76. Por fin salí de la sombra de la inferioridad

Por Shimai, China

Desde niña, mis capacidades de reacción y comprensión han sido bastante lentas. Cuando estaba en la escuela y los maestros hacían algunas preguntas complicadas, no podía reaccionar lo suficientemente rápido y a menudo daba las respuestas equivocadas. Por eso, mis compañeros con frecuencia se reían de mí y los maestros decían que era tonta. A partir de ese momento, sentí que era la menos inteligente de mis compañeros. Los maestros también decían que los estudiantes como yo, que éramos malos alumnos, solo podríamos trabajar para otros o ser agricultores cuando fuéramos grandes, mientras que los que eran buenos alumnos podrían ser líderes o gerentes. Estas palabras me hirieron mucho. Mi personalidad también se volvió cada vez más introvertida y me volví reacia a hablar y temerosa de interactuar con los demás.

En 2006, acepté la obra de Dios Todopoderoso de los últimos días. Cuando empecé a asistir a las reuniones, tenía miedo de que se rieran de mí, así que no me atrevía a ser la primera en compartir. La mayoría de las veces, era la última persona en hablar. Sin embargo, mis hermanos y hermanas no me menospreciaron, sino que me animaron a compartir más, así que dejé de sentirme limitada en mi corazón. Más tarde, pude cumplir con mis deberes. Sin embargo, me sentía constantemente inferior debido a mis reacciones lentas y mi pobre calibre, y mi estado se veía afectado a menudo cuando cumplía con mi deber. Al principio, cumplía un deber relacionado con imágenes. Cada vez que discutía las imágenes con las hermanas con las que colaboraba, ellas detectaban los problemas muy rápidamente y sugerían cambios. Sin embargo, mis reacciones eran más lentas y tenía que mirar las imágenes varias veces para encontrar los problemas. A veces, cuando explorábamos ideas para hacer las imágenes, quería hablar sobre mis propios puntos de vista e ideas, pero sentía que tenía escaso calibre y no podía detectar los problemas clave, así que no serviría de mucho que yo dijera algo, e incluso quedaría mal si decía algo equivocado. Por lo tanto, rara vez expresaba mis opiniones.

Una vez, una hermana con la que trabajaba me pidió que evaluara si era necesario rehacer una imagen. Después de mirarla, me pareció que el efecto visual era bastante bueno, y no había necesidad de rehacerla. Sin embargo, luego pensé en que tenía poco calibre y no necesariamente podía detectar los problemas con precisión, así que le pedí a la líder del equipo que le echara un vistazo. Al final, la líder del equipo no opinó como yo y consideró que el concepto de la imagen no estaba bien y que era necesario rehacerla. Quería expresar mi opinión, pero pensé: “La líder del equipo es de buen calibre, ha dominado muchos principios y tiene mejores habilidades profesionales que yo. He sido tonta desde niña y mi capacidad de comprensión no es buena. Probablemente soy yo quien evaluó mal la imagen. No insistiré. Mi calibre es pobre de todos modos. Si encima no acepto las sugerencias de los demás, eso sería aún más vergonzoso. Olvídalo, simplemente rehagamos la imagen según la sugerencia de la líder del equipo”. No esperaba que, al día siguiente, la supervisora dijera que el concepto de la imagen era apropiado y no había necesidad de rehacerla. También encontró principios relevantes y señaló nuestras desviaciones. Me dije que yo también había pensado en los principios que encontró la supervisora en ese momento. Si hubiera insistido, habría sido mejor. Mi compañera pasó mucho tiempo editando la imagen, pero al final todo fue un esfuerzo inútil, e incluso retrasó otro trabajo. Me sentí un poco incómoda y con remordimiento, pero no reflexioné sobre mí misma después. Otra vez, estaba revisando una imagen. Después de mirarla varias veces, consideré que su efecto visual era apropiado y solo necesitaba una ligera modificación. Sin embargo, varias hermanas miraron esta imagen y dijeron que el tema que expresaba no estaba claro y no tenía valor. En mi corazón, no estaba de acuerdo con su punto de vista, y quería exponer mi propia opinión. Sin embargo, luego pensé: “Ellas tienen mejor calibre, dominan los principios mejor que yo y ven los problemas con mayor profundidad. He sido tonta desde niña y tengo escaso calibre, así que debo haberla mirado mal”. También me sentí un poco negativa: “Todas las demás personas pueden detectar los problemas y deficiencias, pero yo la miré varias veces y no vi los problemas. Mi calibre es demasiado pobre. Parece que realmente no soy apta para cumplir este deber”. Sin embargo, inesperadamente, la supervisora miró esta imagen y dijo que podía usarse después de una ligera modificación. Entonces lamenté no haber insistido en ese momento. Luego, la supervisora me preguntó: “¿Por qué no expresaste tu punto de vista? ¡Esto casi hizo que se descartara una imagen valiosa! Si crees que tu punto de vista es correcto, comparte tu opinión y discútela con todos. Aunque digas algo incorrecto, no pasa nada, se puede corregir después”. Al oír lo que dijo la supervisora, me sentí muy incómoda. Sin embargo, mi carácter corrupto me ataba con demasiada fuerza, así que, después, seguí sin atreverme a expresar mi punto de vista. Como vivía constantemente en un estado negativo debido a mi escaso calibre y nunca estaba dispuesta a expresar mis opiniones al cumplir con mi deber, no progresé durante mucho tiempo y no pude hacerme cargo del trabajo. Más tarde, me destituyeron. Sin embargo, no reflexioné sobre mí misma; al contrario, esto solo me confirmó que tenía un calibre escaso.

