81. En los deberes no hay distinción de estatus ni de rango

Por Lei Bing, China

En 2023, los líderes dispusieron que predicara el evangelio porque mi calibre era deficiente y demostré ser incapaz de cumplir los deberes relacionados con textos. En ese momento, sentí que había perdido la reputación. Pensé: “Todos mis hermanos y hermanas saben que me destituyeron por mi escaso calibre. ¿Qué pensarán de mí?”. Me sentí fatal. Un día, cuando volví de predicar el evangelio, recibí una carta de los líderes. Decían que les faltaba gente y querían que volviera al lugar donde originalmente había estado cumpliendo mi deber. Al ver esto, me puse muy contento y pensé: “¡Ahora puedo volver a cumplir deberes relacionados con textos!”. Pero cuando seguí leyendo, inmediatamente me desanimé. Resultó que los líderes querían que fuera allí a cumplir el deber de acogida. Estaba completamente decepcionado. Pensé: “Se acabó. Este deber siempre lo cumplen hermanos y hermanas mayores. ¿Cómo he caído al punto de cocinar para la gente? ¡Esto es tan degradante! ¡Qué vergüenza! Además, en el pasado, cumplía deberes relacionados con textos, pero ahora, en un abrir y cerrar de ojos, estoy haciendo acogida. ¿Cómo voy a poder mirar a los ojos a los hermanos con los que solía colaborar? He sido líder y he cumplido deberes relacionados con textos, y mis hermanos y hermanas de mi pueblo natal todos me consideran una persona talentosa. ¿Qué pensarán de mí si se enteran de que ahora estoy cocinando y haciendo acogida lejos de casa? ¡Perdería la reputación irremediablemente!”. Cuando pensé esto, me sentí muy reacio, y no quise aceptar este deber. Sin embargo, acepté a regañadientes porque me preocupaba que los líderes dijeran que no era obediente.

Cuando llegué a la casa de acogida, me costaba un poco mirar a los ojos a los hermanos que ya conocía; me sentía inferior. Para evitar la vergüenza, intentaba quedarme solo en mi habitación tanto como fuera posible y minimizar el contacto con ellos. Cuando los veía irse a cumplir sus deberes después de comer, mientras yo estaba ocupado lavando platos, limpiando mesas y barriendo el suelo, empecé a sentirme frustrado mientras trabajaba. Me sentía como un empleado doméstico. A veces, tiraba la escoba a un lado y evitaba limpiar durante un par de días, y, en ocasiones, algunos hermanos me echaban una mano con la limpieza. Un hermano tenía problemas de salud y no podía comer comida demasiado picante, y me recordó muchas veces que no hiciera la comida demasiado picante. Sin embargo, no pude aceptarlo correctamente y creí que me estaban tratando como a un sirviente, así que me enfurruñé. Cuando cocinaba, no ponía ni un solo chile, y dejaba que los chiles se echaran a perder en lugar de comerlos para desahogar mi insatisfacción. Al ver mi actitud, mis hermanos y hermanas dejaron de mencionarlo. Después, sentí remordimiento y supe que no debería haber hecho eso, pero simplemente no podía controlarme. Me volví cada vez más irresponsable en mis deberes, y unas veces hacía demasiada comida y otras, muy poca. No preguntaba si mis hermanos tenían suficiente para comer, y constantemente me rondaba la idea de eludir este deber. Sin embargo, temía que mis hermanos y hermanas dijeran que no me estaba sometiendo al entorno dispuesto por Dios, y por eso no me atrevía a mencionarlo. Sin embargo, me sentía mal cada vez que me enfrentaba a las ollas y sartenes, lavando y enjuagando. Pensaba: “Este deber siempre lo cumplen hermanos y hermanas mayores. Si los hermanos y hermanas que me conocen se enteran de que soy cocinero, ¿quién me seguiría admirando?”. Estos pensamientos despertaban mi frustración reprimida y me hacían sentir realmente incómodo. Me di cuenta de que mi estado era incorrecto, y oré a Dios en mi corazón: “Dios mío, sé que Tu intención está en que este entorno me sobrevenga. ¡Te ruego que me guíes para poder someterme!”.

