52. ¿Qué debería buscar la gente en la vida?
Nací en una familia rural, común y corriente en los años 70. Éramos muchos hermanos y vivíamos en la pobreza. Por el contrario, había varias familias en nuestro pueblo que trabajaban en la capital del condado. Ganaban un sueldo, comían bien y vestían de forma digna. La gente del pueblo también era muy cortés y respetuosa con ellos. Cuando vi todo eso, empecé a pensar: “Sencillamente, es mejor tener dinero. Tienes una vida de abundancia y la gente te admira”. Mi madre solía insistirme: “No tenemos parientes ricos ni formas de conseguir trabajo. Tienes que estudiar mucho, entrar en la universidad y encontrar trabajo en el futuro. Cuando lo logres, yo podré estar tranquila”. Por lo tanto, pensé que entrar en la universidad era mi única esperanza de cambiar mi porvenir. Sin embargo, justo cuando se acercaba el día del examen de acceso a la universidad, ocurrió algo inesperado. A mi madre le diagnosticaron cáncer de esófago y hubo que hospitalizarla para que se hiciera la operación, lo que costaba mucho dinero. Mi familia realmente no tenía dinero para enviarme a la escuela. En ese momento, sentí que se me venía el mundo abajo. En los días siguientes, acompañé a mi madre al hospital para que recibiera tratamiento y quimioterapia, pero, aun así, falleció. Mi sueño de ir a la universidad se había hecho añicos. Una persona hasta se burló de mí en la cara y me dijo: “Estás destinada a ser como Qingwen en la novela ‘Sueño en el pabellón rojo’. Tienes ambiciones estratosféricas, pero tu porvenir es más frágil que un castillo de naipes. ¡Acéptalo!”. Al ser objeto de esa burla, sentí que el mundo funciona de forma muy veleidosa e interesada. Si no tienes dinero, todos te menosprecian. En aquel momento, decidí que debía tener el temple para luchar por mi dignidad. ¡Tenía que encontrar la forma de ganar dinero para que, algún día, la gente que se había burlado de mí me viera con otros ojos!
Después de casarme, vi que la profesión médica era una buena opción, ya que se gana buen dinero y la gente te respeta, así que le pedí a mi marido que usara sus contactos para ayudarme a ingresar en la universidad de medicina. Después de completar un curso de medicina de tres años, abrí mi propia clínica. Era amable con los demás y, de a poco, cada vez más personas acudían a mi clínica para recibir tratamiento. También seguí estudiando medicina y obtuve varios certificados. Mis habilidades médicas mejoraban cada vez más y, en poco tiempo, me convertí en una doctora bastante conocida en la zona. Ganaba más dinero con la clínica que mi marido en su trabajo, mis pacientes me respetaban y mis familiares y amigos me admiraban. La esposa de un amigo incluso me elogió en persona y dijo: “Ahora vistes con mucha elegancia. ¡En comparación con hace unos años, pareces una persona completamente distinta!”. Sin darme cuenta, había hecho muchos más amigos y cada vez más gente me pedía favores. Hasta la persona que antes se había burlado de mí, ahora, solo me sonreía y me halagaba cuando nos veíamos. Es muy cierto que “El dinero mueve el mundo” y “Cuando eres pobre en la ciudad, no le importas a nadie, pero cuando eres rico en la montaña, aparecen parientes que ni sabías que tenías”. Abrir la clínica me trajo fama y provecho, y mi vanidad se vio enormemente satisfecha. Con los años, mis conocimientos médicos siguieron mejorando y cada vez más personas venían a la clínica para tratarse. Varios profesores de una escuela cercana me invitaron a abrir una clínica en su instituto. Por supuesto que no desaproveché una oportunidad tan buena para ganar dinero. Me encargaba de dos clínicas al mismo tiempo y cada vez estaba más ocupada. Mi cuñada me predicó el evangelio de Dios Todopoderoso de los últimos días, pero no tenía tiempo para investigar, ya que dedicaba todo mi tiempo y energía a mi negocio. Una vez, terminé de trabajar después de ponerle una inyección a una niña de 2 años. Mientras estaba comiendo, su familia me llamó para decirme que la niña estaba