94. Me he desprendido de mi deseo de obtener estatus

Por Li Ning, China

En diciembre de 2023, me eligieron predicador. Cuando oí la noticia, me preocupé un poco: “Como predicador, estoy a cargo de varias iglesias. Tengo que reunirme a menudo con los líderes y diáconos de la iglesia y compartir con ellos para guiar el trabajo. Esto requiere entender la verdad y tener la capacidad de hablar sobre ella para resolver problemas. Hace poco tiempo que creo en Dios y tengo una comprensión superficial de la verdad. Acabo de empezar a formarme como líder en la iglesia y aún tengo muchas carencias cuando hablo sobre la verdad para resolver problemas. Si no puedo resolverlos cuando me reúna con los hermanos y hermanas, ¿qué pensarán de mí? ¿Pensarán que no soy apto para este deber y me menospreciarán?”. Pero luego pensé: “Me han asignado este deber con el permiso de Dios y, más aún, es la gracia de Dios. No puedo defraudarlo y debo confiar en Él para hacer el trabajo”. Por lo tanto, acepté este deber.

Al principio, solo me comunicaba por carta con los líderes y diáconos de la iglesia sobre el trabajo, pero esto no era muy eficaz. Ciertos trabajos requerían convocar reuniones para conocer la situación en persona y dar una orientación práctica. Pensé en que la mayoría de los líderes llevaban más tiempo creyendo en Dios que yo y que era seguro que entendían más verdades. Si no podía compartir bien y no era capaz de resolver sus problemas y dificultades, ¿no sería muy vergonzoso? Si nos comunicábamos por carta, primero podía entender el problema con claridad para, después, tomarme el tiempo para reflexionar y preguntar a mis superiores sobre lo que no entendiera. Al menos no haría el ridículo delante de todos. Sin embargo, sin reuniones, no había forma de entender al detalle sus problemas y dificultades, por lo que no me quedó más remedio que invitarlos a una reunión. Ese día estaba muy nervioso. Durante la reunión, una hermana dijo que había tenido muchos problemas al cumplir el trabajo de depuración, que no sabía cómo resolverlos y que, además, su estado no era bueno. Al principio, se me quedó la mente en blanco y no supe identificar de inmediato cuál era el problema, por lo que me puse aún más nervioso. Pensé en que mi hermana estaba esperando que yo compartiera con ella y me preocupaba lo que pensarían los hermanos y hermanas si no podía resolver ningún problema en mi primera reunión. ¿Pensarían que no estaba a la altura como predicador si ni siquiera podía resolver ese problema? Para que mis hermanos y hermanas no me calaran, no tuve más remedio que obligarme a buscar en las palabras de Dios. Después de mucho buscar, aún no había conseguido encontrar ninguna palabra que se aplicara al estado de mi hermana. Finalmente, logré encontrar un pasaje, pero, cuando lo terminé de leer, nadie compartió al respecto. La sala se quedó en un silencio sepulcral y sentí que me moría de la vergüenza. Pensé: “He hecho un ridículo enorme. Seguro que el pasaje de las palabras de Dios que he encontrado no es el adecuado y no puede resolver el problema. Mis hermanos y hermanas se deben haber dado cuenta de cuál es mi verdadero nivel. ¿Cómo voy a mirarlos a la cara de ahora en adelante?”. Cuanto más lo pensaba, más sentía que no era capaz de cumplir este deber. Al final, compartí unas pocas palabras de manera superficial, cambié de tema y empecé a preguntar sobre el trabajo. Pero, como estaba nervioso y me preocupaba lo que los hermanos y hermanas pensarían de mí si no sabía resolver ningún problema, solo obtuve una idea muy general del trabajo y aguanté por los pelos hasta que terminó la reunión. Cuando llegué a casa, estaba muy negativo y pensé: “La reunión de hoy ha sido un fracaso total. No solo no resolví los problemas de mis hermanos y hermanas, sino que además dejé totalmente en evidencia cuál es mi verdadero nivel. ¿Cómo voy a mirar a mis hermanos y hermanas a la cara de ahora en adelante?”. Durante esa época, vivía en un estado negativo y no tenía energías para comer y beber las palabras de Dios. No era tan diligente al dar seguimiento al trabajo y evitaba a propósito las reuniones. Ni siquiera me atreví a reunirme con los líderes y diáconos durante casi un mes. En esa época, algunos líderes de iglesia no captaban los principios y el trabajo de organización de los materiales de depuración avanzaba muy despacio. Después de intercambiar varias cartas, seguía sin haber mejoras, así que tuvimos que reunirnos en persona para transmitir una guía práctica. Sin embargo, para guardar las apariencias, no fui, lo que retrasó el trabajo de depuración.

