15. Después de que mis compañeros me denunciaran por predicar el evangelio
Empecé a ir a reuniones con mis abuelos cuando iba a la escuela primaria, pero en la secundaria los estudios eran más intensos, así que no podía ir a reuniones ni leer las palabras de Dios y mi corazón se fue alejando cada vez más de Él. No fue hasta noviembre de 2011 que finalmente reanudé mi vida de iglesia y empecé a leer las palabras de Dios y a cantarle himnos de alabanza con mis hermanas y hermanos. Eso me hizo sentir realmente plena. En diciembre de 2012, justo cuando estaba en la universidad, el PCCh estaba usando los principales medios de comunicación y plataformas en línea para inventar y difundir varios rumores infundados con el fin condenar y desacreditar a la Iglesia de Dios Todopoderoso. Mis compañeras de habitación vieron esta propaganda negativa e informaron de mi fe a nuestro profesor. Entonces, el profesor avisó a mis padres y ellos se enteraron de mi fe.
En la noche del 20 de diciembre de 2012, acababa de terminar mis deberes y había regresado a la escuela. Poco después de llegar a la residencia estudiantil, dos profesores vinieron a interrogarme. Me preguntaron dónde había estado, qué había estado haciendo en los últimos días y también si estaba predicando el evangelio en la escuela. Luego, mi madre y mi tío vinieron a mi residencia estudiantil, me regañaron y dijeron que me llevarían a casa. Mi tío había confinado a mi prima en casa durante meses por su fe en Dios, y yo tenía miedo de que mis padres hicieran lo mismo conmigo. Así que no paré de orar a Dios en mi corazón para pedirle que me diera una salida. Le dije a mi madre: “Quiero quedarme en la facultad, no quiero irme a casa”. Al ver mi determinación, mi madre me permitió quedarme en la universidad. Sin embargo, a mis espaldas, les dijo a mis profesores que me vigilaran de cerca. Al día siguiente, los profesores y el jefe de departamento hablaron conmigo, uno tras otro. Dijeron que, por entonces, la universidad estaba gestionando de forma estricta los asuntos relacionados con las creencias religiosas y me dijeron que me quedara en la residencia estudiantil durante unos días y no fuera a ninguna parte. Los guardias de seguridad de la universidad incluso tenían mi foto y me denunciarían si me veían salir por la puerta de la universidad. Solo por mi fe en Dios, mis profesores y compañeros de clase comenzaron a mirarme de manera extraña y me trataban como a un bicho raro. Me sentí profundamente humillada y me resultó realmente difícil soportar todo aquello. Yo solo creía en Dios y no estaba haciendo nada malo, así que ¿por qué me trataban como si lo estuviera haciendo? Incluso pensé: “Si no predicara el evangelio, ¿mis profesores y compañeros de clase dejarían de malinterpretarme y mirarme raro?”. Me sentía muy débil, así que llamé a mi hermana mayor, que estaba en otra universidad, para desahogarme. Mi hermana me dijo que sus compañeras de habitación también la habían denunciado y que su profesor incluso la había regañado delante de toda la clase. Al oír esto, me di cuenta de que a muchos hermanos y hermanas los han perseguido debido a los rumores infundados y la difamación que hace el PCCh contra la Iglesia de Dios Todopoderoso. Al pensar en cómo el gobierno del PCCh difunde rumores injustificados y condena y desacredita a la Iglesia de Dios Todopoderoso, me di cuenta de que su objetivo directo es Dios y que Él ha soportado humillaciones y sufrimientos inmensos e incontables. En esta situación, yo solo pensaba en mi propio sufrimiento, pero nunca consideré cómo se siente el corazón de Dios ante estas calumnias y ataques. Recordé el himno de las palabras de Dios, “Dios soporta una agonía extrema por la salvación del hombre”: “En esta ocasión, Dios se ha hecho carne para llevar a cabo Su obra inacabada, para juzgar esta era y ponerle fin, para salvar al hombre del mar de sufrimiento, para conquistarlo por completo y transformar su carácter-vida. Para liberar a la especie humana del sufrimiento y las fuerzas oscuras que son tan negras como la noche y, en aras de la obra de la especie humana, Dios ha pasado muchas noches en vela. Ha descendido desde los lugares más elevados hasta los más bajos para vivir en este infierno humano. ¡Oh! Él vive con el hombre entre los confines de la tierra, nunca se queja de la bajeza del mundo humano y nunca le pide demasiado al hombre; en cambio, soporta gran vergüenza para hacer Su obra. Para que toda la especie humana pueda encontrar pronto el descanso, ha soportado humillación e injusticia para acudir a la tierra y ha entrado personalmente en la guarida del tigre para salvar a la especie humana” (La Palabra manifestada en carne). Dios es santo y vino del cielo a la tierra para salvar a la humanidad; sin embargo, la humanidad corrupta lo ha malinterpretado, lo ha tratado como a un enemigo y lo ha rechazado y condenado. A pesar de soportar una humillación y un dolor inmensos, Dios ha seguido hablando y obrando para salvarnos. Pero yo no entendía la intención de Él. Me quejaba y me volvía negativa ante el más mínimo sufrimiento. Frente a un poco de exclusión y miradas extrañas de mis compañeros y profesores, me sentí agraviada y dolida, y hasta llegué a arrepentirme de haber predicado el evangelio. ¡Mi estatura era realmente pequeña! Al pensar en esto, dejé de sentir que mi sufrimiento fuera tan grande y entendí que la persecución que estaba enfrentando era el sufrimiento que debía soportar por creer en Dios.
