93. ¿Es “ser tolerante con los demás” un principio de conducta?
En diciembre de 2023, cumplía el deber de líder de equipo y estaba a cargo de seleccionar artículos de testimonio sobre experiencias de vida. En febrero de 2024, los líderes escribieron para pedirnos que enviáramos algunos sermones para predicar el evangelio lo antes posible y me pusieron a cargo de esta tarea. Temían que estuviera demasiado ocupada y pidieron a algunas hermanas que me ayudaran a seleccionar los artículos de testimonios vivenciales. Durante esa época, me pasaba todos los días editando sermones para predicar el evangelio, así que se me empezaron a acumular cada vez más artículos de testimonios vivenciales y empecé a sentirme un poco nerviosa. Vi que mis hermanas estaban ocupadas con sus propios trabajos, algunos de los cuales no eran de especial urgencia, pero ninguna se ofrecía para ayudarme a llevar la carga de seleccionar los artículos de testimonios vivenciales, así que quise decirles algo al respecto. Entonces, recordé que los líderes ya les habían pedido que me ayudaran, pero ninguna había dicho ni una palabra. Pensé: “Ninguna quiere hacerlo, así que, si comparto con ellas de todas maneras, ¿no pensarán que las estoy presionando de forma irrazonable? ¿Dirán que tengo mala humanidad y que me pongo en un pedestal como líder de equipo y doy órdenes, por lo que tendrán una mala impresión de mí? Mejor lo dejo. Me quedaré trabajando unas horas extra y lo haré por mi cuenta”. Por lo tanto, me mantenía ocupada de sol a sol, todos los días y, nada más terminaba de comer, me apresuraba a ir a la computadora para seleccionar los sermones para predicar el evangelio y los artículos de testimonio vivencial. A veces, ni siquiera tenía tiempo para hacer mis prácticas devocionales. Aunque estaba tan ocupada cada día que no tenía ni un minuto libre, aún tenía artículos pendientes. Sentía el cuerpo agotado y el corazón lleno de resentimiento, pero no me atrevía a decir nada por temor a que mis hermanas tuvieran una opinión negativa de mí y dijeran que me comportaba de forma intolerante y mezquina. Por eso, simplemente no aflojaba y seguía adelante por mi cuenta. En ese momento, había una hermana llamada Liu Jia a quien, a veces, le hacía recordatorios cuando veía que no seleccionaba a tiempo los artículos que tenía a cargo. Liu Jia siempre respondía de manera superficial, pero después las cosas no cambiaban. A veces, hasta me pasaba el trabajo a mí. Sabía que estaba disfrutando de las comodidades de la carne y no asumía una carga en su deber, así que quería señalarle sus problemas y ayudarla. Sin embargo, luego pensaba que ella llevaba poco tiempo formándose y temía que pudiera decir que yo le exigía demasiado, que era demasiado estricta con ella y que la vigilaba de cerca todos los días, como una capataz. Si ella empezaba a tener una mala opinión de mí, sería más difícil trabajar juntas en el futuro, así que se me quitaban las ganas de decirle algo. Sentía que, como líder de equipo, debía ser comprensiva y trabajar más, así que la ayudaba a hacer el trabajo que ella no hacía. A veces veía que algunas hermanas seguían cometiendo errores de formato cuando editaban los sermones. Quería decirles que tuvieran más cuidado en el futuro, pero luego pensaba: “Si les menciono algo tan nimio como esto, ¿dirán que soy quisquillosa y pedante?”. Así que no decía nada y, cada vez que revisaba los sermones y encontraba problemas, simplemente los corregía por mi cuenta. Aunque eran problemas menores, hacer las correcciones llevaba cierto tiempo. Me sentía muy alicaída y me quejaba de que no asumían una carga. No solo no eran capaces de ayudar a aliviar mi carga, sino que ni siquiera hacían bien su trabajo principal, lo que hacía que me preocupara por sus tareas también. Aunque tenía estos pensamientos y resentimientos en mi corazón, nunca los expresé porque quería que mis hermanas dijeran que estaba dispuesta a asumir una carga y que tenía buena humanidad; simplemente no aflojaba y hacía el trabajo en apariencia.
