73. Cómo salí de la vorágine de la búsqueda del dinero
Cuando era niña, mi familia era muy pobre y mis padres se ganaban la vida trabajando en el campo. Mi padre solía ir a cargar sacos para ganar dinero. Para facilitarnos un poco la vida, mi madre y yo íbamos al campo durante la cosecha del trigo a recoger las espigas que quedaban y las vendíamos para ganar un dinero extra. Cada vez que íbamos, oía a la gente burlarse de nosotras y decir: “¿Otra vez recogiendo trigo con tu madre? ¿Es que tu padre no puede mantenerlas?”. Me sentía fatal y decidí que, en el futuro, trabajaría duro para ganar dinero y superar a los demás, de modo que nadie volviera a burlarse de nosotros. Con siete años, recogía caquis de nuestros árboles y los vendía en la calle. En la escuela secundaria, intenté organizar clases particulares en verano y, aunque mi intento fracasó, me negué a rendirme. En la universidad, montaba un puesto callejero durante las vacaciones para ganar dinero y también trabajaba a tiempo parcial. De hecho, en 2006, en los primeros años de la escuela secundaria, mi madre y yo empezamos a creer en Dios y a asistir a reuniones. Por aquel entonces, estaba centrada en los estudios y en el trabajo, por lo que dejé la fe de lado. A veces, cuando volvía a casa, mi madre me mostraba las palabras de Dios, pero yo las rechazaba con impaciencia y pensaba que asistir a reuniones y leer las palabras de Dios era una pérdida de tiempo. Me centraba exclusivamente en desarrollar mi carrera, ya que creía que solo podría ganar más dinero a través de mis propios esfuerzos. Después de todo, ¿no se mide el éxito en el mundo de hoy en términos de casas, coches y dinero? Para todas esas cosas hace falta ganar dinero. Solo con dinero puede una persona ganarse la admiración de los demás, e incluso los padres pueden beneficiarse por asociación.
Como me especialicé en interpretación musical, después de graduarme en 2016, trabajé como profesora sustituta. En 2018, monté mi propio negocio y fundé una escuela de arte. Para captar alumnos, durante el día, repartía folletos a domicilio bajo el sol abrasador y, por la noche, recorría la ciudad con mi instrumento para buscar estudiantes y solía llegar a casa después de las once de la noche. Toda esa presión y el quedarme despierta hasta tarde hacía que me dieran dolores de cabeza frecuentes, pero pensar en captar más alumnos y ganar más dinero hacía que todo mereciera la pena. Gracias a esos meticulosos esfuerzos, abrí dos campus a la vez, los cuales gestionaba directamente. Era la primera vez en mi vida que ganaba una importante suma de dinero. Al ver que mi escuela prosperaba, los vecinos y los padres de los alumnos me alababan por ser capaz y competente. Oír su aprobación me hacía sentir orgullosa y finalmente podía caminar con la cabeza bien alta.
Para una escuela de arte, julio es la época dorada del año. Como los estudiantes están de vacaciones, si se inscriben muchos alumnos, ese mes puede generar decenas de miles en beneficios. En julio de 2021, para aprovechar esa oportunidad de ganar más dinero, añadí más cursos y me hice cargo de las comidas de los estudiantes. Encargarme de las comidas de tantos alumnos aumentó enormemente mi carga de trabajo, ya que tenía que ir a comprar ingredientes todos los días. Recuerdo una mañana cuando estaba lloviendo a cántaros y tuve que llevar al coche, uno a uno y bajo la lluvia, cestos de verduras que pesaban muchos kilos. Acabé empapada, pero no me pareció que era un gran esfuerzo. Pensé: “Es solo este mes; si aguanto, pronto pasará. Entonces, dentro de un mes tocará contar el dinero y estaré un paso más cerca de tener la vida de calidad que tanto he ansiado”. Era feliz de solo pensarlo.
En la tercera semana de julio, recibí la noticia repentina de que todas las escuelas tenían que suspender las clases debido a la pandemia. La noticia fue como un baldazo de agua fría. Había hecho un esfuerzo titánico para preparar esos cursos de verano y había invertido muchísimo trabajo, materiales y dinero. Según mi plan, con aguantar ese mes, podría embolsarme todo ese dinero sin problemas, pero, en ese momento, solo se habían impartido la mitad de las clases y aún tenía que reembolsar el dinero de las que quedaban. Cuando vi cómo se me escapaba el dinero que casi tenía en la mano, me dieron ganas de llorar, pero no había nada que pudiera hacer. Después de realizar los reembolsos, me di cuenta de que había trabajado casi en vano ese verano y me sentí bastante molesta. Me pasaba los días alicaída. Como se habían suspendido las clases por la pandemia, de pronto, tenía tiempo libre. Por esas fechas, una hermana vino a mi casa y compartió conmigo que Dios es soberano sobre todas las cosas y que Él ya ha dispuesto el porvenir de cada uno de nosotros. También me dijo que, durante los años en los que no había asistido a reuniones, los hermanos y hermanas siempre habían pensado en mí y habían querido ayudarme y apoyarme. Pensé en que llevaba muchísimo tiempo sin leer las palabras de Dios y en que me había alejado de Él, pero, aun así, Él seguía preocupándose por mí y había dispuesto que la hermana viniera a consolarme. Sentí una calidez muy profunda en el corazón. Esta vez, no lo rechacé y, después de trece años, finalmente volví a la casa de Dios y retomé la vida de iglesia.
