60. Mi lucha antes de jubilarme

Por Wen Xi, China

Nací en el campo y, cuando era pequeña, mi familia era muy pobre. Cuando salía de casa, usaba ropa remendada y los vecinos se reían de mí. Una vez, los dedos de los pies me asomaban de los zapatos y mis compañeros de clase se burlaron de mí, me quitaron los zapatos y los tiraron lejos. Cuando mis padres se enteraron de que me acosaban, se disgustaron mucho. Tenían la esperanza de que mis hermanos mayores y yo estudiáramos mucho y que, con el tiempo, consiguiéramos tener éxito para no tener que seguir viviendo en semejante pobreza ni que nos menospreciaran. Mis dos hermanos mayores sacaban muy buenas notas, pero, de forma inesperada, la Revolución Cultural hizo añicos los sueños de toda nuestra familia, cuyas esperanzas se volcaron en mí. A partir de entonces, me empeñé en estudiar para progresar en la vida, pero, al final, solo logré entrar en una escuela de enfermería.

Después de graduarme, me asignaron a trabajar en un hospital, pero, como tenía un bajo nivel educativo, solo podía ser una enfermera común y corriente. Me pasaba todo el día ocupadísima, pero, aun así, no ganaba mucho dinero. Mi esposo era un trabajador común y corriente y tenía un sueldo muy bajo, así que no podíamos permitirnos una casa grande y vivíamos los tres en una pequeña. Aunque trabajaba mucho y muchos pacientes me elogiaban, siempre que el hospital elegía a funcionarios, nunca me seleccionaban, mientras que ascendían, una tras otra, a personas con menos capacidad de trabajo que yo. Un compañero me dijo que la razón por la que ascendían a los demás y no a mí era porque mi familia era pobre y no tenía influencia ni dinero para comprar regalos a los superiores. Sentí que me estaban volviendo a menospreciar y a despreciar, y me dolió mucho por dentro. Más tarde, mi jefe en el hospital dijo: “A partir de ahora, todos los ascensos se basarán en los títulos académicos y solo quienes tengan estudios superiores tendrán la oportunidad de ascender. El país ha lanzado el examen de educación superior de estudio por cuenta propia, al que se pueden inscribir quienes quieran obtener un mejor título académico y ascender”. Pensé que era una gran noticia. Por fin podría cumplir mi sueño de ir a la universidad, con un mejor título y un mejor puesto de trabajo, ganaría un salario mejor, tendría suficiente dinero para comprar una casa grande y así podría ir con la cabeza bien alta y nadie volvería a despreciarme. Así que puse mi nombre primero en la lista de inscripción. Sin embargo, en ese momento, acababa de operarme de un tumor en la tiroides y mi cuerpo estaba débil. Como mi físico no podía aguantar, tuve que abandonar antes de terminar ni siquiera un curso. Dos años después, vi que varios compañeros ya habían aprobado varios cursos, así que, a pesar de mi fragilidad, me volví a inscribir. En aquel entonces, mi hijo aún era pequeño y, cuando volvía a casa agotada después del trabajo, todavía tenía que cuidar de él y esperar a que se durmiera para ponerme a estudiar. El agotamiento prolongado hizo que mi cuerpo quedara gravemente mermado, y solía tener dolores de cabeza y sentirme extenuada. El médico dijo que estaba saturada de trabajo y me aconsejó que descansara mucho. Pero pensé en que ya había perdido dos años y que, si volvía a rendirme a mitad de camino, mis sueños se harían añicos. Esta vez, no importaba lo que pasara, tenía que aguantar hasta el final. Así que pasé cuatro años haciendo exámenes de 14 cursos profesionales. Poco tiempo después, me ascendieron a un cargo intermedio, mi sueldo aumentó considerablemente, la vida se volvió un poco más cómoda y también nos mudamos a una casa más grande. Pero, aun así, no estaba satisfecha. Quería obtener mi título universitario. A los cuarenta, estudié con empeño otros dos años y logré ingresar en un programa universitario por correspondencia. Luego me trasladaron del frente clínico al muy envidiado departamento de divulgación. Estar en la oficina significaba que ya no tenía que hacer horas extras día y noche. Pensé: “Cuando tenga el título universitario, podré ascender a un puesto de funcionaria superior adjunta, mi salario aumentará y todos me admirarán aún más”.

