14. Proteger el estatus es totalmente vergonzoso

Por Franklin, España

En mayo de 2023, yo estaba a cargo del trabajo evangélico de varias iglesias. Cuando vi que, uno tras otro, destituían a varios hermanos y hermanas con los que trabajaba por razones como no hacer trabajo real, surgió una idea en mi corazón de manera inconsciente: “No puedo dejar que me destituyan por no hacer trabajo real. Si me destituyen, ¿qué pensarían de mí mis hermanos y hermanas? Debo dar más seguimiento al trabajo de mis hermanos y hermanas e informarme más sobre su trabajo. Todos me admirarán recién cuando vean que puedo resolver problemas reales mientras cumplo con mi deber; de esta manera, también podré conservar mi estatus”. Luego, sin importar qué hermano o hermana me hiciera una pregunta, la resolvía lo antes posible, ya que temía que, si no realizaba cualquier tarea a tiempo, la gente me evaluaría negativamente y me terminarían destituyendo. Una vez, una líder del equipo evangélico me preguntó sobre cómo dar testimonio para obtener buenos resultados. Para que mi hermana tuviera una buena opinión de mí, le di mi perspectiva de inmediato. Al escuchar mi respuesta, quedó muy satisfecha, y yo también me sentí contento de corazón. Sin embargo, yo le había dicho muchas cosas y no estaba seguro de que mi hermana las hubiera captado o de que surgieran desviaciones en la práctica. Después de un tiempo, debería haberle preguntado de nuevo al respecto, haberle dado seguimiento y luego aportarle sendas más específicas en combinación con problemas reales. Pero, en ese momento, no le di demasiada importancia. Pensé que, como le había dicho tantas cosas, era probable que tuviera una buena impresión de mí. No consideré cómo le iría después. Más tarde, sin importar qué equipo tuviera malos resultados evangélicos, contactaba sin demora con los líderes del equipo para entender la situación y compartir para resolverla, de modo que mis hermanos y hermanas vieran que resolvía problemas de inmediato y podía hacer trabajo real. Sin embargo, luego, no me preocupaba realmente si los líderes del equipo implementaban las cosas de manera correcta o si los problemas reales se resolvían de verdad. A veces, en las reuniones o al hablar sobre el trabajo, mencionaba de forma intencionada o no los problemas que había descubierto al dar seguimiento al trabajo para que mis hermanos y hermanas vieran que no era un burócrata y que podía llegar hasta lo profundo de la iglesia para resolver problemas. Después de dos semanas, revisé el trabajo evangélico de varias iglesias. Descubrí que los resultados no habían mejorado en absoluto, así que les pregunté a los líderes de equipo sobre la situación. Descubrí que los líderes de equipo estaban enfrentando ciertas dificultades. En algunas iglesias, muchas personas habían venido a investigar, pero la mayoría de ellas no estaban de acuerdo con los principios para predicar el evangelio. Al final, no muchas de ellas se unieron realmente a la iglesia. Cuando vi esta situación, me quedé atónito: “Soy yo el que ha estado dando seguimiento al trabajo evangélico en todas estas iglesias. Ahora que han surgido tantos problemas, ¿qué pensarán de mí los hermanos y hermanas con los que trabajo? ¿Dirán que me falta capacidad de trabajo?”. Cuando pensé en esto, me sentí un poco abatido en mi interior. Me di cuenta de que la razón por la que el trabajo no daba resultados era que había problemas en la forma en la que cumplía mi deber. Así que oré a Dios y le supliqué que me esclareciera y me guiara para aprender una lección.

