95. ¿Es un principio de conducta devolver la amabilidad a alguien?
Un día de febrero de 2022, el líder de la iglesia me pidió que escribiera una evaluación de Wu Jun. Me sorprendí y pensé: “La iglesia está realizando el trabajo de depuración en esta época. ¿Puede ser que la iglesia esté recopilando evaluaciones de Wu Jun pensando en echarlo?”. En ese momento, se me pasaron por la cabeza varias imágenes de cuando me relacioné con él. En 2019, Wu Jun realizaba un deber relacionado con textos y yo era la responsable del trabajo con textos en la iglesia. Por ese entonces, él discutía sin cesar por asuntos triviales con el hermano con el que colaboraba. Durante las reuniones, nos pedía que juzgáramos las disputas. Compartíamos con él y lo instábamos a que no analizara en exceso las cosas, sino que las aceptara de parte de Dios y aprendiera las lecciones. Sin embargo, se negó a aceptar nuestros consejos y siguió actuando de la misma manera. Durante esa época, cada reunión tenía que centrarse en resolver sus problemas y no podíamos compartir con normalidad. Tanto la vida de iglesia como el trabajo de la iglesia se vieron muy perturbados. Como Wu Jun no buscaba la verdad, debatía sin cesar sobre lo correcto y lo incorrecto y no aceptaba la guía ni la ayuda de los demás, finalmente lo destituyeron de su deber. En 2021, yo estaba a cargo del trabajo evangélico en varias iglesias. Por ese entonces, Wu Jun era un trabajador evangélico en la iglesia y apoyaba mucho al diácono del evangelio, Li Cheng. Li Cheng no hacía trabajo real, por lo que los líderes pidieron evaluaciones de Li Cheng a los hermanos y hermanas, pero Wu Jun les dijo a estos últimos: “¡Si alguien habla mal de Li Cheng, se las verá conmigo!”. Más tarde, los líderes destituyeron a Li Cheng basándose en los principios. Wu Jun estaba extremadamente decepcionado con este asunto y vivía en un estado de resistencia, dándose aires y oponiéndose de lleno a ello. Durante las discusiones sobre el trabajo evangélico, se enfurruñaba y se quedaba en silencio. En varias ocasiones, incluso desahogó su descontento en las reuniones antes de que todos llegaran y dijo: “Los líderes solo hablan sobre el trabajo con el hermano con el que colaboro y no acuden a mí. Ahora ni siquiera sé si me han destituido o no”. En ese momento, le recordé que estaba analizando las cosas en exceso y le aconsejé que las aceptara de parte de Dios, aprendiera lecciones y se centrara en la introspección. Pero no solo se negó a aceptarlas, sino que también discutió y se justificó a sí mismo. No pasó mucho tiempo antes de que lo destituyeran, pero no tenía mucho conocimiento de sí mismo y seguía causando problemas y armando jaleo. También juzgaba a los líderes y afirmaba que no sabían cómo hacer su trabajo. Tenía muchos otros comportamientos similares.
