83. ¿Mi deber o mi carrera?
Desde pequeña, veía en los diarios y en la televisión cómo emprendedoras y mujeres fuertes de toda clase social alcanzaban fama y ganancias. Eran muy glamorosas, y las envidiaba mucho. Esperaba algún día convertirme también en una emprendedora exitosa para que mis amigos y familiares me admiraran y estimaran. ¡Qué vida feliz y gloriosa sería! Para poder cumplir mi sueño más rápido, en 1997, mi esposo y yo renunciamos a nuestros empleos en la fábrica y nos embarcamos en una nueva aventura: comenzamos un negocio de ropa. Con el impulso de la renovación y la apertura, pronto ganamos algo de dinero y el negocio se fue estabilizando de a poco. Todos nuestros amigos y familiares nos estimaban y querían ganarse nuestro favor. De repente, mi esposo y yo nos volvimos populares en la familia. Estaba muy feliz. Pero no estaba satisfecha y quería que el negocio creciera todavía más. Así, cuando llegara el momento, ocuparíamos nuestro lugar en el mundo empresarial. Luego, nos involucramos en la venta al por mayor con un empresario. Lo que no nos esperábamos era que resultara un embustero y, como resultado, perdimos todos nuestros ahorros. No nos quedó otra alternativa más que vender la tienda y regresar a nuestro pueblo natal. Estaba desesperada. Sin embargo, nunca abandoné mi sueño de emprender, y planeaba pedir dinero prestado para volver al ruedo. Nunca podría haber imaginado que, cuando nuestros familiares vieron que estábamos en aprietos, se negarían a ayudarnos por miedo a que no pudiéramos devolver el dinero. Me sentí muy miserable e impotente. Al verme tan alicaída, mi esposo me consoló diciendo: “No estés triste. Como suele decirse: ‘Cuando eres rico, tienes amigos por doquier; pero cuando eres pobre, todos te ignoran’. Así de dura es esta sociedad. Si no tienes dinero, te desprecian hasta tus padres. ¡Nuestros amigos y familiares solo nos estimarán si nos hacemos ricos!”. Al recordar lo gloriosas que habían sido las cosas en comparación a la vergüenza que sentimos por el rechazo de nuestros amigos y familiares, ¡me juré a mí misma que volvería al ruedo! Pedí dinero prestado a unos amigos que no eran del pueblo, de aquí y de allá, y comencé un negocio con una franquicia de marca. Bajo mi diligente conducción, el negocio fue prosperando gradualmente. Unos años después, tenía un auto, una casa y ahorros. Mis clientes adinerados me trataban con gran entusiasmo y mi esposo me obedecía al pie de la letra porque yo era capaz de ganar dinero. Tanto amigos como familiares volvieron a adularme, y me elogiaban por ser lista, capaz y una mujer fuerte. Aunque sabía que los halagos no eran sinceros, de todas formas disfrutaba verlos adularme. Las cosas eran distintas ahora que tenía dinero, y ser capaz de ganarme la admiración de tantas personas satisfacía enormemente mi vanidad. Sentía que todos esos años de trabajo duro habían valido la pena.
Luego, mis pares vieron que me estaba haciendo rica vendiendo productos de marca, así que comenzaron a hacerlo también. De pronto, sentí que una crisis era inminente. Para vencer a mis competidores, no solo tenía que vigilarlos y protegerme contra ellos, sino que también tenía que quedar bien con mis clientes de todas las formas posibles; los llamaba a diario para ver cómo estaban y lanzaba varias promociones para atraer compradores. Todos los días mostraba una fachada, competía tanto abierta como solapadamente con mis pares y endulzaba a los clientes. Por dentro, me sentía muy cansada y reprimida. Cuando terminaba el día, mi cansancio era tal que me dolía la espalda. Al llegar a casa, lo único que quería era lograr un sueño reparador y no tenía ganas ni de hablar. Sin embargo, cuando me acostaba, solo daba vueltas en la cama sin poder dormir. Me preguntaba qué estarían planeando secretamente mis competidores en mi contra, y qué evento promocional podía organizar para vencerlos. Tenía la cabeza llena de cálculos y pruebas; estaba al límite. A menudo sufría de insomnio por trabajar de más. Usaba muchos productos calmantes y nutritivos para el cerebro, pero era en vano. A veces acababa durmiéndome, pero me despertaba asustada en medio de pesadillas. Solía sentir un vacío y una ansiedad inexplicables. Me preocupaba que, si holgazaneaba tan solo un poco, mis competidores ganarían y quedaría afuera del mercado con la reputación arruinada. Por fuera lucía exitosa, pero solo yo sabía lo mucho que sufría por dentro. A mitad de la noche, a menudo pensaba: “¿Esta es la vida feliz que añoré todos estos años?”