59. Finalmente he dado la bienvenida al regreso del Señor
Yo era una colaboradora en la iglesia local. En abril de 1997, en una reunión de colaboradores, el hermano Zhang, que era el líder, dijo: “Últimamente ha aparecido un grupo que predica el Relámpago Oriental, cuyos miembros son realmente formidables. Tienen un conocimiento bíblico muy extenso y, si no tenemos cuidado y estamos atentos, nos pueden desorientar. Dicen que el Señor Jesús ya ha regresado y que es Dios Todopoderoso. Ya no leen la Biblia en sus reuniones y solo leen las palabras de Dios Todopoderoso. La Biblia dice: ‘Toda Escritura es inspirada por Dios y útil para enseñar, para reprender, para corregir, para instruir en justicia’ (2 Timoteo 3:16). Este pasaje de las Escrituras nos dice con claridad que todas las palabras de la Biblia son inspiradas por Dios. Debemos tener presente que todo lo que hay en la Biblia es la palabra de Dios, que la Biblia es la base de nuestra fe en el Señor y que creer en el Señor es creer en la Biblia. ¡Apartarse de la Biblia no es creer en el Señor, sino traicionarlo!”. Todos los presentes se hicieron eco de sus palabras. El hermano Zhang agitó la mano y continuó: “Deben recordar lo siguiente: por muy profundos o buenos que suenen sus sermones, si no están en la Biblia, no debemos creérnoslos. Aunque se los predique su propio padre o madre, no se los crean. Si esa gente viene a su casa a predicar, ¡échenla! Si los desorientan y se descarrían, el Señor Jesús no los reconocerá y, para entonces, llorar, no importa cuánto, no les servirá de nada”. En ese momento, yo no tenía discernimiento. Pensé en lo que dijo el Señor Jesús una vez: “El cielo y la tierra pasarán, mas mis palabras no pasarán” (Mateo 24:35). Y pensé: “Todo lo que contiene la Biblia son las palabras del Señor, así que ¿cómo podrían desaparecer? La Biblia es nuestro pase para entrar en el reino de los cielos y también la garantía de nuestra vida, así que, si uno no lee la Biblia, significa que no cree en el Señor”. Luego, el hermano empezó a difundir algunos rumores infundados y sensacionalistas. Yo creía que las palabras del hermano Zhang eran ciertas. Para proteger al rebaño y defender el camino del Señor, al llegar a casa, les dije a los creyentes que debían cuidarse del Relámpago Oriental. Sin embargo, después había cada vez más hermanos y hermanas que aceptaban al Relámpago Oriental.
En una reunión, el hermano Zhang dijo que el Relámpago Oriental había captado a la hermana Liu. No me lo podía creer. La hermana Liu conocía muy bien la Biblia y daba buenos sermones. ¿Cómo podrían haber captado a alguien con tanta aptitud? Más tarde, el hermano Wang, que solía predicar junto con el hermano Zhang, también empezó a creer en el Relámpago Oriental. Empecé a preguntarme: “En cada reunión nos dicen que no recibamos a la gente del Relámpago Oriental y que tampoco los escuchemos ni leamos sus libros. Pero ¿por qué los hermanos y hermanas siguen yendo, uno tras otro, a creer en Dios Todopoderoso? ¿Qué tienen exactamente de atractivo las enseñanzas del Relámpago Oriental? ¿Qué dicen en realidad sus libros? El hermano Wang y la hermana Liu, junto con otros colaboradores, realmente buscaban, tenían mucha fe, solían predicar y conocían muy bien la Biblia. Entonces, ¿cómo los pudieron captar con tanta facilidad? Nuestra iglesia es de la corriente de recuperación y nuestras enseñanzas son más profundas que las de otras sectas. ¿Podría ser que las enseñanzas del Relámpago Oriental sean aún más profundas que las de nuestra iglesia local? De lo contrario, ¿por qué están captando a toda esta gente, una tras otra, quienes se niegan rotundamente a volver?”. Más adelante, el hermano Zhang organizó específicamente una reunión de oración, sobre todo, para orar y maldecir a los que predicaban el Relámpago Oriental. Sentí que eso no estaba de acuerdo con las intenciones del Señor. El Señor Jesús nos enseñó que odiar es tan grave como matar y que debemos amar a nuestros enemigos. ¿No iba en contra de las palabras del Señor Jesús lo que estaban haciendo? No estaba de acuerdo con eso, así que no participé.
