60. ¿Por qué era quisquillosa con mi deber?

Por Zhou Feng, China

En julio de 2023, me destituyeron de mi puesto de líder porque perseguía la reputación y el estatus y no hacía trabajo real. Dos semanas después, mi excompañera, la hermana Liu Xiao, vino a verme. Me dijo: “Ahora, el PCCh está arrestando a creyentes en Dios por todas partes. Se sabe que algunas familias de acogida son creyentes en Dios, por lo que no son seguras. Tú no eres una creyente conocida, y tu situación familiar es adecuada. A partir de ahora, puedes cumplir el deber de acogida en tu casa”. Me sentí avergonzada cuando vi a Liu Xiao. Pensé: “Hace solo dos semanas, todavía estaba cumpliendo mis deberes de liderazgo junto con ella y ahora ha venido a asignarme un deber. ¡Y encima es el deber de acogida! ¡Cuán bajo he caído! ¿Pensará que soy una persona que no persigue la verdad y que solo sirvo para el deber de acogida?”. Luego, pensé que la mayoría de los hermanos y hermanas que hacen el deber de acogida son personas mayores y de aptitud promedio. ¡Sería tan humillante si los hermanos y hermanas que me conocen descubrieran que estaba cumpliendo el deber de acogida en casa! Realmente no tenía el más mínimo deseo de cumplir el deber de acogida y pensaba que ese deber era inferior, a diferencia de los líderes, que gozan de prestigio y reconocimiento dondequiera que van. Sin embargo, negarse a cumplir la llamada del deber demuestra carecer de razón, así que acepté a regañadientes. También pensaba: “Cuando haya adquirido cierta comprensión sobre mí misma a través de prácticas devocionales y reflexión, tal vez me reasignen otro deber”.