Más tarde, cuando me reuní con mis compañeros de trabajo, les hablé de mi estado. La hermana con la que colaboraba me mostró un video de una lectura de las palabras de Dios. Dios Todopoderoso dice: “Cuando alguien es elegido líder por los hermanos y hermanas, o la casa de Dios lo asciende para que lleve a cabo determinado trabajo o deber, esto no significa que tenga un estatus o una posición especiales, que las verdades que comprenda sean más profundas y más numerosas que las de otras personas, y ni mucho menos que esta persona sea capaz de someterse a Dios y no traicionarlo. Desde luego, tampoco significa que conozca a Dios y que sea una persona temerosa de Él. De hecho, no ha logrado nada de esto. El ascenso y el cultivo son solamente ascenso y cultivo en el sentido simple, y no es lo mismo que Dios los haya predestinado y aprobado. Su ascenso y cultivo simplemente significan que ha sido ascendida y está a la espera de ser cultivada. El resultado final de este cultivo depende de si esta persona persigue la verdad, y de si es capaz de elegir la senda de búsqueda de la verdad. Por lo tanto, cuando en la iglesia alguien es ascendido y cultivado para que sea líder, solo se le asciende y cultiva en sentido directo; no quiere decir que ya sea acorde al estándar y competente como líder, que ya sea capaz de asumir la labor de liderazgo y hacer un trabajo real; eso no es así. La mayoría de la gente no puede desenmascarar estas cosas y, sobre la base de sus propias figuraciones, admira a quienes han ascendido. Esto es un error. Independientemente de cuántos años lleve creyendo en Dios, ¿alguien que es ascendido realmente posee la realidad-verdad? No necesariamente. ¿Es capaz de implementar los arreglos del trabajo de la casa de Dios? No necesariamente. ¿Tiene sentido de la responsabilidad? ¿Es leal? ¿Es capaz de someterse? Ante un problema, ¿es capaz de buscar la verdad? No se sabe. ¿Tiene esta persona un corazón temeroso de Dios? ¿Y cómo es de grande este corazón? ¿Es capaz de evitar seguir su propia voluntad al hacer las cosas? ¿Es capaz de buscar a Dios? Durante el período en que lleva a cabo el trabajo de liderazgo, ¿es capaz de presentarse ante Dios con frecuencia para buscar Sus intenciones? ¿Es capaz de guiar a la gente hacia la realidad-verdad? Sin duda es incapaz de tales cosas. No ha recibido formación y no ha tenido bastantes experiencias, así que no puede hacer esas cosas. Es por eso que ascender y cultivar a alguien no quiere decir que ya entienda la verdad ni que ya sepa cumplir su deber de manera acorde al estándar. Entonces, ¿qué objetivo y significado tiene ascender y cultivar a alguien? El de que se asciende a esta persona, como individuo, para que practique y para que se la riegue y la forme especialmente, de modo que se la capacite para comprender los principios-verdad y los principios, medios y métodos para hacer cosas diferentes y resolver diversos problemas, así como para manejar y lidiar con los diversos tipos de entornos y personas con los que se topan, conforme a las intenciones de Dios y de una manera que proteja los intereses de la casa de Dios. A juzgar por estos puntos, ¿cuentan las personas con talento a las que asciende y cultiva la casa de Dios con la capacidad adecuada para emprender el trabajo y hacer bien su deber durante el período de ascenso y cultivo o antes de este? Por supuesto que no. En este caso, es inevitable que, durante el período de cultivo, estas personas experimenten la poda, el juicio y el castigo, sean desenmascaradas y hasta despedidas; es normal, en eso consiste ser formado y cultivado(La Palabra, Vol. V. Las responsabilidades de los