Un día, durante mis prácticas devocionales espirituales, leí las palabras de Dios: “Qué ocupación elegir, cómo ganarse la vida: ¿tienen las personas algún control sobre la toma de buenas o malas decisiones en estas cosas? ¿Son estas cosas acordes con los deseos y decisiones de las personas? La mayoría de las personas tienen los siguientes deseos: trabajar menos y ganar más, no trabajar al sol ni bajo la lluvia, vestir bien, resplandecer y brillar en todas partes, estar por encima de los demás y honrar a sus ancestros. La gente anhela la perfección, pero cuando dan sus primeros pasos en el viaje de su vida, llegan a darse cuenta poco a poco de lo imperfecto que es el porvenir humano, y por primera vez comprenden realmente la realidad de que, aunque uno pueda hacer planes atrevidos para su futuro y, aunque pueda albergar audaces fantasías, nadie tiene la capacidad ni el poder para materializar sus propios sueños y nadie está en posición de controlar su propio futuro. Siempre habrá alguna distancia entre los sueños y las realidades a las que se debe hacer frente; las cosas nunca son como a uno le gustaría que fuesen, y frente a tales realidades las personas no pueden conseguir satisfacción ni contentamiento. Algunas personas llegarán hasta un punto inimaginable, realizarán grandes esfuerzos y sacrificios por el bien de su sustento y futuro, intentando cambiar su propio porvenir. Pero al final, aunque puedan materializar sus sueños y sus deseos a través de su propio trabajo duro, nunca pueden cambiar su suerte. Por muy obstinadamente que lo intenten nunca podrán superar lo que la suerte les ha asignado. Independientemente de las diferencias de capacidades, inteligencia y fuerza de voluntad, las personas son todas iguales ante la suerte, que no hace distinción entre grandes y pequeños, altos y bajos, eminentes y humildes. A qué ocupación se dedica uno, qué se hace para vivir y cuánta riqueza se amasa en la vida es algo que no deciden los padres, los talentos, los esfuerzos ni las ambiciones de uno: es el Creador quien lo predestina” (La Palabra, Vol. II. Sobre conocer a Dios. Dios mismo, el único III). Fue como si las palabras de Dios me hubieran despertado de un sueño y entendí que mi porvenir y el hecho de que tenga riqueza o no están bajo la soberanía y los arreglos de Dios. Por mucho que me esfuerce y luche, al final, no puedo cambiar la senda del porvenir que Dios me ha trazado. Antes, no conocía la soberanía de Dios y siempre confiaba en que mis propios esfuerzos cambiarían mi porvenir. Cuando era niña, mi familia era pobre y los demás siempre se burlaban de mí, por lo que soñaba con que, un día, podría tener una vida acomodada que me ganara la admiración de los demás. Por eso, ya de pequeña aprendí de los adultos y empecé a vender cosas. Antes de acabar la escuela secundaria, monté clases particulares durante las vacaciones de verano. En la universidad, seguí estando a cargo de un puesto callejero y trabajaba a tiempo parcial. Después de graduarme, monté un negocio y abrí una escuela, todo para ganar más dinero. Pero, cuando la pandemia golpeó de repente, todos mis planes se arruinaron, tuve que ver cómo tenía que devolver el dinero que ya me había embolsado y realmente sentí que el trabajo duro no garantiza recibir recompensas y que no todo sucede según los planes de los seres humanos. El porvenir de una persona está totalmente en manos de Dios. La cantidad de riqueza que tenga en esta vida no depende de mis esfuerzos ni de mis planes, sino de la predestinación y la soberanía del Creador. Los planes y esfuerzos humanos no son más que meros ideales y aspiraciones, y no pueden determinar ningún resultado final ni cambiar la vida que Dios ha predestinado para las personas. Dios me dio talentos para que pudiera mantenerme y esa fue Su gracia y Su bendición. Pero yo no estaba satisfecha, siempre quería confiar en mis propios esfuerzos para vivir una vida de riquezas y abundancia, y no podía someterme a las orquestaciones y los arreglos de Dios. Al final, no solo no conseguí hacer realidad mis deseos, sino que mi cuerpo y mi espíritu sufrieron mucho daño. ¡Qué necia que fui! Pensé en cómo hay personas que ganan millones solo con comprar un billete de lotería, mientras que otras se esfuerzan toda la vida sin lograr nada y siguen siendo pobres. Todo eso demuestra que las manos de Dios rigen y disponen el porvenir de los seres