tengo mala memoria, tardo en entender la verdad y no puedo seguirle el ritmo a nada. En especial, después de contagiarme de COVID-19, mi memoria empeoró y me sentí aún más inútil y sin esperanza de recibir bendiciones, por lo que me desanimé y me sentí decepcionada. Las emociones negativas de angustia y ansiedad regían mi vida, lo que no solo obstruía mi entrada en la vida, sino que también ponía trabas a mi deber. Vi que vivir sumida en emociones negativas me causaba un daño enorme y que debía esforzarme de forma activa y positiva por alcanzar la verdad. Aunque sea mayor, tarde en entender las cosas y tenga mala memoria, eso no significa que no pueda entender la verdad en absoluto ni que sea tan mayor como para no entender las palabras de Dios. Debo valorar el tiempo limitado que me queda y buscar cambiar mis actitudes corruptas. Todavía tengo muchas actitudes corruptas que no he desechado y muchas perspectivas que debo cambiar. Mientras no me dé por vencida en perseguir la verdad, tendré una oportunidad de ser salva. La verdad no trata a nadie injustamente. Cuando lo entendí, mi corazón se sintió en paz.
En los días siguientes, seguí reflexionando sobre por qué vivía con un miedo constante de que no obtendría la salvación por ser demasiado mayor para cumplir los deberes. ¿Qué carácter corrupto me estaba dominando? Leí las palabras de Dios: “La gente cree en Dios para ser bendecida, recompensada y coronada. ¿Esto no se encuentra en el corazón de todo el mundo? […] Sin esta motivación por recibir bendiciones, ¿cómo os sentiríais? ¿Con qué actitud cumpliríais con el deber y seguiríais a Dios? ¿Qué sería de la gente si se eliminara esta motivación por recibir bendiciones que se oculta en sus corazones? Es posible que muchos se volvieran negativos, mientras que algunos podrían desmotivarse en el deber. Perderían el interés por su fe en Dios, como si su alma se hubiera desvanecido. Parecería que les hubieran robado el corazón. Por eso digo que la motivación por las bendiciones es algo oculto en lo más profundo del corazón de las personas. Tal vez, al cumplir con el deber o vivir la vida de iglesia, se sienten capaces de abandonar a su familia y de esforzarse gustosamente por Dios, y ahora conocen su motivación por recibir bendiciones y la han dejado de lado, y ya no están gobernadas o limitadas por ella. Piensan entonces que ya no tienen la motivación de ser bendecidas, pero Dios cree lo contrario. La gente solo considera las cosas superficialmente. Sin pruebas, se siente bien consigo misma. Mientras no abandone la iglesia ni reniegue del nombre de Dios y persevere en esforzarse por Él, cree haberse transformado. Cree que ya no se deja llevar por el entusiasmo personal ni por los impulsos momentáneos en el cumplimiento del deber. En cambio, se cree capaz de perseguir la verdad, de buscarla y practicarla continuamente mientras cumple con tal deber, de modo que sus actitudes corruptas se purifican y la persona alcanza alguna transformación verdadera. Sin embargo, cuando suceden cosas directamente relacionadas con el destino y desenlace de las personas, ¿cómo se comportan? La verdad se revela en su totalidad. Así que, en definitiva, en lo que respecta a las personas, ¿se trata esta circunstancia de salvación y perfección, o bien de ser reveladas y descartadas? ¿Es algo bueno o malo? Para aquellos que persiguen la verdad, significa salvación y perfección, lo cual es bueno; para aquellos que no persiguen la verdad, significa ser puestos en evidencia y descartados, lo cual es malo” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Seis indicadores de crecimiento vital). Mientras meditaba en las palabras de Dios, las relacioné conmigo misma: yo creía en Dios porque quería ser bendecida. Después de aceptar esta etapa de la obra, me entregué con entusiasmo y puse todo de mi parte para cumplir cualquier deber que la iglesia me asignara, sin sentir nunca que sufría o que estaba cansada. A veces, trasladaba los libros de las palabras de Dios y corría grandes riesgos, pero no