En medio de estos sueños míos, en mayo de 2012, de repente empecé a notar que me temblaban las manos, el corazón me latía de forma irregular y me sentía muy mal. El diagnóstico del médico fue que había reaparecido el tumor de tiroides, el cual estaba segregando muchas hormonas que me habían hecho un gran daño tanto en el corazón como en el hígado y me estaba causando los síntomas. Cuando mi estado mejoró un poco, por miedo a perder el trabajo, las pagas y primas, me di de alta voluntariamente y me fui a casa para seguir el tratamiento. Pero, mientras trabajaba, de repente me sentí débil en todo el cuerpo e incapaz de moverme, y se me disparó la fiebre a 40 °C. Tumbada en la cama, el corazón me latía de forma irregular, me sentía mal y la cabeza me daba vueltas. Sentí como si mi vida realmente estaba llegando a su fin. El médico llamó a mi esposo a su despacho y le dijo que estaba en riesgo de morir en cualquier momento. Tras una noche de tratamientos urgentes, me empezó a bajar la fiebre y recuperé un poco la conciencia. Después, tras tomar muchos medicamentos, mi cuerpo fue recuperándose de a poco. Poco después, se aprobó mi ascenso a un cargo de funcionaria superior adjunta. Mi salario y mis primas aumentaron muchísimo, pero, cuando tuve el sueldo en la mano, no sentí ninguna alegría ni sensación de logro en mi corazón. No pude sino preguntarme: “¿Es esto todo lo que hay en la vida? ¿Títulos y riqueza? Ahora tengo todo lo que siempre quise, pero casi pierdo la vida. ¿Puedo intercambiar mi vida por títulos, dinero y la admiración de la gente? ¿Es la senda que he transitado en la vida realmente la correcta?”.

Justo cuando buscaba desesperadamente y no podía encontrar la respuesta, en 2013, llegó a mí el evangelio de Dios Todopoderoso de los últimos días. Leí un pasaje de las palabras de Dios: “La humanidad, desviada de la provisión de vida del Todopoderoso, no conoce el propósito de la existencia, pero teme a la muerte, a pesar de ello. La humanidad no tiene quien la ayude ni en quien apoyarse, pero las personas siguen renuentes a cerrar los ojos; y se arman de valor para apuntalar sacos de carne que carecen de todo sentido de su propia alma mientras prolongan una existencia innoble en este mundo. Tú vives de esta manera, sin esperanza, como hacen otros, sin ningún objetivo. Solo el Santo de la leyenda vendrá a salvar a las personas que, gimiendo en su sufrimiento, anhelan desesperadamente Su llegada. Esta creencia no se ha realizado desde hace mucho en aquellos que no tienen conciencia. No obstante, las personas siguen anhelando que así sea. El Todopoderoso tiene misericordia de estas personas que han sufrido profundamente. Al mismo tiempo, siente aversión hacia estas personas que no tienen ninguna conciencia en absoluto, porque ha tenido que esperar demasiado para obtener una respuesta por parte de la gente. Él desea buscar, buscar tu corazón y tu espíritu, y traerte alimento y agua para que te despiertes y ya no tengas sed ni hambre. Cuando estés cansado y cuando sientas algo de la desolación de este mundo, no estés perdido, no llores. Dios Todopoderoso, el Vigilante, acogerá tu llegada en cualquier momento. Está vigilando a tu lado, esperando que des marcha atrás. Está esperando el día en el que recuperes la memoria de repente: cuando seas consciente del hecho de que viniste de Dios, que, en un momento desconocido, perdiste el rumbo, en un momento desconocido, perdiste el conocimiento a lo largo del camino y en un momento desconocido, adquiriste un ‘padre’. Además, cuando te des cuenta de que el Todopoderoso ha estado siempre vigilando en ese lugar, esperando durante mucho, mucho tiempo tu regreso. Él ha estado vigilando con un anhelo desesperado, esperando una respuesta sin tenerla. Su vigilancia y espera no tienen precio y son por el corazón y el espíritu de los seres humanos. Tal vez esta vigilancia y espera sean indefinidas y, quizá, ya estén llegando a su fin. Pero tú debes saber exactamente dónde se encuentran tu corazón y tu espíritu en este momento(La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. El suspiro del Todopoderoso). Mientras leía las palabras de Dios Todopoderoso, no podía contener las lágrimas. Las palabras de Dios eran como una corriente cálida y suave que reconfortaba mi corazón. Pensé en cómo, desde que era pequeña, había sufrido mucho el desprecio y el acoso porque mi familia era pobre. Después de empezar a trabajar, tenía un sueldo escaso por mi bajo nivel educativo y mi esposo también era pobre, así que sufría el desprecio y las burlas de mis compañeros. Muchas veces, sumida en el dolor y la represión, pensé en quitarme la vida. A lo largo de las décadas, para escapar de la pobreza y ganarme la admiración de los demás, me esforcé al máximo en estudiar y logré fama y provecho, pero estuve a punto de perder la vida. No paraba de preguntarme: “¿Ha valido la pena todo este enorme esfuerzo? ¿Cómo puede uno tener una vida que realmente tenga sentido?”. Era como una huérfana perdida que buscaba desesperadamente, sin poder encontrar el rumbo de mi vida. Al leer las palabras de Dios, aunque no las entendía muy profundamente, sentía una gran calidez y cercanía, y entendí que creer en Dios y seguirlo es la senda que deben recorrer las personas y que solo se puede confiar en Dios.

