77. Una lección que aprendí cuando echaron a los miembros de mi familia

Por Weiwei, China

Empecé a creer en el Señor junto con mis padres cuando tenía 17 años. En 2001, toda nuestra familia aceptó la obra de Dios Todopoderoso de los últimos días y, a partir de entonces, cada uno de nosotros empezó a cumplir sus deberes. Creía que, mientras siguiéramos entregándonos y cumpliendo nuestros deberes por Dios y siguiéramos a Dios Todopoderoso hasta el final, como Dios es justo, cuando concluyera Su obra, toda nuestra familia obtendría la salvación y entraría en el reino de Dios.

A finales de 2012, el PCCh me arrestó mientras predicaba el evangelio. Después de que me pusieron en libertad, me fui de casa a cumplir mi deber en otro lugar para evitar que me volvieran a arrestar. En 2014, me encontré con mi padre en el lugar donde yo estaba cumpliendo mi deber. Al verlo cumplir su deber de forma activa y al enterarme de que mi hermana también estaba cumpliendo su deber en la iglesia, me sentí muy feliz. Recordé cómo, durante más de diez años, cada uno de nosotros en la familia había estado cumpliendo su respectivo deber y sentí que, mientras continuáramos cumpliéndolos y siguiéramos hasta el final, cuando concluyera la obra de Dios, nuestra familia obtendría la salvación y entraría en el reino de Dios. Pero, lo que me tomó totalmente por sorpresa fue que, un día de 2015, los líderes del distrito vinieron a hablar con nosotros sobre el trabajo y mencionaron una carta de mi iglesia de origen que decía que mi padre siempre le buscaba los defectos al líder en las reuniones y que, por muchas enseñanzas que recibiera, no mejoraba en absoluto. Mi padre incluso llegó a decir que el líder no entendía nada y propuso que buscaran a un experto para que compartiera con él. Esto perturbó a los hermanos y hermanas y les impidió reunirse en paz. Los líderes del distrito dijeron que planeaban investigar los detalles de la situación y que, luego, compartirían de forma adecuada con mi padre. Fingí tranquilidad y dije: “¿Cómo puede ser tan malo el estado de mi padre?”. Pero, por dentro, me sentía enfadada y angustiada, y pensé: “¿Qué le pasa? Hace más de diez años que cree en Dios y, aun así, ¿no cumple bien con su deber y está causando perturbaciones?”. En ese momento, tenía unas ganas terribles de ver a mi padre cuanto antes para poder hablar con él e intentar convencerlo de que dejara de causar perturbaciones. Pero también sabía que mi padre tenía un carácter arrogante, que no daba el brazo a torcer cuando creía que tenía razón y que mis intentos de persuadirlo no servirían de nada. Si seguía causando perturbaciones sin arrepentirse, la naturaleza de esos actos era tan grave que podría enfrentarse a que lo echaran. Desde que encontró al Señor hasta que aceptó esta etapa de la obra de Dios, mi padre había creído durante casi veinte años y, durante todo ese tiempo, había sufrido mucho y hasta había seguido cumpliendo sus deberes en situaciones peligrosas. Si lo echaban, ¿no habrían sido en vano todos esos años de sufrimiento? Su vida de fe se acabaría por completo. Al pensar en esto, les dije a los líderes: “Si pudiera ver a mi padre e intentar hacer que entre en razón, quizás su estado pueda cambiar”. Uno de ellos me dijo: “Ahora estás demasiado sensible, así que, si ves a tu padre, actuarás con impulsividad o por afecto. Tú tienes tu propio deber que cumplir. Nosotros iremos a compartir con tu padre. Por ahora, solo céntrate en cumplir tu deber”. Pensé que el líder tenía razón y que era mejor dejar que ellos compartieran con él. Durante los días siguientes, la situación de mi padre me tenía tan perturbada que no podía dormir, no tenía apetito, tenía la mente hecha un caos y no lograba centrarme en mis deberes. Esperaba que, por medio de la enseñanza de los líderes, mi padre pudiera corregir su rumbo y que, al menos, no lo echaran. Sentía que, mientras pudiera seguir siendo mano de obra en la casa de Dios, aún tendría esperanzas de salvarse. Así que, cada día, esperaba con ansias recibir buenas noticias sobre mi padre.

