82. ¿Qué me trajo la búsqueda de un matrimonio perfecto?

Por Zhou Xiaoou, China

En 2012, mi esposa y yo aceptamos la obra de Dios Todopoderoso de los últimos días. A menudo, nos reuníamos y leíamos las palabras de Dios juntos, y cada día era feliz y lleno de plenitud. Dos años después, me eligieron líder de la iglesia. Como estaba ocupado con mis deberes y pasaba menos tiempo en casa, mi esposa empezó a sentirse algo insatisfecha y decía que yo no cuidaba de la familia ni tenía cariño por ella. Aunque sabía que cumplir el deber de un ser creado es algo perfectamente natural y justificado, también sentía que lo que decía mi esposa tenía sentido y que debía cumplir con mi responsabilidad como marido y cuidar bien de mi esposa e hija para que tuviéramos un matrimonio feliz y una familia perfecta. Así que, cuando estaba en casa, me esforzaba por hacer justamente eso. A veces no podía cuidar de mi esposa porque estaba muy ocupado con mis deberes y, luego, intentaba compensárselo lo mejor que podía. Solía cocinar cosas ricas para mi esposa, ya que tenía miedo de que su insatisfacción afectara nuestra relación. Después, me convertí en predicador y tenía aún menos tiempo para pasar en casa con mi esposa. A veces pasaba varios días seguidos fuera de casa debido a que estaba ocupado con mis deberes, y mi esposa se quejaba de mí. Aunque eso no me hacía retrasar mis deberes, en mi corazón, siempre me sentía culpable con mi esposa. Por lo tanto, antes de irme, le preparaba comidas con antelación y, cuando regresaba, hacía todo lo posible por satisfacer cualquier petición suya o la invitaba a salir. Pensaba que, de ese modo, sería un buen marido y tendríamos un matrimonio feliz.

Más tarde, mi esposa se centró por completo en perseguir el dinero y los placeres físicos, y se pasaba los días comiendo, bebiendo y divirtiéndose con sus amigos. No solo desatendía a la familia, sino que solía ir a bares con frecuencia. Al ver cómo mi esposa se volvía cada vez más depravada, empecé a preocuparme: “Pasa muchísimo tiempo con esa gente. ¿Y si no puede resistir la tentación y me traiciona? ¿No se desmoronaría la familia que he trabajado tanto por construir?”. Solía tener conversaciones francas con mi esposa y le leía las palabras de Dios, con la esperanza de que se mantuviera alejada de esos lugares problemáticos. Mi esposa asentía de palabra, pero luego no cambiaba en absoluto. De a poco, mi esposa y yo empezamos a tener cada vez menos cosas de las que hablar y, cuando ella volvía a casa, me ignoraba. Solía preocuparme: “¿Acaso ya me ha traicionado mi esposa?”. En especial, cuando yo regresaba cada día y veía que la casa estaba vacía, siempre sentía una cierta soledad en mi corazón. Pensaba que el vínculo que mi esposa y yo habíamos construido durante muchos años estaba a punto de romperse y se me llenaba el corazón de dolor y sufrimiento. Justo cuando estaba atrapado profundamente en el dolor e incapaz de liberarme, un día de agosto de 2020, recibí una carta del líder que decía que la policía había arrestado a mi compañero, el hermano Wang Qiang, que la policía estaba revisando grabaciones de cámaras de vigilancia y que debía irme de casa y esconderme de inmediato. Ante esta noticia repentina, al principio no supe qué hacer. Pensé que, si me iba, ya no podría cuidar de mi esposa e hija y que la familia podría desmoronarse, lo que me causaba un gran dolor en mi interior. Pero, si no me iba, me enfrentaría al arresto y la tortura. Al final, decidí dejar mi hogar. Dos meses después, recibí una carta de mi familia que decía que, unos días atrás, siete agentes de policía habían irrumpido en mi casa para arrestarme y que, cuando no me encontraron, arrestaron a la hermana mayor de mi esposa. En aras de mi seguridad, tuve que irme a otro lugar a esconderme y cumplir mis deberes.

