74. He llegado a ser capaz de cumplir mi deber con constancia
Hace más de dos años que reparo equipos electrónicos en la iglesia. Cuando asumí este deber por primera vez, pensé que era un gran reto porque tenía que aprender algunas habilidades y técnicas profesionales nuevas. Estaba dispuesta a dedicar tiempo y esfuerzo a investigar y no tenía miedo de sufrir o pagar un precio. Los hermanos y hermanas que me rodeaban evaluaron que asumía una carga en mi deber. Me sentí muy feliz al oír eso. Sin embargo, con el tiempo, fui comprendiendo mejor las habilidades técnicas, y el trabajo iba bastante bien. Entonces, empecé a sentir que este deber era común y corriente, y aburrido. Al tener que hacer trabajo y operaciones repetitivas todo el día, pensé: “¿Tendré que seguir así para siempre? ¡Es demasiado aburrido! En cuanto a la parte técnica, ya domino lo suficiente para desenvolverme bien. Sé cómo resolver la mayoría de los problemas que encuentro, así que no hay grandes dificultades. ¡Seguir así sería demasiado tedioso! Me vendría mejor hacer otro deber y cambiar de entorno. Entraría en contacto con personas, acontecimientos y cosas nuevos. Así, quizás, estaría rebosante de energía para cumplir mi deber. Aunque no esté familiarizada con las habilidades profesionales, podría aprenderlas desde cero, lo que estaría bien”. Quería hablar con la supervisora sobre mis ideas. Pero, luego, pensé en que llevaba mucho tiempo cumpliendo este deber y que no se podría encontrar de inmediato a una persona adecuada para reemplazarme, así que no dije nada. Sin embargo, al no decir nada, mi corazón seguía sintiéndose reprimido y alicaído. Cada día, reparaba los equipos de manera superficial. No hacía nada con seriedad ni cuidado, y me pasaba los días sin motivación.
Como no me esmeraba en mi deber, los equipos que reparaba volvían a fallar una y otra vez. A veces, incluso tenían que repararse varias veces. Reparar una computadora que debería haber tomado tres días se alargaba hasta cinco o más. Esto retrasaba su uso para los hermanos y hermanas. Una vez, tomé una computadora y, al ver que tenía un problema común, me fastidié y completé la reparación sin esmero para poder quitarme el trabajo de encima. Después, el hermano con el que trabajaba revisó la computadora y vio que seguía fallando. Tuvo que desmontarla y repararla otra vez. En otra ocasión, la supervisora me pidió que enseñara a reparar equipos a dos hermanos nuevos: Wu Ming y Zheng Yang. Simplemente les expliqué de forma breve cómo arreglar las averías comunes y luego dejé que los dos hermanos aprendieran a reparar por su cuenta. Pasaron unos días y aún no habían reparado el equipo que debían arreglar, así que fui a preguntarles para averiguar lo que ocurría. Wu Ming dijo que lo estaban reparando. Pensé: “Este tipo de equipo no es nada difícil de reparar. ¿Por qué aún no lo han arreglado? Da igual. Si están en ello, está bien”. Unos días después, seguían sin arreglarlo. Solo los animé a seguir avanzando, y no averigüé si tenían dificultades ni cómo iba la reparación. Dos días después, descubrí que no habían dominado el paso crucial de la reparación, así que no habían podido avanzar nada. Cuando vi que los problemas en mi deber no paraban de surgir, uno tras otro, lo que afectaba el progreso, y que todos estaban sufriendo por ello, sentí remordimiento en mi corazón. Me di cuenta de que esto se debía a que había estado cumpliendo mi deber de manera superficial, así que busqué las palabras de Dios para resolver mi estado. Leí las palabras de Dios: “La gente a la que le gusta ser superficial no tiene conciencia ni razón, su humanidad es escasa, no es de fiar y no se puede confiar en ella. ¿Obrará el Espíritu Santo en estas personas? En absoluto. Por tanto, Dios nunca perfeccionará ni usará a los que les gusta ser superficiales en sus deberes. Todos a los que les gusta ser superficiales son falsos, están llenos de motivos malvados y carecen totalmente de conciencia y razón. Actúan sin principios ni límites inferiores; actúan solo según sus propias preferencias y son capaces de hacer todo tipo de maldades. Todas sus acciones se basan en sus estados de ánimo: si están de buen