64. Cómo defender el deber en mitad del peligro

Por Gao Jiaqi, China

En julio de 2023, me acababa de convertir en líder en la iglesia. El 13 de agosto, regresé con mi familia de acogida después de terminar mi trabajo. En cuanto abrí la puerta, la escena que se presentó ante mis ojos me sobresaltó. Todo allí dentro estaba patas arriba, en completo desorden, y habían dejado encendidas las luces de la cocina y de la sala de estar. De repente, me di cuenta: “¡Oh, no, algo ha sucedido! Es posible que hayan arrestado a la hermana que colabora conmigo, a la predicadora Sun Fei y a la hermana que nos acogía”. Corrí a toda prisa al dormitorio y vi que también lo habían dejado patas arriba. No pude evitar empezar a ponerme nerviosa: “Si la policía ha instalado una cámara en la casa, cuando me vean entrar, sabrán que estoy haciendo un deber importante. No cabe duda de que vendrán a arrestarme”. Presa del pánico, empaqué algo de ropa y me marché. Fui a otra casa de acogida. Esa noche no paré de dar vueltas en la cama, sin poder dormir. Pensaba para mis adentros: “Las hermanas a las que han arrestado saben detalles sobre el personal de varias iglesias y también sobre la casa donde se guardan los libros. Asimismo, sus computadoras contienen información sobre la identidad de los hermanos y hermanas. Si no les dio tiempo a apagar las computadoras, esta información podría haber caído en manos de la policía y podrían arrestar a más hermanos y hermanas. Ahora se debe lidiar con las secuelas desde el primer momento posible. Primero debo notificarles a los hermanos y hermanas cuya seguridad está en riesgo que tienen que esconderse enseguida, luego debo trasladar los libros de las palabras de Dios”. Sin embargo, entonces pensé en que tenía que salir y lidiar con todas estas secuelas yo sola, no tenía a nadie con quien discutirlo. No desempeñaba este deber desde hacía mucho y no entendía ni captaba muchas tareas. ¿Cómo me ocuparía de las secuelas? Cuando pensé en estas dificultades reales, era como si me aplastaran el corazón con una roca; me sentí muy reprimida. También estaba un poco asustada. Temía que, si la policía chequeaba las cámaras de seguridad, me descubriera y me arrestara. Si me arrestaban y no podía soportar la tortura de la policía, traicionaba a Dios y me convertía en Judas, entonces, después de morir, incluso se me arrojaría al infierno como castigo. Llevaba una década creyendo en Dios y no quería que mi desenlace fuera así. Quería seguir a Dios hasta el final y presenciar el día en el que se lo glorifique. Ante estas dificultades reales y la falta de certeza sobre el futuro, vivía sumida en la ansiedad y el pánico y la noche se me hizo muy larga.

Al día siguiente, otra predicadora, Li Xue, me dijo que, en efecto, la predicadora Sun Fei y la hermana que colaboraba conmigo habían sido arrestadas. Al oír esta noticia, supe que la protección de Dios me había ayudado a escapar de esta calamidad. De lo contrario, habría sido una de las arrestadas. Sin embargo, en cuanto pensé en que tenía que trasladar los libros, me asusté un poco en mi fuero interno: “Si las arrestadas se convierten en Judas y venden la casa donde se guardan los libros, ¿acaso no me adentraré directamente en la guarida del león si voy allí? En el pasado, algunos a los que arrestaron se convirtieron en Judas. Otros firmaron las ‘Tres declaraciones’ y traicionaron a Dios. Se les señaló con la marca de la bestia. Todos llevaban más tiempo que yo creyendo en Dios. Si ellos no pudieron mantenerse firmes cuando los arrestaron, ¿cómo podía esperar hacerlo yo? Si me arrestan y traiciono a Dios al convertirme en Judas, no tendré oportunidad de recibir la salvación. ¿Acaso no habré creído todos estos años para nada?”