82. ¿Es correcto creer en Dios solo para recibir gracia y bendiciones?
En julio de 2008, mi tía me predicó el evangelio de Dios de los últimos días. A través de la lectura de las palabras de Dios Todopoderoso, llegué a comprender que la vida del hombre viene de Dios, que todo lo que disfruto me lo da Él, y que debo creer en Él y adorarlo. En esa época, mi familia tenía una granja de cerdos. Todos los días, después de alimentar a los cerdos, leía las palabras de Dios, escuchaba himnos y asistía a las reuniones. A veces, también salía a predicar el evangelio. Un día, uno de nuestros vecinos dijo que sus cerdos estaban tosiendo y que pareceían tener fiebre alta. Me preocupaba mucho que mis cerdos pudieran contagiarse de esta enfermedad, así que oré a Dios y le encomendé el problema. Milagrosamente, no se infectó ninguno de mis cerdos y, unos meses después, los vendimos por decenas de miles de yuanes. Estaba muy feliz. Cuando comencé, no tenía ninguna experiencia en granjas de cerdos. Sin embargo, ninguno de los cerdos ni sus crías se habían enfermado y todo en casa iba bien. ¡Creer en Dios era realmente bueno! En el futuro, tenía que creer en Dios de forma apropiada y cumplir mis deberes para retribuir Su amor.
Poco después, el líder me asignó como supervisora de dos grupos de reunión pequeños. Estaba muy feliz y pensé: “Si asisto a más reuniones, entenderé más verdades. Y si cumplo más deberes, mayor será la protección de Dios para mi familia”. Después de eso, por muy ocupada que estuviera en casa, siempre trataba de hacerme el tiempo para cumplir mis deberes. Sin embargo, hacia fines de 2008, sucedió algo inesperado. Una noche, alrededor de las 12, mi hermano, mi cuñada y mi marido volvían en coche a casa del trabajo a toda prisa. Estaba oscuro, llovía, el camino montañoso tenía desniveles, y de repente, en una curva, cayeron en una zanja profunda. Mi esposo se golpeó la cabeza con la puerta del auto y los vidrios rotos cayeron sobre su rostro, que acabó lleno de cortes. Él estaba bañado en sangre. Se desmayó al instante. Perdió tanta sangre que, en el hospital, estuvo en coma cerca de dos horas. Tras recibir el alta, mi esposo quedó con una conmoción cerebral leve y, a veces, balbuceaba cosas sin sentido. Había perdido un diente y los cortes que tenía en la boca no habían sanado, por lo que no hablaba con claridad. Mi corazón sufría al verlo en ese estado de aturdimiento. No podía quedarme sin hacer nada, y pensé: “Cuando salió a trabajar estaba bien. ¿Cómo pudo haber regresado así? Es todo culpa de mi hermano por conducir imprudentemente”. Pero luego pensé: “Creo en Dios, asisto a las reuniones y cumplo mis deberes. ¿Cómo pudo suceder algo así? ¿Por qué Dios no los protegió? Si mi esposo queda con secuelas, ¿cómo será nuestra vida? Nustros dos hijos aún son pequeños y además tenemos la granja de cerdos. ¿Quién se preocupará de estas cosas en mi lugar?”. Durante los días siguientes, estaba tan preocupada que no podía comer ni dormir bien, y cuando caminaba sentía las piernas pesadas. En ese estado mental no podía leer las palabras de Dios ni escuchar himnos, y, cuando me obligaba a asistir a una reunión, me quedaba cabizbaja y no quería hablar. Luego, tras enterarse de mi estado, la hermana Wang Fang reprodujo este himno de las palabras de Dios: “Debes dar testimonio de Dios en todas las cosas”. “En cada paso de la obra que Dios hace en las personas, externamente parece que se producen interacciones entre ellas, como nacidas de disposiciones humanas o de la perturbación humana. Sin embargo, detrás de bambalinas, cada etapa de la obra y todo lo que acontece es una apuesta hecha por Satanás ante Dios y exige que las personas se mantengan firmes en su testimonio de Dios. Mira cuando Job fue probado, por ejemplo: detrás de escena, Satanás estaba haciendo una apuesta con Dios, y lo que aconteció a Job fue obra de los hombres y la perturbación de estos. Detrás de cada paso de la obra que Dios hace en vosotros está la apuesta de Satanás con Él, detrás de todo ello hay una batalla” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Solo amar a Dios es realmente creer en Él). Wang Fang compartió conmigo: “Hermana, todos conocemos la experiencia de Job. Aunque parecía que los ladrones se habían llevado su vasto ganado de vacas y ovejas, en realidad todo fue una tentación de Satanás. Satanás pensó que Job solo temía a Dios porque Él lo había bendecido. Dios permitió que Satanás tentara a Job, y entonces Satanás comenzó a atacarlo. Usó ladrones para robar sus camellos y otros animales, hizo daño a los hijos de Job y, luego, le afligió con llagas por todo el cuerpo. El objetivo de Satanás era que Job se quejara de Dios y renegara de Él. Sin embargo, Job tenía una fe genuina en Dios, creía que Jehová había