. Estaba confundida, pero seguía sin querer tener una vida mediocre y que los demás me menospreciaran. Entonces, aunque estaba agotada física y mentalmente, aún así no me atrevía a relajarme ni un poco. Todo lo que quería era hacer crecer el negocio. Después de algunos años de cuidadosa administración, la marca que gerenciaba se hizo popular en el área. En las ceremonias de reconocimiento, la oficina central incluso me invitaba a dar discursos para compartir mis experiencias exitosas. Cuando me subía a la tarima del orador y oía las tandas de aplausos y veía la admiración en los ojos de los demás, sentía que mi sueño por fin se había vuelto realidad. Estaba muy emocionada y feliz. Era como probar qué se sentía ser una celebridad. Estaba en las nubes y sentía que todos los años de sufrimiento y trabajo duro habían valido la pena. Sin embargo, nadie conocía el cansancio y el sufrimiento que sentía detrás del éxito. El exceso de trabajo me deterioró la vista. El médico dijo que mi humor vítreo estaba nublado y que tenía cataras severas, y que debía operarme para evitar quedar ciega. Aunque había ganado la admiración de mis amigos y familiares, nada aliviaba el dolor y el vacío que sentía por dentro. Como la presión de la competencia era tan grande, a menudo me sentía al límite. Aunque mis pares y yo nos saludábamos con sonrisas, las argucias se agitaban debajo de la superficie y estábamos muy a la defensiva entre nosotros. Entonces, aunque nuestra industria era enorme, no tenía a nadie en quien confiar. Todos los días vivía aparentando y mi corazón añoraba el momento en que pudiera tener una vida relajada y feliz.
En 2007, una hermana me dio testimonio de la obra de Dios Todopoderoso de los últimos días. A través de la lectura de las palabras de Dios, vi que eran la verdad y estuve segura de que Él es el Señor Jesús que ha regresado. Además, me di cuenta de que Dios se ha encarnado en los últimos días para realizar la obra del juicio a fin de salvar a la humanidad; también que, solo al aceptar el juicio y la purificación de Dios Todopoderoso, y desechar nuestras actitudes corruptas, podemos ser salvados por Él y entrar en Su reino. Escuché un himno de las palabras de Dios que realmente me conmovió.
Dios está buscando tu corazón y tu espíritu
[…]
2 El Todopoderoso tiene misericordia de estas personas que han sufrido profundamente. Al mismo tiempo, siente aversión hacia estas personas que no tienen ninguna conciencia en absoluto, porque ha tenido que esperar demasiado para obtener una respuesta por parte de la gente. Él desea buscar, buscar tu corazón y tu espíritu, y traerte alimento y agua para que te despiertes y ya no tengas sed ni hambre. Cuando estés cansado y cuando sientas algo de la desolación de este mundo, no estés perdido, no llores. Dios Todopoderoso, el Vigilante, acogerá tu llegada en cualquier momento.
3 Está vigilando a tu lado, esperando que des marcha atrás. Está esperando el día en el que recuperes la memoria de repente: cuando seas consciente del hecho de que viniste de Dios, que, en un momento desconocido, perdiste el rumbo, en un momento desconocido, perdiste el conocimiento a lo largo del camino y en un momento desconocido, adquiriste un “padre”. Además, cuando te des cuenta de que el Todopoderoso ha estado siempre vigilando en ese lugar, esperando durante mucho, mucho tiempo tu regreso.
4 Él ha estado vigilando con un anhelo desesperado, esperando una respuesta sin tenerla. Su vigilancia y espera no tienen precio y son por el corazón y el espíritu de los seres humanos. Tal vez esta vigilancia y espera sean indefinidas y, quizá, ya estén llegando a su fin. Pero tú debes saber exactamente dónde se encuentran tu corazón y tu espíritu en este momento.
La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. El suspiro del Todopoderoso
Las palabras de Dios me conmovieron profundamente y pensé en el arduo camino que fue administrar mi negocio todos esos años. Aunque tenía un auto, una casa y mis deseos estaban satisfechos, aún me sentía intranquila. Para ganar más dinero a diario, elogiaba a mis compradores y los adulaba, y mis pares y yo tramábamos planes en contra de los demás y nos engañábamos para obtener ganancias. Estaba agotada física y mentalmente. Mostraba una apariencia fantástica pero, por dentro, sufría mucho. Ahora que había escuchado el llamado de la voz de Dios, me sentía como una huérfana que, después de haber vagado durante muchos años, finalmente regresaba al abrazo cálido de la madre y nunca más se sentiría sola o indefensa. En las reuniones, los hermanos y hermanas eran simples y abiertos. Compartían sus entendimientos sobre las palabras de Dios y eran francos y sinceros entre ellos. Las argucias del mundo de los negocios no existían allí, ni tampoco los celos y los conflictos. Cuando encontraba dificultades, los hermanos y hermanas compartían conmigo las palabras de Dios, iluminaban mi corazón y me daban una senda de práctica. Eso me hacía sentir muy relajada y liberada. Nunca antes me había sentido así. ¡Creer en Dios es maravilloso!