En agosto de 2013, me uní oficialmente a la Iglesia de Dios Todopoderoso. En ese momento, aún tenía el cuerpo muy débil y, después de que me diagnosticaran con arritmia grave en varios hospitales, tenía que hacerme una operación de corazón. Pero los médicos dijeron que, incluso si me operaban, el resultado era incierto, los riesgos eran muy altos y ni siquiera estaba claro si lograría salir con vida de la mesa de operaciones. Así que oré a Dios, le encomendé mi enfermedad y le dije que, independientemente del resultado, me sometería a Él. Entonces, empecé a orar, a asistir a reuniones y a leer las palabras de Dios con frecuencia. También predicaba el evangelio siempre que tenía tiempo. Estaba tan ocupada cada día que a veces hasta me olvidaba de tomar la medicación. Después de unos seis meses, mi salud se recuperó por completo. Hasta el médico se quedó asombrado y dijo: “¡Es un milagro!”. Me convencí aún más de que Dios Todopoderoso es el Señor que creó los cielos, la tierra y todas las cosas. No solo me dio el aliento, sino también una segunda vida. Agradecí sinceramente a Dios desde lo más profundo de mi corazón y decidí seguirlo como corresponde y cumplir bien mi deber para retribuir Su amor.

Un año después, me convertí en líder de grupo en la iglesia y empecé a cumplir deberes relacionados con textos a tiempo parcial. Trabajaba durante el día y, por las noches, redactaba artículos de testimonios vivenciales y revisaba artículos en casa. Los fines de semana, asistía a reuniones de grupo. Aunque era agotador, estar con los hermanos y hermanas en las reuniones y leer las palabras de Dios me llenaba el corazón de paz y alegría. En septiembre de 2016, me eligieron diaconisa de riego y, como había muchos nuevos fieles a los que regar, mi carga de trabajo aumentó de golpe. Como mi unidad de trabajo estaba muy ocupada, tenía que pedir permiso a mi jefe cada vez que iba a una reunión y, cuando él me preguntaba qué iba que hacer, no sabía qué responderle. Más adelante, oía todo el tiempo que habían arrestado y encarcelado a algunos hermanos y hermanas por su fe y por predicar el evangelio y que, cuando los dejaron salir, les habían cancelado el salario y las prestaciones de la seguridad social. Me preocupaba que, si mi jefe se enteraba de que creía en Dios Todopoderoso, no solo me recortarían el sueldo, sino que hasta podría acabar en la cárcel. Entonces, ¿no habrían sido en vano todos los esfuerzos de la primera mitad de mi vida? Sentía que no podía seguir cumpliendo ese deber. Justo cuando me debatía sobre cómo renunciar al deber de riego, recibí una carta de los líderes que decía que la iglesia quería ascenderme para que fuera a otro lugar a cumplir deberes relacionados con textos. Al leer la carta, volví a tener sentimientos encontrados. Si iba a otro lugar a cumplir mis deberes, no podría volver a casa a menudo. ¿Qué pasaría entonces con mi trabajo? Si renunciaba al trabajo que había conseguido tras estudiar durante tantos años, ni siquiera tendría derecho a recibir una pensión. ¿No habrían sido en vano todas mis décadas de esfuerzos? Pensaba jubilarme el año siguiente y que, entonces, con la pensión, podría dedicarme de lleno a cumplir mi deber. Para conservar mi trabajo, rechacé los deberes relacionados con textos y, al mismo tiempo, esperaba con ansias el día de mi jubilación. De forma inesperada, en junio de 2017, cuando faltaba poco más de un mes para jubilarme, recibí un aviso repentino. Decía que la edad que figuraba en mi expediente era un año menor que la que aparecía en mi libro de familia, por lo que tendría que esperar un año más para jubilarme. Después de aguantar durante otro año a duras penas, recibí otra noticia traumática. La jubilación de todas las personas que tenían un cargo de funcionario superior adjunto se retrasaría cinco años más. ¡Sentía que estaba realmente al borde del colapso! La obra de Dios está avanzando con rapidez y, si tenía que esperar otros cinco