líderes y obreros. Las responsabilidades de los líderes y obreros (5)). Después de leer las palabras de Dios, entendí que el hecho de que se promueva o cultive a una persona no significa que sea mejor que los demás, que posea la realidad-verdad o que pueda ver con claridad cualquier problema y resolverlo. Cuando la iglesia promueve y cultiva a alguien, le da una responsabilidad y una carga, y le brinda más oportunidades de practicar, de aprender a detectar problemas y de buscar la verdad para resolverlos. Es completamente normal que haya ciertas cosas que no entienda o no sepa hacer. Tal como cuando me reuní y compartí con los hermanos y hermanas. Como hacía poco tiempo que creía en Dios y acababa de empezar en este deber, era muy normal que no supiera cómo resolver ciertos problemas. Sin embargo, siempre había creído que, como predicador, debía ser capaz de resolver los problemas y no podía decir que no tenía ni idea de cómo hacer las cosas. Así que, durante aquella reunión, quise poder ver con claridad cualquier problema y resolverlo, y encubrí mis propias carencias cuando no supe cómo resolver las cosas. También me puse negativo, determiné que era incapaz de cumplir este deber y hasta no me atreví a reunirme con los líderes y diáconos durante casi un mes, lo que retrasó el trabajo de la iglesia. De hecho, aunque yo era predicador, seguía siendo yo mismo. Seguía teniendo muchas carencias y una comprensión superficial de la verdad. Además, tenía que buscar y preguntar más sobre lo que no entendía o no sabía hacer y sincerarme cuando compartía con los hermanos y hermanas, aprovechar sus puntos fuertes para compensar mis debilidades y cumplir bien con mi deber. Después de entender esto, estuve dispuesto a reunirme con los líderes de la iglesia.

Sin embargo, cuando les escribí para convocar la reunión, las inquietudes que tenía antes resurgieron de forma inconsciente. Después, leí las palabras de Dios: “Todos los seres humanos corruptos adolecen de un problema común: cuando no tienen estatus, no se dan importancia al relacionarse o hablar con alguien ni adoptan un determinado estilo o tono discursivo; son, sencillamente, normales y corrientes y no necesitan aparentar. No sienten ninguna presión psicológica y saben compartir abiertamente y de corazón. Son accesibles y es fácil relacionarse con ellos; a los demás les parecen muy buena gente. En cuanto logran estatus, se vuelven petulantes, ignoran a la gente común, nadie puede acercarse a ellos; creen tener cierta nobleza y que ellos y la gente normal están cortados por distintos patrones. Desprecian a las personas corrientes, se dan importancia al hablar y dejan de compartir abiertamente con los demás. ¿Por qué ya no comparten abiertamente? Sienten que ahora tienen estatus y son líderes. Piensan que los líderes deben tener determinada imagen, estar un poco por encima de la gente normal, tener más estatura y que son más capaces de asumir responsabilidad; creen que, en comparación con la gente normal, los líderes deben tener más paciencia, ser capaces de sufrir, de esforzarse más y de soportar toda tentación de Satanás. Incluso si sus padres u otros miembros de su familia mueren, sienten que deben tener autocontrol para no llorar, o que al menos deben llorar en secreto, sin que los vean, para que nadie vea ninguna de sus limitaciones, defectos ni debilidades. Llegan a creer que los líderes no pueden decir a nadie que han caído en la negatividad; por el contrario, deben ocultar todas esas cosas. Creen que así debe actuar una persona con estatus. Cuando se reprimen hasta ese punto, ¿acaso el estatus no se ha convertido en su dios, en su señor? Y siendo así, ¿poseen todavía una humanidad normal? Cuando tienen tales ideas, cuando se meten en esa cesta y simulan de esa manera, ¿acaso no se han enamorado del estatus?