Al poco tiempo, recibí una carta de los hermanos y hermanas a cargo del trabajo de depuración en la que me pedían que les contara sobre el comportamiento habitual de mi padre e hiciera una evaluación sobre él. Cuando leí la carta, sentí un dolor indescriptible en el corazón y se me llenaron los ojos de lágrimas. Me resultaba muy difícil aceptar esa realidad y pensé: “Parece que el problema de mi padre es grave. Si su comportamiento es malo, lo echarán y, una vez que lo hayan echado, quedará excluido para siempre de la casa de Dios. Entonces, su vida de fe llegaría a un final definitivo y no tendrá ninguna esperanza de obtener la salvación”. En apariencia, decía que la humanidad de mi padre no era muy buena y que, si lo echaban, sería la justicia de Dios, pero, en el fondo, no paraba de preocuparme: “Si realmente echan a mi padre, ¿será capaz de soportarlo? Ya tiene más de sesenta años; ¿cómo hará para seguir viviendo si lo echan?”. Me arrodillé de inmediato para orar a Dios: “Dios, me duele muchísimo ver que podrían echar a mi padre. Te ruego que protejas mi corazón para que no me queje ni te malinterprete y para que pueda someterme”. Oré una y otra vez. Al escribir la evaluación de mi padre, pensé en que no tenía una buena humanidad y en que casi había hecho cosas extremas en el mundo. Si escribía sobre estos aspectos del comportamiento de mi padre y la iglesia evaluaba su conducta habitual, ¿no decidirían echarlo? Desde pequeña, mi padre siempre me había tratado muy bien. Cuando era niña, tenía un físico débil y siempre me resfriaba. Después de que me ponían inyecciones, no quería caminar, así que mi padre me llevaba en brazos hasta casa. Durante los años cuando estuve fuera cumpliendo mi deber, mis padres escatimaron gastos para ahorrar dinero para darme y me ayudaron mucho. Varias veces, mis suegros causaron problemas en casa y mi padre solía preocuparse por mis asuntos. Por lo tanto, sentí que quizás no debía escribir sobre la mala humanidad de mi padre y que, en cambio, podía escribir sobre cómo se entregaba con entusiasmo. De ese modo, cuando los hermanos y hermanas vieran que el comportamiento pasado de mi padre había sido bueno, quizás le darían una oportunidad de arrepentirse y le permitirían quedarse para ser mano de obra. Así, mi padre aún tendría esperanzas de obtener la salvación. Durante los días siguientes, este asunto me tenía tan preocupada que no podía centrarme en mi deber. En medio de mi sufrimiento, recordé una frase de las palabras de Dios: “Si alguien hace algo en detrimento de la iglesia, aunque sean tus padres, ¡eso es inaceptable!”. Por lo tanto, busqué el pasaje en el que aparecía esa frase. Dios dice: “Debes mostrar fuerza y determinación y mantenerte firme en tu testimonio de Mí. Levántate y habla de Mi parte; no temas lo que otros hombres puedan decir. Solo satisface Mis intenciones y no permitas que nadie te limite. […] Yo soy tu apoyo y tu escudo y todo está en Mis manos. ¿De qué tienes miedo, entonces? ¿No estás siendo demasiado sentimental? Debes desechar tus sentimientos lo antes que puedas; Yo no actúo de acuerdo con los sentimientos, sino que ejerzo justicia. Si alguien hace algo en detrimento de la iglesia, aunque sean tus padres, ¡eso es inaceptable!(La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Declaraciones de Cristo en el principio, Capítulo 9). Después de leer las palabras de Dios, me sentí profundamente angustiada y abatida. La intención de Dios era que me pusiera del lado de la verdad cuando me enfrentara a las cosas, que no actuara por afecto, que me ciñera a los principios-verdad y defendiera los intereses de la casa de Dios. Sin embargo, cuando me enteré de que tenía que dar detalles del comportamiento habitual de mi padre, no contemplé las cosas según los principios-verdad, sino que empecé a recordar cómo mi padre me había tratado bien desde que era pequeña y perdí mi postura y mis principios. Hasta llegué a pensar en ir a verlo en persona para hablar con él e intentar que dejara de causar más perturbaciones. De ese modo, no lo echarían, podría seguir siendo mano de obra y tendría una oportunidad de obtener la salvación. Si hubiera tenido un poco de conciencia y razón, debería haberme puesto del lado de Dios, debería haber defendido el trabajo de la iglesia y escrito con sinceridad sobre el comportamiento que sabía que tenía mi padre, pero demostré tener favoritismo hacia él por afecto y solo quise resaltar su buen comportamiento, mientras dejaba sin mencionar su mala conducta o le restaba importancia. ¿De qué manera tenía yo un corazón temeroso de Dios? Al darme cuenta de esto, tomé nota con honestidad de todos los comportamientos que sabía que tenía mi padre y luego entregué el informe a los hermanos y hermanas.

