86. Lo que me preocupaba cuando eludía mis deberes

Por Barbara, Laos

En 2022, me eligieron como miembro de un grupo de toma de decisiones a nivel de distrito, responsable del trabajo de varias iglesias. Como hablo vietnamita y chino, a menudo ayudaba a los hermanos y hermanas a traducir, y por eso no tenía mucho tiempo para dar seguimiento al trabajo de la iglesia. Estaba muy ansiosa. Algunos líderes de iglesia recién comenzaban a formarse y no sabían cómo hacer su trabajo. Si no cultivaba a estos líderes lo antes posible, tendría que hacer la mayor parte del trabajo yo misma, lo cual sería muy ajetreado y agotador. Me sentí muy reacia a este tipo de entorno. Cuando alguien me pedía que tradujera, quería ignorarlos si no tenía que ver con el trabajo de las iglesias a mi cargo.

A finales de 2022, se iban a elegir los puestos de líder y sublíder del grupo de toma de decisiones a nivel de distrito. Pensé: “Ya tengo suficiente con ser responsable del trabajo de estas iglesias. Si me eligen líder del grupo, mi ámbito de responsabilidad será aún mayor, y entonces, ¿mi trabajo no sería más ajetreado todavía? Si no me eligen, sería bueno. Así no tendría que preocuparme demasiado y mi carne no estaría tan cansada”. Por lo tanto, les dije a los líderes que no quería presentarme a la elección. Sin embargo, cuando se anunciaron los votos, me habían elegido líder del grupo de toma de decisiones a nivel de distrito. Puse excusas y dije: “Soy una persona que no lleva una carga. Soy perezosa y no hago trabajo real. También soy bastante falsa”. Incluso di ejemplos de cómo era falsa. Luego dije: “Soy joven e inestable, y no soy apta para ser líder de grupo. Que lo haga otro hermano u hermana”. Una hermana dijo: “Ya has empezado a ceder incluso antes de empezar a hacer tu deber. La carne ya te está constriñendo y atando”. Sentí que se me clavaba algo en el corazón cuando oí a la hermana decir esto. Después de la reunión, sentí mucha angustia en mi corazón. Sabía que eludir los deberes es rebelarse contra Dios y no tener un corazón de sumisión a Él. Después, reflexioné sobre mí misma. Pensé en un pasaje de las palabras de Dios: “La manifestación más importante de una persona honesta es buscar y practicar la verdad en todo: esto es lo más crucial. Dices que eres honesto, pero siempre pasas por alto las palabras de Dios y simplemente haces lo que te parece. ¿Acaso es esa la manifestación de una persona honesta? Dices: ‘Aunque tengo poco calibre, tengo un corazón honesto’. Y, sin embargo, cuando te llega un deber te da miedo sufrir y asumir la responsabilidad si no lo haces bien, por eso pones excusas para evadir tu deber o sugieres que lo haga otro. ¿Es esta la manifestación de una persona honesta? Claramente, no lo es. Entonces, ¿cómo debería comportarse una persona honesta? Debe someterse a los arreglos de Dios, ser leal al deber que le corresponde cumplir, y esforzarse por satisfacer las intenciones de Dios. Esto se manifiesta de diferentes maneras. Una es aceptar tu deber con un corazón honesto, no considerar tus intereses carnales, no ser desganado en él, y no conspirar por tu propio bien. Estas son manifestaciones de honestidad. Otra