35. Una decisión difícil
En el pasado, tuve un matrimonio infeliz. Después del divorcio, me costó mucho criar a mis hijas por mi cuenta. Más tarde, empecé una relación con un compañero de trabajo de nuestra escuela. Después de casarnos, él fue muy bueno conmigo y con mis hijas, y no tenía que preocuparme por nada en casa. Le estaba muy agradecida. Aunque mi vida era estable, siempre tenía un vacío inexplicable en el fondo de mi corazón. En agosto de 2012, mi prima me predicó el evangelio de Dios Todopoderoso de los últimos días. Empecé a leer las palabras de Dios y a reunirme con mi prima los fines de semana. Las palabras de Dios me permitieron entender que Dios creó al hombre. Satanás sedujo a nuestros antepasados, Adán y Eva, quienes traicionaron a Dios. Por eso, la humanidad empezó a vivir en el pecado. Toda la perversidad y la fornicación en el mundo se deben a la corrupción de Satanás. También descubrí que Dios siempre ha estado salvando a la humanidad. En la Era de la Gracia, Dios se hizo carne y fue crucificado para convertirse en la ofrenda por el pecado de la humanidad. Dios se ha hecho carne de nuevo en los últimos días para expresar la verdad y hacer Su obra de juicio y purificación. Así erradica la raíz del pecado en los seres humanos, los purifica y los salva por completo. También los guía hacia un destino maravilloso. Una vez que entendí esto, encontré las respuestas a muchos de los enigmas de mi vida y del mundo, el insomnio que me atormentó durante años desapareció sin que me diera cuenta y los sentimientos de miedo y soledad en mi corazón también se desvanecieron. Sentí como si me hubieran sacado de una tierra salvaje, vacía y sin esperanza y me hubieran llevado a un lugar luminoso y cálido. Mi corazón se sintió en paz y tranquilo. También entendí que nadie más que Dios puede dar la verdad a las personas o traer paz a sus corazones. Como ser creado, debo creer en Dios, adorarlo y perseguir la verdad. De lo contrario, la vida es vacía y no tiene sentido. Cuando mi esposo vio cómo había mejorado mi estado de ánimo desde que empecé a creer en Dios, apoyó mi fe.
En diciembre de 2012, mi esposo leyó en Internet los rumores infundados que el PCCh difundía para calumniar y condenar a la Iglesia de Dios Todopoderoso. Por miedo a que me arrestaran, comenzó a impedir que creyera en Dios. No me dejaba leer las palabras de Dios y no permitía que mi prima viniera a verme. Por ese entonces, a mí también me preocupaba que me detuvieran y encarcelaran por creer en Dios, pero mi prima me habló sobre cómo el camino verdadero siempre ha estado bajo persecución desde la antigüedad. En la Biblia, también leí cómo persiguieron al Señor Jesús y a Sus discípulos, y vi cómo Satanás reina en este mundo. Es demasiado perverso y oscuro, y no permite que existan cosas positivas. Al creer en Dios y seguirlo, estoy recorriendo la senda correcta en la vida y no debo abandonarla, aunque me persigan. Le conté a mi esposo todo lo que había entendido, pero no quiso escucharme. Tenía que leer en secreto las palabras de Dios y asistir a las reuniones cuando él no estaba en casa. En abril de 2013, mi espondilosis lumbar empeoró. No podía sentarme ni estar de pie. Solo podía estar acostada. Mi esposo me ayudó a solicitar a mi empleador varios meses de licencia. Con la protección de Dios, prácticamente me curé de mi enfermedad después de aplicarme algunos parches medicinales. Después, aproveché mi tiempo libre para