. Cuando pensé esto, me sentí cohibida y no me atreví a ir. Sin embargo, luego pensé: “Ahora soy la única que conoce la casa donde se guardan los libros. Si no voy a trasladar los libros de las palabras de Dios y la policía los incauta, ya nunca tendré la conciencia tranquila durante el resto de mi vida y viviré arrepentida, culpable y con remordimientos hasta el día de mi muerte”. Recordé las palabras de Dios: “Cómo consideras las comisiones de Dios es de extrema importancia y un asunto muy serio. Si no puedes llevar a cabo lo que Dios les ha confiado a las personas, no eres apto para vivir en Su presencia y deberías ser castigado. Es perfectamente natural y está justificado que los seres humanos deban completar cualquier comisión que Dios les confíe. Esa es la responsabilidad suprema del hombre, y es tan importante como sus propias vidas. Si no te tomas en serio las comisiones de Dios, lo estás traicionando de la forma más grave. En esto eres más lamentable que Judas y debes ser maldecido. La gente debe entender bien cómo tratar lo que Dios les confía y, al menos, debe comprender que las comisiones que Él confía a la humanidad son exaltaciones y favores especiales de Dios, y son las cosas más gloriosas. Todo lo demás puede abandonarse. Aunque una persona tenga que sacrificar su propia vida, debe seguir cumpliendo la comisión de Dios(La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Cómo conocer la naturaleza del hombre). Las palabras de Dios me hicieron entender que la comisión de Dios al hombre es la responsabilidad y misión de este. El deber obliga al hombre a no rechazar su responsabilidad para afrontar con valentía los entornos peligrosos, ofrecer su lealtad y proteger los libros de las palabras de Dios. Sin embargo, yo no había tratado mi deber con lealtad. Era la única persona que sabía en qué casa estaban almacenados los libros. Era necesario que sacara de allí los libros de las palabras de Dios lo antes posible, pero, con el fin de protegerme, no había estado dispuesta a lidiar con las secuelas, a pesar del riesgo de que la policía se hiciera con los libros. Mi comportamiento era una traición a Dios. ¿Qué resquicio de conciencia y razón tenía? Una persona que de veras poseyera conciencia y razón, cuando le sobreviniera un entorno peligroso, sería capaz de alzarse para proteger los intereses de la casa de Dios y confiaría en Él para hacer bien su deber. Si no me atrevía a ir a trasladar los libros porque tenía miedo a la muerte y me aferraba a la vida, y esto daba como resultado que cayeran en manos del gran dragón rojo, sería una pecadora condenada por siempre, merecedora de maldiciones e incluso más deplorable que Judas. En ese momento, recordé las palabras de Dios: “Deberías saber que Yo permito y dispongo todo el entorno que te rodea. Tenlo claro y satisfaz Mi corazón en el entorno que te he dado. No tengas miedo de esto y aquello, el Dios Todopoderoso de los ejércitos sin duda estará contigo; Él es vuestra fuerza de respaldo y es vuestro escudo(La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Declaraciones de Cristo en el principio, Capítulo 26). “No debes tener miedo de esto o aquello; no importa a cuántas dificultades y peligros puedas enfrentarte, eres capaz de permanecer firme delante de Mí sin que ningún obstáculo te estorbe, para que Mi voluntad se pueda llevar a cabo sin impedimento. Este es tu deber, de lo contrario, desataré Mi ira sobre ti y con Mi mano haré… Entonces tendrás un sufrimiento mental interminable. Debes soportarlo todo; por Mí, debes estar preparado para renunciar a todo lo que posees y hacer todo lo que puedas para seguirme, y debes estar preparado para pagar cualquier precio. Este es el momento en que te probaré, ¿me ofrecerás tu lealtad? ¿Puedes seguirme hasta el final del camino con lealtad? No tengas miedo; con Mi apoyo, ¿quién podría bloquear el camino? ¡Recuerda esto! ¡No lo olvides! Todo lo que ocurre es por Mi buena voluntad y todo está bajo Mi escrutinio. ¿Puedes seguir Mi palabra en todo lo que dices y haces? Cuando las pruebas de fuego vengan sobre ti, ¿te arrodillarás y clamarás? ¿O te acobardarás, incapaz de seguir adelante?(La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Declaraciones de Cristo en el principio, Capítulo 10). Las palabras de Dios me hicieron entender que la iglesia sufre los arrestos y la persecución del PCCh con Su permiso, que debemos tener fe en que Él está con nosotros y que la aparición de esta clase de entornos es para probarnos. Ahora que los arrestos habían caído sobre la iglesia, mi deber era ocuparme bien de las secuelas y proteger los libros de las palabras de Dios. Era una responsabilidad y una obligación que debía cumplir. No podía vivir sintiéndome cohibida; debía tener fe en que todo estaba en manos de Dios. Entonces me di cuenta de que, en esa ocasión, resultó que acababa de salir para ocuparme de algo y al día siguiente arrestaron a mis hermanas. Solo escapé del