Después, reflexioné sobre mí mismo: “¿Por qué nunca quiero cumplir el deber de acogida?”. Un día, durante mis devocionales, leí un pasaje de las palabras de Dios que era muy pertinente a mi estado. Dios dice: “El aprecio de los anticristos por su reputación y estatus va más allá del de la gente normal y forma parte de su esencia-carácter; no es un interés temporal ni un efecto transitorio de su entorno, sino algo que está dentro de su vida, de sus huesos y, por lo tanto, es su esencia. Es decir, en todo lo que hacen los anticristos, lo primero en lo que piensan es en su reputación y su estatus, nada más. Para los anticristos, la reputación y el estatus son su vida y su objetivo durante toda su existencia. En todo lo que hacen, su primera consideración es: ‘¿Qué pasará con mi estatus? ¿Y con mi reputación? ¿Me dará una buena reputación hacer esto? ¿Elevará mi estatus en la opinión de la gente?’. Eso es lo primero que piensan, lo cual es prueba fehaciente de que tienen el carácter y la esencia de los anticristos; por eso consideran las cosas de esta manera. Se puede decir que, para los anticristos, la reputación y el estatus no son un requisito añadido y, ni mucho menos cosas que son externas a ellos de las que podrían prescindir. Forman parte de la naturaleza de los anticristos, los llevan en los huesos, en la sangre, son innatos en ellos. Los anticristos no son indiferentes a la posesión de reputación y estatus; su actitud no es esa. Entonces, ¿cuál es? La reputación y el estatus están íntimamente relacionados con su vida diaria, con su estado diario, con aquello que buscan día tras día. […] Se puede decir que, en el corazón de los anticristos, la búsqueda de la verdad en su fe en Dios es la búsqueda de reputación y estatus, y la búsqueda de reputación y estatus es también la búsqueda de la verdad; adquirir reputación y estatus supone adquirir la verdad y la vida. Si les parece que no tienen fama, provecho ni estatus, que nadie los respeta, los estima ni los sigue, se sienten muy decepcionados, creen que no tiene sentido creer en Dios, que no sirve de nada, y se dicen a sí mismos: ‘¿Es esa fe en dios un fracaso? ¿Acaso no estoy desprovisto de esperanza?’. A menudo sopesan estas cuestiones en su corazón. Sopesan cómo pueden hacerse un lugar en la casa de Dios, cómo pueden obtener una gran reputación en la iglesia, cómo pueden lograr que la gente los escuche cuando hablan y los apoye cuando actúan, cómo pueden hacer que la gente los siga sin importar donde estén, cómo pueden ser una voz influyente en la iglesia, así como fama, provecho y estatus; tales son las cosas en las que de verdad se concentran en su fuero interno, son las cosas que buscan(La Palabra, Vol. IV. Desenmascarar a los anticristos. Punto 9 (III)). Dios expone que los anticristos consideran el estatus y la reputación como si les fuera la vida en ello. Sin importar qué deberes cumplan los anticristos, nunca consideran los intereses de la casa de Dios. En cambio, solo consideran si pueden ganar prestigio y la admiración de los demás, y tan pronto como no pueden alcanzar reputación y estatus, es como si les hubieran arrebatado la vida. Esto lo determina la esencia de los anticristos. Mi comportamiento era el mismo que el de los anticristos expuestos por Dios. Creía que ser líder o cumplir deberes que tuvieran un componente técnico, o que fueran respetables y dieran prestigio, haría que la gente me admirara, y solo entonces la vida sería valiosa o significativa. En contraste, creía que cumplir el deber de acogida era inferior y que nadie me admiraría. Cuando me destituyeron de cumplir los deberes relacionados con textos, sentí como si me hubieran quitado la vida. Temía que mis hermanos y hermanas me menospreciaran si sabían que me habían reasignado debido a mi escaso calibre. Especialmente, cuando me pidieron que cumpliera el deber de acogida, me sentí completamente paralizado. Pensé en cómo, cuando antes había sido líder en la iglesia, a menudo me reunía y tenía pláticas con mis hermanos