En julio de 2022, la iglesia dispuso que yo cumpliera un deber de asuntos generales. Vi que, aunque la hermana con la que colaboraba no tenía mucha educación, reaccionaba rápido y aprendía las cosas con rapidez. También era más eficiente que yo al cumplir su deber. Aun así, no me atrevía a expresar mis opiniones cuando colaboraba con ella. A veces, decía unas pocas palabras a regañadientes, pero si mi hermana presentaba un punto de vista diferente, yo descartaba el mío sin pensarlo dos veces. Delante de mi hermana, estaba constantemente tímida y retraída, temerosa de que dijera que, aunque yo no entendía nada, decía tonterías y hacía un desastre, así que era muy pasiva en mi deber.

A menudo pensaba: “¿Por qué vivo una vida tan patética y agotadora?”. Solo en noviembre de 2022, cuando leí la enseñanza de Dios sobre las verdades relativas a cómo resolver los sentimientos de inferioridad, comencé a entender mi propio estado. Leí las palabras de Dios: “En apariencia, la inferioridad es una emoción que se manifiesta en la gente, si bien, en realidad, la causa fundamental de esto es la corrupción de Satanás, el entorno en el que viven las personas y las propias razones objetivas de la gente. Toda la especie humana se halla bajo el poder del maligno, hondamente corrompida por Satanás, y nadie enseña a la próxima generación de acuerdo con la verdad y las palabras de Dios, en cambio, se la enseña de acuerdo con las cosas que provienen de Satanás. Por tanto, la consecuencia de enseñar a la próxima generación y a la humanidad las cosas de Satanás, además de la corrupción de las actitudes y la esencia de las personas, es que se provoca que surjan en ellas emociones negativas. […] Tomemos como ejemplo la emoción de inferioridad. Tus padres, tus maestros, tus mayores y otros a tu alrededor tienen una valoración poco realista de tu calibre, humanidad e integridad, y esto acaba por atacarte, perseguirte, sofocarte, encadenarte y atarte. Al final, cuando no te quedan fuerzas para seguir resistiéndote, tu única elección posible es elegir una vida en la que acatas en silencio los insultos y la humillación, aceptando callado, en contra de tu propia convicción, esta clase de realidad injusta y parcial. Cuando aceptas esta realidad, las emociones que acaban surgiendo en ti no son alegres, satisfactorias, positivas ni progresivas; no vives con mayor motivación y rumbo, y mucho menos buscas las metas acertadas y correctas para la vida humana, sino que, en su lugar, surge en ti una profunda emoción de inferioridad. Cuando esta emoción aparece en ti, sientes que no tienes a dónde ir. Cuando te topas con un asunto que te requiere expresar un punto de vista, consideras innumerables veces lo que quieres decir y el punto de vista que deseas expresar en el fondo de tu corazón, y sin embargo continúas sin atreverte a decirlo en voz alta. Cuando alguien expresa el mismo punto de vista que tú defiendes, te permites sentir un poco de reafirmación en tu interior, una confirmación de que no eres peor que los demás. Sin embargo, cuando la misma situación vuelve a ocurrir, te sigues diciendo: ‘No puedo hablar de manera informal ni hacer nada imprudente o convertirme en un hazmerreír. No valgo para nada, soy estúpido, soy necio, soy idiota. He de aprender a esconderme y limitarme a escuchar, sin decir nada’. A partir de esto, podemos ver que, desde el momento en que la emoción de inferioridad surge y hasta que se arraiga profundamente en