es dedicar todo el corazón y todas tus fuerzas a cumplir bien con tu deber, haciendo las cosas en forma adecuada y poniendo el corazón y tu amor en el deber a fin de satisfacer a Dios. Estas son las manifestaciones que debería tener una persona honesta cuando cumple con su deber. Si entiendes y sabes qué hacer, pero no lo haces, entonces no estás poniendo todo tu corazón y tu fuerza en tu deber. En cambio, eres astuto y holgazaneas. ¿Son honestas las personas que cumplen con su deber de esta manera? En absoluto. A Dios no le sirven de nada las personas escurridizas y falsas; estas deben descartarse. Dios solo usa a las personas honestas para cumplir deberes. Incluso los contribuyentes de mano de obra leales han de ser honestos. Los que son siempre superficiales, astutos y que buscan maneras de holgazanear, son todos gente falsa, y son todos unos demonios. Ninguno de ellos cree de verdad en Dios y todos deben descartarse. Alguna gente piensa: ‘Ser una persona honesta es sencillamente decir la verdad y no contar mentiras. En realidad es fácil ser una persona honesta’. ¿Qué te parece esta opinión? ¿Ser una persona honesta es algo tan limitado? En absoluto. Debes revelar tu corazón y dárselo a Dios; esta es la actitud que una persona honesta debe tener. Es por ello que un corazón honesto es muy valioso. ¿Qué implica esto? Que un corazón honesto puede controlar tu comportamiento y cambiar tu estado. Te puede conducir a hacer las elecciones correctas y a someterte a Dios y ganar Su aprobación. Un corazón como este es verdaderamente preciado. Si tienes un corazón honesto como este, entonces ese es el estado en el que debes vivir, así es como debes comportarte y así es como debes entregarte(La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Tercera parte). En las palabras de Dios, vi que no importa qué deber le toque a una persona honesta, si le beneficia o no, o lo mucho que su carne vaya a sufrir, lo aceptará con un corazón honesto. Luego, lo dará todo para hacer cuanto pueda sin considerar sus propios intereses, y solo pensará en cómo satisfacer a Dios. Solo este tipo de persona es una persona honesta amada por Dios. Quise escapar y retirarme de la elección porque no quería sufrir ni pagar un precio. Después de que me eligieron líder del grupo, no me sentía con ganas de hacerlo porque sabía que este era un deber muy importante, que sería responsable de muchas tareas y que, para hacerlo bien, mi carne sufriría mucho y tendría que preocuparme bastante. Entonces pensé en formas de eludirlo. Incluso usé mi juventud, falta de estabilidad y carácter falso como excusas, diciendo que no era apta para ser líder de grupo. La casa de Dios me había cultivado durante tanto tiempo, pero, en el momento crítico, eludí mi deber. No tenía la más mínima pizca de conciencia o razón. ¡Realmente era tan egoísta y falsa! Como ser creado, ni siquiera quería hacer el deber que debía hacer. ¿Qué sentido tiene vivir así? En ese momento, pensé en la letra de un himno: “Las personas ni siquiera le dan a Dios un mínimo de consuelo, y Él no ha recibido amor sincero de la humanidad hasta hoy”. Se me cayeron las lágrimas y busqué el himno.