A finales de octubre de 2002, mi sobrina vino a mi casa. Dijo que el Señor Jesús había regresado, que había expresado la verdad y que estaba haciendo la obra del juicio en los últimos días. También dijo que la obra de Dios para salvar a la humanidad se llevaba a cabo en tres etapas. La primera etapa era la obra que Jehová hizo en la Era de la Ley; la segunda etapa era la obra que el Señor Jesús hizo en la Era de la Gracia; y la tercera etapa es la obra que Dios Todopoderoso hace en la Era del Reino. Estas tres etapas de la obra avanzan paso a paso y son cada vez más elevadas. Me di cuenta de que mi sobrina podría haber aceptado al Relámpago Oriental, así que la interrumpí: “La primera etapa es la Era de la Ley y la segunda es la Era de la Gracia; ¿realmente hace falta que digas esto? ¿Crees que no lo sé ya? No importa cuántas etapas de la obra haya, ¡no puedes creer en nada que no esté en la Biblia! ¿Cuántas veces te lo he dicho? No creas en nada que no sea la Biblia. ¿Por qué no haces caso? Dicen que el Señor ha regresado. ¿Dónde está el Señor? ¿Quién lo ha visto?”. Mi sobrina dijo: “El Señor ha regresado y ha expresado muchas verdades. Si queremos ver a Dios, debemos buscar en Sus palabras. Si lees las palabras de Dios Todopoderoso, oirás la voz de Dios y verás Su aparición”. Oírla decir esto me hizo sentir aún más reacia. Pensé en cómo el hermano Zhang siempre decía: “No importa quién predique el Relámpago Oriental, si predica algo que no esté en la Biblia, por muy profunda que suene la prédica, no debemos escucharla. Aunque venga de familiares o amigos, no deja de ser inadmisible”. Así que discutí con ella: “¿Acaso las palabras de Dios no están todas en la Biblia? Por muy profunda o buena que parezca cualquier prédica que no esté en la Biblia, ¡no podemos creérnosla! ¿Cuántos años llevas leyendo la Biblia? ¿Qué sabes tú? ¡Te han desorientado y ni siquiera te das cuenta, pero, aun así, intentas predicarme a mí! Si has venido a visitarme, puedes quedarte unos días más, pero si has venido a predicarme, ¡márchate! Después, ¡cortaré relaciones contigo!”. Mi sobrina me dijo: “Tía, ¡te ruego que lo investigues! Has creído en el Señor durante muchísimos años y has sufrido mucho. Si no aceptas la obra de Dios de los últimos días, todos tus esfuerzos habrán sido en vano. Después de que acepté el camino verdadero, tú fuiste la primera persona en la que pensé”. Por más que mi sobrina intentó persuadirme, simplemente no la escuché y, al final, se fue llorando. Después, me sentí muy mal. Mi sobrina había venido desde muy lejos a predicarme el evangelio, pero yo me la había quitado de encima. ¡Eso no estaba de acuerdo con las enseñanzas del Señor! Pero luego pensé: “Ha traicionado al Señor, así que no fue un error habérmela sacado de encima”.
Un día de enero de 2003, mi sobrina llamó para decirme que su madre se había intoxicado con gas y quería que fuera a verla. Pensé en aprovechar la oportunidad para volver a hablar con ella e intentar convencerla de que dejara el camino del Relámpago Oriental. Al día siguiente fui a visitar a mi hermana mayor y, después de la cena, un hermano vino y me saludó cariñosamente, pero, en ese momento, yo estaba a la defensiva con él. El hermano dijo: “Hermana, ¿qué opinión tienes sobre el regreso del Señor?”. Le dije: “Si crees en el Señor, podemos hablar de lo que dice la Biblia, pero si estás aquí para convencerme de que crea en el Relámpago Oriental, entonces, no tenemos nada de qué hablar. ¡Yo solo creo en las palabras de la Biblia y no creo en nada, excepto la Biblia!”. El hermano dijo: “Puedo entender cómo te sientes; yo también solía aferrarme a la Biblia como tú. Así que, hablemos hoy de este tema”. En ese momento, recordé lo que había dicho el hermano Zhang: “No importa cuán profundas o buenas parezcan sus prédicas, no las escuchen nunca para que no los desorienten”. Así que me inventé una excusa, dije que estaba cansada y me fui a descansar. Al día siguiente, vinieron dos hermanas y seguí inventándome excusas para evitarlas y rechazarlas. En ese momento, lo único que quería era volver a casa. Sin embargo, había casi medio metro de nieve en la calle y los autobuses habían dejado de circular, así que no podía irme. Me sentía inquieta e intranquila, y las palabras del hermano Zhang no paraban de darme vueltas en la cabeza. Las dos hermanas me instaban a que escuchara con atención o perdería mi oportunidad de dar la bienvenida al regreso del Señor. Una de ellas dijo: “El Señor Jesús dijo: ‘Buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá’ (Mateo 7:7). En el Apocalipsis dice: ‘He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él y él conmigo’ (Apocalipsis 3:20). ‘El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias’ (Apocalipsis 2:7). Si no abrimos nuestro corazón a Dios, ¿cómo puede Él esclarecernos?”. Vi que cada uno de los hermanos y hermanas se comportaba con dignidad, decencia y amor. Por muy mal que los tratara, nunca se enfadaban conmigo y simplemente seguían guiándome con las palabras del Señor. No eran en absoluto como decía el hermano Zhang y ya no me sentía tan en contra de ellos. Al tercer día, vinieron algunos hermanos y hermanas. Les dije: “‘Toda Escritura es inspirada por Dios’ (2 Timoteo 3:16). Todas las palabras de la Biblia son las palabras de Dios y creer en el Señor no puede separarse de la Biblia. Si no leen la Biblia, ¿no se están desviando del camino del Señor?”. Un hermano dijo: “Primero, veamos quién dijo la frase: ‘Toda la escritura es inspirada por Dios’ y si tiene algún fundamento en las palabras de Dios. El Señor Jesús nunca dijo que toda la escritura es inspirada por Dios. La frase ‘Toda la Escritura es inspirada por Dios’ la dijo Pablo, no el Señor Jesús”. Mientras decía esto, sacó la Biblia y me mostró el versículo: “Toda la Escritura es inspirada por Dios”. Eché un vistazo y, en efecto, fue Pablo el que lo dijo, no el Señor Jesús. Yo solía centrarme en leer ese versículo, pero ¿cómo no me había dado cuenta de ese detalle?