Tiempo después, vi la notificación de que habían expulsado a mi padre. Mi padre no solo había estado buscándole los defectos al líder sin cesar, sino que, además, no aceptaba la verdad en absoluto. También tergiversaba las palabras de Dios y condenaba y acusaba a cualquiera que compartiera con él. Había perturbado la vida de iglesia de forma reiterada y se negaba rotundamente a arrepentirse, por lo que finalmente lo echaron. Basándome en su comportamiento habitual, vi que él era realmente absurdo, no tenía entendimiento espiritual y su naturaleza tenía una aversión extrema por la verdad y la odiaba. No cabía duda de que su expulsión había sido la justicia de Dios. Al entenderlo, me desprendí del afecto que tenía hacia mi padre.

Un día de marzo de 2022, recibí una carta de los líderes de la iglesia de mi hermana en la que decían que mi hermana no había asistido a ninguna reunión desde agosto de 2021. Según el principio de la iglesia, se debe echar a quienes no se reúnen, no persiguen la verdad ni cumplen su deber durante largos períodos de tiempo. Asimismo, los líderes me pedían que escribiera sin demora sobre el comportamiento habitual de mi hermana. Al leer esto, sentí un dolor desgarrador en el corazón y no fui capaz de aceptar esta realidad. Estaba muy agitada y no podía centrarme en hablar con las hermanas sobre el trabajo, así que me hice un ovillo y me puse a llorar, con la cabeza entre las manos. Las hermanas me vieron así y enseguida vinieron a compartir conmigo para ayudarme, pero sus palabras no me lograban hacer abrir los ojos. Pensaba: “¿Cómo puede ser esto? Hace poco, mi hermana me envió una carta con algo de dinero de bolsillo. ¿Cómo es posible que en solo unos meses ella haya perdido el contacto con la iglesia? ¿Habrá pasado algo en casa? Recuerdo que a mi hermana siempre le entusiasmaba entregarse por su fe y cumplía activamente con sus deberes. ¿Por qué ha dejado de estar en contacto con la iglesia últimamente? Algo grave debe haber ocurrido en casa. ¿No debería la iglesia darle otra oportunidad de que se arrepienta?”. Ese mismo día, también me enteré de que la iglesia solo estaba recopilando información sobre el comportamiento habitual de mi hermana y que, si se arrepentía de forma sincera y estaba dispuesta a creer en Dios con fidelidad, aún tendría la oportunidad de hacerlo. Pero seguía preocupada: “¿Y si mi hermana no vuelve pronto a las reuniones?”. Esa noche, daba vueltas en la cama sin poder dormir. Los hermosos recuerdos de toda nuestra familia creyendo en Dios y cumpliendo nuestros deberes se me venían a la cabeza como una película. Mi hermana siempre había cuidado de mí desde pequeña. Cuando mi estado no era bueno, ella me apoyaba y, cuando cumplía mi deber en otro sitio, solía enviarme dinero de bolsillo. Unos años atrás, habían echado a mi padre y, ahora, si también echaban a mi hermana, eso significaría que sus años de fe habrían sido en vano y que no tendrían ninguna esperanza de obtener la salvación. Al pensar en esto, sentí un punzada de pena y un nudo de angustia me oprimió el corazón. Durante los días siguientes, me vi muy refinada por la situación de mi hermana, mi estado era muy malo y no lograba sosegar mi corazón en mis deberes. Pensaba: “Debería volver a casa y hablar seriamente con mi hermana. Mientras regrese a la iglesia y se esfuerce al máximo en sus deberes, no la deberían echar”. Pero luego pensaba: “La policía me está buscando por mi fe en Dios, tengo antecedentes policiales y, si tengo la temeridad de volver a casa y me detienen, no podré cumplir mis deberes y pondré en peligro a los hermanos y hermanas. Las consecuencias serían inimaginables”. Tenía la mente hecha un caos y no sabía qué hacer. Tres días después, estaba mareada, el corazón me palpitaba, sentía un nudo en el pecho y me costaba respirar. Al principio, creí que era un resfriado y que me recuperaría con reposo y medicación, pero, después de tomar unos medicamentos, no solo no mejoré de mi afección, sino que empeoré y sentía que me iba a desmayar en cualquier momento mientras caminaba. Solo entonces me presenté ante Dios en oración: “Dios, ¿qué me está pasando? ¿Acaso he hecho algo que no esté de acuerdo con Tus intenciones y es esa la razón por la que estoy recibiendo Tu disciplina? Dios, te ruego que me esclarezcas y me guíes para que pueda entender Tu intención con esta enfermedad”. Más tarde, me di cuenta de repente de que, en cuanto al asunto reciente relacionado con mi hermana, mi afecto había estado rigiendo mi vida, siempre había querido dejar de lado mis deberes para apoyarla y jamás había buscado la intención de Dios en ese asunto.