tenía miedo. Incluso cuando sufrí un infarto lacunar en 2018, no dejé de cumplir mis deberes. Pensaba que, mientras siguiera cumpliendo mis deberes activamente de esa manera, sería bendecida y tendría un buen destino en el futuro. Sin embargo, después de cumplir los 70 años, mi estado físico comenzó a empeorar y mi memoria ya no era tan buena como antes, además del infarto lacunar que había sufrido. Tenía miedo de morir, de no poder cumplir mi deber y de no ser salva, así que vivía en un estado de abatimiento. Cumplía mis deberes con renuencia y de forma superficial, pero no estaba motivada. Sobre todo, después de haberme contagiado de COVID-19 y ver que mi salud y mi memoria estaban incluso peor que antes, sentía que ya no tenía esperanza de recibir bendiciones ni podía obtener un buen destino, así que vivía en la negatividad y la pena, y no tenía interés en hacer nada. Creía que, si no podía recibir ninguna bendición, todos mis años de sufrimiento habrían sido en vano y sentía que había salido perdiendo. No quería leer las palabras de Dios ni orarle y había perdido toda la energía para cumplir mi deber; mi corazón se estaba alejando cada vez más de Dios. Ahora, por fin pude ver que, en el pasado, cuando tenía esperanza de recibir bendiciones, era capaz de soportar sufrimientos y pagar un precio al cumplir mi deber, y aparentaba ser sincera con Dios. Sin embargo, la realidad es que consideraba cumplir mi deber como capital para obtener bendiciones y siempre estaba tratando de hacer tratos con Dios. Había estado urdiendo tramas sin parar. ¡Era tan egoísta y despreciable! ¡Carecía tanto de humanidad! ¿De qué manera era yo una creyente sincera en Dios? Dios es santo y Su carácter no tolera ofensa. ¿Cómo puede tolerar que la gente intente engañarlo? Aunque yo actuaba de esa manera, seguía pidiéndole bendiciones a Dios. ¿Cómo pude ser tan irrazonable? ¡Qué desvergonzada era! No había prestado ninguna atención a perseguir la verdad durante todos esos años y mi carácter no había cambiado. Creía en Dios para recibir bendiciones. ¡Había estado transitando por la senda de Pablo! Si Dios no hubiera dispuesto este entorno para revelarme, aún estaría buscando bendiciones y, al final, me habría descartado por completo y me habría enviado al infierno. Hoy conseguí darme cuenta de que estaba en la senda equivocada. ¡Esta fue la gran salvación de Dios para mí! Cuando lo entendí, realmente me arrepentí de no haber perseguido la verdad durante todos estos años. A continuación, tenía que desprenderme de mi intención de recibir bendiciones y debía perseguir la verdad con sinceridad. No podía seguir decepcionando a Dios.
Más tarde, recordé un pasaje de las palabras de Dios: “Yo decido el destino de cada persona, no con base en su edad, antigüedad, cantidad de sufrimiento ni, mucho menos, según el grado de lástima que provoca, sino con base en si posee la verdad. No hay otra opción que esta” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Prepara suficientes buenas obras para tu destino). Dios ha expresado con claridad los estándares para determinar el desenlace de una persona. Dios determina el desenlace de las personas en función de si persiguen la verdad, la practican y, en última instancia, de si logran cambiar su carácter. Esta es la justicia de Dios. Yo solía pensar que Dios determinaba el desenlace de las personas en función de su edad y de la cantidad de deberes que cumplían. Visto desde mi perspectiva, todos los ancianos quedarían descartados y todos los jóvenes obtendrían la salvación. Si ese fuera el caso, el carácter justo de Dios no se manifestaría. Pensé en los jóvenes a quienes habían echado de nuestra iglesia. Eran inteligentes y talentosos, pero simplemente no perseguían la verdad, codiciaban las cosas mundanas y no estaban dispuestos a cumplir sus deberes. Todos fueron descartados por ser incrédulos. Vi que, independientemente de la edad que uno tenga, perseguir la verdad y cumplir bien con el deber en la medida de lo que uno pueda es extremadamente importante.
