67. Desprenderse de la riqueza: Un viaje personal

Por Zhang Tao, China

Nací en una familia campesina. Cuando era pequeño, éramos tan pobres que comer lo suficiente ya era una lucha y todo el mundo nos despreciaba. Pensaba para mis adentros: “Cuando crezca, ganaré mucho dinero y le facilitaré la vida a mi familia, entonces nadie nos menospreciará ni se burlará de nosotros”. No mucho después, mi madre se puso enferma y tuvimos que gastar todos nuestros ahorros. A los amigos y familiares les preocupaba que acudiéramos a ellos por dinero, así que ponían excusas para evitarnos. Cuando ya no nos quedaban opciones, mi tía nos predicó el evangelio del Señor Jesús. Mi madre se recuperó milagrosamente tras encontrar al Señor y mi fe también comenzó entonces.

Para ganar más dinero y hacerme un nombre, a los 13 años empecé a vender cerillas, cigarrillos y pipas de girasol en el mercado; a los 15, empecé a montar puestos por todas partes y, a los 18, empecé a probar suerte en el negocio de la madera. Como no tenía suficiente capital, mi hermano me llevó a casa de un compañero de clase en el condado para pedir dinero prestado. Al ver a esta familia rica con todos sus electrodomésticos, comiendo sandías y con aire acondicionado los días calurosos de verano, la envidié profundamente. En nuestra casa no teníamos siquiera un ventilador eléctrico. Por mucho calor que hiciera, lo único que teníamos eran abanicos y agua de pozo para saciar nuestra sed. En esa época, me preguntaba por qué nuestras familias eran tan diferentes. Los ricos vivían bien… ¿cuándo podría vivir como ellos? A partir de entonces, aumentó mi deseo de vivir una vida en la cima. Sin embargo, todavía no ganaba mucho dinero con mis negocios. Después de casarme, mi esposa y yo nos mudamos por trabajo y yo pedaleaba un bicitaxi para ganar un extra. Sin embargo, los años pasaban y apenas ganábamos suficiente para subsistir.

En febrero de 2000, había visto que alguna gente hacía mucho dinero como agentes comerciales en el negocio textil y yo también quería formar parte de este. Pasado un tiempo, ascendí al puesto de agente general provincial. Al principio no venían clientes a hacer pedidos, así que empecé a ir de puerta en puerta a presentar mis productos. Para que el negocio funcionara, me ocupaba de todo yo solo: comprar los productos, facturar a los clientes, empaquetar y enviar los pedidos… Trabajaba casi 16 horas al día. A menudo estaba tan ocupado que ni siquiera comía. Pero después de unos años de trabajo arduo, por fin empecé a hacer algo de dinero. Compré un coche y una casa y tanto mis colegas como mis amigos y familia me admiraban y elogiaban por mis capacidades. La gente me saludaba allá donde iba. Cuando volví a casa por el año nuevo lunar, todo el mundo me contemplaba con admiración y en todas partes me llamaban “Sr. Pez Gordo”. Todos estos elogios me hicieron muy feliz y tanto sufrimiento parecía haber merecido la pena. Sin embargo, como estaba ocupado todo el año, comía de manera muy irregular y desarrollé una condición estomacal grave que me provocaba un dolor agudo al comer. Asimismo, se me deformó un disco lumbar debido a los prolongados sobreesfuerzos y, a veces, tenía hormigueo o calambres en las manos. Pero para aumentar el negocio y ganar más dinero, dejé a un lado mis problemas de salud y continué con la empresa. A veces, sentía de veras que mi cuerpo no iba a poder soportarlo, pero cuando veía las cifras de ventas, mayores cada año, y que la empresa tenía unos ingresos netos de más de un millón de yuanes anuales, se me olvidaba mi estado y seguía trabajando. Un año, nuestra sucursal fue la segunda que más vendió en el país y nos concedieron 300.000 yuanes solo en bonificaciones. Todos los demás agentes me miraban con envidia. La empresa me marcó entonces un objetivo de ventas más alto y me exigió que me esforzara por ser el número uno. Este era un objetivo al que yo también aspiraba, ya que, a mejor rendimiento, más ganancias y mejores bonificaciones. Me ganaría la admiración de los demás fuera donde fuera y aumentaría mi reputación. Pero justo cuando más complacido me sentía conmigo mismo y me acercaba al primer puesto, mi salud se estaba deteriorando. Mi dolencia estomacal siguió agravándose, a menudo me dolía la espalda y no podía estar mucho tiempo de pie. Fui al hospital para un diagnóstico y el doctor me dijo que debía comer a mis horas para recuperarme poco a poco del problema estomacal. También dijo: “Se te ha deformado el disco lumbar. Tienes que descansar y no trabajar demasiado. Si no cooperas con el tratamiento, los nervios podrían comprimirse y desembocar en una parálisis”. Pensé: “Estoy muy ocupado con el trabajo, ¿cómo iba a tener tanto tiempo para cuidarme?”