Durante esa época, por mucho que trabajara, aún había una acumulación de artículos pendientes y siempre aparecían errores en el trabajo. El trabajo que mis hermanas tenían a cargo tampoco avanzaba mucho, lo que estaba retrasando el trabajo en general. Cuando los líderes escribieron para podarme y me señalaron estos problemas, me sentí muy agraviada, ya que, aunque estaba tan ocupada que se me estaba por fundir el cerebro, seguía habiendo errores y desviaciones constantes en mi deber. Sentía como si estuviera al borde de un ataque de nervios y ya no sabía cómo cumplir mi deber. Más adelante, los líderes organizaron una reunión para entender la situación. Liu Jia dijo que yo realmente asumía una carga en mis deberes y que era capaz de pensar en todos los aspectos del trabajo, así que ella no tenía que preocuparse en absoluto por algunas tareas. Al oír esto, me alegré un poco y pensé que todos mis esfuerzos no habían sido en vano. Parecía que los demás aún tenían una buena impresión de mí; sin embargo, también pensé que mi hermana me alabó igualmente, incluso cuando hice semejante desastre en el trabajo, lo que me hizo sentir un poco intranquila.
Después, empecé a reflexionar sobre el estado en el que había estado viviendo durante ese período y leí un pasaje de las palabras de Dios que se ajustaba mucho a mi estado. Me sentí muy conmovida. Dios dice: “Hablemos ahora del siguiente dicho sobre conducta moral: ‘Sé estricto contigo mismo y tolerante con los demás’. ¿Qué significa este dicho? Significa que debes ser estricto contigo mismo e indulgente con los demás, para que vean lo generoso y magnánimo que eres. ¿Por qué hay que hacer esto, entonces? ¿Qué se pretende conseguir? ¿Es factible? ¿Es de verdad una expresión natural de la humanidad de las personas? Debes comprometerte mucho para poder asumirlo. Debes liberarte de deseos y exigencias, lo que requiere de ti mismo que sientas menos alegría, sufras un poco más, pagues un mayor precio y trabajes más para que los demás no tengan que desgastarse. Y si los demás se quejan, se lamentan o trabajan mal, no debes exigirles demasiado: con un ‘más o menos’ es suficiente. La gente cree que esto es una señal de noble moralidad, pero ¿por qué a Mí me suena falso? ¿Acaso no es falso? (Lo es). En circunstancias normales, la expresión natural de la humanidad de una persona corriente es ser tolerante consigo misma y estricta con los demás. Es un hecho. La gente puede percibir los problemas de los demás: ‘¡Esta persona es arrogante! ¡Esa persona es mala! ¡Esta es egoísta! ¡Aquel es superficial en el cumplimiento de su deber! ¡Esta persona es tan perezosa!’, mientras que para sí mismo piensa: ‘Si soy un poco perezoso, está bien. Soy de buen calibre. Aunque soy perezoso, hago mejor mi trabajo que los demás’. Encuentran defectos en los demás y les gusta ser quisquillosos, pero con ellos mismos son tolerantes y complacientes en la medida de lo posible. ¿No es esta una expresión natural de su humanidad? (Lo es). Si se espera que la gente viva según la idea de ser ‘estricto con uno mismo y tolerante con los demás’, ¿qué agonía deben soportar? ¿Serán realmente capaces de soportarla? ¿Cuántos lo conseguirían? (Ninguno). ¿Y por qué? (Las personas son egoístas por naturaleza. Actúan según el principio de ‘Cada hombre para sí mismo, y sálvese quien pueda’). De hecho, el hombre nace egoísta, es una criatura egoísta, y está profundamente comprometido con esa filosofía satánica: ‘Cada hombre para sí mismo, y sálvese quien pueda’. La gente cree que para ellos sería catastrófico y poco natural no ser egoístas y preocuparse por sí mismos cuando les suceden cosas. Esto es lo que la gente cree y así es como actúa. Si se espera de la gente que no sea egoísta, que se exija estrictamente a sí misma y que salga perdiendo voluntariamente en lugar de aprovecharse de los demás, y si se espera que cuando alguien se aprovecha de uno, la persona diga alegremente: ‘Te estás aprovechando, pero