Un día de julio de 2023, recibí una carta de casa que decía que, como llevaba tres años fuera, mi esposa planeaba pedir el divorcio y casarse con otra persona. Aunque había pensado muchas veces que era posible que mi esposa ya no me esperara, cuando tuve que enfrentar realmente esa situación, igualmente no tuve mucho valor. Pensé: “Una vez que nuestro matrimonio se rompa, ¿no perderé también el hogar que construí con tanto esfuerzo durante todos estos años? Llevo once años casado con mi esposa y tenemos una hija encantadora. Hemos vivido muchos momentos felices y alegres juntos, pero, si nos divorciamos, ¿cómo seguiré adelante por mi cuenta?”. Por la noche, tumbado en la cama sin poder dormir, pensaba en cómo mi hija también sufriría en el futuro, se me llenaba el corazón de dolor y angustia y se me pasaba por la cabeza la idea de volver a casa para salvar mi matrimonio. Pero la policía me estaba buscando y, durante los últimos dos años, había venido a vigilar mi casa en varias ocasiones y también estaba monitorizando el teléfono de mi esposa. Si volvía a casa de forma precipitada, no solo me capturarían, sino que también causaría problemas a la iglesia. Además, estaba cumpliendo mis deberes, así que, si simplemente me marchaba, estaría abandonando mis deberes y traicionando a Dios. Usé la razón y supe que no podía volver a casa, pero no regresar significaba la ruptura de mi matrimonio. En mi dolor, escribí una carta a mi esposa y le pedí que se quedara, con la esperanza de que pudiera entender mis dificultades. Incluso después de escribir la carta, supe que tal vez mis palabras sinceras no tendrían ningún efecto en mi esposa. Sentía un gran dolor en mi corazón, así que acudí a Dios para orar.

Después, leí las palabras de Dios: “No debes olvidar nunca que eres un ser creado, que Dios te ha conducido por la vida hasta este momento, que Él es quien te ha concedido el matrimonio, te ha dado una familia y te ha conferido las responsabilidades que debes cumplir en el marco de este, y que no fuiste tú quien eligió el matrimonio, que no es que te acabaras casando como por arte de magia o que puedas mantener tu felicidad conyugal gracias a tus propias habilidades y fortaleza. ¿Lo he explicado ahora con claridad? (Sí). ¿Entiendes lo que se supone que debes hacer? ¿Tienes clara ahora la senda? (Sí). Si no existe ningún conflicto ni contradicción entre las responsabilidades y obligaciones que debes cumplir en el matrimonio y tu deber y misión como ser creado, entonces, bajo tales circunstancias, debes cumplir con tus responsabilidades en el contexto del matrimonio como corresponda, y debes hacerlo bien, asumir aquellas que te competan y no tratar de eludirlas. Debes hacerte cargo de tu pareja, de su vida, de sus sentimientos y de todo lo relacionado con ella. Sin embargo, cuando exista conflicto entre las responsabilidades y obligaciones que asumes en el contexto del matrimonio y tu misión y deber como ser creado, de lo que debes desprenderte no es de tu deber ni de tu misión, sino de las responsabilidades en el marco del matrimonio. Eso es lo que Dios espera de ti, es la comisión que Él te encarga y, por supuesto, lo que le exige a cualquier hombre o mujer. Solo cuando seas capaz de ello estarás persiguiendo la verdad y siguiendo a Dios. Si no eres capaz y no puedes practicar de esa manera, solo eres creyente de palabra, no sigues a Dios con un corazón sincero y no persigues la verdad. […] Hay quienes piensan: ‘Oh, ¿cómo vivirá mi pareja sin mí? ¿No se desmoronará nuestro matrimonio si no estoy? ¿No se terminará? ¿Qué haré en el futuro?’. ¿Deberías pensar en el futuro? ¿En qué deberías pensar realmente más que nada? Si quieres ser alguien que persiga la verdad, en lo que deberías pensar más que nada es en cómo desprenderte de lo que Dios te pide que te desprendas y en cómo lograr lo que Él te pide que logres. Si en el futuro y en los días venideros te quedas sin matrimonio y sin una pareja a tu lado, podrás seguir viviendo hasta la vejez y te irá bien igualmente. Sin embargo, si renuncias a esa oportunidad, será como abandonar tu deber y la misión que Dios te ha encomendado. Para Él no serás alguien que persigue la verdad, que realmente quiere a Dios o que busca la salvación. Si deseas activamente renunciar a tu oportunidad y tu derecho de alcanzar la salvación y llevar a cabo tu misión, y en lugar de eso eliges el matrimonio, escoges permanecer unidos como marido y mujer, quedarte con tu cónyuge y satisfacerlo, y mantener intacto tu matrimonio, al final ganarás algunas cosas y perderás otras. Entiendes lo que perderás, ¿verdad?