Leí las palabras de Dios: “¿Cómo debería uno juzgar si un líder cumple con las responsabilidades de los líderes y obreros o si es un falso líder? Lo más básico es observar si sabe hacer un trabajo real, si tiene o no este calibre. Luego, hay que ver si tiene la carga para hacer bien este trabajo. Ignora lo bien que suenan las cosas que él dice, lo mucho que parece que entiende las doctrinas y la cantidad de talento y dones que posee al tratar asuntos externos; estas cosas no son importantes. Lo más crucial es si es capaz de llevar a cabo correctamente los asuntos más fundamentales de la obra de la iglesia, si es capaz de resolver problemas utilizando la verdad, y si puede conducir a la gente a la realidad-verdad. Este trabajo es el más importante y esencial. Si es incapaz de realizar estos asuntos de trabajo real, no importa lo bueno que sea su calibre, el talento que tenga, cuánto pueda soportar la adversidad y pagar un precio: no deja de ser un falso líder. […] No importa el talento que tengas, el nivel de calibre y formación que poseas, la cantidad de consignas que seas capaz de gritar, las palabras y doctrinas que seas capaz de entender; no importa lo ocupado o cansado que estés un día, lo lejos que hayas viajado, el número de iglesias que hayas visitado, el riesgo que asumas ni el sufrimiento que soportes: nada de esto importa. Lo que importa es si realizas tu trabajo según los arreglos del trabajo, si pones en marcha esos arreglos con precisión, si participas en cada trabajo concreto del que seas responsable durante tu etapa como líder y la cantidad de problemas reales que hayas resuelto, el número de individuos que hayan llegado a entender los principios-verdad gracias a tu liderazgo y orientación y cuánto haya avanzado y progresado la obra de la iglesia; lo que importa es si has obtenido estos resultados. Al margen del trabajo concreto en el que participes, lo que importa es si sigues y diriges de manera constante el trabajo en lugar de actuar con petulancia y dar órdenes. Además de esto, lo que también importa es si tienes o no entrada en la vida mientras cumples tu deber, si puedes tratar estos asuntos según los principios, si puedes aportar un testimonio de poner en práctica la verdad y si puedes tratar y resolver los problemas reales a los que se enfrenta el pueblo escogido de Dios. Todas estas cosas, y otras similares, son criterios para evaluar si un líder u obrero ha cumplido o no sus responsabilidades(La Palabra, Vol. V. Las responsabilidades de los líderes y obreros. Las responsabilidades de los líderes y obreros (9)). “Si los líderes y obreros de veras tienen una carga y son capaces de soportar un poco más de sufrimiento, practicar más el compartir la verdad y mostrar un poco más de lealtad, hablando con claridad sobre todos los aspectos de la verdad, de modo que esos trabajadores evangélicos sean capaces de compartir la verdad para resolver las nociones y las dudas de las personas, entonces los resultados de predicar el evangelio se volverían cada vez mejores. Esto permitiría a más personas que están investigando el camino verdadero aceptar el trabajo de Dios antes y regresar ante Él para recibir su salvación más pronto. El trabajo de la iglesia queda retenido simplemente porque los falsos líderes son gravemente negligentes en sus responsabilidades, no hacen trabajo real ni seguimiento ni supervisan el trabajo, y son incapaces de compartir la verdad para arreglar los problemas. Por supuesto, se debe también a que estos falsos líderes disfrutan de los beneficios del estatus, no persiguen la verdad en absoluto y no están dispuestos a hacer seguimiento, a supervisar ni a dirigir el trabajo de difundir el evangelio; el resultado de esto es que el trabajo progresa con lentitud y muchas desviaciones, absurdeces y fechorías imprudentes causadas por el hombre no se rectifican ni se resuelven con prontitud, lo que impacta gravemente en la efectividad de difundir el evangelio(La Palabra, Vol. V. Las