arresto gracias a la soberanía y los arreglos de Dios y pude quedarme para ocuparme de las secuelas. Cuando me di cuenta de esto, tuve fe y sentí una oleada de energía en el corazón. Pensé: “Depende de Dios que hoy me arresten al trasladar los libros. Todo está en Sus manos. Ahora es una carrera contra el tiempo. No puedo demorarme ni un segundo. Mientras antes se transfieran los libros, antes estarán a salvo. De lo contrario, puede que la policía los incaute en cualquier momento”. Después, discutí el asunto con mis hermanas y nos dividimos para ponernos en acción. De camino a trasladar los libros, oré sin parar. No me atreví a dejar que mi corazón abandonara a Dios ni un segundo. Gracias a la protección de Dios, sacamos los libros de allí de forma segura. Unas dos semanas después, oí que la policía había ido a registrar la casa, pero no encontró nada. Al oír esta noticia, me puse muy contenta. Si la policía hubiera incautado los libros, habría tenido remordimientos de por vida. ¡Hubiera sido una transgresión eterna!

El 3 de septiembre, a la mañana, Li Xue vino y me contó más noticias. Me dijo que, hacía dos días, habían arrestado a otra persona que se convirtió en Judas y vendió las direcciones de las casas donde la iglesia guardaba los libros. La casa a la cual yo acababa de trasladar los libros también estaba comprometida. Hacía falta moverlos de nuevo, con urgencia. Ante esta noticia, me quedé atónita y no supe qué hacer. No pude evitar sentir angustia: “En realidad, es un desastre tras otro. Ahora tengo que trasladar los libros urgentemente, de lo contrario, cuando el judas conduzca a la policía hasta la puerta, será demasiado tarde”. Pero luego pensé: “Ese judas ya ha vendido las casas donde la iglesia guarda los libros. No sé en cuáles ha estado ya la policía y en cuáles no. Si me topo con la policía mientras traslado los libros, aunque quiera, no podré escapar. Si me arrestan y la policía descubre que soy líder, de seguro no me van a soltar. Cuando eso suceda y no pueda soportar la tortura y me convierta en Judas, no tendré en absoluto un buen desenlace ni destino”. Al pensar esto, ya no me atreví a ir a mover los libros. A medida que pensaba en ello, sentí remordimientos en el corazón, así que oré a Dios. “Dios mío, al enfrentarme a este repentino entorno, siento el corazón cohibido. Temo que, si me arrestan, no pueda soportar la tortura y traicione a Dios, con lo que no tendré un buen desenlace o destino. Ahora, los libros de las palabras de Dios están en peligro y hace falta trasladarlos, pero soy egoísta y despreciable y pienso en cómo buscarme una salida. ¡De veras no tengo conciencia ni razón! Dios mío, dame fe y fortaleza para satisfacerte en esta cuestión”. Más adelante, recordé las palabras de Dios: “La fe es como un puente de un solo tronco: aquellos que se aferran miserablemente a la vida tendrán dificultades para cruzarlo, pero aquellos que están dispuestos a dar sus vidas pueden pasar con paso seguro y sin preocupación. Si el hombre alberga pensamientos asustadizos y de temor es porque Satanás lo ha timado por miedo a que crucemos el puente de la fe para entrar en Dios(La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Declaraciones de Cristo en el principio, Capítulo 6). Tenía demasiada poca fe en Dios. Cada vez que me sobrevenía un entorno peligroso, lo único que consideraba eran los intereses de la carne; me preocupaba no poder soportar la tortura si me arrestaban, traicionar a Dios y convertirme en Judas, con lo que perdería la oportunidad de salvarme. No pensaba en cómo proteger a mis hermanos y hermanas y los libros de las palabras de Dios ni en proteger los intereses de Su casa. Comprendí que mis pensamientos eran demasiado despreciables y sórdidos y que no tenía entendimiento de la omnipotencia y soberanía de Dios. Pensé en lo cohibido que tenía también el corazón la última vez que trasladé los libros, en cómo las palabras de Dios me dieron fe y coraje y acabé por sacar los libros de allí de manera segura. No mucho después, la policía fue a la casa donde habían estado guardados los libros. Comprendí que, sin el permiso de Dios, Satanás no se atreve siquiera a dar medio paso en falso y que todas las personas, acontecimientos y cosas están en manos de Dios. Cuando me di cuenta de esto, tuve fe para lidiar con las secuelas posteriores.