(La Palabra, Vol. VI. Sobre la búsqueda de la verdad. Cómo perseguir la verdad (10)). “Dios solo te ha otorgado una vida estable y una pareja para que puedas vivir mejor y tener a alguien que te cuide y esté a tu lado, no para que te olvides de Él y de Sus palabras o abandones tu obligación de cumplir con tu deber y tu objetivo de vida de perseguir la salvación una vez que tengas cónyuge, y luego vivas para este. Si de veras obras de ese modo, si realmente vives así, espero que cambies de rumbo lo antes posible. Da igual lo importante que sea alguien para ti o lo importante que sea esa persona en tu vida, tu existencia o tu senda de vida; no es tu destino, porque solo es un ser humano corrupto. Dios ha dispuesto para ti a tu cónyuge actual, y puedes vivir junto a él. Si a Dios le cambiara el estado de ánimo y dispusiera para ti a otro, podrías vivir de igual modo. Por lo tanto, tu cónyuge actual no es único ni inigualable, y tampoco es tu destino. Dios es el Único al que se le encomienda tu destino y también el de la humanidad. Puedes seguir sobreviviendo y continuar con vida si dejas a tus padres, y por supuesto igual sucede si dejas a tu pareja. Tus padres no son tu destino, ni tampoco lo es tu pareja. No debes olvidar las cosas más importantes de la vida solo porque tengas una pareja, alguien en quien confiar tu espíritu, tu alma y tu carne. Si olvidas a Dios, si olvidas lo que Él te ha encomendado, el deber que debe cumplir un ser creado y cuál es tu identidad, habrás perdido toda conciencia y razón(La Palabra, Vol. VI. Sobre la búsqueda de la verdad. Cómo perseguir la verdad (11)). Las palabras de Dios me permitieron entender que el matrimonio, la familia y los hijos son dones de Dios y que Él se los dio a las personas para que no se sientan solas y para que los cónyuges se cuiden mutuamente y se acompañen para tener una vida mejor, pero no para que las personas tomen a su cónyuge como el destino de sus vidas ni para que consideren mantener una familia o un matrimonio como la meta de su vida. Estas son ideas y opiniones equivocadas. Pero yo no entendía la verdad y pensaba que mi otra mitad era mi destino y que la felicidad en el matrimonio era la meta que debía buscar en la vida. Como, de niño, no tuve el amor de mis padres ni el cariño de una familia, cuando crecí, anhelaba tener ese cariño y esa felicidad de una familia. Después de casarme con mi esposa, experimenté el amor que ella me daba y la alegría y felicidad que me traía mi hija y me convencí aún más de que tener una familia perfecta era algo maravilloso. Así que, cuando me enteré de que mi esposa quería tramitar el divorcio, mi corazón se hizo añicos y sentí que no podía seguir viviendo sin mi matrimonio ni mi familia. Hasta pensé en abandonar mis deberes para salvar mi matrimonio. Solo entonces me di cuenta de que el matrimonio tenía más importancia que Dios en mi corazón. La verdad era que Dios me había dado un matrimonio y una familia, y yo tenía responsabilidades familiares, pero la intención de Dios no era que yo abandonara mis deberes después de casarme. Independientemente del momento, yo debía perseguir la verdad y cumplir mi deber como ser creado: eso era lo que debía hacer y lo más importante de todo. Pensé en cuántos misioneros occidentales renunciaron de forma activa a sus matrimonios, trabajos y vidas cómodas, y viajaron miles de kilómetros para ir a China a predicar y proclamar el evangelio del Señor, y en cómo, gracias a ellos, el evangelio del Señor Jesús se difundió en China. ¿Y qué había hecho yo por Dios? Cuando mi esposa dijo que quería divorciarse, lo primero que pensé fue que, tras el divorcio, mi hija sufriría sin tener una familia, yo ya no disfrutaría del cariño y la felicidad que una familia proporciona y tendría que vivir solo en el futuro. Mi corazón se llenó de dolor y pena, y pensé en abandonar mis deberes para volver a casa a salvar mi matrimonio. Vi que lo único que consideraba eran mis propios intereses y que no me importaba en absoluto la intención de Dios. En comparación con aquellos misioneros occidentales, yo no tenía ninguna conciencia, era egoísta e indigno de todos los años en los que Dios me había dado Su guía y provisión. Al pensar en esto, me sentí culpable y vi que no debía preocuparme ni angustiarme por vivir solo en el futuro. Lo más importante en ese momento era cómo cumplir mis deberes, así que me centré en ellos.

