51. Me desprendí del sentimiento de deuda que tenía con mi hijo
Desde que era pequeña, admiraba mucho a mi madre. Ella soportó muchas adversidades por mis hermanos y por mí. Siempre que me despertaba en mitad de la noche, la veía cosiendo ropa de algodón para nosotros a la luz de una pequeña lámpara de aceite y, al día siguiente, aún tenía que subir a la montaña a trabajar en el campo. Se mataba trabajando para cuidar de toda la familia. Mi padre no era muy responsable y, cuando mi hermano mayor llegó a la edad de casarse, fue mi madre quien se ocupó de todo. Todos los vecinos del pueblo la alababan por ser una buena esposa y una buena madre. En mi corazón, veía a mi madre como una referente y creía que sus actos definían lo que significaba ser una madre acorde al estándar.
Después de casarme, fui igual que mi madre: mi prioridad era siempre mi marido y mis hijos y, mientras ellos estuvieran cómodos, todo sufrimiento que yo padeciera valía la pena. En invierno, siempre me levantaba temprano, encendía la estufa, preparaba algo de comida y esperaba a que la casa estuviera calentita antes de despertar a mi marido y a mis hijos para desayunar. Ver que estaban tan bien cuidados me hacía sentir muy satisfecha. Mi suegra y mi cuñada mayor también me elogiaban por ser una buena esposa, y yo también creía que eso era lo que una mujer debía hacer. Pero, sorpresivamente, mi marido cayó enfermo de repente y falleció, y toda la carga de la familia cayó sobre mí. Me propuse a mí misma: “Tengo que asegurarme de que los niños terminen la escuela y se asienten”. Así que empecé un pequeño negocio en el mercado para pagar los estudios de mis dos hijos. En 1999, acepté la obra de Dios Todopoderoso de los últimos días. Al leer las palabras de Dios, entendí muchas verdades y también logré superar el dolor de haber perdido a mi marido. A partir de entonces, cumplía mi deber en la iglesia lo mejor que podía. En 2003, por culpa de la traición de una persona malvada, la policía local vino a mi casa a arrestarme. Por suerte, no estaba en casa en ese momento y evité la desgracia. Para evitar que el PCCh me arrestara, tuve que abandonar mi hogar para cumplir mi deber. La idea de dejar a mis hijos me llenaba de angustia el corazón. Mi marido había fallecido siendo joven, así que, si yo me iba, ¿qué sería de mis dos hijos? Mi hijo ya tenía 18 años, estaba cerca de la edad de casarse y, si yo no estaba a su lado, ¿quién lo ayudaría a asentarse? Pero, si no me iba, podrían arrestarme en cualquier momento y entonces tampoco podría cuidar de ellos. Mi hija también me dijo: “Mamá, prefiero que te vayas antes que ver que cómo te arrestan”. Ver que mi hija era tan considerada conmigo me partía aún más el corazón y, al final, me fui de casa con lágrimas en los ojos. Aunque me había marchado, mi corazón siempre estaba con mis dos hijos y me preguntaba: “¿Estarán bien? ¿Tendrán suficiente dinero? ¿Podrán encontrar trabajo? ¿Quién organizará la boda de mi hijo? ¿Me guardarán rencor y dirán que los abandoné?”. Cada vez que pensaba en estas cosas, me dolía el corazón. Sentía que no había cumplido con mis responsabilidades como madre y que había defraudado mucho a mis hijos. Tenía muchísimas ganas de volver y de cuidar de ellos, pero tenía miedo de que me arrestaran. Tenía el corazón muy atormentado. En ese momento, leí un pasaje de las palabras de Dios: “¿Quién puede en verdad esforzarse verdadera y enteramente por Mí y ofrecer su todo por Mi bien? Todos sois tibios, vuestros pensamientos dan vueltas y vueltas, pensáis en el hogar, en el mundo exterior, en la comida y en la ropa. A pesar de que estás aquí, delante de Mí, haciendo cosas para Mí, en el fondo, sigues pensando en tu esposa, tus hijos y tus padres, que están en casa. ¿Son todas estas cosas tu propiedad? ¿Por qué no las encomiendas a Mis manos? ¿No confías en Mí? ¿O es que tienes miedo de que Yo haga disposiciones inapropiadas para ti?” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Declaraciones de Cristo en el principio, Capítulo 59). Después de leer las palabras de Dios, sentí el corazón mucho más iluminado. ¿No sería mejor encomendar mis hijos a Dios que cuidar de ellos por mi cuenta? Todo está bajo la soberanía de Dios, y que mis hijos estuvieran bien o no estaba en Sus manos. Al pensar en esto, ya no me sentí tan angustiada.