Luego, durante mis prácticas devocionales, leí estas palabras de Dios: “Si verdaderamente tienes conciencia, entonces debes tener una carga y un sentido de responsabilidad. Debes decir: ‘Independientemente de si voy a ser conquistado o perfeccionado, debo dar correctamente ese paso del testimonio’. Como ser creado, uno puede ser completamente conquistado por Él y, finalmente, es capaz de satisfacerlo, de retribuir Su amor con un corazón amante de Dios y consagrándose completamente a Él. Esta es la responsabilidad del hombre, es el deber que debe desempeñar el hombre y la carga que debe soportar, y debe completar esta comisión. Solo entonces el hombre cree en Dios verdaderamente. Hoy, ¿lo que haces en la iglesia es el cumplimiento de tu responsabilidad? Esto depende de si llevas una carga y de tu propio conocimiento” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Práctica (3)). Leí las palabras de Dios una y otra vez y sentí remordimiento. Después de aceptar la obra de Dios de los últimos días, disfruté la provisión de Sus palabras a diario. Cuando las cosas se ponían difíciles, los hermanos y hermanas compartían conmigo las palabras de Dios para ayudarme. Eso era el amor de Dios. No podía disfrutar la provisión de Dios a cambio de nada y no cumplir mi deber. Hacer eso sería carecer de conciencia. Como ser creado, debo cumplir mi deber; esa es mi responsabilidad y obligación. Conmovida por las palabras de Dios, comencé a hacer mi deber lo mejor que pude.
Dos años después, me eligieron líder del equipo de riego, y todos los días estaba ocupada regando y brindando apoyo a los recién llegados. Como no tenía mucha energía, dejaba que el negocio lo manejaran los empleados de la tienda. A veces caían las ventas, y mi esposo discutía conmigo, diciendo: “Si tú no estás cerca de la tienda, el negocio fracasará tarde o temprano. ¿quién te tendrá en consideración entonces?”. Lo que dijo me dio justo donde dolía. Recordé cómo me habían menospreciado tanto amigos como familiares cuando estuve arruinada. Los logros del negocio habían sido muy difíciles de conseguir; tenía que seguir administrándolo apropiadamente. Sin embargo, luego pensé que cumplir mi deber era mi responsabilidad y mi obligación. No podía carecer de conciencia y no cumplirlo. Estaba muy conflictuada por dentro. Pensé: “Si las ventas siguen cayendo, ¿qué haría si la tienda tuviera que cerrar de veras? ¿Quién me estimaría entonces? No, mi prioridad es pensar en una forma de aumentar las ventas”. Después de eso, ya no me esforcé mucho al hacer mi deber. Cuando oía que un hermano o hermana se sentía negativo o débil, solía apresurarme a ayudarlos y brindarles apoyo. Pero ahora, todo lo que quería era correr a la tienda. En varias ocasiones, como había mucho trabajo en la tienda y no podía irme, acababa llegando tarde a las reuniones. Me sentía un poco culpable, pero simplemente no podía dejar de lado mi negocio. Como no regaba ni brindaba apoyo a tiempo a los hermanos y hermanas que se sentían negativos y débiles, una hermana se centró por completo en hacer dinero y dejó de asistir a las reuniones; además, otros hermanos y hermanas dejaron de asistir regularmente. Cuando me enteré de que sucedían estas cosas, me sentí muy mal. Sin embargo, siempre que el negocio y el deber se enfrentaban porque no podía prestarle atención a mi negocio, sentía cierta debilidad en mi interior y me encontraba deseando cambiar mi deber por uno más liviano. Pero luego, pensé en un pasaje de las palabras de Dios: “Cómo tratas las comisiones de Dios es de extrema importancia y un asunto muy serio. Si no puedes llevar a cabo lo que Dios les ha confiado a las personas, no eres apto para vivir en Su presencia y deberías ser castigado. Es perfectamente natural y está justificado que los seres humanos deban