predicar el evangelio, pero no pasó mucho tiempo antes de que mi esposo se diera cuenta. Aprovechaba la hora del almuerzo en el trabajo para volver a casa y ver si me encontraba allí. Si yo llegaba un poco más tarde y veía su coche estacionado abajo, mi corazón entraba en pánico de inmediato. Durante los años que llevábamos casados, él siempre había cuidado bien de mí, pero, cuando no hacía lo que él decía respecto a mi fe en Dios, sentía que lo defraudaba y, cuando me reprendía y me gritaba, yo solo aguantaba en silencio. A medida que fui asistiendo a más reuniones, entendí que Dios es la fuente de la vida humana, y que vivimos gracias a Su provisión, cuidado y protección. Es perfectamente natural y justificado que las personas crean en Dios y cumplan sus deberes. Es lo más justo. Estaba cada vez más convencida de que había elegido la senda correcta al seguir a Dios. Mi corazón ganó fortaleza y ya no me asustaba tanto cuando mi esposo se enojaba. A veces, hasta discutía con él usando la razón. Una vez, me señaló con el dedo y gritó furioso: “¡Ahora no haces caso a nada de lo que digo! Te dije que el estado no permite que la gente crea en Dios, pero no me escuchaste. ¿De verdad crees que no podrás sobrevivir si no crees en Dios?”. Le dije: “Ahora, este mundo es muy perverso y oscuro. Fíjate solo en nuestra escuela: hay falsedades todo el día. ¡Estoy harta de eso! Que Dios haya venido a expresar la verdad y salvar a las personas es algo maravilloso. ¡Creo que la vida no tiene ningún sentido sin la fe en Dios!”. Me miró y dijo: “Ya sé que creer en Dios no es algo malo, pero al Partido Comunista no le importa. Si sigues creyendo, es probable que te arresten. Cuando eso pase, perderás tu trabajo y tendrás que sufrir en la cárcel. ¿Para qué sigues con eso? ¡Ya deja de creer!”. En cuanto oí eso, me di cuenta de que mi esposo tenía miedo e intentaba detenerme porque conocía bien los métodos del Partido Comunista. En realidad, a mí también me preocupaba que me arrestaran y encarcelaran, así como la posibilidad de que la policía me matara a golpes. Hay demasiados casos en los que el gobierno del PCCh ha tratado la vida humana con total desprecio. Más tarde, recordé lo que había dicho el Señor Jesús: “El que ha hallado su vida, la perderá; y el que ha perdido su vida por mi causa, la hallará” (Mateo 10:39). Mi corazón sintió una alegría enorme. La vida humana es muy corta. No tiene ningún sentido pasar los días luchando por la carne y por ganarse la vida. Al creer en Dios y seguirlo, puedes obtener la vida eterna. ¡Eso es tan valioso! Si no me atrevo a creer en Dios por miedo a que me arresten, nunca obtendré la vida eterna. No importa lo que pase, no puedo dejar de creer en Dios. Sin embargo, mi esposo insistía en que no me dejaría creer. Yo estaba preocupada y pensaba: “Llevamos casados casi seis años y él siempre ha cuidado de esta familia y ha sido considerado conmigo. Hemos trabajado duro juntos para comprar una casa y un coche. Nuestra vida ha ido mejorando poco a poco. Todos mis compañeros de trabajo dicen que por fin tengo una buena familia. Yo también pienso que esta familia es mi lugar en la vida y adoro, desde lo más profundo de mi corazón, llevar esta vida estable y pacífica. Pero si mi esposo está decidido a no dejarme creer en Dios, ¿qué debo hacer? ¿Puedo seguir creyendo en Dios?”. Mientras estas preguntas me daban vueltas en la cabeza, no paraba de orar a Dios para suplicarle que me guiara.