. Me obligué a sobreponerme al dolor y continuar con los compromisos del negocio. Lo primero que pensaba por la mañana era en cómo hacer dinero y, después de un día atareado, estaba tan cansado que a menudo me quedaba dormido en cuanto apoyaba la cabeza en la almohada. Mi esposa solía decirme que valoraba más el dinero que la vida. Durante el día, estaba tan ocupado con el trabajo que se me olvidaba la dolencia, pero cuando me acostaba por la noche sin poder dormir y daba vueltas en la cama debido al dolor, pensaba: “He ganado algo de dinero, vivo con más comodidad y los demás me admiran, pero tengo muchos problemas de salud y ni siquiera he cumplido los 40. Quién sabe cuál será mi estado cuando me haga viejo”. El dolor de mi enfermedad, la presión mental, unidos al engaño y las luchas internas en mi vida profesional, me causaban a menudo un dolor y un agotamiento insoportables. ¿Por qué no me ha hecho feliz mi riqueza? No sentía paz interior ni calma y en realidad no podía confiar en nada. ¿Era posible que viviera una vida vacía y dolorosa, corriendo detrás del dinero, la fama y la ganancia? ¿Era esta la vida que había querido?

Entre mi dolor y confusión, en 2009 los hermanos y hermanas nos predicaron a mí y a mi esposa el evangelio de Dios Todopoderoso de los últimos días. Al leer la palabra de Dios y vivir la vida de iglesia, entendí que Dios se había encarnado en los últimos días para expresar verdades y hacer la obra de juzgar y purificar a las personas, así como que solo a los que aceptan Su juicio y son purificados se les puede conducir a un buen destino. Mi esposa y yo nos convencimos enseguida de la obra de Dios de los últimos días. Leía Su palabra a diario, con avidez, disfrutaba de Su riego y provisión. Mi corazón se llenó de paz y alegría. En ese momento, me pregunté: “Lo único que quería era hacerme rico y tener una vida feliz, pero después de hacer un montón de dinero, ¿por qué me sentía vacío y dolorido en vez de feliz?”. Leí un pasaje de la palabra de Dios Todopoderoso que resolvió mi confusión. Dios Todopoderoso dice: “Hay un enorme secreto en tu corazón del que nunca has sido consciente porque has estado viviendo en un mundo sin luz. El maligno se ha llevado tu corazón y tu espíritu. Tus ojos están cubiertos de oscuridad y no puedes ver el sol en el cielo ni esa estrella brillante de la noche. Tus oídos están tapados con palabras engañosas y no escuchas la estruendosa voz de Jehová ni el sonido de las aguas que fluyen del trono. Has perdido todo lo que te pertenece legítimamente y todo lo que el Todopoderoso te confirió. Has entrado en un mar infinito de aflicción, sin fuerza para rescatarte y sin esperanza de supervivencia y solo puedes luchar y moverte afanosamente… A partir de ese momento, estuviste condenado a estar afligido por el maligno, muy lejos de las bendiciones del Todopoderoso, lejos de las provisiones del Todopoderoso, andando por un camino sin regreso. […] No tienes ni idea de dónde viniste, por qué naciste ni por qué morirás. Miras al Todopoderoso como un extraño; no conoces Sus orígenes y mucho menos todo lo que Él ha hecho por ti. Todo lo que viene de Él se ha vuelto detestable para ti; ni lo aprecias ni conoces su valor. Caminas junto al maligno desde el mismo día en que recibiste la provisión del Todopoderoso. Has soportado miles de años de tempestades y tormentas con el maligno y juntos os oponéis a Dios, quien fue la fuente de tu vida. No sabes que debes arrepentirte, mucho menos, que has llegado al borde de la muerte. Te has olvidado de que el maligno te ha seducido y afligido; te has olvidado de tus comienzos. Así, el maligno te ha afligido en todo momento y hasta el presente. Tu corazón y tu espíritu son insensibles y decadentes. Ya has dejado de quejarte de las aflicciones del mundo del hombre; ya no crees que el mundo es injusto. Ni siquiera te importa si el