humanos. Entonces, leí más de las palabras de Dios: “Después de que reconozcas esto, tu tarea es dejar de lado tu antigua visión de la vida, mantenerte alejado de diversas trampas, dejar que Dios se haga cargo de tu vida y haga arreglos para ti, buscar someterte solamente a las orquestaciones y la dirección de Dios, vivir sin tener elección personal y convertirte en una persona que lo adora a Él” (La Palabra, Vol. II. Sobre conocer a Dios. Dios mismo, el único III). Las palabras de Dios me mostraron una senda de práctica. Ya no deseaba luchar contra lo que Dios predestinaba, sino que estaba dispuesta a someterme a Su soberanía y Sus arreglos, y encomendé en manos de Dios el desarrollo de mi escuela. A partir de entonces, empecé a asistir a las reuniones de forma activa y a comer y beber las palabras de Dios. Además, empecé a formarme para regar a los nuevos fieles. Mi corazón se sentía tranquilo y libre, y era testigo de las bendiciones de Dios. Durante la pandemia, cuando todos los sectores estaban en crisis, la mayoría de las instituciones educativas sufrieron enormes pérdidas. Sin embargo, mi escuela no solo pudo funcionar con normalidad, sino que dos instituciones hasta me propusieron colaborar en cursos, lo que me ayudó a superar ese difícil periodo.
En junio de 2022, asumí el deber de líder de un grupo de riego. Al comer y beber las palabras de Dios, llegué a entender que, ahora mismo, Él está llevando a cabo Su obra final para salvar a la humanidad y que, al final, Él usará varias catástrofes para poner fin a esta era, y recompensará a los buenos y castigará a los malvados según sus actos. Solo quienes practiquen la verdad, cumplan bien con su deber y cuyas actitudes corruptas hayan sido purificadas podrán obtener la salvación de Dios y sobrevivir. En mi caso, además de mi horario de clases irregular cada semana, también tenía que ocuparme de varios asuntos en los campus asociados y simplemente no tenía suficiente tiempo ni energía para perseguir la verdad ni para cumplir bien con mi deber. Por lo tanto, pensé en dejar parte de mi trabajo para tener más tiempo para mi deber. Pero tenía sentimientos encontrados y pensaba: “Mi deber es más importante que enseñar, pero las clases no son muy agotadoras y los campus asociados se están desarrollando a paso firme. ¡Si renuncio a estas cosas, ganaré mucho menos dinero!”. Estaba un poco reacia a desprenderme de estas cosas. Oré a Dios y le pedí que me guiara para poder soltar esas cargas y tener más tiempo para comer y beber Sus palabras y para cumplir mi deber. Más tarde, recordé la letra del himno de las palabras de Dios Canción de los vencedores: “El reino se está expandiendo entre la especie humana, se está formando entre la especie humana y se está erigiendo entre la especie humana; no hay fuerza alguna que pueda destruir Mi reino. Mi pueblo, que estáis en el reino de hoy, ¿quién de vosotros no es un miembro de la raza humana? ¿Quién de vosotros queda fuera de la condición humana? Cuando Mi nuevo punto de partida se haya hecho público, ¿cómo reaccionará la gente? Vosotros habéis visto con vuestros propios ojos el estado del mundo humano; ¿no habéis disipado aún las ideas de vivir para siempre en este mundo?” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Las palabras de Dios al universo entero, Capítulo 19). El evangelio del reino de Dios se ha difundido a todas las naciones del mundo, ya han llegado varios desastres y guerras, y la obra de Dios de salvar a la humanidad está a punto de concluir. Si no cumplía bien con mi deber y seguía dedicándome con todo el corazón a la búsqueda del dinero, solo arruinaría mi oportunidad de obtener la verdad y la salvación. Al final, si caía en el desastre, no hay suma de dinero suficiente que pudiera salvarme la vida. Lo que realmente importa es perseguir la verdad y cumplir bien con el deber. Así que, primero, renuncié a mis clases en la escuela privada y, luego, cancelé las colaboraciones con los dos campus, una tras otra. Esto me dejó mi tiempo libre de lunes a viernes para cumplir mi deber y solo daba clases los fines de semana. Aunque ahora tenía menos escuelas asociadas y ganaba menos dinero, tenía más tiempo para comer y beber las palabras de Dios y para cumplir mi deber, y mi corazón estaba tranquilo y en paz. Pensaba que me había desprendido un poco de mi apego al dinero, pero no me imaginaba que me aguardara otra gran tentación.
