80. Después de que mi esposo se enfermó
En agosto de 2001, una hermana me dio testimonio de que Dios se había hecho carne por segunda vez para hacer Su obra de juicio, para purificar y transformar el carácter corrupto de la humanidad y, finalmente, para llevar a la gente al maravilloso reino. Me emocioné mucho al oír esto. Después de investigar por un tiempo, acepté la obra de Dios Todopoderoso de los últimos días. A partir de entonces, asistí activamente a las reuniones y cumplí con mis deberes. Más tarde, me eligieron líder en la iglesia. En aquel tiempo, mi esposo a menudo intentaba evitar que yo creyera en Dios y cumpliera mi deber, pero eso nunca obstaculizó mis deberes. Me pasaba el día de un lado para otro en la iglesia. Durante el día, iba a cada grupo para tener charlas con los hermanos y hermanas y resolver las dificultades de su entrada en la vida. Por la noche, apoyaba y ayudaba a los hermanos y hermanas que estaban negativos y débiles. Mi esposo no había ganado mucho dinero antes, pero en esa época tenía buenos ingresos y no tardamos mucho en juntar algunos ahorros. Yo estaba muy contenta. Pensé: “Ahora, al cumplir mi deber, tengo la gracia y la bendición de Dios, y en el futuro también podré entrar en el reino. Debo cumplir mi deber como es debido, y Dios no me tratará injustamente; bendecirá a mi familia para que nuestra vida sea cada vez mejor”. Sin embargo, justo cuando estaba haciendo mis planes, ocurrió algo inesperado.
Después de un tiempo, mi esposo se quejaba constantemente de un dolor lumbar, así que fue a hacerse una radiografía. El médico dijo: “Tiene una hernia de disco y espolones óseos en la columna. Si se agrava, podría comprimirle los nervios y causarle parálisis. Ya no debería trabajar y necesita tratamiento urgente”. Me quedé impactada al oír esto. Pensé para mis adentros: “Debemos mucho dinero por la casa nueva que acabamos de construir, y todavía no hemos puesto ni las puertas ni las ventanas. Nuestra hija está en la universidad y también necesita dinero. Yo, como líder de la iglesia, estoy muy ocupada y no tengo tiempo para ganar dinero. Solo nuestro hijo de catorce años está aprendiendo a decorar, pero es joven y todavía es un aprendiz, gana muy poco al mes. ¿Cómo vamos a cubrir los gastos de la familia en el futuro?”. Me sentí un poco preocupada. Sin embargo, al pensar en lo ocupada que estaba todo el día cumpliendo mi deber en la iglesia, pensé que Dios no ignoraría las dificultades de mi familia y que la enfermedad de mi esposo quizás se curaría tras un período de recuperación. Al pensar esto, mis preocupaciones internas disminuyeron mucho.
Pasó más de un año en un abrir y cerrar de ojos. Mi esposo se aplicaba continuamente emplastos medicinales, pero su enfermedad no mejoraba, y los médicos tampoco tenían ningún tratamiento eficaz. Yo estaba muy ansiosa por dentro. No podía evitar pensar: “¿Cuándo mejorará la enfermedad de mi esposo? Si no estuviera tan ocupada con mi deber, podría ganar algo de dinero para mantener a la familia. Pero estoy ocupada con los asuntos de la iglesia todo el día y no tengo tiempo para ganar dinero. ¿Por qué Dios no protege a mi familia? ¿Por qué la enfermedad de mi esposo no mejora? Con todas estas dificultades en casa ante mí, ¿cómo puedo dedicar el corazón por completo a mi deber?”. Cuanto más lo pensaba, más me angustiaba. Sentía que la ansiedad me quemaba por dentro. A veces, de verdad no podía soportarlo más y lloraba a escondidas. Sabía que no debía quejarme de Dios, pero no podía controlar mis emociones y vivía en medio del dolor y el tormento todo el día. Vi que al esposo de la hermana con la que cooperaba le iba muy bien ganando dinero, y que ella vivía cómodamente y sin limitaciones económicas, así que sentí que no era justo. Pensé: “Yo cumplo mis deberes con más dedicación que ella, entonces, ¿por qué mi familia está en esta situación? ¿Por qué Dios les concede Su gracia a ellos y a mí no? ¿Será que no le agrado a Dios? Dios no bendice a mi familia aunque yo pague un precio y me entregue de esta forma, entonces, ¿para qué ser tan activa?”. Sin embargo, luego pensé: “¿Acaso Dios me está probando? Si sigo cumpliendo activamente con mis deberes, quizás Dios bendiga a mi familia cuando vea mi lealtad. Si cumplo mi deber de manera superficial, ¿qué haré si Dios me ignora en el futuro?”