Después, el hermano me leyó un pasaje de las palabras de Dios Todopoderoso: “Hoy, las personas creen que la Biblia es Dios, y que Él es la Biblia. Así, también creen que todas las palabras de la Biblia fueron las únicas palabras que Dios habló y que Él las pronunció todas. Los que creen en Dios piensan incluso que, aunque los sesenta y seis libros del Antiguo y el Nuevo Testamento fueron escritos por personas, fueron, todos, inspirados por Dios y son un registro de las declaraciones del Espíritu Santo. Esta es la comprensión distorsionada que tiene el hombre, y no es completamente acorde con los hechos. En realidad, aparte de los libros de profecía, la mayor parte del Antiguo Testamento es un registro histórico. Algunas de las epístolas del Nuevo Testamento provienen de las experiencias de las personas, y, otras, del esclarecimiento del Espíritu Santo. Las epístolas paulinas, por ejemplo, surgieron de la obra de un hombre; todas fueron resultado del esclarecimiento del Espíritu Santo y se escribieron para las iglesias, y fueron palabras de exhortación y aliento para los hermanos y hermanas de las mismas. No fueron palabras habladas por el Espíritu Santo; Pablo no podía hablar en nombre del Espíritu Santo ni era profeta, y, mucho menos, tuvo las visiones que tuvo Juan. Sus epístolas se escribieron para las iglesias de Éfeso, Corinto, Galacia y otras de aquella época. Por tanto, las epístolas paulinas del Nuevo Testamento son epístolas que Pablo escribió para las iglesias y no son inspiraciones del Espíritu Santo ni Sus declaraciones directas. Son simplemente palabras de exhortación, consuelo y aliento que escribió para las iglesias durante el transcurso de su obra. Así, también, son un registro de gran parte de la obra de Pablo en esa época. Se escribieron para todos los hermanos y hermanas en el Señor, para que los hermanos y hermanas de las iglesias de esa época obedecieran su consejo y siguieran el camino de arrepentimiento del Señor Jesús. De ninguna manera dijo Pablo que, en las iglesias de esa época o del futuro, todos deben comer y beber las cosas que él escribió ni que todas sus palabras venían de Dios. De acuerdo con las circunstancias de la iglesia en esa época, él simplemente tenía comunión con los hermanos y las hermanas, los exhortaba e inspiraba fe en ellos, y simplemente predicaba o recordaba a las personas y las exhortaba. Sus palabras estaban basadas en su propia carga, y apoyaba a las personas por medio de ellas. Él llevó a cabo la obra de un apóstol de las iglesias de esa época; era un obrero usado por el Señor Jesús, y, por tanto, tuvo que responsabilizarse de las iglesias y llevar a cabo la obra de las mismas. Tuvo que aprender acerca de las condiciones de los hermanos y las hermanas; por ello, escribió epístolas para todos los hermanos y hermanas en el Señor. Todo lo que dijo que era edificante y positivo para las personas fue correcto, pero no representaba las declaraciones del Espíritu Santo ni podía representar a Dios. ¡Es un entendimiento atroz y una blasfemia enorme que las personas traten los registros de las experiencias de un hombre y las epístolas de un hombre como las palabras habladas por el Espíritu Santo a las iglesias!” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Relativo a la Biblia (3)). El hermano continuó: “Las palabras de Dios son muy claras. En el Antiguo Testamento, además de los libros proféticos revelados por Jehová Dios a los profetas, la mayor parte son relatos de cómo las personas experimentaron la obra de Dios durante la Era de la Ley; por ejemplo, cómo los israelitas se fueron de Egipto, las experiencias de Jacob, David, Salomón, y demás. Todas esas son experiencias de las personas y no se pueden llamar la inspiración de Dios. Todas las palabras en la Biblia que son inspiradas por Dios están marcadas de forma clara con frases, como ‘Así dice Jehová’ y ‘Jehová ha dicho esto’. El Nuevo Testamento narra la obra de Jesús y las palabras del Señor Jesús que allí aparecen son las palabras de Dios. El libro de Apocalipsis es la visión que tuvo Juan en la isla de Patmos y sí está inspirado por Dios y es Su palabra. El resto son palabras de las personas y conocimientos vivenciales, y, aunque las palabras de las personas tengan el esclarecimiento del Espíritu Santo, no pueden llamarse las palabras de Dios ni la inspiración de Dios. Por lo tanto, la Biblia es solo un registro histórico de la obra de Dios, un testimonio de la obra de Dios y no todas las palabras que contiene la Biblia son la inspiración de Dios. Si tomáramos todas las palabras de la Biblia como si fueran inspiradas por Dios y las tratáramos como las palabras de Dios, ¿no sería blasfemar contra Dios?”. Al oír al hermano decir esto, sentí que se me esclarecía el corazón y pensé: “Entonces, no todo en la Biblia es la inspiración de Dios, sino que también contiene palabras de las personas. Si tratamos las palabras de las personas como si fueran las palabras de Dios, eso es blasfemar contra Dios. No puedo seguir mezclando las palabras de Dios con las de las personas. En la iglesia local, nadie ha distinguido nunca con tanta claridad entre las palabras de Dios y las de las personas. Es la primera vez que he oído una enseñanza así”. El hermano continuó: “Yo también solía pensar que no había ninguna otra obra ni otras palabras de Dios más que las de la Biblia, que todas las palabras de Dios aparecían en la Biblia y que las palabras de Dios en la Biblia eran completas y perfectas, pero ignorábamos una cuestión importante”. Al oírlo decir esto, me entró la curiosidad y le pregunté enseguida: “¿Qué cuestión importante pasamos por alto?”