En abril de 2023, mi cuñada me habló de un negocio de una tienda online y me dijo que, en un período de 3 a 6 meses, podría ganar 500000 yuanes. Me sentí bastante tentada y pensé: “Ganar 500000 en tan poco tiempo sería mucho más que lo que gano como profesora. Ya tengo una casa, pero, si pudiera cambiar mi coche por un Mercedes, daría una impresión mucho mayor cuando voy conduciendo por el pueblo”. También me sentía intranquila, temía que fuera una estafa y me preocupaba que meterme en ese negocio afectara mi deber, así que lo rechacé. Más tarde, mi cuñada abrió una tienda, se convirtió en gerente y vi cómo sus ingresos pasaban gradualmente de decenas de yuanes al día a mil o dos mil. Algunas personas menos capacitadas que yo también le siguieron la estela, abrieron tiendas, se hicieron gerentes y ganaban miles de yuanes al día. Todo esto me tentaba aún más. Pensé: “Parece dinero fácil. Si yo también pudiera ganar miles al día y juntar 500000 en tres meses, entonces, pronto podría hacer realidad mi deseo de tener un coche nuevo”. La idea de que los demás me admiraran y me envidiaran después de comprar mi coche nuevo me motivaba y, sin pensármelo más, invertí unos cuantos miles de yuanes. Luego, para ganar más dinero, le hablé del negocio a amigos y familiares para que se unieran y les prometí que no cabía duda de que ganarían dinero y que, si lo perdían, yo cubriría sus pérdidas. No paraba de ampliar mi equipo y mi rendimiento fue creciendo. En junio, también me convertí en gerente de tienda y mis ingresos diarios eran de casi dos mil yuanes. En julio, abrí otra sucursal. El negocio iba mejor que antes y también ganaba más dinero que antes.
En agosto de 2023, los hermanos y hermanas me eligieron diaconisa de riego. Para evitar que afectara mis deberes, los cumplía durante el día y, por la noche, me ocupaba de las tiendas online al volver a casa. A veces, cuando volvía tarde, trabajaba horas extra para ocuparme de las cosas y a menudo seguía en llamadas o reuniones a la una o las dos de la madrugada. Solía estar tan ocupada que a veces ni siquiera tenía tiempo para comer. Muy pronto, en solo tres meses, ya había abierto ocho tiendas y había alcanzado más de 2 millones en ventas. Pero, como seguía quedándome despierta hasta tarde, solía tener dolores de cabeza y me sentía agotada durante el día, además de estar mareada y sin energía. Esto afectaba seriamente el estado en el que cumplía mis deberes. En las reuniones, participaba por inercia y no era capaz de detectar problemas ni de resolver las dificultades de los hermanos y hermanas. En cuanto llegaba a casa, ya había problemas con las tiendas online esperándome y me sentía totalmente exhausta. Pero, por ganar dinero, me sentía incapaz de liberarme, como si algo me estuviera reteniendo. Le pregunté a mi cuñada: “¿En qué punto podré ganar los 500.000 y dejar de tener que ocuparme de las tiendas online?”. Me respondió: “Cuando el rendimiento de tu equipo llegue a 5 millones, podrás desvincularte de este sector y dejar de gestionar las tiendas. Para entonces, ya habrás ganado suficiente para llegar a los 500.000”. Al oír esto, me sentí aturdida y, de pronto, me di cuenta de que me habían engañado. Había pensado que ganar los 500.000 me llevaría solo tres meses y que, para entonces, ya habría conseguido el dinero y no habría retrasado mis deberes. Nunca imaginé que hubiera una condición de que mi equipo alcanzara un rendimiento de 5 millones de yuanes. ¿Cuándo podría llegar a los 5 millones y liberarme? Ese número me parecía lejísimos y sentía que me estaban controlando. Estaba tan angustiada que no podía comer ni dormir. En ese momento, ganaba más de 8.000 yuanes al día, pero no era feliz en absoluto. Me di cuenta de que había tomado la senda equivocada y estaba sufriendo muchísimo, así que oré: “Dios, ahora sé que he caído en la vorágine del dinero. Pensaba que solo era un negocio pequeño de unos miles de yuanes y nunca imaginé que se convertiría en una cadena tan pesada que ahora me tiene amarrada. ¿Cómo puedo librarme de esto? Dios, te ruego que me ayudes y me guíes”. Después de orar, decidí que no intentaría ganar los 500.000. Llamé a mi cuñada y le expliqué mi decisión. Mi cuñada vio que estaba decidida, así que aceptó. Poco después de retirarme, un día, recibí la noticia repentina de que ese negocio de tiendas online era, de hecho, un nuevo tipo de estafa que se había hecho popular por internet. El negocio permitía que uno ganara dinero al principio y, luego, cuando ya bajaba la guardia, los estafadores