lo más hondo del corazón de una persona, ¿acaso no se le priva entonces de su libre albedrío y de los derechos legítimos que Dios le ha concedido? (Sí). Se le ha privado de estas cosas. En concreto, ¿quién le ha privado de estas cosas? No puedes asegurarlo, ¿verdad? Ninguno de vosotros puede asegurarlo. Esto se debe a que, a lo largo de todo este proceso, no solo eres la víctima, sino también el perpetrador: eres la víctima para otras personas y también para ti mismo. ¿Por qué? Acabo de decir que una razón para que la inferioridad surja en ti proviene de tus propias razones objetivas. Desde que empezaste un sentido de autonomía, tu base para juzgar los acontecimientos y las cosas tuvo su origen en la corrupción de Satanás, y la sociedad y la humanidad te han inculcado estos puntos de vista, no ha sido Dios el que te los ha enseñado. Por tanto, con independencia de cuándo o en qué contexto surgió tu emoción de inferioridad y, sin importar hasta qué punto se haya desarrollado, sigues atado y controlado, indefenso ante tal emoción, y utilizas estos métodos inculcados en ti por Satanás a la hora de enfrentarte a las personas, los acontecimientos y las cosas que te rodean. Cuando la emoción de inferioridad se implanta profundamente en tu corazón, no solo causa un profundo efecto en ti, sino que también domina tu punto de vista sobre las personas y las cosas, tu conducta propia y actuaciones(La Palabra, Vol. VI. Sobre la búsqueda de la verdad. Cómo perseguir la verdad (1)). Dios realmente entiende el estado de las personas. Mi comportamiento era exactamente así. Desde que era niña y hasta la edad adulta, había sentido que era lenta para reaccionar, tonta y de escaso calibre, así que no me atrevía a expresar opiniones, siempre me retraía y siempre tenía miedo de cometer errores. Todo esto fue causado por la evaluación inexacta que los maestros hicieron de mí en la escuela. Cuando estaba en la escuela, debido a mi escasa capacidad de comprensión y a mis lentas reacciones, y como no entendía las cosas de inmediato como mis compañeros más inteligentes, según la evaluación de los maestros yo era tonta y necia. El sarcasmo de los maestros y las burlas de mis compañeros me hicieron sentir muy inferior. Después de que comencé a creer en Dios y a cumplir mi deber, cada vez que me relacionaba con hermanos y hermanas de mente ágil, pensaba que ese tipo de persona tenía buen calibre y que, sin duda, le agradaría a Dios. En cambio, yo creía que mi calibre era escaso porque era de pocas luces. Vivía constantemente en un estado negativo y era muy pasiva al cumplir mi deber. La mayoría de las veces no me atrevía a expresar mi punto de vista, y cuando ocasionalmente lo hacía y alguien presentaba una objeción, no me atrevía a discutir mis propias ideas con esa persona por mis sentimientos de inferioridad, aunque no estuviera del todo de acuerdo. Pensaba que las hermanas con las que colaboraba eran inteligentes y tenían buen calibre, así que, sin duda, verían las cosas con más precisión que yo, y rechazaba todas mis propias ideas. Esta emoción negativa era como una cuerda invisible que me ataba con fuerza y hacía que no me atreviera a expresar las opiniones que tenía. Me dejaba controlar voluntariamente por mis sentimientos de inferioridad y vivía una vida especialmente patética, y no podía hacer cosas de las que era capaz. Al final, no cumplí bien mi deber y me destituyeron. ¡Esta emoción negativa me había hecho tanto daño!

