87. Me he despojado de las ataduras de la fama y la ganancia
Dios Todopoderoso dice: “Como las personas no conocen las orquestaciones y la soberanía de Dios, siempre afrontan el sino desafiantemente, con una actitud rebelde, y siempre quieren desechar la autoridad y la soberanía de Dios y las cosas que el sino les tiene guardadas, esperando en vano cambiar sus circunstancias actuales y alterar su porvenir. Pero nunca pueden tener éxito y se ven frustrados a cada paso. Esta lucha, que tiene lugar en lo profundo de su alma, les causa profundo dolor y este dolor se les mete en los huesos y, al mismo tiempo, los hace desperdiciar su vida. ¿Cuál es la causa de este dolor? ¿Es debido a la soberanía de Dios, o porque una persona nació sin suerte? Obviamente ninguna de las dos es cierta. En última instancia, es debido a las sendas que las personas toman, la forma en que eligen vivir su vida. Algunas personas pueden no haberse dado cuenta de estas cosas. Pero cuando conoces realmente, cuando verdaderamente llegas a reconocer que Dios tiene soberanía sobre el porvenir humano, cuando entiendes realmente que la soberanía y los arreglos de Dios sobre todas cosas de los que disfrutas proporcionan gran beneficio y protección, sientes que tu dolor empieza a aliviarse gradualmente, y todo tu ser se queda poco a poco relajado, libre, liberado” (La Palabra, Vol. II. Sobre conocer a Dios. Dios mismo, el único III). Cada vez que veo este pasaje de las palabras de Dios, me acuerdo de mi experiencia anterior, de cuando me esforzaba al máximo. Como no entendía la soberanía de Dios, siempre intentaba cambiar mi porvenir mediante mi esfuerzo para tener una vida respetable y prestigiosa, con fama, fortuna y la admiración de los demás. Creía que la fama y la fortuna me harían tener una vida feliz. Tras experimentar contratiempos y fracasos una y otra vez, solo conseguí despertar después de estar a punto de morir en un accidente de autobús y darme cuenta de lo indefensas e insignificantes que son las personas frente a la muerte, que no hay dinero suficiente que compre la vida, que perseguir la fama y la ganancia solo me había traído dolor y vaciedad, y que solo podría tener una vida realmente significativa si me sometía a la soberanía y los arreglos de Dios y cumplía mi deber como ser creado.
Nací en el campo y, de pequeña, veía a mi hermana trabajar en el laboratorio de una planta de procesamiento de minerales. Su entorno de trabajo era cómodo y relajado, y viajaba por trabajo con frecuencia. Cada vez que volvía a casa, venía vestida elegantemente y muy a la moda, y solía traer productos típicos de otras regiones. La gente del pueblo la admiraba mucho, y yo la envidiaba y pensaba: “¡Qué maravilloso sería llevar una vida tan respetable y prestigiosa en el futuro!”. Al terminar la educación secundaria básica, justo coincidió que la planta de procesamiento de minerales donde trabajaba mi hermana estaba contratando, así que empecé a trabajar allí. Como mi nivel de estudios era bajo y no tenía ninguna habilidad especializada, solo podía trabajar en el taller. El ruido de las máquinas era ensordecedor y había polvillo por todas partes. Cada día subía y bajaba por las escaleras con decenas de kilos de reactivos para rellenarlos. Como era alérgica a los reactivos, tenía las manos y la cara cubiertas de un sarpullido rojo. También tenía que trabajar el turno de la noche y, tras unos meses, se me puso la cara amarillenta y pálida. El trabajo físico intenso me solía dejar completamente agotada. Veía que mis compañeros que tenían trabajos técnicos disfrutaban de los mejores beneficios y alojamiento, y que sus sueldos eran varias veces más altos que el mío. Además, solían trabajar en la oficina, donde se la pasaban leyendo el periódico y tomando el té tranquilamente, y siempre iban bien