Todopoderoso existe. Esto es porque hace mucho tiempo consideraste al maligno como tu verdadero padre y ya no puedes estar separado de él. Este es el secreto que alberga tu corazón(La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. El suspiro del Todopoderoso). Las palabras de Dios exponen la causa original del sufrimiento humano en la vida: la desorientación y corrupción de Satanás. Dios creó al hombre y este solía vivir bajo Su cuidado y protección. Sin embargo, debido a la desorientación y corrupción de Satanás, el hombre traicionó a Dios y se alejó de Él, no tenía ni idea del valor y el significado de la vida, seguía a Satanás en sus tendencias malvadas de riqueza, fama, ganancia y placer mundano y vivía en el abuso de Satanás. Yo había caído en el influjo de Satanás. Solo había querido hacerme rico y vivir en la cima; en mi búsqueda de más dinero había descuidado por completo mi cuerpo. Incluso cuando mis dolencias me hacían sufrir un dolor insoportable, no podía tolerar desprenderme de cualquier oportunidad de hacer dinero. ¡Vivía una vida dolorosa por culpa de las artimañas y el perjuicio de Satanás! Dios se ha encarnado de nuevo en los últimos días para expresar verdades, para salvar al hombre de la influencia de Satanás, para permitirle escapar de la corrupción y el daño de este y para llevarlo a un buen destino. Gracias a la salvación de Dios y a Su misericordia hacia mí, tuve la fortuna de poder darle la bienvenida al regreso del Señor y oír la voz del Creador. Después de esto, me desprendí lentamente de los asuntos de negocios y pasé más tiempo yendo a reuniones y leyendo la palabra de Dios. Poco a poco, empecé a entender algunas verdades. La última etapa del plan de gestión de 6000 años de Dios es que Dios Todopoderoso exprese verdades en los últimos días y haga la obra de juicio. Los que no acepten el juicio de Dios en los últimos días y no sean purificados perecerán en las grandes catástrofes y al final serán castigados. Sin embargo, había muchos a mi alrededor que no habían oído aún la voz de Dios y que no le habían dado la bienvenida al regreso del Señor. Esto me preocupaba mucho. Y cuando veía a los demás predicar el evangelio y dar testimonio de Dios mientras yo estaba enredado en asuntos de la empresa y sin hacer un deber, me parecía que estaba decepcionando a Dios, pero no sabía qué hacer. Así que llevé ante Dios en oración mis pensamientos y mis problemas, le pedí que me guiara en esta situación.

Después de orar, leí un pasaje de la palabra de Dios. Dios Todopoderoso dice: “¿Eres consciente de la carga que llevas a cuestas, de tu comisión y tu responsabilidad? ¿Dónde está tu sentido de misión histórica? ¿Cómo servirás correctamente como señor en la próxima era? ¿Tienes un fuerte sentido de ser un señor? ¿Cómo describirías al señor de todas las cosas? ¿Es realmente el señor de todas las criaturas vivientes y todas las cosas físicas del mundo? ¿Qué planes tienes para el progreso de la siguiente fase de la obra? ¿Cuántas personas están esperando a que las pastorees? ¿Es pesada tu tarea? Son pobres, lastimosos, ciegos, están confundidos, lamentándose en las tinieblas: ¿dónde está el camino? ¡Cómo anhelan que la luz, como una estrella fugaz, descienda repentinamente y disperse a las fuerzas de la oscuridad que han oprimido a los hombres durante tantos años! Esperan esto con ansiedad y lo anhelan día y noche; ¿quién puede conocer el alcance total de ello? Incluso cuando la luz les pase por delante, estas personas que sufren profundamente permanecen encarceladas en una mazmorra oscura, sin esperanza de liberación; ¿cuándo dejarán de llorar? Es terrible la desgracia de estos espíritus frágiles que nunca han tenido reposo y han estado mucho tiempo atrapados en este estado por ataduras despiadadas e historia congelada. Y ¿quién ha oído los sonidos de sus gemidos? ¿Quién ha contemplado su estado miserable? ¿Has pensado alguna vez cuán afligido e inquieto está el corazón de Dios? ¿Cómo puede soportar Él ver a la humanidad inocente, que creó con Sus propias manos, sufriendo tal tormento? Después de todo, los seres humanos son las víctimas que han sido envenenadas. Y, aunque el hombre ha sobrevivido hasta hoy, ¿quién habría sabido que el maligno envenenó a la humanidad hace mucho tiempo? ¿Has olvidado que eres una de las víctimas? ¿No estás dispuesto a esforzarte por salvar a todos estos sobrevivientes por tu amor a Dios? ¿No estás dispuesto a dedicar toda tu energía para retribuir a Dios, que ama a la humanidad como a Su propia carne y sangre? A fin de cuentas, ¿cómo interpretarías el ser usado por Dios para vivir tu vida extraordinaria? ¿Tienes realmente la determinación y la confianza para vivir la vida llena de sentido de una persona piadosa y que sirve a Dios?