responsabilidades de los líderes y obreros. Las responsabilidades de los líderes y obreros (4)). Después de leer las palabras de Dios, entendí que, para evaluar si un líder u obrero cumple con el estándar, no se debe mirar cuánto parece sufrir o el precio que parece haber pagado, sino que hay que mirar los resultados que ha logrado en su trabajo, cuánto trabajo real ha hecho de acuerdo con los requisitos y principios de la casa de Dios y cuánto ha contribuido para que avance el trabajo. Si un líder u obrero parece ser muy activo y estar ocupado cumpliendo su deber, pero no trabaja de acuerdo con los principios, deja muchos problemas reales sin resolver y solo hace trabajo que lo hace quedar bien, está aparentando estar ocupado para adornarse. Este tipo de líder es un falso líder. Al compararme con las palabras de Dios descubrí que, aunque, en apariencia, daba seguimiento al trabajo evangélico, solamente cumplía mi deber superficialmente, pero no buscaba qué hacer para obtener resultados. Es como cuando la líder del equipo evangélico me preguntó cómo obtener buenos resultados al dar testimonio. Aunque le hablé de algunas sendas, no di seguimiento a los problemas reales ni los resolví, como si los había captado realmente y si surgían desviaciones mientras ella intentaba colaborar. Me conformé con haber compartido con ella y no busqué obtener resultados reales. Daba seguimiento al trabajo evangélico en algunas iglesias cuando surgían problemas, pero no consideraba cuestiones como si los líderes de equipo captaban los principios e implementaban el trabajo de manera correcta, y tampoco le daba seguimiento ni lo supervisaba. Como consecuencia, no se lograron resultados reales en el trabajo, y se cometieron todo tipo de fallos. Solo aparentaba trabajar, sin buscar detalles. A simple vista, parecía que había trabajado mucho, pero, en realidad, no había conseguido ningún resultado. Solo en ese momento me di cuenta de que así trabajaba un falso líder, y que era sobre todo irresponsable. Sentí culpa en el corazón y quise poner las cosas en su lugar y dejar de actuar según mis actitudes corruptas. Sin embargo, poco después, me sobrevinieron ciertos entornos que volvieron a revelarme.

No mucho después, la iglesia tenía una tarea urgente de trabajo evangélico que teníamos que llevar a cabo. Junto con los hermanos y hermanas con los que estaba trabajando, implementamos la tarea en todas las iglesias intensivamente y de inmediato. Durante esos días, se dio que los líderes superiores revisaron el trabajo del que yo estaba a cargo y encontraron algunas desviaciones. También señalaron que no trabajaba de forma meticulosa. Aunque cada iglesia tenía muchos trabajadores evangélicos, la mayoría de ellos no entendía con claridad la verdad sobre la obra de Dios y había muchas deficiencias en la predicación del evangelio. Además, no había cultivado a tiempo a los trabajadores evangélicos. Cuando oí que los líderes señalaban mis problemas, sentí que me ardía la cara de vergüenza. Los líderes me pidieron que dedicara tiempo para informarme sobre la situación de los trabajadores evangélicos en cada iglesia y los problemas que había en la predicación del evangelio, y que presentara un informe lo antes posible. Pensé: “¿Qué pensarán los líderes de mí al haber descubierto tantos problemas? ¿Pensarán que no soy apto para ser supervisor y me destituirán? Si me destituyen, ¿qué pensarán de mí mis hermanos y hermanas? No, no puedo permitir que la gente vea que no he estado haciendo trabajo real. Ahora tengo que implementar con urgencia el trabajo que los líderes me han pedido que haga. Solo así podrán ver que, aunque antes hubo desviaciones en mi trabajo, soy capaz de corregirlas de forma activa. Solo de esta manera podré restaurar la buena impresión que los líderes tenían de mí”. Luego, estaba hecho un manojo de nervios, desesperado por completar lo que los líderes me habían pedido lo más rápido posible. En realidad, era consciente