años más y la obra de Dios concluía, ¿cómo podría entonces tener la oportunidad de cumplir mi deber? Pensé en un himno de las palabras de Dios: “El tiempo perdido no regresará nunca”. “¡Despertad, hermanos! ¡Despertad, hermanas! Mi día no se retrasará; ¡el tiempo es vida, y recuperar el tiempo es salvar la vida! ¡El tiempo no está muy lejos! Si suspendéis los exámenes de ingreso para la universidad, podéis estudiar para ellos una y otra vez. Sin embargo, Mi día no se demorará más. ¡Recordad! ¡Recordad! Estas son Mis buenas palabras de exhortación. El fin del mundo se ha desarrollado ante vuestros propios ojos, y la gran catástrofe llegará pronto. ¿Qué es más importante: vuestra vida o dormir, comer, beber y vestirse? ¡Ha llegado el momento de que sopeséis estas cosas!(La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Declaraciones de Cristo en el principio, Capítulo 30). Las palabras de Dios me permitieron ver lo urgente que es Su intención. La obra de Dios está a punto de terminar y las grandes catástrofes son inminentes. Dios espera que haya más personas que se alcen para predicar el evangelio y llevar ante Él a quienes creen sinceramente en Dios, lo que les permitirá aceptar Su salvación y escapar del azote de las grandes catástrofes. Era muy consciente de que faltaba poco tiempo para el día de Dios, de que las grandes catástrofes estaban por llegar y de que, si me jubilaba cinco años más tarde, aunque consiguiera riqueza, fama y provecho, perdería la oportunidad de obtener la verdad y ser salva. ¡Me arrepentiría toda la vida de eso! No podía esperar otros cinco años más. Tenía que jubilarme de inmediato. Fui a ver al jefe de departamento, que me pidió que volviera a casa y lo pensara de nuevo. Al día siguiente, el director me llamó para hablar conmigo y me dijo: “Desde que se creó el departamento de divulgación de la unidad, muchos pacientes han venido por nuestra reputación, lo que no se puede separar de tu arduo trabajo. Ahora mismo, la unidad te necesita para que continues con tu gran trabajo y la sigas impulsando. No te jubiles este año y espera solo cinco años más; para entonces, la unidad estará más consolidada y tu salario también será más alto”. Entonces, el jefe de departamento dijo: “A partir de ahora, con que vengas una vez por la mañana y otra por la tarde para dar orientación, puedes dedicar el resto del tiempo a tus asuntos y no se te reducirá el salario ni las primas”. Pensé: “Si solo tengo que venir una vez por la mañana y otra por la tarde, mientras que el resto del tiempo es para mí, puedo ir a cumplir mi deber cada día sin restricciones y, aun así, recibir el sueldo y las primas, ¡eso sería realmente tentador!”. Cuando se fueron, me puse a reflexionar profundamente: “Si me jubilo ahora, solo recibiré la pensión básica, que es algo menos de la mitad de mi sueldo actual. Si trabajo cinco años más, no solo ganaré un salario más alto, sino que mi pensión también aumentará por los años adicionales que habré trabajado”. En ese momento, empecé a vacilar. Justo entonces, una compañera me dijo: “Tú solo estás en la oficina, protegida del viento y la lluvia, y ganas un buen sueldo. ¡Qué envidia me da! Si no te jubilas ahora, aún tienes oportunidad de que te asciendan a un cargo superior y tu salario aumente aún más. Todo el mundo que se iba a jubilar este año no lo hará. Tú eres la única. ¿Eres tonta?”. Las palabras de mi compañera me hicieron tener sentimientos encontrados. Si no me jubilaba, aún podía obtener un ascenso a un cargo superior, mi salario y estatus mejorarían y los demás me tendrían más estima. ¿Debería seguir trabajando? Al llegar a casa, no paraban de resonar en mis oídos las palabras de mis superiores y de mi compañera. ¿Debía jubilarme o no? Estaba en conflicto; no podía dormir por la noche ni tenía apetito, así que oré a Dios: “Dios, estoy en un dilema y no sé qué elegir. Te ruego que me esclarezcas y me guíes para que entienda Tu intención”.