Más tarde, los profesores hicieron que mis compañeras de habitación me vigilaran y controlaran mis actos, lo que me dejó sin otra opción que esconderme bajo las mantas y usar mi reproductor MP4 para leer las palabras de Dios y escuchar himnos. Durante esos días, mis profesores también hablaban conmigo para ver si había estado predicando el evangelio. Varios compañeros con los que antes me llevaba bien empezaron a alejarse de mí. Algunos me reprendieron y me dijeron que no debía creer en Dios, mientras que otros se burlaron de mí. Mis familiares también me llamaban para tratar de convencerme de que no creyera en Dios. Dos de mis primas hasta me enviaron rumores infundados y comentarios demoníacos que difamaban y condenaban a la Iglesia de Dios Todopoderoso. En esa época, cada vez que sonaba el teléfono, se me aceleraba el corazón, pues tenía miedo de que fuera un familiar que me llamaba para reñirme. Durante esos días, cada día me parecía tan largo como un año y me sentía aislada e indefensa. Extrañaba mucho a mis hermanos y hermanas y quería compartir mi sufrimiento con ellos, pero no podía ir a las reuniones debido a la vigilancia de mis profesores y compañeros de clase. Me sentía muy débil por dentro y no sabía cómo afrontar esa situación. Por ese entonces, estaba muy preocupada. Mis padres siempre se habían opuesto con fuerza a la fe de mi hermana mayor y la mía, y no estaba segura de lo que harían conmigo esta vez. ¿Me tratarían de la misma manera en que mi tío trató a mi prima y me encerrarían en casa? Ante todas estas críticas y persecuciones, ¿sería capaz de mantenerme firme? Mis padres habían dicho antes que me desheredarían si descubrían que creía en Dios. Hasta ese momento, mi padre aún no me había llamado. ¿Significaba esto que ya no me quería realmente? Me sentía completamente indefensa frente a todas estas incertidumbres. Lo único que podía hacer era encomendar mis dificultades a Dios y acudir a Él para pedirle que me guiara. En mi confusión e indefensión, me encontré con un pasaje de las palabras de Dios: “Para cualquiera que aspire a amar a Dios, no hay verdades imposibles de conseguir y ninguna rectitud por la que no puedan permanecer firmes” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Las experiencias de Pedro: su conocimiento del castigo y del juicio). Las palabras de Dios me dieron fe. Al creer en Dios, estaba recorriendo la senda correcta en la vida, así que, incluso si todos me malinterpretaban, se burlaban de mí y me rechazaban, estas dificultades no me superarían, mientras me mantuviera firme en mi fe. Siempre tuve miedo de que mi familia me rechazara y regañara, y también de las burlas y miradas extrañas de mis compañeros y profesores, y siempre sentí que no podía seguir adelante. Esto se debía a que era demasiado cobarde y carecía de determinación para sufrir. Recordé el título de un capítulo de las palabras de Dios que había leído unos días antes: “Escapa de la influencia de las tinieblas y Dios te ganará”. Dios había dispuesto esta situación con la esperanza de que yo pudiera liberarme de la oscura influencia de Satanás. Todo ese tiempo, como mis padres se oponían a mi fe en Dios, me habían limitado mucho, así que, cuando ellos estaban cerca de mí, no me atrevía a comer ni beber las palabras de Dios y tampoco a ir a reuniones ni a cumplir mis deberes. No podía seguir dejando que me coaccionaran. Solo al liberarme de esta oscura influencia y escapar de sus limitaciones podría creer en Dios de forma adecuada y cumplir mis deberes. Así que oré a Dios: “Dios, realmente quiero liberarme de la oscura influencia de mi familia, pero me falta valor. Te ruego que me otorgues fe y fortaleza para poder liberarme de la influencia de Satanás y cumplir bien con los deberes de un ser creado”. A través de la oración, gané algo de fe y también sentí que Dios siempre estaba conmigo. En mi dolor e indefensión, fueron las palabras de Dios las que me consolaron, me animaron y me dieron fe. Tomé una determinación: “No importa cómo me traten mi familia y mis profesores, perseveraré en mi fe y en mis deberes”. Así que llamé a mi hermana y acordamos dedicarnos de lleno a nuestros deberes. También oré a Dios y le pedí que me abriera una senda para liberarme de la vigilancia de mis profesores y compañeros.