Durante una reunión, les conté a mis hermanos y hermanas lo que me preocupaba y leímos juntos estas palabras de Dios: “Debes sufrir adversidades por la verdad, debes sacrificarte por la verdad, debes soportar humillación por la verdad y debes padecer más sufrimiento para obtener más de la verdad. Esto es lo que debes hacer. No debes desechar la verdad en beneficio de disfrutar de armonía familiar y no debes perder toda una vida de dignidad e integridad por el bien de un disfrute temporario. Debes buscar todo lo que es hermoso y bueno, y debes buscar un camino en la vida que sea de mayor significado. Si llevas una vida tan terrenal y mundana no tienes ningún objetivo que perseguir, ¿no es eso malgastar tu vida? ¿Qué puedes obtener de una vida así? Debes abandonar todos los placeres de la carne en aras de una verdad y no debes desechar todas las verdades en aras de un pequeño placer. Las personas así, no tienen integridad ni dignidad; ¡su existencia no tiene sentido!” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Las experiencias de Pedro: su conocimiento del castigo y del juicio). Después de leer las palabras de Dios, mi corazón empezó a fortalecerse de a poco. Vine ante Dios por Su gracia y, tras haber visto todas estas verdades que Él ha expresado, tiene sentido que me esfuerce por seguirlas. Aunque implique sufrir, vale la pena. Aunque una familia armoniosa es muy importante para mí, perseguir la verdad es lo más significativo. Antes de leer las palabras de Dios, no sabía de dónde venía ni para qué vivía. No entendía por qué este mundo era tan perverso y oscuro, y vivía cada día en la oscuridad, sobreviviendo con dificultad. ¡La vida era tan dolorosa! Ahora, con mucho esfuerzo, he logrado encontrar el verdadero camino y ver la luz. He entendido muchos misterios de la vida a través de las palabras de Dios y he descubierto el valor de vivir. Si abandono la verdad para tener una familia armoniosa, ¿no sería mi vida vacía y sin sentido? Leí más de las palabras de Dios: “¿Por qué un esposo ama a su esposa? ¿Y por qué una esposa ama a su esposo? ¿Por qué los hijos son devotos a sus padres? ¿Y por qué los padres adoran a sus hijos? ¿Qué clase de intenciones realmente albergan las personas? ¿No es su intención satisfacer los planes propios y los deseos egoístas?” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Dios y el hombre entrarán juntos en el reposo). Las palabras de Dios me hicieron entender que el amor entre marido y mujer se construye sobre los cimientos de los intereses personales. Me puse a pensar: ¿por qué mi esposo era bueno conmigo antes? Era porque tenía buen aspecto y no me gustaba administrar el dinero, así que él tenía el control del dinero en la casa. Cumplía sus estándares de una esposa ideal, lo que lo complacía. Sin embargo, cuando desarrollé mi propia fe y mi búsqueda en la vida, que este país no toleraba, él empezó a sentir que yo ya no lo beneficiaba y nunca más volvería a tratarme bien. Mientras tanto, yo me resistía a dejar a mi esposo porque él era considerado conmigo y cuidaba de mí, y no tenía que preocuparme por muchas cosas en casa. Las personas son egoístas y entre esposos también se usan uno al otro. ¿Cómo puede haber afecto verdadero? No puedo abandonar la salvación de Dios por estos desechos de sentimientos conyugales. Después, seguí asistiendo a reuniones y cumpliendo con mi deber.