A medida que pasaba más tiempo lejos de casa, mi hijo ya tenía poco más de veinte años y estaba en edad de casarse, y me preocupaba si fuera capaz de casarse. Mis hijos ya habían perdido a su padre y yo no estaba a su lado para cuidarlos, así que sentía muchísima pena por ellos. En 2007, me destituyeron de mi cargo de líder de distrito porque no tenía sentido de carga en mi deber. Me enteré de que mis hijos se habían ido a trabajar a la ciudad donde vivían mis hermanos, así que regresé para estar con ellos. Cuando mi hijo me vio, me trató con mucha frialdad y no quería hablar conmigo. Me dijo que solo me importaba mi fe y que los había abandonado. Me sentí muy culpable y creí que su resentimiento estaba justificado. Mis hermanos menores también vinieron a verme. Mi hermano me regañó y dijo: “Durante todos estos años que has estado fuera, tus hijos lo han pasado muy mal. Más te vale no irte otra vez. Ya son mayores, así que tienes que darte prisa y ayudar a tu hijo a que se case, que es lo que de verdad importa”. Mi hermana dijo: “Durante los años que has estado fuera, hemos estado preocupados por tu hijo y hasta lo ayudamos a encontrar trabajo”. Al oír esto, me sentí aún más culpable y afligida. Sentía que no era una buena madre y que no había cumplido con mis responsabilidades. Mi hijo tuvo que empezar a ganarse la vida con 17 o 18 años y mi hija, a pesar de ser pequeña y delgada, hacía trabajos pesados. Si yo hubiera estado en casa, no habrían tenido que empezar a trabajar siendo tan jóvenes. Para compensar mi deuda, me esforzaba al máximo en cocinarles sus comidas favoritas y lavarles la ropa, y daba lo mejor de mí en todo lo que podía hacer por ellos. Para ahorrar dinero para la boda de mi hijo, empecé a coser ropa en casa para trabajos a destajo. Trabajaba por la noche, entregaba los pedidos por la mañana y, durante el día, aún podía regar a los nuevos fieles, asistir a las reuniones y cumplir mi deber sin interrupciones. En 2008, me eligieron líder de la iglesia, pero, en ese momento, tuve sentimientos encontrados. Sabía que debía tener consideración con las intenciones de Dios y someterme, pero me preocupaba que ser líder me haría estar demasiado ocupada y no me dejara nada de tiempo para ganar dinero. Sin dinero ni casa, ¿quién estaría dispuesta a casarse con mi hijo? Mi marido había fallecido joven, así que, como madre, tenía aún más responsabilidades. Si no ayudaba a mi hijo a ahorrar dinero, no podría casarse. Entonces, ¿no dirían los demás que era una madre irresponsable? Al pensar en esto, rechacé el deber de líder y seguí regando a los nuevos fieles.
El tiempo pasó volando y pronto llegó el año 2010. Mi hijo ya tenía 25 años y todos sus pares ya se habían casado, pero él seguía soltero. Estaba muy angustiada. Aunque trabajaba para ganar dinero mientras cumplía mi deber, el dinero que había ahorrado para su boda estaba lejos de ser suficiente. Para ahorrar más dinero, asumí aún más trabajo. A medida que había cada vez más nuevos fieles que aceptaban el camino verdadero, yo cumplía mi deber durante el día y trabajaba hasta muy tarde por la noche, así que tenía menos tiempo y energía para regar a los nuevos fieles. Además, casi nunca pensaba en cómo compartir de forma que ayudara a los nuevos fieles a afianzarse en el camino verdadero y no tenía sentido de carga respecto a cómo resolver sus dificultades y problemas. Como empezaba a trabajar a las cinco de la tarde, a veces trabajaba hasta la medianoche, o incluso hasta la una de la mañana, y luego tenía que entregar el trabajo a las cuatro de la mañana. Al día siguiente, me sentía aturdida y confundida al cumplir mi deber. Con el tiempo, algunos de los nuevos fieles a los que regaba dejaron de asistir con frecuencia a las reuniones. Como no tenía sentido de carga en mi deber, al final me destituyeron. Me sentí muy afligida. Pensé en cómo antes había rechazado el deber de líder y, ahora, ni siquiera había regado bien a los nuevos fieles. Me sentía demasiado avergonzada hasta para orar a Dios. Aunque ahora, sin un deber que cumplir, podía trabajar a tiempo completo y ahorrar dinero para mi hijo, mi corazón se sentía oscuro e intranquilo.