humor y contentos, lo harán un poco mejor; si están de mal humor y disgustados, serán superficiales; si están enfadados, es posible que sean arbitrarios e insensatos y que retarden la ejecución de asuntos importantes. No tienen a Dios en el corazón de ninguna manera. Simplemente dejan que pasen los días, de brazos cruzados y en espera de la muerte. […] La gente insensible no tiene límites inferiores en sus acciones; nada la constriñe. ¿Pueden estas personas manejar asuntos sobre la base de la conciencia? (No). ¿Por qué no? (No poseen los estándares de la conciencia, ni tienen humanidad ni límites inferiores). Eso es. No tienen los estándares de la conciencia en sus acciones; actúan según sus preferencias y hacen lo que quieren en función de su estado de ánimo. El hecho de que los resultados que obtienen en sus deberes sean buenos o malos depende de su estado de ánimo. Si están de buen humor, los resultados son buenos, pero si están de mal humor, los resultados son malos. ¿Es posible alcanzar un estándar aceptable al cumplir el deber propio de esta manera? Estas personas hacen su deber según su estado de ánimo, no sobre la base de los principios-verdad; por tanto, les resulta muy difícil poner en práctica la verdad y obtener la aprobación de Dios. Los que actúan según preferencias físicas no ponen en práctica la verdad en absoluto” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. El hombre es el mayor beneficiario del plan de gestión de Dios). “Mucha gente cumple con su deber de manera superficial, nunca se lo toma en serio, es como si trabajara para no creyentes. Hace las cosas de una manera burda, superficial, indiferente y con negligencia, como si todo fuese un chiste. ¿Por qué? Son no creyentes contribuyendo con mano de obra; incrédulos cumpliendo con su deber. Esta gente es demasiado díscola; es disoluta y descontrolada, no es distinta de los no creyentes. Por supuesto, cuando estas personas hacen cosas para sí mismas, no son superficiales, entonces, ¿por qué no muestran la menor seriedad o diligencia cuando han de cumplir con su deber? Siempre hay cierto carácter juguetón y travieso en cualquier tarea que realizan, en cualquier deber que cumplen. En toda oportunidad muestran superficialidad, y cierto grado de engaño. ¿Tiene esa clase de gente humanidad? Desde luego que no; tampoco posee el menor grado de conciencia y razón. Necesita, como los asnos o los caballos salvajes, una dirección y supervisión constante. Emplea engaños y ardides en la casa de Dios. ¿Significa eso que de verdad cree en Él? ¿Se entrega por Él? Sin duda, no está a la altura y, además, no está calificada para ser mano de obra. Si tales personas estuvieran trabajando para otro, serían despedidas a los pocos días. En la casa de Dios es totalmente correcto decir que son contribuyentes de mano de obra y obreros contratados, y que solo pueden ser descartados” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Tercera parte). Las palabras de Dios me permitieron ver que una persona que cumple su deber sin considerar los intereses de la iglesia ni sus propias responsabilidades y que constantemente sigue sus deseos, actúa según sus preferencias y hace lo que quiere, es alguien sin humanidad. Reflexioné sobre cómo había cumplido mi deber recientemente y me di cuenta de que yo era igual. Después de cumplir este deber durante mucho tiempo, había dominado algunas técnicas y habilidades profesionales, y sentía que mi deber ya no tenía nada de novedoso ni desafiante. Así que empecé a descuidar mi deber y a hacerlo de manera superficial siempre que podía. No me esmeraba en reparar los equipos y pasaba por alto averías evidentes. Por eso, tenía que repetir el trabajo, y el proceso se retrasaba. Wu Ming y Zheng Yang acababan de comenzar a formarse en este deber y necesitaban más orientación y seguimiento para familiarizarse con las técnicas de reparación lo antes posible. Sin embargo, no asumí esa responsabilidad y no los guié bien. Como consecuencia, no progresaron rápido en sus habilidades y las reparaciones se retrasaron. Dejé que mis preferencias personales influyeran demasiado en mi deber y nunca pensé en proteger los intereses de la