. Así que me dije a mí misma que no podía ser negligente y que tenía que cumplir mi deber como era debido. Seguí ocupada todo el día cumpliendo mi deber. Sin embargo, después de un tiempo, la condición de mi esposo no había mejorado y los problemas de mi familia seguían sin resolverse. Mi corazón estaba aún más confundido y angustiado, y sentía que realmente no había salida. Sentía el corazón amargo como la hiel. En una reunión, mencioné mis dificultades en casa. Con el rostro cubierto de angustia, me quejé: “Parece que todos ustedes están en el cielo, pero yo siento que me atormentan tanto que estoy en el infierno”. Mi hermana me podó con severidad, diciendo: “¿No te estás quejando de que Dios no es justo?”. Las palabras de mi hermana me impactaron hasta lo más profundo. ¿Acaso no me estaba quejando de Dios otra vez? Recordé las palabras de Dios: “Cada queja tuya deja mancha ¡y es un pecado que no se puede borrar!” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Al creer en Dios, lo más crucial es recibir la verdad). Al darme cuenta de la gravedad del problema, bajé rápidamente la cabeza y dejé de hablar. Cuando llegué a casa, me arrodillé ante Dios y sollocé en oración: “Dios, sé que no debo quejarme cuando a mi familia le sobrevienen dificultades, pero no sé cuál es Tu intención ni cómo experimentar esto. Dios, te pido que me esclarezcas y me guíes para que pueda conocer Tu obra y entender Tu intención”.
Un día, escuché un himno de las palabras de Dios titulado “El propósito de la obra de refinamiento de Dios”:
1 Para todas las personas, el refinamiento es penosísimo y muy difícil de aceptar, sin embargo, es durante el refinamiento cuando Dios revela el carácter justo que tiene hacia el hombre y hace público lo que le exige y le provee mayor esclarecimiento, además de una poda más práctica. Por medio de la comparación entre los hechos y la verdad, el hombre adquiere un mayor conocimiento de sí mismo y de la verdad y una mayor comprensión de las intenciones de Dios, permitiéndole así tener un amor más sincero y puro por Dios. Esas son las metas que tiene Dios cuando lleva a cabo la obra de refinamiento.
2 Toda la obra que Dios realiza en el hombre tiene sus propias metas y significado; Él no obra sin sentido ni tampoco hace una obra que no sea beneficiosa para el hombre. El refinamiento no implica quitar a las personas de delante de Dios ni tampoco destruirlas en el infierno. En cambio, consiste en cambiar el carácter del hombre durante el refinamiento, cambiar sus intenciones y sus antiguos puntos de vista, cambiar su amor por Dios y toda su vida. El refinamiento es una prueba práctica del hombre y un tipo de formación práctica; solo durante el refinamiento puede el amor del hombre cumplir su función inherente.
La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Solo experimentando el refinamiento puede el hombre poseer el verdadero amor
Mientras escuchaba este himno, mi corazón de repente se iluminó, y lo escuché varias veces. En particular, Dios decía: “Él no obra sin sentido ni tampoco hace una obra que no sea beneficiosa para el hombre. El refinamiento no implica quitar a las personas de delante de Dios ni tampoco destruirlas en el infierno. En cambio, consiste en cambiar el carácter del hombre durante el refinamiento, cambiar sus intenciones y sus antiguos puntos de vista, cambiar su amor por Dios y toda su vida” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Solo experimentando el refinamiento puede el hombre poseer el verdadero amor). Mientras reflexionaba sobre las palabras de Dios, entendí que, sin importar los entornos insatisfactorios que Dios te depare, su objetivo no es descartarte, sino purificar y transformar tu carácter corrupto, y ayudarte a entender Su carácter y Su obra. Cuando conoces a Dios, puedes someterte a Su obra. Entonces me di cuenta de que la intención de Dios detrás de que mi esposo estuviera tanto tiempo aquejado por su lesión de espalda era que yo buscara la verdad y aprendiera lecciones en ese entorno, para que mi carácter corrupto pudiera ser purificado y transformado. Recordé cuando acepté por primera vez la nueva obra de Dios. Sabía que, en los últimos días, Dios hace Su obra de juicio y purificación, pero yo seguía buscando obtener gracia y bendiciones como en la Era de la Gracia, queriendo que Dios sanara la enfermedad de mi esposo. Cuando la situación no mejoraba, me quejaba de Dios y vivía en la negatividad y el malentendido. Yo misma me había causado todo este sufrimiento. Todo fue provocado por mi falta de entendimiento de la obra de Dios y porque estaba recorriendo la senda equivocada en mi fe en Él. Cuando entendí esto, el dolor en mi corazón disminuyó mucho.