vestidos y tenían un aire refinado y elegante. Luego, cuando me miraba al espejo, me sentía menos que ellos; me sentía muy inferior. Pensaba: “No tengo estudios ni habilidades, así que solo puedo hacer trabajo duro. Realmente me arrepiento de no haberme esforzado antes en estudiar. Si hubiera estudiado mucho y hubiera conseguido un diploma, ¿no sería entonces capaz de destacar entre la gente y llevar una vida envidiable y admirable como ellos? Todos somos seres humanos, ¿por qué tengo tan poco éxito? No quiero pasarme la vida entera dejándome la piel en el taller”. Más tarde, me enteré de que había una oportunidad a través de la planta para presentarse al examen de acceso de la escuela secundaria de formación profesional. Renuncié a mis momentos de descanso, me levantaba temprano y me acostaba tarde para memorizar los libros y hacer ejercicios. Después de dos años de esfuerzo, pasé el examen para entrar a una escuela de formación profesional. Tres años después, obtuve el diploma que tanto deseaba y me convertí en una profesional cualificada. Me quité la ropa de trabajo llena de grasa, dejé atrás el taller polvoriento y pasé a tener un envidiable trabajo de oficina. Al ver a mis antiguos compañeros que todavía trabajaban en el taller, pensé en que todos mis esfuerzos de los últimos años habían merecido la pena. Creía aún más firmemente en la idea de “Soporta las mayores adversidades para convertirte en el mejor”, y que, siempre que me esforzara, podría llevar una vida tranquila, cómoda, decente y prestigiosa.
Sin embargo, cuando llegué a la oficina del departamento, descubrí que mis compañeros no solo tenían títulos académicos, sino también títulos profesionales. Aunque hacíamos el mismo trabajo, yo tenía el salario más bajo de todos. Además, sin un título profesional, no podía optar a una asignación de vivienda ni a un puesto oficial o una promoción, y me podían enviar de vuelta al taller en cualquier momento. Si quería que me ascendieran y me subieran el sueldo, tenía que conseguir un título profesional avanzado. Así que compré libros para hacer exámenes de varias materias, como contabilidad, inglés avanzado, estadística y demás. Eran temas que nunca había estudiado antes, así que me costaba muchísimo aprenderlos. Sin embargo, para consolidar mi posición en la oficina del departamento, tenía que dar lo mejor de mí. Después, dediqué toda mi energía fuera del trabajo a estudiar. Para no tener distracciones, hasta tomé la dolorosa decisión de dejar a mi hijo de un año al cuidado de mis padres. Debido al gran estrés que había en el trabajo y a mi poca formación académica, me presenté dos años seguidos al examen, pero reprobé ambas veces. Mis compañeros se burlaban de mí y mi marido me aconsejaba que no volviera a hacer el examen. Pero yo me negaba a rendirme y solía quedarme estudiando hasta muy tarde. Para empezar, tenía una disfunción tiroidea y necesitaba tomar medicación a largo plazo. Acostarme tarde durante un largo período de tiempo debilitó aún más mi sistema inmunológico. Tenía que ponerme goteos intravenosos cada dos días y, cuando me encontraba muy mal, hasta me costaba respirar al caminar. Sin embargo, pensaba que, si no conseguía un título profesional, perdería toda oportunidad de que me ascendieran o que mi salario mejorara. Entonces, ¿de qué habrían servido todos los esfuerzos que había hecho durante esos años? ¿Cómo tendría la oportunidad de destacar entre la multitud en el futuro? Así que me las aguanté y perseveré. Tras tres años de mucho esfuerzo, por fin obtuve una titulación profesional intermedia. Con este “aprobado”, no tardé mucho en ascender a delegada intermedia. Mi sueldo también subió, y pasé de trabajadora a delegada en un instante. Sentía que mi valor y estatus habían mejorado; no puedo describir lo orgullosa que estaba.