El amor de Dios por la humanidad es sincero y real

1  El amor de Dios por la humanidad se manifiesta mayormente en la obra que Él hace en la carne, al salvar a la gente personalmente, al hablar cara a cara con la gente y al vivir con ella cara a cara. No hay ni la más mínima distancia ni nada se finge, es real. Que Su salvación de la humanidad fuera tal que Él pudiera hacerse carne y pasar dolorosos años con los seres humanos en el mundo se debe enteramente a Su amor y misericordia por la humanidad.

2  El amor de Dios por la humanidad es incondicional y no tiene exigencias. ¿Qué puede recibir Él de la humanidad a cambio? Las personas son frías hacia Dios. ¿Quién puede tratar a Dios como tal? Las personas ni siquiera le dan a Dios un mínimo de consuelo, y Él no ha recibido amor sincero de la humanidad hasta hoy. Dios sigue dando desinteresadamente y sigue proveyendo desinteresadamente.

La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. ¿Conoces el amor de Dios por la humanidad?

Después de escuchar el himno, me sentí muy conmovida y bastante culpable. No pude evitar llorar. El amor de Dios es tan verdadero y real. Dios es tan supremo, santo y grande, pero para salvar a la humanidad, Él personalmente se hizo carne para venir al mundo humano, vivir junto a la humanidad corrupta, expresar la verdad para proveer y guiar a las personas, además de establecer diversos entornos para refinar y purificar a las personas. Dios es incondicional con el hombre. Sin embargo, yo no estaba dispuesta a llevar una carga pesada al hacer mi deber, y no estaba dispuesta a pagar ni el más mínimo precio ni a sufrir la más mínima pizca. Me sentí tan en deuda con Dios. Dios me había dado tanto, pero no tuve en consideración Su intención, sino solo mis propios intereses, y eludí mi deber por preocuparme de que mi carne sufriera. ¡Realmente carecía por completo de conciencia!

Leí otro pasaje de las palabras de Dios: “Sea cual sea el tipo de deber que cumplas y la clase de comisión que aceptes de Dios, Sus exigencias hacia ti no cambian. Una vez que has entendido las exigencias de Dios, debes practicar, cumplir con tu deber y alcanzar la comisión que te hace Dios según Sus exigencias, tal y como las entiendas, con independencia de que Él esté a tu lado o escrutándote. Solo de esta manera puede que de verdad te conviertas en un amo de todas las cosas en quien Dios confía, y que cumple con el estándar y es digno de Su comisión. […] Concéntrate únicamente en las palabras de Dios y en Sus exigencias, llega a perseguir la verdad, cumple bien con tu deber, satisface las intenciones de Dios y evita defraudar a Sus seis mil años de espera y Sus seis mil años de expectativa. Concédele a Dios algo de consuelo; permítele ver que hay esperanza en ti, y deja que se cumplan en ti Sus deseos. Dime, ¿te trataría Dios injustamente si lo hicieras? ¡Por supuesto que no!(La Palabra, Vol. VI. Sobre la búsqueda de la verdad. ¿Por qué debe el hombre perseguir la verdad?). De las palabras de Dios, sentí en lo profundo que la intención de Dios es que persigamos la verdad, cumplamos bien nuestros deberes y nos sometamos a Él, para así convertirnos en verdaderos seres creados que podamos encomendar nuestro corazón a Dios y seamos de un mismo sentir con Él. Esto es lo que Dios más desea ver. Cuando me eligieron líder del grupo de toma de decisiones a nivel de distrito, la intención de Dios era que yo buscara la verdad mientras cumplía mi deber, y que practicara compartir sobre la verdad para resolver problemas. Además, aprendería a tomarme el trabajo en serio y a asumir las responsabilidades para finalmente poder cumplir bien mi deber, obtener la verdad y ser salvada por Dios. Al comprender esto, sentí un profundo remordimiento. Lamenté no haber valorado la oportunidad que Dios me había dado y no haber aceptado mi deber. ¡Cómo esperaba que Dios me diera otra oportunidad! Resolví que, si tenía otra oportunidad, definitivamente me sometería y nunca más me rebelaría contra Dios de esta manera. Por lo tanto, oré a Dios: “Dios mío, estoy dispuesta a someterme a todos Tus arreglos. En el futuro, estoy dispuesta a aceptar cualquier deber y hacerlo bien”. Más tarde, los líderes superiores no aceptaron mi renuncia y me hicieron continuar como líder del grupo. Al ver este resultado, me sentí extremadamente feliz. Dios había conocido mi corazón y me había dado otra oportunidad: ¡Tenía que valorarla! Después, comencé a dar seguimiento activo al trabajo, y cada noche, después de que terminaban las reuniones, resumía los problemas del trabajo con mis hermanos y hermanas del grupo de toma de decisiones. Aunque a veces había mucho trabajo y mi carne estaba un poco cansada, no eludía mi deber como lo había hecho antes.