Al reflexionar sobre esto, pensé en las palabras de Dios: “¿Acaso no es vil que a algunas personas les guste hilar fino y hacer cosas inútiles cuando algo les sucede? Este es un gran problema. La gente lúcida no comete este error, pero así es como son las personas absurdas. Siempre imaginan que los demás les dificultan las cosas, que se lo ponen difícil adrede, así que siempre antagonizan con ellos. ¿No es una desviación? No se esfuerzan cuando se trata de la verdad, prefieren discutir sobre cosas sin importancia cuando les sucede algo, y exigen explicaciones, tratan de salvar las apariencias, y siempre utilizan soluciones humanas para abordar tales asuntos. Este es el mayor obstáculo para la entrada en la vida. Si crees en Dios de este modo, o si practicas así, jamás alcanzarás la verdad porque nunca compareces ante Dios. Nunca compareces ante Dios a recibir todo lo que Él ha dispuesto para ti ni usas la verdad para abordar todo esto, y en cambio utilizas soluciones humanas para abordar las cosas. Por tanto, a ojos de Dios, te has apartado demasiado de Él. No solo se ha apartado tu corazón de Él: todo tu ser no vive en Su presencia. Así ve Dios a quienes siempre analizan en exceso las cosas e hilan fino. […] Os digo que, sin importar el deber que realice un creyente en Dios —ya sea que se ocupe de asuntos externos o de un deber relacionado con las diversas tareas o áreas profesionales de la casa de Dios—, si no acude a Dios con frecuencia y no vive en Su presencia, y si no se atreve a aceptar Su escrutinio ni busca la verdad de Dios, entonces es un incrédulo y no se diferencia de un no creyente” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Solo si se vive a menudo ante Dios es posible tener una relación normal con Él). Las palabras de Dios me permitieron entender que cualquiera que analiza en exceso a las personas y las cosas, discute sobre lo correcto y lo incorrecto, se aferra siempre a su propia opinión, con el convencimiento de que tiene razón, y no acepta las cosas de Dios ni busca la verdad, no cree sinceramente en Dios. En esencia, una persona así es un incrédulo. A la luz de la exposición de las palabras de Dios, pensé: “Wu Jun es exactamente así. Si escribo con honestidad sobre su comportamiento, es muy probable que lo echen”. Apenas pensé en escribir su evaluación, me vinieron a la mente los recuerdos de cuando me había ayudado en el pasado. Cuando yo hacía dos o tres años que era creyente, mi esposa falleció y tuve algunas dificultades en casa, lo que me llevó a caer en un estado de negatividad. Durante esa época, dejé de leer las palabras de Dios, dejé de cantar himnos y ni siquiera asistía a las reuniones. Durante más de un mes, viví sumido por completo en la oscuridad y hasta pensé que no quería seguir viviendo. Cuando Wu Jun se enteró de mi situación, compartió conmigo de forma reiterada y me ofreció ayuda y apoyo. Cada vez que lo hacía, regresaba a casa muy tarde. Sus actos me conmovieron profundamente. Después de un tiempo, de a poco salí de mi negatividad. Fue Wu Jun quien me ayudó en mis momentos de mayor negatividad y dolor. Al recordarlo, sentí que aumentaba la deuda de gratitud que tenía con él. Pensé: “Cuando me ayudó y me apoyó, lo hizo para traerme ante Dios. Si ahora escribo su evaluación, influirá en si lo echan de la iglesia o no. Si realmente echan a Wu Jun y sabe que yo lo puse al descubierto, seguro que dirá que soy un desagradecido. ¿Cómo podré mirarlo a la cara después?”. Al pensar en esto, escribí de forma insincera: “Últimamente no he tenido mucho contacto con Wu Jun; solo asistimos juntos a un par de reuniones y no sé mucho sobre él”.
Unos días después, recibí otra carta del líder de la iglesia, en la que me pedía que escribiera sobre el comportamiento de Wu Jun. Pensé: “El líder no para de pedirme que escriba una evaluación de Wu Jun. Si escribo sobre todos sus comportamientos y otros hermanos y hermanas aportan información, es muy probable que se justifique que lo califiquen de incrédulo. La iglesia depura a las personas basándose en su comportamiento sistemático. No se juzgará injustamente a una buena persona, ni una persona malvada se saldrá con la suya. Debo colaborar con el trabajo de depuración de la iglesia y escribir sobre el comportamiento de Wu Jun de lo contrario, estaría encubriéndolo y protegiéndolo”. Pero luego pensé: “Si realmente echan a Wu Jun, ¿cómo podré mirarlo a los ojos de nuevo? Si descubre que fui yo el que escribió su evaluación, ¿dirá que no tengo conciencia? Si eso sucede, me catalogaran de desagradecido, ¿quién querrá trabajar o asociarse conmigo?”. Al reflexionar al respecto, quise encontrar una oportunidad para compartir con Wu Jun antes de escribir la evaluación. Así que solo escribí unas pocas frases breves y no expresé mis propias opiniones. Después de enviar la carta, me sentí algo inquieto. “¿Estoy priorizando las relaciones personales por encima de los intereses de la iglesia?”. Pero luego pensé que tal vez no era un gran problema ni una grave vulneración de los principios, ya que mi intención era ayudar al hermano. Solo pensé brevemente sobre el asunto y luego lo olvidé. Después de un tiempo, el líder vino a la casa de acogida donde me estaba quedando por algunos asuntos y, al verme, habló sin rodeos: “Hermano, te hemos pedido que escribas una evaluación de Wu Jun. ¿Por qué te has demorado tanto tiempo? ¿Puedes ser una persona honesta y escribirla en su totalidad, hasta el último detalle? Estás retrasando mucho las cosas”. Ante tal reprimenda, me sentí profundamente avergonzado y pensé: “He retrasado esta evaluación por más de un mes y realmente no hay excusa que valga”. Fue en ese momento cuando empecé a reflexionar y me pregunté cuál era la raíz de mi renuencia a escribir la evaluación con honestidad.