Un día de junio de 2013, acababa de preparar la cena tras regresar de predicar el evangelio. Cuando mi esposo llegó a casa, tenía el rostro muy sombrío, pero lo ignoré. Después de la cena, fui a mi habitación a contarles historias de la Biblia a mis dos hijas. Ellas escuchaban felices cuando, de repente, mi esposo apareció en la puerta y me regañó. Mis hijas estaban tan asustadas que no se atrevieron a decir ni una palabra, y les dije algo de inmediato para consolarlas. Cuando terminé de hablar, salí a dar un paseo. No esperaba que mi esposo me siguiera. Cuando llegamos a una esquina no muy lejos de nuestro edificio, me agarró del brazo y me lanzó contra los escalones que tenía al lado. Sentí un dolor intenso que me recorrió el brazo. Me levanté lentamente y empecé a caminar de regreso a casa sin mediar palabra. Él volvió a agarrarme del brazo, me lo jaló con violencia y me tiró al suelo de nuevo. Me señaló la nariz con el dedo y me reprendió: “¿Por qué tienes que creer en Dios? ¿Cómo puede existir un Dios? ¿Dónde está tu Dios ahora que te estoy tratando así? ¿Por qué no te protege?”. Me di cuenta de que no se podía razonar con él. Pensé: “Tú no crees en Dios, ¿qué puedes saber? Quieres golpearme para hacerme dudar de Dios y negarlo. ¡Tus intenciones son realmente viles!”. Él volvió a decir: “¡No importa lo que diga, simplemente no me escuchas! ¡Cuanto más crees, más obsesionada estás! Ahora hasta te dedicas a predicar el evangelio por todas partes. Nuestro cuñado dijo que, si no entras en razón, debo darte una fuerte paliza. ¡Estamos seguros de que podemos enderezarte! Así que dime, ¿sigues creyendo o no?”. Al ver que no dije ni pío, se puso detrás de mí y me dio una patada en la espalda baja. Me dolió tanto la espalda que sentí que el dolor me atravesó el pecho y comencé a llorar al instante. Sin embargo, mi esposo no mostró la menor misericordia. Mientras me pateaba, decía: “¡No te permitiré creer nunca! ¡Te daré patadas hasta dejarte paralítica! ¡Aunque tenga que cuidar de ti, no te permitiré creer en Dios!”. Al oír esto, sentí un escalofrío en el corazón. Antes, siempre había pensado que mi esposo tenía una humanidad bastante buena y que siempre había sido considerado conmigo. Nunca hubiera esperado que se creyera los rumores y las falacias infundadas del PCCh, que intentara impedirme creer en Dios y ¡hasta el punto de querer patearme para dejarme paralítica! ¡Era demasiado cruel! Luego dijo: “Si estás sola en casa, es probable que vayas a reuniones. Mejor te envío lejos. Gente como tú ni siquiera merece vivir en una casa tan bonita como la mía. ¡Levántate!”. Mientras hablaba, me levantó a la fuerza, me empujó dentro del coche y me llevó a casa de mi madre. No esperaba que mi madre apoyara mucho mi fe en Dios. Le prediqué el evangelio y ella también aceptó la obra de Dios de los últimos días. Sin embargo, mi hermano menor siempre defendía a mi esposo. También intentó persuadirme: “Hermana, hay momentos en este mundo en los que uno simplemente está indefenso. Debes ser más realista. Descansa aquí unos días y, luego, vuelve a casa para llevar una buena vida”. Sus palabras me dejaron pensando mucho: “Tienes que enfrentarte a la realidad del mundo. Tengo casi cuarenta años. Me he esforzado durante la mitad de mi vida para conseguir la vida que tengo ahora. En todo, salvo en lo relacionado con mi fe en Dios, mi esposo es muy bueno conmigo. Solo por mi fe en Dios parece haberse convertido en otra persona. Al ver cómo se comporta, si insisto en creer en Dios, es muy probable que se divorcie de mí. Entonces, perderé esta familia de la que dependo para sobrevivir. ¿Qué haré con mi vida entonces? ¿Tendré que volver a cuidar sola de mis hijas, sin nadie que me ayude?”. Tenía miedo de llevar esa vida, pero tampoco quería abandonar mi fe en Dios. Entré en un dilema. Pensé: “Quizás deba dar un paso atrás por ahora. ¿Qué pasaría si dejo de asistir a reuniones o cumplir mi deber y solo leo las palabras de Dios en secreto en casa un tiempo? Pero eso no funcionará. ¿Qué debo hacer?”.