Durante esa época, escuchaba himnos mientras trabajaba. Uno de los himnos de las palabras de Dios dice: “¡Vigilad! ¡Vigilad! El tiempo perdido nunca volverá otra vez, ¡recordad esto! ¡No hay medicina en el mundo que cure el arrepentimiento! Entonces, ¿cómo debería hablaros? ¿No es Mi palabra digna de vuestra consideración cuidadosa y repetida?” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Declaraciones de Cristo en el principio, Capítulo 30). Las palabras de Dios me conmovieron mucho. Dios ha hablado mucho y con tanta seriedad, pero ¿por qué yo seguía siendo tan intransigente y no estaba dispuesta a dar marcha atrás? Oré a Dios en mi corazón y le pedí que me guiara para salir de ese estado. No paraba de preguntarme: “¿Tengo que renunciar a perseguir la verdad solo para ganar dinero para la boda de mi hijo?”. Pensé en un himno de las palabras de Dios que dice: “Sin que te des cuenta, se te pasará la vida; después de eso, ¿tendrás aún esa clase de oportunidad para amar a Dios?”. “Si en vida no sufres por la verdad o buscas obtenerla, ¿es posible que desees sentir arrepentimiento en la hora de tu muerte? Si es así, entonces, ¿por qué creer en Dios?”. Entonces, encontré estos dos pasajes de las palabras de Dios para leer. Dios dice: “Para cualquiera que tenga determinación y ame a Dios, no hay verdades imposibles de conseguir y ninguna rectitud por la que no pueda permanecer firme. ¿Cómo deberías vivir tu vida? ¿Cómo debes amar a Dios y usar ese amor para satisfacer Sus intenciones? No hay asunto mayor en tu vida. Sobre todo, debes tener este tipo de determinación y perseverancia, y no debes ser como esos débiles sin carácter. Debes aprender cómo experimentar una vida que tenga sentido y cómo experimentar verdades significativas, y de esa manera no deberías tratarte a ti mismo de manera superficial. Sin que te des cuenta, se te pasará la vida; después de eso, ¿tendrás aún esa clase de oportunidad para amar a Dios? ¿Puede el hombre amar a Dios una vez que haya muerto? Debes tener la misma determinación y conciencia que Pedro; tu vida debe tener sentido y no debes jugar juegos contigo mismo. Como ser humano y como una persona que busca a Dios, debes ser capaz de considerar y abordar tu vida cuidadosamente, considerando cómo deberías ofrecerte a Dios, cómo debes tener una fe más significativa en Él y cómo, ya que amas a Dios, lo debes amar de una manera que sea más pura, más hermosa y mejor. […] No debes desechar la verdad en beneficio de disfrutar de armonía familiar y no debes perder toda una vida de dignidad e integridad por el bien de un disfrute temporario. Debes buscar todo lo que es hermoso y bueno, y debes buscar un camino en la vida que sea de mayor significado. Si llevas una vida tan terrenal y mundana no tienes ningún objetivo que perseguir, ¿no es eso malgastar tu vida? ¿Qué puedes obtener de una vida así? Debes abandonar todos los placeres de la carne en aras de una verdad y no debes desechar todas las verdades en aras de un pequeño placer. Las personas así, no tienen integridad ni dignidad; ¡su existencia no tiene sentido!” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Las experiencias de Pedro: su conocimiento del castigo y del juicio). “En este camino, muchas personas pueden hablar de mucho conocimiento, pero en el momento de su muerte, sus ojos se llenan de lágrimas y se odian a sí mismas por haber desperdiciado toda una vida y haber vivido en vano hasta la vejez. Solo entienden doctrinas, pero no pueden poner en práctica la verdad ni dar testimonio de Dios; simplemente corren de acá para allá para encargarse de asuntos externos, están sumamente ocupados; y solo al borde de la muerte ven finalmente que carecen de un verdadero testimonio, que no conocen a Dios en absoluto. ¿Y no es ya demasiado tarde? ¿Por qué no aprovechas el día y persigues la verdad que amas? ¿Por qué esperar hasta mañana? Si en vida no sufres por la verdad o buscas obtenerla, ¿es posible que desees sentir arrepentimiento en la hora de tu muerte? Si es así, entonces, ¿por qué creer en Dios?” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Ya que crees en Dios, deberías vivir para la verdad). Esta etapa de la obra de Dios es la obra final para salvar a la humanidad. Había alcanzado esta etapa, pero no la valoraba y, cuando llegue el día en que la obra de Dios termine, si quiero cumplir bien con mi deber en ese momento, ya no tendré la oportunidad. Entonces, ¿no acabaré siendo descartada de todas maneras? Las palabras de Dios son muy claras. Creer en Dios, perseguir la verdad y obtenerla son las cosas más grandes en la vida, así como las más significativas. Pero yo había postergado el deber de líder por querer ser una buena madre, pues tenía miedo de que cumplir el deber de líder prolongara el tiempo que me llevaría ganar dinero para mi hijo. Los nuevos fieles que acababan de aceptar la obra de Dios tenían muchas nociones sobre las que había que hablar y que había que resolver, pero yo solo pensaba en cómo compensar a mi hijo por haberlo decepcionado. No estaba dispuesta a dedicar más tiempo a resolver los problemas de los nuevos fieles y me limitaba a participar en las reuniones por inercia. Como consecuencia, los nuevos fieles no asistían a las reuniones a menudo. Yo había disfrutado mucho del riego y la provisión de las palabras de Dios, y Él también me había dado una oportunidad de obtener la salvación. Sin embargo, ¿qué le había devuelto yo a Dios? Además de rechazar mi deber, también había sido negligente e irresponsable. ¿Dónde estaba mi humanidad? Ahora que incluso había perdido el único deber que tenía, ¿de qué servía vivir así? Al vivir de esa manera, cumpliendo mi deber e intentando a la vez complacer a mis hijos, era desleal a mi deber e intentaba tenerlo todo. ¿Qué lograría al final? La obra de Dios no espera a nadie y, si no me dedicaba a ella ahora, no tendría otra oportunidad. Tenía que dejar a un lado el afecto y perseguir la verdad. No mucho después, reanudé mi deber.