(La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Cómo resolver las tentaciones y la esclavitud del estatus). Cuando leí la exposición de las palabras de Dios, entendí que el motivo por el cual nunca había podido tratar adecuadamente mis defectos y carencias desde que me había convertido en predicador era que me había encumbrado en ese pedestal de predicador. Antes de la reunión, en cuanto pensé en que los líderes que iba a ver llevaban muchos años creyendo en Dios, me puse nervioso, tuve miedo de no poder resolver sus problemas y de que pensaran que era un predicador incompetente, lo que me haría pasar vergüenza y me pondría en una situación incómoda. Durante la reunión, aunque estaba claro que no había podido desentrañar el problema de la hermana ni resolverlo, seguía creyendo que, como predicador, no podía decir realmente que no sabía cómo desentrañarlo. Por lo tanto, me limité a encontrar un pasaje cualquiera de las palabras de Dios y compartí unas pocas palabras de forma superficial, sin preocuparme por haber resuelto el estado de la hermana antes de cambiar de tema y empezar a preguntar por otro trabajo. Aun así, como estaba preocupado por no poder resolver los problemas, solo pregunté por el trabajo muy por encima. Como consecuencia, la reunión realmente no resolvió ningún problema. En realidad, si hubiera sido capaz de sincerarme y decir con honestidad que no sabía cómo resolver el estado de la hermana, y que luego compartiéramos y buscáramos todos juntos, podríamos haber resuelto el problema en cierta medida. Sin embargo, protegí mi estatus e imagen como predicador en todo momento. No asumí una carga en mi deber y solo pensaba en mi estatus. Solo me limité a aparentar y a disfrazarme. Pensé en cuando los líderes superiores se reunieron conmigo. Había compartido todo lo que entendía, había abierto mi corazón y había preguntado sobre lo que no entendía. Durante esas reuniones, me sentía relajado y liberado. Sin embargo, siempre que me reunía con los hermanos y hermanas, esa sensación de relajación y liberación desaparecía por completo. Creía que, como predicador, estaba allí para resolver sus problemas, por lo que me había encumbrado en ese pedestal de forma natural. Me esforzaba constantemente en ocultar y disimular mis defectos. Como resultado, no había conseguido sentir la guía de Dios. Eso hacía que las reuniones fueran sosas y estériles de principio a fin, además de agotadoras.

Más adelante, leí más de las palabras de Dios: “El aprecio de los anticristos por su reputación y estatus va más allá del de la gente normal y forma parte de su esencia-carácter; no es un interés temporal ni un efecto transitorio de su entorno, sino algo que está dentro de su vida, de sus huesos y, por lo tanto, es su esencia. Es decir, en todo lo que hacen los anticristos, lo primero en lo que piensan es en su reputación y su estatus, nada más. Para los anticristos, la reputación y el estatus son su vida y su objetivo durante toda su existencia. En todo lo que hacen, su primera consideración es: ‘¿Qué pasará con mi estatus? ¿Y con mi reputación? ¿Me dará una buena reputación hacer esto? ¿Elevará mi estatus en la opinión de la gente?’