huían con todo el dinero invertido. Finalmente entendí que me habían engañado. Me quedé atónita y se me fueron todas las fuerzas que tenía en el cuerpo, ya que las personas a las que había traído al negocio no pudieron recuperar su dinero. Para ampliar el equipo, había prometido a cada persona que me haría responsable de cualquier pérdida y, ahora que las tiendas en línea habían colapsado, todas las personas a las que había recomendado el negocio vinieron a reclamarme dinero. Así, sin más, acabé envuelta en una estafa por mi codicia por el dinero. Ante la obligación de pagar cientos de miles en compensaciones, no sabía qué hacer. Durante una semana entera, me vi asediada por amenazas, insultos e interrogatorios, y me bombardeaban con llamadas y mensajes de texto para reclamarme dinero. Tenía tanto miedo que ni siquiera me atrevía a mirar el móvil y no sabía cómo enfrentar todo eso. Tenía el corazón lleno de agravios y sufrimiento, y el dolor llegó a tal punto que hasta pensé en tirarme de un edificio para acabar con todo. Pensaba que, aunque me hubieran estafado, no podía evitar asumir las consecuencias y, al final, pagué casi 200.000 yuanes en compensaciones. Perdí unos diez kilos en una semana. En mi dolor y mi desesperación, me arrodillé ante Dios para orar, con lágrimas de dolor: “Dios, estaba equivocada. Sé que mis ambiciones y deseos me arruinaron y que estoy sufriendo muchísimo en esta situación, pero sé que todo esto me ha sobrevenido con Tu permiso. Te ruego que me guíes para entender Tu intención”. Después de orar, mi corazón se fue calmando a poco y me sentí dispuesta a buscar la verdad.
En mi búsqueda, leí las palabras de Dios: “Satanás usa la fama y el provecho para controlar los pensamientos del hombre, hace que no piensen en nada más que estas dos cosas. Por la fama y el provecho luchan, sufren dificultades, soportan humillación, soportan pesadas cargas y sacrifican todo lo que tienen, y hacen cualquier juicio o decisión en aras de la fama y el provecho. De esta forma, Satanás coloca cadenas invisibles en las personas y, al llevar estas cadenas, no tienen la fuerza ni el valor para liberarse. Sin saberlo, llevan estas cadenas y siguen avanzando con gran dificultad. En aras de esta fama y provecho que la humanidad se aparta de Dios y lo traiciona, y se vuelve más y más perversa. De esta forma, se destruye una generación tras otra en medio de la fama y el provecho de Satanás” (La Palabra, Vol. II. Sobre conocer a Dios. Dios mismo, el único VI). “‘El dinero mueve el mundo’ es una filosofía de Satanás. Prevalece en toda la humanidad, en cada sociedad humana; podríais decir que es una tendencia. Esto se debe a que se ha inculcado en el corazón de cada persona que, al principio, no aceptaba este dicho, pero luego lo aceptó tácitamente cuando entró en contacto con la vida real, y empezó a sentir que estas palabras eran de hecho ciertas. ¿Acaso no es este un proceso por el que Satanás corrompe al hombre? […] Independientemente de cuánta experiencia tenga alguien con este dicho, ¿cuál es el efecto negativo que puede producir en el corazón de alguien? Algo es revelado por medio del carácter humano de las personas en este mundo, incluyéndoos a todos y cada uno de vosotros. ¿Qué es? Es la adoración al dinero. ¿Es difícil eliminar esto del corazón de alguien? ¡Es muy difícil! ¡Parece que la corrupción del hombre por parte de Satanás es realmente profunda! Satanás utiliza el dinero para tentar a la gente y la corrompe para que adore el dinero y venere las cosas materiales. ¿Cómo se manifiesta esta adoración por el dinero en las personas? ¿Os parece que no podríais sobrevivir sin dinero en este mundo, que pasar un solo día sin dinero sería imposible? El estatus de las personas y el respeto que imponen se basan en el dinero que tienen. Las espaldas de los pobres se encorvan por la vergüenza, mientras que los ricos disfrutan de su elevada posición. Se alzan llenos de soberbia, hablando en voz alta y viviendo con arrogancia. ¿Qué aportan a las personas este dicho y esta tendencia? ¿No es cierto que mucha gente realiza cualquier sacrificio a fin de conseguir dinero? ¿No pierden muchos su dignidad y su integridad en la búsqueda de más dinero? ¿No pierde mucha gente la oportunidad de cumplir con su deber y seguir a Dios en aras del dinero? ¿Acaso perder la oportunidad de recibir la verdad y ser salvadas no es la mayor pérdida de todas para las personas? ¿No es Satanás siniestro al usar este método y este dicho para corromper al hombre hasta ese punto? ¿No