Más tarde, pensé en cómo Dios expone que la gente lo trata como un cuerno de la abundancia, una navaja suiza, y busqué las palabras de Dios para leerlas. Dios dice: “Como las personas actuales no poseen la misma humanidad que Job, ¿qué hay de su esencia-naturaleza, y de su actitud hacia Dios? ¿Temen a Dios? ¿Se apartan del mal? Los que no temen a Dios ni se apartan del mal solo pueden definirse con tres palabras: ‘enemigos de Dios’. Pronunciáis a menudo estas tres palabras, pero nunca habéis conocido su verdadero significado. Tienen contenido en sí mismas: no están diciendo que Dios vea al hombre como enemigo, sino que es el hombre quien le ve a Él así. Primero, cuando las personas comienzan a creer en Él, ¿quién de ellas no tiene sus propios objetivos, motivaciones y ambiciones? Aunque una parte de ellas crea en la existencia de Dios y la haya visto, su creencia en Él sigue conteniendo esas motivaciones, y su objetivo final es recibir Sus bendiciones y las cosas que desean. En sus experiencias vitales piensan a menudo: ‘He abandonado a mi familia y mi carrera por Dios, ¿y qué me ha dado Él? Debo sumarlo todo y confirmarlo: ¿He recibido bendiciones recientemente? He dado mucho durante este tiempo, he corrido y corrido, y he sufrido mucho; ¿me ha dado Dios alguna promesa a cambio? ¿Ha recordado mis buenas obras? ¿Cuál será mi final? ¿Puedo recibir Sus bendiciones?…’. Toda persona hace constantemente esas cuentas en su corazón y le pone exigencias a Dios con sus motivaciones, sus ambiciones y una mentalidad transaccional. Es decir, el hombre incesantemente está verificando a Dios en su corazón, ideando planes sobre Él, defendiendo ante Él su propio final, tratando de arrancarle una declaración y ver si Él puede o no darle lo que quiere. Al mismo tiempo que busca a Dios, el hombre no lo trata como tal. El hombre siempre ha intentado hacer tratos con Él, exigiéndole cosas sin cesar, y hasta presionándolo a cada paso, tratando de tomar el brazo cuando le dan la mano. A la vez que intenta hacer tratos con Dios, también discute con Él, e incluso hay personas que, cuando les sobrevienen las pruebas o se encuentran en ciertas circunstancias, con frecuencia se vuelven débiles, negativas y holgazanas en su trabajo, y se quejan mucho de Él. Desde el momento que empezó a creer en Él por primera vez, el hombre lo ha considerado una cornucopia, una navaja suiza, y se ha considerado Su mayor acreedor, como si tratar de conseguir bendiciones y promesas de Dios fuera su derecho y obligación inherentes, y las responsabilidades a cargo de Dios fueran protegerlo, cuidar de él y proveer para él. Tal es el entendimiento básico de la ‘creencia en Dios’ de todos aquellos que creen en Él, y su comprensión más profunda del concepto de creer en Él” (La Palabra, Vol. II. Sobre conocer a Dios. La obra de Dios, el carácter de Dios y Dios mismo II). “Esperas que tu fe en Dios no acarree ningún reto o tribulación ni la más mínima dificultad. Siempre buscas aquellas cosas que no tienen valor y no le otorgas ningún valor a la vida, poniendo en cambio tus propios pensamientos extravagantes antes que la verdad. ¡Eres tan despreciable! Vives como un cerdo, ¿qué diferencia hay entre tú y los cerdos y los perros? ¿No son bestias todos los que no persiguen la verdad y, en cambio, aman la carne? ¿No son cadáveres vivientes todos esos muertos sin espíritu? ¿Cuántas palabras se han hablado entre vosotros? ¿Se ha hecho solo un poco de obra entre vosotros? ¿Cuánto he provisto entre vosotros? ¿Y por qué no lo has obtenido? ¿De qué tienes que quejarte? ¿No será que no has obtenido nada porque estás demasiado enamorado de la carne? ¿Y no es porque tus pensamientos son muy extravagantes? ¿No es porque eres muy estúpido?” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Las experiencias de Pedro: su conocimiento del castigo y del juicio). Cuando leí lo que las palabras de Dios exponían, sentí que me traspasaban el corazón. Me di cuenta de que, en mi fe en Dios y en el cumplimiento de mi deber, no estaba siguiendo a Dios con sinceridad en absoluto. Había pensado que, al creer en Dios, no solo podría disfrutar de Su gracia y bendiciones, sino que Él también promete que la gente puede ser salva y entrar en el reino. Por lo tanto, creía que mientras cumpliera mi deber correctamente, Dios no me trataría injustamente, me concedería abundantes bendiciones y gracia, me protegería de desastres y desgracias, y mantendría a mi familia sana y salva. Había estado cumpliendo mi deber con estas intenciones incorrectas. Para empezar, cuando mi esposo tuvo la hernia de disco y el médico dijo que si se agravaba quedaría paralizado, yo creía que mientras cumpliera mis deberes activamente, Dios no me trataría injustamente y no pasaría mucho tiempo antes de que la enfermedad de mi esposo se curara. Por eso, mi entusiasmo por cumplir mis deberes no disminuyó. Sin embargo, cuando mi esposo seguía sin mejorar y mi familia comenzó a enfrentar dificultades económicas, mientras los hermanos y hermanas a mi alrededor disfrutaban de una vida superior y cómoda, sentí que no era justo y me quejé de que Dios no me bendecía, y ya no era tan activa en cumplir mi deber como antes. Pero luego me preocupé de que Dios estuviera probando mi lealtad hacia Él, y que si era negligente con el trabajo, no recibiría Su gracia y bendiciones, así que no tuve más remedio que seguir cumpliendo mi deber. Después de un tiempo, la condición de mi esposo seguía sin mejorar, y las dificultades de mi vida no se habían resuelto. En mi corazón, me quejaba de Dios aún más, e incluso desahogué mi descontento con Él delante de mis hermanas, quejándome de que Dios no era justo conmigo. La fealdad de mi intento de negociar con Dios quedó completamente al descubierto, ¡y yo había sido totalmente puesta en evidencia! Durante los años en que mi esposo estuvo enfermo, no había buscado la verdad ni aprendido lecciones. En cambio, vivía constantemente en la negatividad, quejándome de Dios y malinterpretándolo. Aunque cumplía mi deber, solo intentaba negociar con Dios a cambio de sus bendiciones, tratándolo como un cuerno de la abundancia, una navaja suiza. En el pasado, había pensado que era bastante activa en mis deberes. Nunca los descuidé, sin importar si mi esposo me pedía que fuera a ganar dinero o si estaba enfermo, e incluso logré algunos resultados en mi trabajo. Como consecuencia, me puse la etiqueta de ser una persona leal a Dios y que creía verdaderamente en Él. ¡Carecía totalmente de autoconciencia! Los que son leales a Dios son aquellos que cumplen bien su deber con todo su corazón y su mente, y que no se quejan en absoluto, sin importar si Dios los bendice o no. Tomemos a Job como ejemplo. Ya fuera que Dios le diera o le quitara, Job fue capaz de someterse a Dios y alabar siempre Su nombre. Sin importar cómo lo tratara Dios, Job no tenía exigencias propias. Esto es lo que realmente significa ser una persona leal a Dios. Yo creía en Dios y cumplía mi deber solo para obtener beneficios de Él. No tenía ninguna lealtad ni sinceridad en absoluto; era una oportunista hipócrita. Que yo creyera en Dios y lo siguiera era falso; lo único genuino era mi exigencia de gracia y bendiciones. Valoraba estas cosas materiales por encima de todo y le exigía constantemente a Dios gracia y bendiciones. Yo no era una persona que creyera verdaderamente en Dios en absoluto, y realmente estaba provocando Su aborrecimiento y Su repugnancia. Si Dios no me hubiera puesto en evidencia de esta manera, nunca habría visto claramente mi verdadero yo.