A mediados de agosto de 2023, mi suegra me envió una carta que decía que mi cuñado había consultado a alguien de la oficina judicial y no había encontrado ninguna información de que la policía me estuviera buscando y que, mientras me fuera de la zona local, no correría demasiado peligro, por lo que mi suegra me preguntaba si estaría dispuesto a ir a su casa. En ese momento, ella estaba en otra provincia y mi esposa también estaba allí. Pensé: “Como la policía no me está buscando y no tendré problemas, siempre que me mude a otro lugar, ¿podría regresar con mi esposa y mi hija? Así la familia no se rompería y mi hija podría disfrutar del cariño de tener una familia”. De repente, recordé que había orado a Dios para que me ayudara a defender mis deberes. Pero, ante esta nueva situación, quería abandonarlos y volver a casa para salvar mi matrimonio. Hacer eso sería engañar a Dios. Al mismo tiempo, entendí en mi corazón que, detrás de la carta que había recibido de mi suegra ese día se encontraba la buena intención de Dios y que era una verificación por la que yo debía pasar para ver qué escogería. Debía elegir complacer a Dios, priorizar mis deberes y no convertirme en el hazmerreír de Satanás. Así que oré a Dios: “Dios, me siento débil ante esta situación y quiero volver a casa para salvar mi matrimonio, pero sé que no puedo abandonar mis deberes y mucho menos traicionarte. Dios, te ruego que me guíes para mantenerme firme en mi testimonio”.

Después, leí un pasaje de las palabras de Dios: “La humanidad vive en un mundo material. Tú puedes seguir a Dios, pero nunca ves o aprecias cómo provee Él para ti, cómo te ama y se preocupa por ti. ¿Qué ves entonces? Ves a tus familiares que te aman o te miman. Ves las cosas que son beneficiosas para tu carne, te preocupas por las personas y de las cosas que amas. Esta es la supuesta abnegación del hombre. Sin embargo, esas personas ‘abnegadas’ nunca se preocupan del Dios que les da vida. En contraste con la de Él, la abnegación del hombre se vuelve egoísta y despreciable. La abnegación en la que cree el hombre es vacía y poco realista, adulterada, incompatible con Dios, y no tiene relación con Él. La abnegación del hombre es para sí mismo, mientras que la de Dios es una revelación verdadera de Su esencia. Precisamente por esta abnegación de Dios, el hombre recibe constante provisión de Él. Podría ser que este tema del que estoy hablando hoy no os afecte con demasiada profundidad y que os limitéis a asentir en señal de aprobación, pero cuando intentas apreciar el corazón de Dios en tu corazón, descubrirás esto de manera involuntaria: entre todas las personas, asuntos, y cosas que puedas sentir en este mundo, solo la abnegación de Dios es real y concreta, porque solo Su amor por ti es incondicional e inmaculado. Aparte de Él, toda la pretendida abnegación de cualquier otro es fingida, superficial, nada auténtica; tiene un propósito, ciertas intenciones, conlleva una compensación, y no puede superar la prueba. Hasta se podría decir que es sucia y despreciable. ¿Estáis de acuerdo con estas palabras?(La Palabra, Vol. II. Sobre conocer a Dios. La obra de Dios, el carácter de Dios y Dios mismo I). Cada frase de las palabras de Dios me atravesaba el corazón, sobre todo, estas palabras de Dios: “La humanidad vive en un mundo material. Tú puedes seguir a Dios, pero nunca ves o aprecias cómo provee Él para ti, cómo te ama y se preocupa por ti. ¿Qué ves entonces? Ves a tus familiares que te aman… te preocupas por las personas y de las cosas que amas”. Lo que Dios dice es la verdad. Desde que la policía del PCCh me empezó a perseguir, los hermanos y hermanas me han acogido e, incluso a su propio riesgo, organizaron para trasladarme a otro sitio en un vehículo. Todo esto fue el amor de Dios. Sobre todo, cuando acababa de irme de casa, solía pensar en mi esposa y mi hija, y el corazón se me llenaba de dolor y debilidad. Fueron las palabras de Dios las que me regaron y esclarecieron sin cesar, y me permitieron entender la verdad y tener fe para seguir