echando espuma por la boca, tenía convulsiones y que la estaban tratando de urgencia en el Hospital Central. Me pidieron que fuera cuanto antes. Me asusté tanto que me puse pálida y fui deprisa al hospital. El médico de guardia dijo: “Ya está todo bien. Puede que la niña haya sido alérgica a la medicación”. En otra ocasión, un paciente se hizo una prueba de alergia en la piel y no tuvo ninguna reacción. Sin embargo, durante la infusión intravenosa, de repente empezó a temblarle todo el cuerpo. Toda la cama se sacudía y a mí se me subió el corazón a la garganta. Solo empezó a recuperarse de a poco después de recibir tratamiento de urgencia. Después de estos dos incidentes, vivía con los nervios a flor de piel y tenía el alma en vilo todos los días, ya que me aterraba que ocurriera un accidente médico. Aunque podía ganar algo de dinero con las clínicas y la admiración y el respeto de los demás satisfacían mi vanidad, cuando todos se iban a casa después de un día de trabajo largo y ajetreado, lo único que sentía era vacío y confusión. Desde niña que creía en el Señor Jesús y, antes de abrir la clínica, solía orar y leer la Biblia. Sin embargo, ahora, lo único en lo que pensaba todo el día era en cómo ejercer la medicina con cautela, cómo mejorar mis habilidades médicas y cómo vencer a mis compañeros que competían conmigo. Ya no oraba ni leía la Biblia; era como una incrédula. Mi corazón se estaba alejando cada vez más de Dios y vivía igual que una no creyente. Quería cambiar, pero estaba tan ocupada cada día que no tenía fuerzas para librarme.
El punto de inflexión en mi vida como creyente en Dios llegó en 2008. Tenía 36 años y estaba embarazada de mi segundo hijo. En el cuarto mes de embarazo, me diagnosticaron hipertensión y, para el sexto o séptimo mes, se me empezó a hinchar todo el cuerpo, se me aflojaron los dientes y, en cierto punto, también se me llenó de canas el pelo. Como mi presión arterial seguía subiendo, me hospitalizaron. Una noche, me empezaron a sangrar mucho las encías y me empezó a doler el estómago. Aparecieron signos de que tenía un hemorragia grave y el médico decidió hacerme una cesárea de urgencia tras consultarlo de emergencia con varios especialistas. También dijo que existía la posibilidad de que tanto mi hijo como yo no saliéramos con vida de la operación. Mientras estaba recostada en la mesa de operaciones y escuchaba el ruido metálico de los instrumentos quirúrgicos, mi mente se llenó de una maraña de pensamientos: “Tengo solo 36 años y siempre he buscado el dinero, la fama y el provecho. Si pierdo la vida, ¿de qué me servirá todo el dinero en el mundo? ¡No hay suma de dinero que pueda salvarme la vida! ¿No son el dinero, la fama, el provecho y la admiración cosas pasajeras?”. Durante la operación, el médico dijo con sorpresa: “Tres cuartas partes de la placenta se ha desprendido, pero no hay una hemorragia profusa. Tu hijo y tú están a salvo. ¡Qué gran bendición!”. Después de que me dieran el alta del hospital, estaba muy débil y tuve que recuperarme en casa. Mi cuñada volvió a darme testimonio de la obra de Dios Todopoderoso de los últimos días. Al escuchar su enseñanza, entendí que Dios se ha hecho carne en los últimos días para expresar la verdad y salvar a la humanidad. Solo cuando las personas aceptan la verdad pueden purificar y cambiar sus actitudes corruptas; solo así puede Dios protegerlas en las catástrofes y hacer que sobrevivan para llegar a un destino maravilloso. Recordé todos esos años en los que había dedicado todo mi tiempo y mi energía a mi negocio. Nunca había buscado investigar la obra de Dios de los últimos días. ¡Si no escuchaba al Dios verdadero, estaría resistiéndome a Él! Ese pensamiento me asustó un poco, así que me propuse investigar el camino verdadero. En los días siguientes, leí muchas de las palabras de Dios Todopoderoso y me convencí de que el Señor Jesús ha regresado como Dios Todopoderoso. Entonces, acepté la obra de Dios Todopoderoso de los últimos días y empecé a vivir la vida de iglesia.