A continuación, leí más palabras de Dios: “Durante muchos años, los pensamientos en los que se han apoyado las personas para sobrevivir han corroído sus corazones hasta el punto de volverse astutas, cobardes y despreciables. No solo carecen de fuerza de voluntad y determinación, sino que también se han vuelto avariciosos, arrogantes y caprichosos. Carecen absolutamente de cualquier determinación que trascienda el yo, más aún, no tienen ni una pizca de valor para sacudirse la esclavitud de esas influencias oscuras. Los pensamientos y la vida de las personas están tan podridos que sus perspectivas de creer en Dios siguen siendo insoportablemente horribles, e incluso cuando las personas hablan de sus perspectivas de la creencia en Dios, oírlas es sencillamente insufrible. Todas las personas son cobardes, incompetentes, despreciables y frágiles. No sienten repugnancia por las fuerzas de la oscuridad ni amor por la luz y la verdad, sino que se esfuerzan al máximo por expulsarlas” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. ¿Por qué no estás dispuesto a ser un contraste?). “Los que nacieron en la tierra más profundamente corrompida de todas son aún más ignorantes sobre lo que Dios es o sobre lo que significa creer en Dios. Mientras más corruptas sean las personas, menos saben sobre la existencia de Dios, y más pobres son su razonamiento y su percepción. La fuente de oposición y rebeldía del hombre contra Dios es el haber sido corrompido por Satanás. Debido a la corrupción de Satanás, la conciencia del hombre se ha insensibilizado; se ha vuelto inmoral, sus pensamientos son degenerados, y ha desarrollado una actitud mental retrógrada. Antes de ser corrompido por Satanás, el hombre se sometía a Dios de manera natural y se sometía a Sus palabras después de oírlas. Por naturaleza tenía una razón y una conciencia sanas y una humanidad normal. Después de haber sido corrompido por Satanás, la razón, la conciencia y la humanidad originales del hombre se fueron insensibilizando y fueron mermados por Satanás. Debido a ello, el hombre ha perdido su sumisión y amor a Dios. La razón del hombre se ha vuelto aberrante, su carácter se ha vuelto como el de un animal y su rebeldía hacia Dios es cada vez más frecuente y grave. Sin embargo, el hombre todavía no conoce ni reconoce esto, y meramente se opone y se rebela con persistencia. El carácter del hombre se revela en las expresiones de su razón, su percepción y su conciencia; debido a que su razón y su percepción son defectuosas y su conciencia se ha vuelto sumamente insensible, entonces su carácter se rebela contra Dios” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Tener un carácter invariable es estar enemistado con Dios). Mientras reflexionaba sobre las palabras de Dios, entendí que es Satanás quien corrompe y corroe la mente de las personas. Todos viven según filosofías satánicas como “Cada hombre para sí mismo, y sálvese quien pueda”, “el lucro es lo primero” y “nunca salir perdiendo”, con lo que se vuelven egoístas y despreciables y no tienen en cuenta la conciencia en absoluto. En todo lo que hacen, piensan primero en su propio beneficio. Si algo les beneficia, lo hacen; si no, no. Yo también había sido profundamente corrompida por estos pensamientos e ideas satánicos. Cuando vi que, por creer en Dios y cumplir mi deber, tenía Su cuidado y protección, y que la vida de mi familia parecía mejorar, creí que todo eran bendiciones de Dios que había obtenido por ser leal en mi deber, y que mientras siguiera cumpliendo activamente mi deber de esa manera, también podría recibir la salvación y entrar en el reino en el futuro. Cuando mi esposo se enfermó y mi familia tuvo dificultades económicas, malinterpreté a Dios y me quejé de Él, y quise cumplir mi deber de manera superficial. Los hechos revelaron que no tenía ninguna sinceridad al cumplir mi deber. Todo lo que hacía era intentar engañar a Dios y diseñar planes en Su contra, intentando en vano sonsacarle bendiciones a través del cumplimiento de mi deber. Dios mismo se hizo carne y expresa la verdad para salvarnos. Él nos dedica toda la sangre de Su corazón y nunca considera Sus propios intereses. La esencia de Dios es fiel; es abnegada, hermosa y buena. Yo, en cambio, detrás del poco deber que cumplía, escondía negociaciones, exigencias y engaños; simplemente no trataba a Dios como tal. Era una persona egoísta y despreciable que había perdido toda humanidad y razón. Si Dios no hubiera dispuesto este entorno, nunca habría visto claramente la realidad. Solo entonces comprendí que la enfermedad de mi esposo y las dificultades económicas de mi familia no eran porque Dios quisiera ponerme las cosas difíciles intencionadamente. En cambio, la intención era hacerme ver claramente mi propio rostro feo, egoísta y despreciable, despertar mi corazón y mostrarme cómo comportarme. Esta fue la gran salvación de Dios para mí, y contenía Su amor, pero yo había estado demasiado ciega para entender Su intención, y constantemente lo malinterpretaba y me quejaba de Él. Cuando entendí esto, me llené de arrepentimiento y me odié a mí misma. Estuve dispuesta a someterme a Dios y experimentar Su obra.