Después de que empecé a cumplir el deber de acogida, Liu Xiao venía a veces a mi casa a hablar de asuntos de trabajo con los hermanos y hermanas. Pensé en cómo solía ser exactamente como ella, pero que ahora cocinaba para ellos, lavaba los platos todos los días y hacía la limpieza. ¡No podía ser más humillante! Un día, sonó el timbre y, cuando abrí la puerta, vi que era la hermana Wang Dan. De inmediato me empezó a arder la cara de vergüenza. En el pasado, yo siempre había asignado todas las tareas a Wang Dan, pero ahora era ella quien me asignaba trabajo a mí. ¡Semejante cambio en mi suerte era muy avergonzante! Wang Dan dijo: “En los próximos días, trasladaremos a los hermanos y hermanas que se hospedan en tu casa a otra familia acogida”. Cuando oí esto, me puse muy contenta: “¿Será que están a punto de asignarme otro deber? Mientras no sea el deber de acogida, no me importa si es regar a los nuevos fieles o predicar el evangelio. Siempre que pueda estar en contacto con mis hermanos y hermanas, cuando llegue el día de una elección en la iglesia, tendré la oportunidad de postularme para líder o diaconisa. No como en el deber de acogida, donde ni siquiera hay oportunidad de que te vean la cara”. Justo mientras soñaba despierta, Wang Dan dijo: “Nos los llevaremos y los reemplazaremos con otros hermanos y hermanas”. Me sentí muy decepcionada al oír esto. “¿Cuándo terminará este deber de acogida?”. Más tarde, vi una carta de los líderes superiores. Decía que el PCCh estaba investigando, buscando y arrestando a los creyentes en Dios, y que todos debían tomar precauciones de seguridad y proteger los intereses de la iglesia. En especial, decía que las familias de acogida debían mantener un buen entorno y proteger a sus hermanos y hermanas. Después de leer la carta, pensé: “El entorno actual es cada vez más tenso y necesitamos más familias de acogida seguras. Parece que no será fácil que me cambien este deber de acogida”. Durante esa época, estaba decaída y deprimida todo el día. Cuando mis hermanas hacían o decían algo que no me gustaba en la vida cotidiana, me molestaba verlas y me sentía enojada y reacia cuando había muchas cosas que ordenar mientras limpiaba. Me sentía como una empleada doméstica que hacía todo el trabajo sucio y agotador y ordenaba las cosas de malhumor, haciendo un gran estruendo. Tampoco parecía contenta cuando hablaba con mis hermanas. Durante esa época, las hermanas sintieron que yo las limitaba, y mi propio estado empeoró cada vez más. Ni siquiera hacía prácticas devocionales de forma habitual, y, a veces, hasta disfrutaba de la carne deliberadamente jugando con mi teléfono. La hermana Li Lu vio que mi estado no era bueno y me recordó que leyera más de las palabras de Dios, que aprendiera más himnos y practicara escribir artículos, pero no le hice caso. Un día, Li Lu señaló mi estado y dijo que, aunque estaba cumpliendo mi deber en apariencia, era renuente. Después de oír lo que dijo, sentí cierta resistencia: “Estoy ocupada todos los días cocinando para todos ustedes. ¿Cómo que no estoy dispuesta a hacerlo?”. Después, sus palabras no paraban de venírseme a la cabeza. Esa noche, daba vueltas en la cama sin poder dormir. Pensé: “¿Por qué me criticó mi hermana? ¿Cuál es la intención de Dios?”. Pensé en cómo mi estado no había sido bueno recientemente y no me había preocupado por mi deber ni había demostrado amor por mis hermanas. Las solía mirar mal y las limitaba… Cuanto más lo pensaba, más culpable y llena de remordimiento me sentía. Oré a Dios y le supliqué que me guiara para entenderme a mí misma. Recordé algunas de las palabras de Dios que había leído antes: “Sea cual sea tu deber, no discrimines entre lo superior y lo inferior. Supongamos que dices: ‘Aunque esta tarea es una comisión proveniente de Dios y la obra de Su casa, si la hago, la gente podría menospreciarme. Otros llevan a cabo una obra que les permite destacar. Se me ha asignado esta tarea que no me permite destacar, sino que me hace trabajar entre bastidores, ¡es injusto! No haré este deber. Mi deber tiene que hacerme destacar ante los demás y permitirme forjarme un nombre, y aunque no me forje un nombre o me haga destacar, aun así, debería poder recibir algún beneficio de él y sentirme cómodo físicamente’. ¿Es aceptable esta actitud? Ser quisquilloso es no aceptar cosas de Dios; es tomar decisiones de acuerdo con tus propias preferencias. Esto no es aceptar tu deber; es rechazarlo, es una manifestación de tu rebeldía contra Dios. Tal quisquillosidad es adulterada con tus propias preferencias y deseos. Cuando consideras tus propios beneficios, tu reputación y otras cosas similares, tu actitud hacia tu deber no es de sumisión(La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. ¿Cuál es el adecuado cumplimiento del deber?). Dios estaba hablando exactamente de mi estado. Pensé en cuando antes era líder en la iglesia y podía hacerme notar. Dondequiera que iba, mis hermanos y hermanas me estimaban, y eso me hacía feliz y me daba energía para cumplir mis deberes. En especial, estaba encantada cuando me eligieron líder de distrito y pensé que había destacado entre la multitud y que había ganado protagonismo. Mi energía para cumplir mi deber se duplicó. En esa época, trabajaba de sol a sol todos los días. Era invierno y hacía mucho frío, pero, incluso cuando llegaba a casa a las once o doce de la noche, me seguía sintiendo feliz; no sentía el frío ni el cansancio. Pero, después de que me destituyeran y de que la líder me asignara el deber de acogida, me sentí como una empleada doméstica que hacía todo el trabajo duro y los trabajos ocasionales, como una criada inferior. Mi corazón no podía someterse y esperaba con ansias el día en que los líderes me reasignaran otro deber. Más tarde, los líderes superiores enviaron una carta en la que decían que el entorno actual se estaba volviendo cada vez más tenso y que hacían falta más familias de acogida seguras. Cuando me di cuenta de que no me reasignarían mi deber a corto plazo, me sentí incómoda y viví en la negatividad. Cumplía mi deber, pero mi corazón estaba profundamente renuente y también miraba mal y con resentimiento a mis hermanas y las limitaba. ¿Qué tipo de sumisión tenía a Dios? Mi sumisión era condicional y contenía mis propias preferencias e impurezas. No era una sumisión genuina a Dios. Solo me sometía si me beneficiaba y ganaba prestigio, pero no podía someterme si no me beneficiaba y no podía acaparar las miradas. Si no corregía este estado, sería muy peligroso.