Sin embargo, esos buenos tiempos no duraron mucho. A los pocos años, la rentabilidad de la planta cayó y me despidieron. En un abrir y cerrar de ojos, pasé de ser delegada a una trabajadora a la que habían despedido. Sentí que el halo que me rodeaba y mi futuro brillante se habían desvanecido de golpe y me sentí totalmente perdida. No estaba dispuesta a aceptar que mi vida quedara así. En ese momento, leí en el periódico que había muchas personas que, luego de que las hubieran despedido, habían empezado sus propios negocios, se habían convertido en empresarios y jefes, y llevaban una vida envidiable. Creía que yo era capaz de hacer lo mismo, así que emprendí mi propio camino como empresaria, abrí un puesto en el que vendía comida, promocionaba seguros y otras cosas. Aunque gané algo de dinero, tuve un accidente de coche y me lesioné la columna cervical. Poco después, también despidieron a mi marido, mis padres se enfermaron y tuvieron que ser hospitalizados, y gastamos el poco dinero que tenía nuestra familia. Ante tantos contratiempos, no estaba dispuesta a aceptar el fracaso y seguía buscando oportunidades. En 2004, entré en contacto con el sector de ventas directas. Escuché a una directora compartir su experiencia de cómo había pasado de la mediocridad al éxito, de que tenía un equipo de ventas que abarcaba todo el país, de que ganaba cientos de miles de yuanes al año… Me sentí llena de entusiasmo y me uní al equipo sin dudarlo. Estudiaba todo el tiempo cómo vender productos y desarrollar mi equipo, y soñaba con que un día ganaría mucho dinero, tendría una vida de riqueza y libertad, y yo misma compartiría mis experiencias como empresaria con los demás. ¡Qué glorioso sería eso!
Poco tiempo después, un familiar me predicó el evangelio de Dios de los últimos días. A través de comer y beber las palabras de Dios, descubrí que Él es el origen de todas las cosas, que el destino y el porvenir futuros de la humanidad están en Sus manos y que las personas solo pueden tener un buen porvenir si adoran a Dios. Por lo tanto, acepté la obra de Dios Todopoderoso y empecé a participar en la vida de iglesia. Sin embargo, por aquel entonces, yo estaba totalmente centrada en desarrollar mi equipo de ventas y temía que asistir a demasiadas reuniones afectara mis ventas. Si mis ventas bajaban, mis ingresos también lo harían, ¿y cómo podría siquiera pensar en llevar una vida respetable y prestigiosa? Así que dedicaba la mayor parte de mi tiempo a vender productos y expandir mi clientela, por lo que solía perderme las reuniones. Incluso cuando conseguía asistir, siempre estaba somnolienta y no me enteraba de nada. Al principio, sentía un poco de remordimiento, pero cuando veía que mi equipo crecía sin parar gracias a mi gestión meticulosa, que las ventas mejoraban cada vez más y que estaba cada vez más cerca de ser una distribuidora de nivel medio, el poco remordimiento que sentía en el corazón se desvanecía. Más adelante, visitaba a clientes casi todos los días para vender productos y llevaba al equipo a viajes de formación todos los meses, así que dejé de asistir a las reuniones. Cuando mis hermanas venían a casa a buscarme, yo me escondía de ellas y me dedicaba en cuerpo y alma a mi carrera. Para tener una mejor clientela, aprendí todo tipo de discursos de ventas. Para convencer a mis clientes de que compraran productos de salud, les hablaba de los peligros de las enfermedades y, para venderles cosméticos, los halagaba. También hablaba de las posibilidades de la venta directa y de su atractivo sistema de bonificaciones, me vestía con mucha elegancia y usaba la imagen de ser una persona exitosa para atraer a clientes y que se unieran a mi equipo de ventas. Después, me sentía algo intranquila: en realidad, mis ingresos no eran para nada estables y no era tan fácil ganar dinero con la venta directa. ¿Acaso no estaba pintando una realidad de color de rosa para engañar a la gente? Pero entonces pensaba: “En el sector de venta directa, todo el mundo aprende discursos de ventas. ¿Cómo vas a vender algo si eres demasiado honesta? ¿Cómo vas a ganar dinero?”