. Me preguntó: “Dime, ¿qué vino primero? ¿Dios o la Biblia? ¿Quién es más grande? ¿Dios o la Biblia?”. Me sorprendió cuando me hizo esa pregunta. Nadie me lo había preguntado antes y realmente me agarró desprevenida. Tras una pausa, recordé que el capítulo uno de Génesis habla de cómo Dios creó todas las cosas. Cuando existía Dios, aún no existía la Biblia, así que, por supuesto, Dios vino primero. Solté sin pensar: “Dios vino primero; luego, la Biblia. Por supuesto que Dios es más grande”. Después de decir esto, sentí una claridad repentina: “Dios creó todas las cosas, así que no cabe duda de que Dios es más grande, pero, en el pasado, yo puse la Biblia por encima de Dios. ¿No estaba mal eso?”. El hermano continuó: “Primero vinieron la obra y las palabras de Dios, y después se redactó la Biblia. Entonces, si limitamos a Dios a la Biblia y creemos que no hay palabras de Dios que no estén en la Biblia, ¿es correcto ese punto de vista? Veamos lo que dijo el Señor Jesús en Juan 16:12-13: ‘Aún tengo muchas cosas que deciros, pero ahora no las podéis soportar. Pero cuando Él, el Espíritu de verdad, venga, os guiará a toda la verdad’. En Apocalipsis 2:7: ‘El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias. Al vencedor le daré a comer del árbol de la vida, que está en el paraíso de Dios’. El Señor Jesús nos dijo con claridad que hay muchas cosas que aún no ha dicho a la gente, porque la gente de esa época no era capaz de soportarlas. Entonces, cuando el Señor regrese en los últimos días, expresará más palabras, revelará todos los misterios de la verdad a la humanidad y le permitirá entender la verdad y entrar en ella. El libro de Apocalipsis también profetiza que, en los últimos días, el Espíritu Santo hablará a todas las iglesias, se abrirá el pequeño rollo y se dará el maná escondido a la gente de los últimos días. Si no hay más palabras de Dios que las de la Biblia, ¿cómo podrían cumplirse estas profecías? Por tanto, cuando Dios venga en los últimos días, expresará más palabras, ninguna de las cuales está en la Biblia”. Al oír estos versículos que el hermano leyó, pensé que, en efecto, Jesús había dicho esas palabras. Las palabras de Dios son inagotables y abundantes. En efecto, el decir que no hay palabras de Dios más allá de la Biblia no se conforma a los hechos. Lo que el hermano dijo está de acuerdo con la Biblia. Pero entonces recordé que en el libro de Apocalipsis dice: “Yo testifico a todos los que oyen las palabras de la profecía de este libro: Si alguno añade a ellas, Dios traerá sobre él las plagas que están escritas en este libro; y si alguno quita de las palabras del libro de esta profecía, Dios quitará su parte del árbol de la vida y de la ciudad santa descritos en este libro” (Apocalipsis 22:18-19). La gente del Relámpago Oriental dice que Dios ha hecho una nueva obra y ha pronunciado nuevas palabras, lo que significa que son palabras que no están en la Biblia. ¿No sería eso añadirlas a la Biblia? Si aceptaba lo que predicaban, estaría aceptando palabras que no estaban en la Biblia, lo que sería traicionar al Señor. Así que puse una excusa y me fui, sin querer oír nada más.
Por la noche, daba vueltas en la cama sin poder dormir. Pensé en lo que había dicho ese hermano y en que era bueno y se basaba todo en la Biblia. Si fuera cierto lo que dijo el hermano Zhang sobre que “no habrá palabras de Dios que no estén en la Biblia”, no se podría cumplir la profecía del Señor ni se podría abrir el pequeño rollo. Pero luego pensé en cómo el hermano Zhang había dicho en una reunión especial que esas personas conocían bien la Biblia y que, por muy profundas o buenas que parecieran sus prédicas, no debíamos escucharlas, así que aún seguía preocupada. “¿Y si creo en lo equivocado?”.
Al cuarto día, les dije: “En Apocalipsis 22 dice: ‘Yo testifico a todos los que oyen las palabras de la profecía de este libro: Si alguno añade a ellas, Dios traerá sobre él las plagas que están escritas en este libro; y si alguno quita de las palabras del libro de esta profecía, Dios quitará su parte del árbol de la vida y de la ciudad santa descritos en este libro’ (Apocalipsis 22:18-19). Estos dos versículos dicen con claridad que no se debe añadir nada a la Biblia ni quitarle nada. Ustedes solo leen las palabras de Dios Todopoderoso; ¿no es eso dejar de lado las palabras del Señor? Si creo en lo equivocado, no solo no recibiré la aprobación de Dios, sino que Él hará que me sobrevengan los desastres”. Al oír esto, el hermano sonrió y dijo: “¡Así que eso es lo que te preocupa! No importa cuánto tiempo pase, todas las palabras de Dios son verdad y jamás pasarán. Esto es absolutamente cierto. La Biblia dice que nadie debe añadirle ni quitarle nada, lo que significa que los seres humanos no pueden añadirle nada, pero, si Dios viene personalmente a obrar y expresa Sus palabras, no podemos decir que eso sea una añadidura. Al igual que cuando el Señor Jesús hizo una nueva obra y expresó nuevas palabras sobre la base de la Era de la Ley, ¿se puede decir que añadió algo al Antiguo Testamento?”. En ese momento, pensé: “Es cierto, la Biblia dice que nadie debe añadir ni quitar nada a las profecías, pero no dice que Dios no pronunciará nuevas palabras”. En ese momento, mi corazón se iluminó y me interesé un poco en la enseñanza de ese hermano.