Después, oré a Dios y busqué Sus palabras para abordar mis inquietudes. Leí las palabras de Dios: “¿Por qué un esposo ama a su esposa? ¿Y por qué una esposa ama a su esposo? ¿Por qué los hijos son buenos hijos con sus padres? ¿Y por qué los padres adoran a sus hijos? ¿Qué clase de intenciones realmente albergan las personas? ¿No es su intención satisfacer los planes propios y los deseos egoístas? ¿Realmente tienen la intención de actuar en pos del plan de gestión de Dios? ¿Están actuando por el bien de la obra de Dios realmente?(La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Dios y el hombre entrarán juntos en el reposo). Cada una de las preguntas de Dios me hacía sentir avergonzada. Me preguntaba: “Quería dejar de lado mis deberes e ir a hablar con mi hermana para hacerla entrar en razón, pero ¿era eso conforme a las intenciones de Dios? En esto, ¿estaba siendo yo considerada con Sus intenciones? No, estos deseos estaban corrompidos por mi afecto”. Agradecí la guía de las palabras de Dios, que evitó que actuara con impulsividad y necedad. De lo contrario, habría dejado de lado mis deberes y habría ido a casa movida por el afecto y, si me hubieran arrestado, las consecuencias habrían sido inimaginables.

No mucho después, recibí una carta de los hermanos y hermanas que supervisaban el trabajo de depuración en la que me pedían que les contara sobre el comportamiento habitual de mi hermana. La idea de que pudieran echar a mi hermana me entristeció un poco. Compartí mi estado con una hermana con la que estaba viviendo y ella me leyó varios pasajes de las palabras de Dios. Gracias a la plática con la hermana, entendí que la casa de Dios se rige por la verdad y la justicia, y que jamás cometerá una injusticia con una buena persona ni dejará impune a un malhechor. Como la iglesia estaba recopilando información sobre el comportamiento de mi hermana, eso contaba con el permiso de Dios y, aunque yo no pudiera desentrañarlo, debía someterme primero, aportar lo que supiera sobre su comportamiento e, independientemente de lo que pasara, aceptarlo de parte de Dios. Más adelante, vi el informe sobre su comportamiento que proporcionaron los hermanos y hermanas, el cual decía que, en los últimos años, mi hermana solo se había centrado en ganar dinero para pagarle los estudios a su hijo para entrar en la universidad. Además, decía que ella no tenía ningún sentido de carga por sus deberes. Siempre cumplía su deber de forma superficial, hacía lo que quería, dejaba sus deberes para más tarde, era irresponsable y había causado serios retrasos en el trabajo de la iglesia. Incluso después de que los hermanos y hermanas le señalaran sus problemas y la ayudaran de forma reiterada, seguía igual y no se sentía culpable ni se arrepentía. En casa, casi nunca comía ni bebía las palabras de Dios ni veía los vídeos que producía la casa de Dios y solo se centraba en trabajar para ganar dinero hasta que, al final, apenas asistía a las reuniones. Una hermana fue a apoyarla, pero ella le dijo: “Cuando mi madre estaba enferma, mejoró después de que empezó a creer en Dios, por lo que yo hice lo mismo y creí. Pero, ahora que ha recaído de su enfermedad, ¿por qué no siento la existencia de Dios?”. Después de decir esto, se marchó. Tras muchos años de fe, su perspectiva de las cosas seguía siendo la misma que la de un no creyente. Solo se centraba en seguir las corrientes malignas y no estaba dispuesta a asistir a las reuniones ni a cumplir sus deberes. Al ver estos comportamientos, me enojé mucho y, al mismo tiempo, discerní que mi hermana tenía la esencia de una incrédula. En los primeros años de su fe, parecía muy entusiasmada en entregarse, por lo que pensé que ella creía de verdad Dios. Sin embargo, ahora me di cuenta de que las intenciones y el propósito originales de su fe eran erróneos. Solo empezó a creer en Dios después de ver cómo mi madre se curaba milagrosamente de su enfermedad crónica por medio de la fe y después de que nuestra vida familiar mejorara de a poco, ya que fue testigo de la gracia y las bendiciones de Dios. Pero, cuando mi madre volvió a enfermarse, mi hermana vio que no estaba obteniendo los beneficios que quería de su fe en Dios, y su deseo de recibir bendiciones se hizo añicos, así que se volvió contra Dios, lo negó, se quejó de Él y fue totalmente irresponsable en sus deberes. Perjudicó sus deberes, pero no mostró ni un ápice de culpa o arrepentimiento. A juzgar por el comportamiento de mi hermana, estaba claro que no perseguía la verdad en absoluto, no era una verdadera creyente en Dios y tenía la esencia de una incrédula.