en mi corazón de que todos tenían otros trabajos urgentes que debían implementar y que debía aprovechar los momentos de menos actividad en los deberes, como la hora del almuerzo o por la noche, para informarme sobre la situación de los trabajadores evangélicos. De esta manera, no perturbaría el ritmo de todos al hacer su deber. Sin embargo, para averiguar la situación e informar a los líderes lo antes posible, indiqué a todos que debían recopilar en medio día los datos sobre la situación y los problemas de los trabajadores evangélicos. Cuando terminé de hablar, todos se sintieron muy agobiados. Algunos dijeron que tenían una reunión ese día, mientras que otros dijeron que no tenían tiempo porque también tenían que predicar el evangelio. Sin otra opción, les di una prórroga, pero los presioné sin cesar durante todo el rato. Sin embargo, a la mañana siguiente, aún no habían terminado. Sentí mucha ansiedad en mi corazón. Temía que, si tardaban demasiado, los líderes superiores pensaran que estaba procrastinando en mi trabajo, así que metí constante presión a mis hermanos y hermanas, sin tener en cuenta su situación real. Cuando, al tercer día, por fin recopilamos los datos, suspiré aliviado. Sin embargo, no me esforcé seriamente en resolver los problemas del trabajo evangélico que todos habían identificado. En los días siguientes, realicé cualquier trabajo que los líderes superiores me dieran con extrema urgencia, pero, cuando lo hacía, nunca reflexionaba sobre cuáles eran realmente los problemas que los líderes superiores mencionaban o lo que debía hacer para obtener resultados. Solo trabajaba superficialmente con los datos. Metí constante presión a mis hermanos y hermanas para completar mi tarea lo más rápido posible, lo que hizo que todos los demás también entraran en pánico en su trabajo y no pudieran sosegar sus corazones. Varios hermanos y hermanas se sintieron bajo mucha presión. Algunos no implementaron bien el trabajo porque el plazo era demasiado ajustado. Al sentir que no tenían la aptitud suficiente para hacer el trabajo, su estado se vio afectado. Algunos temían que los reasignaran porque nunca eran capaces de hacer bien su trabajo y vivían en un estado de negatividad. Solo porque yo había tomado la senda equivocada, había hecho que mis hermanos y hermanas actuaran sin principios y sin considerar las prioridades. Esto había afectado el progreso de la implementación de otros trabajos. Recién cuando enfrenté una serie de problemas fue que empecé a buscar la verdad y a hacer introspección.

Mientras buscaba, leí un pasaje de las palabras de Dios: “Los anticristos viven su día a día solo por la reputación y el estatus, solo para disfrutar de los beneficios del estatus, eso es en lo único que piensan. Incluso cuando ocasionalmente sufren alguna dificultad menor o pagan algún precio trivial, lo hacen en aras de obtener estatus y reputación. […] Cualquiera que sea un anticristo no se va a gastar con sinceridad por Dios, el desempeño de sus deberes será una cuestión de formalidad y de actuar por inercia. No harán trabajo real, aunque sean líderes y obreros, y solo hablarán y obrarán en aras de fama, ganancia y estatus, sin proteger en absoluto el trabajo de la iglesia. Entonces, ¿qué hacen los anticristos todo el día? Se dedican a hacer una actuación y a lucirse. Solo hacen cosas relacionadas con su propia fama, ganancia y estatus. Están ocupados desorientando a los demás, atrayendo a la gente, y cuando hayan acumulado sus fuerzas, pasarán a controlar otras iglesias. Solo desean reinar como reyes y tornar la iglesia en su reino independiente. Solo desean ser el gran líder, tener una autoridad completa, unilateral, controlar más iglesias. Nada más les interesa lo más mínimo. No se preocupan por la obra de la iglesia, ni por la entrada en la vida del pueblo escogido de Dios, y mucho menos por si se cumple la voluntad de Dios. Solo se preocupan por el momento en que puedan tener el poder de forma