es una artimaña malévola? Conforme pasas de la objeción a este dicho popular a aceptarlo finalmente como verdad, tu corazón cae por completo en las garras de Satanás y, por tanto, sin darte cuenta acabas viviendo por este dicho. ¿En qué grado te ha afectado este dicho? Podrías conocer el camino verdadero, y podrías conocer la verdad, pero no tienes poder para perseguirla. Puedes conocer claramente que las palabras de Dios son la verdad, pero no estás dispuesto a pagar el precio o a sufrir para ganar la verdad. En su lugar, sacrificarías tu propio futuro y suerte para oponerte a Dios hasta el final. Por mucho que Dios diga, por mucho que haga, por muy profundo y grande que sea el amor que Dios siente hacia ti, en la medida en que seas capaz de comprenderlo, mantendrás tozudamente tu propio rumbo y pagarás el precio por este dicho” (La Palabra, Vol. II. Sobre conocer a Dios. Dios mismo, el único V). Al meditar en las palabras de Dios, entendí que es Satanás el que ha inculcado muchos pensamientos e ideas erróneos en las personas para que adoren el dinero, la fama, el provecho y los deseos materiales, para que los persigan con total determinación y para que se vuelvan incapaces de acudir a Dios para perseguir la verdad y recibir Su salvación. Vivía según los venenos que Satanás me había inculcado, como: “El dinero mueve el mundo”, “El dinero no es omnipotente, pero sin él no se puede hacer absolutamente nada”, “Destácate del resto” o “Que tu posición siempre sea superior a la de los demás”. Pensaba que el dinero tenía la respuesta a todos los problemas, que una persona no podía sobrevivir sin él y que, si una persona tenía dinero, su estatus pasaba a ser respetable y los demás ya no se atrevían a menospreciarla ni a burlarse de ella. Cuando era joven, se mofaban de mí porque mi familia era pobre, así que quería hacerme rica y tener una vida próspera para que los demás me admiraran. Para ganar dinero, probé todo tipo de métodos y hasta dejé de reunirme y de leer las palabras de Dios. Incluso cuando mi madre venía a verme con el libro de las palabras de Dios, yo lo apartaba con impaciencia. Después de abrir una academia de arte, me la pasaba pensando en cómo promocionarla y captar más alumnos para ganar más dinero. Tenía la mente al límite todos los días y estaba tan agotada que llegué al punto de sufrir de insomnio y dolores de cabeza. Al final, debido a la pandemia, se cerró todo y solo entonces regresé a la presencia de Dios. Después, al leer las palabras de Dios, entendí que el porvenir de mi vida y la riqueza que tendría estaban en manos de Dios y no dependían de mis esfuerzos ni de mis planes. Pero, como mi deseo de dinero, fama y provecho era demasiado fuerte, no pude reconocer los medios malvados que Satanás usa para dañar a las personas. Por lo tanto, cuando el dinero volvió a tentarme, para ganar 500.000 yuanes más, comprar un coche de lujo y ganarme la admiración y la envidia de más gente, acabé yendo por mal camino y caí en la trampa de una estafa en línea, por lo que pasé de ser una directora de escuela respetada a una estafadora que engañaba a los demás para quitarles el dinero. Ante las enormes compensaciones económicas y el sinfín de críticas e insultos de amigos y familiares, me sentí como una rata callejera. Sufrí golpes y tormentos tremendos, tanto mental como físicamente, y hasta llegué a pensar en quitarme la vida para escaparme de todo. Vi que el dinero, la fama y el provecho eran como una cuerda invisible que me tenía atada con firmeza, que había vivido según esos venenos satánicos y que había convertido la búsqueda del dinero, la fama y el provecho en el objetivo de mi vida. Como consecuencia, Satanás me había engañado y mi sufrimiento había sido indecible. Vi que perseguir la riqueza, la fama y el provecho solo harían que mi vida fuera más dolorosa y que me alejara de Dios y perdiera la oportunidad de obtener Su salvación. Entonces, pensé en todas las personas que, después de perder dinero en emprendimientos, acaban deprimidas y hasta hay que algunas no pueden soportarlo y se quitan la vida lanzándose al vacío. Vi que la búsqueda del dinero es una senda hacia la destrucción. Me alegré mucho de haber llegado a seguir a Dios y que, en esas circunstancias, pudiera aceptarlas de parte de Dios y buscar la verdad; de lo contrario, yo también habría sido una de esas personas que se suicidan. Aunque perdí dinero en este asunto, vi las intenciones minuciosas de Dios de salvarme. ¡Le di gracias a Dios desde lo más profundo de mi corazón!