completar cualquier comisión que Dios les confíe. Esa es la responsabilidad suprema del hombre, y es tan importante como sus propias vidas. Si no te tomas en serio las comisiones de Dios, lo estás traicionando de la forma más grave. En esto eres más lamentable que Judas y debes ser maldecido. La gente debe entender bien cómo tratar lo que Dios les confía y, al menos, debe comprender que las comisiones que Él confía a la humanidad son exaltaciones y favores especiales de Dios, y son las cosas más gloriosas. Todo lo demás puede abandonarse. Aunque una persona tenga que sacrificar su propia vida, debe seguir cumpliendo la comisión de Dios” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Cómo conocer la naturaleza del hombre). Las palabras de Dios me hicieron sentir el significado especial del deber. Nuestro deber es una comisión que nos da Dios. Como seres creados, debemos cumplir bien nuestros deberes; esa es nuestra responsabilidad. Dios mostraba Su gracia para mí al darme la oportunidad de formarme en el riego de los recién llegados. Sin embargo, solo prestaba atención a mi propio negocio y no los regaba ni les brindaba apoyo. Como algunos hermanos y hermanas no recibían el riego que necesitaban, abandonaban. ¿Acaso no los estaba dañando? Trababa mi deber con liviandad e irresponsabilidad. ¡Había traicionado a Dios! Cuanto más pensaba en ello, más remordimiento y culpa sentía. Entonces, oré a Dios, dispuesta a arrepentirme y cumplir bien mi deber. Luego, comencé a regar y apoyar activamente a los recién llegados. Algunos hermanos y hermanas que habían dejado de ir a las reuniones volvieron a asistir con regularidad. Finalmente, comencé a sentir el corazón en calma.
En 2013, me eligieron líder de iglesia. Sabía que Dios me estaba elevando, pero nuevamente me sentía dividida por dentro: sin importar lo ocupada que estuviera como líder del equipo de riego, siempre podía hacerme un tiempo para manejar mi negocio. Como líder de iglesia, sería responsable de todo el trabajo de la iglesia y no tendría tiempo de atender la tienda. A medida que pasara el tiempo, ¿se irían a otro lado mis antiguos compradores? ¿No estaría retirándome y entregando a otros por nada la cartera de clientes que tanto me había costado reunir a lo largo de los años? Pensé que, todo ese tiempo, mi esposo me había cuidado, y mis amigos y familiares me habían saludado con sonrisas, solo porque era capaz de hacer dinero. ¿Quién me estimaría si me quedaba sin una carrera? Cuando pensaba en la posibilidad de perder todo lo que me había costado tanto conseguir, me sentía increíblemente atormentada. Sin embargo, si no aceptaba este deber, no tendría la conciencia en paz y me sentiría en deuda con Dios. Por la noche, daba vueltas en la cama sin poder dormir. Pensaba en mi fe en Dios durante los últimos años, en cómo había comido, bebido y gozado de Sus palabras a diario, y en todas las gracias y bendiciones de Dios que había disfrutado. Cuando estuve a la deriva en el mundo, desolada e indefensa, las palabras de Dios entibiaron mi corazón y me llevaron a Su casa; enseguida, mi corazón encontró apoyo. Cuando corría de un lado a otro, me mantenía ocupada solo por el dinero, y me sentía agotada física y mentalmente, las palabras de Dios me ayudaron a comprender el deber y la responsabilidad que debía cumplir como un ser creado, y encontré la forma de comportarme. Cuando perseguía el dinero, era negligente en mi deber. El juicio y la exposición de las palabras de Dios me hicieron ver que mi actitud hacia mi deber era una traición a Dios, y mi corazón adormecido e intransigente despertó. Esto era el amor y la salvación de Dios para mí. ¿Cómo podría volver a priorizar mi negocio antes que mi deber y lastimar Su corazón? Oré a Dios y le pedí fe y fortaleza para tomar la decisión correcta.