Esa noche, rememoré lo que había revelado durante este periodo y leí las palabras de Dios: “En el entorno de China continental, ¿es posible evitar asumir cualquier riesgo y asegurar que nada malo ocurra mientras se lleva a cabo un deber? Ni siquiera la persona más cauta puede garantizar esto. Sin embargo, la cautela es necesaria. Prepararse bien con antelación mejorará un poco las cosas y puede ayudar a minimizar pérdidas cuando algo sale mal. Si no hay preparación en absoluto, las pérdidas serán sustanciales. ¿Veis con claridad la diferencia entre estas dos situaciones? Por tanto, no importa si se refiere a las reuniones o al desempeño de cualquier clase de deber, es mejor ser cauto y es necesario tomar algunas medidas preventivas. Cuando una persona leal cumple su deber, es capaz de pensar de forma un poco más exhaustiva y concienzuda. Quiere organizar las cosas lo mejor posible para que, si algo sale mal, las pérdidas sean mínimas. Considera que debe alcanzar este resultado. Alguien que carece de lealtad no tiene en cuenta estas cosas. Piensa que no tienen importancia y no las considera su responsabilidad ni su deber. Cuando algo sale mal, no se siente culpable. Esta es una manifestación de falta de lealtad. Los anticristos no muestran lealtad a Dios. Cuando se les asigna un trabajo, lo aceptan con bastante alegría, y hacen algunas declaraciones bonitas, pero cuando llega el peligro, son los que huyen más rápido, los primeros en echar a correr, los primeros en escapar. Esto demuestra que su egoísmo y despreciabilidad son particularmente graves. No tienen ningún sentido de la responsabilidad ni de la lealtad. Cuando se enfrentan a un problema, solo saben huir y esconderse, y piensan únicamente en protegerse a sí mismos, sin tener nunca en cuenta sus responsabilidades y deberes. En aras de su propia seguridad personal, los anticristos muestran constantemente su naturaleza egoísta y despreciable. No dan prioridad a la obra de la casa de Dios ni a sus propios deberes. Y menos aún dan prioridad a los intereses de la casa de Dios. En cambio, priorizan su propia seguridad(La Palabra, Vol. IV. Desenmascarar a los anticristos. Punto 9 (II)). Dios deja en evidencia que, cuando los anticristos tienen estatus, su corazón está lleno de alegría, aprecian su estatus y lo disfrutan. Sin embargo, cuando les pides que se arriesguen, se esconden o escapan en cuanto pueden para proteger su propia seguridad, sin mostrar ni un ápice de lealtad a su deber y olvidando todo lo relativo a los intereses de la casa de Dios. Son extremadamente egoístas y despreciables. ¿Acaso lo que había revelado no era precisamente este estado? Dios me había congraciado con hacer el deber de un líder y me dio la oportunidad de formarme. Dios esperaba que yo fuera leal y sumisa en mi deber. Sin embargo, como líder, cuando existía el riesgo de que la policía incautara los libros de las palabras de Dios y yo debía proteger los intereses de Su casa y demostrar mi lealtad, lo primero que pensé no fue en cómo trasladarlos para minimizar las pérdidas. En cambio, temía que, si me arrestaban, no pudiera soportar la tortura y me convirtiera en Judas y traicionara a Dios, con lo que no tendría un buen desenlace o destino. Así que me acobardé. ¿Mostraba algún indicio de conciencia o razón? Era igual que los anticristos a los que Dios deja en evidencia: extremadamente egoísta y despreciable y carente de humanidad. Leí más palabras de Dios: “Si nunca practicas la verdad, y si tus transgresiones son cada vez más numerosas, tu fin está fijado. Es evidente que todas tus transgresiones, la senda equivocada por la que vas y tu negativa a arrepentirte conforman una multitud de malas acciones, por lo que tu final es que irás al infierno: serás castigado(La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Tercera parte). Después de leer las palabras de Dios, sentí miedo en el corazón. Aunque creía en Él y en apariencia hacía mi deber, en el momento crítico, no protegí el trabajo de la iglesia ni mostré lealtad a Dios. ¿Cómo iba a poder salvarme aún? Ya no quería vivir confiando en mi carácter corrupto egoísta y despreciable. No quería ser una tortuga que se esconde en su caparazón con el fin de proteger mi propia seguridad. Protegeré los intereses de la iglesia mientras me quede aliento en el cuerpo.