Leí más palabras de Dios: “Ya se trate de inferioridad o de otra emoción negativa, debes comprender adecuadamente las interpretaciones que conducen al surgimiento de esta emoción. En primer lugar, debes entender que esas interpretaciones son incorrectas, y tanto si se refieren a tu calibre, a tu talento o calidad humana, las evaluaciones y conclusiones que sacan sobre ti son siempre erróneas. Entonces, ¿cómo puedes evaluarte y conocerte con precisión, y escapar de la emoción de inferioridad? Debes tomar las palabras de Dios como base para obtener conocimiento sobre ti mismo, para averiguar cómo son tu humanidad, tu calibre y tu talento, y qué puntos fuertes tienes. Por ejemplo, supongamos que te gustaba cantar y lo hacías bien, pero algunas personas no dejaban de criticarte y menospreciarte, diciendo que no tenías oído y desafinabas, así que ahora te parece que no sabes cantar bien y ya no te atreves a hacerlo delante de los demás. Debido a que esas personas mundanas, esas personas atolondradas y mediocres, hicieron valoraciones y juicios inexactos sobre ti, los derechos que merece tu humanidad se vieron coartados y tu talento sofocado. En consecuencia, no te atreves ni a cantar una canción y solo te atreves a cantar en voz alta y soltarte cuando estás solo. Dado que por lo general te sientes tan terriblemente reprimido, no te atreves a cantar una canción a no ser que estés solo; es entonces cuando lo haces y disfrutas del momento en que puedes cantar alto y claro, ¡qué momento maravilloso y liberador! ¿Verdad que sí? Debido al daño que la gente te ha hecho, no sabes o no puedes ver con claridad qué es lo que realmente sabes hacer, en qué eres bueno y en qué no. En este tipo de situación, debes realizar una correcta evaluación y valorarte a ti mismo, de acuerdo con las palabras de Dios. Debes constatar lo que has aprendido y dónde están tus puntos fuertes, y lanzarte a hacer lo que sabes hacer. En cuanto a las cosas que no sabes hacer, tus carencias y deficiencias, debes reflexionar sobre ellas y conocerlas, y también debes evaluar con precisión y saber cómo es tu calibre, además de si es bueno o malo. Si no puedes comprender o lograr un conocimiento claro de tus propios problemas, entonces pídeles a las personas con entendimiento que te rodean que emitan una valoración sobre ti. Al margen de que lo que digan sea o no exacto, al menos te servirá de referencia y te permitirá tener un juicio o caracterización básica de ti mismo. Entonces podrás resolver el problema esencial de la emoción negativa de inferioridad y salir poco a poco de ella. La emoción de inferioridad se resuelve con facilidad si uno puede discernirla, abrir los ojos ante ella y buscar la verdad(La Palabra, Vol. VI. Sobre la búsqueda de la verdad. Cómo perseguir la verdad (1)). Gracias a las palabras de Dios, entendí que la evaluación que mis maestros hicieron de mí en la escuela era inexacta, y mi propia evaluación de mí misma tampoco era objetiva. Para resolver mis sentimientos de inferioridad, tenía que tener una evaluación precisa de mí misma, medirme de acuerdo con las palabras de Dios y escuchar las evaluaciones y opiniones que los hermanos y hermanas que me rodeaban tenían de mí. Solo practicar de esta manera sería acertado. Por lo tanto, le pedí a la hermana con la que colaboraba que me evaluara. Ella me dijo: “En realidad, no eres tan mala como dices. También puedes entender algunos problemas y tienes algunos puntos de vista y sugerencias que son útiles. A veces, cuando te pregunto por qué tienes cierto punto de vista, no estoy diciendo que estés equivocada. Sino que solo quiero saber de acuerdo con qué principios lo dices. Sin embargo, tú te rechazas a ti misma en todo momento. En el futuro, si crees que tu punto de vista se ajusta a los principios, debes decirlo, y compartir y discutirlo con todos. Esto también es ser responsable con tu deber”. Más tarde, practiqué expresar mis opiniones mientras cumplía mi deber. Mi compañera pudo aceptar la mayoría de las sugerencias que hice. Mi hermana era más rápida que yo en el trabajo de asuntos generales, pero dijo que no se le daba bien escribir cartas para compartir con nuestros hermanos y hermanas, y me pidió que yo me encargara más de eso. Mediante la oración a Dios y la búsqueda y reflexión sobre las verdades relevantes, también pude ayudar a mis hermanos y hermanas a resolver algunos problemas. En ese momento, sentí que no era completamente inútil: puedo comprender la verdad; aunque mis reacciones son más lentas que las de los demás, con una reflexión pausada también puedo entender algunos principios, llegar a descubrir algunas sendas de práctica y cumplir algunos deberes. Cuando cumplí mis deberes después, mi corazón no estaba tan reprimido como antes.

