73. ¿Por qué no paraba de retroceder ante las dificultades?
En mayo de 2022, me eligieron líder de una iglesia. Estaba muy agradecida por la gracia y la elevación que me concedía Dios y me parecía que debía cumplir bien mi deber. Al principio, era muy activa en él y cada vez que me encontraba con algo que no entendía, buscaba comunicarme con el líder superior y, después de obtener comprensión, compartía el problema y lo resolvía. Más adelante, cuando empezó a relajarse el confinamiento del COVID-19, muchos nuevos fieles empezaron a trabajar y no podían reunirse ni hacer sus deberes con normalidad. Ante esta situación, estaba un poco perdida, pensaba para mis adentros: “Como líder, debería apoyar y ayudar a mis hermanos y hermanas, así como resolver sus estados y dificultades”. Entonces compartí con ellos uno a uno, pero no obtuve resultados al hacerlo, así que no quise volver a ir a apoyarlos. Me parecía que, como tenía que ir a trabajar y a predicar el evangelio, si también tenía que apoyar a los hermanos y hermanas que no asistían habitualmente a las reuniones, apenas tendría tiempo para descansar. Me sentía muy cansada e incluso quería dejar de ser líder de la iglesia. Estaba viviendo en un estado negativo, pensaba que no tenía buen calibre, no podía resolver problemas ni tenía capacidad de trabajo. Así pues, solo quería que el líder superior cambiara mi deber.
Más tarde, compartí mis pensamientos con el líder superior y, después de escucharlos, me envió un pasaje de las palabras de Dios: “La manifestación más importante de una persona honesta es buscar y practicar la verdad en todo: esto es lo más crucial. Dices que eres honesto, pero siempre pasas por alto las palabras de Dios y simplemente haces lo que te parece. ¿Acaso es esa la manifestación de una persona honesta? Dices: ‘Aunque tengo poco calibre, tengo un corazón honesto’. Y, sin embargo, cuando te llega un deber te da miedo sufrir y asumir la responsabilidad si no lo haces bien, por eso pones excusas para evadir tu deber o sugieres que lo haga otro. ¿Es esta la manifestación de una persona honesta? Claramente, no lo es. Entonces, ¿cómo debería comportarse una persona honesta? Debe someterse a los arreglos de Dios, ser leal al deber que le corresponde cumplir, y esforzarse por satisfacer las intenciones de Dios. Esto se manifiesta de diferentes maneras. Una es aceptar tu deber con un corazón honesto, no considerar tus intereses carnales, no ser desganado en él, y no conspirar por tu propio bien. Estas son manifestaciones de honestidad. Otra es dedicar todo el corazón y todas tus fuerzas a cumplir bien con tu deber, haciendo las cosas en forma adecuada y poniendo el corazón y tu amor en el deber a fin de satisfacer a Dios. Estas son las manifestaciones que debería tener una persona honesta cuando cumple con su deber. Si no llevas a cabo lo que conoces y entiendes, y si solo dedicas un esfuerzo del 50 o 60 por ciento, entonces no estás poniendo todo el corazón y la fuerza en ello. En cambio, eres astuto y holgazaneas. ¿Son honestas las personas que cumplen con su deber de esta manera? En absoluto. A Dios no le sirven de nada las personas escurridizas y falsas; estas deben descartarse. Dios solo usa a las personas honestas para cumplir deberes. Incluso los contribuyentes de mano de obra leales han de ser honestos. Los que son siempre superficiales, astutos y que buscan maneras de holgazanear, son todos gente falsa, y son todos unos demonios. Ninguno de ellos cree de verdad en Dios y todos deben descartarse” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Tercera parte). Las palabras de Dios hablan sobre cómo las personas honestas buscan la verdad en todas las cuestiones y se someten a todos los arreglos de Dios cuando hacen su deber. Dedican todo su corazón y sus puntos fuertes a cumplir bien su deber y son personas en las que los demás pueden confiar para hacer cosas. Cuando una persona falsa cumple su deber y se enfrenta a cuestiones relacionadas con sus intereses personales o que requieren sufrimiento o agotamiento, buscará excusas para evitar la responsabilidad. Aunque cumpla su deber, no se esfuerza al máximo y solo emplea parte de su energía. Esto