no voy a montar un escándalo al respecto. Soy una persona tolerante, no hablaré mal o intentaré vengarme de ti, y si aún no te has aprovechado lo suficiente, siéntete libre de continuar’; ¿es esa una expectativa realista? ¿Cuántas personas podrían conseguirlo? ¿Es así como se comporta normalmente la humanidad corrupta? Obviamente, es anómalo que esto ocurra. ¿Por qué? Porque la gente con actitudes corruptas, especialmente las personas egoístas y mezquinas, luchan por sus propios intereses, y pensar en los demás no les hace sentirse satisfechos en absoluto. Por lo tanto, este fenómeno, cuando se produce, es una anomalía” (La Palabra, Vol. VI. Sobre la búsqueda de la verdad. Qué significa perseguir la verdad (6)). Las palabras de Dios lo expusieron todo a la perfección. Todas las personas tienen una naturaleza egoísta y, cuando se enfrentan a las cosas, son muy tolerantes consigo mismas y estrictas con los demás. Cuando sufren demasiado, sienten que los demás se están aprovechando de ellas, sus corazones se trastornan y simplemente no son capaces de ser estrictas consigo mismas y tolerantes con los demás. Sin embargo, durante esa época, yo no paraba de reprimirme y de tratar de ser una persona estricta consigo misma y tolerante con los demás. ¿Acaso no era una mera hipócrita? Pensé en cómo me había visto inundada de trabajo durante esa época y en cómo las hermanas con las que trabajaba no tenían mucho trabajo que hacer. Era perfectamente posible dividir el trabajo de forma razonable y pedirles a mis hermanas que me ayudaran a asumir parte de la carga, según fuera el caso, para poder tener tiempo para editar los sermones para predicar el evangelio lo antes posible. Cuando vi que ninguna de mis hermanas estaba dispuesta a asumir una carga mayor, tuve una opinión negativa de ellas en mi corazón y me quejé de que eran demasiado egoístas y que no pensaban en el trabajo general, pero nunca expresé mis pensamientos más profundos ni les pedí de forma proactiva que me ayudaran a asumir parte del trabajo. Temía que, si decía algo, mis hermanas dijeran que yo estaba usando mi posición de líder de equipo para dar órdenes y que tenía una mala humanidad, así que me limité a quedarme a trabajar horas extra para hacerlo por mi cuenta. Cuando me di cuenta de que Liu Jia no asumía una carga en su deber, no se tomaba en serio los recordatorios y hasta me pasaba parte del trabajo, mi corazón se llenó de desprecio y renuencia, y me quejé de que ella no asumía una carga. Quería compartir con ella y diseccionar su actitud hacia su deber, pero, tuve miedo de que se disgustara conmigo si decía algo y me acusara de ser poco tolerante y demasiado estricta. Por lo tanto, reprimí mi resentimiento en lo profundo de mi corazón e hice el trabajo por mi cuenta e iniciativa propia. Por fuera, parecía que me encargaba de muchas tareas y que no discutía por asuntos menores con mis hermanas, pero me sentía agraviada en mi corazón y me quejaba de que ellas eran egoístas y solo se preocupaban por sus propias tareas. Sin embargo, nunca expresé esos sentimientos de resistencia en mi corazón. ¡Vi lo hipócrita que era! Estaba viviendo según pensamientos e ideas satánicas y me empeñaba en asumir más trabajo del que podía manejar, a pesar de que estaba claro que no podía con todo. Por no hablar del agotamiento que padecía, los fallos que también aparecían en mi deber y el hecho de que no seleccionaba a tiempo algunos artículos, lo que retrasaba el progreso del trabajo. Cuando lo entendí, estuve dispuesta a corregir mi estado incorrecto y a asignar algunas tareas a mis hermanas. También hablé con Liu Jia para que comenzara a asumir una carga en su deber y le recordaba cuando su trabajo avanzaba lentamente. Dejé de fingir ser magnánima todo el tiempo. Al cabo de un tiempo, Liu Jia se volvió más activa en sus deberes y yo pude encargarme a tiempo del trabajo que tenía acumulado. Los resultados de mi deber también mejoraron un poco.