En mayo de 2023, los líderes me pidieron que fuera la supervisora del equipo artístico. Estaba muy nerviosa. ¿Tenía yo el calibre para ser supervisora? Quise negarme, pero luego pensé que la soberanía y los arreglos de Dios estaban en que yo cumpliera este deber, y que debía someterme. Después de formarme durante un tiempo, vi que las dos hermanas con las que trabajaba no solo eran de mente ágil y tenían buen calibre, sino que también poseían una gran capacidad de trabajo. Empecé a preocuparme de que mis hermanas me menospreciaran por ser lenta para reaccionar. Sentí que no podía desempeñar el papel de supervisora, y que sería mejor limitarme a bajar la cabeza y ser una miembro del equipo. Así, no quedaría tan mal. Cuanto más pensaba en esto, más negativa me volvía. También era muy pasiva al cumplir mis deberes. Constantemente decía que no era lo suficientemente buena y que tenía escaso calibre, esperando que los líderes dispusieran que una persona de buen calibre me reemplazara. Mi corazón se sentía muy incómodo viviendo en este estado negativo y pasivo. Pensé en lo urgente que era el trabajo, pero yo seguía pasiva y no me esforzaba por mejorar. ¡Esto no era proteger la obra de la casa de Dios! Tenía que revertir rápidamente este estado negativo y pasivo.

Más tarde, me puse a reflexionar. Desde que era niña hasta la edad adulta, siempre había creído que mis reacciones lentas significaban que mi calibre era escaso, lo que me llevaba a ser siempre pasiva y negativa en mi deber. ¿Era esta forma de medir las cosas conforme a la verdad? Leí las palabras de Dios: “¿Cómo medimos el calibre de las personas? La forma apropiada de hacerlo es observando su actitud hacia la verdad y si pueden o no comprenderla. Hay personas que pueden aprender muy rápido algunas especializaciones, pero, cuando escuchan la verdad, se sienten confundidas y se adormecen. En su interior, se vuelven atolondradas, no les entra nada de lo que oyen ni entienden lo que están escuchando; eso es el calibre escaso. Algunas personas no están de acuerdo cuando les dices que tienen un calibre escaso. Piensan que tener una buena educación y ser cultos es lo mismo que tener buen calibre. ¿Acaso una buena educación demuestra un calibre alto? No. ¿Cómo se debe medir el calibre de una persona? En función del punto hasta el que comprendan las palabras de Dios y la verdad. Esa es la forma más certera de hacerlo. Hay personas que son elocuentes, espabiladas y tienen una habilidad especial para tratar con los demás, pero cuando escuchan sermones nunca pueden entender nada y cuando leen las palabras de Dios no las comprenden. Al hablar de su testimonio vivencial, siempre dicen palabras y doctrinas, y de este modo revelan que son novatos y dan a otros la sensación de que no tienen comprensión espiritual. Esas personas tienen un calibre escaso(La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Comprender la verdad es lo más importante para cumplir bien con el deber). Resulta que tener estudios, ser de mente ágil y elocuente no significa que una persona tenga buen calibre. Dios no mide el calibre de las personas por su nivel de estudios o la rapidez de su ingenio, sino principalmente por el grado en que comprenden y aceptan la verdad. Las personas de buen calibre tienen una comprensión y un entendimiento puros de las palabras de Dios. Pueden reflexionar sobre su propia naturaleza corrupta y entenderla, y pueden encontrar principios de práctica acertados en las palabras de Dios cuando les sobrevienen problemas o dificultades. Las personas de escaso calibre no pueden entender la verdad, y no pueden compararse con las palabras de Dios ni conocerse a sí mismas. Cuando les sobrevienen cosas, no pueden encontrar principios de práctica, sino que solo pueden soltar doctrinas y adherirse a preceptos. Al compararme con esto, vi que la mayor parte del tiempo mi comprensión de las palabras de Dios no está distorsionada; es solo que tengo una comprensión más superficial de algunos asuntos, y no comprendo las cosas tan rápido ni tan profundamente como las personas de buen calibre. Sin embargo, puedo entenderlas cuando alguien comparte sobre ellas conmigo. Mi calibre no es tan malo como para no poder entender la verdad, y puede considerarse promedio. Ahora que cumplía el deber de supervisora, aunque no dominaba del todo algunos principios y tenía algunas deficiencias, las hermanas con las que trabajaba tenían mejor calibre y, al trabajar con ellas, yo también podía cumplir algunos deberes. En el pasado, yo no entendía los principios para medir el calibre y, al ver lo lentas que eran mis reacciones, me catalogaba como alguien de escaso calibre. Vivía en un estado negativo y no quería esforzarme por mejorar. No solo fui incapaz de recibir el esclarecimiento y la guía de Dios, sino que también retrasé la obra. Una vez que entendí la verdad al respecto, fui capaz de tratar mi propio calibre correctamente y afrontar racionalmente mis propias deficiencias.