es ser escurridizo y holgazán. Comparé esto con mi propia conducta. Cuando vi que los nuevos fieles no asistían a las reuniones con regularidad y no observaba resultados después de intentar ayudarlos y compartir con ellos, no quise invertir más esfuerzo mental en apoyarlos. Llegué incluso a decir que se debía a que mi calibre no era adecuado para resolver sus dificultades y carecía de capacidad de trabajo; quería que el líder superior me encargara un deber diferente. En realidad, estaba poniendo excusas para encubrir mi intención de evitar dificultades, para no asumir la responsabilidad y así poder disfrutar de mi carne. Como líder, debía haber estado cumpliendo mi responsabilidad de regar y apoyar bien a los hermanos y hermanas. Pero no quería sufrir ni pagar un precio. Siempre estaba pensando en mi propio interés carnal y disfrutando de la comodidad. Al hacer así el deber, solo estaba siendo superficial, escurridiza y buscando maneras de holgazanear. Lo que revelaba era un carácter egoísta, despreciable y falso. Al darme cuenta de estas cosas, me sentí un poco culpable. No me había dedicado de corazón a apoyar a los nuevos fieles y, en su lugar, había sido escurridiza y holgazana. Esto es algo que Dios detesta. Oré a Dios: “Dios, últimamente ha habido muchos nuevos fieles que no han asistido a las reuniones con regularidad y hay muy pocos trabajadores evangélicos. Aunque he compartido con ellos, como me da miedo la dificultad física y no quiero pagar un precio, no he hecho lo máximo posible para resolver sus dificultades reales. Estoy dispuesta a cambiar mi actitud superficial hacia mi deber. Por favor, guíame”. Después de eso, empecé a apoyar uno a uno a los hermanos y hermanas que no asistían a las reuniones con regularidad. En cuanto a algunos de los estados y dificultades que no sabía cómo resolver, los discutí con mi compañera y busqué palabras relevantes de Dios para compartir con los nuevos fieles. Después de hacer esto durante un tiempo, algunos de ellos empezaron a asistir a las reuniones habitualmente y también pudieron cumplir algunos deberes. Un nuevo fiel era muy activo en la predicación del evangelio, así que nos asociamos para predicarlo juntos. Poco a poco, todo el mundo se volvió más activo en la predicación del evangelio y ya no me parecía que las cosas fueran tan difíciles. Me di cuenta de que, si dedicaba todo mi esfuerzo al deber, Dios también me guiaría. Al practicar de esta manera, ya no me sentía cansada, sino con calma en el corazón. Al principio pensaba que, como había experimentado este asunto, tenía algo de comprensión sobre mi carácter corrupto de disfrutar de la comodidad de la carne y había cambiado un poco, pero cuando me sucedieron circunstancias reales, de nuevo revelé un carácter corrupto en este sentido.
En una ocasión, el líder quiso que me formara para ser predicadora y encargarme fundamentalmente del trabajo evangélico de varias iglesias. Cuando oí esto, tuve sentimientos encontrados. Sentía que, dado que mi horario de trabajo era irregular y me podían llamar para un turno en cualquier momento, al ser mayor la carga de trabajo de un predicador, tendría menos tiempo libre. En particular, tenía muchas carencias en lo relativo a la predicación del evangelio y a dar testimonio de Dios. Necesitaba estudiar y formarme más aún, lo cual también me llevaría mucho tiempo. Al pensar en estas cosas, quise eludir este deber. Expresé mis pensamientos en voz alta y, después de oír mis preocupaciones, el líder me leyó un pasaje de las palabras de Dios: “Tenéis que entender que, sin importar en qué momento o etapa esté Dios realizando Su obra, siempre necesita a un grupo de personas que trabajen junto a Él. Dios predestina que cooperen en Su obra o en difundir el evangelio. Entonces, ¿tiene Dios una comisión para cada persona que ha predestinado? Todas tienen una, al igual que también una misión y una responsabilidad. Cuando Dios te encarga una comisión, eso se convierte en tu responsabilidad. Tienes que aceptarla, es tu deber. ¿Qué es el deber? Es la misión que Dios te ha encomendado. ¿Qué es una misión? (La comisión de Dios es la misión del hombre. Uno debe vivir su vida para la comisión de