La mañana siguiente, leí un pasaje de las palabras de Dios Todopoderoso: “Si en estos momentos colocase dinero en frente de vosotros, y os diera la libertad de escoger, y si no os condenara por vuestra elección, la mayoría escogería el dinero y renunciaría a la verdad. Los mejores de entre vosotros renunciarían al dinero y de mala gana elegirían la verdad, mientras que aquellos que se encuentran en medio tomarían el dinero con una mano y la verdad con la otra. ¿No se haría evidente de esta manera vuestra verdadera esencia? Al elegir entre la verdad y cualquier cosa a la que sois leales, todos tomaríais esa decisión, y vuestra actitud seguiría siendo la misma. ¿No es así? ¿Acaso no hay muchos entre vosotros que han fluctuado entre lo correcto y lo incorrecto? En todas las luchas entre lo positivo y lo negativo, lo blanco y lo negro —entre la familia y Dios, los hijos y Dios, la armonía y la fractura, la riqueza y la pobreza, el estatus y lo ordinario, ser apoyados y ser rechazados y así sucesivamente— ¡seguro que no ignoráis las elecciones que habéis hecho! Entre una familia armoniosa y una fracturada, elegisteis la primera, y sin ninguna vacilación; entre la riqueza y el deber, de nuevo elegisteis la primera, aun careciendo de la voluntad de regresar a la orilla; entre el lujo y la pobreza, elegisteis lo primero; entre vuestros hijos e hijas, esposa, marido y Yo, elegisteis lo primero; y entre la noción y la verdad, seguís eligiendo la primera. Al enfrentarme a toda forma de acciones malvadas de vuestra parte, simplemente he perdido la fe en vosotros. Estoy absolutamente asombrado de que vuestro corazón sea tan incapaz de ablandarse. La sangre del corazón que he gastado durante muchos años sorprendentemente solo me ha traído vuestro abandono y resignación, pero Mis esperanzas hacia vosotros crecen con cada día que pasa, porque Mi día ha sido completamente expuesto ante todos. Sin embargo, continuáis buscando cosas oscuras y malvadas, y os negáis a dejarlas ir. Entonces, ¿cuál será vuestro resultado? ¿Habéis analizado detenidamente esto alguna vez? Si se os pidiera que eligierais de nuevo, ¿cuál sería, entonces, vuestra postura? ¿Seguiría siendo lo primero? ¿Seguiríais dándome decepciones y una tristeza miserable? ¿Seguirían vuestros corazones teniendo solo un ápice de calidez? ¿Seguiríais sin ser conscientes de qué hacer para consolar a Mi corazón?” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. ¿A quién eres leal?). Al considerar las palabras de Dios, me sentí tocada y angustiada. Desde que comencé a creer en Dios, había estado luchando y debatiéndome entre la carrera y el deber; no quería abandonar la carrera que tanto me había costado conseguir, pero tampoco estaba dispuesta a abandonar la verdad. Entonces, cuando mi deber afectaba mi carrera, me sentía reacia e incluso quería rechazar mi deber. Solo a través de la exposición de las palabras de Dios vi que, aunque creyera en Él y lo siguiera, no había lugar para Él en mi corazón; lo que yo valoraba no eran la verdad ni la salvación de Dios, sino mi carrera, dinero y estatus. Eso no era tener fe en Dios, sino traicionarlo y seguir a Satanás. Dios es un Dios que aborrece el mal. Si quería la salvación de Dios, pero al mismo tiempo perseguía el dinero, la fama, las ganancias y disfrutaba de la carne, era imposible que Él me salvara. Que Dios se haya encarnado en los últimos días y expresara la verdad para salvar a la humanidad es nuestra única oportunidad de ser salvados. Si continuaba siguiendo el dinero ciegamente, no perseguía la verdad y perdía esta oportunidad única, ¿no estaría destruyendo mi propia vida? ¡Lo lamentaría por el resto de mis días! Tener ahora la oportunidad de cumplir mi deber y perseguir la verdad era el amor y la gracia de Dios, y le estaba agradecida. Comí y bebí Sus palabras y disfruté de Su gracia y provisión, pero no pensaba en cumplir bien mi deber; siempre quise seguir atendiendo mi negocio y hacer dinero, y perseguir la fama, las ganancias y el estatus. ¡Carecía por completo de conciencia y razón! Ya no podía seguir la carne y rebelarme contra Dios. Él esperaba que yo tomara la decisión correcta. Tenía que abandonar mi carrera para centrarme en perseguir la verdad, y debía cumplir bien mi deber. Luego, dejé todo el negocio en manos de los empleados de la tienda para que ellos lo administraran, y comencé a dedicarme a mis deberes a tiempo completo. Aunque todos los días estaba ocupada, me sentía en calma en mi corazón. Cuando veía en la iglesia a algunos hermanos y hermanas que eran como yo solía ser, que trabajaban de sol a sol, andaban a las corridas, se desesperaban por ganar dinero, y vivían sumidos en el dolor y la confusión entre los trucos y daños de Satanás, confiaba en Dios y les compartía Sus palabras. Después de comprender las intenciones de Dios, eran capaces de despojarse de la atadura del dinero, cumplir activamente su deber, perseguir la verdad, y llevar una vida mucho más relajada y liberada que antes. En ese momento, alcancé una apreciación más profunda de la meticulosa intención de Dios de salvar a las personas, y me conmovió mucho. Si Dios no expresara la verdad y salvara a la gente, todos seríamos engañados y lastimados por Satanás, y no tendríamos escapatoria. Ser capaz de cumplir mi deber en la iglesia era mucho más significativo que conducir un negocio en el mundo. Predicar el evangelio es un trabajo para salvar a las personas y es lo más valioso y significativo que existe. En el pasado, en pos de mis propios intereses, solía competir con los demás por la fama y las ganancias, y conspiraba contra ellos en el mundo. Me había vuelto malévola y falsa, y vivía sin ninguna semejanza de ser humano. Ahora que en la iglesia era capaz de hacer cosas significativas, además de comer y beber las palabras de Dios, perseguir la verdad y cambiar mis actitudes corruptas mientras cumplo mi deber, sentía que esa era la única forma de vivir con significado. Agradecía a Dios de todo corazón.