iglesia. Había sido superficial y negligente, y había seguido mis propios deseos en mi deber. ¡Realmente no había tenido humanidad y no era digna de la más mínima confianza! Pensé en las palabras de Dios: “Hacer las cosas por inercia al llevar a cabo tu deber es un tabú importante. Si siempre haces las cosas por inercia al cumplir con el deber, no hay forma de que lo hagas con un nivel aceptable. Si quieres cumplir fielmente con tu deber, primero debes corregir tu problema de actuar por inercia. Deberías tomar medidas para subsanar la situación en cuanto la notes. Si estás atolondrado, nunca eres capaz de notar los problemas, siempre actúas por inercia y haces las cosas de manera superficial, entonces, no tendrás forma de cumplir bien con el deber. Por tanto, siempre debes volcar el corazón en él. ¡Ha sido muy difícil que la gente se topara con esta oportunidad! Cuando Dios les da una oportunidad ellos no la aprovechan, y entonces esa oportunidad se pierde. Incluso si desean buscarla más tarde, puede que no vuelva a presentarse. La obra de Dios no espera a nadie, como tampoco esperan las oportunidades para cumplir con el propio deber” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. La entrada en la vida comienza con el cumplimiento del deber). Por las palabras de Dios entendí que Él da a las personas un número limitado de oportunidades para cumplir sus deberes. Ya había retrasado el trabajo al seguir mis preferencias en mi deber y al hacerlo de manera superficial. Si continuaba siguiendo mis deseos así y no pensaba en arrepentirme, al final, seguro perdería la oportunidad de cumplir mis deberes. No quería seguir así. Entonces, oré a Dios arrepentida y empecé a hacer mi deber con más seriedad y atención. Reparaba los equipos con cuidado y, al mismo tiempo, guiaba las técnicas de Wu Ming y Zheng Yang de forma meticulosa. Al practicar de esta manera, mi estado mejoró mucho, surgieron menos problemas en las reparaciones y también disminuyó bastante la sensación de que mi deber era tedioso y poco interesante.
Después, reflexioné sobre mí misma: ¿Por qué, después de haber cumplido un deber durante tanto tiempo, comenzaba a sentir tedio, aburrimiento y a ser superficial? Unos días después, leí las palabras de Dios: “Si decimos que disfrutar de las emociones es un carácter corrupto, entonces, ¿qué clase de carácter corrupto es? ¿Se trata de arrogancia, falsedad o crueldad? (No es nada de eso). No guarda relación con ningún tipo de actitud corrupta. Entonces, ¿de qué clase de problema se trata? (Es un problema de humanidad). ¿Qué clase de problema de humanidad es? ¿Es pasarse un poco de la raya? (Sí). Es comportarse de una manera inadecuada y que suponga pasarse de la raya, disfrutar de las emociones y ser inquieto. La inquietud indica falta de humanidad normal. Esto no implica conciencia, sino que, ante todo, refleja una falta de racionalidad en la humanidad normal. Tales personas no pueden apegarse a una tarea ni hacer sus deberes de una manera que se atenga a las reglas y sea diligente. Son incapaces de hacer cosas como adultos; carecen de pensamiento maduro, de un estilo maduro en su conducta personal y de una manera madura de hacer las cosas. Como poco, este es un defecto de su humanidad. Por supuesto, esto no alcanza el nivel de ser un problema de su calidad humana, pero guarda relación con una actitud con la que se comportan y actúan. Las cuestiones como disfrutar de la novedad y las emociones, ser inconsistente en cualquier cosa que se hace, ser incapaz de perseverar, ser inquietas e inapropiadas y anhelar siempre las emociones y probar cosas nuevas y sofisticadas se encuadran en los defectos de la humanidad. Las personas que disfrutan de las emociones carecen de la racionalidad de la humanidad normal; no es fácil para ellas asumir las responsabilidades y el trabajo que corresponden a los adultos. Sea cual sea el trabajo que hagan, mientras lo hagan durante mucho tiempo y deje de ser novedoso, les parece aburrido, pierden interés en hacerlo y quieren buscar una sensación de novedad y emoción. Sin las emociones, les parece que las cosas son anodinas e incluso pueden experimentar una sensación de vacío