dado y que Jehová había quitado, y alababa el nombre de Dios. Dio un testimonio rotundo de Él. Cuando seguimos a Dios, Satanás nos acusará y atacará, y eso es lo que nos tienta. Como las cosas que están pasando en tu familia. El objetivo de Satanás es hacer que abandones a Dios y pierdas Su salvación. Debemos tener fe en Dios y no caer en las argucias de Satanás”. Después de oír la enseñanza de Wang Fang, me di cuenta de que este incidente era en realidad una batalla espiritual y que Satanás intentaba perturbarme. Satanás no quería que me salvara por creer en Dios, así que hacía todo lo posible por destruir y trastornar mi fe y mi salvación. Al emplear el accidente de tránsito de mi esposo para hacer flaquear mi decisión de seguir a Dios, lo que Satanás quería era hacerme dudar de Dios, que dejara de creer en Él y que al final yo muriera en ese estado. Satanás es muy malévolo. ¡No podía caer en su trampa! Luego, pensé un poco más en la noche del accidente de mi esposo. Estaba oscuro y llovía; el camino de montaña ya era irregular, y con la lluvia se volvió resbaladizo; mi hermano conducía imprudentemente y, por accidente, metió el auto en una zanja; y todo esto habría pasado de todas formas, creyera o no en Dios. Sin embargo, cuando estas cosas salieron mal, yo me quejé de Él. ¡Estaba tan falta de razón! ¡No debería haberme quejado de Dios! Después de comprender esto, resolví continuar siguiendo a Dios y creyendo en Él. También oré a Dios y le encomendé a mi esposo, porque sabía que Dios determinaría si se recuperaría o no. Estaba dispuesta a someterme. Luego, seguí creyendo en Dios y asistiendo a reuniones. Medio año más tarde, después de tomar medicamentos, la mente de mi esposo regresó de a poco a la normalidad. Se volvió más enérgico y no tuvo ninguna secuela a largo plazo. A consecuencia de este incidente, vi la protección de Dios y mi fe en Él se fortaleció.
Un día de febrero, en 2011, un vecino me dijo que varios de sus cerdos habían contraído la fiebre aftosa y me preguntó cómo estaban los míos. Mi esposo le dijo que nuestros cerdos estaban bien. Sin embargo, al cabo de unos días, algunas de nuestras cerdas que acababan de parir lechones se contagiaron de fiebre aftosa. Las crías que tomaron la leche de las cerdas también se infectaron, y, en poco más de un mes, murieron más de sesenta cerditos. Fue como una puñalada en el corazón. Me precupaba mucho que, si el resto de las crías que teníamos también enfermaban, perderíamos todo; tanto nuestra inversión principal como las ganancias potenciales. Mi suegro se quejó de mí: “Tu fe en Dios no mantuvo a salvo a la familia. Tu esposo tuvo un accidente de tránsito y ahora enfermaron los cerditos”. Mi esposo ni siquiera me dejaba ir a las reuniones. Todos en mi familia me rodeaban y se turnaban para criticarme duramente, y yo me sentía muy dolida. Inconscientemente, comencé a dudar de Dios: “Murieron tantos cerditos… ¿realmente puede deberse a mi fe en Dios?”. Caí en la negatividad y la debilidad, y no asistí a ninguna reunión durante dos o tres meses. Luego, al pensar en el accidente que había tenido anteriormente mi esposo, comprendí que Satanás estaba intentando perturbarme de nuevo. Pero estaba comiendo y bebiendo las palabras de Dios y cumpliendo mi deber, por lo que, de seguro, debía contar con la protección de Dios. ¿Por qué Dios no me bendecía? ¡No había ninguna diferencia entre creer en Dios o no! Cuanto más pensaba en esto, me volvía más insegura sobre cómo experimentar esta situación. Entonces, me arrodillé y oré a Dios: “¡Dios! Docenas de cerditos propiedad de mi familia han muerto. Mis parientes me atacan por esto y no creo poder soportarlo mucho tiempo más. Por favor, esclaréceme y guíame para comprender Tu intención”. Después de orar, recordé la enseñanza que había compartido conmigo la hermana Wang Fang sobre la experiencia de Job. Cuando Satanás intentó tentar a Job, los ladrones se robaron su vasta fortuna, sus hijos murieron aplastados y él se cubrió de llagas. Pero Job conocía la soberanía de Dios. Él sabía que Dios había dado y que Dios había quitado. Job no tuvo dudas sobre Él, y continuó alabando Su nombre, se mantuvo firme en su testimonio de Dios y humilló a Satanás. Pensé en cómo habían enfermado y fallecido mis cerditos, y que esto también era Satanás intentando tentarme y perturbarme. Yo también debía mantenerme firme en mi testimonio de Dios. Job perdió mucho ganado y su vasta fortuna y, sin embargo, no se quejó de Dios. En cambio, yo me había quejado de Dios solo por la muerte de unas docenas de cerditos. ¡Estaba realmente lejos de Job si me comparaba con él! Al darme cuenta de esto, oré a Dios y juré que, sin importar la forma en que Satanás intentara perturbarme de nuevo, seguiría creyendo en Dios y adorándolo.