Más tarde, leí dos pasajes de las palabras de Dios que abordaban directamente mi estado. Dios dice: “La idea de que la amabilidad recibida debe devolverse con gratitud es uno de los criterios clásicos de la cultura tradicional china para juzgar si la conducta de una persona es moral o inmoral. A la hora de evaluar si alguien tiene buena o mala humanidad y cómo de moral es su conducta, uno de los puntos de referencia es si devuelve los favores o la ayuda que recibe, si se trata de alguien que devuelve con gratitud la amabilidad recibida. En la cultura tradicional china y en la cultura tradicional de la humanidad, la gente lo considera una medida importante de la conducta moral. Si alguien no entiende eso de que la amabilidad recibida debe devolverse con gratitud y es un desagradecido, entonces se le considera carente de conciencia e indigno de que nadie se relacione con él, y debería ser despreciado, desdeñado o rechazado por todos. En cambio, si alguien entiende que la amabilidad recibida debe devolverse con gratitud, si es agradecido y devuelve los favores y la ayuda que recibe con todos los medios a su alcance, se le considera una persona de conciencia y humanidad. Si alguien recibe beneficios o ayuda de otra persona, pero no los devuelve, o solo le expresa un poco de gratitud con un simple ‘gracias’ y nada más, ¿qué pensará la otra persona? ¿Le resultará incómodo? ¿Pensará quizás: ‘Ese hombre no merece que le ayuden, no es una buena persona. Si responde así cuando le he ayudado tanto, es que no tiene conciencia ni humanidad, y no merece la pena relacionarse con él’? Si se volvieran a encontrar con ese tipo de persona, ¿seguirían ayudándoles? Al menos, no lo desearían” (La Palabra, Vol. VI. Sobre la búsqueda de la verdad. Qué significa perseguir la verdad (7)). “Cuando alguna gente se encuentra en dificultades o en peligro y resulta que reciben ayuda de una persona malvada que les permite salir de ese aprieto, creen incluso que la persona malvada es buena y están dispuestos a hacer algo por ella para mostrarle su gratitud. Sin embargo, en estos casos, la persona malvada intentará implicarlos en sus nefastas acciones y utilizarlos para llevar a cabo actos malvados. Si no pueden negarse, la situación puede volverse peligrosa. Habrá quienes tengan sensaciones enfrentadas en tales situaciones, porque creen que si no ayudan a su amigo malvado a realizar ciertas malas acciones, dará la impresión de que no están correspondiendo lo suficiente esa amistad, si bien hacer algo malo supondría vulnerar su conciencia y razón. Así, se ven atrapados en este dilema. Este es el resultado de verse influenciados por esa idea de la cultura tradicional de devolver la amabilidad; dicha noción los encadena, ata y controla. En muchos casos, estos dichos de la cultura tradicional ocupan el lugar del sentido de la conciencia del hombre y de su juicio normal; de forma natural, también influyen en su manera normal de pensar y de tomar decisiones correctas. Las ideas de la cultura tradicional son incorrectas y afectan directamente a los puntos de vista del hombre sobre las cosas, haciendo que tome malas decisiones. Desde tiempos pretéritos hasta el día de hoy, esta idea, punto de vista y criterio de conducta moral respecto a la devolución de la amabilidad han influenciado a innumerables personas. Incluso cuando la persona que les concede amabilidad es mala o malvada y las obliga a cometer acciones infames y malos actos, siguen yendo en contra de su propia conciencia y razón, accediendo ciegamente con el fin de corresponder a su amabilidad, lo que da lugar a múltiples consecuencias desastrosas. Se podría decir que mucha gente, al hallarse influenciada, encadenada, constreñida y atada por este criterio de la conducta moral, defiende a ciegas y de manera equivocada este punto de vista de devolver la amabilidad, e incluso es probable que ayuden a los malvados y sean sus cómplices. Ahora que habéis oído Mi enseñanza, contáis con una imagen clara de esta situación y podéis determinar que se trata de una lealtad insensata, y que semejante conducta equivale a comportarse