(La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. ¿Cómo deberías ocuparte de tu misión futura?). A partir de la palabra de Dios, sentí Su intención urgente. La obra de Dios de salvar a la especie humana concluirá muy pronto, pero todavía hay muchos que no han oído Su voz ni han dado la bienvenida a Su aparición y aún sufren en la oscuridad, en particular los que creen en el Señor desde hace muchos años. Han estado esperando a que la aparición y la obra del Señor Jesús los salve de la oscuridad, pero como los pastores y ancianos los han desorientado y embaucado, aún no le han dado la bienvenida al regreso del Señor y tienen la necesidad desesperada de que alguien les dé testimonio de la obra de Dios de los últimos días y los lleve ante Él para aceptar Su salvación. Como ser creado, debo tener razón y conciencia, debo atender la intención de Dios para retribuir Su amor y debo llevar a más personas ante Él para aceptar Su salvación. Esta causa es de lo más justa y es mi inquebrantable deber y obligación. Al enfrentarme a la intención y los requerimientos de Dios, supe que, si permanecía indiferente e incapaz de retribuir Su amor, ¡esto carecería realmente de conciencia y razón y no merecería que se me llamara humano! Me di cuenta de mi grado de responsabilidad y quise con urgencia predicar el evangelio y hacer mi deber. Así que hablé con mi esposa sobre traspasar la empresa para tener más tiempo y energía para perseguir la verdad y hacer un deber. Me dijo: “Estos años hemos disfrutado mucho de la gracia y bendición de Dios; deberíamos esforzarnos al máximo para difundir el evangelio del reino. Si no podemos dar un paso al frente y trabajar con Dios para retribuir Su amor mediante un deber, ¡entonces lo estamos decepcionando de veras y nuestra consciencia no podrá soportarlo!”. Al oír a mi esposa decir esto se reafirmó mi decisión de traspasar la empresa. Pero cuando regresé allí y vi a los trabajadores atareados empaquetando y enviando mercancía, sentí una repentina sensación de pérdida por esta empresa que había construido con mis propias manos. No había sido fácil llegar hasta este punto ni adquirir todos estos bienes, así que era reticente a cederla. Pensé en los años pedaleando en el bicitaxi, haciendo trabajo manual, siendo tratado como una bestia de tiro y en cómo, después de todos estos años de arduo trabajo, ahora tenía mi propia empresa, había construido una amplia base de consumidores y me había asegurado unos ingresos estables. Si de veras me desprendía de la empresa, ¿no perdería por completo mi fuente de ingresos? ¿Acabaría viviendo la misma vida de sufrimiento de antes? La gente no solo no me admiraría, sino que me menospreciaría. Pero si pasaba mis días ocupado con los negocios y ganando dinero, no tendría tiempo para hacer un deber y no podría aquietarme ante Dios. ¿Cómo se supone que iba a alcanzar la verdad con esta clase de fe? Por tanto, se me ocurrió una solución. Les encargaría a dos gerentes la administración y gestión de la empresa para que la concesión de esta todavía me perteneciera. De esta manera, una vez restadas sus comisiones de gestión, yo seguiría ganando 1.6 millones de yuanes al año. Así tendría ingresos estables y tiempo para hacer un deber. ¿No sería eso matar dos pájaros de un tiro? Pero más adelante me preocupó que se unieran contra mí. Entonces, no solo no tendría ingresos, sino que también podría perder el valor inicial de la empresa. ¿Acaso no sería eso echar sal sobre mis heridas? Con esto en mente, era incapaz de decidirme. Así que llevé el asunto del traspaso de la empresa ante Dios en oración: “¡Dios! Quiero hacer mi deber adecuadamente para retribuir Tu amor, pero me da miedo caer en la indigencia si traspaso la empresa. Estoy entre la espada y la pared y no sé qué hacer. Por favor, guíame a encontrar una senda de práctica”.