Después reflexioné al respecto: Estaba claro que no podía ser estricta conmigo misma y tolerante con los demás, así que, ¿por qué me seguía obligando a intentarlo? Leí las palabras de Dios: “Se puede decir con certeza que la mayoría de las personas que se exigen cumplir la norma moral de ser ‘estricto con uno mismo y tolerante con los demás’ están obsesionados con el estatus. Impulsadas por sus actitudes corruptas, no pueden evitar buscar prestigio entre los hombres, relevancia social y estatus a ojos de los demás. Todas estas cosas están relacionadas con su deseo de estatus y las buscan al amparo de su conducta moral. ¿Y cómo surgen estas búsquedas suyas? Provienen y son impulsadas enteramente por sus actitudes corruptas. Así pues, pase lo que pase, que alguien cumpla o no la moral de ser ‘estricto consigo mismo y tolerante con los demás’, y que lo haga o no a la perfección, eso no puede cambiar su esencia-humanidad. Esto implica que no puede cambiar en modo alguno su punto de vista sobre la vida o su sistema de valores, ni guiar sus actitudes y perspectivas sobre todo tipo de personas, acontecimientos y cosas. ¿No es así? (Así es). Cuanto más capaz es una persona de ser estricta consigo misma y tolerante con los demás, mejor sabe fingir, disfrazarse y desorientar a los demás con un buen comportamiento y palabras agradables, y más falsa y perversa es por naturaleza. Cuanto más es de este tipo de personas, más profundo se vuelve su amor y su búsqueda de estatus y poder. Por muy maravillosa, gloriosa y correcta que parezca ser su conducta moral externa, y por muy agradable que sea para las personas contemplarla, la búsqueda tácita que reside en lo más profundo de su corazón, además de su esencia-naturaleza, e incluso sus ambiciones, pueden aflorar de ellos en cualquier momento. Por tanto, por muy buena que sea su conducta moral, no puede ocultar su esencia-humanidad intrínseca ni sus ambiciones y deseos. No puede ocultar su horrible esencia-naturaleza, que no ama las cosas positivas y que siente aversión por la verdad y la odia. Como demuestran estos hechos, el dicho ‘Sé estricto contigo mismo y tolerante con los demás’ no solo es absurdo, sino que además pone en evidencia a esas personas ambiciosas que tratan de utilizar tales dichos y comportamientos para encubrir sus innombrables ambiciones y deseos. Podéis comparar esto con algunos de los anticristos y personas malvadas de la iglesia. A fin de consolidar su estatus y poder en la iglesia, y para adquirir mayor reputación entre los demás miembros, son capaces de sufrir y pagar un precio al cumplir su deber, e incluso puede que renuncien a sus empleos y familias y vendan todo lo que tienen para esforzarse por Dios. En algunos casos, el precio que pagan y el sufrimiento que padecen al esforzarse por Dios superan lo que puede soportar una persona normal; son capaces de adoptar un espíritu de abnegación extrema por mantener su estatus. Sin embargo, por mucho que sufran o paguen, ninguno de ellos protege el testimonio de Dios ni los intereses de la casa de Dios, ni practica según las palabras de Dios. El objetivo que persiguen es únicamente obtener estatus, poder y las recompensas de Dios. Nada de lo que hacen guarda la menor relación con la verdad. Independientemente de lo estrictos que sean consigo mismos y de lo tolerantes que sean con los demás, ¿cuál será su desenlace final? ¿Qué pensará Dios de ellos? ¿Decidirá su desenlace en función de las buenas conductas externas que tienen? Desde luego que no. La gente contempla y juzga a los demás en función de estas conductas y manifestaciones y, como no puede calar la esencia de otras personas, acaba engañada por ellas. Dios, no obstante, no recordará ni aprobará en modo alguno la conducta moral de las personas por haber sido capaces de ser estrictas consigo mismas y tolerantes con los demás. Por el contrario, las condenará por sus ambiciones y por las sendas que hayan tomado en pos del estatus” (La Palabra, Vol. VI. Sobre la búsqueda de la verdad. Qué significa perseguir la verdad (6)). Gracias a la exposición de las palabras de Dios, entendí que todas las personas que viven según el valor de la cultura tradicional de ser “estricto consigo mismas y tolerantes con los demás” usan su buena conducta para restringirse, disfrazarse y mostrarse, con el fin de forjarse una buena reputación a ojos de los demás. Esto era precisamente lo que yo estaba haciendo. Siempre sentía que, como líder de equipo, debía dar un paso al frente y asumir la carga; y desempeñar el papel principal en el