En 2023, se estaban celebrando elecciones para líderes y diáconos debido a la reorganización de algunas iglesias, y mi carga de trabajo aumentó mucho. Tenía que encargarme de todas estas tareas personalmente, y estaba ocupada hasta muy tarde cada día. Durante ese tiempo, sentí que era demasiado engorroso y agotador. Poco después, la iglesia celebró una nueva ronda de elecciones, y quise aprovechar esta oportunidad para renunciar a mi puesto en el grupo de toma de decisiones a nivel de distrito y hacer un deber más ligero en su lugar. En este momento, me di cuenta de que quería volver a ser considerada con mi carne e invoqué a Dios en mi corazón: “Dios mío, guíame para que pueda practicar la verdad”. En ese momento, me vinieron a la mente dos himnos de las palabras de Dios.

Dios valora a aquellos que lo pueden escuchar y obedecer

A Dios, ya sea grande o insignificante una persona, mientras pueda escucharle, someterse a Sus instrucciones y lo que Él encarga, y pueda cooperar con Su obra, Su voluntad y Su plan, de forma que Su voluntad y Su plan puedan cumplirse sin problemas, entonces esa conducta es digna de Su recuerdo y de recibir Su bendición. Dios valora a esas personas, Él aprecia sus acciones y aprecia esta sinceridad y este corazón que muestran hacia Él. Esta es la actitud de Dios.

La Palabra, Vol. II. Sobre conocer a Dios. La obra de Dios, el carácter de Dios y Dios mismo I

Lo que a Dios le importa es el corazón de la persona

Cuando una persona acepta lo que Dios le encarga, Él tiene un estándar para juzgar si las acciones de las personas son buenas o malas, si se ha sometido, si ha satisfecho las intenciones de Dios y si lo que hace es acorde al estándar. Lo que le importa a Dios es el corazón humano, no sus acciones superficiales. No es que Dios deba bendecir a alguien solo por hacer algo, independientemente de cómo lo haga. Este es un malentendido que las personas tienen respecto a Dios. Él no solo mira el resultado final de las cosas, sino que hace mayor hincapié en cómo es el corazón de una persona y cuál es su actitud durante el desarrollo de las cosas; y mira, asimismo, si hay sumisión, consideración, y el deseo de satisfacerlo en el corazón.

La Palabra, Vol. II. Sobre conocer a Dios. La obra de Dios, el carácter de Dios y Dios mismo I

Las palabras de Dios realmente me conmovieron, especialmente cuando leí: “Él no solo mira el resultado final de las cosas, sino que hace mayor hincapié en cómo es el corazón de una persona y cuál es su actitud durante el desarrollo de las cosas; y mira, asimismo, si hay sumisión, consideración, y el deseo de satisfacerlo en el corazón”. Comprendí que lo que a Dios le importa es el corazón humano. Cuando sucede cada cosa, lo que Dios quiere ver es si el corazón de las personas es sumiso a Él y es considerado con Él, y si pueden dejar de lado sus propios intereses para satisfacer a Dios. Cada vez que me enfrentaba a un trabajo importante o a elecciones, no pensaba en cómo satisfacer las intenciones de Dios, solo en cómo eludir, cómo evitar el sufrimiento de la carne y cómo asumir menos responsabilidad. ¡Me faltaba tanta conciencia! ¡Tan egoísta y despreciable! Ahora la iglesia estaba celebrando nuevas elecciones, y yo tenía que tener al menos una actitud sumisa. Si me elegían, sería la exaltación de Dios hacia mí. Si no me elegían, habría lecciones que aprender. En cualquier caso, debía someterme. Al pensar esto, mi corazón se sosegó bastante, y participé en la elección. Al final, me eligieron como miembro del grupo de toma de decisiones a nivel de distrito, y mi corazón pudo someterse.