Durante esa época, pensé en el himno de las palabras de Dios “Solo al buscar entender la verdad en todas las cosas puede el hombre ser perfeccionado por Dios”: “Si deseáis ser perfeccionados por Dios, debéis aprender cómo experimentar en todas las cosas y ser capaces de obtener esclarecimiento en todo lo que os ocurre. Sea malo o bueno, debe proporcionarte beneficio y no debe volverte negativo. En cualquier caso, deberías poder considerar las cosas desde la perspectiva de Dios y no analizarlas y estudiarlas desde la perspectiva del hombre. Si experimentas así, entonces tu corazón se llenará de las cargas de tu vida, vivirás constantemente en la luz del semblante de Dios, sin desviarte fácilmente en tu práctica. Las personas así tienen un brillante futuro por delante” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Promesas a aquellos que son perfeccionados). Al reflexionar sobre las palabras de Dios, llegué a entender un poco más Su intención. Durante esa época, debido a mi fe en Dios, enfrenté la exclusión y las burlas de mis compañeros y, aunque esto parecía algo malo, en realidad beneficiaba mi crecimiento en la vida. No debía haberlo analizado desde la perspectiva de mi beneficio personal, sino aceptarlo de parte de Dios y buscar Su intención. El PCCh difunde rumores infundados en línea, calumnia contra Dios y lo condena. Aunque esto parezca algo malo, en realidad, Dios está usando al gran dragón rojo para rendir servicio a los propósitos de Dios, ya que, a través de su propaganda negativa, más personas han llegado a conocer el nombre de Dios Todopoderoso. Esto es verdaderamente la omnipotencia y la sabiduría de Dios. Mis compañeras de habitación me denunciaron y todos se enteraron de mi fe en Dios. Mi familia, mis profesores y compañeros de clase se burlaron de mí y me regañaron. Aunque sufrí un poco físicamente, esta situación me impulsó a liberarme de la influencia de las tinieblas y a elegir la senda correcta en la vida. Eso fue bueno para mí. Gracias a la guía de las palabras de Dios, mi estado mejoró de a poco y pude enfrentar esta situación de manera correcta. Siempre que tenía tiempo, meditaba sobre las palabras de Dios y no sentía que ese aislamiento fuera tan doloroso. Al contrario, al acercarme más a Dios, mi corazón estaba mucho más lleno que antes.