Después de esto, leí un pasaje de la palabra de Dios. Dios dice: “Si en estos momentos colocase dinero en frente de vosotros, y os diera la libertad de escoger, y si no os condenara por vuestra elección, la mayoría escogería el dinero y renunciaría a la verdad. Los mejores de entre vosotros renunciarían al dinero y de mala gana elegirían la verdad, mientras que aquellos que se encuentran en medio tomarían el dinero con una mano y la verdad con la otra. ¿No se haría evidente de esta manera vuestra verdadera esencia? Al elegir entre la verdad y cualquier cosa a la que sois leales, todos tomaríais esa decisión, y vuestra actitud seguiría siendo la misma. ¿No es así? ¿Acaso no hay muchos entre vosotros que han fluctuado entre lo correcto y lo incorrecto? En todas las luchas entre lo positivo y lo negativo, lo blanco y lo negro —entre la familia y Dios, los hijos y Dios, la armonía y la fractura, la riqueza y la pobreza, el estatus y lo ordinario, ser apoyados y ser rechazados, y así sucesivamente— seguramente sois conscientes de las elecciones que habéis hecho. Entre una familia armoniosa y una fracturada, elegisteis la primera, y sin ninguna vacilación; entre la riqueza y el deber, de nuevo elegisteis la primera, aun careciendo de la voluntad de regresar a la orilla; entre el lujo y la pobreza, elegisteis lo primero; entre vuestros hijos e hijas, esposa, marido y Yo, elegisteis lo primero; y entre la noción y la verdad, una vez más, elegisteis la primera. Al enfrentarme a toda forma de acciones malvadas de vuestra parte, simplemente he perdido la fe en vosotros. Estoy absolutamente asombrado de que vuestro corazón sea tan incapaz de ablandarse. La sangre del corazón que he gastado durante muchos años sorprendentemente solo me ha traído vuestro abandono y resignación, pero Mis esperanzas hacia vosotros crecen con cada día que pasa, porque Mi día ha sido completamente expuesto ante todos. Sin embargo, continuáis buscando cosas oscuras y malvadas, y os negáis a dejarlas ir. Entonces, ¿cuál será vuestro resultado? ¿Habéis analizado detenidamente esto alguna vez? Si se os pidiera que eligierais de nuevo, ¿cuál sería, entonces, vuestra postura? ¿Seguiría siendo lo primero? ¿Seguiríais dándome decepciones y una tristeza miserable? ¿Seguirían vuestros corazones teniendo solo un ápice de calidez? ¿Seguiríais sin ser conscientes de qué hacer para consolar a Mi corazón? En este momento, ¿qué escogéis? ¿Os someteréis a Mis palabras o sentiréis aversión por ellas?(La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. ¿A quién eres leal?). Parecía que estuviera cara a cara con Dios y Él me preguntara seriamente si elegía la riqueza o la verdad. Dios tenía esperanzas en mi respuesta, pero yo había elegido la riqueza. Al pensarlo, me sentía profundamente culpable y en deuda. Pensé en muchos de mis hermanos y hermanas. Al entender la intención de Dios, eran capaces de renunciar a todo para seguirlo, hacer su deber y propagar el evangelio del reino de Dios. Pero mi fe solo se limitaba a las reuniones y a leer Su palabra. No cumplía el deber de un ser creado. ¿Acaso tenía algo de conciencia y razón? No quería demorar mi deber, pero tampoco quería desprenderme del dinero. Era como revelaba Dios: “aquellos que se encuentran en medio tomarían el dinero con una mano y la verdad con la otra”. Simplemente estaba buscando pan para saciar el hambre, así que no podía obtener ninguna verdad. Al final, simplemente acabaría descartado por Dios. Pensé en la esposa de Lot que huyó de Sodoma. Se convirtió en una estatua de sal porque no pudo desprenderse de la riqueza y miró atrás, con lo que se erigió en símbolo de la vergüenza. ¿En qué era yo diferente a ella? Recordé lo que dijo el Señor Jesús: “Nadie, que después de poner la mano en el arado mira atrás, es apto para el reino de Dios(Lucas 9:62). Dios me ha dado innumerables posesiones y me ha mantenido alimentado y vestido, pero todavía codiciaba la riqueza y no estaba haciendo un deber. Era como una serpiente intentando comerse a un elefante, ¡nunca estaba satisfecho! Estaba dispuesto a sufrir y a dar mi vida por la riqueza, pero no a dar nada por la verdad. ¡En realidad, no era digno de entrar en el reino de Dios! Leí otro pasaje de la palabra de Dios: “¡Despertad, hermanos! ¡Despertad, hermanas! Mi día no se retrasará; ¡el tiempo es vida, y aprovechar el tiempo es salvar la vida! ¡El tiempo no está muy lejos! Si reprobáis los exámenes de ingreso para la universidad, podéis estudiar e intentar otra vez cuantas veces queráis. Sin embargo, Mi día no tolerará más demora. ¡Recordad! ¡Recordad! Estas son Mis buenas palabras de exhortación. El fin del mundo se desarrolla ante vuestros propios ojos, y grandes desastres se acercan rápidamente. ¿Qué es más importante: vuestra vida o dormir, comer, beber y vestirse? Ha llegado el momento de que sopeséis estas cosas. ¡No seáis indecisos nunca más y no rehuyáis de las certezas!(La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Declaraciones de Cristo en el principio, Capítulo 30). Cada una de las palabras de Dios me tocó el corazón y me recordó tener claro si lo más importante era la vida o la riqueza. En los últimos días, Dios se ha reencarnado para expresar verdades y llevar a cabo la obra de juicio. Esta era una buena oportunidad de hacer mi deber, obtener la verdad y ser perfeccionado por Él. Si la perdía, lo lamentaría para siempre. Cuando lleguen las grandes catástrofes, ¿de qué servirían entonces todas mis posesiones? ¿Acaso no moriría igualmente? Entonces llevé la cuestión del traspaso de la empresa ante Dios en oración una vez más y decidí dar ese paso.