En 2011, me eligieron diaconisa de riego. En ese entonces, todavía tenía sentimientos un poco encontrados. Ser diaconisa de riego suponía una gran responsabilidad y tendría menos tiempo para ganar dinero para mi hijo. Sin embargo, también pensé en cómo me había estado matando para ganar dinero para la boda de mi hijo durante esos últimos años, no había tenido carga por mi deber, había retrasado el trabajo de la iglesia y, además, también había sufrido pérdidas en mi propia vida. Aun así, Dios me había concedido un deber de suma importancia. Ya no podía seguir rebelándome contra Dios y tenía que dar lo mejor de mí para cumplir mi deber, así que lo acepté. Sin embargo, el sentimiento de culpa que tenía con mi hijo no desaparecía nunca. En 2014, leí un pasaje de las palabras de Dios que me hizo cambiar algunas de mis opiniones sobre mis hijos. Dios Todopoderoso dice: “Cuando uno alcanza la madurez, puede dejar a sus padres y volar con sus propias alas. Es en ese momento cuando uno comienza a desempeñar verdaderamente su propio papel, cuando la niebla se levanta de la misión de uno en la vida y se va volviendo cada vez más clara. Nominalmente uno sigue estrechamente vinculado a sus padres, pero como su misión y el papel que desempeña en la vida no tienen nada que ver con su padre y su madre, en realidad ese vínculo íntimo se rompe conforme la persona se va independizando gradualmente. Desde una perspectiva biológica, las personas siguen sin poder evitar depender de sus padres subconscientemente, pero hablando de forma objetiva, una vez que han crecido por completo, han separado totalmente su vida de sus padres, y llevarán a cabo los roles que asuman de forma independiente. Además del nacimiento y la crianza, la responsabilidad de los padres en la vida de sus hijos consiste solo en proveerles externamente un entorno para que crezcan en él, eso es todo, porque nada excepto la predestinación del Creador tiene influencia sobre el porvenir de una persona. Nadie puede controlar qué clase de futuro tendrá una persona; se ha predeterminado con mucha antelación, y ni siquiera los padres de uno pueden cambiar su porvenir. En lo que respecta a este, todo el mundo es independiente y tiene el suyo propio. Por tanto, los padres no pueden para nada obstaculizar el porvenir de uno ni presionarlo en lo más mínimo en lo que respecta al papel que desempeña en la vida. Podría decirse que la familia en la que uno está destinado a nacer y el entorno en el que crece no son nada más que las condiciones previas para cumplir su misión en la vida. No determinan en modo alguno el sino de la persona en la vida ni la clase de sino en el que cumplirá su misión. Y, por tanto, los padres no pueden ayudarle en el cumplimiento de su misión en la vida ni tampoco puede ningún familiar ayudarle a asumir su papel en la vida. Cómo cumple uno su misión y en qué tipo de entorno de vida desempeña su papel está totalmente determinado por el sino de uno en la vida. En otras palabras, ninguna otra condición objetiva puede influenciar la misión de una persona, que es predestinada por el Creador. Todas las personas maduran en el entorno particular en el que crecen, y después poco a poco, paso a paso, emprenden sus propios caminos en la vida y cumplen los sinos planeados para ellas por el Creador. De manera natural e involuntaria entran en el inmenso mar de la humanidad y asumen sus propios puestos en la vida, donde comienzan a cumplir con sus responsabilidades como seres creados en aras de la predestinación y la soberanía del Creador” (La Palabra, Vol. II. Sobre conocer a Dios. Dios mismo, el único III). Las palabras de Dios me iluminaron mucho el corazón y me permitieron entender que mi responsabilidad era solo traer a mis hijos al mundo, proporcionarles un entorno para crecer y criarlos hasta que fueran adultos. Sin embargo, a medida que los hijos crecen, sus vidas se separan por completo de las de sus padres. Todos tenemos nuestras propias misiones. Soy un ser creado y mi obligación es cumplir bien mi deber como tal, pero no vivir siempre mi vida por mis hijos. Durante esos años, trabajé duro para ganar dinero y compensar la deuda que sentí que tenía con mi hijo, con la esperanza de ayudarlo a casarse y formar una familia, ya que pensaba que solo así podría resarcirle. Para ganar dinero, hasta rechacé el deber de líder y fui irresponsable a la hora de regar a los nuevos fieles. Esto provocó pérdidas en mi entrada en la vida y en el trabajo de la iglesia. Ahora entendí que no dependía de mí que mi hijo pudiera casarse o no, que ganar dinero para comprarle un coche o una casa no lo garantizaba y que Dios ya había predestinado cuándo se casaría mi hijo. Yo no podía cambiarlo. Pensé en una vecina: tanto ella como su marido eran discapacitados y no tenían casa ni coche; sin embargo, su hijo se casó y formó una familia cuando era joven. También tengo un pariente cuya familia tiene millones en ahorros, además de coche y casa, pero su hijo tiene más de 30 años y aún no se ha casado. Esto me mostró que el matrimonio no lo determina la riqueza y que todo está en manos de Dios. Entender esto hizo que mi corazón se sintiera mucho más tranquilo y decidí cumplir mi deber adecuadamente, encomendar totalmente en manos de Dios el matrimonio de mi hijo y someterme a Su soberanía y Sus arreglos.