Después de reunirme durante un tiempo, me recuperé físicamente y pronto me eligieron diaconisa de riego. Estaba muy agradecida a Dios por exaltarme para que cumpliera un deber. Faltaba mucho a la clínica porque asistía a muchas reuniones, por lo que cada vez venían menos pacientes. Me sentía muy ansiosa y pensaba: “¿¡Qué pasará si esto sigue así!? Si todos mis pacientes habituales van a otro lado para recibir tratamiento, ¿cómo ganaré dinero en el futuro? Si esto sigue así, ¿no tendré que cerrar las clínicas? ¡Eso no puede ser! Tengo que hablar con los líderes de la iglesia y pedirles que me pongan a cargo de menos grupos de reunión”. Pero luego pensé: soy un ser creado y debo cumplir mi deber lo mejor que pueda; esta es la conciencia y la razón que debo tener. Por lo tanto, no dije nada a los líderes. Sin embargo, durante las reuniones, me sentía muy incómoda e inquieta, y calculaba para mis adentros cuánto dinero había perdido por asistir a la reunión. No sosegaba mi corazón ante Dios para meditar en Sus palabras en absoluto. Sabía que mi estado no el correcto, así que me presenté ante Dios para orar y buscar. Un día, leí las palabras de Dios: “Si no buscas oportunidades para ser perfeccionado por Dios y si no luchas por llevar la delantera en tu búsqueda de la perfección, entonces al final te llenarás de remordimiento. El presente es la mejor oportunidad para alcanzar la perfección; ahora es un momento extremadamente bueno. Si no buscas seriamente que Dios te perfeccione, una vez que Su obra haya concluido será demasiado tarde: habrás perdido la oportunidad. No importa cuán grandes sean tus aspiraciones, si Dios ya no está llevando a cabo obra alguna, independientemente del esfuerzo que hagas, nunca serás capaz de alcanzar la perfección. Debes aprovechar esta oportunidad y colaborar mientras el Espíritu Santo lleva a cabo Su gran obra. Si pierdes esta oportunidad, no se te dará otra, por mucho que te esfuerces” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Sé considerado con las intenciones de Dios para alcanzar la perfección). “Si en estos momentos colocase dinero enfrente de vosotros, y os diera la libertad de escoger, y si no os condenara por vuestra elección, la mayoría escogería el dinero y renunciaría a la verdad. Los mejores de entre vosotros renunciarían al dinero y de mala gana elegirían la verdad, mientras que aquellos que se encuentran en medio tomarían el dinero con una mano y la verdad con la otra. ¿No se haría evidente de esta manera vuestra verdadera esencia? Al elegir entre la verdad y cualquier cosa a la que sois leales, todos elegiríais de esta manera, y vuestra actitud seguiría siendo la misma. ¿No es así? ¿Acaso no hay muchos entre vosotros que han fluctuado entre lo correcto y lo incorrecto? En todas las luchas entre lo positivo y lo negativo, lo blanco y lo negro —entre la familia y Dios, los hijos y Dios, la armonía y la ruptura, la riqueza y la pobreza, el estatus y lo ordinario, ser apoyados y ser rechazados y así sucesivamente— ¡seguro que no ignoráis las elecciones que habéis hecho! Entre una familia armoniosa y una fracturada, elegisteis la primera, y sin ninguna vacilación; entre la riqueza y el deber, de nuevo elegisteis la primera, aun careciendo de la voluntad de regresar a la orilla; entre el lujo y la pobreza, elegisteis lo primero; entre vuestros hijos e hijas, esposa, marido y Yo, elegisteis lo primero; y entre la noción y la verdad, seguisteis eligiendo la primera. Al enfrentarme a toda forma de acciones malvadas de vuestra parte, simplemente he perdido la fe en vosotros, simplemente he estado asombrado. Inesperadamente, vuestro corazón es muy incapaz de ablandarse. La sangre del corazón que he gastado durante muchos años sorprendentemente solo me ha traído vuestro abandono y resignación, pero Mis esperanzas hacia vosotros crecen con cada día que pasa, porque Mi día ha sido completamente expuesto ante todos. Sin embargo, ahora todavía estáis persiguiendo cosas oscuras y malvadas, y os negáis a dejarlas ir. Entonces, ¿cuál será vuestro resultado? ¿Habéis analizado detenidamente esto alguna vez? Si se os pidiera que eligierais de nuevo, ¿cuál sería, entonces, vuestra postura?” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. ¿A quién eres leal?). Las palabras de Dios me permitieron ver Su intención urgente de salvar a la humanidad. Ahora, la obra de Dios ha alcanzado al momento crítico en el que se determina el desenlace de las personas. Acaecen distintas catástrofes por todas partes, entre las que se encuentran terremotos, hambrunas y plagas frecuentes. La obra de Dios se acerca a su fin y seguir a Dios y aceptar Su salvación es nuestra única oportunidad de ser salvos. Si dejamos pasar esta oportunidad, nos arrepentiremos por el resto de nuestra vida. Dios me otorgó Su gracia al darme la oportunidad de cumplir el deber de riego y Su intención era permitirme adquirir más verdades al cumplir mi deber. Sin embargo, yo tenía miedo de que, si asistía a demasiadas reuniones, perdería oportunidades de ganar dinero, así como mi prestigio como alguien adinerado. Durante las reuniones, no conseguía sosegar mi corazón para meditar en las palabras de Dios y hasta llegué a pensar en pedir a mis líderes que me pusieran a cargo de menos grupos de reuniones. Entre el dinero y el deber, seguía aferrándome a cosas externas como el dinero, la fama y el provecho, y no era capaz de deprenderme de ellas. Una vez que la obra de Dios concluya y lleguen las grandes catástrofes, si no he obtenido la verdad, pereceré en ellas. Entonces, por mucho que me lamente y rechine los dientes o por mucho que me arrepienta amargamente, será demasiado tarde. Las palabras de Dios también me permitieron entender que, aunque la búsqueda del dinero, la fama y el provecho pueden hacer que la carne disfrute y que uno se gane el respeto y admiración de los demás, eso es una mera satisfacción pasajera. Cuando acaece la catástrofe, el dinero no puede salvar la vida de nadie. Pensé en que, aunque gané algo de dinero con mis clínicas, estuve a punto de morir de una grave hemorragia cuando di a luz. Si no hubiera sido por el cuidado y la protección de Dios, no hay suficiente dinero en el mundo que hubiera podido salvarme la vida. La esposa de un amigo era profesora y le diagnosticaron cáncer de mama con poco más de 30 años. Ni siquiera los medicamentos importados más caros pudieron salvarle la vida y falleció a los 36 años. Además, un compañero de clase mío tenía un hospital ortopédico y era bastante conocido en nuestro condado. De la nada, le diagnosticaron cáncer de hígado y, tristemente, falleció solo seis meses después. Recordé las palabras del Señor Jesús: “Pues ¿qué provecho obtendrá un hombre si gana el mundo entero, pero pierde su alma? O ¿qué dará un hombre a cambio de su alma?” (Mateo 16:26). Es cierto. En los últimos años, las catástrofes se han agravado cada vez más y los terremotos, las hambrunas y las plagas ocurren con frecuencia en todo el mundo. Muchísimas personas han muerto de repente en estas catástrofes. Por mucho dinero que uno tenga, siempre está indefenso ante la muerte. El dinero no puede salvar la vida de nadie. Solo al seguir a Dios, perseguir la verdad y cumplir bien con el deber de un ser creado puede uno obtener la salvación de Dios y sobrevivir; solo así puede tener un porvenir y un desenlace buenos. Ahora, la obra de Dios de salvar a la humanidad aún no ha terminado. Debo perseguir la verdad con sinceridad y valorar la oportunidad que tengo ahora de cumplir mi deber. A partir de entonces, leía más las palabras de Dios cuando tenía tiempo y lograba sosegar mi corazón durante las reuniones.
Más adelante, el Departamento de Sanidad ordenó que todas las clínicas comunitarias se fusionaran y se pusieran bajo una gestión unificada, y que se implementara el sistema de reembolso médico colaborativo; los pacientes ya no podrían solicitar que les reembolsaran sus gastos médicos si se trataban en clínicas privadas. Algunos médicos que tenían clínicas cerca de la mía vinieron a hablar conmigo para plantearme fusionar nuestras clínicas. Pensé que, si las fusionábamos, las clínicas serían más grandes y seguro que ganaría más dinero. La fusión de las clínicas era una gran tentación para mí. Sin embargo, luego pensé en que, ahora, estaba cumpliendo el deber de riego y tenía reuniones casi todos los días. Cuando estaba a cargo de mis propias clínicas, mi horario era relativamente flexible, pero, si las clínicas se fusionaban, no cabía duda de que mis socios me pondrían trabas por su propio interés para asistir con regularidad a las reuniones y ya no tendría tanta libertad para asistir a las reuniones y cumplir mis deberes. No cabía duda de que mi vida se vería perjudicada. Si las clínicas se fusionaban, no habría manera de que esto no interfiriera con mi asistencia a las reuniones y mi deber. Sin embargo, si no fusionaba mis clínicas, era seguro que, al ver que no podrían conseguir que les reembolsaran sus gastos médicos en mis clínicas, recibiría cada vez menos pacientes. Con el tiempo, las clínicas seguro que quebrarían y, entonces, perdería por completo mi fuente de ingresos. Ante esta elección, dudé y les dije: “Déjenme pensarlo un poco más”. Durante los días siguientes, sentía el corazón apesadumbrado, como si me lo aplastara una roca enorme. Acudí a Dios en oración: “Dios Todopoderoso, mis clínicas se enfrentan ahora a este plan de fusión. Tengo sentimientos muy encontrados con respecto a este asunto y no sé qué hacer. Te ruego que me guíes”.