Mi suegro entró en cólera cuando descubrió que iba a traspasarla. Me dijo, refunfuñando: “¿Estás dispuesto a cederle a otro la empresa en la que has trabajado tanto? Los ingresos netos de la empresa son de más de 2 millones de yuanes al año; ¡no voy a permitir que la regales sin más!”. Al oírle decir esto me quedé bastante conmocionado. El negocio había superado mis expectativas, ese año había sido particularmente bueno y no se podía saber hasta qué punto mejoraría. Si traspasaba el negocio así sin más y acabábamos comiéndonos todo el efectivo, ¿quién entre nuestros amigos y familia nos respetaría? Consideré ceder una parte y conservar algunas acciones para seguir recibiendo algunos dividendos cada año. Planteé la propuesta a mi esposa, que me dijo: “Yo digo que la abandones por completo para que no tengas la mente puesta en las acciones. Entonces tendrás energías para perseguir la verdad y no se demorará tu deber. Cuando lleguen las grandes catástrofes, ninguna suma de dinero podrá salvarnos. ¡Eso debes tenerlo claro!”. Continuó: “Ahora, lo más importante que debemos hacer es dedicar más tiempo a perseguir la verdad. ¡Obtener la verdad y preparar buenas obras es más importante que la riqueza material!”. Mis hijos se sumaron a esta opinión y dijeron que debía traspasar toda la empresa. No paré de darle vueltas durante unos días. Llevé la cuestión ante Dios en oración: “¡Dios! En teoría, sé que Tú gobiernas y decides si una persona tiene una vida de riqueza o de pobreza, pero me está resultando muy difícil renunciar de veras a mi riqueza. Por favor, dame fe para tomar la decisión correcta”.

Un día, leí un pasaje de la palabra de Dios. Dios dice: “A diario calculáis cómo conseguir algo de Mí. Todos los días contáis cuánta riqueza y cuántas cosas materiales habéis recibido de Mí. Cada día esperáis que desciendan más bendiciones sobre vosotros para poder gozar de más cosas elevadas que se pueden disfrutar. Lo que hay en vuestros pensamientos en todo momento no soy Yo, ni la verdad que proviene de Mí, sino vuestros maridos, esposas, hijos, hijas, o las cosas que coméis o vestís. Pensáis en cómo obtener un disfrute mejor y más alto. Aun cuando vuestro estómago esté lleno hasta reventar, ¿acaso no sois más que cadáveres? Aunque os adornéis por fuera con bellas vestiduras, ¿acaso no seguís siendo cadáveres ambulantes sin vida? Trabajáis para llenar el estómago hasta que tenéis los cabellos salpicados de blanco, pero ninguno de vosotros sacrifica ni un solo pelo por Mi obra. Estáis constantemente caminando de un lado a otro, agotando el cuerpo y devanándoos los sesos por el bien de vuestra propia carne, y por vuestros hijos e hijas, pero ninguno de vosotros muestra ninguna preocupación o inquietud por Mis intenciones. ¿Qué es lo que todavía esperáis obtener de Mí?(La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Muchos son llamados, pero pocos son escogidos). La palabra de Dios revelaba mi estado exacto. A la hora de decidir entre la riqueza y el deber, siempre vacilaba. Siempre quería ocuparme de mis necesidades de comida y ropa y garantizarme una vida libre de preocupaciones materiales antes de estar dispuesto a esforzarme por Dios. Comprendí que estaba demasiado confuso en mi fe y que no me esforzaba sinceramente por Dios. Él obra con todo Su corazón para salvar a la especie humana, incluso da Su vida por nosotros. Sin embargo, yo nunca me dediqué a Dios de todo corazón. Nunca entendí ni tuve en cuenta Su intención en absoluto. Para mí, la riqueza era más importante que nada. ¡Comprendí que había sido realmente egoísta! Recordé que el Señor Jesús dijo: “¿Qué provecho obtendrá un hombre si gana el mundo entero, pero pierde su alma? O ¿qué dará un hombre a cambio de su alma?