Un día, durante mis prácticas devocionales espirituales, leí las palabras de Dios: “Dios no requiere que emplees todas tus fuerzas solo para sobrevivir y continuar con vida. Él no necesita que lleves una vida glamurosa ni que lo glorifiques a través de ella, ni tampoco que logres grandes hazañas en este mundo, ni que obres milagros, ni que contribuyas en nada a la humanidad, le brindes ayuda a un gran número de personas ni resuelvas los problemas laborales de cierta cantidad de gente. No es necesario que tengas una gran carrera, que te hagas famoso en todo el mundo y luego uses tales cosas para glorificar el nombre de Dios, que proclames al mundo: ‘Soy cristiano, creo en Dios Todopoderoso’. Dios solo espera que puedas ser una persona corriente y un individuo normal en este mundo. No necesitas hacer ningún milagro; no hace falta que brilles en distintas profesiones o campos, ni que te conviertas en alguien famoso o en una gran figura. No hace falta que seas alguien que se granjee la admiración y el respeto de la gente ni que hayas obtenido logros sin precedentes ni éxito alguno en varios ámbitos. Desde luego, no hay necesidad de que realices ninguna contribución a distintas profesiones para glorificar a Dios. Lo que Él requiere de ti es simplemente que vivas bien la vida, que tengas cubiertas las necesidades básicas, no pases hambre, te abrigues en invierno y tengas un atuendo apropiado en verano. Mientras tu vida sea normal y poseas la capacidad de sobrevivir, con eso basta; ese es el requerimiento que te hace Dios. Con independencia de qué dones, talentos o habilidades especiales tengas, Dios no desea que los uses para obtener éxito mundano. En cambio, Él quiere que apliques los dones o el calibre que tengas al cumplir con tu deber, aquello que Él te encomienda, y a perseguir la verdad, de modo que acabes por alcanzar la salvación. Esto es lo más importante, y Dios no requiere nada más” (La Palabra, Vol. VI. Sobre la búsqueda de la verdad. Cómo perseguir la verdad (21)). “Los últimos días son un período especial. Por una parte, los asuntos del trabajo de la iglesia son intensos y complicados; por otra, en este momento en el que el evangelio del reino de Dios se está difundiendo, se necesitan más personas que dediquen su tiempo y energía, que contribuyan con sus esfuerzos y hagan sus deberes para satisfacer las necesidades de varios proyectos en la casa de Dios. Por tanto, sea cual sea tu profesión, si después de satisfacer tus necesidades vitales básicas eres capaz de dedicar tu tiempo y energía a presentarte ante Dios para hacer el deber de un ser creado, cumpliendo tu parte en varios campos del trabajo, a ojos de Dios esto no solo es deseable, sino también particularmente valioso. Es digno de que Dios lo recuerde y, por supuesto, también de que la gente haga tal esfuerzo y sacrificio. Eso se debe a que, aunque hayas renunciado al disfrute carnal, lo que ganas es la inestimable vida eterna, las palabras de Dios como tu vida. Se trata de un tesoro que no tiene precio y no puede obtenerse a cambio de dinero ni de ninguna otra cosa. Este tesoro invaluable se obtiene a partir de la energía y el tiempo que dedicas, a través de tus propios esfuerzos y del precio que pagas. Para ti, esto es buena suerte, un favor especial y una gran bendición. Que las palabras de Dios y la verdad se conviertan en la vida de alguien: eso es un tesoro inestimable por el que merece la pena ofrecerlo todo. […] si después de asegurarte comida y abrigo empleas tiempo y energía adicional, ganas más dinero, adquieres más placeres materiales y tu carne está satisfecha, pero al hacerlo has arruinado la esperanza de tu propia salvación, entonces no cabe duda de que esto no es bueno para ti. Deberías estar preocupado y angustiado al respecto; deberías ajustar tu postura respecto al trabajo y la vida y tus exigencias relacionadas con la calidad de vida de la carne; deberías desprenderte de ciertos deseos, planes e intenciones para la vida carnal que no se ajusten a la realidad. Deberías ir ante Dios, orarle, proponerte cumplir con tu deber, entregando tu mente y tu cuerpo a las diversas tareas en la casa de Dios, esforzándote para que el día que concluya la obra de Dios, cuando Él examine el trabajo y la estatura de todas las clases diferentes de personas, tú estés entre las que hayan recibido la aprobación de Dios. Cuando se complete la gran obra de Dios, cuando el evangelio del reino de Dios se haya difundido por todo el universo, cuando se revele esta escena de júbilo, ahí estará tu trabajo, tu inversión y tu sacrificio. Cuando Dios reciba gloria, cuando