Más tarde, reflexioné: siempre había pensado que, como toda mi familia creía en Dios, mientras hiciéramos sacrificios, nos entregáramos por Dios y lo siguiéramos hasta el final, en última instancia, obtendríamos la salvación. ¿Pero era realmente correcta esa opinión? Leí las palabras de Dios: “Las personas dicen que Dios es un Dios justo, y en tanto que el hombre lo siga hasta el final, seguramente será imparcial hacia el hombre porque Él es el más justo. Si un hombre lo sigue hasta el final, ¿lo podría desechar? Soy imparcial con todos los hombres y juzgo a todos los hombres con Mi carácter justo, sin embargo, hay condiciones adecuadas para las exigencias que le hago al hombre, y lo que Yo exijo, todos los hombres lo deben cumplir, sin importar quiénes sean. No me importa cómo sean tus cualificaciones ni hace cuánto que las tengas; solo me importa si sigues Mi camino y si tienes o no amor y sed por la verdad. Si careces de la verdad y más bien causas vergüenza a Mi nombre y no actúas de acuerdo a Mi camino y solo lo sigues sin cuidado ni preocupación, entonces en ese momento te derribaré y te castigaré por tu maldad y ¿qué tendrás que decir entonces? ¿Podrás decir que Dios no es justo? Si has cumplido con las palabras que he expresado hoy, entonces eres la clase de persona que apruebo. Dices que siempre has sufrido mientras sigues a Dios, que lo has seguido durante las tormentas y que has compartido con Él los buenos y los malos momentos, pero no has vivido las palabras pronunciadas por Dios; solo quieres ir de un lado a otro por Dios y esforzarte por Él todos los días y nunca has pensado vivir una vida que tenga sentido. También dices: ‘En cualquier caso, creo que Dios es justo. He sufrido por Él, he ido de un lado a otro por Él y me he dedicado a Él y me he esforzado mucho a pesar de no recibir ningún reconocimiento; seguro se debe acordar de mí’. Es verdad que Dios es justo, pero Su justicia no está manchada con ninguna impureza: no contiene voluntad humana alguna y no está manchada por la carne o por las transacciones humanas. Todos los que son rebeldes y se oponen y no actúan conforme a Su camino serán castigados; ¡ninguno será perdonado y ninguno será pasado por alto! Algunas personas dicen: ‘Hoy voy de aquí para allá por Ti; cuando llegue el fin, ¿me puedes dar una pequeña bendición?’. Así que te pregunto: ‘¿Has cumplido Mis palabras?’. La justicia de la que hablas se basa en una transacción. Tú solo piensas que Yo soy justo e imparcial con todos los hombres y que todos los que me siguen hasta el final están seguros de ser salvos y ganar Mis bendiciones. Hay un significado interno en Mis palabras cuando digo ‘todos los que me siguen hasta el final están seguros de ser salvos’: los que me siguen hasta el final son a los que Yo ganaré íntegramente; son los que, después de que los haya conquistado, buscan la verdad y son perfeccionados. ¿Qué condiciones has alcanzado? Solo has conseguido seguirme hasta el final, pero ¿qué más? ¿Has cumplido Mis palabras? Has alcanzado uno de Mis cinco requisitos, pero no tienes la intención de cumplir los cuatro restantes. Sencillamente has encontrado la senda más sencilla y fácil y la has seguido con la esperanza de tener suerte. Con una persona como tú, Mi justo carácter es solo castigo y juicio, es solo una retribución justa, y es el castigo justo de todos los malhechores; todos los que no siguen Mi camino, con toda seguridad van a ser castigados, incluso si siguen hasta el final. Esta es la justicia de Dios(La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Las experiencias de Pedro: su conocimiento del castigo y del juicio). Después de leer las palabras de Dios, me sentí avergonzada. Las personas juzgan a los demás por las apariencias, pero Dios se fija en la esencia de una persona. Dios no se fija en cuánto ha sacrificado una persona, cuánto ha sufrido ni en su antigüedad. La clave es si una persona sigue el camino de Dios, si practica la verdad y si su carácter ha cambiado. Es en base a estas cosas que se determina