En 2017, mi hijo se casó y se fue a vivir con la familia de su esposa. Mi nuera no pidió ninguna dote ni hizo exigencia alguna. Solo le di 30.000 yuanes y no hubo ceremonia de boda formal. Los familiares y amigos simplemente se reunieron para una comida y el acontecimiento se celebró con sencillez. Debería haberme sentido feliz, pero aún sentía una culpa en el corazón al pensar que no le había organizado una boda por todo lo alto a mi hijo, que solo había aportado una suma insignificante de dinero y que no había cumplido con mis responsabilidades como madre, lo que me hacía sentir arrepentida. En 2019, mi nuera quedó embarazada y me pidió que cuidara de ella. En ese momento, yo estaba a cargo del trabajo relacionado con textos de varias iglesias, así que, si iba a cuidar de mi nuera, eso retrasaría mis deberes. Pero luego pensé en que no le había dado mucho a mi hijo a lo largo de los años y que solo había dado a su esposa 30.000 yuanes para su boda. Ahora que mi hijo estaba fuera trabajando para ganar dinero, yo sentía que cuidar de mi nuera que estaba embarazada era algo que debía hacer y que estaría decepcionando a mi hijo si esta vez no podía ayudar a aliviar su carga. Entonces ¿no dirían mis parientes que era una madre muy irresponsable? No podía encontrar sosiego ni dedicarme de corazón a mis deberes, lo que hizo que decayera levemente la eficacia del trabajo relacionado con textos. Cuando la supervisora se enteró, me buscó unos pasajes de las palabras de Dios relacionados con mi estado. Dios Todopoderoso dice: “Satanás ha corrompido profundamente a las personas que viven en esta sociedad real. Independientemente de si han recibido formación o no, una gran parte de la cultura tradicional está arraigada en sus pensamientos e ideas. En particular, las mujeres deben atender a sus maridos y criar a sus hijos, ser buenas esposas y madres cariñosas, dedicar su vida entera a sus maridos e hijos y vivir para ellos, asegurarse de que la familia tome tres comidas completas al día, lavar la ropa, limpiar la casa y hacer bien todas las otras tareas domésticas. Este es el estándar aceptado para ser una buena esposa y una madre afectuosa. Las mujeres también piensan que las cosas deberían hacerse de esta manera; si las hacen de otro modo, no son buenas mujeres e infringen la conciencia y los criterios de moralidad. Infringir estos criterios morales pesará mucho en la conciencia de algunas; sentirán que han decepcionado a sus maridos e hijos y que no son buenas mujeres. Pero una vez que creas en Dios y hayas leído muchas de Sus palabras, entendido algunas verdades y calado algunos asuntos, pensarás: ‘Soy un ser creado y debería cumplir mi deber como tal y esforzarme por Dios’. En este momento, ¿hay algún conflicto entre ser una buena esposa y una madre amorosa y cumplir tu deber como ser creado? Si quieres ser una buena esposa y una madre cariñosa, no puedes dedicar todo tu tiempo a cumplir tu deber, pero si quieres dedicarte por completo a cumplir tu deber, no puedes ser una buena esposa y una madre afectuosa. ¿Qué haces en ese caso? Si eliges cumplir bien tu deber, encargarte del trabajo de la iglesia y ser leal a Dios, debes renunciar a ser una buena esposa y una madre amorosa. ¿Qué pensarías en esta situación? ¿Qué tipo de desacuerdo surgiría en tu mente? ¿Sentirías que has decepcionado a tus hijos y a tu marido? ¿De dónde proviene este sentimiento de culpa y desasosiego? Cuando no cumples bien el deber de un ser creado, ¿sientes que has decepcionado a Dios? No tienes ningún sentimiento de culpa o reproche porque no hay el más ligero indicio de la verdad en tu corazón y en tu mente. Por tanto, ¿qué es lo que entiendes? La cultura tradicional y ser una buena esposa y una madre cariñosa. De esta manera, surgirá en tu mente esta noción: ‘Si no soy una buena esposa y una madre afectuosa, no soy una mujer buena ni decente’. A partir de ese momento, esta noción te atará y te encadenará, y seguirá siendo así incluso después de que creas en Dios y cumplas tu deber. Cuando haya un conflicto entre cumplir tu deber y ser una buena esposa y una madre amorosa, aunque tal vez elijas de mala gana cumplir tu deber, pues quizá tienes un poco de lealtad, seguirás sintiéndote desasosegada y culpable en el corazón. Por tanto, cuando tengas un poco de tiempo libre mientras cumplas tu deber, buscarás la oportunidad de cuidar de tus hijos y de tu marido, querrás compensarlos aún más y pensarás que eso está bien, aunque debas sufrir más, con tal de tener la conciencia tranquila. ¿Acaso no proviene todo esto de la influencia de las ideas y las teorías de la cultura tradicional sobre ser una buena esposa y una madre cariñosa?” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Solo reconociendo las propias opiniones equivocadas puede uno transformarse realmente). “Satanás usa ese tipo de cultura tradicional y esas nociones de moralidad para atar tus pensamientos, tu mente y tu corazón, lo que te vuelve incapaz de aceptar las palabras de Dios; tales cosas de Satanás te han poseído y te han hecho incapaz de aceptar Sus palabras. Cuando quieres practicar las palabras de Dios, estas cosas te perturban en tu interior, hacen que te opongas a la verdad y a Sus requisitos, y te vuelven impotente para librarte del yugo de la cultura tradicional. Tras luchar durante un tiempo, cedes: prefieres creer que las nociones tradicionales de moralidad son correctas y conformes a la verdad, así que rechazas o abandonas las palabras de Dios. No aceptas Sus palabras como la verdad y no piensas en absoluto en ser salvado, pues sientes que aún vives en este mundo, y solo puedes sobrevivir apoyándote en estas cosas. Incapaz de soportar la condena social, preferirías renunciar a la verdad y a las palabras de Dios, abandonarte a las nociones tradicionales de moralidad y a la influencia de Satanás, y optarías por ofender a Dios en lugar de practicar la verdad. Decidme, ¿acaso no es el hombre digno de pena? ¿No tiene necesidad de la salvación de Dios?” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Solo reconociendo las propias opiniones equivocadas puede uno transformarse realmente). Las palabras de Dios describían exactamente mi estado. La idea cultural tradicional china de “ser una buena esposa y una madre cariñosa” es una cadena con la que Satanás ha atado a las mujeres y hace que la gente crea que una buena mujer debe vivir para su marido y sus hijos, así como darles siempre prioridad. Además, debe hacer lo que sea para complacer a su marido y a sus hijos, por duro o agotador que sea, por lo que no será una buena esposa ni una madre cariñosa si no lo hace y los demás se mofarán de ella. Desde que era pequeña, vi a mi madre trabajar de sol a sol para asegurarse de que la familia viviera con comodidades. Además, también se encargó de todos los preparativos de la boda de mi hermano mayor. La gente del pueblo elogiaba a mi madre y decía que era una buena esposa y una buena madre. Influenciada por mi madre, después de casarme, cuidé mucho de mi marido y de mis hijos. Mi marido decía que era una esposa virtuosa y mis hijos decían que era una madre buena y cariñosa. Tras la muerte de mi marido, también asumí las responsabilidades de un padre y me esforcé por ganar dinero para mandar a mis hijos al colegio. Por muy difícil que se ponían las cosas, me las aguantaba por mi cuenta. Después de encontrar a Dios, la persecución del PCCh me obligó a abandonar mi hogar y, aunque cumplía mi deber en otro lugar, mi corazón siempre estaba con mis hijos y vivía en un estado en el que me sentía en deuda con ellos. Sobre todo, cuando vi que mi hijo alcanzaba la edad para casarse y yo no podía darle apoyo económico, sentí aún más que había fracasado como madre. Después de que me eligieron líder de la iglesia, sabía que debía tener consideración con las intenciones de Dios, pero rechacé ese deber por miedo a que prolongara el tiempo que me llevaría ganar dinero para la boda de mi hijo. Incluso cuando regaba a los nuevos fieles, no ponía el corazón en ello porque estaba completamente centrada en ganar dinero para mi hijo, lo que hizo que los nuevos fieles no recibieran el riego a tiempo. Ahora, frente a la situación de cuidar de mi nuera, aunque no había ido a hacerlo, mi corazón ya se había alejado de Dios. Vivía en un estado en el que me sentía en deuda con mi hijo y no tenía el corazón puesto en mi deber. Esto hizo que decayera la eficacia de mi trabajo relacionado con textos. Estaba atada por la idea tradicional de ser “una buena esposa y una madre cariñosa”, así que, siempre que mi deber entraba en conflicto con ello, mis pensamientos se centraban en no decepcionar a mis hijos y no me importaban en absoluto los intereses de la iglesia. Había creído en Dios durante muchos años y había disfrutado mucho del riego y la provisión de Sus palabras, pero estaba haciendo cosas que se rebelaban contra Dios y se oponían a Él. ¡Realmente no tenía ninguna humanidad! Ahora entendí que esas ideas culturales tradicionales son herramientas que Satanás usa para atar a las personas, que me hicieron vivir solo para ganarme la reputación de ser una buena madre y que, en última instancia, harían que fuera descartada por no cumplir bien mi deber como ser creado. Las palabras de Dios me ayudaron a discernir las siniestras intenciones de Satanás. Ya no podía seguir dejando que la cultura tradicional me atara y limitara, y debía practicar según las palabras de Dios.