Un día, leí las palabras de Dios: “En la casa de Dios se hace referencia constante a aceptar la comisión de Dios y cumplir con el deber propio adecuadamente. ¿Cómo surge el deber? En términos generales, surge como resultado de la obra de gestión de Dios de traer la salvación a la humanidad; hablando de manera más concreta, a medida que la obra de gestión de Dios se desarrolla entre la humanidad, surgen diversos trabajos que requieren de la gente que colabore para completarlos. Esto ha hecho que surjan responsabilidades y misiones que las personas tienen que cumplir y estas responsabilidades y misiones son los deberes que Dios confiere a la humanidad. En la casa de Dios, las diversas tareas que requieren la cooperación de las personas son los deberes que han de cumplir. Entonces, ¿se diferencian los deberes entre mejores y peores, nobles y humildes o grandes y pequeños? No existen tales diferencias; todo aquello que guarde relación con la obra de gestión de Dios, sea requisito de la obra de Su casa y sea un requerimiento para la difusión del evangelio de Dios, entonces es el deber de una persona. Este es el origen y la definición del deber. Sin la obra de gestión de Dios, ¿tendrían deberes las personas en la tierra, independientemente de cómo vivan? No. Ahora lo ves con claridad. ¿Con qué está relacionado el deber de uno? (Con la obra de gestión de Dios de la salvación de la humanidad). Así es. Existe una relación directa entre los deberes de la humanidad, los deberes de los seres creados y la obra de gestión de Dios de la salvación de la humanidad. Se puede decir que, sin la salvación de Dios de la humanidad y sin la obra de gestión que el Dios encarnado ha emprendido entre la humanidad, la gente carecería de deber alguno. Los deberes surgen de la obra de Dios; es lo que Él exige a las personas. Míralo desde esa perspectiva, el deber es importante para todo aquel que sigue a Dios, ¿no es cierto? Es muy importante. En términos generales, formas parte de la obra del plan de gestión de Dios; más en concreto, cooperas con las diversas clases de labores de Dios que se requieren en diferentes momentos y entre diferentes grupos de personas. Con independencia de cuál sea tu deber, es una misión que te ha encomendado Dios. A veces se te puede pedir que cuides o que mantengas a buen recaudo un objeto importante. Es posible que sea un asunto trivial en comparación, del que solo se puede decir que es responsabilidad tuya, pero es una tarea que Dios te ha encargado; la has aceptado de Él. La has aceptado de manos de Dios y es tu deber. Si partimos de la raíz del asunto, tu deber te lo ha confiado Dios. Sobre todo implica difundir el evangelio, dar testimonio, hacer vídeos, ser un líder u obrero en la iglesia, o podría tratarse de una obra incluso más peligrosa e importante. A pesar de esto, mientras tenga relación con la obra de Dios y con las necesidades de la obra de difundir el evangelio, la gente debería aceptarlo como un deber de parte de Dios. El deber, explicado en términos incluso más generales, es la misión de una persona, una comisión que le ha encomendado Dios; más en concreto, es tu responsabilidad, tu obligación. Dado que se trata de tu misión, de una comisión que te encomienda Dios, y es tu responsabilidad y obligación, cumplir con tu deber no tiene nada que ver con tus asuntos personales(La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. ¿Cuál es el adecuado cumplimiento del deber?). Después de leer las palabras de Dios, entendí que las personas solo tienen la oportunidad de cumplir sus deberes y obtener la salvación gracias al plan de gestión de Dios para salvar a la humanidad, y que hay muchos deberes que se deben cumplir en la casa de Dios. Hay quienes lideran la iglesia, otros que predican el evangelio y otros que realizan trabajos de asuntos generales, entre otros. A los ojos de Dios, no hay distinción entre deberes mejores y peores, o deberes nobles e inferiores. Como seres creados, debemos someternos a Dios sin importar el deber que cumplamos o si podemos acaparar las miradas o no, y no debemos elegir según nuestras propias preferencias. En cambio, yo dividía los deberes que venían de Dios en distintas categorías y creía que ser líder era muy prestigioso, porque a los líderes se los respetaba y apreciaba dondequiera que fueran. Son como los altos directivos de una empresa, que están rodeados de personas que los admiran. Sin embargo, cuando uno hace el deber de acogida, se esfuerza en hacer trabajos ocasionales que son agotadores y sucios, de la misma manera que, si eres criada en el mundo, eres una sirvienta menospreciada. Por eso, cuando la líder dispuso que yo cumpliera el deber de acogida, pensé que era demasiado humillante y degradante, y me quejé, mientras cumplía con mi deber. Al final, mi estado empeoró cada vez más, hasta el punto de que ni siquiera hacía prácticas devocionales con frecuencia ni tenía ganas de escribir artículos. Todo esto lo causó mi perspectiva errónea sobre mi deber. Veía las cosas desde la perspectiva de un no creyente y no consideraba mi deber como mi responsabilidad y obligación. Como ser creado, poder cumplir el deber en el plan de gestión de Dios para salvar a la humanidad es lo más significativo que existe. Es el mayor honor, y debería estar agradecida con Dios por darme esta oportunidad. El PCCh se resiste frenéticamente a Dios y emplea métodos inmorales para perseguir y arrestar a los cristianos con el fin de perturbar y destruir la obra de Dios. En este entorno adverso, es mi responsabilidad y obligación dar una buena acogida a mis hermanos y hermanas y ayudarlos a cumplir su deber en un entorno seguro. Sin embargo, el orgullo y el estatus me tenían demasiado maniatada y creía de forma falaz que quienes hacen el deber de acogida no persiguen la verdad y que solo las personas mayores hacían este deber. Todo esto eran mis nociones e imaginaciones.