. Eso es lo primero que piensan, lo cual es prueba fehaciente de que tienen el carácter y la esencia de los anticristos; por eso consideran las cosas de esta manera. Se puede decir que, para los anticristos, la reputación y el estatus no son un requisito añadido y, ni mucho menos cosas que son externas a ellos de las que podrían prescindir. Forman parte de la naturaleza de los anticristos, los llevan en los huesos, en la sangre, son innatos en ellos. Los anticristos no son indiferentes a la posesión de reputación y estatus; su actitud no es esa. Entonces, ¿cuál es? La reputación y el estatus están íntimamente relacionados con su vida diaria, con su estado diario, con aquello que buscan día tras día. Por eso, para los anticristos el estatus y la reputación son su vida. Sin importar cómo vivan, el entorno en que vivan, el trabajo que realicen, lo que busquen, los objetivos que tengan y su rumbo en la vida, todo gira en torno a tener una buena reputación y un estatus alto. Y este objetivo no cambia, nunca pueden dejar de lado tales cosas. Este es el verdadero rostro de los anticristos, su esencia(La Palabra, Vol. IV. Desenmascarar a los anticristos. Punto 9 (III)). Las palabras de Dios ponen al descubierto que un anticristo considera la reputación y el estatus como su vida. Independientemente de lo que haga, siempre piensa primero en su propia reputación y estatus y, sin ellos, no tiene motivación para hacer nada. Esto lo determina su esencia-naturaleza. Pensé en cómo yo también había estado protegiendo mi reputación y estatus en todo momento. Cuando me eligieron para ser predicador, me empecé a preocupar de no ser capaz de resolver problemas, incluso antes de haber asistido a alguna reunión. No quería ir a las reuniones porque tenía miedo de que mis hermanos y hermanas vieran cuál era mi verdadero nivel. Aunque sabía perfectamente que mis hermanos y hermanas no captaban los principios para organizar los materiales de depuración y necesitaban que los guiara en persona, tenía miedo de hacer el ridículo delante de ellos y quedar mal, así que no fui a la reunión. Esto hizo que se retrasara mucho resolver los problemas del trabajo de depuración, lo que obstaculizó el trabajo de la iglesia. ¡Había dado demasiada importancia a la reputación y el estatus! Haciendo memoria, cuando estaba en el mundo, deseaba con muchas fuerzas la reputación y el estatus. Cuando trabajaba, el encargado de turno me solía elogiar en las reuniones porque tenía algunas habilidades y una ética de trabajo muy buena. El jefe también me tenía en muy buena estima y me pedía que me hiciera cargo de algunas tareas. Esto me hacía muy feliz. Pero, cuando había que rehacer el trabajo y el encargado me criticaba, como sentía que había quedado mal delante de mucha gente, solo quería renunciar. Después de llegar a la casa de Dios para cumplir mi deber, seguía anteponiendo mi orgullo y estatus y no me atrevía a admitir que no sabía hacer nada. Hace poco tiempo que creía en Dios, pero Él me concedió Su gracia para poder cumplir el deber de predicador. La intención de Dios era que, al cumplir mi deber, me formara para buscar la verdad y resolver los problemas en mi deber. Era una buena oportunidad para ganar la verdad. Sin embargo, yo no pensaba en cómo cumplir bien con mi deber y satisfacer a Dios, sino que me desvivía por proteger mi propio orgullo y estatus. Cuando veía que había que resolver el estado de mi hermana y los problemas en el trabajo de la iglesia, retrocedía y evitaba ir a resolverlos para proteger mi título de predicador. No prestaba ninguna atención al trabajo de la iglesia ni a los estados de mis hermanos y hermanas y solo pensaba en mi propia imagen y estatus. Fui especialmente egoísta y despreciable. Estaba transitando por la senda de los anticristos que se resisten a Dios. Cuando lo entendí, sentí que mi estado era muy peligroso y estuve dispuesto a arrepentirme de inmediato y a cambiar las cosas.