Después de orar, busqué palabras de Dios que estuvieran relacionadas con mi dificultad. Dios dice: “En cada paso de la obra que Dios hace en las personas, externamente parece que se producen interacciones entre ellas, como si hubiera nacido de disposiciones humanas o de la perturbación humana. Sin embargo, detrás de bambalinas, cada etapa de la obra y todo lo que acontece es una apuesta hecha por Satanás ante Dios y exige que las personas se mantengan firmes en su testimonio de Dios. Mira cuando Job fue probado, por ejemplo: detrás de escena, Satanás estaba haciendo una apuesta con Dios, y lo que aconteció a Job fue obra de los hombres y la perturbación de estos. Detrás de cada paso de la obra que Dios hace en vosotros está la apuesta de Satanás con Él, detrás de todo ello hay una batalla(La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Solo amar a Dios es realmente creer en Él). Las palabras de Dios me permitieron entender que, aunque en apariencia eran mis superiores y una compañera de trabajo quienes habían venido a hablar conmigo para tentarme con condiciones favorables, en realidad, la tentación que me había sobrevenido era de Satanás. Si no tenía discernimiento, caería en la trampa de Satanás, seguiría trabajando y ganando dinero, y no podría dedicarme de lleno a mis deberes. Durante los últimos años, había estado compaginando el trabajo con mis deberes y, cuando había mucho trabajo, dejaba de lado mis deberes y no los cumplía como correspondía. Si no me jubilaba ahora, aunque pudiera gestionar la mayor parte de mi tiempo, aún no podría dedicarme plenamente a mis deberes. Pero, si me jubilaba, estaría totalmente libre y podría cumplir con mis deberes con tranquilidad. A lo largo de mis años como creyente en Dios, he recibido muchísimo de Él y, si no fuera por Su amor y Su salvación, habría muerto hace mucho tiempo. Si seguía buscando riqueza, fama y provecho y descuidaba mis deberes, ¿aún tendría conciencia? En ese momento, recordé que Dios dijo: “¿Acaso no hay muchos entre vosotros que han fluctuado entre lo correcto y lo incorrecto?”. Busqué de inmediato este pasaje de las palabras de Dios. Dios dice: “Si en estos momentos colocase dinero en frente de vosotros, y os diera la libertad de escoger, y si no os condenara por vuestra elección, la mayoría escogería el dinero y renunciaría a la verdad. Los mejores de entre vosotros renunciarían al dinero y de mala gana elegirían la verdad, mientras que aquellos que se encuentran en medio tomarían el dinero con una mano y la verdad con la otra. ¿No se haría evidente de esta manera vuestra verdadera esencia? Al elegir entre la verdad y cualquier cosa a la que sois leales, todos tomaríais esa decisión, y vuestra actitud seguiría siendo la misma. ¿No es así? ¿Acaso no hay muchos entre vosotros que han fluctuado entre lo correcto y lo incorrecto? En todas las luchas entre lo positivo y lo negativo, lo blanco y lo negro —entre la familia y Dios, los hijos y Dios, la armonía y la fractura, la riqueza y la pobreza, el estatus y lo ordinario, ser apoyados y ser rechazados y así sucesivamente— ¡seguro que no ignoráis las elecciones que habéis hecho! Entre una familia armoniosa y una fracturada, elegisteis la primera, y sin ninguna vacilación; entre la riqueza y el deber, de nuevo elegisteis la primera, aun careciendo de la voluntad de regresar a la orilla[a]; entre el lujo y la pobreza, elegisteis lo primero; entre vuestros hijos e hijas, esposa, marido y Yo, elegisteis lo primero; y entre la noción y la verdad, seguís eligiendo la primera. Al enfrentarme a toda forma de acciones malvadas de vuestra parte, simplemente he perdido la fe en vosotros. Estoy absolutamente asombrado de que vuestro corazón sea tan incapaz de ablandarse. La sangre del corazón que he gastado durante muchos años sorprendentemente solo me ha traído vuestro abandono y resignación, pero Mis esperanzas hacia vosotros crecen con cada día que pasa, porque Mi día ha sido completamente expuesto ante todos. Sin embargo, continuáis buscando cosas oscuras y malvadas, y os negáis a dejarlas ir. Entonces, ¿cuál será vuestro resultado? ¿Habéis analizado detenidamente esto alguna vez? Si se os pidiera que eligierais de nuevo, ¿cuál sería, entonces, vuestra postura? ¿Seguiría siendo lo primero? ¿Seguiríais dándome decepciones y una tristeza miserable?