sin fijar ningún límite, devolviendo la amabilidad de un modo imprudente y sin discernimiento, y que además carece de significado y valor. Como la gente teme que la opinión pública la castigue o que los demás la condenen, se dedica de mala gana a devolver la amabilidad de los demás, llegando incluso a sacrificar su vida en el empeño, lo cual es una forma falaz e insensata de hacer las cosas. Este dicho de la cultura tradicional no solo ha coartado el pensamiento de la gente, sino que también ha añadido un peso y un trastorno innecesarios a su vida y ha acarreado sufrimientos y cargas adicionales a su familia. Muchos han pagado un precio muy alto para devolver la amabilidad recibida, lo perciben como una responsabilidad social o como su propio deber, e incluso pueden llegar a dedicar toda su vida a devolverles la amabilidad a los demás. Para ellos, es algo perfectamente natural y justificado, un deber ineludible. ¿Acaso no resulta insensato y absurdo este punto de vista y esta forma de actuar? Pone completamente de manifiesto lo ignorantes y carentes de luces que son las personas. En cualquier caso, este dicho sobre la conducta moral: la amabilidad recibida debe devolverse con gratitud, puede coincidir con las nociones de la gente, pero no concuerda con los principios-verdad. Es incompatible con las palabras de Dios y se trata de un punto de vista y una forma de proceder incorrectos” (La Palabra, Vol. VI. Sobre la búsqueda de la verdad. Qué significa perseguir la verdad (7)). Las palabras de Dios me permitieron entender que la idea de que se deben retribuir las amabilidades con gratitud es uno de los criterios de la cultura tradicional china para juzgar si la conducta de una persona es moral o inmoral. Es precisamente esta educación cultural tradicional la que ha distorsionado los pensamientos y los opiniones de las personas. Cuando alguien recibe favores o ayuda de los demás, si es capaz de devolver esa amabilidad con gratitud, se lo ve como alguien con conciencia y humanidad y se gana la aprobación de los demás. De lo contrario, se lo cataloga como un ingrato que carece de conciencia y humanidad y, en consecuencia, sufre el desprecio de las personas y de la sociedad y hasta el rechazo y la marginación. Si miro atrás, desde que tengo uso de razón, me influenciaron y educaron las ideas de “La amabilidad recibida debe devolverse con gratitud” y “La amabilidad de una gota de agua debe ser recompensada con un manantial”. Siempre que recibía favores o ayuda de los demás, pensaba en cómo devolverlos. Si no podía hacerlo de inmediato, buscaba una oportunidad para hacerlo más adelante. Creía que solo actuando así podrían considerarme una persona con conciencia y humanidad, alguien con un un fuerte carácter moral. Siempre había tomado esta afirmación sobre la conducta moral como un principio rector para desenvolverme en el mundo y la usé para establecer estándares y regir mis palabras y actos. Por ejemplo, mi cuñado me ayudó a mudarme de las montañas a la ciudad y también me ayudó a formar una familia. Por ello, lo consideraba un gran benefactor y nunca me olvidaba de la bondad que me había mostrado. En cada festividad o celebración, iba a visitarlo y le llevaba regalos. Solo me sentía en paz si lo hacía y creía que eso era ser una buena persona con conciencia. Después de empezar a creer en Dios, seguí actuando y comportándome según este estándar de conducta moral de que la amabilidad recibida debe devolverse con gratitud. Cuando me encontraba en mi momento de mayor debilidad y negatividad, fue Wu Jun el que vino a compartir conmigo sin descanso y me ayudó y apoyó. Así que lo consideré mi benefactor y temía que, si escribía una evaluación que lo pusiera al descubierto, me ganaría la mala reputación de ser un ingrato que carecía de conciencia. Por esta razón, no estaba dispuesto a escribir de forma sincera sobre su comportamiento. Hasta mentí, actué de manera falsa y puse la excusa “Últimamente, no he tenido mucho contacto con Wu Jun; solo asistimos juntos a un par de reuniones y no sé mucho sobre él” para encubrir los hechos. Cuando el líder