Un día, dos años después, cuando acababa de llegar a casa, mi esposo intentó persuadirme con insistencia, diciendo: “Has abandonado ser una jefa respetada. ¿Qué es toda esta tontería de ‘Dios’? Solo sé que ganar dinero es lo más realista. Con dinero, puedes comer bien, jugar bien, disfrutar la vida, y el resto de las personas te estima. ¿Quién pensará bien de ti si no tienes dinero? No estás en la tienda, las ventas han caído más de la mitad y no puede seguir así. Si tú no la administras, cerrará. Contemplas insensiblemente como te retiras y entregas a otros nuestro negocio. ¡Estás siendo estúpida!”. Yo temía caer nuevamente en la tentación de Satanás, así que rápidamente oré a Dios en silencio. Pensé en cómo mi esposo no creyente perseguía el dinero, la fama, las ganancias y seguía a Satanás, mientras que yo había escogido seguir a Dios y recorrer la senda de perseguir la verdad y ser salvada. Él me estaba pidiendo que abandonara mi deber y que regresara al bando de Satanás. Intentaba dañarme y arruinarme. No podía dejar que me limitara. Como vio que yo no cedería, trajo a mi tía y a mi suegro. Intentaron persuadirme todos juntos: “No nos oponemos a que creas en Dios, ¡pero tienes que ocuparte de tu negocio! ¿Quién se acordaba de nuestra familia antes, cuando no teníamos dinero? Ahora nuestros familiares y amigos nos adulan. ¿Eso no se debe a que nuestro negocio prospera? ¿Sabes cuántas personas nos envidian y no ven la hora de que nuestro negocio fracase? Nuestra tienda es antigua y su reputación es reconocida. Mucha gente te elogia por tus habilidades y destrezas. Si no cuidas al negocio, nuestra familia será pobre y nadie nos admirará. ¿Es así como quieres vivir?”. Pensé en las dificultades de comenzar un negocio y en cómo había crecido. Me había llevado más de diez años de sangre, sudor y lágrimas llegar hasta donde estaba, y había sido tan difícil. Si realmente debía abandonarlo, aún me sentía un poco reacia a hacerlo. Entonces, comprendí que había caído en la tentación de Satanás y me apresuré a orar a Dios. Pensé en un pasaje de Sus palabras que había leído antes: “Sin embargo, continuáis buscando cosas oscuras y malvadas, y os negáis a dejarlas ir. Entonces, ¿cuál será vuestro resultado? ¿Habéis analizado detenidamente esto alguna vez? Si se os pidiera que eligierais de nuevo, ¿cuál sería, entonces, vuestra postura? ¿Seguiría siendo lo primero? ¿Seguiríais dándome decepciones y una tristeza miserable? ¿Seguirían vuestros corazones teniendo solo un ápice de calidez? ¿Seguiríais sin ser conscientes de qué hacer para consolar a Mi corazón?” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. ¿A quién eres leal?). Las preguntas de Dios latían contra mi corazón. Desde que comencé a creer en Dios, leí muchas de Sus palabras y comprendí un poco de la verdad. Sabía cómo debían vivir y comportarse las personas. Aunque en los últimos dos años me había desprendido del dinero, la fama y las ganancias, la paz y la alegría que sentía dentro no podían medirse en esos términos. Había tenido la suerte de oír la voz de Dios y obtener Su salvación; no podía regresar al bando de Satanás. Entonces, les dije con calma: “Pensé mucho sobre dejar mi carrera, elegir creer en Dios y cumplir mi deber. Que Él exprese la verdad y salve a las personas en los últimos días para que podamos escapar al daño de Satanás y alcanzar la salvación de Dios es una oportunidad única en la vida. Todo lo que quiero hacer ahora es creer en Dios con todo el corazón y ya no llevar una vida de lucha por la fama y las ganancias. Espero que ustedes también puedan leer más de las palabras de Dios y aceptar Su salvación”. Me sorprendió que, en cuanto dije esto, mi tía y mi suegro hicieron un ademán con la mano y sacudieron la cabeza. Mi esposo dijo con furia: “¡Nosotros no creeremos en Dios! Debes tomar una decisión hoy. Si quieres seguir creyendo en Dios, ya no regreses. No tendrás nada que ver con esta familia. ¡Tú irás por tu camino y yo por el mío! ¡Cada uno tomará su rumbo!”. Al verlo parecer tan insensible, dije: “No quiero nada, estoy decidida a creer en Dios”. Cuando hice mi elección, mi esposo se dio por vencido y no me prestó más atención.