el desenlace de cada uno. Pero yo creía que Dios determinaba el desenlace y el destino de una persona en función de si podía seguir hasta el final, cuánto tiempo había creído y cuánto había sufrido o se había entregado. Pensaba que, si creíamos en Dios como familia, mientras hiciéramos sacrificios, nos entregáramos y siguiéramos a Dios hasta el final, cuando concluyera Su obra, toda nuestra familia tendría esperanzas de que Dios nos salvara y de entrar en Su reino para disfrutar de Sus bendiciones. Pero todo eso eran solo mis nociones e imaginaciones. También entendí que obtener la salvación tras haber seguido hasta el final significa ser una persona que puede perseguir la verdad y cambiar su carácter, que puede practicar de acuerdo con las palabras de Dios en todas las cosas, y cuyo carácter corrupto, en última instancia, puede ser purificado. Además, esa persona, en medio de distintas pruebas y refinamientos, no traiciona ni niega a Dios y sigue siendo capaz de seguirlo y someterse a Él. En última instancia, Dios salvará únicamente a esas personas y las llevará a Su reino. Quienes no persiguen la verdad, cuyo carácter corrupto no muestra ningún cambio y siguen rebelándose contra Dios y resistiéndose a Él son aquellos a quienes Dios detesta. Al reflexionar sobre las dos veces cuando me enfrenté al hecho de que echaran a miembros de mi familia, no discerní su esencia. No sabía cuál era el tipo de personas que Dios salva o descarta, me puse del lado del afecto carnal y quise volver a casa deprisa para encontrarme con ellos y hacerlos entrar en razón. Pensaba que, mientras compartiera con ellos y no causaran perturbaciones después, no los echarían. Pensaba que, si se quedaban en la casa de Dios y eran mano de obra, tendrían esperanza de obtener la salvación. Pero mi forma de pensar era completamente incompatible con las palabras de Dios. Pensé en lo que dijo el Señor Jesús: “No todo el que me dijo: ‘Señor, Señor’ entrará en el reino de los cielos, sino el que siga la voluntad de Mi Padre que está en los cielos.* Muchos me dirán en aquel día: ‘Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros?’ Y entonces les declararé: ‘Jamás os conocí; apartaos de mí, los que practicáis la iniquidad’(Mateo 7:21-23). Reflexioné en esto: “¿Por qué aquellos que se sacrificaron y se entregaron por el Señor no obtuvieron la aprobación del Señor Jesús y, en cambio, el Señor los castigó y los maldijo?”. Según mi perspectiva, no cabía duda de que cualquiera que, en apariencia, se sacrificara y se entregara, sufriera mucho y siguiera a Dios durante muchos años se salvaría. Entonces, ¿por qué los fariseos que habían servido a Jehová año tras año en el templo no solo no consiguieron que Dios los salvara, sino que, Él los maldijo, los condenó y les dijo que eran unos hipócritas y un nido de víboras a quienes les aguardaba la desgracia? Fue porque, aunque creían en Dios en apariencia, no tenían un corazón temeroso de Dios, nunca siguieron Su camino y hasta negaron al Señor Jesús, se resistieron a Él y lo crucificaron. Ofendieron gravemente el carácter de Dios, lo que hizo que Dios los castigara y maldijera. Al echar la vista atrás, pensaba que, si creíamos en Dios como familia, nos sacrificábamos y nos esforzábamos por Él y lo seguíamos hasta el final, obtendríamos la salvación y entraríamos en el reino de los cielos. Pero todo eso no era más que una mera ilusión mía, mis nociones e imaginaciones. ¡Era algo absurdo y sin sentido que no tenía fundamento en la realidad! Estaba haciendo valoraciones según mis nociones e imaginaciones, y hasta quería que mi familia se quedara en la iglesia siendo mano de obra, ya que pensaba que, al final, Dios les daría un desenlace y un destino buenos. ¡Fui realmente necia y ciega! En función de su esencia y de la senda que transitaban, eran exactamente la cizaña que revela la obra de Dios de los últimos días. No amaban la verdad ni la aceptaban y, aunque se quedaran a regañadientes en la casa de Dios, Dios no los salvaría y los descartaría de todas maneras.