Durante esos días, no paraba de orar a Dios y escuchaba, una y otra vez, el himno de las palabras de Dios La vida más significativa: “Eres un ser creado, debes por supuesto adorar a Dios y buscar una vida con significado. Si no adoras a Dios, sino que vives en tu carne inmunda, ¿no eres solo una bestia, vestida de humano? Como eres un ser humano, ¡te debes gastar para Dios y soportar todo el sufrimiento! El pequeño sufrimiento que estás experimentando ahora, lo debes aceptar con alegría y con confianza y vivir una vida significativa como Job y Pedro. En este mundo, el hombre usa la ropa del diablo, come la comida del diablo, trabaja y sirve bajo el campo de acción del diablo, y es pisoteado por él hasta el punto de estar cubierto de inmundicia. Si no captas el significado de la vida u obtienes el camino verdadero, entonces, ¿qué significado tiene vivir así? Vosotros sois personas que buscáis la senda correcta, los que buscáis mejorar. Sois personas que os levantáis en la nación del gran dragón rojo, aquellos a quienes Dios llama justos. ¿No es esa la vida con mayor sentido?” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Práctica (2)). Cuanto más escuchaba este himno, más se fortalecía mi corazón. Tenía clara la senda que debía seguir en la vida. Creer en Dios y adorarlo es algo perfectamente natural y justificado. Si quieres vivir una vida con sentido, debes entregarte a Dios, no dejar que ninguna persona, acontecimiento o cosa te lo impida y soportar cualquier sufrimiento para cumplir bien con tu deber y complacer a Dios. Al igual que Job: perdió sus bienes y sus hijos, pero, aun así, adoró a Dios y alabó Su nombre. Y luego está Pedro: lo dejó todo para seguir al Señor y entregó toda su vida por Él. Al final, logró amar a Dios al máximo, se sometió a Él hasta la muerte y vivió una vida con sentido. Fue igual con Mateo, el recaudador de impuestos. En cuanto el Señor Jesús lo llamó, lo siguió sin la menor vacilación. ¡Su fe en Dios es tan envidiable! Aunque yo estaba dispuesta a seguir a Dios, todavía no podía desprenderme de mi familia. No estaba dispuesta a soportar el sufrimiento y dejarlo todo atrás. Comparada con esos santos, ¡me sentía verdaderamente avergonzada! Ahora, tenía ante mí la senda correcta en la vida. Ya no podía seguir siendo débil: ¡no podía dejar pasar esta oportunidad de seguir a Dios y obtener la verdad y la vida! Por ese entonces, me habían elegido líder en la iglesia y estaba ocupada cumpliendo mi deber cada día. Poco tiempo después, mi esposo me llevó de vuelta a casa. En ese momento, eran las vacaciones de verano, así que él no tenía que ir a trabajar. Se pasaba los días vigilándome. No me dejaba leer las palabras de Dios, asistir a reuniones ni cumplir mi deber. Cada día, solo podía hacer las tareas del hogar y cuidar de los niños con él. Sin poder recibir el sustento de las palabras de Dios, me sentía como un pez fuera del agua, con el corazón lleno de dolor y agonía. Un día, recordé estas palabras de Dios: “Creyentes y no creyentes no son compatibles, sino que más bien se oponen entre sí” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Dios y el hombre entrarán juntos en el reposo). Y así fue, tal cual. Mi esposo no creía en Dios y se negaba rotundamente a dejarme creer. Me vigilaba cada día como si estuviera custodiando a una prisionera. No era mi esposo, ¡era mi enemigo! Cuando ya no pude soportarlo más, le dije: “No solo me has golpeado, tampoco me das ninguna libertad. No puedo seguir viviendo así. Divorciémonos, y que cada quien siga su camino. Así será más fácil para los dos”. Pero él respondió: “Estuvo mal que te golpeara. Te pido disculpas. Dime cómo puedo compensarte y lo haré. Lo único que no podemos hacer es divorciarnos. Eres una buena persona. Nos costó mucho formar esta familia. ¿Por qué nos vamos a divorciar? Te vigilo por tu propio bien. Después de un tiempo, te olvidarás de lo de creer en Dios y todo irá bien. Si te sientes enclaustrada, ¿por qué no te llevo a dar un paseo?”. Cuando lo oí decir esto, sabía que estaba escondiendo su puño de hierro en un guante de terciopelo y que estaba tratando de retenerme allí y alejarme de a poco de Dios. No sabía qué hacer. Quería seguir creyendo en Dios, pero no quería desprenderme de mi familia ni dejar a mi esposo. Oré a Dios para suplicarle que no dejara que mi corazón se apartara de Él y le rogué que me abriera una senda para poder regresar a la iglesia y cumplir mi deber.