Después, leí otro pasaje de las palabras de Dios: “Nacido en una tierra tan inmunda, el hombre ha sido infectado de extrema gravedad por la sociedad, influenciado por una ética feudal y educado en ‘institutos de educación superior’. Un pensamiento retrógrado, una moral corrupta, una visión mezquina de la vida, una filosofía despreciable para los asuntos mundanos, una existencia completamente inútil y un estilo de vida y costumbres depravados, todas estas cosas han penetrado fuertemente en el corazón del hombre, y han socavado y atacado severamente su conciencia. Como resultado, el hombre está cada vez más distante de Dios, y se opone cada vez más a Él. El carácter del hombre se vuelve más cruel día tras día, y no hay una sola persona que voluntariamente renuncie a algo por Dios; ni una sola persona que voluntariamente se someta a Dios, y, menos aún, una sola persona que busque voluntariamente la aparición de Dios. En vez de ello, bajo el poder de Satanás, el hombre no hace más que buscar el placer, entregándose a la corrupción de la carne en la tierra del lodo. Incluso cuando escuchan la verdad, aquellos que viven en la oscuridad no consideran ponerla en práctica ni tampoco muestran interés en buscar a Dios, aun cuando hayan contemplado Su aparición. ¿Cómo podría una humanidad tan depravada tener alguna posibilidad de salvación? ¿Cómo podría una humanidad tan decadente vivir en la luz?(La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Tener un carácter invariable es estar enemistado con Dios). Después de leer las palabras de Dios, entendí que la raíz de mi incapacidad para someterme a Dios era que estaba condicionada por los pensamientos y las opiniones satánicas, como: “El hombre deja su reputación allá por donde va, de la misma manera que un ganso grazna allá por donde vuela”, “El orgullo es tan necesario para la gente como respirar”, y “El hombre lucha hacia arriba; el agua fluye hacia abajo”. Le daba demasiada importancia a mi orgullo y estatus. Recordé que, cuando trabajaba en una empresa estatal, sentía constantemente que era superior a los demás. Menospreciaba a las personas que trabajaban en fábricas de ladrillos, en obras de construcción o en pequeñas fábricas. Después de comenzar a creer en Dios, seguía siendo igual y pensaba que era prestigioso ser líder, mientras que menospreciaba a quienes hacían el deber de acogida o el deber de asuntos generales. Sentía que esos deberes solo consistían en hacer recados y trabajo físico, y que eran inferiores. Por eso, cuando Liu Xiao organizó que yo hiciera el deber de acogida, me sentí inferior a los demás y quería esconderme cuando la veía. También me dio demasiado vergüenza ver a Wang Dan cuando vino a pedirme algo y la envidiaba por ser líder, por disfrutar del prestigio dondequiera que fuera y por ganarse la estima de sus hermanos y hermanas. Pensaba que, al hacer el deber de acogida, no estaba al mismo nivel que ellas y me sentía muy avergonzada. Me alegré en cuanto oí a Wang Dan decir que se llevaría a los hermanos y hermanas y tenía la esperanza de que algún día pudiera supervisar a los grupos de reuniones en la iglesia y tener la oportunidad de que me ascendieran en el futuro. Pero, en cuanto oí que todavía tenía que hacer el deber de acogida, mi estado se deprimió y me volví negativa y holgazana al hacer mi deber. Haciendo memoria, cuando era líder, me habían destituido porque perseguía la reputación y el estatus y, como resultado, había tomado la senda equivocada. Ahora estaba haciendo el deber de acogida, pero mi antigua naturaleza no había cambiado. Seguía considerando el orgullo y el estatus y no podía cumplir bien con mi deber. Me di cuenta de que los pensamientos y opiniones falaces de Satanás me habían atado y controlado, y que, al cumplir mi deber, lo único que consideraba en todo momento era mi propio orgullo y estatus. No mostraba ninguna sumisión y mucho menos lealtad, y mi perspectiva para ver a las personas y las cosas era como la de un no creyente. No me basaba en las palabras de Dios. Todo lo que había hecho era hostil a la verdad y se resistía a Dios. Cuando entendí esto, oré a Dios: “Dios querido, no puedo someterme a Tus arreglos porque quiera proteger mi propio orgullo y estatus. Ya no quiero seguir viviendo según pensamientos y opiniones satánicas. Te ruego que me guíes para ver a las personas y las cosas de acuerdo con Tus palabras y someterme a Tus arreglos”.