y hermanas, y ponía en marcha el trabajo, y a sus ojos, me habían considerado una persona talentosa. Pero ahora me había convertido en cocinero, y sentí que había perdido mi reputación por completo. Cada vez que pensaba en esto, me sentía sofocado, resentido y miserable y no podía someterme. Había un hermano que tenía ciertos problemas de salud y no podía consumir alimentos picantes y, en muchas ocasiones, me recordó que usara menos chiles. Esta era una petición razonable y algo que debería haber considerado como alguien que cumplía el deber de acogida, y debería haberlo aceptado. Pero no mostré consideración por él e incluso creí que me estaba menospreciando, así que le llevaba la contraria, e incluso descargué mi ira en mi deber. Había estado tan consumido por el estatus y la reputación que incluso había perdido la humanidad normal. No consideré cómo cumplir bien mi deber de acoger a mis hermanos y hermanas. Mi cabeza estaba llena de pensamientos sobre mi reputación y estatus, y constantemente quería eludir mi deber. ¡Realmente no tenía nada de conciencia ni humanidad! Oré a Dios en mi corazón, dispuesto a arrepentirme y a tratar mis deberes correctamente.

Un día, leí un pasaje de las palabras de Dios: “En estos asuntos en los que la gente no ha permanecido en el lugar que le corresponde ni ha logrado lo que debería; es decir, cuando fracasa en su deber, se convertirá en un nudo en su interior. Este es un problema sumamente práctico y que ha de resolverse. Entonces, ¿cómo se resuelve? ¿Qué clase de actitud debería adoptar la gente? Antes de nada, deben estar dispuestos a dar un giro. ¿Y cómo debería ponerse en práctica tal disposición? Por ejemplo, una persona que es líder durante un par de años, pero por su bajo calibre no hace bien su trabajo, no es capaz de ver ninguna situación con claridad, no sabe cómo usar la verdad para resolver los problemas ni realizar ninguna obra real, por lo que es relevada. Si después de que la destituyan es capaz de someterse, continúa cumpliendo su deber y está dispuesta a dar un giro, ¿qué debería hacer? Para empezar, ha de entender lo siguiente: ‘Dios tenía razón al hacer lo que hizo. Mi calibre es demasiado pobre, durante mucho tiempo no he hecho obra real y, en su lugar, solo he demorado la obra de la iglesia y la entrada en la vida de los hermanos y hermanas. Tengo suerte de que la casa de Dios no me expulsara enseguida. He sido bastante desvergonzado por haberme aferrado a mi puesto todo este tiempo e incluso creer que había hecho un gran trabajo. ¡Qué poco razonable por mi parte!’. ¿Sentir odio por uno mismo y una sensación de remordimiento es una expresión de la voluntad de dar un giro? Si es capaz de decirlo, significa que está dispuesto. Puede que diga en su interior: ‘Durante mucho tiempo, siempre me he esforzado desde mi posición de líder para obtener los beneficios del estatus; siempre predicaba doctrina y me equipaba con ella; no me esforzaba por entrar en la vida. Solo ahora que me han sustituido me doy cuenta de lo inadecuado que soy y de mis carencias. Dios hizo lo correcto y he de someterme. Antes tenía estatus y los hermanos y hermanas me trataban bien; me rodeaban allá donde iba. Ahora nadie me presta atención y me han abandonado; esto es lo que me toca, es la retribución que merezco. Además, ¿cómo iba un ser creado a tener estatus alguno ante Dios? Por muy alto que sea el estatus de alguien, no es ni el desenlace ni el destino; Dios me encomienda una comisión no para que pueda mandonear ni disfrutar de mi estatus, sino para que cumpla mi deber, y debería hacer todo lo que me sea posible. He de tener una actitud de sumisión ante la soberanía de Dios y las disposiciones de la casa de Dios. Aunque la sumisión pueda ser ardua, debo someterme; Dios tiene razón al hacer lo que hace e, incluso suponiendo que yo tuviera miles o decenas de miles de excusas, ninguna de ellas sería la verdad. ¡Someterse a Dios es la verdad!’