Un día, cuando era la hora de ir a una reunión, usé el ingenio y le dije a mi esposo que fuéramos a dar un paseo en bicicleta. Le dije que él se fuera en la bicicleta, y que yo iría en el scooter eléctrico. Aceptó. A mitad del camino, aceleré y lo dejé muy atrás. También di varias vueltas antes de llegar al lugar de la reunión. Después de tantas dificultades, por fin pude ir a una reunión. Cuando regresé a casa por la noche, mi esposo estaba más enojado que nunca. Me dijo: “Cada vez estás más osada. ¿Cómo te atreves a dejarme atrás e irte a una reunión? Si tienes agallas, ¡no vuelvas!”. Yo le respondí: “¿Acaso me dejaste otra opción? No tengo ninguna libertad. Me vigilas como si fuera una prisionera. Si sigues así, los dos no tendremos ningún futuro juntos”. Luego de este incidente y para mi sorpresa, empezó a vigilarme todavía más. Cuando comenzaron las clases, me obligó a ir a trabajar con él y, los fines de semana, me seguía los pasos, siempre que no tuviera que hacer horas extras. No podía asistir a reuniones ni cumplir mi deber y sentía que mi vida era un infierno. No podía evitar que las lágrimas rodaran por mis mejillas y no podía dejar de preguntarme: ¿Qué clase de mundo es este? ¿Por qué no se permite a las personas creer en Dios y recorrer la senda correcta? Más tarde, leí estas palabras de Dios: “En una sociedad oscura como esta, donde los demonios son inmisericordes e inhumanos, ¿cómo podría el rey de los demonios, que mata a las personas sin pestañear, tolerar la existencia de un Dios hermoso, bondadoso y además santo? ¿Cómo podría aplaudir y vitorear Su llegada? ¡Esos lacayos! Devuelven odio por amabilidad, empezaron a tratar a Dios como un enemigo hace mucho tiempo, lo han maltratado, son en extremo salvajes, no tienen el más mínimo respeto por Dios, atacan y roban, han perdido toda conciencia, van contra toda conciencia, y tientan a los inocentes hasta un estado de coma. ¿Antepasados de lo antiguo? ¿Amados líderes? ¡Todos ellos se oponen a Dios! ¡Su intromisión ha dejado todo lo que está bajo el cielo en un estado de oscuridad y caos! ¿Libertad religiosa? ¿Los derechos e intereses legítimos de los ciudadanos? ¡Todos son trucos para tapar el pecado!” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. La obra y la entrada (8)). Las palabras de Dios me despertaron de mi sueño y me hicieron ver con mayor claridad lo perverso que es el PCCh al oponerse a Dios. Había recibido la educación del Partido Comunista durante todos estos años y siempre lo había admirado mucho. Incluso cuando veía la perversidad y oscuridad de la sociedad, no creía que fuera culpa del Partido. Creía que, aunque la dictadura del PCCh tenía algunos problemas, en esencia, era bastante sabia. Solo ahora entendí que el PCCh es un partido ateo. Tiene una reputación que se ha ganado engañando al mundo al estipular en la constitución que los ciudadanos chinos tienen libertad de culto, pero, en realidad, simplemente no permite que los chinos crean en Dios. No solo engaña al pueblo chino, sino también al mundo entero. Para mantener el gobierno dictatorial del régimen, difunde rumores infundados sin escrúpulos en los medios en línea que calumnian a la Iglesia de Dios Todopoderoso y usa distintos medios para arrestar a los cristianos de forma indiscriminada. Eso desorientó a mi esposo, que empezó a ponerme trabas y a perseguirme de muchas formas. En todo esto, la mano negra del Partido Comunista hace maldades. No solo no quiere que las personas crean en Dios y obtengan la salvación, sino que quiere arrastrarlas con él al infierno y hacer que reciban un castigo. Ese es su perverso propósito. Si no hubiera venido ante Dios, nunca habría visto con claridad su verdadero rostro.