Luego, busqué leer palabras de Dios que fueran relevantes para mi estado. Vi estas palabras de Dios: “Lo que buscas es poder ganar la paz después de creer en Dios, que tus hijos no se enfermen, que tu esposo tenga un buen trabajo, que tu hijo encuentre una buena esposa, que tu hija encuentre un esposo decente, que tu buey y tus caballos aren bien la tierra, que tengas un año de buen clima para tus cosechas. Esto es lo que buscas. Tu búsqueda es solo para vivir en la comodidad, para que tu familia no sufra accidentes, para que los vientos te pasen de largo, para que el polvillo no toque tu cara, para que las cosechas de tu familia no se inunden, para que no te afecte ningún desastre, para vivir en el abrazo de Dios, para vivir en un nido acogedor. Un cobarde como tú, que siempre busca la carne, ¿tiene corazón, tiene espíritu? ¿No eres una bestia? Yo te doy el camino verdadero sin pedirte nada a cambio, pero no buscas. ¿Eres uno de los que creen en Dios? Te otorgo la vida humana real, pero no la buscas. ¿Acaso no eres igual a un cerdo o a un perro?” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Las experiencias de Pedro: su conocimiento del castigo y del juicio). Por las palabras de Dios, comprendí que Dios desdeña a aquellos que creen en Él con la intención de ganar bendiciones. Sin embargo, en mi fe, yo quería que Él protegiera la paz y la salud de mi familia, que mi ganado tuviera muchas crías y que fuéramos capaces de hacer una fortuna con ellas. Cuando todos los asuntos familiares iban bien, sin desastres ni infortunios, cumplía activamente mis deberes, y, después de que mi esposo se recuperó de su accidente de tránsito, agradecí a Dios en mi corazón. Pero cuando los cerditos no paraban de morir, uno tras otro, me quejé de Dios por no proteger a mi familia. Me volví tan negativa que no pude centrarme en leer las palabras de Dios ni asistí a las reuniones durante dos o tres meses. Cada día me preocupaba por la salud de los cerditos y por nuestras pérdidas financieras. Me di cuenta de que solo creía en Dios para recibir Su gracia y Sus bendiciones, y estaba tratando de negociar con Él. ¡Había sido verdaderamente egoísta y despreciable! Pensemos en un perro. Cuando el dueño lo alimenta, el perro cuida la casa para él; pero cuando el dueño no lo alimenta, el perro sigue custodiando su casa. Yo era incluso peor que un perro. Agradecía a Dios cuando me bendecía, pero cuando me decepcionaba un poco perdía la fe en Él. Incluso cuando mi familia me atacó, sutilmente comencé a aceptar sus opiniones y a albergar dudas y quejas sobre Dios. ¡Qué atolondrada había sido! Carecía de experiencia en la crianza de cerdos, así que era inevitable que las crías se contagiaran de la fiebre aftosa y murieran. Además, algunos de los cerdos criados por mis vecinos también habían muerto, y esto es algo muy común en la industria ganadera. No obstante, yo no podía ver ese asunto correctamente y, en cambio, me quejaba de Dios por no proteger a mi familia. ¿No era irracional por mi parte? Después de comprender la intención de Dios, experimenté una gran sensación de liberación en mi corazón. Estuve dispuesta a despojarme de mi deseo de bendiciones y a dejar de reclamárselas y de pedirle paz a Dios, a someterme a Sus orquestaciones y arreglos, y a aprender lecciones en las situaciones que Él disponía para mí. Después de eso, seguí asistiendo a las reuniones y, lentamente, mi relación con Dios se volvió más cercana.