. Esas son expresiones exactas de la voluntad de dar un giro. Y, si alguien las poseyera todas, ¿cómo calificaría Dios a tal persona? Diría que se trata de alguien con conciencia y razón. ¿Se trata de una valoración elevada? No demasiado; solo con tener conciencia y razón no se llega a los estándares para ser hecho perfecto por Dios, pero, en lo que concierne a este tipo de persona, no es un logro pequeño. Ser capaz de someterse es valioso. Después de esto, la manera en que la persona busca hacer que Dios cambie Su punto de vista sobre ella depende del camino que elija(La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Solo si se resuelven las propias nociones es posible emprender el camino correcto de la fe en Dios (3)). Después de leer las palabras de Dios, me sentí avergonzado y culpable. Cuando a una persona se le reasigna su deber o se la destituye, quien tiene conciencia y razón es capaz de reflexionar sobre sus deficiencias y entenderlas, y tiene una actitud de sumisión a Dios. Aceptan sin tratar de justificarse ni negociar condiciones, y desean enmendarse. Pensé en cómo tenía un calibre deficiente y no estaba a la altura de cumplir los deberes relacionados con textos. Después de meses de cumplir mi deber, no había logrado ningún resultado, y el hecho de que ajustaran mi deber fue algo enteramente de acuerdo al principio-verdad. Además, si hubiera continuado cumpliendo ese deber, habría retrasado el trabajo, y mi falta de calibre habría afectado mi estado y habría provocado que me sintiera negativo. Esta disposición fue beneficiosa tanto para el trabajo de la iglesia como para mí mismo. Sin embargo, no supe agradecer a Dios, e incluso me volví negativo y me quejé, creyendo que cumplir el deber de acogida me rebajaba completamente, como si estuviera siendo enormemente humillado. Todos los días, cumplía mi deber de mala gana. Mi calibre era deficiente, pero la casa de Dios no me había eliminado, y en cambio me había dado otra oportunidad de cumplir mi deber. Esta fue la gracia de Dios, y debería haber agradecido a Dios y haberlo aceptado y someterme incondicionalmente. Pero sin saber lo que era bueno para mí, fui negativo, trabajé con desgana, y me sentí indignado y reacio a aceptar. ¡Realmente no tenía ni pizca de conciencia ni razón!

Después, reflexioné sobre mí mismo: ¿Por qué siempre estaba limitado por el estatus y el orgullo en mi deber? Leí un pasaje de las palabras de Dios y encontré la raíz que causaba mi problema. Dios dice: “¿Queréis siempre desplegar vuestras alas y emprender el vuelo, deseáis siempre volar solos, ser un águila y no un pajarito? ¿Qué carácter es ese? ¿Se trata del principio de conducta propia? Vuestra conducta propia debe basarse en las palabras de Dios; solo estas son la verdad. Habéis sido corrompidos demasiado profundamente por Satanás, y siempre tomáis la cultura tradicional —las palabras de Satanás— como la verdad, como el objeto de vuestra búsqueda, lo que os facilita tomar la senda equivocada, caminar por la senda de la resistencia a Dios. Los pensamientos y puntos de vista de la humanidad corrupta y las cosas por las que se esfuerzan son contrarios a los deseos de Dios, a la verdad y a las leyes de la soberanía de Dios sobre todo, Su instrumentación de todo y Su control sobre el porvenir de la humanidad. Por lo tanto, no importa lo apropiado y razonable que resulte este tipo de búsqueda según los pensamientos y nociones humanas, desde la perspectiva de Dios, no son cosas positivas, y no concuerdan con Sus intenciones. Como vas en contra del hecho de la soberanía de Dios sobre el porvenir de la humanidad, y dado que quieres ir en solitario, llevando tu porvenir en tus propias manos, siempre te topas con las paredes, tan fuerte que te brota sangre de la cabeza y nada te sale bien. ¿Por qué nada te sale bien? Porque las leyes que Dios estableció son inalterables para cualquier ser creado. La autoridad y el poder de Dios están por encima de todo, son inviolables para cualquier ser creado. La gente confía demasiado en sus propias capacidades. ¿Qué es lo que hace que la gente siempre desee