(Mateo 16:26). Por mucho dinero que hiciera, mucha riqueza material que disfrutara o admiración que me ganara, si no obtenía la verdad ni transformaba mi carácter corrupto, ¿qué significaba nada de eso? ¿Acaso no perecería al final? Ninguna suma de dinero podría salvarme la vida o comprarme una oportunidad de salvación. Recordé a un emprendedor famoso en el mundo entero que poseía bienes en muchas naciones y cuyas empresas aumentaban su riqueza a cada segundo. Era increíblemente rico, viajaba por el mundo y disfrutaba de una vida de placer material, pero por mucha riqueza o posesiones que obtuviera, se sentía vacío. No le encontraba ningún valor o significado a la vida, así que se lanzó al océano para suicidarse. Mientras más persigue uno el dinero, la fama y la ganancia, más angustia espiritual y vacío siente y, al final, ¡eso destruye a una persona! Pensé en que solía trabajar todo el día sin parar como una máquina por dinero, fama y ganancia y lo enfermo que me puse por esa causa. No podía comer ni dormir bien y vivía con un dolor constante. Dios ha venido a hacer el trabajo de salvar al hombre en los últimos días, pero a mí lo que me preocupaba era caer en la pobreza y que me menospreciaran. Simplemente, no podía desprenderme de mi dinero. Por mucho que ganara, si acababa perdiendo la verdad y la oportunidad de salvarme, ¿de qué serviría cualquier cantidad de dinero? En los últimos días, Dios se ha encarnado para expresar verdades y hacer la obra de juicio. Dios espera que más personas salgan y difundan Su evangelio para que los que ansían Su aparición escuchen Su voz y regresen ante Él como el Creador. Más si cabe, Dios espera que se nos purifique y cambiemos al experimentar Sus palabras y Su obra en el cumplimiento de nuestros deberes y que, al final, Él nos salve. Pero yo no entendía la urgencia de la intención de Dios y me aferraba a mi dinero. ¡Era tan necio y estaba tan ciego! Lo que debía hacer era renunciar a todo para esforzarme por Dios y perseguir la verdad. Eso es lo que realmente importa. Más tarde, ignoré la vehemente oposición de mi suegro y traspasé mi empresa.

Desde entonces, no me preocupé en absoluto por la gestión de esta. La carga y la presión de todos esos años desapareció de repente, mi vida ganó algo de regularidad y, lenta pero milagrosamente, se curaron las diversas enfermedades que me habían aquejado. ¡Esta era realmente la gracia de Dios! Me uní a las filas de los trabajadores evangélicos y trabajé en armonía con otros en la propagación del evangelio del reino de Dios y en dar testimonio de este. Me sentía muy realizado viviendo así. En experiencias posteriores, por medio del juicio y desenmascaramiento de las palabras de Dios, vi con claridad el origen de mi incapacidad de desprenderme de la riqueza en mi fe. Dios Todopoderoso dice: “‘El dinero mueve el mundo’ es una filosofía de Satanás. Prevalece en toda la humanidad, en cada sociedad humana; podríais decir que es una tendencia. Esto se debe a que se ha introducido en el corazón de cada persona que, al principio, no aceptaba este dicho, pero luego lo aceptó tácitamente cuando entró en contacto con la vida real, y empezó a sentir que estas palabras eran de hecho ciertas. ¿Acaso no es este un proceso por el que Satanás corrompe al hombre? […] Satanás utiliza el dinero para tentar a la gente y la corrompe para que adore el dinero y venere las cosas materiales. ¿Cómo se manifiesta esta adoración por el dinero en las personas? ¿Os parece que no podríais sobrevivir sin dinero en este mundo, que pasar un solo día sin dinero sería imposible? El estatus de las personas y el respeto que imponen se basan en el dinero que tienen. Las espaldas de los pobres se encorvan por la vergüenza, mientras que los ricos disfrutan de su elevada posición. Se alzan llenos de soberbia, hablando en voz alta y viviendo con arrogancia. ¿Qué aportan a las personas este dicho y esta tendencia? ¿No es cierto que mucha gente realiza cualquier sacrificio a fin de conseguir dinero? ¿No sacrifican muchos su dignidad y su integridad en la búsqueda de más dinero? ¿No pierde mucha gente la oportunidad de cumplir con su deber y seguir a Dios por culpa del dinero? ¿Acaso perder la oportunidad de recibir la verdad y ser salvadas no es la mayor pérdida de todas para las personas? ¿No es Satanás siniestro al usar este método y este dicho para corromper al hombre hasta ese punto? ¿No es una artimaña malévola? […] Así pues, ¿puedes percibir cuando Satanás te desorienta y te corrompe? No puedes. Si no puedes ver a Satanás parado delante de ti, o percibir que él actúa en las sombras, ¿serías capaz de ver su maldad? ¿Podrías saber de qué manera corrompe a la humanidad? Satanás corrompe al hombre en todo tiempo y lugar. Imposibilita que el hombre se defienda de su corrupción, y lo deja desamparado contra ella. Hace que aceptes sus pensamientos, sus