Más tarde, leí un pasaje de las palabras de Dios, y comprendí por qué constantemente era considerada con la carne y eludía mi deber. Dios Todopoderoso dice: “Con respecto a la carne, cuanto mejor la trates, más codiciosa será. Está capacitada para soportar un poco de sufrimiento. Las personas que experimentan algunos padecimientos caminarán por la senda correcta y se dedicarán al trabajo adecuado. Si la carne no soporta el sufrimiento, ansía la comodidad y crece en un lecho de rosas, entonces la gente no logrará nada y jamás podrá obtener la verdad. Si las personas se encuentran con calamidades naturales y desastres provocados por el hombre, perderán la razón y serán irracionales. A medida que pase el tiempo, solo se volverán más y más depravados. ¿Hay muchos ejemplos de esto? Puedes ver que entre los incrédulos hay muchos cantantes y estrellas de cine que estaban muy dispuestos a soportar penurias y se consagraron a su trabajo antes de hacerse famosos. Pero una vez que alcanzan la fama y empiezan a ganar mucho dinero, no siguen la senda correcta. Algunos se drogan, otros se suicidan y sus vidas se acortan. ¿Cuál es la causa? Sus placeres materiales son excesivos, ellos están demasiado cómodos y no saben cómo obtener un goce mayor o más diversión. Algunos de ellos recurren a las drogas en busca de más emociones y placer y, con el paso del tiempo, no pueden dejarlas. Algunos mueren por el consumo excesivo de drogas, y otros, al no saber cómo liberarse de ellas, simplemente acaban suicidándose. Hay muchísimos ejemplos así. No tiene importancia lo bien que comas, lo bien que te vistas, lo bien que vivas, lo mucho que te diviertas o lo cómoda que sea tu vida; no importa lo plenamente que se satisfagan tus deseos, al final solo queda el vacío más absoluto y el resultado es la destrucción. ¿Es esa felicidad que buscan los incrédulos la verdadera felicidad? De hecho, no es felicidad. Son figuraciones humanas, es una forma de depravación, es una senda por la que la gente se corrompe. La supuesta felicidad que la gente persigue es falsa. En realidad es sufrimiento. Ese no es un objetivo que la gente deba perseguir, ni es ahí donde radica el valor de la vida. Una de las formas y métodos mediante los cuales Satanás corrompe a las personas es hacer que busquen la satisfacción de la carne y la complacencia en la lujuria como meta. De esta manera, Satanás las adormece, las seduce y las corrompe, haciéndoles sentir que eso es la felicidad y llevándolas a perseguir ese objetivo. Las personas creen que obtener esas cosas es lograr la felicidad, por lo que hacen todo lo que está en su mano para lograr ese fin. Luego, cuando lo consiguen, no sienten felicidad, sino vacío y dolor. Esto demuestra que esa no es la senda correcta; es un camino hacia la muerte(La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Tercera parte). De las palabras de Dios comprendí que la razón por la que constantemente codiciaba la comodidad era que mis actitudes corruptas eran demasiado graves. La sociedad y mi familia me habían influenciado y condicionado profundamente, y creía que perseguir las comodidades carnales era tratarme bien a mí misma. A menudo oía decir a la gente: “La gente debe vivir para sí misma, para que su carne esté cómoda y a gusto. No deben vivir para los demás. Esa es la forma de ser inteligente”. Mis padres también decían a menudo: “No importa lo que hagamos, es para disfrutar de una vida cómoda sin sufrimiento ni fatiga. ¿Acaso el propósito de vivir no es disfrutar de la vida?”