El hermano me siguió leyendo las palabras de Dios, lo que me permitió entender mejor los entresijos de la Biblia y cómo tratarla de manera correcta. Dios Todopoderoso dice: “¿Deben aplicarse los preceptos a la obra de Dios? ¿Y debe obrar Dios según las predicciones de los profetas? Después de todo, ¿quién es más grande: Dios o la Biblia? ¿Por qué debe obrar Dios de acuerdo con la Biblia? ¿Podría ser que Dios no tuviera derecho a actuar más allá de la Biblia? ¿No puede apartarse Dios de la Biblia y realizar otra obra? ¿Por qué no guardaban el día de reposo Jesús y Sus discípulos? Si debía practicar a la luz del día de reposo y según los mandamientos del Antiguo Testamento, ¿por qué Jesús no respetó el día de reposo después de venir, sino que, en su lugar, lavó pies, cubrió cabezas, partió pan y bebió vino? ¿No está todo esto ausente de los mandamientos del Antiguo Testamento? Si Jesús respetaba el Antiguo Testamento, ¿por qué rompió con estos preceptos? Deberías saber qué fue primero, ¡Dios o la Biblia! Si era el Señor del día de reposo, ¿no podía ser también el Señor de la Biblia?” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Relativo a la Biblia (1)). “La obra realizada por Jesús durante la época del Nuevo Testamento dio comienzo a una nueva obra: Él no obraba según la obra del Antiguo Testamento ni aplicaba las palabras del Antiguo Testamento pronunciadas por Jehová. Él llevó a cabo Su propia obra, una más nueva y más elevada que la ley. Por eso dijo: ‘No penséis que he venido para abolir la ley o los profetas; no he venido para abolir, sino para cumplir’. Así pues, de acuerdo con lo que Él llevó a cabo, rompió con mucha doctrina. En el día de reposo, cuando llevó a los discípulos por los campos de trigo, recogieron y comieron espigas. No guardó el día de reposo y dijo: ‘El Hijo del Hombre es Señor del día de reposo’. En esa época, según las normas de los israelitas, quienquiera que no guardase el día de reposo sería apedreado a muerte. Sin embargo, Jesús nunca entró en el templo ni guardó el día de reposo, y Jehová no llevó a cabo la obra de Jesús durante la época del Antiguo Testamento. Por tanto, la obra realizada por Jesús fue más allá de la ley del Antiguo Testamento, era más elevada que esta y no concordaba con ella. Durante la Era de la Gracia, Jesús no obró según la ley del Antiguo Testamento, y ya había roto con esas doctrinas. Pero los israelitas se aferraron ferozmente a la Biblia y condenaron a Jesús. ¿Acaso no fue eso negar la obra de Jesús? Hoy en día, el mundo religioso también se aferra ferozmente a la Biblia, y algunas personas dicen: ‘La Biblia es un libro sagrado, y debe leerse’. Algunos dicen: ‘La obra de Dios debe sostenerse para siempre; el Antiguo Testamento es el pacto de Dios con los israelitas, y no se puede prescindir de él, ¡y el día de reposo siempre debe guardarse!’. ¿Acaso no son ridículos? ¿Por qué no guardaba Jesús el día de reposo? ¿Estaba pecando? ¿Quién puede entender completamente estas cosas? Independientemente de cómo las personas lean la Biblia, será imposible conocer la obra de Dios usando su capacidad de comprensión. No solo no obtendrán un conocimiento puro de Dios, sino que sus nociones se volverán cada vez más atroces, de forma que empezarán a oponerse a Dios. De no ser por la encarnación de Dios hoy, las propias nociones de las personas las echarían a perder y morirían en medio del castigo de Dios” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Relativo a la Biblia (1)). Después de leer las palabras de Dios, el hermano compartió: “Por las palabras de Dios entendemos que, después de la obra de Dios, las personas registraron y recopilaron los hechos de Su obra, lo que se convirtió en la Biblia. La Biblia es simplemente un libro histórico y un registro de las dos etapas anteriores de la obra de Dios. La Biblia es el testimonio de Dios, está al servicio de Su obra y no está pensada para limitar la obra de Dios. El Antiguo Testamento registra la obra de Jehová durante la Era de la Ley y narra, sobre todo, cómo Dios creó el mundo y la obra que hizo en dicha era. El Nuevo Testamento registra la obra de Dios durante la Era de la Gracia y narra la obra y las palabras del Señor Jesús, que llama a las personas a arrepentirse y confesar, a amar al prójimo como a uno mismo y a perdonar hasta setenta veces siete, además de contar también cómo el Señor Jesús perdona los pecados, sana a los enfermos, expulsa a los demonios, resucita a los muertos y demás. ¿Acaso la obra y las palabras del Señor Jesús estaban en el Antiguo Testamento? A ojos de los seres humanos, ¿no era eso también ir más allá de la Biblia? Pero eso no fue añadir algo a la Biblia, sino elevar la obra de Dios. Hoy, Dios Todopoderoso ha venido a construir sobre la obra de la Era de la Gracia para iniciar la obra de la Era del Reino y ha expresado nuevas palabras. Estas son las palabras del Espíritu Santo a las iglesias que se profetizan en Apocalipsis, y se ha abierto el pequeño rollo. ¿Cómo podría decirse que se ha añadido algo a la Biblia? Es una cuestión completamente distinta. Cuando las personas vean que Dios Todopoderoso ha expresado muchas verdades, que se han desvelado los misterios del pequeño rollo y que estas palabras son exactamente lo que la humanidad necesita ahora mismo, verdades que determinan si la humanidad puede salvarse y entrar en el reino de los cielos, ¿acaso la gente seguirá acudiendo a la religión y escuchará prédicas bíblicas todos los días? Al igual que los que siguieron al Señor en la Era de la Gracia, cuando oyeron al Señor Jesús expresar nuevas palabras y hacer una nueva obra, ¿acaso seguían yendo al templo a oír a los fariseos predicar el Antiguo Testamento? Si rechazamos las nuevas palabras de Dios porque Su nueva obra va más allá de la Biblia o está por encima de ella, ¿no estaríamos cometiendo el mismo error que los fariseos que se opusieron a Dios?”