independiente, controlar al pueblo escogido de Dios y estar en igualdad de condiciones con Él. Los deseos y ambiciones de los anticristos son realmente enormes. Por muy trabajadores que parezcan los anticristos, solo están ocupados con sus propios esfuerzos, haciendo lo que les gusta hacer, y con cosas relacionadas con su propia fama, ganancia y estatus. Ni siquiera piensan en sus responsabilidades o en el deber que deberían cumplir, y no hacen nada conveniente en absoluto. Esa es la clase de cosa que son los anticristos; son diablos y satanases que trastornan y perturban la obra de Dios(La Palabra, Vol. IV. Desenmascarar a los anticristos. Punto 9 (II)). Dios pone al descubierto que, en sus corazones, los anticristos solo piensan en el estatus y solo trabajan por este. Se ocupan únicamente de asuntos relacionados con su propia fama, provecho y estatus, sin cumplir realmente con ninguna de sus responsabilidades. Me di cuenta de que mi enfoque era el mismo que el de un anticristo. Los líderes superiores habían encontrado desviaciones en mi trabajo y yo no quería que me menospreciaran. Por lo tanto, hice todo lo posible por destacarme en la tarea que me habían asignado y quise completarla lo más rápido posible. Quería que los líderes vieran que era eficiente y decidido al trabajar, y que lo hacía a una velocidad vertiginosa, para ganarme su buena opinión. Para lograr este objetivo, hacía siempre trabajo superficial, pedía a los hermanos y hermanas que recopilaran datos sobre los trabajadores evangélicos y resumieran los problemas del trabajo evangélico, etc. Pero no me esforzaba en absoluto en considerar cómo resolver los problemas o las desviaciones que aparecían en el trabajo evangélico. Esto hizo que algunos problemas no se resolvieran realmente y que se retrasara la implementación de otras tareas. Para proteger mi propia imagen y estatus, no tuve en cuenta las dificultades reales de mis hermanos y hermanas y les metí constante presión para que avanzaran más rápido. Esto provocó que algunos hermanos y hermanas se sintieran bajo mucha presión y que algunos incluso sintieran que no tenían la aptitud suficiente para hacer el trabajo y vivieran en un estado de negatividad, lo que retrasó el trabajo. Al reflexionar sobre esto, me sobrecogió un miedo persistente. ¡Había estado haciendo el mal! Entonces, corregí mi estado de inmediato. Al mismo tiempo, volví a organizar el trabajo e hice un plan detallado de las tareas más importantes que había que manejar y resolver con urgencia. En cuanto a las tareas menos urgentes, las dejé para resolverlas en mi tiempo libre. En las reuniones, también me sinceré con mis hermanos y hermanas sobre las actitudes corruptas que había revelado durante ese tiempo para que pudieran ajustar su propio estado y dedicarse de forma activa a sus deberes. Luego, el trabajo volvió de a poco a su cauce.

Más tarde, leí otros dos pasajes de las palabras de Dios: “Los anticristos son unos tipos taimados, ¿verdad? En cualquier cosa que hacen, conspiran y lo calculan ocho o diez veces, o incluso más. Tienen la cabeza llena de pensamientos sobre cómo hacerse con posiciones estables entre los demás, cómo tener una buena reputación y un elevado prestigio, cómo ganarse el favor de lo alto, cómo hacer que los hermanos y hermanas les apoyen, amen y respeten, y harán lo que sea necesario para conseguir estos resultados. ¿Por qué senda caminan? Para ellos, los intereses de la casa de Dios, los de la iglesia y la obra de la casa de Dios no son su principal consideración, y mucho menos son cosas que les preocupen. ¿Qué es lo que piensan? ‘Estas cosas no tienen nada que ver conmigo. Es Cada hombre para sí mismo, y sálvese quien pueda; la gente tiene que vivir para sí misma y para su propia reputación y estatus. Esa es la meta más alta que existe. Si alguien no sabe que debe vivir para sí mismo y protegerse, es un imbécil. Si se me pidiera que practicara según los principios-verdad y que me sometiera a