Su obra se expanda por todo el universo, cuando todos celebren el logro exitoso de la gran obra de Dios y tenga lugar ese momento de júbilo, estarás conectado a semejante alegría. Serás partícipe de ella, no el que esté sumido en el llanto y haga rechinar los dientes, el que se dé cabezazos contra la pared mientras todos los demás gritan y dan saltos de alegría, no el que reciba un castigo ni al que Dios desdeñará y descartará completamente” (La Palabra, Vol. VI. Sobre la búsqueda de la verdad. Cómo perseguir la verdad (20)). Las palabras de Dios me permitieron entender que Él no necesita que las personas se hagan famosas o importantes para glorificarlo o dar testimonio de Él. Dios solo desea que, mientras las personas tengan ropa y comida, dediquen más tiempo a perseguir la verdad, cumplir bien con su deber y alcanzar la salvación. Pensé en cómo, desde pequeña, he tenido talento para la música. Después de graduarme, me gané la vida con ese talento y, durante mi vida, no solo tenía ropa y comida, sino que también me sobraba algo de dinero. Sin embargo, no me conformé con eso y, en lugar de dedicar más tiempo y energía a cumplir bien con mis deberes y a perseguir la verdad, quería ganar más dinero y ganarme la admiración de más personas. Pensaba que ganar dinero y destacarme era lo más importante de todo. Haciendo memoria, antes de encontrar a Dios, había ganado algo de dinero y disfrutado de la admiración de la gente, pero, por dentro, no me sentía tranquila y, mucho menos, feliz de verdad. Cada día, aparte del trabajo, solo comía, bebía y salía a divertirme con amigos para matar el aburrimiento y no entendía en absoluto el propósito de la vida ni su significado o valor. Aunque el dinero me trajo cierta satisfacción material momentánea, no podía llenar el profundo vacío que tenía dentro. Al leer las palabras de Dios, entendí que la búsqueda del dinero, la fama y el provecho sigue llevando al vacío y no tiene ningún sentido. Solo al perseguir la verdad y cumplir bien con los deberes de un ser creado puede la vida tener sentido y valor. Pensé en lo que dijo el Señor Jesús: “¿Qué provecho obtendrá un hombre si gana el mundo entero, pero pierde su alma? O ¿qué dará un hombre a cambio de su alma?” (Mateo 16:26). En el pasado, cuando no tenía dinero, siempre pensaba que, una vez que lo tuviera, estaría satisfecha. Sin embargo, incluso después de tener dinero, seguía sintiéndome vacía y sin propósito. El dinero no es lo que las personas realmente necesitan. Es como lo que le sucedió a alguien de mi ciudad natal: sufría una enfermedad terminal, así que se fue a un puente, tiró todo su dinero y, luego, se lanzó al río para acabar con todo. Cuando uno se enfrenta a la enfermedad y la muerte, por mucho dinero, fama y provecho que tenga o por mucha gente que lo admire, todo eso es totalmente inútil. Esas cosas no pueden comprar la vida y, si uno no sigue a Dios, no persigue la verdad ni cumple bien con sus deberes, en última instancia, todas esas cosas llevan al vacío. Ahora, la obra de Dios ha llegado a su etapa final y las oportunidades y el tiempo que restan para perseguir la verdad se están agotando. Debo aprovechar al máximo mi tiempo, comer y beber más de las palabras de Dios y cumplir bien con mis deberes como ser creado. Esto es lo más significativo. Pensé en la esposa de Lot. Los ángeles la salvaron y ya había escapado de la ciudad de Sodoma, pero, como no pudo desprenderse de sus posesiones y de su riqueza, echó la vista atrás, se convirtió en una estatua de sal y se volvió el símbolo de la vergüenza. Ahora estamos en el tramo final de la senda y yo debo aprender de la esposa de Lot. Tenía que desprenderme de la búsqueda de la riqueza, la fama y el provecho, cumplir bien con mis deberes y perseguir la verdad. Esta es la vida más significativa y la que Dios aprueba.
Ahora, estoy cumpliendo el deber de líder en la iglesia. Para tener más tiempo y energía para equiparme con la verdad y cumplir bien con mis deberes, solo me quedé con cerca de una docena de alumnos y trabajo seis horas a la semana para cubrir mis gastos diarios. Dedico la mayor parte de mi tiempo a cumplir mis deberes. A través de mis deberes, he aprendido a relacionarme con los demás de manera correcta, a saber tratar la comisión de Dios, a cumplir mi deber acorde al estándar y a saber reconocer mis actitudes corruptas, entre otras cosas. Ahora leo las palabras de Dios y cumplo mis deberes todos los días. El dinero, la fama y el provecho ya no me tienen atada ni me hacen daño y mi corazón se siente ligero y en paz. ¡Gracias a Dios por haberme salvado!