(La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. ¿A quién eres leal?). La exposición de las palabras de Dios me hizo sentir totalmente avergonzada. Ante mis deberes o el dinero, la fama y el provecho, solía rechazar lo primero. ¡Era muy intransigente, obstinada y le rompía el corazón a Dios! Pensé en cómo era antes de encontrar a Dios, cuando vivía bajo el dominio de Satanás. Estudiaba con empeño y buscaba riqueza, fama y provecho, lo que casi me costó la vida. Después de encontrar a Dios, fue Su cuidado y Su protección lo que sanó mi débil cuerpo. Más tarde, la iglesia me asignó deberes y Dios dispuso distintas situaciones para que las experimentara, las cuales me permitieron empezar a entender algunas verdades y progresar un poco en mi vida. Dios pagó un precio enorme y dedicó muchos esfuerzos para salvarme, pero, a cambio, yo lo rechacé y traicioné de forma reiterada. ¡Realmente decepcioné a Dios! Al pensar en esto, mi corazón se llenó de dolor y oré a Dios: “Dios, mi corazón está demasiado centrado en buscar riqueza, fama y provecho; ¡no paro de rechazar mis deberes y traicionarte, una y otra vez! ¡Soy verdaderamente rebelde! Dios, quiero perseguir la verdad y cumplir mis deberes como corresponde, pero aún no consigo desprenderme por completo de mi deseo de riqueza, fama y provecho. Te ruego que me esclarezcas y me guíes para entender la verdad y que pueda liberarme de las ataduras de la riqueza, la fama y el provecho”.

Un día, leí las palabras de Dios: “‘El dinero mueve el mundo’ es una filosofía de Satanás. Prevalece en toda la humanidad, en cada sociedad humana; podríais decir que es una tendencia. Esto se debe a que se ha introducido en el corazón de cada persona que, al principio, no aceptaba este dicho, pero luego lo aceptó tácitamente cuando entró en contacto con la vida real, y empezó a sentir que estas palabras eran de hecho ciertas. ¿Acaso no es este un proceso por el que Satanás corrompe al hombre? […] Satanás utiliza el dinero para tentar a la gente y la corrompe para que adore el dinero y venere las cosas materiales. ¿Cómo se manifiesta esta adoración por el dinero en las personas? ¿Os parece que no podríais sobrevivir sin dinero en este mundo, que pasar un solo día sin dinero sería imposible? El estatus de las personas y el respeto que imponen se basan en el dinero que tienen. Las espaldas de los pobres se encorvan por la vergüenza, mientras que los ricos disfrutan de su elevada posición. Se alzan llenos de soberbia, hablando en voz alta y viviendo con arrogancia. ¿Qué aportan a las personas este dicho y esta tendencia? ¿No es cierto que mucha gente realiza cualquier sacrificio a fin de conseguir dinero? ¿No sacrifican muchos su dignidad y su integridad en la búsqueda de más dinero? ¿No pierde mucha gente la oportunidad de cumplir con su deber y seguir a Dios por culpa del dinero? ¿Acaso perder la oportunidad de recibir la verdad y ser salvadas no es la mayor pérdida de todas para las personas? ¿No es Satanás siniestro al usar este método y este dicho para corromper al hombre hasta ese punto? ¿No es una artimaña malévola?