puntos de vista y las cosas perversas que provienen de él en situaciones en las que no eres consciente y no reconoces lo que te está pasando. Las personas aceptan estas cosas y no las objetan. Las valoran y se aferran a ellas como a un tesoro, dejan que las manipulen y jueguen con ellas; así es como vive la gente bajo el poder de Satanás e inconscientemente lo obedece, y así se vuelve cada vez más profunda su corrupción del hombre(La Palabra, Vol. II. Sobre conocer a Dios. Dios mismo, el único V). La palabra de Dios dejaba en evidencia la sociedad actual y mi propio estado real. Desde la infancia, los venenos satánicos como “El dinero mueve el mundo”, “Quien paga manda” y “El dinero no da la felicidad, pero ayuda” me habían influido sutilmente y me habían hecho valorar el dinero por encima de lo demás. Provocaron que pensara que tener dinero lo era todo, que si tenías dinero podías vivir en calma material y llevar la cabeza alta, que fueras donde fueras se te apoyaría, respetaría y elogiaría y que vivir así era digno y merecía la pena. Pensaba que, sin dinero, la gente te faltaría el respeto y te molestaría, así que mi único objetivo era perseguir el dinero. Al principio, me había devanado los sesos para buscar maneras de hacer dinero y ganar clientes, me servía de halagos y medias verdades almibaradas, iba de acá para allá sin descansar jamás. Incluso estando cansado, exhausto o hasta enfermo, no podía soportar descansar siquiera un día y, por consiguiente, mi cuerpo se había venido abajo. Había tenido toda clase de problemas en el estómago y por toda la parte inferior y superior de la espalda que me habían vuelto la vida tan dolorosa que no podía comer ni dormir bien. Pero, incluso en este estado, había trabajado con empeño para ganar dinero. Había vivido según las leyes de supervivencia de Satanás y me había vuelto sumamente egoísta y avaricioso. Me había convertido en un absoluto esclavo del dinero. ¡Satanás había usado el dinero, la fama y la ganancia para corromperme por completo! Fui capaz de renunciar a mi compañía y mi dinero para hacer mi deber gracias al esclarecimiento y guía de la palabra de Dios. Le estoy realmente agradecido a Dios por salvarme. Debo apreciar esta rara oportunidad y hacer bien mi deber para retribuir Su amor.

Después de esto, leí un par de pasajes de la palabra de Dios que me motivaron mucho. Dios dice: “Como alguien que es normal y que busca el amor por Dios, la entrada al reino para convertirse en uno del pueblo de Dios es vuestro verdadero futuro, y es una vida que tiene el mayor valor y significado; nadie está más bendecido que vosotros. ¿Por qué digo esto? Porque los que no creen en Dios viven para la carne y viven para Satanás, pero hoy vivís para Dios y vivís para seguir la voluntad de Dios. Es por esto que digo que vuestras vidas tienen el mayor significado(La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Conocer la obra más reciente de Dios y seguir Sus huellas). “En este momento, cada día que vivís es crucial y de vital importancia para vuestro destino y vuestra suerte, así que debéis valorar todo lo que poseéis ahora y apreciar cada minuto que pasa. Debéis dedicar tanto tiempo como podáis a obtener para vosotros mismos los mayores beneficios, de modo que no hayáis vivido vuestra vida en vano(La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. ¿A quién eres leal?). La palabra de Dios me dejó incluso más claro que mi elección de renunciar al negocio, seguir a Dios y hacer mi deber es la auténtica senda correcta en la vida y que esta es la manera de vivir que más merece la pena y es más significativa. Hoy, al fin me queda claro que hacer un deber al creer en Dios es perfectamente natural y justificado y que es la misión en la vida y la responsabilidad de una persona. La manera de vivir que más merece la pena y es más significativa es seguir la voluntad de Dios y, más que cualquier otra cosa, Él bendecirá y recordará esto. Ahora no me queda mucho tiempo para perseguir la verdad y cumplir con mi deber. Debo apreciar cada día, leer más la palabra de Dios, predicar más el evangelio y trabajar con ahínco para cumplir bien con mi deber, pues así retribuiré el amor de Dios y reconfortaré Su corazón el tiempo que queda.

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