Más tarde, Dios me abrió una vía de escape. Mis compañeras de habitación dejaron de vigilarme, así que aproveché la oportunidad para salir e ir a una reunión. Cuando volví a ver a mis hermanos y hermanas, sentí una desbordante sensación de calidez, y una alegría indescriptible llenó mi corazón. Aunque podía ir a reuniones, mi familia no creyente aún se oponía a mi fe y mis profesores me vigilaban de vez en cuando, y hasta me llamaban para preguntar por mi paradero. A veces, cuando salía para ir a una reunión, mi corazón se perturbaba y no podía creer en Dios ni cumplir mis deberes con soltura en el encuentro. No paraba de orar a Dios para pedirle que me guiara y me diera la determinación para tomar las decisiones correctas. Un día, escuché un himno de las palabras de Dios:
Las personas deben buscar vivir una vida que tenga sentido
1 El hombre debe buscar vivir una vida que tenga sentido y no debería estar satisfecho con sus circunstancias actuales. Para vivir la imagen de Pedro, debe tener el conocimiento y las experiencias de Pedro. El hombre debe buscar las cosas que son más elevadas y más profundas. Debe buscar un amor más profundo y más puro por Dios, y una vida que tenga valor y sentido. Solo esto es vida; solo entonces el hombre será igual a Pedro. Te debes enfocar en entrar de manera proactiva en el lado positivo y no debes permitirte pasivamente retroceder en aras de la comodidad momentánea, ignorando verdades más profundas, más específicas y más prácticas. Tu amor debe ser práctico y debes encontrar maneras para liberarte de esta vida depravada y despreocupada que no es diferente a la de un animal. Debes vivir una vida que tenga sentido, una vida que tenga valor y no debes engañarte a ti mismo o tratar tu vida como un juguete con el que se juega.
2 Para cualquiera que aspire a amar a Dios, no hay verdades imposibles de conseguir y ninguna rectitud por la que no puedan permanecer firmes. ¿Cómo deberías vivir tu vida? ¿Cómo debes amar a Dios y usar ese amor para satisfacer Sus intenciones? No hay asunto mayor en tu vida. Sobre todo, debes tener este tipo de aspiraciones y perseverancia, y no debes ser como esos débiles sin carácter. Debes aprender cómo experimentar una vida que tenga sentido y cómo experimentar verdades significativas, y de esa manera no deberías tratarte a ti mismo de manera superficial. Sin que te des cuenta, tu vida pasará; después de eso, ¿tendrás otra oportunidad para amar a Dios? ¿Puede el hombre amar a Dios una vez que haya muerto? Debes tener las mismas aspiraciones y conciencia que Pedro; tu vida debe tener sentido y no debes jugar juegos contigo mismo. Como una persona que busca a Dios, tienes que considerar cuidadosamente cómo tratas tu vida, cómo te ofreces a Dios, cómo debes tener una fe más significativa en Dios y cómo, ya que amas a Dios, lo debes amar de una manera que sea más pura, más hermosa y mejor.
La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Las experiencias de Pedro: su conocimiento del castigo y del juicio
Después de escuchar este himno, entendí la intención de Dios. Tenía que entrar y buscar con talante positivo y no debía conformarme solo con no retroceder ni ser negativa. Tenía que perseguir activamente la verdad y buscar cómo vivir una vida con sentido. En especial, cuando leí las palabras de Dios: “Tu amor debe ser práctico y debes encontrar maneras para liberarte de esta vida depravada y despreocupada que no es diferente a la de un animal. Debes vivir una vida que tenga sentido, una vida que tenga valor y no debes engañarte a ti mismo o tratar tu vida como un juguete con el que se juega”. Sentí que esto era Dios que nos instruía y nos hacía exigencias, y que era lo que debía perseguir. En efecto, mi vida era muy degenerada. En la universidad, los profesores no nos enseñaban a establecer metas correctas en la vida, sino a disfrutar de la vida universitaria. Algunos profesores hasta decían que, si no te habías saltado clases, tenido una relación o hecho locuras en la universidad, no habías vivido en absoluto. El ambiente en toda la universidad era así, todos se afanaban por comer, beber, divertirse y competir entre ellos. Pocas personas se centraban realmente en sus estudios. La gente no hablaba sobre cómo estudiar o dominar una habilidad, sino sobre comer, beber, divertirse, adular a los profesores y manejar las relaciones personales. Parecía que vivíamos una vida fácil y despreocupada, pero nos sentíamos vacíos y confundidos por dentro, sin tener idea de cuál podría ser el sentido de la vida y sin saber qué debíamos buscar en la vida. Aunque sabía que perseguir estas cosas mundanas no tenía un significado real, mi estatura era pequeña, no podía sino seguir ese estilo de vida en ese entorno y me costaba calmarme y perseguir la verdad. Me conformaba con ir de vez en cuando a reuniones y mantener una buena relación con mis padres, sin pensar en cómo cumplir bien con el deber de un ser creado. ¿No estaba siendo negativa y retrayéndome solo para disfrutar de comodidades temporales? Antes, no entendía la verdad ni sabía lo que realmente valía la pena perseguir. Solo vivía según los deseos de mis profesores y mis padres, y pensaba que, si entraba en la universidad, encontraría algún rumbo y objetivo en la vida. Pero, en realidad, lo que la vida universitaria me aportó no fue una senda brillante en la vida, sino una vida de aún mayor depravación y confusión. ¿Qué sentido tenía seguir allí? Pensé en cuando, recientemente, fui a predicar el evangelio con mis hermanos y hermanas. Aunque a veces nos insultaban y se burlaban de nosotros, sentía que mi corazón estaba pleno y alegre, y que cumplir el deber de un ser creado y hacer cosas justas era lo que daba sentido a la vida. Nada puede reemplazar esta alegría y paz en el corazón. Antes, no creía en Dios de manera correcta y desperdicié muchísimo tiempo porque perseguía el conocimiento. Si seguía estando limitada por mis padres y continuaba con esa vida de depravación en la universidad, ¿no sería una completa estupidez de mi parte? Al darme cuenta de esto, decidí dejar mis estudios y cumplir mi deber.