adelante. Durante los últimos años en los que he cumplido mis deberes, Dios también dispuso a diferentes personas, acontecimientos y cosas que me permitieron experimentar Sus palabras y compensar mis carencias. He recibido muchísimo de Dios. Pero, cuando recibí una carta de casa que decía que no me estaba buscando la policía y que no sería tan peligroso irme a otro lugar, lo primero que pensé fue en mi esposa y en mi hija, y pensé que, siempre que volviera con mi esposa, podría salvar nuestro matrimonio. Así que no pude sino sentir emoción y añoré volver con mi familia de inmediato. Esto demostraba que amaba a mi esposa y a mi hija, y que no tenía lugar para Dios en mi corazón. Al pensar en lo grande que era el amor que Dios tenía por mí y en que yo no le había devuelto casi nada, me sentí profundamente culpable y arrepentido en mi corazón. Mi sentimiento de deuda me hizo llorar de forma desconsolada y me odié por ser tan egoísta y carecer de humanidad. El amor de Dios por la humanidad es sincero, desinteresado y santo, no tiene impurezas ni pide nada a cambio. Pero el amor de los seres humanos es totalmente transaccional e impuro, está lleno de sentimientos falsos y se podría decir que es egoísta. Al igual que cuando yo quería volver a casa para salvar mi matrimonio, había intenciones personales detrás de este deseo. Temía que, tras el colapso del matrimonio, tuviera que vivir una vida solitaria y que ya no volviera a disfrutar del cariño y la alegría que la familia me dio. Por eso, seguía queriendo regresar para salvar mi matrimonio. El deseo de mi esposa de divorciarse también se basaba en que le preocupaba su futuro. Cuando yo estaba en casa, mi esposa solía decir: “Si no fuera porque cuidas de mí y me tratas bien, ya te habría dejado hace tiempo”. Esto se había hecho realidad. Como no podía estar siempre a su lado, ella acabaría dejándome. El amor de mi esposa nunca fue verdadero. Tenía condiciones. Al mismo tiempo, también pensé: “Mi esposa no persigue la verdad y, en cambio, se centra en las tendencias mundanas y en la riqueza. Suele hablar de forma negativa delante de mí, me pone impedimentos y me exige cosas materiales. En realidad, mi esposa es una incrédula. Persigue la riqueza y el placer y transita la senda de lo mundano. Mientras tanto, yo quiero seguir a Dios y transitar la senda de la búsqueda de la verdad. Estamos destinados a ser incompatibles y, si nos obligamos a estar juntos, no solo no seremos felices, sino que, además, eso me traerá un sufrimiento interminable”. Aún tenía frescos en mi memoria las discusiones y los conflictos que tenía con mi esposa antes de dejar el hogar. Si decidía volver a casa, puede que se salvara nuestro matrimonio, pero yo acabaría igual que hace tres años atrás, atrapado por sentimientos carnales y sin la intención de perseguir la verdad ni de cumplir con mis deberes, y mucho menos de alcanzar la salvación. Además, siempre me preocupaba cómo el divorcio podría hacerle daño a mi hija o que ella afrontara aún mayores dificultades en el futuro. Pero, en realidad, esas cosas no dependían de mí, ya que los padres solo pueden ayudar a sus hijos y cuidar de ellos en lo físico y material, pero Dios ya ha predestinado y dispuesto cómo será la vida de un hijo, qué sufrimientos padecerá y qué bendiciones recibirá. Me solía preocupar que mi hija sufriera tras el divorcio, lo que era señal de que me faltaba fe en la soberanía de Dios. Me dispuse a encomendar a mi hija en manos de Dios. Más tarde, me enteré por mi suegra de que mi hija estaba bien, que ya había aprendido más de una docena de himnos y que podía bailar para alabar a Dios. Me di cuenta de que me había preocupado en vano. Oré a Dios y juré que no me dejaría limitar por el matrimonio y que perseguiría la verdad y cumpliría con mis deberes de forma adecuada. En octubre de 2023, me enteré de que habían calificado a mi esposa como una incrédula y la habían echado de la iglesia, pero me sentí muy en paz y di gracias a Dios por protegerme para que no abandonara mis deberes a causa de ella.