Reflexioné también que la razón por la que estaba cohibida y asustada era que tenía miedo de que, si me arrestaban, no pudiera soportar la tortura y me convirtiera en Judas, con lo que no tendría un buen desenlace o destino. En mi búsqueda, leí las palabras de Dios: “Dios tiene arreglos para cada uno de Sus seguidores. Cada cual tiene un entorno, acondicionado por Dios para el hombre, en el que cumplir con su deber, y tiene la gracia y el favor de Dios para disfrute del hombre. Tiene también unas circunstancias especiales, planteadas por Dios para el hombre, y debe experimentar mucho sufrimiento; no es nada parecido al camino de rosas que imagina el hombre. Aparte de esto, si reconoces que eres un ser creado, debes prepararte para sufrir y pagar un precio por cumplir con tu responsabilidad de difundir el evangelio y por cumplir adecuadamente con tu deber. […] ¿cómo murieron esos discípulos del Señor Jesús? Entre los discípulos hubo quienes fueron lapidados, arrastrados por un caballo, crucificados cabeza abajo, desmembrados por cinco caballos; les acaecieron todo tipo de muertes. ¿Por qué murieron? ¿Los ejecutaron legalmente por sus delitos? No. Fueron condenados, golpeados, vituperados y asesinados porque difundían el evangelio del Señor y los rechazó la gente mundana; así los martirizaron. […] La gente actual reflexiona sobre su muerte con mucha angustia, pero así eran las cosas. Los que creían en Dios morían de esa manera, ¿cómo se explica esto? Cuando mencionamos este tema, os ponéis en su lugar; ¿se os entristece entonces el corazón y sentís un dolor oculto? Pensáis: ‘Estas personas cumplieron con su deber de difundir el evangelio de Dios y se les debería considerar buenas personas; por tanto, ¿cómo pudieron llegar a ese fin y a tal resultado?’. En realidad, así fue cómo murieron y perecieron sus cuerpos; este fue su medio de partir del mundo humano, pero eso no significaba que su resultado fuera el mismo. No importa cuál fuera el modo de su muerte y partida, ni cómo sucediera, así no fue como Dios determinó los resultados finales de esas vidas, de esos seres creados. Esto es algo que has de tener claro. Por el contrario, aprovecharon precisamente esos medios para condenar este mundo y dar testimonio de las acciones de Dios. Estos seres creados usaron sus tan preciadas vidas, aprovecharon el último momento de ellas para dar testimonio de las obras de Dios, de Su gran poder, y declarar ante Satanás y el mundo que las obras de Dios son correctas, que el Señor Jesús es Dios, que Él es el Señor y Dios encarnado. Hasta el último momento de su vida siguieron sin negar el nombre del Señor Jesús. ¿No fue esta una forma de juzgar a este mundo? Aprovecharon su vida para proclamar al mundo, para confirmar a los seres humanos, que el Señor Jesús es el Señor, Cristo, Dios encarnado, que la obra de redimir a toda la especie humana que Él realizó le permite a esta continuar viviendo, una realidad que es eternamente inmutable. Los martirizados por predicar el evangelio del Señor Jesús, ¿hasta qué punto cumplieron con su deber? ¿Hasta el máximo logro? ¿Cómo se manifestó el máximo logro? (Ofrecieron sus vidas). Eso es, pagaron el precio con su vida. La familia, la riqueza y las cosas materiales de esta vida son cosas externas; lo único relacionado con uno mismo es la vida. Para cada persona viva, la vida es la cosa más digna de aprecio, la más preciada, y resulta que esas personas fueron capaces de ofrecer su posesión más preciada, la vida, como confirmación y testimonio del amor de Dios por la humanidad. Hasta el día de su muerte siguieron sin negar el nombre de Dios o Su obra y aprovecharon los últimos momentos de su vida para dar testimonio de la existencia de esta realidad; ¿no es esta la forma más elevada de testimonio? Esta es la mejor manera de cumplir con el deber, lo que significa cumplir con la responsabilidad. Cuando Satanás los amenazó y aterrorizó, y al final, incluso cuando les hizo pagar con su vida, no abandonaron su responsabilidad. Esto es cumplir con