Más adelante, cuando los líderes superiores se enteraron de mi estado, compartieron conmigo dos pasajes de las palabras de Dios, que me dieron una senda de práctica para desprenderme del estatus. Dios Todopoderoso dice: “¿Cómo podéis ser personas normales y ordinarias? […] En primer lugar, no te otorgues a ti mismo un título y que este te ate y digas: ‘Soy el líder, soy el jefe del equipo, soy el supervisor, nadie conoce este tema mejor que yo, nadie entiende las habilidades más que yo’. No te dejes llevar por tu autoproclamado título. En cuanto lo hagas, te atará de pies y manos, y lo que digas y hagas se verá afectado. Tu pensamiento y juicio normales también. Debes liberarte de las limitaciones de este estatus. Primero bájate de este título y esta posición oficial y ponte en el lugar de una persona corriente. Si lo haces, tu mentalidad se volverá más o menos normal. También debes admitirlo y decir: ‘No sé cómo hacer esto, y tampoco entiendo aquello; voy a tener que investigar y estudiar’, o ‘Nunca he experimentado esto, así que no sé qué hacer’. Cuando seas capaz de decir lo que realmente piensas y de hablar con honestidad, estarás en posesión de una razón normal. Los demás conocerán tu verdadero yo, y por tanto tendrán una visión normal de ti y no tendrás que fingir, ni existirá una gran presión sobre ti, por lo que podrás comunicarte con la gente con normalidad. Vivir así es libre y fácil; quien considera que vivir es agotador es porque lo ha provocado él mismo. No finjas ni coloques una fachada. Primero, muéstrate abierto sobre lo que piensas en tu corazón, tus verdaderos pensamientos, para que todos los conozcan y los comprendan. De este modo, se eliminarán tus preocupaciones, y las barreras y sospechas entre tú y los demás. Además, cuentas con otra dificultad. Siempre te consideras el jefe del equipo, un líder, un obrero o alguien con título, estatus y posición: si dices que no entiendes algo, o que no puedes hacer algo, ¿acaso no te estás denigrando a ti mismo? Cuando dejas de lado estos grilletes en tu corazón, cuando dejas de pensar en ti mismo como un líder o un obrero, y cuando dejas de pensar que eres mejor que otras personas y sientes que eres una persona corriente igual a cualquier otra, y que hay algunos ámbitos en los que eres inferior a los demás; cuando compartes la verdad y los asuntos relacionados con el trabajo con esta actitud, el efecto es diferente, como lo es la atmósfera. Si en tu corazón siempre tienes recelos, si siempre te sientes estresado y atado, y si quieres librarte de estas cosas pero no eres capaz, entonces debes orar seriamente a Dios, reflexionar sobre ti mismo, percibir tus defectos, y esforzarte hacia la verdad. Si puedes poner la verdad en práctica, obtendrás resultados. Hagas lo que hagas, no hables ni actúes desde una determinada posición o usando un determinado título. Primero deja todo esto a un lado, y ponte en el lugar de una persona corriente(La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Atesorar las palabras de Dios es la base de la fe en Dios). “¿Qué es el estatus para ti? En realidad, el estatus es simplemente algo extra y adicional, como una prenda o un sombrero. No es más que un ornamento. No tiene utilidad real, y su presencia no afecta nada. Ya sea que tengas estatus o no, sigues siendo la misma persona. Que la gente entienda la verdad y alcance la verdad y vida no tiene nada que ver con el estatus. Siempre y cuando no veas al estatus como algo absolutamente significativo, no puede limitarte. Si amas el estatus y pones especial énfasis en él, y siempre lo consideras importante, entonces, te tendrá bajo su control; no estarás dispuesto a sincerarte, mostrarte tal como eres, conocerte o dejar de lado tu rol de líder para actuar, hablar y relacionarte con los demás y cumplir con el deber. ¿Cuál es el problema? ¿No está relacionado con el hecho de que el estatus te limita? Esto sucede porque hablas y actúas desde un lugar de estatus y no puedes bajarte del pedestal. ¿Acaso no te atormentas haciéndolo? Si realmente entiendes la verdad y puedes tener estatus sin demostrar que lo tienes, sino que, en cambio, puedes concentrarte en cumplir bien con tus deberes, hacer todo lo que te corresponde y llevar a cabo todos los deberes a tu cargo, y te consideras un hermano o hermana corriente, ¿te limitará el estatus?(La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Cómo resolver las tentaciones y la esclavitud del estatus). Después de leer las palabras de Dios, entendí que la palabra “predicador” es solo un título y no representa nada. No era que yo entendiera la verdad solo por ser predicador; en realidad, tanto si cumplía este deber como si no lo hacía, mi estatura seguiría siendo la misma y seguiría sin poder hacer las cosas que no sabía hacer. Dios espera que yo pueda ser realmente una persona común y corriente, que no me vea atado ni limitado por los títulos, que me sincere sobre mi corrupción y mis carencias durante las reuniones y que hable sobre todo lo que entienda. Además, Dios espera que sea una persona honesta que dice “no lo sé” cuando me enfrente a problemas o dificultades que no sepa resolver y que comparta y busque junto con mis hermanos y hermanas para cumplir bien con mi deber. Después de entender la intención de Dios, estuve dispuesto a confiar en Él para entrar en este aspecto. Más adelante, durante las reuniones, dejé de encumbrarme en el pedestal de predicador y, cuando me encontraba con problemas que no entendía, los analizaba y resolvía junto con todos.