liberarse de la soberanía de Dios, quiera apoderarse de su propio porvenir, planificar su propio futuro y controlar sus perspectivas, su dirección y sus objetivos vitales? ¿De dónde proviene este punto de partida? (De un carácter satánico corrupto). Así pues, ¿qué les trae a las personas un carácter satánico corrupto? (Oposición a Dios). ¿Qué surge de que las personas se opongan a Dios? (Dolor). ¿Dolor? ¡Destrucción! El dolor no es ni la mitad. Lo que ves ante tus ojos es dolor, negatividad, debilidad, resistencia y quejas. ¿Qué consecuencia traerán estas cosas? ¡La aniquilación! Esto no es un asunto menor ni un juego(La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Un carácter corrupto solo se puede corregir aceptando la verdad). A partir de las palabras de Dios entendí que principalmente había estado atado por venenos satánicos como: “El hombre deja su reputación allá por donde va, de la misma manera que un ganso grazna allá por donde vuela” y “El hombre lucha hacia arriba; el agua fluye hacia abajo”, y que constantemente vivía por la fama y el provecho. Cuando era joven, tenía un fuerte deseo de reputación y estatus. Dejé la escuela en mi adolescencia. En ese tiempo, vi a mucha gente trabajando como albañiles, y me dije a mí mismo: “¡Incluso si muero de pobreza, nunca seré albañil!”. Pensaba así porque creía que ese era un trabajo hecho por personas sin habilidades y sin perspectivas. Realmente envidiaba a aquellos que hacían grandes negocios, se vestían respetablemente y, donde quiera que iban, los admiraban y envidiaban. Más tarde, empecé a aprender a hacer negocios, y todos los aldeanos me elogiaban, diciendo: “Este chico tiene agallas. Definitivamente tendrá un futuro brillante”. Me puse muy contento al oír esto. Desde entonces, en todo lo que hacía, tenía que considerar si era respetable o no y si haría que la gente me admirara. Después de encontrar a Dios, continué viviendo según estos venenos satánicos. Pensaba que si una persona creía en Dios y era un creyente común que cumplía un deber que solo requería esfuerzo físico, esto no tenía valor, así que busqué convertirme en líder, o cumplir un deber que tuviera un componente técnico, fuera destacado y que hiciera que la gente me envidiara y admirara. Pensaba que solo estas cosas eran valiosas y significativas. Por lo tanto, al cumplir mi deber, era muy activo y capaz de hacer sacrificios y renuncias. Recordé cuando antes había sido líder, y cómo mis hermanos y hermanas me admiraban dondequiera que iba. En particular, cuando me pedían que me reuniera y tuviera pláticas con ellos más a menudo, me ponía tan contento que no sabía ni qué decir. Era lo mismo cuando cumplía mi deber como predicador. Cada vez que iba a una iglesia, los hermanos y hermanas se alegraban mucho de verme, y también sentía que era bien visto, y estaba muy motivado para cumplir mi deber. Aunque corría de un lado a otro entre varias iglesias, no me sentía cansado. Sin embargo, cuando me pidieron que cumpliera el deber de acogida, me desinflé como un globo. Sentía que cumplir este deber era inferior, así que me sentí reacio y me quejé en mi corazón, y fui negativo y holgazaneé al cumplir mi deber. Cuando cocinaba, o hacía demasiada comida y sobraba, o muy poca y no alcanzaba. A veces, veía algunas sobras y simplemente preparaba una comida con ellas de manera superficial, sin importarme si mis hermanos tenían suficiente para comer o no. Al cocinar, no consideraba la salud de mi hermano, y cuando él me volvía a recordar, me molestaba. Cuando estaba de mal humor, ni siquiera limpiaba. Al vivir según estos venenos satánicos, me volví cada vez más carente de razón y humanidad normal. Si no me arrepentía, entonces no solo mis hermanos y hermanas desarrollarían aversión hacia mí, sino que Dios también estaría descontento y, con el tiempo, el Espíritu Santo me abandonaría. Cuando entendí esto, sentí un poco de miedo, así que oré a Dios para que Él me guiara a someterme a Su orquestación y Sus arreglos y a cumplir bien mi deber.