espiritual. Cuando se sienten así, su corazón se vuelve inquieto y quieren buscar emociones o cosas que les interesen. Todo el tiempo quieren hacer algo que no sea convencional. Cada vez que el trabajo que están haciendo o los asuntos con los que están lidiando les parecen aburridos o poco interesantes, pierden el deseo de continuar. Aunque se trate de trabajo que deberían estar haciendo o que es significativo y valioso, no pueden perseverar. […] Es frecuente que las personas de este tipo no parezcan tener problemas importantes por fuera. Si no las disciernes ni desentrañas su esencia o la esencia de esta clase de problema, podrías pensar: ‘Solo tienen actitudes inestables; tienen treinta o cuarenta años, pero siguen siendo inmaduras, son como niños’. En realidad, en el fondo, la gente de este tipo busca emociones continuamente. Hagan lo que hagan, carecen de los pensamientos y la conciencia de los adultos, así como del enfoque y la actitud con la que estos lidian con los asuntos. Por tanto, tales personas son muy problemáticas. Tal vez su humanidad no sea mala y su calidad humana no sea especialmente vil, pero debido a este defecto de su humanidad, les resulta muy difícil ser competentes para un trabajo significativo, en especial para ciertos puntos importantes del trabajo” (La Palabra, Vol. VII. Sobre la búsqueda de la verdad. Cómo perseguir la verdad (9)). Después de leer las palabras de Dios, finalmente entendí que la razón principal por la que había manifestado tedio y aburrimiento en mi deber y había sido superficial y descuidada era que había un problema con mi humanidad. Me gustaba lo novedoso y la emoción, y no me agradaba lo mundano y lo común y corriente. Buscaba un deber que estuviera lleno de cambios y retos, en lugar de mantenerme en el mismo trabajo y hacerlo con constancia, de principio a fin. Al igual que cuando empecé a cumplir mis deberes de reparación, entré en contacto con cosas nuevas y no captaba del todo algunas de las habilidades profesionales que este deber involucraba, por lo que enfrenté ciertos desafíos y dificultades. Podía tener muchas experiencias nuevas y emocionantes al cumplir mi deber, así que me gustaba hacerlo y estaba dispuesta a pagar un precio. Sin embargo, después de hacerlo durante mucho tiempo, la emoción se desvaneció y empecé a sentir que este deber era aburrido y tedioso. Aunque, en apariencia, cumplía mi deber, mi corazón estaba harto y reparaba los equipos cada día de manera superficial. Incluso pensé en cambiar de entorno y hacer un deber diferente. No había tratado mi deber con lealtad. Cuando mi deber no me hacía ilusión ni me emocionaba, no lograba despertar mi interés. Había estado cumpliendo mi deber totalmente de acuerdo con mis preferencias personales. Mi manera de comportarme y actuar había sido inaceptable e impaciente. No había tenido regularidad y no había asumido las responsabilidades de una persona adulta. Hacer las cosas así había sido difícil y yo no había sido digna de la más mínima confianza. En especial, leí las palabras de Dios: “Cada vez que el trabajo que están haciendo o los asuntos con los que están lidiando les parecen aburridos o poco interesantes, pierden el deseo de continuar. Aunque se trate de trabajo que deberían estar haciendo o que es significativo y valioso, no pueden perseverar. […] Tal vez su humanidad no sea mala y su calidad humana no sea especialmente vil, pero debido a este defecto de su humanidad, les resulta muy difícil ser competentes para un trabajo significativo, en especial para ciertos puntos importantes del trabajo”. Las palabras de Dios me permitieron ver que este tipo de defecto en la humanidad es sumamente perjudicial. Yo estaba a cargo de reparar los equipos y, en función de mis fortalezas, era apropiado que la iglesia me asignara este deber. Sin embargo, había tratado mi deber según mis preferencias y, en cuanto dejó de parecerme nuevo o interesante, me harté y lo cumplí con negligencia. Incluso llegué a pensar en cambiar de deber. ¿Dónde estaba mi sentido de lealtad? Si no cambiaba mi actitud y seguía cumpliendo mi deber sin ningún sentido de carga, corría el riesgo de ser que me revelaran y destituyeran.