. Lentamente, acepté estos puntos de vista equivocados. Se convirtieron en los principios que regían mis acciones y en los objetivos de mi búsqueda. Cuando estaba en la escuela, solo quería estudiar cosas sencillas. No quería estudiar nada que me hiciera pensar mucho. Por ejemplo, era muy reacia a aprender materias como matemáticas, que me resultaban mentalmente exigentes. Después de que empecé a creer en Dios, aunque cumplía mis deberes en la iglesia, seguía persiguiendo las comodidades carnales. No estaba dispuesta a llevar una carga pesada al hacer mi deber, y no quería aquellos que implicaran esfuerzo mental o sufrimiento carnal. Solo quería hacer deberes fáciles y ligeros. Tan pronto como se requerían deberes difíciles o aquellos que implicaban una gran carga de trabajo, quería eludirlos. Por ejemplo, la primera vez que me eligieron líder del grupo de toma de decisiones a nivel de distrito, busqué muchas excusas, y mencioné deliberadamente mi corrupción y mis deficiencias para que no me eligieran para ese puesto, porque temía que serlo implicaría mucho trabajo y, por lo tanto, sería agotador para mi carne. En la siguiente elección, seguí considerando mi carne. Pensé que, si me elegían de nuevo como líder de grupo, tendría que seguir siendo responsable del trabajo general del distrito, y sería más fácil ser simplemente un miembro del grupo de toma de decisiones. Solo pensaba en mis propios intereses carnales, nunca fui considerada con las intenciones de Dios, y constantemente eludía mi deber para que mi carne no sufriera. Este comportamiento era rebelarse contra Dios y traicionarlo. Si no me arrepentía y continuaba viviendo según estos pensamientos e ideas satánicos, al final, no solo no obtendría la verdad ni cambiaría mis actitudes corruptas, sino que también caería en la calamidad y sería destruida. Como Dios dijo: “Una de las formas y métodos mediante los cuales Satanás corrompe a las personas es hacer que busquen la satisfacción de la carne y la complacencia en la lujuria como meta. De esta manera, Satanás las adormece, las seduce y las corrompe, haciéndoles sentir que eso es la felicidad y llevándolas a perseguir ese objetivo. Las personas creen que obtener esas cosas es lograr la felicidad, por lo que hacen todo lo que está en su mano para lograr ese fin. Luego, cuando lo consiguen, no sienten felicidad, sino vacío y dolor. Esto demuestra que esa no es la senda correcta; es un camino hacia la muerte”. Satanás tienta y corrompe a las personas con la búsqueda de las comodidades carnales, haciéndoles creer que solo satisfacer la carne puede traer felicidad. En realidad, no importa cuán cómoda esté una persona o cómo disfrute de la carne, su corazón, en lo más profundo, sigue estando vacío y miserable. Siempre había perseguido las comodidades carnales y no quería hacer deberes que implicaran una gran carga de trabajo. Pensé que de esta manera mi carne estaría un poco más cómoda, y tendría más tiempo para descansar o hacer cosas que disfruto. Sin embargo, después de rechazar el deber de líder del grupo, mi corazón no estaba tranquilo, y en cambio, caí en una profunda miseria y autoculpa. Este sentimiento no se puede describir con palabras. Sabía que, por haberme rebelado contra Dios, había perdido Su presencia. Experimenté que perseguir las comodidades carnales no es una senda correcta, y solo llevará a las personas a depravarse progresivamente y a resistirse a Dios de forma creciente.