Más tarde, leí otros dos pasajes de las palabras de Dios. Solo entonces entendí cómo tratar mis deberes. Dios dice: “En la casa de Dios, cuando se dispone que hagas algo, ya sea que implique alguna penuria o trabajo extenuante, y sea que te agrade o no, es tu deber. Si puedes considerarlo una comisión y responsabilidad que Dios te ha dado, entonces eres relevante en Su obra de salvar al hombre. Y si lo que haces y el deber que cumples son relevantes para la obra de Dios de salvar al hombre, y puedes aceptar seria y sinceramente la comisión que Dios te ha dado, ¿cómo te considerará Él? Te considerará un miembro de Su familia. ¿Es eso una bendición o una maldición? (Una bendición). Es una gran bendición(La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. ¿Cuál es el adecuado cumplimiento del deber?). “¿Cuál es vuestra función como seres creados? Esto se relaciona con la práctica y el deber de una persona. Eres un ser creado, y si Dios te dio el don del canto y la casa de Dios dispone que cantes, debes cantar bien. Si tienes el don de predicar el evangelio y la casa de Dios dispone que prediques el evangelio, entonces debes hacerlo bien. Cuando el pueblo escogido de Dios te elige como líder, debes asumir la comisión de liderazgo y conducir al pueblo escogido de Dios para que coma y beba Sus palabras, comparta la verdad y entre en la realidad. Así, habrás cumplido bien con tu deber. ¡La comisión que Dios le da al hombre es sumamente importante y significativa! Así pues, ¿cómo debes asumir esta comisión y cumplir con tu función? Esta es una de las cuestiones más importantes que enfrentas, y debes elegir. Podría decirse que este es un momento crucial que determina si puedes obtener la verdad y ser perfeccionado por Dios(La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Solo al entender la verdad se pueden conocer los hechos de Dios). A partir de las palabras de Dios entendí que no hay distinción entre grande y pequeño, alto y bajo, o noble y humilde en los deberes en la casa de Dios. Todo tipo de deber surge de la obra de Dios para salvar a la humanidad. No importa qué deber cumplas o si puedes destacar o no, si puedes aceptar sinceramente tu deber, tratarlo con seriedad, desempeñar tu función según las exigencias de Dios y cumplir bien tu deber con los pies en la tierra, entonces, Dios estará satisfecho. Sin embargo, yo consideraba que ser líder o cumplir un deber relacionado con textos o un deber con un componente técnico eran deberes de alto nivel. Creía que las personas que cumplían este tipo de deber serían objeto de la salvación de Dios, mientras que aquellos que acogían y hacían recados solo se esforzaban y rendían servicio. Dividí los deberes de la casa de Dios en altos y bajos, nobles y humildes y en varios grados. Esta opinión era realmente absurda y violaba completamente la verdad. Pensé en cómo no tenía las habilidades ni el calibre para cumplir el deber relacionado con textos. Si me obligaba a cumplir ese deber para guardar las apariencias, entonces no solo no lograría ningún resultado, sino que también fácilmente me volvería negativo, lo cual no tendría ningún beneficio para mi propia vida y además obstaculizaría el trabajo de la iglesia. La iglesia dispuso que cumpliera el deber de acogida. Este es un deber que soy capaz de hacer. Es el deber que me corresponde hacer y la responsabilidad con la que debo cumplir y debería aceptarlo y someterme. Solo entonces tendría la conciencia y la razón que debería tener.