Cuando lo entendí, pensé en Noé, quien perseveró en la construcción del arca durante 120 años, así que busqué las palabras de Dios para leer. Dios Todopoderoso dice: “¿Cuántos años tardó Noé en construir el arca? (120). ¿Qué representan 120 años para la gente de hoy? Más que la vida de una persona normal. Más, tal vez, que incluso la vida de dos personas. Y sin embargo, durante esos 120 años, Noé solo hizo una cosa todos los días. En esa época preindustrial, anterior a la comunicación de la información, en esa época en la que todo dependía de las manos y del trabajo físico de las personas, Noé hizo la misma cosa a diario. Durante ciento veinte años, no se dio por vencido ni se detuvo. Ciento veinte años. ¿Cómo podemos conceptualizar esto? ¿Podría alguien más en la raza humana haber permanecido comprometido a hacer una cosa durante 120 años? (No). Que nadie pudiera permanecer comprometido a hacer una cosa durante 120 años no es ninguna sorpresa. Y, sin embargo, hubo un hombre que perseveró durante 120 años en lo que Dios le había encomendado, sin vacilar, sin quejarse ni rendirse nunca, impermeable a cualquier entorno externo, y que, finalmente, lo completó exactamente como Dios había dicho. ¿Qué clase de asunto era este? En la raza humana, esto era raro, poco común, incluso único. En la larga marea de la historia de la humanidad, entre todas las razas humanas que habían seguido a Dios, esto no tenía ninguna analogía. En términos de la inmensidad y la dificultad de la ingeniería involucrada, el nivel de esfuerzo físico que requería y la duración que implicaba, esto no era una empresa fácil, por lo que, cuando Noé hizo esto, fue único entre la humanidad y es un modelo y ejemplo para todos los que siguen a Dios. Noé apenas había escuchado unos pocos mensajes, y en aquel tiempo Dios no había expresado muchas palabras, así que no cabe duda de que Noé no entendía muchas verdades. No comprendía la ciencia ni los conocimientos modernos. Era un hombre sumamente corriente, un miembro poco notable de la raza humana. Sin embargo, en un aspecto no se parecía a nadie: sabía obedecer las palabras de Dios, sabía cómo seguir y acatar Sus palabras, sabía cuál era la posición que le corresponde al hombre, y era capaz de creer y someterse verdaderamente a las palabras de Dios. Nada más. Estos pocos y sencillos principios fueron suficientes para que Noé lograra todo lo que Dios le había encomendado, y perseveró en ello no solo durante unos meses, años o décadas, sino durante más de un siglo. ¿No es asombrosa esta cifra? ¿Quién podría haber hecho esto sino Noé? (Nadie). […] El hecho de que Noé fuera capaz de completar la comisión de Dios se debió a que, cuando oyó las palabras de Dios, fue capaz de conservarlas profundamente en su corazón; para Noé, la comisión de Dios era una empresa para toda la vida, su fe era inquebrantable, su voluntad inalterable durante cien años. Como tenía un corazón temeroso de Dios, era una persona real y tenía la mayor razón, Dios le confió la construcción del arca” (La Palabra, Vol. IV. Desenmascarar a los anticristos. Digresión dos: Cómo obedecieron Noé y Abraham las palabras de Dios y se sometieron a Él (I)). Después de leer las palabras de Dios, me sentí muy conmovida y avergonzada. Noé no había oído muchas palabras de Dios ni entendía mucha verdad, pero fue capaz de perseverar en la comisión de Dios durante ciento veinte