dios y a los arreglos de su casa, entonces dependería de si existiera o no algún beneficio en ello para mí, y si hubiera alguna ventaja en hacerlo. Si el no someterme a los arreglos de la casa de dios conlleva la posibilidad de que me echen y pierda la oportunidad de obtener bendiciones, entonces me someteré’. Así, para proteger su propia reputación y estatus, los anticristos suelen optar por hacer algunas concesiones. Se podría decir que, en aras del estatus, los anticristos son capaces de soportar cualquier tipo de sufrimiento, y con tal de tener una buena reputación, son capaces de pagar cualquier tipo de precio. El dicho: ‘Un gran hombre sabe cuándo ceder y cuándo no’, les parece cierto. Esta es la lógica de Satanás, ¿verdad? Esta es la filosofía de Satanás para los asuntos mundanos, y también es el principio de supervivencia de Satanás. ¡Es absolutamente repugnante!(La Palabra, Vol. IV. Desenmascarar a los anticristos. Punto 9 (II)). “Aquellos que son descartados nunca caminan por la senda de perseguir y practicar la verdad. Se alejan siempre de ella y hacen solo lo que les place, actúan de conformidad con sus deseos y ambiciones, salvaguardan su propio estatus, reputación y orgullo, y satisfacen sus propios deseos: todo lo que hacen gira en torno a estas cosas. Aunque también hayan pagado un precio, hayan empleado tiempo y energía y trabajado de sol a sol, ¿cuál es su desenlace? Puesto que las cosas que han hecho son condenadas por ser malvadas a los ojos de Dios, el resultado es que son descartados. ¿Tienen todavía una oportunidad de salvarse? (No). ¡La consecuencia es realmente grave! Ocurre lo mismo que cuando las personas enferman: una enfermedad menor que no se trata a tiempo puede convertirse en un cuadro grave o incluso terminal. Por ejemplo, si alguien tiene tos y está resfriado, se pondrá mejor rápidamente si recibe un tratamiento médico normal. Sin embargo, algunos piensan que tienen una salud de hierro y no se toman en serio los catarros ni buscan un tratamiento. Como resultado, los arrastran durante mucho tiempo hasta que se convierten en una pulmonía. Tras enfermar de pulmonía, siguen pensando que son jóvenes y su sistema inmunitario es fuerte, por lo que pasan varios meses sin tratarla. No prestan atención a la tos que sufren a diario, hasta que llega a un punto en que se vuelve incontrolable e insoportable, y acaban escupiendo sangre. Entonces van al hospital para que los examinen, y allí averiguan que han desarrollado una tuberculosis. Otras personas les aconsejan que empiecen un tratamiento de inmediato, pero ellos siguen pensando que son jóvenes y fuertes, que no necesitan preocuparse, así que no buscan un tratamiento adecuado. Hasta que un día, al final, su cuerpo está demasiado débil para caminar y, cuando acuden al hospital para un examen, ya tienen un cáncer en estado avanzado. Cuando las personas tienen actitudes corruptas sin tratar, eso también puede causar repercusiones incurables. Tener un carácter corrupto no es algo de lo que asustarse, pero quien lo tenga debe buscar la verdad para resolverlo sin demora; esa es la única forma posible de purificarlo gradualmente. Si no se centran en resolverlo, se volverá cada vez más grave, y es posible que ofendan y se resistan a Dios y que Él las desdeñe y descarte(La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Solo a base de practicar la verdad y someterse a Dios se puede lograr transformar el carácter). Dios pone al descubierto que los anticristos consideran su propia fama, provecho y estatus en todo lo que hacen. Están dispuestos a padecer cualquier sufrimiento en aras de la fama, el provecho y el estatus. Al reflexionar sobre mi vida cotidiana, vi que tenía muchas conductas similares. Por ejemplo, durante las reuniones y la plática, reflexionaba con sinceridad para poder compartir algo de luz y ganarme la estima de los demás. A veces, me esmeraba y hacía algo de trabajo, pero solo para que la gente viera que no era