Algunas veces me preguntaba: “Siempre que hubo conflicto entre mi deber y mi negocio, me encontré en una encrucijada. ¿Por qué no puedo elegir cumplir mi deber y satisfacer a Dios sin dudar? ¿Cuál es la raíz exacta de este problema?”. Mientras buscaba la respuesta, leí que las palabras de Dios dicen: “¿Qué usa Satanás para mantener al hombre firmemente bajo su control? (La fama y la ganancia). De modo que Satanás usa fama y ganancia para controlar los pensamientos del hombre hasta que todas las personas solo puedan pensar en ellas. Por la fama y la ganancia luchan, sufren dificultades, soportan humillación, y sacrifican todo lo que tienen, y harán cualquier juicio o decisión en nombre de la fama y la ganancia. De esta forma, Satanás ata a las personas con cadenas invisibles y, al llevar estas cadenas, no tienen la fuerza ni el valor de deshacerse de ellas. Sin saberlo, llevan estas cadenas y siempre avanzan con gran dificultad. En aras de esta fama y ganancia, la humanidad evita a Dios y le traiciona, y se vuelve más y más perversa. De esta forma, entonces, se destruye una generación tras otra en medio de la fama y la ganancia de Satanás” (La Palabra, Vol. II. Sobre conocer a Dios. Dios mismo, el único VI). Mientras reflexionaba sobre las palabras de Dios, mi corazón vio la luz. Resulta que la fama y las ganancias son medios que Satanás emplea para corromper al hombre. Satanás usa la fama y las ganancias para controlar cómo pensamos, a fin de que nos devanemos los sesos, nos traguemos la humillación y llevemos una pesada carga para perseguirlas; hasta que, al final, evadimos y traicionamos a Dios y Satanás nos lleva al infierno. Pensé en que, durante años, todo lo que había perseguido eran fama y ganancias. Los venenos satánicos de: “El hombre deja su reputación allá por donde va, de la misma manera que un ganso grazna allá por donde vuela” y “Destácate del resto y honra a tus antepasados” se habían arraigado profundamente en mí. Desde que era pequeña, había admirado a las emprendedoras y mujeres fuertes, y esperaba convertirme algún día en alguien de renombre con fama y ganancias. Había considerado que el dinero, la fama y las ganancias eran la dirección de mi vida y mis objetivos. Todos estos años había trabajado duro para ganar dinero, compitiendo con mis pares tanto abiertamente como en secreto; todos contra todos, urdíamos planes, nos desautorizábamos y ajustábamos cuentas, tratando siempre de superar al otro. Mi carácter se volvió cada vez más falso y malévolo. Aunque estaba agotada física y mentalmente, no podía dejar de perseguir la fama y las ganancias, porque eran toda la esperanza de mi vida, y perderlas haría que la vida no tuviera sentido. Por eso, ver que las ventas caían era como perder la vida, y me aterrorizaba. Como temía que la tienda tuviera que cerrar y esto me haría perder la admiración de las personas, no podía evitar cumplir mi deber con reticencia y de manera superficial. Estuve a punto de usar mi negocio como excusa para eludir mi deber y regresar al bando de Satanás. La fama y las ganancias eran como cadenas que me sujetaban con fuerza. Se convirtieron en obstáculos en mi búsqueda de la verdad, y me hicieron posponer el cumplimiento de mi deber y rebelarme contra Dios, una y otra vez. Precisamente, Satanás usaba la fama y las ganancias para corroer y desintegrar mi decisión de perseguir la verdad, evitar que cumpla mi deber, hacerme perder la oportunidad de ser salvada y, al final, resistirme a Dios y que Él me destruya por eso. ¡Los medios que Satanás usa para corromper a las personas son insidiosos y malévolos! Pensé en todos aquellos que, a pesar de tener fama y ganancias, se sintieron vacíos y dolidos, y acabaron suicidándose para escapar. La fama y las ganancias solo traen un disfrute temporario para la carne; no pueden llenar el vacío en el corazón, ni salvar a las personas, ni mucho menos darles un bello destino. Si la gente no se presenta ante Dios y acepta Su salvación, entonces no importa cuánto prestigio ni cuántos recursos tengan, nada tendrá sentido.