Después, no pude sino reflexionar: “¿Por qué he considerado siempre tener un matrimonio y una familia feliz como mi meta en la vida y he hecho todo lo posible por mantener estas cosas? ¿Cuál es la raíz de este problema?”. Obtuve cierta comprensión tras leer un pasaje de las palabras de Dios. Dios Todopoderoso dice: “Perniciosas influencias en lo profundo del corazón humano, como resultado de miles de años ‘del elevado espíritu nacional’ y el pensamiento feudal han dejado a las personas atadas y encadenadas, sin una pizca de libertad. Como resultado, son personas sin aspiraciones ni perseverancia, ni deseo de progresar, sino que permanecen negativas y retrógradas, con una mentalidad de esclavos particularmente fuerte, y así sucesivamente, estos factores objetivos les han impartido una desagradable imagen, de indeleble suciedad, a la actitud ideológica, los ideales, la moralidad y el carácter humanos. Al parecer, los seres humanos están viviendo en un mundo oscuro de terrorismo y nadie busca trascenderlo, nadie piensa en avanzar a un mundo ideal. Se contentan con su suerte en la vida y pasan sus días teniendo hijos y criándolos, esforzándose, sudando, atendiendo sus quehaceres, soñando con una familia agradable y feliz, el afecto conyugal, la piedad filial por parte de los hijos, unos últimos años gozosos y vivir una vida apacible… Durante decenas, millares, decenas de millares de años hasta ahora, las personas han malgastado así su tiempo; nadie ha creado una vida perfecta. Se han limitado a masacrarse unos a otros en este mundo oscuro, luchando por fama y fortuna, en intrigas los unos contra los otros. ¿Quién ha buscado alguna vez las intenciones de Dios? ¿Alguna vez le ha prestado alguien atención a la obra de Dios? Todas las partes de la humanidad ocupadas por la influencia de la oscuridad hace mucho que se convirtieron en naturaleza humana, de manera que es bastante difícil llevar a cabo la obra de Dios y hoy las personas tienen aún menos ánimo de prestar atención a lo que Dios les ha confiado(La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. La obra y la entrada (3)). Las palabras de Dios me permitieron entender que me había influenciado el veneno de la cultura tradicional que Satanás inculca, y que había convertido ideas como el amor entre marido y mujer, un matrimonio feliz, una familia armoniosa y tener hijos en los objetivos que yo perseguía, sin saber por qué viven las personas ni cómo tener una vida con sentido y valor. Recordé que, cuando era pequeño, como mis padres no me dieron un entorno familiar cariñoso, me sentía patético y consideraba que la unión familiar era el símbolo de la felicidad. Después de casarme, disfruté del cariño y el cuidado de mi esposa, así como de la felicidad que me daban mi familia y mi hija, por lo que quería dedicar toda mi vida a conservar la felicidad de mi matrimonio. Después de encontrar a Dios, cumplía mi deber lejos de casa, pero mi corazón estaba en el hogar y pensaba en regresar cuanto antes para reunirme con mi esposa e hija, y solo cumplía mi deber por inercia. A veces estaba tan ocupado con mi deber que descuidaba a mi esposa y, entonces, cuando volvía a casa, trataba de compensárselo e, independientemente de lo que ella quisiera comer, comprar o adónde quisiera ir, me