Una mañana de agosto, cuando fui a alimentar a los animales, me percaté de que dos cerdos adultos estaban tosiendo y tenían manchas rojas en el cuerpo. Me apresuré a llamar a mi vecino para preguntarle de qué enfermedad podría tratarse. Mi vecino dijo: “En esta época del año, los cerdos son propensos a tener fiebres altas. Algunos cerdos de la familia de al lado han contraído esta enfermedad. Es contagiosa, así que deberías apresurarte y comprar alguna medicina preventiva”. Me preocupó mucho oír que esta enfermedad era contagiosa. Mi familía tenía más de cuarenta cerdos adultos que estaban casi listos para vender. Si todos contraían fiebre y morían, ¿no se irían al garete mi inversión de los últimos seis meses y mis posibles beneficios? Así que oré a Dios y le encomendé este asunto. Luego, recordé las palabras de Dios: “El corazón y el espíritu de las personas están en manos de Dios; todo lo que hay en su vida es contemplado por los ojos de Dios. Independientemente de si crees en todo esto o no, todas las cosas y cualquiera de ellas, ya estén vivas o muertas, se moverán, se transformarán, se renovarán y desaparecerán de acuerdo con los pensamientos de Dios. Así es como Dios tiene la soberanía sobre todas las cosas” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Dios es la fuente de la vida del hombre). Las palabras de Dios me hicieron comprender que tanto lo que está vivo como lo que no están en Sus manos; si los cerdos se infectaban o no lo hacían, también estaba en manos de Dios. Todo lo que podía hacer era darles medicamentos como precaución; su vida o muerte la determinaría Dios. Estuve dispuesta a someterme a Su soberanía y Sus arreglos y ya no me quejé de Él. Luego, cuando alimenté a los cerdos, mezclé la medicina preventiva con la comida, y, después de un par de días, los dos cerdos enfermos se recuperaron. El resto también estaba bien. Dos meses después, aunque muchos de los cerdos de otras casas murieron, mis cuarenta y tantos cerdos estaban sanos y se vendieron a un precio alto. Esta vez no me quejé de Dios porque los cerdos hubieran enfermado, y me alegré mucho y me sentí agradecida hacia Él por Su protección.
Luego, leí otro pasaje de las palabras de Dios y encontré una senda de práctica. Dios Todopoderoso dice: “No existe correlación entre el deber del hombre y que él reciba bendiciones o sufra desgracias. El deber es lo que el hombre debe cumplir; es la vocación que le dio el cielo y no debe depender de recompensas, condiciones o razones. Solo entonces el hombre está cumpliendo con su deber. Recibir bendiciones se refiere a las bendiciones que disfruta una persona cuando es hecha perfecta después de experimentar el juicio. Sufrir desgracias se refiere al castigo que recibe una persona cuando su carácter no cambia tras haber pasado por el castigo y el juicio; es decir, cuando no experimenta ser hecho perfecto. Pero, independientemente de si reciben bendiciones o sufren desgracias, los seres creados deben cumplir su deber, haciendo lo que deben hacer y haciendo lo que son capaces de hacer; esto es lo mínimo que una persona, una persona que busca a Dios, debe hacer. No debes llevar a cabo tu deber solo para recibir bendiciones, y no debes negarte a actuar por temor a sufrir desgracias” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. La diferencia entre el ministerio de Dios encarnado y el deber del hombre). Por las palabras de Dios, comprendí que cumplir los deberes con fe es la vocación que el cielo envía al hombre; es lo que debemos hacer y no debería depender de las recompensas. Este es el buen juicio que debe tener una persona. No debía intentar negociar con Dios en mi fe. Cuando Dios bendecía y protegía a mi familia, le agradecía; pero si las cosas en casa iban mal y ocurría una desgracia, comenzaba a quejarme de Él. Dios no aprueba este tipo de fe. Soy un ser creado y mi porvenir y mi fortuna están en manos de Dios. Aunque Dios dé o quite, debo someterme a Sus orquestaciones y arreglos y cumplir bien mis deberes. Por medio de estas experiencias, gané algo de discernimiento sobre las argucias de Satanás y comprendí un poco mi intención de buscar bendiciones a través de mi fe. Mi punto de vista equivocado sobre la fe en Dios también se corrigió un poco. Comprendí que, si creemos en Dios, debemos someternos a Él, perseguir la verdad y buscar un cambio de carácter. ¡Estoy muy agradecida a Dios por el entendimiento y las ganancias que he recibido!