Leí más de las palabras de Dios y mi corazón se iluminó aún más. Dios Todopoderoso dice: “Algunos dicen: ‘Tengo sesenta años. Durante este tiempo, Dios me ha estado cuidando, protegiendo y guiando. Si, cuando sea viejo, no puedo cumplir un deber y no puedo hacer nada, ¿se seguirá preocupando Dios por mí?’. ¿Acaso no es esto decir una tontería? Dios tiene soberanía sobre el porvenir de una persona, y la cuida y protege no solo durante una única vida. Si solo fuera cuestión de tiempo de vida, de una sola vida, eso no demostraría que Dios es todopoderoso y tiene soberanía sobre todo. La labor que Dios realiza y el precio que paga por una persona no es simplemente disponer lo que hace en esta vida, sino disponer para ella un número incontable de vidas. Dios se hace plenamente responsable de cada alma que se reencarna. Él trabaja cuidadosamente, pagando el precio de Su vida, con lo que guía a cada persona y organiza cada una de sus vidas. Dios se esfuerza y paga un precio de esta manera por el bien del hombre, y le otorga todas estas verdades y esta vida. Si las personas no cumplen con el deber de los seres creados en estos últimos días, y no regresan ante el Creador; si al final, por muchas vidas y generaciones que hayan vivido, no cumplen bien con sus deberes y no satisfacen las exigencias de Dios, ¿no sería entonces demasiado grande la deuda de las personas con Dios? ¿No serían indignos de todos los precios que ha pagado Dios? Su carencia de conciencia sería tal que no merecerían ser llamados personas, ya que su deuda con Dios sería demasiado grande” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Es de gran importancia pagar el precio por alcanzar la verdad). “¿Qué es lo que debéis hacer ahora? Mientras el corazón de Dios todavía se esfuerza por la humanidad, mientras sigue haciendo planes para ella, mientras se sigue apenando y preocupando por cada gesto y movimiento de los seres humanos, debéis elegir lo antes posible y establecer la meta y la dirección de vuestra búsqueda. No esperéis a que lleguen los días de descanso de Dios para hacer vuestros planes ni esperéis hasta entonces para sentir verdadero arrepentimiento, remordimiento, pesar y lamento. En ese momento, será demasiado tarde. Nadie será capaz de salvarte, ni lo hará Dios” (La Palabra, Vol. VI. Sobre la búsqueda de la verdad. ¿Por qué debe el hombre perseguir la verdad?). Después de leer las palabras de Dios, me sentí muy conmovida. Dios siempre ha estado cuidando de las personas, protegiéndolas y guiándolas. Dios ha pagado un precio demasiado grande por la salvación del hombre. Yo misma soy un ejemplo. Soy solo una ama de casa común y corriente. Crecí en una familia pobre y nadie me valoraba, así que tenía sentimientos de inferioridad. Dios me ha concedido la gracia de aceptar Su obra de los últimos días y de cumplir mi deber en la iglesia, lo que me ha dado una oportunidad de ser salva. Dios también ha dispuesto entornos sin cesar para revelar mi corrupción y ha utilizado Sus palabras para esclarecerme y ayudarme a conocerme a mí misma y a entender algunas verdades. Cuando me hice mayor, creí que, como reaccionaba muy lentamente y no podía cumplir con ningún deber, no podía ser salva, así que vivía en un estado de negatividad. Pero Dios me esclareció de todas maneras para que entendiera la verdad, me ayudó a salir de las emociones negativas de la angustia y la ansiedad y me guio de a poco hacia la senda de perseguir la verdad. ¡Dios ha dedicado tantos esfuerzos meticulosos por mí! Mientras meditaba en las palabras de Dios, ¡lloré al sentir que carecía por completo de conciencia y razón! Realmente había defraudado a Dios al no perseguir con sinceridad la verdad durante muchísimos años y me había quedado con demasiados remordimientos. Ahora, la obra de Dios aún no ha terminado y Él todavía está obrando para salvar a las personas. No puedo dejar de perseguir la verdad y simplemente andar errando solo por ser mayor. Debo dedicar todo mi tiempo y energía a perseguir la verdad, resolver mis actitudes corruptas y cumplir mi deber. Debo cumplir bien con mi deber en la medida de lo que pueda y no hacer que Dios siga preocupándose e inquietándose por mí.
Ahora estoy a cargo de las reuniones de dos grupos. Cuando veo a un hermano o hermana cuyo estado no es bueno o tiene alguna dificultad, busco las palabras de Dios pertinentes para ayudarlos a resolver sus problemas. Cuando veo que su estado mejora un poco, me siento muy feliz. Cuando tengo tiempo, también practico escribir artículos de testimonios vivenciales y predicar el evangelio y hago todo lo que puedo, lo mejor posible. Al vivir de esta manera, me siento muy realizada y en paz cada día. ¡Gracias a Dios Todopoderoso por mi salvación!