esforzaba al máximo para cumplir sus peticiones, aunque fueran irracionales. Intentaba agradarla de todo tipo de maneras. Aunque a veces me dolía, temía que no satisfacerla afectara nuestro matrimonio. Más adelante, al convertirme en predicador, empecé a estar aún más ocupado y mi esposa empezó a estar insatisfecha y a discutir conmigo a menudo. Yo intentaba encontrar formas de consolarla antes de volver a cumplir mis deberes y pensaba que, aunque tuviera que padecer ciertas dificultades, valdría la pena, siempre que pudiera mantener nuestro matrimonio. Más tarde, debido a las detenciones de la policía, no pude volver a casa durante tres años y mi esposa quiso tramitar el divorcio. Me preocupaba que, si nos divorciábamos, perdería el hogar que tanto me había costado construir, así que quise volver a casa para salvar mi matrimonio. Hasta estuve a punto de abandonar mis deberes y traicionar a Dios en un par de ocasiones. Al echar la vista atrás, estuve realmente en peligro. Ahora, por fin podía ver con claridad que las ideas y opiniones sobre tener un matrimonio feliz y una familia armoniosa me habían atado y habían hecho que considerara el matrimonio y la familia como cosas más importantes que el deber de un ser creado, lo que hizo que, en mis siete u ocho años de creer en Dios, no entrara en muchas realidades-verdad y perdiera mucho tiempo. En el pasado, por muy ocupado que estuviera con mis deberes o por más que me quedara hasta muy tarde cumpliéndolos, terminaba todas las tareas del hogar y hacía todo lo posible para agradar a mi esposa e intentar salvar nuestro matrimonio, pero, al final, mi esposa me abandonó de todas maneras. La bondad que mi esposa me mostraba se debía únicamente al esfuerzo que yo ponía y al precio que pagaba por ella, e incluso a que llegaba a rebajar mi integridad y dignidad para agradarla. Pero, ahora que ya no podía disfrutar de la bondad que yo le había mostrado, tenía prisa por divorciarse para poder encontrar a otra persona. Nuestro matrimonio era totalmente transaccional. Cuando había algo que ganar, había amor y dulzura entre nosotros, pero, cuando ya no quedaba nada de valor que aprovechar, me echaba a un lado de una patada. ¿Dónde estaba la felicidad en eso? Al reflexionar sobre estas cosas, me di cuenta de que todo el esfuerzo y los sacrificios que había hecho durante esos años no me habían traído amor ni felicidad verdaderos, sino que, en cambio, solo me dieron desamor y dolor. Fue entonces que entendí que la idea del amor conyugal y del matrimonio feliz es solo una píldora amarga que Satanás endulza y usa para desorientar a las personas, y no es nada más que mentiras y engaños. ¡El coste de haber perseguido la felicidad matrimonial durante todos esos años fue demasiado alto y no valió la pena en absoluto! Creía en Dios, pero no perseguía la verdad y, en su lugar, solo buscaba la felicidad matrimonial. En esto, estaba cayendo en las trampas de Satanás. Dediqué todo mi tiempo y energía a tratar de agradar a mi esposa y preservar nuestro matrimonio, lo que hizo que no obtuviera la verdad que debería haber ganado ni cumpliera los deberes que debería haber hecho. Esto no solo retrasó mi crecimiento en la vida, sino que también defraudó las expectativas de Dios. ¡Fui verdaderamente un necio!