Más tarde, leí más de las palabras de Dios: “Lo que se conoce como ‘amor’ se refiere a un afecto que es puro y sin mancha, en el que usas tu corazón para amar, sentir y ser considerado. En el amor no hay condiciones, no hay barreras ni distancia. En el amor no hay sospecha, engaño ni astucia. En el amor no hay trueques ni adulteraciones. Si amas, no engañarás, no te quejarás, no traicionarás, no te rebelarás, no exigirás ni pretenderás ganar nada ni obtener una determinada cantidad. Si amas, te dedicarás con gusto y sufrirás dificultades con agrado, serás compatible conmigo, dejarás todo lo que tienes por Mí, renunciarás a tu familia, tu futuro, tu juventud y tu matrimonio. De lo contrario, tu amor no sería amor en absoluto, ¡sino engaño y traición!” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Muchos son llamados, pero pocos son escogidos). Las palabras de Dios conmovieron mi corazón profundamente. Este amor tan puro e inmaculado atrae mucho a la gente y también me hizo sentir especialmente avergonzada. Pensé en cómo, en la Era de la Gracia, Dios se hizo carne y bajó del cielo a la tierra, fue crucificado por nosotros y derramó hasta la última gota de Su preciosa sangre para redimir a la humanidad. En los últimos días, Dios se ha hecho carne una vez más y ha venido a la tierra para proveer a la humanidad con las verdades que necesita para recibir la salvación. No solo tiene que soportar la persecución y el acoso del gran dragón rojo, así como la condena y blasfemia del mundo religioso, sino que también debe soportar la rebeldía y los malentendidos de nosotros, los creyentes. Dios expresa la verdad en silencio para proveer y guiar a las personas, y espera el momento en que sus conciencias despierten. ¡El amor de Dios es tan real! ¡Todo lo que Dios hace es por el bien de la humanidad! Hoy, Dios me ha dado la oportunidad de ser líder, y debo cumplir mi deber para retribuir Su amor.
Más tarde, mi esposo vio que no podía detenerme y dijo: “Creo que ahora lo veo con claridad. Nadie puede impedirte que creas en Dios. En ese caso, sigue creyendo. Ya no me importa. Pero solo puedes creer dentro de casa, no puedes salir y no quiero que nadie venga a la casa. Si estás de acuerdo, podemos seguir viviendo juntos, de lo contrario, tendremos que divorciarnos”. Cuando oí lo que dijo, me di cuenta de que todavía no me permitía salir. Sabía que solo quería tranquilizarme por un rato y, luego, de a poco, alejarme de la iglesia y de mis hermanos y hermanas para que, al final, no fuera capaz de seguir creyendo. No podía caer en su trampa. Así que dije con firmeza: “Si realmente aceptas que crea en Dios, entonces, no me impidas relacionarme con mis hermanos y hermanas ni asistir a reuniones o cumplir mi deber. Mi forma de creer en Dios no depende de ti”. Dijo ansioso: “Si sigues creyendo a tu manera, tarde o temprano, te arrestarán. Cuando te arresten, me implicarán a mí y estaré acabado. Si quieres ser así, tenemos que divorciarnos”. Dijo todo lo que pensaba. Me quedé sorprendida por un momento. No le preocupaba que me arrestaran y sufriera por ello. Le preocupaba que su futuro se viera afectado. Como ese era el caso, respeté su decisión. Le dije: “Está bien. Acepto el divorcio. ¿Cuándo iremos a hacerlo?”. Él también se quedó atónito y me preguntó: “¿Lo has pensado bien? ¿De verdad crees que no te vas a arrepentir?”. Le dije: “Cada quien toma sus decisiones y tiene su propia senda que recorrer. ¡No me arrepentiré!”. Y así, sin más, fuimos a hacer los trámites del divorcio. Cuando salimos de la Oficina de Asuntos Civiles y volvimos a sentarnos en el coche, sentí como si me hubieran quitado un gran peso de encima. Sin embargo, él lloró y dijo: “Este divorcio ha sido el acontecimiento más triste de mi vida. Realmente no quería divorciarme de ti, pero has insistido en elegir creer en Dios, así que no me quedó otra opción…”. Vi que le caían dos lágrimas por sus mejillas y suspiré en silencio. Pensé: “No crees en Dios, así que no lo entiendes. Todo esto lo causó el Partido Comunista. Se resiste a Dios, persigue a Sus seguidores, difunde rumores infundados y usa a los familiares de las personas para impedir que sigan a Dios. No puedes ver lo perverso que es el Partido Comunista y sigues eligiendo trabajar como funcionario dentro de su sistema y seguir aspirando a tu carrera. ¿Cómo podríamos caminar juntos?”. El coche siguió su camino, pero yo sabía que en algún momento nos separaríamos y tomaríamos rumbos distintos.
Desde ese momento, por fin pude creer en Dios y cumplir mi deber en libertad y sin limitaciones. Estoy muy agradecida a Dios por Su guía, que me ayudó a liberarme, paso a paso, de las ataduras del matrimonio y la familia.