Seguí reflexionando: “Cuando enfrenté que echaran a mis familiares, nunca fui capaz de ponerme del lado de Dios. En cuanto a la raíz de este asunto, ¿qué era lo que me estaba controlando?”. Leí las palabras de Dios: “¿Qué son los sentimientos, en esencia? Son una clase de carácter corrupto. Las manifestaciones de los sentimientos pueden describirse utilizando varias palabras: tener favoritismo, proteger a los demás sin atenerse a los principios, mantener relaciones físicas y tener parcialidad; eso son los sentimientos. ¿Cuáles son las probables consecuencias de que las personas tengan sentimientos y vivan según ellos? ¿Por qué los sentimientos de la gente son lo que más detesta Dios? A algunos siempre los constriñen sus sentimientos, no pueden poner en práctica la verdad y, aunque desean someterse a Dios, no pueden, de modo que sus sentimientos los atormentan. Muchas personas entienden la verdad, pero no pueden ponerla en práctica; esto también se debe a que sus sentimientos las constriñen(La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. ¿Cuál es la realidad-verdad?). “Algunas personas son extremadamente sentimentales. Cada día, en todo lo que dicen y en todas las maneras en las que se comportan con los demás, viven según sus sentimientos. Sienten cosas por esta y aquella persona; pasan sus días ocupándose de asuntos de relaciones y sentimientos. En todo lo que se encuentran, viven en el ámbito de los sentimientos. Cuando un pariente no creyente de esa persona muere, lo llora durante tres días y no permite que entierren el cuerpo. Sigue teniendo sentimientos por el fallecido y estos son demasiado intensos. Se podría decir que esos sentimientos son el defecto fatal de esta persona. Sus sentimientos los constriñen en todos los asuntos, son incapaces de practicar la verdad o de actuar de acuerdo con los principios, y con frecuencia son propensos a rebelarse contra Dios. Los sentimientos son su mayor debilidad, su peor defecto, y pueden llevarlos a la ruina absoluta y destruirlos. Las personas que son demasiado sentimentales son incapaces de poner la verdad en práctica o de someterse a Dios. Les obsesiona la carne y son estúpidos y están atolondrados. La naturaleza de esta clase de personas es muy sentimental y viven en función de sus sentimientos(La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Cómo conocer la naturaleza del hombre). Fue gracias a las palabras de Dios que por fin logré ver que, cuando enfrenté que echaran a mi padre y mi hermana, quise ir deprisa a apoyarlos, por lo que la raíz del asunto era que me limitaba mi afecto. Valoraba el afecto hacia mi familia por encima de todo, incluso por encima de los principios-verdad. Vivía según principios satánicos, como: “La sangre es más espesa que el agua”, “La familia es lo primero”, y “El hombre no es inanimado; ¿cómo puede carecer de sentimientos?”. No distinguí el bien del mal y perdí mi postura y mis principios. De hecho, si no entendía su comportamiento, podría haberle escrito a la iglesia para aclararlo. También podría haber discernido su esencia según los principios-verdad para ver si realmente había que tratarlos con una actitud de ayuda y amor. Pero, si no merecían ayuda, entonces, aunque fueran mi familia, no debía mostrarles bondad ciega basada en el afecto. Sin embargo, no pensé de esa manera y, primero, me puse del lado del afecto, me sentí apenada, lloré por ellos y no me centré en mi deber. Hasta pensé en ir deprisa a apoyarlos, sin considerar el peligro que suponía. Cuando la iglesia me pidió que proporcionara información sobre su comportamiento, solo tuve en cuenta el lazo carnal de la familia y lo único que se me vino a la mente fue la bondad que me habían mostrado. Me había cegado el afecto y no había protegido los intereses de la casa de Dios. Hasta quise recurrir a artimañas y engaños para proteger a mi familia, sin considerar en absoluto todo el daño que supondría al trabajo de la iglesia mantenerlos en la casa de Dios. Vi que el afecto era mi talón de Aquiles y que se había convertido en un obstáculo y un escollo para que practicara la verdad. Me basaba en mi afecto carnal para tratar a mi padre y a mi hermana con conciencia y amor, sin buscar en absoluto la intención de Dios. No conocía su comportamiento, pero quería ir deprisa a apoyarlos a ciegas. ¿No era eso un amor necio? Si volvía deprisa a casa, no solo caería en la tentación del afecto, sino que mi estado se perturbaría, mi deber se retrasaría y, lo que era más grave, con mis antecedentes policiales, si el gran dragón rojo me capturaba, eso repercutiría en el trabajo. ¿No sería eso causar trastornos y perturbaciones? Al darme cuenta de esto, sentí un dejo de temor y di gracias a Dios por haberme revelado; de lo contrario, no habría visto con claridad el daño y las consecuencias de vivir según el afecto, el cual me habría arruinado sin que me diera cuenta. Debía desprenderme de mi afecto y tratar a mi familia según los principios-verdad. Ya no podía seguir sintiéndome triste porque la iglesia hubiera echado a mi padre y a mi hermana, ya que esto se debió completamente a la justicia de Dios. Las ampollas en sus pies las había causado la senda que habían elegido transitar y ellos eran los únicos que tenían la culpa de esto.