Entonces, leí más de las palabras de Dios: “¿A qué se refiere Dios cuando dice que ‘Dios es la fuente de la vida del hombre’? El sentido de esta frase es que todo el mundo se dé cuenta de lo siguiente: la vida y el alma de todos provienen de Dios y Él las creó; no provienen de nuestros padres y, ciertamente, tampoco de la naturaleza, sino que nos las dio Dios; es solo que nuestra carne nació de nuestros padres y nuestros hijos nacen de nosotros; sin embargo, el porvenir de nuestros hijos está totalmente en manos de Dios. El hecho de que podamos creer en Dios es una oportunidad que Él ofrece; Él así lo decreta y es Su gracia. Por tanto, no es necesario que cumplas tus obligaciones o responsabilidades hacia nadie más; solo deberías cumplir el deber hacia Dios que deberías cumplir como ser creado. Esto es lo que la gente debe hacer por encima de cualquier otra cosa, es la acción principal y el asunto primordial que las personas más deberían completar en su vida. Si no cumples bien tu deber, no eres un ser creado acorde al estándar. A ojos de otros, es posible que seas una buena esposa y una madre cariñosa, una ama de casa excelente, una buena hija y un miembro destacado de la sociedad, pero ante Dios eres alguien que se rebela contra Él, que no ha cumplido en absoluto su obligación o deber, que aceptó Su comisión, pero no la completó, y que se rindió a mitad de camino. ¿Puede alguien así ganar la aprobación de Dios? Este tipo de personas no tiene ningún valor” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Solo reconociendo las propias opiniones equivocadas puede uno transformarse realmente). Cuando leí este pasaje de las palabras de Dios, mi corazón se sintió mucho más iluminado. Soy un ser creado y cumplir bien con mis deberes es mi responsabilidad. Si no puedo cumplir bien con mis deberes, no soy digna de recibir la salvación de Dios. Aunque sea una buena esposa y una madre cariñosa, eso no significa que posea la verdad ni que eso cuente con la aprobación de Dios. Antes, vivía según la cultura tradicional y tenía el corazón dividido entre cumplir mis deberes y ser una buena esposa y una madre cariñosa. Esto me agotaba física y mentalmente, y padecía un dolor insoportable. Ahora entendía la intención de Dios. Todo lo que hay en la vida de una persona viene de parte de Dios. Yo no le debía nada a ninguna persona; mi deuda más grande era con Dios. Solo perseguir la verdad y cumplir bien mis deberes es lo más significativo. Así que oré a Dios, le encomendé a mi nuera en Sus manos y decidí priorizar cumplir bien con mi deber. Más adelante, me enteré de que todo en el parto de mi nuera había salido bien y ni ella ni mi hijo me reprocharon nada. ¡Di gracias a Dios con el corazón!