Después, leí más de las palabras de Dios: “Para todos los que cumplen con un deber, da igual lo profundo o superficial que sea su entendimiento de la verdad, la manera más sencilla de practicar la entrada en la realidad-verdad es pensar en los intereses de la casa de Dios en todo, y renunciar a los propios deseos egoístas, a las intenciones, motivos, orgullo y estatus personales. Poner los intereses de la casa de Dios en primer lugar; esto es lo menos que debéis hacer. Si una persona que lleva a cabo un deber ni siquiera puede hacer esto, entonces ¿cómo puede decir que está llevando a cabo su deber? Esto no es llevar a cabo el propio deber. Primero debes pensar en los intereses de la casa de Dios, tener en cuenta las intenciones de Dios y considerar la obra de la iglesia. Coloca estas cosas antes que nada; solo después de eso puedes pensar en la estabilidad de tu estatus o en cómo te consideran los demás. ¿No os parece que esto se vuelve un poco más fácil cuando lo dividís en dos pasos y hacéis algunas concesiones? Si practicáis de esta manera durante un tiempo, llegaréis a sentir que satisfacer a Dios no es algo tan difícil. Además, deberías ser capaz de cumplir con tus responsabilidades, llevar a cabo tus obligaciones y tu deber, dejar de lado tus deseos egoístas, intenciones y motivos. Debes mostrar consideración hacia las intenciones de Dios y poner primero los intereses de la casa de Dios, la obra de la iglesia y el deber que se supone que has de cumplir. Después de experimentar esto durante un tiempo, considerarás que esta es una buena forma de comportarte. Es vivir sin rodeos y honestamente, y no ser una persona vil y miserable; es vivir justa y honorablemente en vez de ser despreciable, vil y un inútil. Considerarás que así es como una persona debe actuar y la imagen por la que debe vivir. Poco a poco, disminuirá tu deseo de satisfacer tus propios intereses(La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. La libertad y la liberación solo se obtienen desechando el carácter corrupto). Leer las palabras de Dios me alegró el corazón. Al cumplir nuestros deberes, primero debemos desprendernos de nuestros intereses personales, el orgullo y el estatus. No importa lo que los demás piensen de nosotros, debemos poner nuestro deber en primer lugar y priorizar los intereses de la casa de Dios. De esta manera, actuamos ante Dios y cumplimos nuestro propio deber. Hoy en día, el PCCh está usando todos los medios posibles para arrestar con desenfreno a los creyentes en Dios. Han introducido distintos tipos de equipos de vigilancia de alta tecnología y han instalado cámaras de alta definición en las calles y los callejones, además de haber infiltrado informantes en los comités de vecinos y entre las personas que reciben ayudas del gobierno para monitorear y seguir a los creyentes en Dios. La seguridad de muchas familias de acogida corre riesgos, y no es fácil encontrar una familia de acogida segura. Yo no soy una creyente conocida y mi seguridad no corre riesgos, por lo que es apropiado que cumpla el deber de acogida. Debo someterme a lo que la iglesia disponga y cumplir bien con mi deber de acogida. Esto también es proteger los intereses de la iglesia. Después de entender la intención de Dios, estuve dispuesta a desprenderme de mi orgullo y estatus y a cumplir bien con mi deber de acogida para proteger a mis hermanos y hermanas y brindarles un entorno seguro para que cumplieran con sus deberes. Más tarde, cuando tenía tiempo, leía más de las palabras de Dios, hacía prácticas devocionales y escribía artículos. Al practicar de esta manera, mi corazón se sintió mucho más tranquilo. Fue gracias a la guía de Dios que conseguí estos cambios. ¡Gracias a Dios!

Anterior:  59. Me desprendo de mi sentimiento de deuda con mis hijos

Siguiente:  61. Ya no me limita mi poca aptitud

Contenido relacionado

Ajustes

  • Texto
  • Temas

Colores lisos

Temas

Fuente

Tamaño de fuente

Interlineado

Interlineado

Ancho de página

Índice

Buscar

  • Buscar en este texto
  • Buscar en este libro

Connect with us on Messenger