(La Palabra, Vol. II. Sobre conocer a Dios. Dios mismo, el único V). “Satanás usa la fama y el provecho para controlar los pensamientos del hombre, hace que no piensen en nada más que no sean estas dos cosas. Por la fama y el provecho luchan, sufren dificultades, soportan humillación, soportan pesadas cargas y sacrifican todo lo que tienen, y harán cualquier juicio o decisión en nombre de la fama y el provecho. De esta forma, Satanás coloca cadenas invisibles en las personas y, al llevar estas cadenas, no tienen la fuerza ni el valor para liberarse. Sin saberlo, llevan estas cadenas y siempre avanzan con gran dificultad. En aras de esta fama y provecho, la humanidad se aparta de Dios y le traiciona, y se vuelve más y más perversa. De esta forma, se destruye una generación tras otra en medio de la fama y el provecho de Satanás(La Palabra, Vol. II. Sobre conocer a Dios. Dios mismo, el único VI). Las palabras de Dios me permitieron entender que Satanás utiliza la fama y el provecho como señuelo para hacer que las personas vivan únicamente por ellas, lo que las hace alejarse de Dios, oponerse a Él y que, en última instancia, sean arrojadas al infierno con Satanás. Si no fuera por la exposición de las palabras de Dios, no habría desentrañado las siniestras intenciones ni las tácticas despreciables de Satanás. Al recordar mi infancia, mi familia era pobre y yo era el objeto de burlas y humillaciones de quienes me rodeaban. Así que me dije a mí misma que me convertiría en una persona adinerada y haría que quienes se burlaban de mí me vieran de otra manera. Tomé filosofías satánicas, como “El dinero mueve el mundo” y “Destácate del resto y honra a tus antepasados” como si fueran “sabias palabras” y pensaba que, con dinero, uno puede vivir con dignidad, hablar con confianza y ganarse la admiración de los demás. Bajo el control de estos venenos satánicos, aprovechaba cualquier oportunidad para mejorar mis cualificaciones y mi valor. Cuando me enteré de que obtener un diploma universitario estudiando por mi cuenta me daría una oportunidad de que me ascendieran, me apunté de inmediato. Durante el día, cuidaba de los pacientes y, siempre que tenía un rato libre, leía libros de formación profesional y, después del trabajo, hacía las tareas del hogar y estudiaba hasta altas horas de la noche. Incluso cuando estaba tan agotada que me enfermaba y necesitaba suero, no me olvidaba de estudiar. Tras años de estudio incansable, por fin obtuve la riqueza, la fama y el provecho que tanto deseaba, pero había agotado por completo mi cuerpo y tuve una recaída repentina del tumor de tiroides, lo que puso mi vida en peligro. Durante décadas, fui por la vida encadenada por la fama y el provecho, avanzando a trompicones y a punto de perder la vida, y fue el evangelio de Dios el que vino a mí y me rescató del borde de la muerte. Pero, por el dinero, la fama y el provecho, retrasé y rechacé mis deberes de forma reiterada. Estaba todo el tiempo en conflicto entre el dinero y mis deberes, y vivía una vida sumida en una pena insoportable. Vi que vivir según estos venenos satánicos me volvía cada vez más egoísta y despreciable, que mi corazón solo pensaba en el dinero, la fama y el provecho y que no tenía espacio para Dios, y que estaba ignorando mis responsabilidades y deberes. Dios me dio el aliento y me concedió una segunda oportunidad en la vida, pero, a cambio, solo lo rechacé y traicioné de forma reiterada. ¡Verdaderamente no tenía conciencia ni razón! Pensé en todas las celebridades y personas adineradas de la sociedad. Luchan desesperadamente y por cualquier medio para obtener fama y provecho. Una vez que consiguen estas cosas, algunos se enferman gravemente por haber trabajado en exceso, otros recurren a las drogas, algunos se suicidan y otros hasta se pasan la segunda mitad de la vida en la cárcel. Aunque consiguen fama y provecho, eso no les trae verdadera felicidad, sino más dolor y vacío, e incluso la muerte. Al reflexionar al respecto, realmente entendí que Satanás anima a las personas a buscar la fama y el provecho para dañarlas y devorarlas, las hace que se rebelen contra Dios y se alejen cada vez más de Él hasta que, al final, descienden al infierno junto con Satanás. Si no desentrañamos las siniestras intenciones de Satanás y no nos rebelamos totalmente en su contra, nuestro desenlace es que Satanás nos devore y la trampa de la fama y el provecho nos destruya. Al pensar en esto, decidí renunciar al trabajo y jubilarme.