Luego, leí las palabras de Dios: “‘El dinero mueve el mundo’; ¿es esto una tendencia? Comparada con las tendencias de moda o culinarias que habéis mencionado, ¿acaso no es mucho peor? ‘El dinero mueve el mundo’ es una filosofía de Satanás. Prevalece en toda la humanidad, en cada sociedad humana; podríais decir que es una tendencia. Esto se debe a que se ha inculcado en el corazón de cada persona que, al principio, no aceptaba este dicho, pero luego lo aceptó tácitamente cuando entró en contacto con la vida real, y empezó a sentir que estas palabras eran de hecho ciertas. ¿Acaso no es este un proceso por el que Satanás corrompe al hombre? Quizás las personas no tengan el mismo grado de conocimiento vivencial sobre este dicho, pero cada uno tiene diferentes grados de interpretación y reconocimiento de este dicho en base a cosas que han acontecido a su alrededor y a sus propias experiencias personales, ¿no es ese el caso? Independientemente de cuánta experiencia tenga alguien con este dicho, ¿cuál es el efecto negativo que puede producir en el corazón de alguien? Algo es revelado por medio del carácter humano de las personas en este mundo, incluyéndoos a todos y cada uno de vosotros. ¿Qué es? Es la adoración al dinero. ¿Es difícil eliminar esto del corazón de alguien? ¡Es muy difícil! ¡Parece que la corrupción del hombre por parte de Satanás es realmente profunda! Satanás utiliza el dinero para tentar a la gente y la corrompe para que adore el dinero y venere las cosas materiales. ¿Cómo se manifiesta esta adoración por el dinero en las personas? ¿Os parece que no podríais sobrevivir sin dinero en este mundo, que pasar un solo día sin dinero sería imposible? El estatus de las personas y el respeto que imponen se basan en el dinero que tienen. Las espaldas de los pobres se encorvan por la vergüenza, mientras que los ricos disfrutan de su elevada posición. Se alzan llenos de soberbia, hablando en voz alta y viviendo con arrogancia. ¿Qué aportan a las personas este dicho y esta tendencia? ¿No es cierto que mucha gente realiza cualquier sacrificio a fin de conseguir dinero? ¿No pierden muchos su dignidad y su integridad en la búsqueda de más dinero? ¿No pierde mucha gente la oportunidad de cumplir con su deber y seguir a Dios en aras del dinero? ¿Acaso perder la oportunidad de recibir la verdad y ser salvadas no es la mayor pérdida de todas para las personas? ¿No es Satanás siniestro al usar este método y este dicho para corromper al hombre hasta ese punto? ¿No es una artimaña malévola?” (La Palabra, Vol. II. Sobre conocer a Dios. Dios mismo, el único V). Las palabras de Dios me hicieron entender que, cada vez que tenía que elegir entre el deber y el dinero, siempre elegía el dinero y los beneficios. La causa de esto era el daño que me habían causado los pensamientos y las ideas satánicas. Desde pequeña, pensamientos e ideas satánicas como: “El dinero mueve el mundo” y “Cuando eres pobre en la ciudad, no le importas a nadie, pero cuando eres rico en la montaña, aparecen parientes que ni sabías que tenías”, se me quedaron grabados en el corazón. Creía que el dinero te daba estatus a los ojos de los demás y que solo con dinero se podía vivir con la cabeza bien alta, llevar una vida de lujo, con brillo y glamour; si uno no tenía dinero, era inferior ante los demás. Cuando era niña, como mi familia era pobre, tomé la determinación de ir a la universidad y dejar atrás esa vida de pobreza. Sin embargo, mi sueño se hizo añicos cuando, justo antes del examen de ingreso a la universidad, le diagnosticaron a mi madre una enfermedad terminal. Las burlas de la gente mundana impulsaron aún más mi determinación de hacerme rica. Al ver que ser médico podía traerme fama y provecho, fui a la universidad de medicina, hice los exámenes de cualificación y abrí una clínica. Unos años después, había obtenido cierto éxito y la admiración y los elogios de la gente satisfacían mi vanidad. Me convencí aún más de que tener dinero ennoblecía la vida. Pensaba que el dinero, la fama y el provecho eran el objetivo de mi vida. Durante