. Por lo tanto, seguía usando métodos engañosos para ganar dinero. Solía trabajar hasta la una o las dos de la madrugada para ganar más dinero, por lo que llegaba a casa agotada. Ni siquiera tuve tiempo de cuidar de mi marido cuando tuvieron que operarlo. Enfadado, me dijo que no tenía corazón y hasta me pidió el divorcio. Mi hija, que estaba a punto de entrar en la escuela secundaria, se volvió adicta a los videojuegos y sus notas bajaron, pero yo no tenía tiempo para ocuparme de ella. Liderar el equipo era difícil, mi matrimonio no iba bien y mi hija era desobediente. Todo eso me dejaba exhausta y desbordada. A menudo pensaba: “¿Es esta realmente la vida que quiero?”. Sin embargo, el equipo empezaba a mejorar y la vida maravillosa que deseaba parecía estar a la vuelta de la esquina, así que seguía firme en la marcha. Me esforcé de esa manera durante dos años. Mi equipo creció hasta contar con casi cien personas y nuestras ventas no paraban de aumentar. Me convertí en distribuidora de nivel medio, con unos ingresos mensuales de entre seis y siete mil yuanes. Recibía los elogios de mis superiores y la admiración de quienes me rodeaban, y sentía una gran satisfacción por lo que había conseguido. Aunque, después, sentía un vacío inexplicable en el corazón, recobraba la motivación y me preparaba para luchar por alcanzar el objetivo de convertirme en distribuidora de nivel alto cuando pensaba que eso me permitiría ganar cientos de miles de yuanes al año y recibir el reconocimiento de todos. De forma inesperada, cuando estaba llevando al equipo a un viaje de formación, el autobús en el que viajábamos chocó con un camión, y perdí el conocimiento. Cuando desperté, vi los vehículos volcados en el suelo y oía gritos por todas partes. Algunas personas tenían la cara cubierta de sangre y otras gemían de dolor. Quise levantarme, pero me dolía tanto la parte baja de la espalda que no pude hacerlo. No pude sino esperar a que los rescatistas nos sacaran del autobús. Al ver esa escena tan trágica, sentí un miedo terrible: “La parte baja de la espalda me duele tanto. ¿Me habré quedado paralítica? Hay mucha gente de mi equipo que ha resultado herida. Si le pasa algo a alguien, ¿cómo se lo voy a explicar a su familia?”. Me sentía totalmente impotente. En ese momento, pensé en Dios y no paraba de orar en mi corazón: “Querido Dios, sálvanos…”. Después de hacerme unas pruebas, me diagnosticaron fracturas por compresión en tres vértebras lumbares. El médico me recomendó un tratamiento conservador. Haciendo memoria, aunque iba sentada en la parte delantera del autobús, no sufrí heridas graves. Eso se debió a la misericordia y la protección de Dios, y le di gracias de todo corazón. Cuando vi a una buena amiga que aún estaba en coma en la sala del hospital tras una operación de fijación de columna, a otra hermana mayor que acababan de operar de un tendón roto en la pierna y a una chica de unos veinte años con una lesión en la pelvis, de quien el médico dijo que quizás no iba a poder tener hijos, me di cuenta de lo frágil que es la vida humana. Dos días antes, aún estábamos en el autobús compartiendo lo que habíamos aprendido con alegría, pero ahora estábamos todas en cama en el hospital. Luego, me miré al espejo, con mi fractura lumbar. El médico dijo que no podría valerme por mí misma durante dos o tres meses. “¿De qué sirve ganar más dinero si pierdo la vida ahora? ¡Tengo tanta suerte de simplemente estar viva!”, pensé.