Después, también me puse a reflexionar: “Me he sentido tan inferior desde que era niña. Aparte de algunas perspectivas falaces sobre las cosas, ¿qué actitudes corruptas tengo?”. Leí las palabras de Dios: “El aprecio de los anticristos por su reputación y estatus va más allá del de la gente normal y forma parte de su esencia-carácter; no es un interés temporal ni un efecto transitorio de su entorno, sino algo que está dentro de su vida, de sus huesos y, por lo tanto, es su esencia. Es decir, en todo lo que hacen los anticristos, lo primero en lo que piensan es en su reputación y su estatus, nada más. Para los anticristos, la reputación y el estatus son su vida y su objetivo durante toda su existencia. En todo lo que hacen, su primera consideración es: ‘¿Qué pasará con mi estatus? ¿Y con mi reputación? ¿Me dará una buena reputación hacer esto? ¿Elevará mi estatus en la opinión de la gente?’. Eso es lo primero que piensan, lo cual es prueba fehaciente de que tienen el carácter y la esencia de los anticristos; por eso consideran las cosas de esta manera. Se puede decir que, para los anticristos, la reputación y el estatus no son un requisito añadido ni mucho menos cosas que son externas a ellos de las que podrían prescindir. Forman parte de la naturaleza de los anticristos, los llevan en los huesos, en la sangre, son innatos en ellos. Los anticristos no son indiferentes a la posesión de reputación y estatus; su actitud no es esa. Entonces, ¿cuál es? La reputación y el estatus están íntimamente relacionados con su vida diaria, con su estado diario, con aquello que buscan día tras día. Por eso, para los anticristos el estatus y la reputación son su vida. Sin importar cómo vivan, el entorno en que vivan, el trabajo que realicen, lo que busquen, los objetivos que tengan y su rumbo en la vida, todo gira en torno a tener una buena reputación y un estatus alto. Y este objetivo no cambia, nunca pueden dejar de lado tales cosas. Este es el verdadero rostro de los anticristos y su esencia(La Palabra, Vol. IV. Desenmascarar a los anticristos. Punto 9 (III)). Dios desenmascara que los anticristos persiguen la reputación y el estatus como su meta en la vida. En todas las situaciones, lo único en lo que piensan es en su propia reputación y estatus. Al observar mi propio comportamiento, vi que era idéntico al de un anticristo. Apreciaba especialmente mi propia reputación y estatus. Desde niña, he sido lenta para reaccionar, y mi capacidad de comprensión también es escasa. Por eso, daba las respuestas equivocadas y mis compañeros se burlaban de mí. Después de eso, ya no quería responder preguntas, y tenía miedo de que, si decía algo más equivocado, me menospreciaran. Después de empezar a creer en Dios y a cumplir mis deberes, fue exactamente lo mismo. Cuando aparecían algunas desviaciones en mi deber y otros las señalaban, sentía que mi calibre era escaso, y cuando volvía a cumplir mis deberes, no estaba dispuesta a expresar mis opiniones, e incluso quería evitar mi deber. Cuando cumplía mi deber como supervisora y veía que mis reacciones y mi capacidad de trabajo no eran tan buenas como las de las hermanas con las que trabajaba, quería que los líderes me destituyeran. En realidad, estaba protegiendo mi propio orgullo, preocupada de que los líderes, a través de los resultados del trabajo, vieran cómo yo era realmente y se dieran cuenta de que no era tan buena como las hermanas con las que trabajaba en todos los aspectos. Me di cuenta de que todo lo que pensaba cada día era en la reputación y el estatus. Cuando el deber que cumplía afectaba a mi reputación y estatus, o me sentía negativa y holgazaneaba, o pensaba en escapar y traicionar. Incluso si esto obstaculizaba la obra de la iglesia, no me importaba. ¡Estaba recorriendo la senda de los anticristos!