años. Eso fue porque tenía conciencia y razón. Cuando Noé oyó que Dios le pedía que construyera el arca antes de que el diluvio destruyera el mundo, entendió la urgencia de Dios y desarrolló un corazón considerado hacia Él. Trató la construcción del arca como lo más importante y urgente que tenía que hacer. Mientras Noé llevaba a cabo el enorme proyecto de construir el arca, enfrentó dificultades, fracasos, enfermedades, fatiga, falta de comprensión por parte de su familia y las burlas y calumnias de todo el mundo. Sin embargo, de principio a fin, perseveró en la comisión de Dios y nunca pensó en abandonarla. También sentía constantemente una profunda gratitud por la importante comisión que Dios le había dado, y a menudo se sentía inspirado porque Dios lo había exaltado. La actitud de Noé hacia las palabras y la comisión de Dios fue obedecer y aceptar, someterse y perseverar. Esto demostraba que Noé poseía conciencia y razón. ¡Este tipo de carácter es verdaderamente muy valioso! Cuando vi a Dios preguntar: “Noé fue capaz de persistir durante 120 años. ¿Cuántos años podríais hacerlo vosotros?” (La Palabra, Vol. IV. Desenmascarar a los anticristos. Digresión dos: Cómo obedecieron Noé y Abraham las palabras de Dios y se sometieron a Él (I)). ¡Realmente no tuve nada que decir! A lo largo de estos años, había disfrutado del riego y la provisión de tantas de las palabras de Dios, así como de Su cuidado y protección. Sin embargo, tras solo dos años cumpliendo el deber de reparar equipos, ya no podía perseverar y empecé a ser descuidada y superficial. ¡Realmente no tenía ni un ápice de conciencia o razón y no era digna de la más mínima confianza! Me sentí extremadamente apesadumbrada y llena de remordimiento, y oré a Dios arrepentida: “Querido Dios, no importa cuánto tiempo más me pidas cumplir este deber, estoy dispuesta a hacerlo de manera adecuada y ya no lo haré según mis propias preferencias”.
Después, cuando hicimos un resumen, descubrí que aún había muchos problemas en mi deber. Mis habilidades de reparación eran bastante mediocres y todavía tenía mucho por aprender. Sin embargo, como no había estado esforzándome por progresar ni había puesto empeño en estudiar habilidades profesionales, mis habilidades de reparación no habían mejorado mucho. Realmente había sido muy arrogante y sentenciosa. No reconocía mis propias deficiencias y pensaba que ya sabía hacer esto, que había dominado aquello y que este deber ya no tenía más dificultades ni desafíos. Era realmente demasiado ignorante y no tenía una opinión realista sobre mí misma. A partir de entonces, tuve que tomarme en serio mi deber de acuerdo con las exigencias de Dios, descubrir mis propias deficiencias y carencias, y buscar mejorar mis habilidades para poder cumplir mi deber conforme al estándar.
Desde entonces, ya no pensé en cambiar de deber, sino en cómo cumplirlo bien. Cuando mi mentalidad cambió, mis sentimientos previos de irritabilidad y aburrimiento desaparecieron y pude dedicarme de corazón a mis deberes. Sin importar si el problema es simple o complicado, puedo abordarlo con seriedad y dedicar tiempo y esfuerzo a reparar los equipos lo más rápido posible, sin retrasar su uso para los hermanos y hermanas. Agradezco el desenmascaramiento de las palabras de Dios por darme cierta comprensión y ayudarme a cambiar mi estado al cumplir con mi deber. ¡Agradezco a Dios de todo corazón!