equipo, hacer las cosas que los demás miembros del equipo no hacían y poner al mal tiempo buena cara, por muy ocupada que estuviera. Solo así me ganaría la admiración y los elogios de los demás. Para que la gente dijera que tenía buena humanidad y que era considerada, me exigía mucho a mí misma y, por muy ocupada o agotada que estuviera, nunca pedía de forma proactiva a mis hermanas que compartieran mi carga de trabajo. Por la misma razón, cuando descubrí que Liu Jia no asumía una carga en su deber, no compartí con ella ni la ayudé a tiempo, sino que tomé la iniciativa y lo hice por mi cuenta. Como consecuencia, el trabajo se acumuló porque mi capacidad de trabajo es limitada, lo que retrasó el progreso del trabajo. Por fuera, parecía que era muy considerada y generosa, nunca exigía que la gente hiciera esto o aquello ni discutía por asuntos menores, pero el objetivo de todo lo que hacía no era ser considerada con las intenciones de Dios ni mostrar mi amor por mis hermanos y hermanas, sino ganarme su admiración y sus elogios y dar una buena impresión a los demás. Aunque conseguí mantener mi estatus e imagen ante los demás, el trabajo de la iglesia se vio perjudicado. Estaba intercambiando el trabajo de la iglesia por mi propio beneficio. ¡Estaba desorientando a la gente! Vi que realmente era demasiado falsa y perversa, y que transitaba la senda de los anticristos. Dios escruta lo más profundo del corazón de las personas y, aunque yo sea capaz de desorientar a mis hermanos y hermanas, no puedo escapar del escrutinio de los ojos de Dios. Todo lo que yo hice, Dios lo condenaba. Tras darme cuenta de esto, tuve algo de miedo, así que acudí de inmediato a Dios y oré: “Dios mío, no quiero vivir según pensamientos e ideas satánicas. Te ruego que me guíes para rebelarme y rechazar esta moralidad satánica”.
Después, leí más de las palabras de Dios: “Debéis tener claro que ningún tipo de dicho sobre la conducta moral es la verdad, y que ni mucho menos puede sustituir a la verdad. Ni siquiera es una cosa positiva. Entonces ¿qué son exactamente? Cabe decir con certeza que estos dichos sobre la conducta moral son falacias heréticas con que Satanás desorienta a la gente. No son en sí mismas la realidad-verdad que debe tener la gente ni cosas positivas con que la humanidad normal deba vivir. Estos dichos sobre la conducta moral constituyen falseamientos, apariencias, falsificaciones y trampas; son conductas artificiales y en absoluto tienen su origen en la conciencia y la razón del hombre ni en su pensamiento normal. Por tanto, todos los dichos de la cultura tradicional respecto a la conducta moral son herejías y falacias absurdas y ridículas. Con estas pocas charlas, en este día han sido condenados, en su totalidad y a muerte, los dichos que propone Satanás sobre la conducta moral. Si ni siquiera son cosas positivas, ¿cómo puede aceptarlas la gente? ¿Cómo puede vivir la gente de acuerdo con estas ideas y perspectivas? Se debe a que estos dichos sobre la conducta moral se adaptan muy bien a las nociones y figuraciones de la gente. Provocan admiración y aprobación, por lo que la gente los acepta en su interior y, aunque no sepa ponerlos en práctica, para sus adentros los asume e idolatra con deleite. Por ende, Satanás emplea varios dichos sobre la conducta moral para desorientar a la gente, para controlar su corazón y su conducta, pues, en su interior, la gente idolatra y cree ciegamente todo tipo de dichos sobre la conducta moral, y a toda ella le gustaría utilizar estas afirmaciones para fingir mayor dignidad, nobleza y amabilidad y, así, lograr su objetivo de ser muy apreciada y elogiada. En resumen, los diversos dichos sobre la conducta moral requieren que, cuando la gente haga cierta cosa, demuestre algún tipo de conducta o calidad humana en el ámbito de la conducta moral. Estas conductas y tipos de calidad humana parecen bastante nobles y son veneradas, por lo que, en su interior, toda persona aspira encarecidamente a ellas. Sin embargo, lo que no ha tenido nadie en cuenta es que estos dichos sobre la conducta moral no son, en absoluto, los principios de conducta propia que deba seguir una persona normal, sino una serie de conductas hipócritas que se pueden fingir. Son desviaciones de los criterios de la conciencia y la razón, divergencias de la voluntad de la humanidad normal” (La Palabra, Vol. VI. Sobre la búsqueda de la verdad. Qué significa perseguir la verdad (10)). “Los principios-verdad de las palabras de Dios señalan el rumbo y el objetivo correctos que debe seguir la gente