el deber hasta el fin. ¿Qué quiero decir con ello? ¿Quiero decir que utilicéis el mismo método para dar testimonio de Dios y difundir Su evangelio? No es necesario que lo hagas, pero debes entender que es tu responsabilidad, que si Dios necesita que lo hagas, debes aceptarlo como algo a lo que te obliga el honor(La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Difundir el evangelio es el deber al que están obligados por honor todos los creyentes). A partir de las palabras de Dios, entendí que la causa original de que temiera mi arresto y no poder soportar la tortura y volverme Judas era que apreciaba demasiado mi vida. Aunque de labios para afuera reconocía que la vida de una persona está en manos de Dios, en realidad, no lo creía de corazón y, cuando me sobrevenían entornos peligrosos, quería escapar. En realidad, que me arresten, hasta qué punto me torturen y que me maten a golpes o no está todo bajo la soberanía de Dios: he de someterme y aceptarlo por completo. Pensé en los discípulos del Señor Jesús. Algunos murieron arrastrados por caballos y a otros los crucificaron cabeza abajo. Sufrieron todo tipo de torturas, pero permanecieron leales y se mantuvieron firmes en su testimonio de Dios hasta la muerte. No temían a la muerte y consideraban propagar el evangelio del Señor su propia responsabilidad y misión. Fueron capaces de renunciar a todo por Dios y de no considerar su propia vida o muerte. También pensé en cómo arrestaron a algunos hermanos y hermanas, pero fueron capaces de orar a Dios para someterse y experimentaron este entorno confiando en Él, viendo Su orientación y guía. Algunos oraron a Dios mientras los torturaban hasta tal punto que ya no podían soportarlo más; su alma salió temporalmente de su cuerpo y la carne ya no sintió ningún dolor. A algunos los arrestaron y, aunque se torturó su carne hasta la muerte, se ganaron la aprobación de Dios. En cambio, aquellos a los que se revelaba como un judas cuando se los arrestaba, vendían los intereses de la casa de Dios y lo traicionaban porque apreciaban su propia vida y querían preservarse. Aunque siguen viviendo en la carne, a ojos de Dios ya están muertos. Son cadáveres andantes que se han ganado el castigo eterno. Tal como dijo el Señor Jesús: “El que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda su vida por causa de mí, la hallará(Mateo 16:25). Pensé en que siempre quería preservarme y no protegía el trabajo de la iglesia, que traicionaba a Dios en el momento crucial. ¿No era la naturaleza de mi conducta la misma que la de un judas? Al meditar sobre las palabras de Dios, comprendí un poco el asunto de la muerte y dejé de preocuparme y de temer que me arrestaran. Tenía fe en que todo está en manos de Dios y estaba dispuesta a someterme a Sus orquestaciones y arreglos. A continuación, dediqué todos mis esfuerzos a lidiar con las secuelas.

Por la noche, descubrí que varios hermanos y hermanas más habían sido arrestados. Comprendí que el entorno no dejaba de empeorar y debía darme prisa en trasladar los libros de las palabras de Dios. Ahora ya no había tiempo para contactar con otras iglesias y mi corazón ardía de ansiedad. De repente, recordé que las personas que habían sido arrestadas y se habían convertido en Judas no sabían de mi casa. Si me llevaba los libros a casa, al menos estarían a salvo mientras tanto y luego podría ponerme en contacto con otras iglesias y trasladarlos a una casa segura. Al día siguiente, moví los libros a mi casa. Luego, confiamos en Dios para sacar los libros de allí de manera segura y mi corazón, que había estado en vilo, se calmó un poco.

Al rememorar mis experiencias durante este periodo, vi la omnipotencia y soberanía de Dios y obtuve algo de entendimiento de mis egoístas y despreciables actitudes corruptas. Al mismo tiempo, también entendí el significado y el valor de la muerte y mi corazón obtuvo liberación. Que haya podido obtener esta experiencia y entendimiento se debió a la gracia de Dios.

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