me volvió a pedir que escribiera la evaluación, lo hice rápido, solo mencioné cosas triviales y ni siquiera expresé una opinión clara. Sabía perfectamente que Wu Jun no aceptaba la verdad y que tendía a analizar en exceso a las personas y las cosas, lo que perturbaba y afectaba tanto la vida de la iglesia como su labor. Debería haber detallado los hechos de manera directa y honesta y ceñirme estrictamente a la verdad, pero, para devolverle su amabilidad, procrastiné y actué en contra de lo que me decía mi conciencia. ¡Fui verdaderamente rebelde! Solo entonces me di cuenta de que vivir según la idea de la cultura tradicional de “La amabilidad recibida debe devolverse con gratitud” me llevó a hacer cosas que iban en contra de los principios y a rebelarme contra Dios, lo que hizo que Él me aborreciera y detestara. Tenía que buscar con urgencia la verdad para resolver ese problema.
En mi búsqueda, leí más de las palabras de Dios: “Las afirmaciones sobre la conducta moral como ‘La amabilidad recibida debe devolverse con gratitud’ no indican a las personas exactamente cuáles son sus responsabilidades en la sociedad y entre la humanidad. Por el contrario, son una forma de obligar o forzar a las personas a actuar y pensar de una determinada manera, independientemente de si quieren hacerlo o no, y sin importar las circunstancias o el contexto en el que les ocurren estos actos de amabilidad. En la antigua China, hay muchos ejemplos como este. Por ejemplo, un niño mendigo hambriento fue acogido por una familia que lo alimentó, lo vistió, lo entrenó en artes marciales y le enseñó todo tipo de conocimientos. Esperaron a que creciera y empezaron a utilizarlo como fuente de ingresos, enviándolo a hacer el mal, a matar gente, a hacer cosas que no quería hacer. Si consideras su historia a la luz de todos los favores que recibió, entonces que se salvara fue algo bueno. Pero si se considera lo que se vio obligado a hacer después, ¿fue realmente bueno o malo? (Fue malo). Pero con el condicionamiento de la cultura tradicional, como ‘La amabilidad recibida debe devolverse con gratitud’, la gente no puede hacer esta distinción. A primera vista, parece que el chico no tenía más remedio que hacer el mal y herir a la gente, convertirse en un asesino, cosas que la mayoría de la gente no desearía hacer. Pero ¿acaso el hecho de que hiciera estas cosas malas y matara a instancias de su amo no provenía, en el fondo, de un deseo de devolverle su amabilidad? Sobre todo a causa del condicionamiento de la cultura tradicional china, como ‘La amabilidad recibida debe devolverse con gratitud’, la gente no puede evitar verse influida y controlada por estas ideas. La forma en que actúan y las intenciones y motivaciones que hay detrás de sus actos están sin duda constreñidas por ellas. Cuando el chico se vio en esa situación, ¿qué habrá sido lo primero que pensó? ‘Esta familia me ha salvado y se ha portado bien conmigo. No puedo ser desagradecido, debo devolverles su amabilidad. Les debo la vida, así que debo dedicársela a ellos. Debo hacer todo lo que me pidan, aunque eso signifique hacer el mal y matar gente. No puedo considerar si está bien o mal, simplemente debo corresponder a su amabilidad. ¿Merecería que se me siguiera considerando humano si no lo hiciera?’. En consecuencia, cada vez que la familia quería que asesinara a alguien o hiciera algo malo, él lo hacía sin ninguna duda o reserva. Entonces, ¿acaso su conducta, sus acciones y su obediencia incondicional no estaban dictadas por la idea y el punto de vista de que ‘La amabilidad recibida debe devolverse con gratitud’? ¿No estaba cumpliendo ese criterio de conducta moral? (Sí). ¿Qué observas en este ejemplo? ¿Es bueno o no el dicho de que ‘La amabilidad recibida debe devolverse con gratitud’? (No lo es, no tiene ningún principio). En realidad, una persona que retribuye la amabilidad sí tiene un principio. A saber, que la amabilidad recibida debe devolverse con gratitud. Si alguien te hace un favor, tú debes devolvérselo. Si no lo haces, no eres humano y no hay nada que puedas decir si te condenan por ello. Ya lo