aquellos años, dedicaba todo mi tiempo y energía a mi negocio para ganar dinero. Como estaba bajo tanta presión todo el día, empecé a tener hipertensión y complicaciones durante el parto que estaban relacionadas con la hipertensión gestacional. Si no hubiera sido por la protección de Dios, habría muerto hace tiempo. Durante ocho años, mi cuñada me predicó el evangelio con sinceridad, una y otra vez, pero yo me pasaba todo el día ocupada tratando de ganar dinero. Era como si mi alma estuviera nublada, y no tenía ningún interés en investigar el camino verdadero; rechacé la salvación de Dios una y otra vez. Estuve a punto de perder la gran oportunidad de obtener la salvación de Dios. Mi perspectiva de las cosas aún no cambió incluso después de que comencé a creer en Dios. Temía que, si cumplía demasiados deberes o asistía a demasiadas reuniones, perdería la oportunidad de ganar dinero, así que no quería tener que encargarme de tantos grupos de reunión. Durante las reuniones, no lograba sosegar mi corazón para meditar en las palabras de Dios y mi entrada en la vida se veía perjudicada. Tal como Dios expone: “¿No pierde mucha gente la oportunidad de cumplir con su deber y seguir a Dios en aras del dinero? ¿Acaso perder la oportunidad de recibir la verdad y ser salvadas no es la mayor pérdida de todas para las personas?”. Vivía según reglas de vida satánicas y había tomado la senda equivocada de la búsqueda del dinero, la fama y el provecho. Esto hizo que mi carne padeciera sufrimientos y, más aún, que mi vida sufriera pérdidas. Los hechos demuestran que “El dinero mueve el mundo” y “El dinero no es omnipotente, pero sin él no se puede hacer absolutamente nada” son falacias satánicas que desorientan, corrompen y devoran a las personas. Si seguía sin poder desentrañar las formas en que Satanás daña a las personas y continuaba en la lucha por el dinero, la fama y el provecho, en última instancia, no cabía duda de que Satanás me capturaría y se frustraría mi oportunidad de ser salva. Cuando lo entendí, tomé la decisión de no que fusionaría las clínicas y que, cuando venciera el alquiler, las cerraría y me centraría en cumplir mi deber. Cuando mis compañeros me volvieron a llamar, les dejé claro que no fusionaría las clínicas. Aunque ganaba menos dinero, era libre de reunirme y cumplir mi deber. Al practicar de esta manera, mi corazón se sentía muy tranquilo y en paz.
Pronto venció el alquiler y volví a vacilar. Pensé en que me había tomado una década entera, desde que empecé a estudiar medicina hasta que abrí las clínicas, y en todas las dificultades que había pasado y todos los esfuerzos meticulosos que había dedicado para ponerlas en funcionamiento. Era muy reacia a desprenderme de ellas. También pensé que, si cerraba las clínicas, no solo mi vida material sería peor que antes, sino que también dejaría de recibir los elogios y la admiración de los demás. Una batalla se libraba en mi corazón y no sabía qué hacer, así que me arrodillé y oré con sinceridad a Dios: “Dios Todopoderoso, en cierto momento dije que cerraría las clínicas para poder cumplir bien con mi deber cuando venciera el alquiler, pero todavía no soy capaz de desprenderme del todo de ellas. Te ruego que me esclarezcas, me guíes y me des fe y fortaleza”. Ese día fui a trabajar a la clínica. De camino, de repente vi un ataúd negro azabache frente a un hospital privado, con coronas de flores a su alrededor. Podía oír a lo lejos el murmullo de llantos, y me quedé conmocionada. ¡Había ocurrido un accidente médico! Cuando hice averiguaciones, me enteré de que una mujer y su bebé habían muerto durante el parto en ese hospital. No pude sino pensar en cómo, aunque había habido algunos accidentes menores en mis clínicas a lo largo de los años, ninguno había tenido consecuencias graves. Eso no fue porque yo tuviera habilidades médicas excepcionales ni porque practicara la medicina con cuidado. ¡Fue todo gracias al cuidado y la protección de Dios! Sin el cuidado y la protección de Dios, un solo accidente médico habría bastado para enviarme a la bancarrota. Sentí