En la noche del 1 de enero de 2013, mi hermana y yo volvimos a casa. Mi padre nos dijo: “Hoy les dije que volvieran a casa para dejar todo bien claro. Tienen que pensárselo bien y decidir si quieren seguir con su fe en Dios. Si quieren creer en Dios, no se molesten en seguir sus estudios ¡y pueden considerarse muertas para mí! Si deciden abandonar su fe, corten relaciones con los que creen en Dios y sigan con sus estudios”. También dijo: “Creer en Dios es algo a lo que se opone el gobierno. Estamos bajo el gobierno del PCCh. ¿de verdad creen que pueden enfrentarse a ellos?”. Tan pronto como mi hermana y yo les dimos testimonio de la obra de Dios, mi padre y mi tío se enfurecieron, negaron a Dios y blasfemaron, y nos reprendieron y regañaron. Verlos así me asustó mucho y no paré de orar a Dios en mi corazón para pedirle que me diera fe y fortaleza para enfrentar esa situación. No pararon de reñirnos hasta las dos o tres de la madrugada. Mi madre también insistía en preguntarnos si aún queríamos creer en Dios. Realmente quería quedarme en silencio y tratar de superar la situación por los pelos, pero recordé que antes, por miedo a que mi familia me rechazara, no me había atrevido a admitir que creía en Dios y no había dado testimonio de Él. No podía volver a hacerlo. No solo mi familia esperaba mi respuesta, sino que Dios también esperaba que declarara mi postura. Satanás también estaba observando para ver qué elegiría. No importaba cómo me trataran mis padres, tenía que mantenerme firme en mi testimonio. Así que dije con firmeza: “¡Voy a seguir creyendo en Dios!”. Mi padre dijo enojado: “Si vas a seguir creyendo en Dios, tendrás que irte de esta casa. ¡A partir de ahora, para mí, has muerto!”. Luego nos echó de su habitación. Me dolía muchísimo el corazón. Solo quería creer en Dios y nunca dije que no quería a mis padres, pero ¿por qué no podían escuchar mi corazón? ¿Por qué me obligaban a elegir? Cuando regresé a mi habitación, no podía calmar mis emociones. Oré a Dios: “¡Dios! No importa lo que intenten hacer para detenerme, yo te seguiré. Te ruego que me des fe y fortaleza y me guíes adelante por la senda”.