perezoso y que tenía buena humanidad. Cuando cumplía mi deber, solo me centraba en lo superficial de cómo hacía las cosas y rara vez ponía esfuerzo alguno en los principios. Vi que detrás de todo lo que hacía había un deseo de proteger mi propia imagen y estatus. La búsqueda de la fama, el provecho y el estatus ya se había arraigado en lo profundo de mi corazón. Si no cambiaba las cosas, no cabía duda de que acabaría trastornando y perturbando el trabajo de la iglesia con tal de mantener mi fama, provecho y estatus. Pensé en los anticristos a quienes habían expulsado. Para ganar fama, provecho y estatus, predicaban el evangelio sin seguir los principios, daban números incorrectos y empleaban artimañas. Esto trastornó y perturbó gravemente la obra de la casa de Dios. Al final, Dios los descartó por hacer el mal de un sinnúmero de maneras. Haciendo memoria sobre ese período, solo me centré en hacer cosas frente a los demás y en hacer trabajos que me hicieran quedar bien. No me importaban en absoluto las tareas críticas o esenciales. Esto hizo que el trabajo evangélico dentro de mi ámbito de responsabilidad no progresara en absoluto y quedara estancado. No alcanzaba los estándares que exigía la casa de Dios. ¿Acaso esto no obstruía el progreso del trabajo evangélico? Si hubiera seguido persiguiendo la fama, el provecho y el estatus sin arrepentirme, entonces, por mucho que sufriera o por alto que fuera el precio que pagara, Dios nunca me habría recordado. En cambio, ¡me calificaría de malvado por todo lo que había hecho y me descartaría! Solo entonces me di cuenta de que la búsqueda constante de fama, provecho y estatus es demasiado peligrosa. También quise corregir de inmediato las perspectivas equivocadas que tenía sobre mi búsqueda y cumplir mi deber con los pies en la tierra.

Más tarde, leí las palabras de Dios: “Los líderes y obreros deben tomarse en serio y poner en marcha del mismo modo todo arreglo del trabajo transmitido por la casa de Dios. Deberías usar con frecuencia los arreglos del trabajo para comparar e inspeccionar toda la labor que has hecho. Deberías además examinar qué tareas no has hecho bien o no has puesto en marcha adecuadamente durante este periodo y reflexionar sobre ello. En caso de desatención de cualquier tarea que haya sido asignada y requerida conforme a los arreglos del trabajo, deberías enmendarlo e indagar rápidamente sobre ello. […] Por tanto, si eres líder regional, de distrito, de iglesia o líder de equipo o supervisor, una vez que hayas conocido tu ámbito de responsabilidad, debes analizar con frecuencia si estás haciendo trabajo real, si has cumplido bien con las responsabilidades que debería cumplir bien un líder o un obrero, así como, de entre las varias tareas que se te han encomendado, cuáles no has hecho, cuáles no quieres hacer, cuáles han dado pobres resultados y de cuáles no has logrado captar los principios. Deberías examinar a menudo todas estas cosas. Al mismo tiempo, debes aprender a hablar y preguntar a otras personas, así como a buscar, en las palabras de Dios y en los arreglos del trabajo, un plan, unos principios y una senda de práctica. Respecto a cualquier arreglo del trabajo, ya sea relativo a la administración, el personal, la vida de iglesia o cualquier labor profesional, si afecta a las responsabilidades de los líderes y obreros, entonces es una responsabilidad que se supone que deben cumplir bien los líderes y obreros, que está encuadrada en el marco de lo que les compete; estas son las tareas de las que deberías encargarte. Por supuesto, las prioridades deben ajustarse a la situación, no se puede demorar ningún trabajo(La Palabra, Vol. V. Las responsabilidades de los líderes y obreros. Las responsabilidades de los líderes y obreros (10)). Las palabras de Dios me señalaron una senda de práctica. Implementar cualquier tarea no consiste meramente en hacer las cosas de manera superficial: uno debe examinar constantemente si está haciendo trabajo real