Dos meses después, me dieron el alta y volví a casa a recuperarme. Al enterarse de que había tenido un accidente de autobús, una hermana vino a visitarme, encontró un pasaje de las palabras de Dios y me lo leyó. Dios Todopoderoso dice: “La suerte del hombre está controlada por las manos de Dios. Tú eres incapaz de controlarte a ti mismo: a pesar de que el hombre siempre va apresurado y se ocupa de sus propios asuntos, sigue siendo incapaz de controlarse. Si pudieras conocer tus propias perspectivas, si pudieras controlar tu propio sino, ¿seguirías siendo un ser creado? En resumen, independientemente de cómo obre Dios, toda Su obra es por el bien del hombre. Considera, por ejemplo, los cielos y la tierra, y todas las cosas que Dios creó para que sirvieran al hombre: la luna, el sol y las estrellas que Él hizo para el hombre; los animales y las plantas, la primavera, el verano, el otoño y el invierno, etc., todo está hecho para la existencia del hombre. Y así, independientemente de cómo Dios castigue y juzgue al hombre, todo es por el bien de la salvación de este. Aunque despoje al hombre de sus esperanzas carnales, es por el bien de su purificación, y su purificación es para que él pueda sobrevivir. El destino del hombre está en manos del Creador, por tanto, ¿cómo podría el hombre controlarse a sí mismo?” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Restaurar la vida normal del hombre y llevarlo a un destino maravilloso). Mi hermana me dijo: “El porvenir del ser humano está en manos de Dios, y nadie puede controlarlo por su cuenta. Fíjate cómo te pasabas todo el día hurgando para encontrar dinero. Esta vez fue Dios el que te protegió para que no sufrieras heridas graves. Pero ¿has pensado alguna vez que, incluso si logras hacer dinero, de qué te sirve todo ese dinero si pierdes la vida? Hoy hemos tenido la suerte de aceptar la obra de Dios de los últimos días, pero tú no has estado asistiendo a las reuniones como deberías. ¿No es esto un intento de evadir que Dios te salve?”. Aunque las palabras de la hermana me atravesaron el corazón, también eran los hechos. Haciendo memoria, cuando conseguí mi diploma y el título profesional al estudiar por mi cuenta, pensé que todo sería pan comido a partir de ahí. Pero no esperaba que me despidieran y que no tuviera trabajo. No estaba lista para resignarme y aceptar ese fracaso. Cuando vi que mucha gente empezaba su propio negocio y conseguía destacar entre la multitud, yo también me esforcé al máximo para intentar empezar mi propio negocio. Sin embargo, todo acabó en fracaso. Durante esa época, sufrí un accidente de tráfico y me lesioné la columna cervical, lo que casi me deja paralítica. Antes de recuperarme del todo, me lancé de nuevo a la venta directa. Quería llevar una buena vida gracias a ese negocio, pero no esperaba que un accidente de autobús hiciera estallar la burbuja de todos mis años de esfuerzo y lo redujera todo a nada. Entendí que, en realidad, no podía controlar mi propio porvenir y que el sino del ser humano está en manos de Dios. Ese accidente parecía algo malo, pero, en realidad, fue algo bueno. Fue la salvación que Dios me daba. De lo contrario, nunca habría dejado de perseguir la fama y la ganancia.
Más tarde, leí más de las palabras de Dios: “El Todopoderoso tiene misericordia de estas personas que han sufrido profundamente. Al mismo tiempo, siente aversión hacia estas personas que no tienen ninguna conciencia en absoluto, porque ha tenido que esperar demasiado para obtener una respuesta por parte de la gente. Él desea buscar, buscar tu corazón y tu espíritu, y traerte alimento y agua para que te despiertes y ya no tengas sed ni hambre. Cuando estés cansado y cuando sientas algo de la desolación de este mundo, no estés perdido, no llores. Dios Todopoderoso, el Vigilante, acogerá tu llegada en cualquier momento” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. El suspiro del Todopoderoso). Después de leer las palabras de Dios, mi corazón se conmovió y pude sentir el amor y la misericordia de Dios. Había oído Su voz, pero no había podido resistir la tentación del dinero, la fama y la ganancia, por lo que, para ganar más dinero y ser superior, no quise asistir a las reuniones. Hasta me escondía de mis hermanos y hermanas cuando venían a mi casa a buscarme. Había sido muy insensible y rebelde, pero Dios no me abandonó. Estaba sentada en la parte delantera del autobús cuando ocurrió el accidente. Sufrí un gran impacto, pero no tuve heridas graves. ¿No fue eso la protección de Dios? Dios también dispuso que una hermana viniera a verme y hablara conmigo sobre la verdad para que entendiera la intención de Dios y acudiera a Él. ¿Acaso todo esto no era Dios mostrándome Su misericordia? El amor de Dios es muy grande, pero yo estaba obsesionada con perseguir la fama y la ganancia, me escondía y me alejaba de Dios. Mi corazón se había endurecido demasiado y carecía de conciencia y razón. ¡Realmente no era digna de la salvación de Dios!