dice el refrán: ‘La amabilidad de una gota de agua debe ser recompensada con un manantial’; pero, en este caso, el chico recibió un gesto de amabilidad que no era pequeño, pues incluso le salvó la vida, así que, con más razón, tuvo que devolverlo con una vida. No sabía cuáles eran los límites ni los principios para retribuir la amabilidad. Creía que esa familia le había dado la vida, por lo que tenía que dedicársela a cambio y hacer todo lo que le exigieran, incluido el asesinato u otros actos de maldad. Esta forma de devolver la amabilidad no tiene principios ni límites. Actuó como cómplice de los malhechores y, a la vez, se malogró a sí mismo. ¿Resultó correcto que devolviera la amabilidad de esta manera? Por supuesto que no. Fue una manera insensata de hacer las cosas. Es cierto que esta familia lo salvó y le permitió seguir viviendo, pero debe haber principios, límites y moderación en la devolución de la amabilidad. Le salvaron la vida, pero el propósito de esta no es hacer el mal. El significado y el valor de la vida, así como la misión del hombre, no consisten en hacer el mal o cometer asesinatos, y este no debe vivir con el único propósito de devolver la amabilidad. El chico creía erróneamente que el significado y valor de la vida era devolver con gratitud la amabilidad recibida. Se trataba de un grave malentendido. ¿Acaso no es la consecuencia de estar influenciado por este criterio de conducta moral de que ‘La amabilidad recibida debe devolverse con gratitud’? (Sí). ¿La influencia de este dicho sobre devolver la amabilidad le había descarriado, o es que él había encontrado la senda y los principios de práctica correctos? Era evidente que se había descarriado, está más claro que el agua” (La Palabra, Vol. VI. Sobre la búsqueda de la verdad. Qué significa perseguir la verdad (7)). Las palabras de Dios son muy claras. Las personas se aferran al estándar moral de la cultura tradicional de que la amabilidad recibida debe retribuirse con gratitud y, siempre que los demás hayan sido amables con ellos, sienten la obligación de devolvérselo sin dudarlo. Este modo de actuar y comportarse puede conducir fácilmente a perder los principios y los estándares mínimos. A veces, al intentar devolver la amabilidad, las personas pueden incluso cometer crímenes o hacer el mal y poner en riesgo sus propias vidas. ¡Es una verdadera estupidez! A la luz de la revelación de las palabras de Dios, reflexioné sobre mí mismo. Cuando el líder me pidió que escribiera sobre el comportamiento de Wu Jun, yo sabía muy bien que este rechazaba constantemente la verdad y perturbaba el trabajo de la iglesia. Sin embargo, para intentar devolverle su amabilidad y que no me catalogaran como un ingrato que carecía de conciencia, procrastiné, no lo puse al descubierto y hasta ignoré la sensación de remordimiento que tenía. Como consecuencia, retrasé la evaluación por más de un mes. La casa de Dios echa a los incrédulos y a las personas malvadas para depurar la iglesia y crear un buen ambiente y orden para que los hermanos y hermanas puedan tener una vida de iglesia normal. Esta es la intención de Dios. Sin embargo, yo no había tenido en cuenta los intereses de la iglesia y la entrada en la vida de mis hermanos y hermanas, y quise que Wu Jun permaneciera en la iglesia. En realidad, la naturaleza de mis actos era encubrir y proteger a un incrédulo, lo que le daba vía libre para causar perturbaciones y trastornos en la iglesia. Lo que yo había estado haciendo era obstaculizar la obra de depuración de la iglesia. En realidad, ¡estaba haciendo el mal y resistiéndome a Dios! Había perdido los principios y los estándares mínimos de conducta. Lo que había estado haciendo no era más que devolver la amabilidad a ciegas. Era similar a un mendigo que comete actos malvados, como matar, para devolver la bondad. ¡Era una verdadera estupidez! En ese momento, finalmente me di cuenta de que Satanás usa los dichos de la cultura tradicional sobre la conducta moral, dichos que las personas suelen considerar buenos, para desorientarlas y corromperlas. ¡Es increíblemente insidioso y perverso!