Más tarde, leí más palabras de Dios: “Job no habló de negocios con Dios, y no le pidió ni le exigió nada. Alababa Su nombre por el gran poder y autoridad de Dios en Su dominio de todas las cosas, y no dependía de si obtenía bendiciones o si el desastre lo golpeaba. Job creía que, independientemente de que Dios bendiga a las personas o acarree el desastre sobre ellas, Su poder y Su autoridad no cambiarán; y así, cualesquiera que sean las circunstancias de la persona, debería alabar el nombre de Dios. Que Dios bendiga al hombre se debe a Su soberanía, y también cuando el desastre cae sobre él. El poder y la autoridad de Dios dominan y organizan todo lo del hombre; los vaivenes del destino del ser humano son la manifestación de estos, y sin importar la perspectiva desde la que se lo mire, se debería alabar el nombre de Dios. Esto es lo que Job experimentó y llegó a conocer durante los años de su vida. Todos sus pensamientos y sus actos llegaron a los oídos de Dios, y a Su presencia, y Él los consideró importantes. Dios atesoraba este conocimiento de Job, y le valoraba a él por tener un corazón así, que siempre aguardaba el mandato de Dios, en todas partes, y cualesquiera que fueran el momento o el lugar aceptaba lo que le sobreviniera. Job no le ponía exigencias a Dios. Lo que se exigía a sí mismo era esperar, aceptar, afrontar y someterse a todas las disposiciones que procedieran de Él; creía que esa era su obligación, y era precisamente lo que Él quería” (La Palabra, Vol. II. Sobre conocer a Dios. La obra de Dios, el carácter de Dios y Dios mismo II). Cuando Job perdió todas sus ovejas, su ganado y todas sus riquezas, aunque sufría una gran angustia, fue racional. No sacó conclusiones precipitadas cuando no entendía la intención de Dios y nunca pronunció una palabra de queja o rebeldía contra Dios. Él sabía que Dios es el único Dios verdadero, que creó todo y es soberano sobre todas las cosas. Ya fuera que Dios diera o quitara, Su nombre debía ser siempre alabado y ensalzado. Job fue capaz de aceptar de parte de Dios y someterse a todos los entornos que Dios dispuso. En cambio, al mirarme a mí misma, veía que cuando Dios me concedía gracias y bendiciones, alababa Su nombre con alegría, pero cuando mi esposo se enfermó y mi familia enfrentó dificultades económicas, no acudía a Dios en oración para buscar y captar Su intención. En lugar de eso, quería usar el cumplimiento de mi deber para intentar ganar la confianza de Dios de forma engañosa y conseguir que Él me ayudara a resolver las dificultades de mi familia. Cuando lo que Dios hacía no era conforme a mis deseos, me quejaba de que Él no era justo conmigo. Mi sumisión se basaba enteramente en si podía obtener algún beneficio personal. Había una diferencia abismal entre Job y yo. ¡Qué humanidad tan pobre tenía!