En cuanto me recuperé lo suficiente como para volver a caminar, mi líder me llamó y me pidió que volviera para encargarme del equipo. Pensé: “Si no lidero al equipo que tanto me costó construir, se disolverá. Ahora, tanto las ventas como mis ingresos están bajando todos los meses. Si esto sigue así, ¿no habrán sido en vano todos mi esfuerzos anteriores?”. Mi corazón empezó a titubear. En ese momento, leí las palabras de Dios: “Como crees en Dios y lo sigues, debes ofrecerle todo a Él y no hacer elecciones o exigencias personales; debes lograr satisfacer las intenciones de Dios. Como fuiste creado, debes someterte al Señor que te creó, porque inherentemente no tienes dominio sobre ti mismo ni capacidad natural para controlar tu propio porvenir. Como eres una persona que cree en Dios, debes perseguir la santificación y el cambio” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. El éxito o el fracaso dependen de la senda que el hombre camine). “Desde el momento en el que llegas llorando a este mundo, comienzas a cumplir tus responsabilidades. Por el bien del plan de Dios y Su predestinación, desempeñas tu papel y emprendes tu viaje de vida” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Dios es la fuente de la vida del hombre). Las palabras de Dios me permitieron entender que Él creó al ser humano. Como ser creado, yo debería someterme a Dios, complacerlo, cumplir mis responsabilidades y hacer bien mi deber. Pensé en que había pasado la mayor parte de mi vida persiguiendo la fama, la ganancia y el estatus. Al final, no conseguí lo que quería tras tanto esfuerzo y sufrimiento, y casi pierdo la vida. El hecho de que ahora pudiera regresar a Dios se debía a Su misericordia y protección, y yo debía retribuir Su amor. Todavía hay muchos creyentes sinceros que no han venido ante Dios, y yo debo predicarles el evangelio. Esta es mi responsabilidad y este es mi deber. Por eso, decidí dejar de desarrollar el equipo. Quería reunirme como debía para comer y beber las palabras de Dios y predicar el evangelio para dar testimonio de Él. Luego, rechacé la petición de mi líder y elegí cumplir mi deber junto con mis hermanos y hermanas, y prediqué el evangelio de forma activa a quienes me rodeaban. Cada día era gratificante.
En 2012, me encontré con una antigua compañera de trabajo. Vi que ya era distribuidora de nivel alto y ganaba mucho dinero. Hasta se había comprado una casa grande. Ella me dijo: “Con tal de que vengas a trabajar conmigo, te ayudaré a conseguir ventas. Tendrás un salario anual de cien mil yuanes, sin problema”. Al ver que ganaba mucho dinero, que parecía tan joven y hermosa y que su nueva casa parecía una mansión, no pude sino vacilar: “¿No es esa exactamente la vida que quiero? Tengo experiencia y no soy menos inteligente que ella, así que no me costaría resurgir. No me llevaría mucho esfuerzo conseguir un salario anual de cien mil yuanes”. La tentación de ganar dinero hacía imposible que mi corazón se sosegara, así que oré a Dios: “Querido Dios, sé que creer en Ti requiere que asista a reuniones y cumpla mi deber adecuadamente, pero aún quiero seguir persiguiendo la fama y la ganancia, y tengo el corazón muy dividido. Querido Dios, te ruego que me protejas y me guíes para no caer en las tentaciones de Satanás”.