En julio de 2018, me jubilé oficialmente. En noviembre, empecé a cumplir deberes relacionados con textos. No mucho después, unas antiguas compañeras de trabajo me invitaron a una comida. Algunas de las que aún no se habían jubilado hablaban de cuánto les había subido el sueldo ese mes y, al oír esto, sentí una leve conmoción en el corazón, como, de no haberme jubilado, yo también podría estar ganando más dinero con un aumento de salario. En ese momento, me di cuenta de repente de que Satanás estaba usando el dinero, la fama y el provecho para volver a tentarme. No podía permitir que me engañara, así que oré en silencio a Dios en mi corazón y le pedí que protegiera mi corazón para que no se perturbara. En ese momento, pensé en las palabras del Señor Jesús: “¿Qué provecho obtendrá un hombre si gana el mundo entero, pero pierde su alma? O ¿qué dará un hombre a cambio de su alma?(Mateo 16:26). Mis antiguas compañeras se rompían la espalda trabajando cada día por dinero, fama y provecho, pero sus corazones no tenían en quién confiar y, por mucho dinero que ganasen, todo era vacío. En especial, me enteré de que a un antiguo compañero le habían diagnosticado recientemente con cáncer de pulmón, estaba recibiendo quimioterapia y padecía de intensos dolores. Esto me hizo ver con aún mayor claridad que no hay suma de dinero que pueda comprar la salud o la vida de una persona. Dios me había elevado y me había dado la oportunidad de cumplir mi deber; aunque ganaba menos dinero, podía entender más verdades, lo que era lo más valioso y preciado.

Más adelante, encontré un pasaje de las palabras de Dios que me conmovió profundamente. Dios Todopoderoso dice: “Existe una forma muy simple de liberarse de este estado, que es decir adiós a la antigua forma de vida de uno, a los anteriores objetivos en la vida, resumir y diseccionar el estilo de vida, la visión de la vida, las búsquedas, los deseos y los ideales anteriores y compararlos después con las intenciones y las exigencias de Dios para el hombre, y ver si alguno de ellos es acorde con estas, si alguno de ellos transmite los valores correctos de la vida, lleva a uno a un mayor entendimiento de la verdad y le permite vivir con humanidad y la semejanza de un ser humano. Cuando investigas repetidamente y diseccionas cuidadosamente los diversos objetivos que las personas persiguen en la vida y sus miles de formas diferentes de vivir, verás que ninguno de ellos encaja con el propósito original del Creador con el que creó a la humanidad. Todos ellos apartan a las personas de Su soberanía y Su cuidado; todos son trampas que provocan que las personas se vuelvan depravadas y que las llevan al infierno. Después de que reconozcas esto, tu tarea es dejar de lado tu antigua visión de la vida, mantenerte alejado de diversas trampas, dejar a Dios que se haga cargo de tu vida y haga arreglos para ti, es buscar someterte solamente a las orquestaciones y la dirección de Dios, vivir sin tener elección personal y convertirte en una persona que lo adora a Él(La Palabra, Vol. II. Sobre conocer a Dios. Dios mismo, el único III). Después de leer las palabras de Dios, mi corazón se iluminó aún más. Una persona que sigue a Dios y persigue la verdad vive la vida más valiosa y significativa. Tengo la fortuna de haber aceptado la obra de Dios Todopoderoso de los últimos días, de tener la oportunidad de obtener la verdad y ser salva, y de oír la voz del Creador con mis propios oídos. Esto es una bendición enorme. Ya no podía seguir buscando el dinero, la fama y el provecho, y debía someterme a la soberanía de Dios y vivir según Sus exigencias. Pensé en Pedro, quien, al escuchar el llamado del Señor Jesús, abandonó todo con firmeza para seguirlo y, al final, llegó a conocer a Dios y fue capaz de amarlo al máximo y someterse a Él, incluso hasta la muerte. Además, a lo largo de los siglos, muchos santos renunciaron a todo para propagar el evangelio de Dios y algunos hasta sacrificaron su vida. Lo que vivieron fue lo más significativo. Ahora que mi pensión de jubilación basta para cubrir mis gastos, debo dedicar más energía a perseguir la verdad y cumplir mis deberes. Buscar el conocimiento de Dios y obtener la verdad son las cosas de mayor valor.

A partir de entonces, dediqué toda mi energía a mis deberes. A través de leer las palabras de Dios y formarme para cumplir mis deberes, empecé a discernir de a poco las siniestras intenciones de Satanás de dañar a las personas y llegué a entender mi propia codicia de ganar dinero y el carácter corrupto, egoísta y despreciable que había en mí. Cada vez que oía a mis antiguas compañeras alardear de cuánto dinero ganaban o de lo grandes que eran sus nuevas casas, ya no me afectaba. Aunque no gano tanto dinero ni tengo una casa tan grande como ellas, he recibido el riego y la provisión personal de Dios y he llegado a entender algunas verdades a través de mis deberes. Esto es algo que no hay suma de dinero que pueda comprar. ¡Agradezco sinceramente a Dios por Su amor y Su salvación!

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