y, además, son la senda por la que la gente debe ir. Los principios de las palabras de Dios no solo mantienen el normal funcionamiento de la conciencia y razón de las personas, sino que, naturalmente, también agregan los principios de la verdad al fundamento que constituyen su conciencia y razón. Estos son los criterios de la verdad que las personas con conciencia y razón pueden alcanzar y cumplir. Cuando la gente acata estos principios de las palabras de Dios, lo que consigue no es mejorar su moralidad y personalidad ni preservar su dignidad humana. Más bien ha emprendido la senda correcta en la vida. Cuando una persona obedece estos principios-verdad de las palabras de Dios, no solo está en posesión de la conciencia y razón de una persona normal, sino que, sobre el fundamento que supone tener conciencia y razón, llega a comprender más principios-verdad con respecto a cómo debe comportarse. En pocas palabras, llega a comprender los principios de la conducta propia y a saber qué principios-verdad debe aplicar para contemplar a las personas y las cosas, comportarse y actuar, y deja de estar controlada e influida por sus sentimientos, deseos, ambiciones y actitudes corruptas. Así vive a semejanza absoluta de una persona normal” (La Palabra, Vol. VI. Sobre la búsqueda de la verdad. Qué significa perseguir la verdad (10)). La exposición de las palabras de Dios me permitió obtener cierta comprensión sobre la conducta moral en la cultura tradicional. Resulta que la conducta moral es incompatible con la verdad y ni siquiera puede considerarse algo positivo. Es totalmente hostil a la verdad. Sin embargo, seguir el principio moral de ser “estricta conmigo misma y tolerante con los demás” me había influenciado y perjudicado profundamente. Creía que debía ser generosa y más considerada con los demás, y que no podía ponerles las cosas difíciles, por más que yo sufriera, me agotara o me sintiera agraviada. Solo así podía ser una persona con un carácter moral noble. Como estas opiniones erróneas me controlaban, aunque percibiera que mis hermanas no asumían mucha carga en sus deberes, no se lo señalaba y tampoco hablaba con Liu Jia sobre sus problemas ni los diseccionaba, sino que me limitaba a hacer el trabajo por mi cuenta. Como había asumido demasiado trabajo y mi energía era limitada, el trabajo se acumuló y los artículos no se pudieron seleccionar ni enviar a tiempo. Esto obstaculizó y trastornó el trabajo. Por fuera, parecía comprensiva y tolerante con los demás, de trato fácil. Sin embargo, la realidad es que me forzaba a fingir todas estas conductas buenas para ganarme los elogios de los demás. En realidad, eran una forma de engañar a las personas y de obtener estatus y dejar buena una imagen ante los demás a costa del trabajo de la iglesia. Vi cómo estas opiniones satánicas me habían convertido en alguien cada vez más hipócrita y falso, y cómo habían hecho que perdiera por completo la humanidad normal, la integridad y la dignidad que debía tener. Solo entonces vi con claridad que todo lo que yo había hecho, Dios lo condenaba. Era incompatible con la humanidad normal que Dios exige. Los principios de conducta que Dios exige son que las personas vivan acorde a una humanidad normal, que antepongan los intereses de la casa de Dios en todo lo que hagan y que traten sus deberes conforme a las exigencias de Dios. Aunque yo era la líder de equipo, no me habían pedido que lo asumiera todo por mi cuenta, sino que debía repartir las tareas de forma razonable, según la aptitud, estatura y carga de trabajo de cada persona. Se puede asignar más trabajo a quienes tienen buena aptitud, mientras que se puede asignar menos trabajo a quienes tienen poca aptitud o hace poco tiempo que se están formando, para garantizar que cada uno pueda cumplir su deber. Si descubro que mis hermanas tienen actitudes corruptas o defectos, debo cumplir con mi responsabilidad y hablar de la verdad con ellas para ayudarlas. Si, aun así, no la aceptan, debo podarlas con severidad y no limitarme a adaptarme y perdonarlas todo el tiempo. Esta es la mejor ayuda que puedo brindar a mis hermanos y hermanas. Poder desprenderse de las propias impurezas e intenciones, anteponer los intereses de la casa de Dios en todo y colaborar en armonía con los hermanos y hermanas al cumplir bien con el deber es tener realmente buena humanidad. A partir de entonces, estuve dispuesta a desprenderme de esa conducta moral tradicional, a buscar los principios-verdad en todo y a comportarme y cumplir mi deber conforme a las exigencias de Dios.