Más tarde, leí más palabras de Dios: “Perseguir la verdad es lo más importante, da igual desde qué perspectiva lo contemples. Puedes evitar los defectos y las deficiencias de la humanidad, pero nunca puedes evadir la senda de perseguir la verdad. Al margen de lo perfecta o noble que pueda ser tu humanidad o de que puedas tener menos fallos y defectos y poseas más fortalezas que otros, eso no significa que entiendas la verdad ni puede reemplazar a tu búsqueda de esta. Al contrario, si persigues la verdad, entiendes mucho de ella y tu comprensión de ella es adecuadamente práctica y profunda, esto compensará los muchos defectos y problemas en tu humanidad(La Palabra, Vol. VII. Sobre la búsqueda de la verdad. Cómo perseguir la verdad (3)). Dios dice que perseguir la verdad puede compensar muchas de las carencias del hombre. Por ejemplo, reacciono más lento que otros cuando me sobrevienen las cosas, y mi calibre no es muy bueno. Estos son defectos inherentes y no se pueden cambiar. Sin embargo, las razones por las que los resultados de mi trabajo no eran buenos eran, además de las carencias de mi humanidad, principalmente que no entendía la verdad y no captaba los principios. Si fuera capaz de buscar más el principio-verdad en los problemas que no entendía, y me desprendiera de mi orgullo, compartiendo y discutiéndolos con mis hermanos y hermanas, también sería capaz de entender más verdades. Esto también sería beneficioso para mi deber. Cuando entendí esto, ya no intenté evadir el deber de supervisora, y después también fui capaz de colaborar más activamente.

Una vez, estábamos compartiendo sobre los últimos principios para hacer imágenes, y necesitábamos escribir una carta a nuestros hermanos y hermanas para discutirlos e implementarlos. Pensé: “Esta es la primera vez que tengo que escribir una carta tan importante desde que soy supervisora. ¿Y si no la escribo bien y hay desviaciones?”. Me puse bastante nerviosa. Me di cuenta de que otra vez estaba viviendo en medio de sentimientos de inferioridad, así que oré a Dios para corregir mi mentalidad. Aunque quizás no pudiera escribir de forma tan completa, debía tomar la iniciativa de trabajar en ello primero, y luego las hermanas con las que trabajaba podrían subsanar cualquier deficiencia después. Más tarde, me tranquilicé y reflexioné mientras escribía. Mientras escribía, pude ver la guía de Dios, y algunos principios me resultaron incluso más claros que cuando habíamos compartido sobre ellos. Experimenté que cuando dedicas tu corazón a tu deber, Dios te esclarece y te guía.

Ahora, ya llevaba más de un año cumpliendo el deber de supervisora. A la hermana que originalmente era mi compañera le modificaron su deber, así que la hermana Li Yue vino a colaborar conmigo. Li Yue había sido mi líder de equipo cuando yo cumplía deberes relacionados con imágenes. Pensé en lo mala que había sido yo antes y en que Li Yue me comprendía. ¿Qué pensaría de mí cuando trabajáramos juntas esta vez? Me di cuenta de que no debía pensar en mi orgullo. Sin importar qué deficiencias hubiera tenido antes, o qué carencias se revelaran durante este período de colaboración, tenía que afrontarlas con calma. Después, tomé la iniciativa de presentarle el flujo de trabajo a Li Yue y, cuando discutíamos el trabajo, también tomaba la iniciativa de expresar mis opiniones. Durante este período, cuando Li Yue y yo no estábamos de acuerdo, yo simplemente exponía mis ideas. Algunas de mis opiniones eran aceptadas y otras no eran adecuadas. Sin importar si eran aceptadas o no, pude entender algunos principios a través de la plática. Un día, Li Yue me dijo: “Antes, cuando trabajábamos juntas, no expresabas ninguna opinión, solo te dedicabas a hacer tu trabajo. Ahora que nos volvemos a encontrar, veo que has cambiado mucho en comparación con esa época”. Al oírla decir eso, me sentí muy conmovida. Sin la guía de las palabras de Dios, nunca habría podido despojarme del tormento de los sentimientos de inferioridad, y tampoco habría podido cumplir mi deber tan activamente como lo hago ahora. Todos estos son los resultados logrados por las palabras de Dios. ¡Gracias a Dios Todopoderoso!

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