. Las palabras del hermano terminaron de convencerme y ya no tuve nada más que objetar. Realmente había idolatrado la Biblia y la había puesto por encima de Dios. También entendí que el hecho de que la gente del Relámpago Oriental no lea la Biblia no significa que la nieguen, sino que están siguiendo los pasos de la obra de Dios. Así como los que siguieron al Señor Jesús se centraron en el Nuevo Testamento y dejaron de lado el Antiguo Testamento, eso no significaba que se hubieran desviado del camino de Dios. Me di cuenta de que ya no podía seguir por el camino equivocado y que, si Dios Todopoderoso realmente era el Señor que había regresado y yo no conseguía investigar con atención y me perdía la oportunidad de dar la bienvenida al regreso del Señor, ¿no me convertiría en una virgen necia? Oré al Señor: “Señor, si realmente has regresado, estoy dispuesta a dejar de lado mis propias nociones y a seguir el esclarecimiento y la guía del Espíritu Santo. Si esta es Tu obra, te ruego que me esclarezcas para que pueda reconocer Tu voz”. Después de orar de esta manera, sentí una gran paz y tranquilidad en mi corazón.
Más adelante, leímos más de las palabras de Dios Todopoderoso: “Dios mismo es la vida y la verdad, Su vida y verdad coexisten. Los que no pueden obtener la verdad nunca obtendrán la vida. Sin la guía, el apoyo y la provisión de la verdad, solo obtendrás palabras, doctrinas y, más si cabe, la muerte. La vida de Dios siempre está presente, Su verdad y vida coexisten. Si no puedes encontrar la fuente de la verdad, entonces no obtendrás el alimento de la vida; si no puedes obtener la provisión de vida, entonces, seguramente no tienes la verdad y, aparte de las nociones y figuraciones, la totalidad de tu cuerpo no será nada más que carne, tu apestosa carne. Debes saber que las palabras de los libros no cuentan como vida, los registros de la historia no se pueden consagrar como la verdad, y los preceptos del pasado no pueden servir como un registro de palabras actuales de Dios. Solo las palabras que Dios expresa cuando viene a la tierra y vive entre los hombres son la verdad, la vida, las intenciones de Dios y Su manera actual de obrar. Si tomas los registros de las palabras que Dios pronunció desde las eras pasadas y te atienes a ellas en la actualidad, eso te convierte en arqueólogo, en cuyo caso, la mejor manera de describirte es como un experto en reliquias históricas. Siempre crees en los rastros de la obra que Dios hizo en tiempos pasados, solo crees en la sombra de Dios que quedó cuando antes obró entre los hombres, y solo crees en el camino que Dios les dio a Sus seguidores en tiempos pasados, pero no crees en la orientación de la obra de Dios en la actualidad, no crees en el glorioso semblante de Dios en la actualidad y no crees en el camino de la verdad que Dios expresa en la actualidad. Por tanto, sin duda, eres un soñador que está completamente fuera de contacto con la realidad. Si todavía hoy te aferras a las palabras que son incapaces de dar la vida al hombre, ¡entonces eres un inútil pedazo de madera muerta, porque eres demasiado conservador, demasiado intratable y demasiado insensible para razonar!” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Solo el Cristo de los últimos días le puede dar al hombre el camino de la vida eterna). “El Cristo de los últimos días trae la vida y el camino de la verdad, duradero y eterno. Esta verdad es el camino por el que el hombre obtendrá la vida, y el único camino por el cual el hombre conocerá a Dios y por el que Dios lo aprobará. Si no buscas el camino de la vida que el Cristo de los últimos días provee, entonces nunca obtendrás la aprobación de Jesús y nunca estarás cualificado para entrar por la puerta del reino de los cielos, porque tú eres tanto un títere como un prisionero de la historia. Aquellos que son controlados por los preceptos, las palabras y las cadenas de la historia, nunca podrán obtener la vida ni el camino perpetuo de la vida. Esto es porque lo único que consiguen es agua turbia a la que se han aferrado miles de años, en vez del agua de la vida que fluye desde el trono. A los que no se les provee del agua de la vida siempre seguirán siendo cadáveres, juguetes de Satanás e hijos del infierno. ¿Cómo pueden, entonces, contemplar a Dios? Solo tratas de aferrarte al pasado, solo tratas de quedarte quieto y mantener las cosas como están y no tratas de cambiar el estado actual y descartar la historia, entonces, ¿no serás siempre antagónico a Dios? Los pasos de la obra de Dios son vastos y poderosos, como las olas agitadas y el retumbar de los truenos, pero te sientas y pasivamente esperas la destrucción, apegándote a tu locura y sin hacer nada. De esta manera, ¿cómo puedes ser considerado alguien que sigue las huellas del Cordero? ¿Cómo