Más tarde, leí las palabras de Dios: “Cuando investigas repetidamente y diseccionas cuidadosamente los diversos objetivos que las personas persiguen en la vida y sus miles de formas diferentes de vivir, verás que ninguno de ellos encaja con el propósito original del Creador con el que creó a la humanidad. Todos ellos apartan a las personas de Su soberanía y Su cuidado; todos son trampas que provocan que las personas se vuelvan depravadas y que las llevan al infierno. Después de que reconozcas esto, tu tarea es dejar de lado tu antigua visión de la vida, mantenerte alejado de diversas trampas, dejar a Dios que se haga cargo de tu vida y haga arreglos para ti, es buscar someterte solamente a las orquestaciones y la dirección de Dios, vivir sin tener elección personal y convertirte en una persona que lo adora a Él” (La Palabra, Vol. II. Sobre conocer a Dios. Dios mismo, el único III). “Satanás usa la fama y el provecho para controlar los pensamientos del hombre, hace que no piensen en nada más que no sean estas dos cosas. Por la fama y el provecho luchan, sufren dificultades, soportan humillación, soportan pesadas cargas y sacrifican todo lo que tienen, y harán cualquier juicio o decisión en nombre de la fama y el provecho. De esta forma, Satanás coloca cadenas invisibles en las personas y, al llevar estas cadenas, no tienen la fuerza ni el valor para liberarse. Sin saberlo, llevan estas cadenas y siempre avanzan con gran dificultad. En aras de esta fama y provecho, la humanidad se aparta de Dios y le traiciona, y se vuelve más y más perversa. De esta forma, se destruye una generación tras otra en medio de la fama y el provecho de Satanás. Consideremos ahora las acciones de Satanás, ¿no son sus siniestros motivos completamente detestables? Tal vez hoy no podáis calar todavía sus motivos siniestros, porque pensáis que la vida no tendría significado sin fama y provecho y creéis que, si las personas dejan atrás la fama y el provecho, ya no serán capaces de ver el camino que tienen por delante ni sus metas y su futuro se volverá oscuro, tenue y sombrío. Sin embargo, poco a poco, todos reconoceréis un día que la fama y el provecho son grilletes enormes que Satanás coloca en el hombre. Cuando llegue ese día, te resistirás por completo al control de Satanás y a los grilletes que te trae Satanás. Cuando llegue el momento en que desees liberarte de todas estas cosas que Satanás ha inculcado en ti, entonces romperás definitivamente con Satanás y odiarás de veras todo lo que él te ha traído. Solo entonces sentirás verdadero amor y anhelo por Dios” (La Palabra, Vol. II. Sobre conocer a Dios. Dios mismo, el único VI). Las palabras de Dios me permitieron entender que Satanás usa la fama y la ganancia para corromper a las personas y hacer que consideremos la búsqueda de la fama y la ganancia como algo positivo, como una meta por la que luchar en la vida, que intentemos escapar sin cesar de la soberanía y los arreglos de Dios, y que, en última instancia, rehuyamos a Dios y lo traicionemos. La fama y la ganancia son trampas que Satanás nos tiende y cepos que llevan a la gente a caer en la depravación. La razón por la que no podía desprenderme de la fama y la ganancia era que había tomado como positivas las reglas satánicas de supervivencia como: “El hombre lucha hacia arriba; el agua fluye hacia abajo” y “Destácate del resto”. Había creído que uno solamente puede tener una vida digna y con valor cuando logra tener fama y ganancia. Recordé cuando acababa de terminar mis estudios. Para tener una vida como la de mi hermana, me dediqué de lleno a estudiar para obtener diplomas y títulos profesionales. Después de que me despidieron, para vivir bien y ganarme la admiración de la gente, asistí a cursos de venta directa y aprendí a mentir y engañar para obtener buenas ventas. Decía lo que fuera que la gente quisiera oír y me disfrazaba de una persona exitosa para desorientar a la gente con falsas apariencias. Incluso cuando oí la voz de Dios que salvaba a las personas y entendí que Sus palabras son la verdad y pueden guiar a las personas a la senda correcta, no asistía a las reuniones como debía porque quería