En junio de 2024, hubo un cambio de personal en el equipo y llegaron dos hermanas. Como, por lo general, yo tenía que cultivar a las personas, mi trabajo avanzaba despacio, se empezaron a acumular los artículos y hubo otros trabajos que quedaron sin hacer. Pensé en asignar más trabajo a las hermanas recién llegadas para ayudarlas a que se formaran mejor. Sin embargo, también me preocupaba que, como acababan de llegar, pudieran sentirse bajo mucha presión si les asignaba más deberes y que dijeran que, como líder de equipo, yo no era considerada con ellas, y tuvieran una mala impresión de mí. Luego pensé en que me resultaría demasiado difícil encargarme de todas esas tareas por mi cuenta y que esas dos hermanas eran jóvenes y tenían buena aptitud. Ahora que ya estaban más familiarizadas con el trabajo, debían asumir una carga mayor. Si seguía como antes, manteniendo mi estatus e imagen ante los demás constantemente y haciendo todo por mi cuenta, los demás no podrían formarse. Eso también retrasaría el trabajo. Recordé las palabras de Dios: “En todo lo que hagas, debes examinar si tus intenciones son correctas. Si puedes actuar conforme a los requisitos de Dios, entonces tu relación con Dios es normal. Este es el estándar mínimo. Observa tus intenciones, y si descubres que han surgido intenciones incorrectas, sé capaz de rebelarte contra ellas y actúa conforme a las palabras de Dios; así te convertirás en alguien que es correcto delante de Dios, lo que a su vez demuestra que tu relación con Dios es normal, y que todo lo que haces es en aras de Dios y no en aras de ti. En todo lo que hagas y digas, sé capaz de enderezar tu corazón y sé recto en tus acciones y no te dejes llevar por tus sentimientos ni actúes conforme a tu propia voluntad. Estos son principios por los cuales los que creen en Dios deben comportarse” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. ¿Cómo es tu relación con Dios?). La intención de Dios es que las personas tengan la intención correcta en todo lo que hagan y que cumplan su deber conforme a Sus exigencias. Solo entonces pueden recibir la aprobación de Dios. Debía corregir mi intención, proteger el trabajo de la iglesia y asignar una carga mayor a mis hermanas para que avanzaran más rápido y asumieran el trabajo cuanto antes. Aunque aún no se habían formado en algunas de las tareas, tenían la estatura y aptitud suficientes para hacerlas. Siempre que yo les hablara sobre los principios, no debería haber ningún problema. Después, les asigné algunas tareas según su estatura, les pedí que las hicieran y les enseñé todo lo que no sabían hacer. Tras un periodo de formación, también pudieron asumir parte del trabajo y yo pude sacar tiempo para ocuparme de otras tareas. Pasado un tiempo, se resolvió el problema de los artículos que estaban pendientes y el trabajo pudo avanzar con normalidad. Me di cuenta de que, cuando el trabajo se reparte de forma razonable según la estatura y aptitud de cada persona, eso no solo beneficia al trabajo, sino también al crecimiento en la vida de los hermanos y hermanas. Al practicar de esta manera, mi corazón se sintió mucho más liberado y ya no me sentí tan cansada como antes. ¡Gracias a Dios!