puedes justificar al Dios al que te aferras como un Dios que siempre es nuevo y nunca viejo? ¿Y cómo pueden las palabras de tus libros amarillentos llevarte a una nueva era? ¿Cómo pueden llevarte a buscar los pasos de la obra de Dios? ¿Y cómo pueden llevarte al cielo? Lo que sostienes en tus manos son palabras que solo pueden darte consuelo temporal, no las verdades que pueden darte la vida. Las palabras de las escrituras que lees solo pueden enriquecer tu lengua y no son palabras de filosofía que te ayudan a conocer la vida humana, y menos aún la senda que te puede llevar a la perfección. Esta discrepancia, ¿no te lleva a reflexionar? ¿No te hace entender los misterios que contiene? ¿Eres capaz de entregarte tú mismo al cielo para encontrarte con Dios? Sin la venida de Dios, ¿te puedes llevar tú mismo al cielo para gozar de la felicidad familiar con Dios? ¿Todavía sigues soñando? Sugiero entonces que dejes de soñar y observes quién está obrando ahora, quién está llevando a cabo ahora la obra de salvar al hombre durante los últimos días. Si no lo haces, nunca obtendrás la verdad y nunca obtendrás la vida” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Solo el Cristo de los últimos días le puede dar al hombre el camino de la vida eterna). Dios puso al descubierto todas mis nociones. Sabía perfectamente que Dios es la verdad, el camino y la vida, y que la abundancia de Dios es inagotable y nunca cesa. Pero yo me aferraba con obstinación a la obra que el Señor Jesús había realizado en el pasado. El Señor ha regresado en los últimos días y está llevando a cabo una nueva obra; sin embargo, hoy en día, yo seguía aferrándome a las palabras y a la obra anteriores del Señor. ¿No era yo la arqueóloga de la que habla Dios? El Señor ya no se aferra a Su obra pasada y ha regresado para hacer una nueva obra, pero yo me aferraba a la obra anterior de Dios y hasta la usaba para sopesar Su nueva obra. ¿No era eso oponerme a Dios? Si seguía aferrándome a la Biblia y no aceptaba el camino de la vida que Cristo otorgaba en los últimos días, entonces, creer en el Señor hasta el final no me daría la vida ni la aprobación del Señor y, mucho menos, me permitiría entrar en el reino de los cielos. Las palabras de Dios me impactaron profundamente y me llenaron de vergüenza. Me ardía la cara y sentía una enorme sensación de condena en mi corazón. En ese momento, me sentía tanto feliz como avergonzada. Estaba feliz porque finalmente había visto el regreso del Señor Jesús, pero también me sentía avergonzada por haber sido tan ciega, por haber adorado a ciegas a las personas y haber creído en rumores infundados, y por haber rechazado de forma reiterada la obra de Dios de los últimos días, pensando que era leal al Señor. ¡Había sido tan necia y obstinada! Recordé cuando creía en rumores infundados, había acordonado la iglesia y hasta había hecho que hermanos y hermanas que acababan de aceptar a Dios Todopoderoso regresaran a la iglesia religiosa. Cometí muchas acciones malvadas. Estaba ocupada todos los días con el trabajo en la iglesia local; ¿no era eso dedicarme a oponerme a Dios y a ir en Su contra? El mal que hice no era diferente del que hicieron los fariseos o los judíos saduceos. Les cerré la puerta del reino de los cielos a mis hermanos y hermanas y no entré yo ni los dejé entrar a ellos. Cometí muchos hechos malvados en contra de Dios; sin embargo, Él no me trató según mis acciones malvadas, sino que envió a hermanos y hermanas a predicarme el evangelio, quienes me llevaron ante Él. ¡Realmente no merecía un amor tan grande de parte de Dios! Incapaz de contener el remordimiento y la culpa que sentía en el corazón y, entre lágrimas, me arrodillé en la cama para orar y confesarme ante Dios: “Señor, he oído Tu voz; realmente has regresado. Estoy muy emocionada y feliz, pero también estoy llena de arrepentimiento. Enviaste a gente a darme la buena nueva y a predicarme el evangelio, pero no solo no quise oír, sino que seguí creyendo las nociones y los rumores infundados que difundían los líderes religiosos y, una y otra vez, te cerré la puerta. También desorienté a mis hermanos y hermanas y les impedí que acudieran a Ti. Como los fariseos, te circunscribí en las Escrituras. Dios, he estado muy equivocada. ¡He sido tan ciega! Deseo confesarme y arrepentirme ante Ti; ya no quiero transitar por la senda de los fariseos y estoy dispuesta a seguir los pasos de Tu obra”. Después de orar, mi corazón se sintió muy iluminado y tranquilo. Era como si me hubiera convertido en otra persona.
Durante los días siguientes, al reunirme y compartir las palabras de Dios con los hermanos y hermanas de la Iglesia de Dios Todopoderoso, aclaré toda la confusión en mi corazón. Confirmé por completo en mi corazón que Dios Todopoderoso es el Señor Jesús que ha regresado, a quien tanto había esperado. Mi corazón estaba tan conmovido que quería volver cuanto antes a contar esta gran noticia a mis hermanos y hermanas. Primero, fui a casa de mi madre y, una semana después, convertí a algunos hermanos y hermanas. Más tarde, volví a mi localidad y prediqué el evangelio a la hermana Li, que era de mi denominación. La hermana Li se alegró mucho al oírlo y estuvo dispuesta a investigar el camino verdadero. Pero, de forma inesperada, los colaboradores de la iglesia local la perturbaron y la hicieron regresar.