Después, leí las palabras de Dios y empecé a tener cierta comprensión de lo que una persona debería perseguir en la vida. Dios Todopoderoso dice: “Eres un ser creado, debes por supuesto adorar a Dios y buscar una vida con significado. Si no adoras a Dios, sino que vives en tu carne inmunda, ¿no eres solo una bestia, vestida de humano? Como eres un ser humano, ¡te debes gastar para Dios y soportar todo el sufrimiento! El pequeño sufrimiento que estás experimentando ahora, lo debes aceptar con alegría y con confianza y vivir una vida significativa como Job y Pedro(La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Práctica (2)). “El hombre debe buscar vivir una vida que tenga sentido y no debería estar satisfecho con sus circunstancias actuales. Para vivir la imagen de Pedro, debe tener el conocimiento y las experiencias de Pedro. El hombre debe buscar las cosas que son más elevadas y más profundas. Debe buscar un amor más profundo y más puro por Dios, y una vida que tenga valor y sentido. Solo esto es vida; solo entonces el hombre será igual a Pedro. Te debes enfocar en entrar de manera proactiva en el lado positivo y no debes permitirte pasivamente retroceder en aras de la comodidad temporal, ignorando verdades más profundas, más detalladas y más prácticas. Debes poseer un amor práctico y debes encontrar maneras para liberarte de esta vida depravada y despreocupada que no es diferente a la de un animal. Debes vivir una vida que tenga sentido, una vida que tenga valor y no debes engañarte a ti mismo o tratar tu vida como un juguete con el que se juega. Para cualquiera que aspire a amar a Dios, no hay verdades imposibles de conseguir y ninguna rectitud por la que no puedan permanecer firmes. ¿Cómo deberías vivir tu vida? ¿Cómo debes amar a Dios y usar ese amor para satisfacer Sus intenciones? No hay asunto mayor en tu vida. Sobre todo, debes tener este tipo de aspiraciones y perseverancia, y no debes ser como esos débiles sin carácter. Debes aprender cómo experimentar una vida que tenga sentido y cómo experimentar verdades significativas, y de esa manera no deberías tratarte a ti mismo de manera superficial. Sin que te des cuenta, tu vida pasará; después de eso, ¿tendrás otra oportunidad para amar a Dios? ¿Puede el hombre amar a Dios una vez que haya muerto? Debes tener las mismas aspiraciones y conciencia que Pedro; tu vida debe tener sentido y no debes jugar juegos contigo mismo. Como ser humano y como una persona que busca a Dios, tienes que considerar cuidadosamente cómo tratas tu vida, cómo te ofreces a Dios, cómo debes tener una fe más significativa en Dios y cómo, ya que amas a Dios, lo debes amar de una manera que sea más pura, más hermosa y mejor(La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Las experiencias de Pedro: su conocimiento del castigo y del juicio). Las palabras de Dios son muy claras. Como creyentes, debemos buscar amar y adorar a Dios. Solo tiene sentido vivir como Job y Pedro. Pensé en cómo Pedro, en su juventud, buscó a Dios con todo el corazón, pero sus padres esperaban que se destacara y se convirtiera en funcionario. Sin embargo, Pedro no hizo de su meta las expectativas de sus padres ni le importó que sus decisiones afectaran su relación con ellos. En cambio, se dedicó por completo a buscar amar y conocer a Dios y, al final, fue crucificado cabeza abajo por Dios y se convirtió en un referente de cómo amar a Dios. Luego está Job. Durante las pruebas, perdió todo su ganado, a sus ovejas y sus hijos, su cuerpo se cubrió de llagas y su esposa le dijo: “¡Maldice a Dios y muérete!”. Cuando Job oyó a su esposa decir esto, siguió manteniéndose firme en su fe en Dios, reprendió a su esposa y la llamó necia. Se mantuvo firme en su testimonio de Dios y humilló a Satanás. Las experiencias de Job y Pedro me mostraron que solo podemos obtener la aprobación de Dios al buscar conocerlo y amarlo, al cumplir bien nuestros deberes y al mantenernos firmes en nuestro testimonio. Este es el único modo de llevar una vida que tenga el mayor sentido. Entonces, sosegué mi corazón, me entregué de lleno a mis deberes y, al mismo tiempo, practiqué escribir artículos de testimonios vivenciales. Más adelante, me enteré de que habían convertido uno de mis artículos vivenciales en un video. Poder usar mi experiencia para dar testimonio de Dios me conmovió profundamente y sentí con cada vez mayor fuerza que solo perseguir la verdad y dar testimonio de Dios es lo más significativo, y que solo esto puede traer verdadera felicidad y alegría. ¡Agradecí a Dios desde lo más profundo de mi corazón!

En febrero de 2024, recibí una carta de mis padres que decía que mi esposa había tramitado el divorcio en los tribunales. Al recibir la noticia, me sentí bastante tranquilo y no me angustió ni me entristeció que mi esposa quisiera divorciarse de mí. En su lugar, sentí que eso era una forma de liberación. Ahora puedo dejar atrás esas cargas y seguir a Dios de todo corazón. ¡Esta es la salvación de Dios para mí y agradezco a Dios Todopoderoso desde lo profundo de mi corazón!

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