Más tarde, también me di cuenta de que tenía una opinión falaz, creyendo que si uno cumplía un deber importante, tendría un estatus elevado, y que si cumplía un deber discreto, tendría un estatus bajo. Un día, leí un pasaje de las palabras de Dios que transformó mi opinión falaz. Dios dice: “Si alguien tiene un estatus social muy bajo, una familia muy pobre y un bajo nivel de educación, pero cree en Dios con los pies en la tierra, ama la verdad y las cosas positivas, a los ojos de Dios, ¿es su valor alto o bajo, es noble o humilde? Es valioso. Viéndolo desde esta perspectiva, ¿de qué depende el valor de alguien, independientemente de que este sea alto o bajo, noble o humilde? Depende de cómo te ve Dios. Si Dios te ve como alguien que persigue la verdad, entonces tienes valía y eres valioso: eres un recipiente valioso. Si Dios ve que no persigues la verdad y que no te entregas sinceramente a Él, eres despreciable y careces de valor: eres un recipiente insignificante. No importa cuán educado seas o cuán alto sea tu estatus en la sociedad, si no persigues ni entiendes la verdad, tu valía nunca podrá ser alta; incluso si muchas personas te apoyan, te exaltan y te adoran, sigues siendo un desgraciado deleznable. […] Viéndolo ahora, ¿cuál es la base para definir si el valor de alguien es noble o insignificante? (Es su actitud hacia Dios, la verdad y las cosas positivas). Así es. Primero, uno debe entender cuál es la actitud de Dios. Entender la actitud de Dios y comprender los principios y criterios según los cuales Él emite un veredicto sobre las personas, y luego medirlas con base en los principios y criterios por los cuales Dios las trata: solo esto es lo más preciso, apropiado y justo(La Palabra, Vol. IV. Desenmascarar a los anticristos. Punto 7: Son perversos, insidiosos y falsos (I)). A partir de las palabras de Dios entendí que el que una persona sea noble en la casa de Dios no depende de si tiene estatus o no, ni de si alguien la admira o la adora. En cambio, depende de si las personas aman la verdad y si también la persiguen. Si una persona no persigue la verdad ni la ama, entonces por más elevado que sea su estatus y por mucha gente que se le acerque y la adore, no solo no vale nada, sino que también será revelada y descartada por disfrutar de los beneficios del estatus. Incluso si una persona no tiene ningún estatus y nadie lo admira, si ama la verdad, tiene un corazón temeroso de Dios y puede creer en Él y cumplir su deber con los pies en la tierra, esa persona es valiosa a los ojos de Dios. En el pasado, siempre pensé que los deberes de acogida y de asuntos generales eran trabajos que implicaban esfuerzo, con bajo estatus y que nadie admiraba, y que, por muy bien que uno los cumpliera, no serviría de nada. Por lo tanto, tenía miedo de cumplir este tipo de deber, y solo buscaba ser líder o cumplir un deber con un componente técnico. ¡Ahora me daba cuenta de cuán absurda era mi opinión! Pensé en cómo Pablo perseguía con ahínco estar por encima de todos los demás apóstoles. Viajó por la mayor parte de Europa para predicar el evangelio y también escribió muchas cartas, lo que le ganó la admiración y la adoración de todos. Sin embargo, no obtuvo la verdad y la vida, y tenía un carácter corrupto hasta la médula. Al final, incluso dijo algo tan presuntuoso y traicionero como “Para mí el vivir es Cristo”, lo que lo convirtió en un anticristo y terminó siendo castigado por Dios. ¿No estaba yo recorriendo también el camino de Pablo? Si no daba un giro, al final mi desenlace sería el mismo que el de Pablo. Tenía que arrepentirme y dar un giro rápidamente. Después de eso, pude tratar el deber de acogida con esmero, y todos los días reflexionaba sobre cómo cumplir bien este deber y acoger bien a mis hermanos y hermanas. Ya no me sentía inferior.

Pensándolo bien, durante el tiempo que he estado cumpliendo el deber de acogida, he aprendido cómo vivir con humanidad normal y cómo someterme a la orquestación y los arreglos de Dios, y he entendido mi propio carácter corrupto. Todas estas lecciones no las podría haber aprendido nunca si no hubiese cumplido el deber de acogida. ¡Agradezco a Dios desde el fondo de mi corazón!

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