Luego, leí otro pasaje de las palabras de Dios: “Cuando las personas tengan una comprensión auténtica del carácter de Dios, cuando puedan ver que el carácter de Dios es real, que es verdaderamente santo y verdaderamente justo, y cuando puedan alabar la santidad y la justicia de Dios en su corazón, conocerán de verdad a Dios, y habrán obtenido la verdad. Solo cuando la gente conoce a Dios vive en la luz. El efecto directo de conocer de verdad a Dios es poder amarlo y someterse sinceramente a Él. En la gente que de verdad conoce a Dios, comprende y obtiene la verdad se produce un cambio real en su visión del mundo y perspectiva de la vida, tras el cual tiene lugar una transformación real en su carácter-vida. Cuando la gente tiene los objetivos de vida correctos, puede perseguir la verdad y comportarse según la verdad, cuando se someten absolutamente a Dios y viven según Sus palabras, cuando se sienten con los pies en la tierra e iluminados hasta lo más hondo de su corazón, cuando este está libre de oscuridad y cuando viven totalmente libres y sin ataduras en la presencia de Dios, solo entonces llevan una verdadera vida humana y solo entonces se convierten en aquellos que poseen la verdad y la humanidad. Además, todas las verdades que has entendido y ganado proceden de las palabras de Dios y de Dios mismo. Solo cuando obtengas la aprobación de Dios Altísimo, del Creador, y Él diga que eres un ser creado apto que vive con semejanza humana, tu vida tendrá el mayor significado. Tener la aprobación de Dios significa que has recibido la verdad y que eres alguien que posee la verdad y tiene humanidad” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Cómo conocer la naturaleza del hombre). Por las palabras de Dios, comprendí que la única formar de vivir con valor y sentido es siendo capaces de perseguir la verdad, conocer a Dios y lograr cambios de carácter, sin estar ya sujetos al daño de Satanás y pudiendo así adorar a Dios libremente. Dios elogia y bendice esta vida. Hoy en día, las epidemias y toda clase de desastres son moneda corriente. Los no creyentes viven en un estado de pánico e inquietud, y sienten que el futuro es desolador. Cuando suceden las epidemias y las calamidades, se desesperan y se sienten atrapados. Sin embargo, los creyentes como nosotros comemos y bebemos las palabras de Dios a diario, y, con su guía y esclarecimiento, llegamos a comprender y discernir la esencia malvada de Satanás y las formas en que corrompe al hombre, y somos capaces de rechazarlo y seguir a Dios. Tenemos paz y alegría verdaderas en nuestros corazones, cumplimos activamente nuestros deberes, perseguimos la verdad todos los días, propagamos las palabras de Dios, damos testimonio de Su obra y vivimos bajo Su cuidado y protección. Por esto somos los más bendecidos y eso es algo que no podemos intercambiar por nada material. Llegué a experimentar todavía más que solo hay dos sendas en la vida: Una es seguir a Satanás, perseguir el dinero, el estatus, la fama y las ganancias, satisfacer la carne y seguir la senda de la destrucción; y la otra es seguir a Dios, perseguir la verdad, cumplir bien nuestro deber, despojarnos de nuestras actitudes corruptas, y seguir la senda de la salvación. No hay ningún camino intermedio. Queda poco tiempo y las grandes catástrofes ya se ciernen sobre nosotros. Aún hay mucha verdad que no comprendo. Ahora, lo más importante es valorar cada día, perseguir la verdad sinceramente, cumplir bien mi deber y vivir una auténtica semejanza humana.
Ahora, dedico todo el tiempo a cumplir mi deber en la iglesia, comer y beber las palabras de Dios con mis hermanos y hermanas, y mi corazón rebosa dulzura y alegría. A veces, al cumplir mi deber, encuentro algunas dificultades y revelo actitudes corruptas; sin embargo, con el esclarecimiento y la guía de las palabras de Dios, y la enseñanza y ayuda de los hermanos y hermanas, he llegado a comprender un poco mis actitudes corruptas y persigo cambiarlas. Creo que esto es lo más significativo. Aunque abandoné mi carrera, llegué a comprender algo de la verdad y a vivir con un poco de semejanza humana. Estoy muy agradecida a Dios. ¡Nunca me arrepentiré de haber tomado esta decisión!