Una vez, fui a una iglesia a conocer el trabajo que se hacía allí. Cuando llegué al lugar de reunión, vi a un hermano con el que ya había estado en contacto antes. Este hermano se centra bastante en su propia entrada en la vida y sabe hablar sobre la verdad para resolver algunos problemas. Empecé a pensar: “Si no soy tan bueno como él para resolver problemas, ¿qué pensarán mis hermanos y hermanas de mí? ¿Pensarán que yo soy predicador, pero ni siquiera sé usar la verdad para resolver problemas? ¡Sería muy vergonzoso!”. Me di cuenta de que, de nuevo, mi estatus y mi título me estaban influenciando y recordé las reuniones anteriores, cuando ocultaba las cosas, me disfrazaba por mi reputación y estatus, y no me atrevía a sincerarme ni a exponer lo que no entendía o no sabía hacer. ¡Tratar de darme aires en las reuniones era realmente terrible y angustiante! Ya no lo quería hacer más. Recordé las palabras de Dios: “Si no quieres colocarte en el fuego y asarte, deberías renunciar a todos esos títulos y aureolas y contarles a tus hermanos y hermanas los verdaderos estados y pensamientos que alberga tu corazón. De ese modo, podrán tratarte adecuadamente y no tendrás que usar un disfraz. Ahora que te has abierto y has arrojado luz sobre tu verdadero estado, ¿no sientes el corazón más tranquilo y relajado? ¿Por qué caminas con tan pesada carga sobre tu espalda? Si expresas tu verdadero estado, ¿de verdad te mirarán mal tus hermanos y hermanas? ¿De verdad te abandonarán? Por supuesto que no. Al contrario, te darán su aprobación y te admirarán por atreverte a hablar de corazón. Dirán que eres una persona honesta. Eso no entorpecerá tu trabajo en la iglesia, ni tendrá el menor efecto negativo en él. Si los hermanos y hermanas de verdad notan que tienes dificultades, te ayudarán voluntariamente y trabajarán junto a ti. ¿Qué decís? ¿No es así como debería ser?(La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Atesorar las palabras de Dios es la base de la fe en Dios). Las palabras de Dios me permitieron entender que, si quería desprenderme del estatus y de los títulos, debía ser una persona honesta, sincerarme al compartir con mis hermanos y hermanas sobre lo que pensaba realmente, sin ocultar ni disimular nada, ver las cosas tal como son, buscar junto con mis hermanos y hermanas, hablar con todos sobre lo que no entendía y aprender de los puntos fuertes de cada uno para compensar nuestras debilidades. Esto me beneficia tanto a mí como al trabajo de la iglesia. Así que oré en silencio a Dios para que me guiara a desprenderme del orgullo y el estatus, a despojarme de las limitaciones de los títulos y a sincerarme al compartir al ser una persona honesta. Durante la reunión, me sinceré y dije que tenía muchas carencias y que, si alguien tenía problemas o estados, podíamos buscar, compartir y resolverlos juntos y aprender de los puntos fuertes de cada uno. Ya no me puse en el pedestal de predicador y tampoco me sentí tan tenso y limitado en la reunión. Por el contrario, me sentí muy liberado y suelto durante toda la reunión. También logré obtener cierta luz gracias a las pláticas de mis hermanos y hermanas y vi los problemas con mayor claridad. Sentí desde lo más profundo del corazón que, cuando nos reuníamos, era muy relajante desprenderme de los títulos.

Mi experiencia durante este período me permitió entender que lo único que me había traído la búsqueda de la reputación y el estatus al cumplir mi deber era agonía y tormento, y que la senda que había estado transitando era la de los anticristos que se resisten a Dios. Solo acabaría siendo descartado por Dios. Solo puedo cumplir bien con mi deber poniéndome de corazón en la posición correspondiente de un ser creado, sincerándome sin rodeos y siendo una persona honesta.

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