Dios. Esta comisión es lo único que hay en su corazón, y no se debe vivir por nada más). La comprensión correcta es que la comisión de Dios es la misión del hombre. Aquellos que creen en Dios fueron enviados a la tierra para completar la comisión de Dios. Si lo único que buscas en esta vida es subir en la escala social, amasar fortuna, vivir una buena vida, disfrutar de estar cerca de la familia y gozar de la fama, la ganancia y el estatus, si obtienes estatus social, tu familia se vuelve prominente y todos sus miembros están sanos y salvos, pero ignoras la misión que te ha encomendado Dios, ¿tiene algún valor esta vida que estás viviendo? ¿Cómo responderás ante Dios después de morir? No podrás hacerlo, y esa es la mayor rebeldía, ¡es el mayor pecado! ¿Quién de vosotros está desempeñando ahora mismo su deber en la casa de Dios por accidente? Fuera cual fuera el trasfondo del que vinierais para cumplir con vuestro deber, nada de ello fue por casualidad. Este deber no se puede desempeñar solo buscando a unos cuantos creyentes al azar; esto fue algo que Dios predestinó antes de las eras. ¿Qué significa que algo fuera predestinado? ¿Qué en concreto? Significa que en Su plan de gestión al completo, hace mucho que Dios planeó cuántas veces estarías en la tierra, en qué linaje y familia nacerías en los últimos días, cuáles serían las circunstancias de esta familia, si serías hombre o mujer, cuáles serían tus puntos fuertes, qué nivel de educación tendrías, cómo de elocuente serías, cuál sería tu calibre y qué aspecto tendrías. Él planeó la edad en que llegarías a la casa de Dios y comenzarías a cumplir con tu deber, qué deber realizarías y en qué momento. Al principio, Dios predestinó cada uno de tus pasos. Cuando aún no habías nacido y cuando llegaste a la tierra en tus últimas vidas, Dios ya había arreglado para ti qué deber cumplirías en esta etapa final de la obra. ¡No es ninguna broma! El hecho de que seas capaz de oír aquí un sermón lo predestinó Dios. Esto no se debe tomar a la ligera. Asimismo, tu altura, tu apariencia, cómo son tus ojos, tu figura, tu estado de salud, cuáles son tus experiencias de vida y de qué deberes eres capaz de encargarte a cierta edad, y qué clase de calibre y habilidad posees; todo ello te lo predestinó Dios hace mucho, y desde luego no es algo que se esté disponiendo ahora. Dios lo predestinó para ti hace mucho, es decir, si Él tiene intención de utilizarte, ya te habrá preparado antes de confiarte esta comisión y esta misión. Entonces, ¿es aceptable que huyas de ellas? ¿Es aceptable que las hagas a medias? Ambas cosas son inaceptables; ¡eso sería defraudar a Dios! Renunciar a tu deber es la peor clase de rebeldía. Es un acto atroz. Dios ha obrado a conciencia y con seriedad, predestinando desde tiempos inmemoriales que llegaras hasta hoy y recibieras esta misión. ¿No es esta misión entonces tu responsabilidad? ¿No es lo que da valor a tu vida? Si no cumples la misión que Dios te ha confiado, pierdes el valor y el sentido de la vida; es como si hubieras vivido en vano” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Tercera parte). A partir de las palabras de Dios, llegué a entender que, sea cual sea el deber que haga una persona en cierto momento, todo lo ordena Él y yo debería aceptarlo, pues esta es la obligación de un humano. Pero al enfrentarme a mi deber, intenté evitarlo porque me asustaba la dificultad física. ¡Al hacerlo, estaba rechazando mi deber y eso era sumamente rebelde por mi parte! Dios no fuerza a las personas a hacer lo que les resulta difícil ni las presiona más allá de sus capacidades. Cuando empecé a predicar el evangelio, era normal tener defectos y carencias y, si no entendía algo en el transcurso de la formación, podía preguntar. Si de veras cumplía bien mis responsabilidades, Dios quedaría satisfecho. Pensé en lo superficial que había sido antes en mis deberes y en el sentimiento de culpa con el que me había quedado. Y ahora tenía la oportunidad de ser predicadora; esto era bastante inesperado. Me sentía realmente indigna, ya no podía evitar mi deber por más tiempo, tenía que desprenderme de mis intereses carnales y ser considerada con la intención de Dios.