Más adelante, leí otro pasaje de las palabras de Dios que me ayudó a entender cómo debemos tratar a nuestros hijos cuando son adultos. Dios Todopoderoso dice: “Como alguien que cree en Dios y persigue la verdad y la salvación, deberías emplear la energía y el tiempo que te queda de vida en cumplir con tu deber y con aquello que Dios te ha encomendado; no deberías dedicar nada de tiempo a tus hijos. Tu vida no les pertenece y no debes consumirla en aras de su existencia o su supervivencia, ni en satisfacer tus expectativas respecto a ellos. En su lugar, deberías dedicarla al deber y a la tarea que Dios te ha encomendado, además de a la misión que deberías cumplir como ser creado. Aquí es donde radica el valor y el significado de tu vida. Si estás dispuesto a perder tu propia dignidad y a convertirte en esclavo de tus hijos, a preocuparte y hacer cualquier cosa por ellos para satisfacer tus propias expectativas hacia ellos, entonces todo esto carece de significado y valor, y no será recordado. Si insistes en hacerlo y no te desprendes de estas ideas y acciones, solo puede significar que no eres alguien que persigue la verdad, que no eres un ser creado acorde al estándar y que eres bastante rebelde. No aprecias ni la vida ni el tiempo que Dios te da. Si gastas tu vida y tu tiempo solo en tu carne y tus afectos, y no en el deber que Dios te ha encomendado, tu existencia es innecesaria y carece de valor. No mereces vivir, no mereces disfrutar de la vida ni de todo lo que Él te ha concedido. Él solo te dio hijos para que disfrutaras del proceso de criarlos, para que ganaras experiencia de vida y conocimiento de ello como padre, para darte la oportunidad de experimentar algo especial y extraordinario en la vida humana, y luego permitir que tu descendencia se multiplicara… Por supuesto, también lo hizo para que cumplieras con la responsabilidad de un ser creado en calidad de padre. Es la responsabilidad y el rol como padre que Dios dispuso que cumplieras para con la próxima generación. Por una parte, es para que pasaras por este extraordinario proceso y, por otra, para que desempeñaras un papel en la reproducción de la siguiente generación. Una vez cumplida esta obligación, cuando tus hijos se convierten en adultos, si llegan a gozar de mucho éxito o si siguen siendo personas normales, sencillas y corrientes, nada tiene que ver contigo porque tú no determinas ni eliges y, desde luego, tampoco les concedes su porvenir, sino que lo ordena Dios. Dado que Él lo ha dispuesto, no debes entrometerte ni meter las narices en su vida ni en su supervivencia. Sus hábitos, sus rutinas diarias y su actitud ante la vida, cualquier estrategia de supervivencia que tengan, cualquier perspectiva de la vida y cualquier actitud ante el mundo son sus propias decisiones y no te conciernen. No tienes obligación alguna de corregirlos ni de sufrir por ellos para garantizar que sean felices todos los días. Todo esto es innecesario. […] Por tanto, la actitud más racional para los padres después de que crezcan sus hijos es la de desprenderse, dejar que experimenten la vida por sí mismos, permitirles vivir de manera independiente y afrontar, manejar y resolver por su propia cuenta los diversos desafíos de la existencia. Si buscan tu ayuda, y tienes la capacidad y las condiciones para dársela, por supuesto, puedes echarles una mano y aportarles la ayuda necesaria. Sin embargo, debes entender un hecho: sin importar la ayuda que les proporciones, ya sea financiera o psicológica, solo puede ser temporal y no puede cambiar ningún problema sustancial. Deben transitar su propia senda en la vida y no tienes la obligación de cargar con ninguno de sus asuntos o sus consecuencias. Esta es la actitud que los padres deben tener hacia sus hijos adultos” (La Palabra, Vol. VI. Sobre la búsqueda de la verdad. Cómo perseguir la verdad (19)). Las palabras de Dios me hicieron entender que, como ser creado, mi vida solo puede tener valor y sentido al cumplir mis deberes. Mi vida no consiste únicamente en complacer a mis hijos ni en pagar un precio o esforzarme por ellos. Cuando mis hijos eran pequeños, cuidé de ellos con esmero; cuando crecieron, mis responsabilidades como madre terminaron y, entonces, debía desprenderme de ellos y permitirles experimentar la vida por sí mismos. A partir de entonces, cómo decidan vivir o en qué se convertirán sus vidas ya no tiene relación conmigo. Si puedo ayudarlos, lo haré, pero no debo sentirme en deuda si no puedo hacerlo. Como el destino de una persona está predeterminado por Dios, los padres no pueden cambiar el destino de sus hijos. Ahora, debo dedicar toda mi energía a mis deberes, equiparme con más principios-verdad para suplir mis carencias, perseguir la verdad para resolver mis actitudes corruptas, practicar la verdad y hacer las cosas conforme a los principios. Esto es lo que agrada a Dios.
Después de pasar por esta experiencia, entendí que, si las personas creen en Dios, pero no miran las cosas de acuerdo con Sus palabras y no usan la verdad para liberarse de la cultura tradicional de Satanás, de sus filosofías para los asuntos mundanos y de sus venenos, nunca lograrán liberarse. Solo al vivir de acuerdo con las palabras de Dios puede uno liberarse de las ataduras y limitaciones de Satanás, y alcanzar la verdadera liberación y libertad. ¡Gracias a Dios por Su salvación!