desarrollar mi equipo y mejorar mis ventas. Ni siquiera tenía tiempo para leer las palabras de Dios y dedicaba toda mi energía a perseguir el dinero, la fama y la ganancia. En última instancia, casi pierdo la vida en aquel accidente de autobús. Ahora, por fin podía reunirme y cumplir mi deber con frecuencia, pero, cuando oí a mi antigua compañera decir que me ayudaría a conseguir un salario anual de cien mil yuanes, se despertaron mis deseos y quise regresar con ansias al mundo y esforzarme al máximo en mi carrera. ¡Cuán fuerte me ataba al dinero, la fama y la ganancia! En realidad, si lo pensaba, en los últimos años, había estado ocupada hurgando para encontrar fama y ganancia. Aunque gané algo de dinero y recibí el elogio y la admiración de los demás, mi vida familiar no era armoniosa, solía enfadarme y discutir con mi marido, y a menudo sentía un vacío en el corazón. Además, por perseguir la fama y la ganancia, mentí y engañé a mis clientes, y transgredí el estándar básico de la conciencia. Vivía sin integridad ni dignidad alguna. También padezco consecuencias físicas del accidente de autobús y suelo tener de dolores de espalda. Pagué un gran precio por la fama y la ganancia, pero lo que obtuve a cambio fue un vacío espiritual y dolor físico. Me di cuenta de que, por mucho dinero que tengas, no puedes comprar la tranquilidad ni tener una conciencia tranquila, y por muy alto que sea tu estatus, no puedes escapar de la desgracia. La fama y la ganancia no pueden hacer verdaderamente felices a las personas. Solo conducen al vacío y al dolor, y hacen que la gente pierda la oportunidad de obtener la salvación. Ahora, por fin había sacado los pies de la ciénaga del dinero, la fama y la ganancia, y no quería volver a perseguir la fama, la ganancia y el estatus como antes ni llevar esa vida de sufrimiento, agotamiento, vacío y tormento. Tenía que dejar atrás mis ambiciones y deseos de perseguir la fama y la ganancia, debía perseguir someterme a Dios y cumplir bien con el deber de un ser creado. Solo así tiene sentido la vida. También me di cuenta de que, aunque ese día parecía que era mi compañera de trabajo la que trataba de convencerme, detrás de ello estaba la trampa de Satanás y la verificación de Dios. No podía volver a caer en las trampas de Satanás ni seguir por la senda equivocada, como había hecho antes. Por eso, la rechacé abiertamente.
Desde entonces, cada vez que alguien me recomienda una forma de ganar dinero, mi corazón ya no vacila y solo pienso en predicar el evangelio y cumplir bien con mi deber. Pensé en el himno de las palabras de Dios, “La vida más significativa”: “Eres un ser creado, debes por supuesto adorar a Dios y buscar una vida con significado. Como eres un ser humano, ¡te debes gastar para Dios y soportar todo el sufrimiento! El pequeño sufrimiento que estás experimentando ahora, lo debes aceptar con alegría y con confianza y vivir una vida significativa como Job y Pedro. Vosotros sois personas que buscáis la senda correcta, los que buscáis mejorar. Sois personas que os levantáis en la nación del gran dragón rojo, aquellos a quienes Dios llama justos. ¿No es esa la vida con mayor sentido?” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Práctica (2)). Las palabras de Dios me hicieron entender que no tiene sentido perseguir el dinero, la fama, la ganancia, el orgullo ni el prestigio. Solo al creer en Dios, perseguir la verdad, despojarse de las actitudes corruptas y cumplir el deber de un ser creado puedes llevar una vida verdaderamente significativa. Antes, perseguía el dinero, la fama, la ganancia, el disfrute material y vivía para la carne. Aunque parecía prestigiosa y respetable, no sentía paz ni alegría en mi corazón. Ahora, cumplo mi deber con mis hermanos y hermanas, como y bebo las palabras de Dios, acepto el juicio y el castigo de Sus palabras, hago introspección y me entiendo a mí misma. Ya no miento tanto como antes y, de a poco, he empezado a vivir conforme a una semejanza humana. ¡Doy gracias al liderazgo de Dios Todopoderoso por ayudarme a escapar del dolor de perseguir el dinero, la fama y la ganancia, y por emprender un camino promisorio en mi vida!