Más tarde, una hermana me estaba hablando de que siempre quería evitar su deber y de que no había reflexionado sobre esto ni había llegado a entenderlo mejor. Pensé en que yo me hallaba en un estado similar. Cada vez que me había enfrentado a un deber difícil, lo primero que revelaba mi corazón era el deseo de evitarlo y no dejar sufrir a mi carne. ¿Por qué tenía manifestaciones como esta? Durante mis devociones espirituales, leí las palabras de Dios: “Mientras las personas no hayan experimentado la obra de Dios y no hayan comprendido la verdad, la naturaleza de Satanás es la que toma las riendas y las domina desde el interior. ¿Qué cosas específicas conlleva esa naturaleza? Por ejemplo, ¿por qué eres egoísta? ¿Por qué proteges tu propia posición? ¿Por qué tienes sentimientos tan fuertes? ¿Por qué te gustan esas cosas injustas? ¿Por qué te gustan esas maldades? ¿Cuál es la base para que te gusten estas cosas? ¿De dónde proceden? ¿Por qué las aceptas de tan buen grado? Para este momento, todos habéis llegado a comprender que esto se debe, principalmente, al veneno de Satanás que hay dentro del hombre. Entonces, ¿qué es el veneno de Satanás? ¿Cómo se puede expresar? Por ejemplo, si preguntas ‘¿Cómo debería vivir la gente? ¿Para qué debería vivir?’, te responderán: ‘Cada hombre para sí mismo, y sálvese quien pueda’. Esta sola frase expresa la raíz del problema. La filosofía y la lógica de Satanás se han convertido en la vida de las personas. Sea lo que sea lo que persigue la gente, lo hace para sí misma, por tanto solo vive para sí misma. ‘Cada hombre para sí mismo, y sálvese quien pueda’: esta es la filosofía de vida del hombre y también representa la naturaleza humana. Estas palabras se han convertido ya en la naturaleza de la humanidad corrupta y son el auténtico retrato de su naturaleza satánica. Dicha naturaleza satánica se ha convertido ya en la base de la existencia de la humanidad corrupta. La humanidad corrupta ha vivido según este veneno de Satanás durante varios miles de años y hasta nuestros días” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Cómo caminar por la senda de Pedro). “La carne del hombre es como la serpiente: su esencia es hacer daño a su vida y cuando consigue completamente lo que quiere, la vida se pierde. La carne pertenece a Satanás. Siempre hay deseos extravagantes dentro de ella; la carne solo piensa en sí misma, siempre desea facilidad y quiere disfrutar de la comodidad, regodeándose en la pereza y la holgazanería. Una vez que la hayas satisfecho hasta un determinado punto, te terminará comiendo. Es decir, si la satisfaces una vez, te pedirá que la vuelvas a satisfacer la próxima vez. La carne siempre tiene deseos extravagantes y nuevas exigencias y se aprovecha de que la complazcas para hacer que la valores aún más y vivas entre sus comodidades y, si no puedes vencerla, con el tiempo, acaba por arruinarte. Que puedas o no lograr la vida ante Dios y cuál sea tu final definitivo, depende de cómo lleves a cabo tu rebelión contra la carne. Dios te ha salvado, escogido y predestinado, pero si hoy no estás dispuesto a satisfacerle, a poner en práctica la verdad, a rebelarte contra tu propia carne con un auténtico corazón amante de Dios, te terminarás destruyendo, y sufrirás un dolor extremo. Si siempre complaces la carne, Satanás te devorará gradualmente y te dejará sin vida y sin el toque del Espíritu, hasta que llegue el día en que te encuentres totalmente en tinieblas en tu interior. Cuando vivas en la oscuridad, Satanás te habrá llevado cautivo; ya no tendrás más a Dios en tu corazón y en ese momento negarás Su existencia y lo abandonarás” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Solo amar a Dios es realmente creer en Él). Las palabras de Dios dejan en evidencia que vivir según el veneno de Satanás vuelve egoístas a las personas y que, hagan lo que hagan, lo primero que consideran son sus propios intereses, lo cual provoca que eviten los deberes que harían sufrir a su carne o acabarían resultando onerosos. Yo estaba viviendo según los venenos satánicos de “Cada hombre para sí mismo, y sálvese quien pueda” y “Vive hoy sin preocuparte por el mañana”. Al afrontar los asuntos, primero buscaba satisfacer mis intereses carnales e incluso pensaba que estos puntos de vista eran correctos y atenerme a ellos me hacía más inteligente que los demás. Por tanto, cada vez que me enfrentaba a mis deberes, primero consideraba si mi carne iba a sufrir y, si iba a ser así o a suponerle una carga, los evitaba o salía del paso. Cuando los nuevos fieles se hallaban en estados anormales y necesitados de la enseñanza de las palabras de Dios para apoyarlos, yo no quería pagar un precio para pensar cómo resolver este problema, por lo que mi enseñanza no causaba efecto y algunos nuevos fieles no recibían apoyo a tiempo. Cuando el líder dispuso que me encargara del deber de predicadora, pensé en lo mucho mayor que sería la carga de trabajo al hacerlo, en que requeriría más tiempo y esfuerzo y en que, por tanto, no sería capaz de disfrutar de mi carne, así que, una vez más, pensé en evitar mi deber. Comprendí que estaba viviendo según estos venenos satánicos, apreciando demasiado mi carne, conformándome con el statu quo, sin esforzarme por avanzar y volviéndome egoísta y falsa. Esto no era lo que debería vivir una persona con humanidad normal. Disfruté de la comodidad, no hice todo lo posible y el resultado fue que se demoró el trabajo de iglesia. Dios detestaba a las personas como yo. Por tanto, quería cambiar mi actitud hacia mis deberes y no seguir codiciando la comodidad de la carne. Oré a Dios: “Dios, ya no quiero satisfacer mi carne. Estoy dispuesta a cambiar mi estado y a cumplir bien mis deberes”.