Más adelante, leí más de las palabras de Dios: “Un día, cuando comprendas algo de la verdad, ya no pensarás que tu madre es la mejor persona ni tus padres las mejores personas. Te darás cuenta de que ellos también son miembros de la raza humana corrupta y de que sus actitudes corruptas son iguales. Lo único que los diferencia es su consanguinidad contigo. Si no creen en Dios, son lo mismo que los no creyentes. Ya no los mirarás desde la perspectiva de un familiar ni desde la de tu relación carnal, sino desde el lado de la verdad. ¿Cuáles son los principales aspectos en que debes fijarte? Debes fijarte en sus opiniones sobre la fe en Dios, en sus opiniones sobre el mundo, en sus opiniones acerca de cómo abordar los asuntos y, ante todo, en sus actitudes hacia Dios. Si evalúas estos aspectos con precisión, verás claro si son buenas o malas personas. […] Una vez que te hayas alejado de verdad de tales sentimientos, aunque sigas pensando en esas personas de vez en cuando, ¿seguirás echándolas de menos con todo tu corazón, preocupándote por ellas y añorándolas como lo haces ahora? No. Nunca dirás: ‘La persona sin la que realmente no puedo estar es mi madre; es la que más me ama, me cuida y se preocupa por mí’. Cuando alcances este nivel de percepción, ¿seguirás llorando cuando pienses en ellos? No. El problema quedará resuelto. Así pues, si afrontas problemas o asuntos que te causan dificultades y no has obtenido ese aspecto de la verdad ni has entrado en ese aspecto de la realidad-verdad, quedarás atrapado en tales dificultades o estados y nunca podrás salir de ellos. Si consideras que este tipo de dificultades y problemas son cruciales para la entrada en la vida y buscas la verdad para resolverlos, podrás entrar en este aspecto de la realidad-verdad; sin saberlo, estas dificultades y problemas te permitirán aprender la lección. Cuando los problemas se resuelvan, te parecerá que no estás ligado tan estrechamente con tus padres y familiares, percibirás con mayor claridad su esencia-naturaleza, y te darás cuenta de la clase de personas que en realidad son. Cuando veas a tus seres queridos con claridad, dirás: ‘Mi madre no acepta la verdad en absoluto. En realidad, siente aversión por la verdad y la odia. En esencia, es una persona malvada, un diablo. Mi padre es una persona complaciente y se pone del lado de mi madre. No acepta ni practica la verdad en lo más mínimo, no es alguien que persiga la verdad. A juzgar por el comportamiento de mi madre y de mi padre, los dos son incrédulos; ambos son diablos. Tengo que rebelarme contra ellos por completo y trazar unos límites claros con ellos’. De esta manera, te pondrás del lado de la verdad y podrás renunciar a ellos. Cuando puedas discernir quiénes son, qué clase de personas son, ¿seguirás sintiendo algo por ellos? ¿Les seguirás teniendo afecto? ¿Seguirá existiendo una relación carnal entre vosotros? No. ¿Tendrás que refrenar tus sentimientos? (No). Entonces, ¿en qué te apoyas para resolver estas dificultades? Te apoyas en entender la verdad, en depender de Dios y en volverte hacia Él(La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Solo si se corrige el propio carácter corrupto es posible lograr una auténtica transformación). Las palabras de Dios me permitieron encontrar la forma de desprenderme de mi afecto. Cuando se trata de miembros de la familia, primero, debemos discernir y desentrañar quiénes son según las palabras de Dios. Una vez que desentrañamos su esencia-naturaleza, sabremos cómo tratarlos conforme a los principios-verdad. En el caso de los familiares que persiguen la verdad y la aman, si no entienden la verdad y revelan corrupción o si no pueden desentrañar las corrientes malignas del mundo y se extravían momentáneamente, podemos seguir los principios-verdad y ayudarlos con amor cuando sea necesario y exponerlos y podarlos cuando haga falta. Sin embargo, si tienen aversión por la verdad, la odian y no la persiguen en absoluto, entonces, según las palabras de Dios, una vez que hayamos discernido que tienen la esencia de un incrédulo y que son personas absurdas y malvadas, no podemos amarlos confusamente ni brindarles ayuda a ciegas o apoyarlos por afecto. Debemos distinguir entre el amor y el odio, odiarlos y rechazarlos en el corazón, y trazar una línea clara entre ellos y nosotros. Al mismo tiempo, también entendí que, aunque, en apariencia, tengo un vínculo de sangre con mi padre y mi hermana y ellos son mi familia, sus esencias son diabólicas, son incrédulos, no están entre aquellos a quienes Dios quiere salvar y no transitan la misma senda que yo. Una vez que entendí este aspecto de la verdad, dejé de estar limitada por el afecto.

Después de esta experiencia en la que echaron a mis familiares, adquirí discernimiento sobre la esencia de mi padre y de mi hermana y pude desentrañar los peligros de vivir según el afecto. Mi corazón ya no se ve perturbado ni limitado por el afecto y puedo sosegar mi corazón en mi deber. Que haya podido alcanzar este conocimiento y esta entrada se debe exclusivamente a que las palabras de Dios han obrado en mí. ¡Gracias a Dios!

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