Más tarde, leí más palabras de Dios: “No existe correlación entre el deber del hombre y que él reciba bendiciones o sufra desgracias. El deber es lo que el hombre debe cumplir; es la vocación que le dio el cielo y debería cumplirlo sin buscar recompensa y sin condiciones ni razones. Solo esto se puede llamar cumplir con el propio deber. Recibir bendiciones se refiere a las bendiciones que disfruta una persona cuando es hecha perfecta después de experimentar el juicio. Sufrir desgracias se refiere al castigo que recibe una persona cuando su carácter no cambia tras haber pasado por el castigo y el juicio; es decir, cuando no se le hace perfecta. Pero, independientemente de si reciben bendiciones o sufren desgracias, los seres creados deben cumplir su deber, haciendo lo que deben hacer y haciendo lo que son capaces de hacer; esto es lo mínimo que una persona, una persona que busca a Dios, debe hacer. No debes cumplir tu deber solo para recibir bendiciones, y no debes negarte a cumplirlo por temor a sufrir desgracias. Dejadme deciros esto: lo que el hombre debe hacer es llevar a cabo su deber, y si es incapaz de llevar a cabo su deber, esto es su rebeldía” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. La diferencia entre el ministerio de Dios encarnado y el deber del hombre). A partir de las palabras de Dios, entendí que la vida humana la concede Dios, y todo lo que el hombre disfruta lo provee Él. La gente debe cumplir sus deberes de manera incondicional. Esto es perfectamente natural y justificado. No debe poner condiciones ni exigencias; y mucho menos debe cumplir sus deberes simplemente para recibir bendiciones y gracia. Eso es lo más irracional que se puede hacer. Así como los padres sufren grandes dificultades para criar a sus hijos, los hijos deben mantener a sus padres. Esto es perfectamente natural y justificado. La gente no debe mantener a sus padres solo porque reciben una herencia y echarlos si no la reciben. Esas personas son hijos rebeldes; son bestias. No hay humanidad en actuar de esa manera. Cumplir mi deber es mi vocación celestial como ser creado, y no debo tener ninguna intención o propósito al hacerlo. Sin importar si Dios me bendice o no, debo cumplir bien mi deber de forma incondicional. Además, mi esposo intentaba impedirme creer en Dios. Era por su propia culpa que su enfermedad no se había curado. No merecía compasión. Era una persona que se oponía a Dios y, sin embargo, yo le pedía a Dios que sanara su enfermedad e incluso me quejaba de Él. Esto era totalmente irracional y provocaba el aborrecimiento y la repugnancia de Dios. Ahora, sin importar si mi esposo se recuperaba o no de su enfermedad, yo estaba dispuesta a someterme a las orquestaciones y arreglos de Dios, a adoptar la actitud correcta, a cumplir bien mi deber con todo mi corazón y mi mente, a encomendarle a Dios las dificultades de mi familia y a someterme a Sus orquestaciones y arreglos. Una vez que entendí esto, ya no sentía tanta amargura, y supe que había necesitado este entorno para poder cambiar. Era la riqueza de la vida, que Dios me había dado. Entonces pensé en lo que dice la Biblia: “Mirad las aves del cielo, que no siembran, ni siegan, ni recogen en graneros, y sin embargo, vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No sois vosotros de mucho más valor que ellas?” (Mateo 6:26). Dios dijo que las aves del cielo no siembran ni cosechan, y aun así Él las alimenta, ¿cuánto más a los seres humanos? Dios no quiere que yo me prepare, planifique o piense en el futuro, sino que deje que las cosas sigan su curso natural. Intentar pensar tan a futuro por mi cuenta era solo buscarse problemas; debería haberme contentado con tener ropa y comida. Aunque nuestra familia tenía dificultades económicas, podíamos llegar a fin de mes, y yo estaba dispuesta a someterme a la soberanía y los arreglos de Dios en este entorno, y dejé de sentir angustia y ansiedad por el mañana.
Más tarde, el tío de un amigo de mi esposo vino de vacaciones. Le enseñó a mi esposo sobre emplastos medicinales y métodos para tratar el dolor de espalda y piernas, y también lo trató de forma gratuita. Después de un tiempo, mi esposo mejoró mucho, e incluso abrió un consultorio en el mercado para tratar dolores de espalda y piernas, con lo que ganaba algo de dinero para ayudar con los gastos de la casa. Después de experimentar estas cosas, mi esposo dejó de oponerse con tanta fuerza a que yo creyera en Dios, y ya no me siento tan limitada como antes cuando salgo a cumplir mi deber. Después, la enfermedad de mi esposo reapareció varias veces, pero ya no me quejo de Dios por su enfermedad. Sé que todo lo que Dios orquesta es bueno, y debo someterme a Él y cumplir bien mi deber. El que yo haya podido cambiar así es el resultado de la guía de las palabras de Dios. ¡Gracias a Dios!