Después, cuando los colaboradores de la iglesia local se enteraron de que yo había aceptado a Dios Todopoderoso, me expulsaron. No me sentí limitada por ellos y seguí predicando el evangelio. Al ver que no podían detenerme, empezaron a usar tácticas más suaves. Enviaban a gente a mi casa en grupos de dos o tres, que lloraban y me suplicaban que volviera a la iglesia local. Me pedían perdón y decían que no deberían haberme expulsado. Pensé en todos los años que había pasado con ellos predicando el evangelio, apoyando a mis hermanos y hermanas y asistiendo juntos a las reuniones de colaboradores. Todos esos recuerdos se me venían a la cabeza sin parar, como una película. Me sentía muy angustiada, así que oré a Dios: “Dios, ¿qué debo hacer? Todavía les tengo cariño y no puedo desprenderme de ellos, pero también sé que Tú has regresado para llevar a cabo la obra de juicio y depuración, y que, si regreso a la religión con ellos, estaría traicionándote. No quiero fracasar y no estar a la altura de Tu salvación. No puedo ser una persona sin conciencia”. Después de orar, de repente recordé las palabras de Dios que mi hermano me había leído: “En cada paso de la obra que Dios hace en las personas, externamente parece que se producen interacciones entre ellas, como si hubiera nacido de disposiciones humanas o de la perturbación humana. Sin embargo, detrás de bambalinas, cada etapa de la obra y todo lo que acontece es una apuesta hecha por Satanás ante Dios y exige que las personas se mantengan firmes en su testimonio de Dios. Mira cuando Job fue probado, por ejemplo: detrás de escena, Satanás estaba haciendo una apuesta con Dios, y lo que aconteció a Job fue obra de los hombres y la perturbación de estos. Detrás de cada paso de la obra que Dios hace en vosotros está la apuesta de Satanás con Él, detrás de todo ello hay una batalla” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Solo amar a Dios es realmente creer en Él). Las palabras de Dios iluminaron mi corazón y por fin entendí que el hecho de que enviaran a mis hermanos y hermanas a suplicarme y a decirme palabras halagadoras para ensalzarme contenía los ardides de Satanás. Estaban intentando usar esa táctica suave para desorientarme, para hacer que traicionara a Dios Todopoderoso y que abandonara el camino verdadero. No podía caer en sus trampas. Cuando vieron que no podían convencerme, se marcharon. Pero, para mi sorpresa, diez días después, el hermano Zhang trajo a más de diez colaboradores a mi casa para perturbarme. Pensé: “El Señor ha regresado y, como personalidades líderes de la iglesia local, no solo se niegan a aceptarlo, sino que también difunden nociones y falacias para desorientarnos y condenan la obra de Dios en los últimos días. ¿Realmente creen en el Señor?”. Yo predicaba el evangelio de la obra de Dios en los últimos días a mis hermanos y hermanas, y todos estaban dispuestos a buscar e investigar. Pero, en cuanto me iba, ellos venían y se los volvían a llevar a rastras. Pensé en las palabras del Señor Jesús con las que condenaba y maldecía a los fariseos: “¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas!, porque cerráis el reino de los cielos delante de los hombres, pues ni vosotros entráis, ni dejáis entrar a los que están entrando” (Mateo 23:13). “¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas!, porque recorréis el mar y la tierra para hacer un prosélito, y cuando llega a serlo, lo hacéis hijo del infierno dos veces más que vosotros” (Mateo 23:15). ¿Acaso no eran los actos del hermano Zhang y de los demás igual que los de los fariseos hipócritas? En el pasado, cuando los fariseos vieron que el Señor Jesús expresaba tantas verdades y hacía tantos milagros, no buscaron, sino que se le resistieron y lo condenaron. Hasta dieron falsos testimonios para desorientar a la gente y dificultarles seguir al Señor. Su esencia-naturaleza era la de odiar a Dios y a la verdad. Ahora, Dios Todopoderoso ha expresado muchísimas verdades y mucha gente lo ha aceptado y ha venido a seguirlo. Pero el hermano Zhang y los demás no solo se negaban a investigar, sino que también se resistían a Dios Todopoderoso y lo condenaban, acordonaban la iglesia y difundían rumores y falacias infundadas para intimidar a los creyentes y dificultarles investigar el camino verdadero. No estaban entrando en el reino de los cielos y estaban impidiendo que los demás lo hicieran. Estaban haciendo que los demás se resistieran a Dios junto con ellos y los estaban guiando al infierno. ¿No eran ellos fariseos y demonios vivientes que impedían que los demás entraran en el reino de los cielos y los convertían en hijos del infierno? Cuando pensé en esto, fui capaz de discernirlos y vi con claridad su esencia resistente a Dios. Por mucho que intentaran perturbarme, no caería en sus trampas y estaba decidida a seguir los pasos del Cordero.
Fueron las palabras de Dios las que me guiaron para liberarme de las ataduras de los rumores infundados de los líderes religiosos y para desentrañar los ardides de Satanás. A partir de entonces, me uní activamente a las filas de los predicadores del evangelio y, al trabajar junto con mis hermanos y hermanas, convencimos a más de treinta personas de la iglesia local. Tras haber visto la guía de Dios, mi fe para seguirlo se fortaleció aún más. ¡Gracias a Dios Todopoderoso!