A la mañana siguiente, al amanecer, mi tía y mi tío vinieron a nuestra casa a instarnos a mi hermana y a mí a que no creyéramos en Dios. Mi tía dijo que mi padre había sufrido mucho para criarnos y hasta lloró y me suplicó que dejara de creer en Dios. Me sentía muy débil y realmente quería asentir solo para apaciguarlos, pero sabía que no estaría dando testimonio si lo hacía y que no podía negar a Dios ni traicionarlo. No podía herir el corazón de Dios. Durante los días siguientes, no paraban de acusarnos a mi hermana y a mí de no tener conciencia. Mi padre también seguía insistiendo en que eligiéramos entre nuestra fe y nuestra familia. En mi corazón, sabía que creer en Dios era la senda correcta. Dios me había estado guiando y acompañando desde que era pequeña, y mi fe ya se había convertido en parte de mi vida. No podía abandonar a Dios. Sin embargo, cuando pensaba en lo duro que habían trabajado mis padres para criarme, tenía un constante sentimiento de deuda con ellos en mi corazón y tampoco quería herir sus sentimientos. No sabía qué hacer, así que no paraba de orar a Dios para pedirle que me guiara. Pensé en las palabras de Dios: “Dios creó este mundo y trajo a él al hombre, un ser vivo al que le otorgó la vida. Después, el hombre tuvo padres y parientes y ya no estuvo solo. Desde que el hombre puso los ojos por primera vez en este mundo material, estuvo destinado a existir dentro de la predestinación de Dios. El aliento de vida proveniente de Dios sostiene a cada ser vivo hasta llegar a la adultez. Durante este proceso, nadie siente que el hombre esté creciendo bajo el cuidado de Dios. Más bien, la gente cree que lo hace bajo el amor y el cuidado de sus padres y que es su propio instinto de vida el que dirige este crecimiento. Esto se debe a que el hombre no sabe quién le otorgó la vida o de dónde viene esa vida, y, mucho menos, la manera en la que el instinto de la vida crea milagros. El hombre solo sabe que el alimento es la base para que su vida continúe, que la perseverancia es la fuente de la existencia de su vida y que las creencias de su mente son el capital del que depende su supervivencia. El hombre es totalmente ajeno a la gracia y la provisión de Dios, y es así como desperdicia la vida que Dios le otorgó… Ni uno solo de esta humanidad a quien Dios cuida día y noche toma la iniciativa de adorarlo. Dios simplemente continúa obrando en el hombre —sobre el cual no tiene expectativas— tal y como lo planeó. Lo hace así con la esperanza de que, un día, el hombre despierte de su sueño y, de repente, comprenda el valor y el significado de la vida, el precio que Dios pagó por todo lo que le ha dado y la ansiedad con la que Dios espera que el hombre regrese a Él” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Dios es la fuente de la vida del hombre). Las palabras de Dios me permitieron entender que mi vida proviene de Dios y que es Él quien me ha dado este aliento de vida y me ha permitido sobrevivir en este mundo. Dios dispuso quiénes serían mis padres y mi familia. Aunque parecía que mis padres me habían criado hasta la adultez, en realidad, he sobrevivido hasta hoy porque Dios ha estado cuidándome y protegiéndome en secreto. Desde mi infancia hasta mi adultez, mis padres solo cubrieron mis necesidades materiales y mi educación, pero rara vez se preocuparon por mí o me enseñaron cómo comportarme. Solo al leer las palabras de Dios aprendí a comportarme de forma adecuada. Cuando era pequeña, mi prima y yo discutíamos por cosas triviales, y fue mi abuela la que usó las palabras de Dios para enseñarme a aprender a ser tolerante y paciente, y a no ser mezquina ni buscar vengarme. En la escuela, muchos de mis compañeros perseguían tendencias malignas y se volvieron adictos a los juegos en línea y empezaron relaciones demasiado pronto. Leí las palabras de Dios y me enteré de que estas cosas desagradaban a Dios, y por eso no los seguí cuando buscaban esas cosas. En la universidad, muchos de mis compañeros hacían trampa en los exámenes, adulaban a los profesores en provecho de su futuro académico y se explotaban entre ellos. Las palabras de Dios me permitieron entender que Él nos exige ser personas honestas y que no debemos engañar, sentir celos ni entrar en disputas, así que no hice como ellos cuando hacían esas cosas. Además, a medida que fui creciendo, enfrenté muchas situaciones aterradoras e intimidantes, pero, al confiar en la oración y clamar a Dios, siempre pude encontrar apoyo y dejar de tener miedo. Fueron las palabras de Dios las que me guiaron y me ayudaron a entender algunas verdades, por lo que no me dejé desorientar ni tentar por esas tendencias malignas ni me volví perversa o depravada. También fue Dios quien siempre me cuidó, me protegió y me permitió crecer en paz y con salud. Dios predestinó que mis padres me trajeran al mundo. También estaba bajo la soberanía de Dios que ellos se ocuparan de mí, y yo debería retribuir el amor de Dios. Después de haber creído en Dios durante tantos años, no había hecho mucho por Él y solo había estado disfrutando de Su gracia y Sus bendiciones. Antes, no cumplía mis deberes debido a que mis padres me limitaban, pero no podía seguir rebelándome así y ya no quería abandonar mis deberes para conservar mi relación con mis padres.