En abril de 2024, debido a las necesidades del trabajo, trasladaron a una predicadora de mi área de responsabilidad a otro lugar para cumplir con sus deberes. Tuve que dar seguimiento temporalmente al trabajo del que ella había sido responsable, y estaba un poco preocupada. Había tanto trabajo por hacer… ¡iba a ser tan agotador! En este momento, me di cuenta de que quería volver a ser considerada con mi carne, y en silencio oré a Dios para que Él me llevara a poder someterme. Más tarde, leí un pasaje de las palabras de Dios y encontré una senda de práctica. Dios Todopoderoso dice: “Todo adulto debe asumir las responsabilidades como tal, con independencia de las presiones a las que se enfrente, como las adversidades, enfermedades e incluso las diversas dificultades: son cosas que todo el mundo debe experimentar y soportar. Forman parte de la vida de una persona normal. Si no puedes soportar la presión o tolerar sufrimiento, significa que eres demasiado frágil e inútil. Cualquiera que viva debe soportar este sufrimiento, y nadie puede evitarlo. Ya sea en la sociedad o en la casa de Dios, es igual para todos. Esta es la responsabilidad que debes asumir, la pesada carga que debe llevar un adulto, la que debe soportar, y no debes eludirla. Si siempre intentas escapar o desechar todo esto, entonces tus emociones represivas saldrán a la luz, y siempre estarás enmarañado en ellas. Sin embargo, si puedes comprender y aceptar todo esto de una forma adecuada y verlo como una parte necesaria de tu vida y existencia, entonces estas cuestiones no deberían ser motivo para que desarrolles emociones negativas. En un sentido, debes aprender a asumir las responsabilidades y obligaciones que los adultos deben tener y sobrellevar. En otro aspecto, debes aprender a coexistir en armonía con los demás en tu entorno vital y de trabajo con una humanidad normal. No te limites a hacer lo que te apetezca. ¿Cuál es el propósito de la coexistencia armoniosa? El de completar mejor el trabajo y cumplir mejor las obligaciones y responsabilidades que tú, como adulto, debes completar y desempeñar, minimizar las pérdidas causadas por los problemas a los que te enfrentas en tu trabajo y maximizar los resultados y la eficiencia de este. Eso es lo que debes conseguir. Si posees una humanidad normal, deberías lograrlo cuando trabajes entre la gente. En cuanto a la presión del trabajo, tanto si viene de lo Alto o de la casa de Dios, como si se trata de la presión que ejercen sobre ti tus hermanos y hermanas, es algo que debes soportar. No puedes decir: ‘Esto supone demasiada presión, así que no lo voy a hacer. Solo busco ocio, tranquilidad, felicidad y comodidad al cumplir con mi deber y trabajar en la casa de Dios’. Esto no vale; no es un pensamiento que un adulto normal deba poseer, y la casa de Dios no es un lugar para que te entregues a la comodidad. Toda persona asume cierta dosis de presión y riesgo en su vida y en su trabajo. En cualquier trabajo, especialmente durante el desempeño de tu deber en la casa de Dios, debes esforzarte por obtener resultados óptimos. A un nivel mayor, esa es la enseñanza y la exigencia de Dios. A un nivel menor, es la actitud, el punto de vista, el estándar y el principio que toda persona debe adoptar en su conducta propia y sus actuaciones. Cuando cumples con un deber en la casa de Dios, debes aprender a atenerte a los preceptos y sistemas de la casa de Dios, debes aprender a acatar, conocer las normas y comportarte de manera correcta. Esta es una parte esencial de la conducta propia de uno(La Palabra, Vol. VI. Sobre la búsqueda de la verdad. Cómo perseguir la verdad (5)). Después de leer las palabras de Dios, comprendí que, como adultos, todos tenemos nuestras propias responsabilidades, ya sea en la casa de Dios o en el mundo no creyente. Esto es lo que una persona normal debería asumir. En el proceso de cumplir el deber, aunque la carne tenga que sufrir, pagar un precio y soportar algo de presión, todo esto forma parte de las responsabilidades que los adultos deben asumir. No puedo tener miedo de sufrir, ni puedo eludir los deberes cuando veo que son difíciles. Hacer eso es carecer demasiado de conciencia y humanidad. Por lo tanto, oré conscientemente a Dios para rebelarme contra la carne, y lentamente pude someterme a este entorno.

A través de esta experiencia, comprendí que, aunque mi carne sufra y se canse al asumir trabajo en la iglesia, gano mucho. Me di cuenta de que, cuando me suceden cosas, debo buscar los principios-verdad, y mi humanidad también maduró mucho, y pasó de depender siempre de los demás al principio, a haber aprendido ahora a trabajar de forma independiente. Cuando los hermanos y hermanas tienen dificultades o nociones, también puedo encontrar verdades relevantes para compartirles y resolverlas. Aunque mi carga de trabajo es más pesada que antes, también he obtenido y ganado más. Todo esto es una gracia especial de Dios. ¡Gracias a Dios!

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