Tras eso, reflexioné sobre la razón por la que la idea de que la amabilidad recibida debe devolverse con gratitud es incorrecta. Entonces, leí estas palabras de Dios: “Las responsabilidades y obligaciones con la sociedad que el hombre es capaz de desempeñar, esos actos que el hombre debe ser capaz de hacer de manera instintiva y a los que está obligado, y los simples actos de servicio que son de ayuda y beneficio para los demás: estas cosas no se pueden considerar de ninguna manera como amabilidad, ya que en todos los casos se trata simplemente de que el hombre está echando una mano. Ofrecerle ayuda a alguien que lo necesita, en el momento y lugar adecuados, es un fenómeno muy normal. También es responsabilidad de cada miembro de la raza humana. Es simplemente una especie de responsabilidad y obligación. Dios dotó a las personas de estos instintos cuando las creó. ¿A qué instintos me refiero aquí? Me refiero a la conciencia y razón del hombre. […] De igual modo, las personas son capaces de cumplir con sus deberes y responsabilidades en la casa de Dios y eso es lo que cualquiera con conciencia y razón debe hacer. Así, ayudar a la gente y ser amable con ella es algo que se da casi sin esfuerzo en los seres humanos, pertenece al ámbito de su instinto, y es algo que las personas son completamente capaces de realizar. No hay necesidad de darle tanta importancia como a la amabilidad. Sin embargo, muchos equiparan la ayuda de otros con la amabilidad, y siempre están hablando de ello y retribuyéndola constantemente, pensando que si no lo hacen, no tienen conciencia. Se menosprecian a sí mismos y se desprecian, llegan a preocuparse por ser reprendidos por la opinión pública. ¿Es necesario preocuparse por estas cosas? (No). Hay muchas personas que no pueden ver más allá de esto y están constantemente limitadas por esta cuestión. Esto es no entender los principios-verdad. Por ejemplo, si te adentraras con un amigo en el desierto y él se quedara sin agua, no cabe duda de que le darías un poco de la tuya, no dejarías que se muriera de sed. Aunque supieras que la única botella de agua que tienes va a durar la mitad si beben dos personas de ella, la compartirías igualmente con tu amigo. Ahora bien, ¿por qué harías tal cosa? Porque no podrías soportar beber agua mientras tu amigo pasa sed a tu lado; sería una visión insoportable. ¿Cuál es la causa de que no soportes ver a tu amigo pasando sed? El sentido de tu conciencia es lo que hace que surja tal sentimiento en ti. Aunque no quisieras cumplir con esta clase de responsabilidad y obligación, tu conciencia te obligaría a no hacer otra cosa, te haría sentir molesto. ¿Acaso no es todo esto producto de los instintos humanos? ¿No decide todo esto la conciencia y razón del hombre? Si el amigo dice: ‘Tengo una deuda de gratitud contigo por haberme dado un poco de tu agua en esa situación’, ¿acaso decir eso no estaría mal también? No tiene nada que ver con la amabilidad. Si se cambiaran las tornas y ese amigo tuviera humanidad, conciencia y razón, también compartiría el agua contigo. Se trata de una responsabilidad con la sociedad o una relación básica entre las personas. Todas estas relaciones, responsabilidades u obligaciones sociales básicas surgen a partir del sentido de la conciencia del hombre, de su humanidad y de los instintos que Dios le concedió en el momento de su creación. En circunstancias normales, no es necesario que los padres enseñen estas cosas ni que la sociedad las inculque, y ni mucho menos es necesario que otras personas te amonesten una y otra vez para que las hagas. La educación solo sería necesaria para los que