una gran gratitud hacia Dios en mi corazón y supe que debía retribuir Su amor. Pensé en cómo la obra de Dios está llegando a su fin y en que todos mis hermanos y hermanas se apresuran a cumplir sus deberes para preparar suficientes buenas obras para sus propios destinos. Sin embargo, yo seguía enredada con las clínicas y no podía dedicar más tiempo ni energía a mis deberes. Mi fe tibia no solo afectaba los resultados de mi deber, sino que también perjudicaba mi propia vida. Después, leí “La vida más significativa”, un himno de las palabras de Dios: “Eres un ser creado, debes por supuesto adorar a Dios y buscar una vida con significado. Como eres un ser humano, ¡te debes gastar para Dios y soportar todo el sufrimiento! El pequeño sufrimiento que estás experimentando ahora, lo debes aceptar con alegría y con confianza y vivir una vida significativa como Job y Pedro. Vosotros sois personas que buscáis la senda correcta, los que buscáis mejorar. Sois personas que os levantáis en la nación del gran dragón rojo, aquellos a quienes Dios llama justos. ¿No es esa la vida con mayor sentido?” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Práctica (2)). La lectura de las palabras de Dios me permitió entender que, como ser creado, si puedo elegir seguir a Dios toda mi vida y cumplir bien con mi deber, ese es el tipo de vida más valiosa y significativa que uno puede tener. Pensé en Pedro. Cuando Jesús lo llamó, soltó sus redes de pescador y se desprendió de las herramientas con las que se ganaba la vida. Dejó todo atrás para seguir al Señor Jesús y, en última instancia, obtuvo la verdad y fue perfeccionado por Dios. En cambio, cuando me miré al espejo, vi que había vivido según pensamientos e ideas satánicas para buscar dinero, fama y provecho. De a poco, Dios fue perdiendo Su lugar en mi corazón y me degeneré hasta llegar a ser como una incrédula. Fue la misericordia de Dios la que me trajo de vuelta a Su casa y, ahora, debía valorar plenamente esta oportunidad de cumplir mi deber. Pensé en lo que dice Dios: “Las personas vienen a la tierra y es raro que me encuentren; también es raro tener la oportunidad de buscar y obtener la verdad. ¿Por qué no habríais de valorar este hermoso tiempo como la senda correcta de búsqueda en esta vida?” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Palabras para los jóvenes y los viejos). Es cierto. Esta era mi única oportunidad de ser salva. Si no me tomaba inmediatamente en serio seguir a Dios y perseguir la verdad para ser salva, cuando acaecieran las catástrofes, perdería la vida. Entonces, aunque hubiera ganado todo el dinero del mundo, ¿qué valor o sentido tendría eso? Estaba a cargo de las clínicas mientras cumplía mis deberes y no tenía mucho tiempo para leer las palabras de Dios y buscar la verdad para resolver mi propio carácter corrupto. Como alguien que solo creía en Dios en su tiempo libre, ¿cuándo podría llegar a entender la verdad? Solo al perseguir la verdad y cumplir bien con el deber de un ser creado podemos ser salvos y tener un destino maravilloso. Esta es la senda correcta en la vida. Tenía que desprenderme de las clínicas y dedicar todo mi tiempo a esforzarme por Dios. Luego, cerré las clínicas.
Fueron el liderazgo y la guía de las palabras de Dios los que me permitieron discernir la siniestra intención de Satanás de desorientar y corromper a las personas con el dinero, la fama y el provecho, y también me ayudaron a entender el valor y el sentido de perseguir la verdad en la vida. Doy gracias a Dios por el liderazgo y la guía de Sus palabras, que me permitieron tomar una decisión sabia entre el negocio y el deber. Estos últimos años, he seguido cumpliendo mi deber en la iglesia. Mientras he cumplido mis deberes, se han revelado muchas de mis actitudes corruptas y, mediante la oración y la búsqueda de la verdad, mis actitudes corruptas han experimentado ciertos cambios y, de a poco, he empezado a vivir con cierta semejanza humana. Los cambios que he experimentado son el resultado de las palabras de Dios. ¡Gracias a Dios por Su salvación!