y los aspectos del trabajo que no se están haciendo bien. No importa cuál sea la tarea, uno tiene que profundizar en la situación real y no hacer trabajos que solo lo hagan quedar bien para aparentar y ganarse la estima de los demás. Este tipo de trabajo no puede resolver los problemas reales en absoluto. Luego, cada vez que descubría que los resultados del trabajo evangélico no eran buenos, averiguaba la verdadera razón de los malos resultados y entendía los estados y las dificultades de mis hermanos y hermanas, cómo daban seguimiento al trabajo evangélico, etc. Cuando revisaba el trabajo en detalle, descubría problemas y desviaciones que antes no había percibido. Algunas iglesias tenían muy pocos trabajadores evangélicos; algunos líderes de los equipos evangélicos no sabían cómo dar seguimiento al trabajo; y algunos trabajadores evangélicos no entendían la verdad. No podían compartir con claridad muchas verdades relacionadas con la obra de Dios, lo que significaba que algunos destinatarios potenciales del evangelio que realmente creían en Dios no estaban dispuestos a seguir investigando porque no habían resuelto sus nociones. Junto con los hermanos y hermanas con quienes trabajaba, hablamos sobre estos problemas para corregirlos. Dimos seguimiento detallado a la obra de los trabajadores evangélicos, señalamos los problemas que existían en su testimonio y les brindamos guía y plática. Después de un período trabajando juntos, algunos destinatarios potenciales del evangelio estuvieron dispuestos a continuar su investigación y, al final, aceptaron la obra de Dios de los últimos días. En ese momento, finalmente tuve la profunda realización de que solo con una verdadera comprensión y profundizando en los detalles a través de nuestro trabajo podemos descubrir y resolver problemas. Solo entonces sentí tranquilidad y paz en mi corazón.

Una vez, estaba dando seguimiento al trabajo evangélico de una iglesia. Vi que no se estaban logrando resultados en el trabajo evangélico y que la mayoría de los hermanos y hermanas estaban algo negativos. Así que organicé una reunión para resolver los estados de mis hermanos y hermanas. Al mismo tiempo, también hablé sobre los problemas que había en la predicación del evangelio y los resolví. Después de un tiempo, el trabajo evangélico mostró cierta mejoría. Me sentí muy feliz y pensé: “Seguro que mis hermanos y hermanas me admirarán. Mejor dejo que los líderes de equipo den seguimiento al trabajo en el futuro”. Cuando pensé esto, me di cuenta de que, en el pasado, solo había trabajado en lo que me hiciera quedar bien y que, en realidad, muchos problemas no se habían resuelto. Esta vez, no podía conformarme solo con resolver los estados de mis hermanos y hermanas y dejar las cosas así. Tenía que pensar en las tareas que aún no se habían completado de forma adecuada. Cuando realmente fui a averiguar lo que estaba pasando, descubrí que no había suficientes trabajadores evangélicos en esa iglesia y que algunos de ellos avanzaban muy lentamente, pero que los líderes de los equipos no los ayudaban ni apoyaban. Tampoco sabían cómo resolver las desviaciones que ocurrían en el trabajo evangélico. Como consecuencia, no se había obtenido resultados claros durante varios meses seguidos. Después, hablé con los líderes de equipo sobre cómo resolver estos problemas y seleccioné a algunos trabajadores evangélicos. Enseñé a los líderes de equipo cómo dar seguimiento al trabajo y organizarlo, y resolví sus problemas y dificultades. Después de un tiempo, los resultados de la predicación del evangelio mejoraron aún más. Cuando vi este resultado, me sentí muy feliz, pero también sentí cierto remordimiento. Como en el pasado había hecho demasiado trabajo solo para quedar bien, el trabajo evangélico no había progresado. Agradecí a Dios por usar este entorno para permitirme conocerme un poco mejor a mí mismo y aprender cómo hacer trabajo real.

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