Más tarde, una iglesia de hablantes de wa necesitaba a un supervisor y una hermana sugirió que fuera yo la que hiciera seguimiento del trabajo de esta. Al oír esta sugerencia, quise eludirla, ya que responsabilizarse de la iglesia de hablantes de wa requeriría mucho tiempo y sufrimiento carnal y, aunque pertenezco al grupo étnico de los wa, no sé hablar el idioma y solo entiendo expresiones cotidianas básicas. Surgirían muchas dificultades si me hicieran supervisora y no quería esforzarme en aprender el idioma, así que, de nuevo, pensé en evitar mi deber. Al darme cuenta de que mi estado era equivocado, oré a Dios: “Dios, por favor, esclaréceme y guíame a entender Tu intención y a rebelarme contra mi carne para aceptar este deber”. Más tarde, una hermana me envió un pasaje de las palabras de Dios: “Cuanto más considerado seas con las intenciones de Dios, mayor será la carga que lleves a cuestas, y cuanto mayor sea la carga que llevas a cuestas, más rica será tu experiencia. Cuando seas considerado con las intenciones de Dios, Él pondrá una carga sobre ti y luego te esclarecerá sobre las tareas que te ha confiado. Cuando Dios te dé esta carga, prestarás atención a todas las verdades relacionadas mientras comes y bebes Sus palabras. Si tienes una carga relacionada con el estado de vida de tus hermanos y hermanas, entonces se trata de una carga que Dios te ha confiado y siempre llevarás esta carga contigo en tus oraciones diarias. Se te ha dado como carga lo que Dios hace, y estás dispuesto a llevar a cabo lo que Él quiere hacer; esto es lo que significa hacer tuya la carga de Dios” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Sé considerado con las intenciones de Dios para alcanzar la perfección). A partir de las palabras de Dios, entendí que mientras más consideramos las intenciones de Dios en nuestros deberes, más carga pone Él sobre nosotros. Desarrollaremos un sentido de la carga respecto de los estados de nuestros hermanos y hermanas y, de esta manera, poco a poco llegaremos a dedicar nuestro corazón a los deberes. Por medio de buscar la verdad en los diversos problemas que encontremos, creceremos más rápido en nuestras vidas. Con esto en mente, acepté la proposición de la hermana de supervisar la iglesia de hablantes de wa. Al principio, cuando empecé a hacer el trabajo, me resultó difícil, pero gracias a la cooperación con los líderes y obreros en la iglesia, mis deberes empezaron a parecerme más sencillos. Le estaba muy agradecida a Dios. Hacer mis deberes de esta manera me dejaba más tranquila.
Después de vivir estas experiencias, me di cuenta de que disfrutar de las comodidades de la carne me hace perder el sentido de la carga por mis deberes y eludir los que son difíciles y requieren sufrimiento. Si seguía disfrutando de la comodidad física y no me rebelaba contra mi carne, al final me quedaría sin mis deberes y atraería la ruina sobre mí. Cuando me desprendí de los intereses carnales, acepté mis deberes y pude buscar la verdad para resolver los problemas, sentí mayor calma al practicar de esta manera y progresé con más rapidez.