carecen de conciencia y razón, para los que carecen de facultades cognitivas normales; por ejemplo, los discapacitados mentales o los simplones, o para aquellos que tienen poco calibre y son ignorantes y testarudos. A aquellos que tienen una humanidad normal no hace falta enseñarles tales cosas, pues todas las personas con conciencia y razón las poseen. Por tanto, resulta inapropiado exagerar enormemente cualquier comportamiento o acto como si fuera una expresión de amabilidad cuando solo ha sido instintivo y conforme a la conciencia y la razón” (La Palabra, Vol. VI. Sobre la búsqueda de la verdad. Qué significa perseguir la verdad (7)). “Si Dios quiere salvarte, sin importar los servicios de quién utilice para lograrlo, primero debes agradecer a Dios y aceptarlo de parte de Él. No debes dirigir tu gratitud únicamente hacia las personas, por no hablar de ofrecer tu vida a alguien en agradecimiento. Esto es un grave error. Lo fundamental es que tu corazón esté agradecido a Dios y que lo aceptes de parte de Él” (La Palabra, Vol. VI. Sobre la búsqueda de la verdad. Qué significa perseguir la verdad (7)). Al reflexionar sobre las palabras de Dios, me di cuenta de que ayudar a los demás es un instinto que Dios dio a las personas cuando las creó. Mientras uno posea conciencia y razón, puede hacerlo. Es un simple acto de servicio y no puede considerarse bondad. Por ejemplo, cuando Wu Jun me ayudó y apoyó en mi debilidad, no fue por amabilidad, sino porque él era un líder de la iglesia en ese momento. Ayudar y apoyar a los hermanos y hermanas débiles era su deber y responsabilidad. Además, incluso si no hubiera sido un líder de la iglesia, siempre que tuviera conciencia y razón, también ofrecería ayuda y plática al ver a un hermano o hermana que se sentía negativo o débil. Por otra parte, mi estado había mejorado principalmente gracias a la eficacia de las palabras de Dios sobre mí. Debía estar agradecido a Dios por Su amor, cumplir bien con mi deber de complacerlo y retribuírselo, en lugar de estar pensando siempre en la amabilidad de Wu Jun y en cómo correponderla. Ahora que me pedían escribir una evaluación sobre Wu Jun, debía practicar la verdad, ser honesto y escribir con sinceridad. La iglesia lo evaluaría y calificaría según los principios. Incluso si, al final, lo echaban, sería la consecuencia de su comportamiento constante de analizar en exceso a las personas y las cosas, rechazar la verdad y trastornar y perturbar el trabajo de la iglesia. Sería el carácter justo de Dios que se manifestaría sobre él. Después, oré a Dios arrepentido: “Dios mío, no fui honesto cuando escribí sobre el comportamiento de Wu Jun. Solo lo hice de manera superficial, mentí y engañé, lo que retrasó la obra de depuración. Mi comportamiento te desagradó y repugnó. Dios mío, estoy dispuesto a regresar a Ti y a escribir con sinceridad sobre el comportamiento de Wu Jun. Te ruego que escudriñes mi corazón”. Posteriormente, completé la evaluación y se la envié al líder de la iglesia. Más tarde, calificaron a Wu Jun de incrédulo y lo echaron de la iglesia. Al oír la noticia, me sentí en deuda y tuve remordimientos. Vi cómo había retrasado el trabajo de depuración al no haber practicado la verdad.
A través de esta experiencia, vi con claridad que la idea de “La amabilidad recibida debe devolverse con gratitud” no es algo positivo y que, por mucho que se defienda, no es practicar la verdad, sino que es incompatible con ella. En el futuro, debo practicar de acuerdo con las exigencias de Dios, y considerar a las personas y las cosas y actuar y comportarme de acuerdo con Sus palabras. ¡Gracias a Dios!