Leí más de las palabras de Dios: “¿Según qué principio piden las palabras de Dios que la gente trate a los demás? Ama lo que Dios ama y odia lo que Dios odia. Ese es el principio al que hay que atenerse. Dios ama a los que persiguen la verdad y son capaces de seguir Su voluntad; esas son también las personas a las que debemos amar. Aquellos que no son capaces de seguir la voluntad de Dios, que lo odian y se rebelan contra Él, son personas detestadas por Dios, y nosotros también debemos detestarlas. Esto es lo que Dios pide del hombre. Si tus padres no creen en Él, si saben perfectamente que la fe en Dios es la senda correcta y que puede conducir a la salvación, y sin embargo siguen sin estar receptivos, entonces no cabe duda de que son personas que sienten aversión por la verdad y que la odian, y de que se resisten a Dios y lo odian. Y Él naturalmente los aborrece y los odia. ¿Podrías aborrecer a esos padres? Se oponen a Dios y lo agravian, en cuyo caso, seguramente son demonios y satanases. ¿Podrías odiarlos y maldecirlos? Todas estas son preguntas reales. Si tus padres te impiden creer en Dios, ¿cómo debes tratarlos? Tal y como pide Dios, debes amar lo que Dios ama y odiar lo que Dios odia” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Solo reconociendo las propias opiniones equivocadas puede uno transformarse realmente). Cuando vi que las palabras de Dios dicen: “Ama lo que Dios ama y odia lo que Dios odia”, entendí con mayor claridad la elección que debía realizar. Mis padres no creían en Dios e incluso me acosaban e intentaban impedir que creyera. Cuando mi hermana y yo les dimos testimonio de Dios, mi padre se enojó mucho, maldijo a Dios y blasfemó. La esencia de mis padres es la de los diablos, pertenecen a Satanás. Antes pensaba que solo se oponían a mi fe porque los desorientaban los rumores infundados del PCCh. Sin embargo, otras personas que también oyeron los rumores infundados del PCCh, pudieron distinguir las verdades de las mentiras y no siguieron ciegamente la condena del PCCh contra Dios. Pero mis padres no discernieron, creyeron a ciegas en el PCCh y lo secundaron en su condena. Además, mis abuelos les habían predicado anteriormente el evangelio, pero no lo habían aceptado. Luego, cuando vieron que mis abuelos nos guiaban para creer en Dios, mis padres empezaron a odiarlos y los atacaron e insultaron. Incluso amenazaron a mis abuelos y les dijeron que dejarían de darles dinero si seguían creyendo en Dios. Durante ese tiempo, también nos intimidaron a mi hermana y a mí para que no creyéramos en Dios. Cuando se enteraron de que creíamos en Dios, intentaron obligarnos a abandonar nuestra fe cortando relaciones con nosotras. Me di cuenta de que no era que fueran estúpidos e ignorantes o incapaces de discernir, sino que su naturaleza era odiar y resistirse a Dios. Ese día, elegí creer en Dios y recorrer la senda correcta, pero mis padres siguieron acosándome y oponiéndose a mí. No estaba en la misma senda que ellos y no podía seguir dejando que me limitaran. Esa noche, daba vueltas en la cama, sin poder dormir, y no paraba de orar a Dios para pedirle que me guiara y me diera una oportunidad para cumplir mi deber.
A la mañana siguiente, mi papá me llevó a la universidad. Después de hacer mis exámenes finales, entregué mi prueba antes de tiempo y, cuando mis compañeros no estaban cerca, hice las maletas y me fui a cumplir mi deber. Desde entonces, he estado cumpliendo mi deber en la iglesia durante casi diez años y, al leer las palabras de Dios y formarme en mi deber, he aprendido de a poco a discernir todo tipo de personas, acontecimientos y cosas, y también he adquirido cierta comprensión sobre mi carácter corrupto. De a poco, he comenzado a vivir conforme a semejanza humana. Cada vez que recuerdo esta experiencia, estoy muy agradecida a Dios. Aunque había creído en Él desde pequeña, era demasiado ignorante y cobarde, y no tenía la valentía de mantenerme firme en el verdadero camino, a pesar de que lo conocía. Dejé que mis padres me coaccionaran y no pude perseguir de forma adecuada la verdad y cumplir mi deber. Es Dios quien siempre me ha estado guiando y ha usado Sus palabras para llevarme por la senda correcta en la vida. Estoy agradecida por el amor y la salvación de Dios.